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Plaza de Toros de Las Ventas

Martes, 28 de mayo de 2019

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: toros de José Escolar - desiguales de presentación y juego. Complicados y exigentes. De juego variado - (complicado el primero, soso el segundo, exigente el tercero, probón el cuarto, noble el quinto y desfondado el sexto)

Diestros:

Fernando Robleño: de verde oliva y oro (silencio tras aviso y vuelta al ruedo tras petición tras aviso)

Gómez del Pilar: de blanco y plata (ovación con saludos tras aviso en ambos)

Ángel Sánchez: de malva y oro (Ovación con saludos y silencio tras aviso)

Entrada: más de dos tercios de plaza en tarde de muy ventosa (18.024 espectadores)-

Incidencias: Raúl Ruiz y Fernando Sánchez saludaron tras parear al tercero, e Iván García junto a Fernando Sánchez de nuevo, hicieron lo propio en el sexto.

Imágenes: https://www.las-ventas.com/la-tarde-tras-el-objetivo/las-ventas-28-de-mayo-de-2019

Video: https://twitter.com/i/status/1133475842355605505

Crónicas de la prensa

Portal Taurino

Por Alberto Bautista Mérito de la terna ante una terrorífica corrida de Escolar

Oficio de Fernando Robleño ante una muy dura corrida de Escolar. Gómez del Pilar y Ángel Sánchez por encima de sus respectivos lotes. El festejo estuvo condicionado por el vendaval de aire que asoló durante toda la tarde.

El inicio del centenario de Albaserrada en Madrid, deparó una ingrata corrida de José Escolar. El esfuerzo de la terna quedó patente, ante seis toros de desiguales hechuras y juego. Muy complicados, a la defensiva muchos de ellos y con un fondo inconsistente de bravura y exigencia. Miedo se pasó hasta en los tendidos de una corrida que tuvo como convidado de piedra a un viento incómodo que no dejó títere durante todo el festejo.

La terna especial dio la cara. Fernando Robleño, con mucho oficio en este tipo de corridas tiró de pundonor en una tarde que no empezó muy bien. El primero fue muy complicado y de poco juego. Robleño tomó precauciones en la muleta y formó un sainete con la espada. La vuelta al ruedo en el cuarto, gracias a su buen concepto con momentos estimables sobre la diestra fueron altas cotas de una actuación donde lució al manejable toro de Escolar. Dejó una estocada al primer encuentro, y aunque no hubo petición mayoritaria el aficionado quedó satisfecho con la vuelta al anillo.

Gómez del Pilar fue todo disposición y solvencia. Se fue a la puerta de chiqueros a recibir a sus dos toros. Saludó una ovación de su primero, otro indescifrable Escolar. Con las complicaciones propias del encaste, anduvo aseado y dispuesto. Rebañó cada muletazo. Molestó en exceso el incómodo viento. Volvió a repetir saludo desde el tercio tras pasaportar al quinto, toda una prenda de Albaserrada, que no supo meterle mano a semejante morucho. Pronto desistió del envite, pero eso no debe desmerecer su dispuesta actuación.

Tampoco debe caer en saco roto la meritoria tarde de Ángel Sánchez, con el viento a la contra, y teniendo en cuenta su escaso oficio. La goyesca del 2 de mayo hizo su primer paseíllo de la temporada y la de Escolar completó el círculo. Dos tardes. Y con una cuadrilla de excepción: Raúl Ruiz, Iván García y Fernando Sánchez, garantía de triunfo. El joven matador toreó muy reunido y encajado en muchos momentos, teniendo en cuenta la complejidad y la exigencia de su lote. Saludó una ovación a la muerte del tercero, tras una labor donde estuvo muy asentado ante otro buen toro, tras cimentar una actuación breve con la mano izquierda. Protestó el 7 el tercio de varas (sobre todo el segundo puyazo) en mitad de la algarabía de un sensacional tercio de banderillas a cargo de Fernando Sánchez y Raúl Ruiz. Con el sexto, fue silenciado. Otro toro exigente, que vendió cara su vida donde solo hubo acople en el inicio de faena. Los brotes verdes volvieron a aflorar. La espada funcionó, y Sánchez encaró la vuelta al burladero satisfecho tras la batalla

El País

Por Antonio Lorca. ¡Quién dijo miedo…!

El primer toro de la tarde mostró sus credenciales a poco de pisar el ruedo: venía dispuesto a aprobar con nota un curso acelerado sobre cómo meter miedo a los toreros en menos de cinco minutos.

Embistió con la cara alta y de pocos amigos al capote de Robleño, que volaba a su antojo en otra tarde de vendaval venteño. Manseó sin escrúpulo ante el cite del picador, y así consideró que había aprobado el primer cuatrimestre. A continuación, se presentó en banderillas con el temario aprendido y la cuadrilla pasó las de Caín. Y cuando Robleño tomó la muleta, Patoso, tal era su nombre, estaba preparado para el examen final con todos los honores.

El mal rato que pasó el torero para su historia queda. Primero, buscó el mejor terreno, como si en la geografía estuviera la solución del problema. Comenzó en el sol, volvió a la sombra y acabó en el sol y sombra, y todo ante un toro con muy malas pulgas que lo miraba sin que quedara claro si estaba estudiando al hombre o radiografiándolo. Se negaba a pasar y cuando lo hacía, a regañadientes, se revolvía con celeridad e intenciones de lanzarlo al espacio. Sufrió Robleño un par de desarmes, erró repetidamente en la suerte suprema, no ganó para muletas, pero salió con vida del peligroso envite. ¿Y el toro? Sobresaliente cum laude en meter miedo.

Hay que tener mucho valor —o necesidad en grado sumo— para anunciarse con este tipo de corridas. No está claro si se busca la gloria o llegar al hotel sano y salvo, y con la conciencia tranquila. No son toros para la lidia moderna ni para el aficionado ni el espectador de hoy. Son la antítesis del toro artista; es el toro primitivo en estado puro, que sabe y aprende con rapidez, conoce pocas lecciones de nobleza y vende cara su vida.

Más desahogado pudo estar, no obstante, Robleño ante el cuarto, de mejor condición que su hermano de camada, pero de corto recorrido y pensamiento impuro, al que le robó un manojo de muletazos de calidad, fruto de la hombría torera del madrileño -que es mucha- más que de la casta de su oponente. No fue faena de oreja, como algunos pidieron, pero sí indicativa del pundonor y la categoría de un torero con mayúsculas.

De rodillas en los medios recibió Gómez del Pilar a su primero. Heroicidad se llama eso después de haber visto el juego del primero de la tarde. Salió con bien del compromiso y aún pudo trazar algunos capotazos que elevaron la tensión del festejo. El toro acudió de largo al caballo y empujó en los dos encuentros, pero, descontento con su aparente bravura, se dispuso a pasar a la historia con un tercio de banderillas para el recuerdo de la cuadrilla. Esperó, midió, cortó, recortó, persiguió y acongojó con toda la razón a los toreros, que a duras penas pudieron dejar en su lomo cuatro garapullos.

Cuando Gómez del Pilar lo citó por primera vez con la muleta se llevó la mano izquierda al cuello de la camisa, detalle suficiente para adivinar que no le llegaba al cuerpo. Aguantó coladas, se colocó en el sitio justo, tragó saliva y quedó como un tío en un mar de dificultades.

Y volvió a arrodillarse en el mismo sitio a la salida del quinto, un auténtico pavo con dos perchas de miedo. Volvió a demostrar Del Pilar que le sobra valor. Bravo fue el toro en el piquero, y con fiereza inició su paso por el tercio final. Otro experto en radiografías, no embestía antes de hacer un escáner del torero, al que le complicó la vida de principio a fin.

Y grande, muy grande, el más joven, un aguerrido Ángel Sánchez, que se jugó materialmente los muslos ante el tercero, y pudo incluso lucirse en algunos compases por ambas manos. Ante el sexto, el más blando, se justificó sobremanera. Merece mejor suerte este torero.

Saludaron Raúl Ruiz, Fernando Sánchez, Iván Aguilera y Pedro Cebadera en una tarde ingrata en la que todos los toreros -inmenso Iván García en un par y con el capote- rayaron a gran altura.

El Mundo

Por Vicente Zabala de la Serna. La madurez de Robleño

Siguiendo el ejemplo de Francia el hierro de José Escolar marcó con cal el ruedo de Las Ventas. Cuando las cuadrillas lo pisaban en el paseíllo, las exclavinas de los capotes de paseo abofetearon los rostros toreros. El insolente Eolo no quería perderse el homenaje a Albaserrada. Fue protagonista indiscutible de las seis lidias. No era la típica corriente que molesta cada tarde en Madrid, eran rachas continuadas que agriaban la dureza de la desigual corrida del Valle del Tiétar. Dos toros fueron imposibles: primero y quinto. Dos prendas sin solución. El más pacífico resultó el cuarto con el que Fernando Robleño firmó pasajes toreros.

La veteranía de Robleño se vislumbró desde el planteamiento: paró los dos toros en los terrenos de sol. Allí donde, bajo el estribo, revoloteaban sin cesar los papelillos. El vendaval condicionó el trasteo al primero, que con sus hachazos parecía saber lo que iba a hacer el torero de San Fernando de Henares en cada momento. Dignidad y oficio ante las tarascadas. Fue en el cuarto cuando Robleño vio que se desplazaba el toro de Escolar. El temple fue imposible, pero hubo lances con mando y arrebato, especialmente, en dos medias rotando sobre sí mismo. Un gesto corporal que venía a reivindicar que también sabe torear pese al trago pasado en su primer turno. Cargó mucho la suerte en muletazos desde arriba, empujando la embestida sin descomponer su enjuta y diminuta figura. La emoción continuó por el pitón izquierdo del noble toro -dentro de su complejidad-. Los asolerados detalles culminaron la obra. En la vuelta al ruedo saboreó el respeto que le profesa su plaza.

A la tarde de Gómez del Pilar no se le puede poner un pero. El detalle tan fundamental como olvidado de llevar el chaleco en oro vistiendo en plata. Los matadores deben distinguirse. Durante las lidias y faenas de sus compañeros no pudo estar más pendiente. Siempre colocado en su sitio o detrás de las tablas con la montera calada atento a lo que ocurría en el ruedo. Todo disposición fue en sus turnos, en ambos se fue a portagayola. El uro que despachó en su segundo turno no tuvo un pase pese a su alegre arrancada en el caballo. Puro genio. Sin duda, pechó con el lote más cargado y de menos opciones. El primero de su lote, tan montado, tan despegado del suelo. Para colmo el desagradable viento se sumó a las arrancadas a media altura del toro de José Escolar. Ni rastro de la humillación albaserreda. La firmeza dede Gómez del Pilar merece su sitio.

Las cuadrillas se pelearían por la mañana por el lote de Ángel Sánchez, el sexto más en la línea santacoloma con hechuras fantásticas. El primero, sin remate ni cuello fue muy complejo en los primeros tercios. Iván García cogió con determinación las riendas de la lidia y también destacó en un gran par de banderillas al sexto. Fernando Sánchez, con su paso militar, saludó en los dos turnos, el primero compartido con Raúl Ruiz. El trago fue compensado. El joven espada hizo un esfuerzo con el exigente tercero. La colocación y el toque a tiempo fueron claves. Una vez apretado, el toro sacó la cara por encima del palillo. Codicia de plastilina. El sexto cambió ritmos en duras oleadas y se vino en ocasiones por dentro, no se confió Sánchez en ningún momento. La espada voló habilidosa en sus dos turnos.

ABC

Por Andrés Amorós. Casta y emoción con los de Escolar

¿En qué Feria española podemos ver, en cuatro días seguidos, reses de La Quinta, Escolar, Victorino y Adolfo Martín? Sólo en Las Ventas. Claro que los diestros que se apuntan a estos hierros no suelen ser los de la primera fila. (Lo de Roca Rey es un gesto aislado y el resultado de ese bombo que algunos censuran). En Madrid, el toro sigue siendo el protagonista de la Feria. Como debe ser. Eso habla bien de la afición de Las Ventas, aunque a veces se exceda.

Los toros de Escolar abren el desfile del encaste Albaserrada. Esta tarde, son muy serios, bien armados, encastados; salvo los dos primeros, más complicados, se ovaciona a todos los demás. A pesar del fuerte viento, los tres diestros dan la cara con mérito.

Fernando Robleño se ha forjado en mil batallas. El primero es pegajoso, aprieta en banderillas, vuelve rápido, queda corto. Molesto por el viento y por los arreones, Robleño solventa la papeleta, sin más, con oficio; a pesar de su experiencia, pasa un quinario, para matar. En el cuarto, muy serio, aplaudido de salida y más manejable, logra algunos reposados muletazos, con buen oficio; al final, logra engancharlo y ligar derechazos largos, casi un círculo completo. La estocada queda desprendida y da una justa vuelta al ruedo.

Gómez del Pilar ha triunfado varias veces con toros de Victorino: intenta torearlos como si fueran dóciles domeqs. Recibe a portagayola y lidia al segundo; lo deja lejos del caballo y el toro acude con alegría, arrea en banderillas; cruzándose, le saca algún derechazo suave, con mérito, pero uno a uno, porque el toro no repite. Como el trasteo ha sido premioso, suena el aviso antes de matar, caído. También recibe a portagayola al quinto, que luce dos «velas» de aúpa, derriba y, luego, va de muy lejos, en una pelea emocionante. Saludan Aguilera y Cebadera. En la muleta, el toro vuelve muy rápido y, aunque no caben muletazos lucidos, la gente agradece la entrega.

Ángel Sánchez deslumbró aquí una tarde, de novillero, con magníficos naturales. No lo ha repetido, luego, y ha toreado poco pero un refrán taurino afirma que sólo cambia la moneda el que la tiene… Al tercero le pegan mucho en varas; lidia estupendamente Iván García. Dejándose ver, Fernando Sánchez pone uno de los pares de la Feria; saluda, con Raúl Ruiz. Ángel traza algún natural con calidad, aprovechando las nobles embestidas, pero no redondea la faena. Logra una aceptable estocada: saludos y gran ovación al buen toro. En el sexto, que pelea bien en varas, vuelve a saludar Fernando Sánchez. El toro embiste con bravura y fuerza. Ángel Sánchez muestra voluntad pero acusa la falta de experiencia y mata certero.

A pesar del viento y aunque no haya habido trofeos, ha sido una tarde emocionante, con la encastada y bien armada corrida de Escolar. Todo lo que se les ha hecho a estos toros ha tenido mérito. Nada que ver con los toros flojos y descastados que tantas tardes producen hastío. Ésta es la Fiesta de los toros y en Las Ventas, por fortuna, sigue siéndolo.

La Razón

Por Patricia Navarro. Robleño, en sazón: frente a los exigentes “Escolares” y la casta de Eolo

“Patoso” fue el elegido. Largo, de lomo quebrado y cornipaso, de kilométrica envergadura de sienes, el de José Escolar, inauguró el tríptico del Centenario de Albaserrada. Honra con honores para aquella toma de Antigüedad de tan legendario encaste. El hierro abulense, pintado a cal, presidiendo en el centro del ruedo lo advertía. No se sumó a la onomástica este cárdeno rompe-plaza. Echó las manos por delante en el percal de Fernando Robleño y, aunque empujó en el peto haciendo sonar el estribo, no mejoró en el último tercio. Porque se “tragaba” con cierto recorrido, aunque sin entrega, los dos primeros, pero luego no pasaba. Ora se vencía y reponía, ora se le venía directo al pecho. Robleño, muy molesto con el viento también -tan peligroso toda la tarde como los acenizados astados- lo mostró por ambos pitones y fue por la espada, con la que no lo vio claro. Pero vaya sí se desquitó con el rematado cuarto, de lomo quebrado que enseñaba las palas, ya desde el templado ramillete de verónicas del saludo. Se lo llevó más tarde Robleño a los terrenos del “4”. Allí, le robó a base de oficio y ciencia muletazos de enorme torería, tirando de embroque y de recogerlo a la altura de la cadera. El toro, de medido recorrido y al que el madrileño supo alargar siempre la embestida, tenía una virtud: humilló mucho. Lo quiso todo por abajo siempre. Faena importante de un torero en sazón. El espadazo, contrario, y el descabello, certero, hicieron aflorar los pañuelos. No hubo trofeo. La vuelta al ruedo, de justicia.

Como en años anteriores, Gómez del Pilar expuso su carta de presentación en la puerta de chiqueros. Libró con tanta holgura la larga cambiada como solvencia mostró después para lidiarlo sobre los pies para sacarlo a los medios, porque este segundo -más lleno y despegado del suelo, amplio de cuna- apretó de lo lindo para dentro. Lo quiso enseñar en el peto tras varios lances a la verónica por el derecho, pero el toro buscó excusas para no ir y, cuando lo hizo, se dejó pegar sin más. Agarrado al piso y frenado en el instante del encuentro, complicó lo indecible en banderillas. Con la muleta, Gómez del Pilar cocinó una faena a fuego lento, de largo metraje -le sonó un aviso sin haber cambiado la espada- en la que destacaron la tres últimas tandas de derechazos. Por ligazón -a base de provocarle la embestida y ganarle un paso-, reunión y conocimiento, porque el toro, con emoción aunque sin entrega y el poder justo- no era nada sencillo. Menos con ese viento. Por el izquierdo, ni uno tuvo. Tras pinchazo y media en muy buen sitio, saludó desde el tercio. Volvió a irse a portagayola en el ofensivo quinto. Dos guadañas interminables por pitones. Pavorosamente serio. Tomó tres varas: más pronto y de alegre arrancada que bravo debajo de la montura. Buen tercio de Aguilera y Cebadera, de gran exposición. Gómez del Pilar lo probó con estoicismo por ambas manos, pero delante tuvo un animal muy orientado, con sentido y poder, que nunca dejó de medirle ni se empleó. Saludos.

Ángel Sánchez saludó una ovación en el tercero. Fue justo premio a una labor entregada, en la que estuvo muy de verdad con un tercero vareado y lavadito de cara, que tuvo transmisión en todos los tercios. Empujó en el peto y propició un tercio emotivo de Raúl Ruiz y Fernando Sánchez -que luego repitió en el sexto-, citando ambos muy en corto, porque el toro esperó. La lidia de Iván García, para enseñar en las escuelas, excelsa. Luego, Ángel Sánchez dejó muletazos de buen trazo, especialmente con la zurda. Desafió al mismo Eolo y se la puso firme para resistir las arrancadas humilladas del exigente “Escolar”, que tenía codicia y transmisión, multiplicada porque cada muletazo era una moneda al aire por dicho aire. La estocada casi entera y arriba, suficiente. No hubo entendimiento con el sexto, bastito y con cuajo, pero agradable por delante. Un cárdeno que, aunque también reponía, la tomó con menos pimienta que sus hermanos, por ello, también fue el que apenas transmitió. El de Alcobendas, además, pechó con la mayor virulencia del vendaval en su lote de esta primera parada del Centenario de Albaserrada. Por delante, los dos platos fuertes. Victorino y Adolfo velan armas.

Madrid Temporada 2019

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