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PLAZA DE TOROS DE LAS VENTAS

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Martes 29 de mayo de 2012

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: toros de Las Ramblas (desiguales de presentación y de juego desrazado. Manejables 3º y 6º). Un sobrero de Hnos. Fraile Mazas (bien presentado y masacrado en varas).

Julio Aparicio. Bronca en ambos.

El Fandi. Silencio y silencio.

Miguel Ángel Perera. Silencio y saludos tras aviso.

Entrada: casi lleno.

Crónicas de la prensa: COPE, El País, El Mundo, La Razón, Marca.

Puerta de Arrastre

Por Santiago Sánchez Traver. Una crónica sentimental

La de esta tarde es una crónica sentimental. Y no lo digo porque los realizadores de Plus se empeñen en sacar imágenes de Carmencita Franco cuando torea Perera. Lo digo por el final inesperado -corte de coleta de Julito Aparicio- que ha dado un vuelco a todas las crónicas previstas preparadas o medio escritas ya en los ordenadores (ahora se trabaja así: con crónicas medio escritas que se rematan en un lance que cierra una serie, qué tiempos).

Julito se ha despedido como y cuando tenía que irse. En Las Ventas, tras una tarde mala, en la que se ha demostrado a sí mismo y a los demás que no debía seguir. Pero ha dado muchas tardes de gloria al toreo, muchas esperas ansiosas de a ver si da unos capotazos de arte, a ver si pega una tanda que cruje el cielo…Ha derrochado arte, torería, gracia en muchas tardes. Posiblemente, más de Loreto de la Macarena que de Aparicio madrileño. Pero ahí está su carrera, coronada de arte y de tragedia. Y debieron despedirlo con una ovación muy grande. Y hubo hasta pitos, de esos que no sé por qué no se mete con ellos Esperanza Aguirre y les prohíbe la entrada.

Vi debutar a Julito en su Maestranza, con sus tíos, los Loreto, cantando bulerías por lo bajini. Era el 8 de mayo del 88. Y un año después, dos novilladas seguidas en el coso del Baratillo -una matinal de Feria- de las que salió catapultado para su alternativa de lujo: domingo de resurrección del 90, con Curro y Espartaco. Lo vi todas esas tardes bien cerca y supe que estaba marcado por las musas y el genio de los toreros de arte. Se nos va, tal vez se debió ir cuando la gran cornada. Pero quiso seguir, y es legítimo, hasta hoy. Por eso, hay que darle una ovación muy grande porque ha sido de los que subliman el oficio este de dominar a un animal tan fiero y hacerlo arte.

De El Fandi no hay que hablar. Aunque ha mejorado, que conste, y se le nota este año, en Madrid no pudo demostrarlo. Perera se jugaba mucho esta tarde en Madrid, tras el pulso o envite de la temporada. Y su apoderado también. Ha salido reforzado: una faena de gran mérito, hecho un torerazo, valiente, dominador, hasta límites que casi nadie llega. Creo que mereció la oreja a pesar del pinchazo. En cualquier otra plaza se la hubieran dado. Y habría sido un buen regalo para Fernando Cepeda - qué capote el de Gines- que hoy cumplía 48 años. Felicidades y suerte a los dos.

COPE

Por Sixto Naranjo. Aparicio se retira, Perera torea y se arrima

La cara y la cruz del toreo. La cara para un Perera que de nuevo se quedó a las puertas de cortar una oreja. La cruz, para un desdibujado e inhibido Julio Aparicio que abandona los ruedos. La Fiesta son pasiones y así se vivió todo en la plaza de Las Ventas.

Aparicio decidía poner punto y final (¿?) a una carrera jalonada de luces y sombras, de éxitos arrebatadores y petardos antológicos. De la tarde de su confirmación con “Cañego” de Alcurrucén en 1994 de la que salió a hombros y lanzado hasta el día de hoy. Dieciocho años. Y entre medias, una cornada brutal que ya ha quedado en la memoria gráfica de la Fiesta.

A toro pasado, no se entiende la doble comparecencia de Julio Aparicio en este San Isidro. Ni por forma física ni aparentemente tampoco moral estaba Aparicio en condiciones de actuar en Madrid. Si la primera tarde salió entre almohadillazos, este martes de nuevo mostró la cara del torero medroso, sin sitio ni capacidad física ni técnica para estar delante de la cara de un toro. Ni con el primer toro de Las Ramblas ni con el sobrero de los Hermanos Fraile Mazas pudo Aparicio.

La decisión final estaba tomada. ¿Arrebato o premeditado? Sólo Aparicio lo sabe y tiempo habrá de saber si es algo definitivo o tiene marcha atrás esta decisión.

Por el contrario, quien sí salió de nuevo consciente de su responsabilidad y de lo que se jugaba fue Miguel Ángel Perera. Fue en el sexto, un colorado muy recortadito de Las Ramblas que cantó su temple ya en los primeros tercios. Tuvo prontitud y buen son cuando Perera le presentó la muleta en la larga distancia. A derechas toreó corriendo la mano con largura y temple el extremeño, dando dimensión y amplio trazo a los muletazos. Compás abierto, despatarrado y clavado en la arena, Perera fue desgranando en los medios tandas de intensidad creciente. Pero como se suponía, el toro llegaba con el depósito de la gasolina casi en la reserva. Y ahí llegó el arrimón de Perera. Emocionante para unos, lo de siempre para otros. El caso es que la valentía, el riesgo y algún muletazo extraído tuvieron su mérito. Como los circulares invertidos con los que acabó de apurar la embestida de su oponente. Con la oreja casi en el esportón, sólo faltaba una estocada final que no llegó hasta el segundo intento, por lo que el posible trofeo quedó finalmente en una ovación que recogió tras una petición que desde el palco se consideró como no mayoritaria.

Antes, en su primero, Miguel Ángel Perera se afanó en una faena larga de metraje ante un astado rajadito desde el comienzo de la faena. Lo sujetó a base de pulso y llevando muy tapado al de Las Ramblas. Faltó transmisión al toro y por ello la faena acabó diluyéndose pese a los intentos de Perera por sacar agua de un pozo completamente seco.

Perera, para bien o para mal, ha sido fiel a sí mismo en sus dos tardes en San Isidro. Más allá de trofeos, el de Puebla de Prior sale reforzado interiormente.

Quien no ha sido fiel a sí mismo, ha sido David Fandila ‘El Fandi’. Madrid se lo ha tragado en su primer toro, sin terminar se verse a ese torero animoso que conecta con los públicos. Ese tercero fue el animal de más calidad y duración en el último tercio. Muy agarrotado, el granadino sólo lució en un brillante y templado saludo a la verónica. Con las banderillas clavó en la moviola, al sesgo y un último par al violín, pero con la muleta, el granadino estuvo acelerado, sin ajustarse y sin sentir lo que hacía. Y en eso Madrid se da cuenta rápido. Fandi estuvo vulgarote y espeso, sumando muchos muletazos, pero la mayoría sin alma. La conexión con los tendidos fue nula.

Menos historia tuvo la lidia del quinto, un torazo de casi seiscientos kilos que descabalgó la corrida de Las Ramblas por arriba. Sin lucimiento esta vez en banderillas, el animal, muy justo de raza, acusó tanto su peso como su falta de fondo, llegando muy parado a la muleta de un Fandi que esta vez optó por abreviar.

La anécdota llegó en el cuarto. Devuelto el titular y esperando la salida de Florito y sus ‘muchachos’, un espontáneo intentó ponerse delante. La rápida actuación de las cuadrillas y de Fandila y Perera evitaron males mayores.

El País

Por Antonio Lorca. Aparicio se corta la coleta

Acabada la corrida, y de forma inesperada, Julio Aparicio pidió a sus compañeros de cartel que le cortaran la coleta, que es una forma circunstancial o definitiva -nunca se sabe- de decir adiós. Él sabrá mejor que nadie cuál es su situación física y anímica y qué es lo que más le conviene. Hay quien piensa que, a la vista de lo visto, lo más sensato es que no hubiera venido. De cualquier modo, no es una buena noticia la retirada de un torero en sus horas bajas, cuando ha sido objeto del choteo general por su manifiesta incapacidad para afrontar con la mínima profesionalidad exigible su compromiso de matar dos toros. Las Ramblas/Aparicio, El Fandi, Perera

Aparicio ya lo demostró en su comparecencia anterior y ayer lo ratificó. No está para vestirse de torero. Hizo un esfuerzo sobrehumano para justificarse ante el ‘santo varón’ que le tocó en primer lugar, pero su cerebro le enviaba órdenes en contra: retira la pierna, cuídate, escápate si puedes… Y así es imposible. Le brindó el cuarto a la Infanta Elena, que estaba en el palco real, y al soso sobrero le quitó las moscas entre excesivas precauciones y la bronca general. Adiós con el corazón a quien un día ilusionó e hizo feliz a los aficionados. Ojalá Aparicio recupere el equilibrio y pueda volver porque seguirá siendo uno de esos toreros que otra tarde, también de manera inesperada, puede trazar un dibujo para el recuerdo imperecedero. Que le vaya bien.

Pero antes de lo sucedido, ocurrieron otras cosas. Una, importantísima: Ángel Otero colocó dos magistrales pares de banderillas al primero, dejándose ver y asomándose al balcón en un alarde de torería difícilmente descriptible. Lo mejor de la tarde, sin duda. Y otra, esta lamentable: se tiró un espontáneo mientras se devolvía el cuarto, pero no parecía tener muchas ganas de torear porque lo hizo por la zona más alejada del toro, y cuando intentó acercarse ya habían llegado las cuadrillas, los antidisturbios y hasta los bomberos.

Y otra más: la corrida de Las Ramblas fue la de los toros más artistas que han salido en esta feria. Blanditos los seis, pero incursos todos en un próximo proceso de beatificación. Además del ya citado primero, repetidor y con ritmo el segundo, y muy noble y con fijeza en la muleta el sexto. ¿Qué hacían ahí El Fandi y Perera, que no han llegado hasta el lugar que ocupan precisamente por su pellizco? Incomprensible. Así ocurrió lo que ocurrió: el granadino se lució a la verónica, pero dio muchos pases a su primero y no dijo nada; muy discreto y errático con las banderillas, no tuvo opciones con el soso quinto. Y Perera se comió sin saborear al descastado tercero, y tiró de su faceta valiente y pegapases moderno ante la limpia embestida del último. Solo un pinchazo evitó que le regalaran una oreja.

Diario de Sevilla

Por Luis Nieto. Aparicio se corta la coleta

Julio Aparicio se convirtió en el protagonista de la tarde, cuando al cierre de la vigésima corrida de la Feria de San Isidro, le pedía a David Fandila El Fandi, en presencia de Miguel Ángel Perera, que le cortara la coleta. El granadino le quitó el añadido -actual símbolo torero, antaño era la coleta natural- al sevillano, cuando parte del público abandonaba ya la Monumental de Las Ventas. Una plaza donde Aparicio logró el 18 de mayo de 1994 una de las mejores faenas que se hayan cuajado en Las Ventas, precisamente el día de su confirmación por parte de Ortega Cano, quien ayer ejercía de apoderado suyo. Julio fue doctorado por Curro Romero en la Maestranza el 15 de abril de 1990, con Espartaco de testigo. Ayer, parte del público, que posiblemente no se había dado cuenta del corte de coleta, despedía con almohadillas al torero cuando abandonaba la plaza tras una tarde desafortunada.

Julio Aparicio, inseguro e impotente, como en su primera comparecencia en este San Isidro, no había querido saber nada del noblón primero, un colorao bien hecho. Fue pitado.

El cuarto toro fue devuelto por su flojedad. Saltó un espontáneo, al que se llevaron las cuadrillas sin poder dar un muletazo. Como sobrero, pisó la arena un toro de Fraile Mazas, suelto de carnes, negro salpicado y con cuello para humillar. Pero Aparicio se creció. Dedicó a la infanta Elena un infame macheteo que no merecía el noble animal. Dio un mitin con los aceros. La bronca fue de órdago.

El Fandi y Miguel Ángel Perera no consiguieron frutos en sus respectivas actuaciones. El Fandi intentó justificarse. Con el manejable segundo, labor insulsa, tras torear muy bien a la verónica y prender banderillas con enormes facultades.

Con el quinto, una mole de casi 600 kilos, que se paró y frenó, el granadino no consiguió nada positivo. Para colmo, clavó banderillas en otras y cayeron varias al suelo; desluciendo su fuerte: el segundo tercio.

Miguel Ángel Perera fue quien estuvo más centrado. Con el mansísimo, flojísimo, pero noblón tercero, realizó una labor con limpieza, pero de escasa carga emocional, que inició con una capeína y en la que brilló en una serie con la diestra, con muletazos templados.

El serio y colorao sexto esperó en banderillas y estuvo a punto de cornear a Joselito Gutiérrez en un par. El toro, sin embargo, humilló en los comienzos de la faena de Perera, que realizó un trasteo largo, con dos fases muy diferenciadas. En la primera, consiguió dos tandas entonadas con la diestra. Pero el animal se vino abajo pronto y estuvo a punto de enganchar a un diestro que apostó por un serio arrimón. El trasteo acabó en circulares invertidos y entre los pitones del toro, además de unas bernadinas. Tras un pinchazo y una estocada, petición de oreja, que no concedió la presidencia.

El adiós de Julio Aparicio fue la noticia. El sevillano, que no se arrancó en un arrebato el añadido, parecía sereno cuando solicitó a El Fandi ayuda para la rúbrica a su carrera: el corte de coleta.

El Mundo

Por Vicente Zabala de la Serna. Julio Aparicio se corta la coleta en un arrebato

Volvió Julio Aparicio al lugar del crimen y perpetró otro con un toro de Las Ramblas de expresión bondadosa, la carita abierta, colorado y bociblanco. Lo mató de una puñalada pescuecera y sumó otro petardo a su paso por Madrid. Hizo por estirarse en tres verónicas y media y luego no se puso nunca en el sitio. El toro protestó en el caballo y se partió la punta del pitón derecho. Se soltó en los dos puyazos del caballo y quedó pajuno para estar a gusto a media alturita. Pero…

El Fandi le sopló unas verónicas estupendas, tras una larga cambiada, al segundo, bajo, castaño, sin remate y que se tapaba por la cara. A su templado galope le sumó Fandila el temple de su capote. Lo cuidó mucho por su justo poder. Galleó por chicuelinas y en banderillas clavó a la moviola, al sesgo en un par pasado y al violín. El toro tenía nobleza. Fandi lo toreó por las dos manos con limpieza y oficio. El arte queda para otros. El cierre hacia los adentros y una estocada cabal de serio profesional. Buen toro.

El tercero era un zapato, recortado, bizco del izquierdo. Miguel Ángel Perera lo paró de trámite y quitó por chicuelinas sin más. En el anterior de Fandila, quiso un quite con el capote a la espalda que abortó un enganchón, por lo que cambio el palo a delantales. Pasado el flash-back narrativo, el tercero se rajó muy pronto en una desfondada nobleza. Perera se atrancó con la espada.

El cuarto fue devuelto. Momento que aprovechó un espontáneo de recortada estatura, edad avanzada y piel cetrina para saltar desde el 4. Mucha distancia para alcanzar el objetivo. Lo placaron antes.

El sobrero de Fraile Mazas, negro salpicado y muy suelto de carnes, bregó Otero, que antes había majado dos pares extraordinarios, en el primero. Aparicio intentó un quite que acabó patético de impotencia. Brindó a la Infanta Elena. Y volvimos a vivir el show de ver subir la montera por el tendido. Mala y vieja costumbre. La del monterazo. Se había conseguido dejarla abajo. En fin. Que tardó más la montera en subir que Aparicio en tirar, recortar y cachondearse del sobrero de Fraile Mazas y el público.

La bronca tenía que haber sido mayor todavía. Lo poco que se vio el toro, en el capote de El Fandi, por supuesto, descolgaba bien. Quedó sin ver. Muy castigado, por cierto. El numerito de la espada se repitió. Sin atinar siquiera al sablazo.

El quinto subía muchísimo la corrida. Como un escalón gigante. Por altura, volumen y bastedad. Casi 600 kilos. A Fandi se le complicó el tercio de banderillas por un puñetero palo que se hundió en el agujero del puyazo. Como una lanza. Falló un tercer par saliendo desde el de la puerta de toriles. Y lo volvió a intentar en los terrenos opuestos también sin suerte y con los palos al suelo. Uno ahora, dos antes. Por cabezonería terminó clavando el par con el tercio precipitadamente cambiado por el palco, que no contaba con la tozudez del Fandi. El toro se paró orientado y sin pasar. Fandila brindó a la Infanta pero dejó la montera sobre la tronera del burladero.

Se salvó de la cornada Joselito Gutiérrez en banderillas de milagro. En el segundo par de los suyos con el armado sexto. El pitón en la barriga. Perera le dio distancia generosa. Y firmeza. La muleta puesta. Y el toro respondió por la mano derecha. Tres series así. Cortitas las series. Por la izquierda, el fondo del toro a pesar de que lo administraba comenzó a pedir árnica. De vuelta a la derecha ya había tirado la toalla y se metió por dentro. Un susto gordo. Valiente Perera en los terrenos cortos tanto como cuando se lo dejó venir galopando. Un circular invertido. Varios. los pitones por los muslos. Cerró por bernadinas que ató a uno de pecho. Falló con la espada. Perdió la oreja. Antes de despedirse, Julio Aparicio le pidió a El Fandi que le cortase la coleta en un arrebato. En presencia de Perera.

Marca

Por Carlos Ilián. Julio Aparicio se retira del toreo

Al finalizar la corrida, de forma intempestiva y entre el asombro de la gente, Julio Aparicio le pidió a sus compañeros de terna, El Fandi y Perera, que le cortaran la coleta. Y así, con poca ceremonia, Aparicio ponía el punto final a su carrera de matador de toros. Y lo hace en la plaza que lo encumbró, en aquel San Isidro de 1994 cuando cuajó una de las más hermosas y sentidas faenas que se recuerdan en Madrid.

Aquel día Julito Aparicio bordó el toreo ante un bravo ejemplar de Alcurrucén. Desde entonces su trayectoria en los ruedos ha tenido más bajos que altos, ha estado repleta de tardes de escándalo con momentos en los que recordaba a aquel muchacho que encandiló a la primera plaza del mundo.

Para Julio fue una tarde aciaga, a la que no le faltó un brindis a la infanta Elena, tan noble como inoportuno. Su lote fue malo, sin paliativos. Julio, a duras penas, pudo estirarse en algún lance a la verónica, pero todo lo demás estuvo presidido por una incapacidad que él mismo calibró para tomar tan tajante decisión. Si se trata de una retirada para siempre, que le vaya bien, Julio, torero.

Miguel Ángel Perera se acopló de verdad con el sexto, un torazo con codicia. Magníficos los derechazos, sometiendo por bajo y templando de lo lindo. El toro presentaba muchos problemas por el pitón izquierdo y sin embargo Perera corrió la mano con mando. Sacó todo el partido posible del muy serio ejemplar de Las Ramblas y la espada arruinó lo que pudo ser un trofeo que le hacía falta cortar en Madrid. En todo caso ha sido una muy digna manera de finalizar su actuación en este San Isidro.

El Fandi desperdició al buen segundo toro al que trituró a trapazos y en el quinto dió un mitín en banderillas, su número fuerte.

La Razón

Por Patricia Navarro. Aparicio se corta la coleta en Madrid

«Defensivo» no lo vio. Sí el resto de los mortales, al cuarto toro le devolvieron a los corrales cuando el presidente asomó el pañuelo verde. No había superado el tercio de varas, a pesar de los aspavientos de Julio Aparicio para que reinara la calma. Ese toro, inválido, le iba a la medida para la estrategia trazada.Cuando estaban en proceso de retirada del ruedo, se dejó ver a lo lejos un espontáneo en plena carrera hacia al toro con mil impedimentos en el camino. Entre ellos, los propios toreros que evitaron que el hombre se pusiera delante. Y eso que abordó al toro por uno y otro lado. Imposible. El sobrero de Fraile Mazas dejó inédita la faena de Aparicio. Más bien a la inversa. Ni uno de robado. La bronca fue monumental. No apta para procesos de migraña. Lo había intentado con el deslucido primero flojo, flojísimo y desrazado. Aparicio había vuelto a Madrid después de la horrible cornada en la boca que sufrió hace dos años y que dio la vuelta al mundo y de una tarde, ya en este San Isidro, que dejó poco para el recuerdo que no fuera una par de broncas, una por toro. Se había dado por perdida la corrida, pero a eso de las nueve y cuarto, ya acabado el festejo y después de una seria labor de Miguel Ángel Perera, llegó la sorpresa. Antes de emprender el camino, andando de la plaza, hacia la calle de Alcalá, pidió a David Fandila «El Fandi», compañero de terna, que le cortara la coleta. Ese momento en el que pasa por la mente a modo de película lo que ha hecho o deshecho Julio Aparicio en el toreo. En su haber queda grandes dosis de pellizco, de torero artista, y una histórica faena que convulsionó Madrid y la dejó grabada a fuego en la memoria. Manual del toreo desgarrado y de abandono. No sé qué se le pasará por la cabeza a un torero para cortarse la coleta en Madrid, pero Julio Aparicio se fue ayer de Las Ventas con la cabeza alta, guardando quizá el sabor y el olor de su último San Isidro. El paso al frente para asumir la nueva situación. Dicen que un torero lo es para siempre; lo que corre por las venas no lo roba ni el corazón. Julio Aparicio dijo adiós en el mismo ruedo en el que hizo sólida su leyenda.

La tarde había tenido de todo y poco bueno. Un espontáneo, una bronca y escaso lucimiento que relatar. La corrida de Las Ramblas, con la casta bajo mínimos y poca capacidad de transmisión, no encajaba en Madrid. Hasta que saltó el sexto, con más movilidad, se tragaba al menos los cuatro o cinco primeros muletazos en los albores de la faena para luego bajar revoluciones, racanear embestidas. Perera anduvo solvente y medido con él. Primero para coserle los viajes, y después, hundido el toro, para meterse entre pitón y pitón, rozando, en los terrenos que forman parte de su tauromaquia. El susto nos había caído antes cuando Joselito Gutiérrez le puso un par de banderillas y el toro alargó el cuello hasta echarle mano. Asombroso. La espada no fue tan rápida ni certera y aquello quedó en ovación. Nadó contracorriente en su primero, tan noble como descastado. Emoción cero.

Fandi se destempló ayer con las banderillas en el quinto, cuando en el primer par encontró hueco la banderilla en el mismo lugar de la puya. Desde ahí, la cosa fue a la deriva. No sirvió el toro, deslucido, a menos, que fue a regañadientes, pero sí tuvo el segundo buenas arrancadas sobre todo por el izquierdo. No le sobraba boyantía pero sí ponía la cara bien en la muleta. Y Fandi lo que sí puso bien fue el capote, sobre todo en las verónicas por el pitón diestro. También Aparicio nos dejó, ya de camino a la despedida sin saberlo, un ramillete de verónicas y un par de medias que querían volar, recobrar la esencia del toreo bueno. El Fandi no estuvo fino en la faena de muleta y le faltó un hilo conductor al trasteo, que nos alejara de tres y el de pecho o el uno a uno.

Después, ya hemos relatado, cuando creímos todo acabado, fue el propio David Fandila quien cortó la coleta a Julio Aparicio. Lo malo lo arrastra el tiempo, lo bueno ya forma parte de la Historia, torero.

©Imagen: El Fandi cortando la coleta a Julio Aparicio este martes en Las Ventas. | EFE

Madrid Temporada 2012.

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