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Plaza de Toros de Las Ventas

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Miércoles, 29 de mayo de 2013

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de [Jandilla]] y Las Ramblas, 2º, devuelto por sobrero de El Torreón, y 4º.

Diestros:

El Fandi: silencio y palmas.

Daniel Luque: silencio en su lote.

Jiménez Fortes: silencio y palmas.

Entrada: tres cuartos de entrada

Crónicas de la prensa: El País, La Razón, El Mundo, Grupo Joly.

Puerta de Arrastre

Por Santiago Sánchez Traver

Yo creo que esta corrida remendada de Jandilla, vigésima del ciclo isidril, ha sido la peor con diferencia. Ni uno solo sirvió para algo más que estar allí y liquidarlos, porque o llegaban apagados o se apagaban muy pronto. Un auténtico desastre. El Fandi vino a hacer lo suyo, que son los palos y correr para atrás y pararlos increíblemente con la mano, excelente hipnotizador de toros. En el primero pegó el petardo en el segundo tercio y en el cuarto cumplió con su número. Después, nada, ya se sabe. Daniel Luque lo resumió en una frase a la tele en el callejón, “tengo muchas ferias”. Ese es el problema del joven torero de Gerena. Hace días lo decía yo en estas líneas: tiene la temporada hecha, cosa injusta para otros que merecen más tardes y se la juegan todos los días. Por poner dos ejemplos, Fandiño y Aguilar. Jiménez Fortes, del que no se puede dudar nunca de su disposición y de su valor, se encontró con marmolillos impávidos imposibles, y se va descorazonado de la cita madrileña. En fin, el toro es así. Tres toreros muy distintos: uno que con demostrar su especialidad tiene bastante, otro con la temporada hecha y un tercero que quiere y puede, al que la suerte le es esquiva hasta ahora. Mañana más.

El País

Por Antonio Lorca. El Fandi, a la verónica

La tarde, desastrosa, ya pertenece al olvido. Primero, el viento; no hay día que no arrecie con fuerza (¿por qué creen, si no, que a esta plaza se le llama Las Ventas?); después, la lluvia. Comenzó a lloviznar en el segundo toro y no paró, de forma intermitente e intensa, hasta que fue arrastrado el último. A continuación, la agonía del toro, que ofreció un nuevo capítulo de cómo se muere a chorros por falta de fuerzas y de casta; y para terminar, la desolación de un nuevo chasco, otra tarde en el vacío, con el cuerpo dolorido y el alma herida por el aburrimiento.

Y en estas, lo que son las cosas, que sale el cuarto de la tarde; lo recibe El Fandi con un feo sucedáneo de larga cambiada de rodillas en el tercio, y el toro huye en busca de la nada. Y cuando vuelve a su jurisdicción, el torero lo cita con las manos bajas, la barbilla hundida en el pecho, cimbreando la cintura y, así, como quien no quiere la cosa, dibuja tres verónicas extraordinarias a cual mejor. Cuando los ánimos comenzaban a emocionarse con tan grata sorpresa, El Fandi se lo piensa mejor, cambia el chip, abandona por un momento su papel de artista arrobado, y se inclina por dos chicuelinas vulgares y una larga aprovechando el largo viaje del toro.

¡Vaya, hombre! Ni el propio torero creyó que lo que estaba haciendo destilada una enorme calidad. Pues que se entere: sus verónicas a ese toro llevaban el sello del esplendor, del empaque, del embrujo, de la inspiración y de la creatividad. Aunque a su autor se lo conozca por El Fandi y destaque con las banderillas. Las cosas, como son, y a cada cual lo suyo.

Momentos después, llevó el toro al caballo con un airoso galleo por chicuelinas; banderilleó, alegre y confiado, y destacó sobremanera en un par al violín por los adentros. Estaba el hombre tan contento a estas alturas que brindó a la concurrencia, se puso de rodillas en los medios y así comenzó por redondos una faena que no alcanzó brillantez porque El Fandi no chispea con la muleta, y porque el animal embestía sin convicción. En fin, que la ilusión primera se fue diluyendo y su labor fue silenciada. Pero ahí quedan en el recuerdo tres verónicas de un torero que se sintió artista.

Lo que hubo antes y después fue penoso. El toro se está muriendo y nadie quiere aceptar esta realidad. La corrida de Jandilla, remendada por dos ejemplares de Las Ramblas y un sobrero de El Torreón, fue la prueba de cargo de que mientras se discuten si son galgos o podencos, el toro se desangra por los cuatro costados y el día más inesperado asistiremos a su entierro definitivo.

Toros mansos hasta la desesperación, inválidos, enfermos, lisiados y moribundos, que rodaban por los suelos, pedían clemencia con la mirada y daban pena. Animales descastados, hechos de piedra más que de carne brava; toros basura para la impotencia…

Y así, la fiesta es imposible. Ni siquiera atinó el propio Fandi en su primero con las banderillas, cuando el segundo par lo clavó en los mismos costillares. Ni él ni Luque acertaron en sus respectivos quites por chicuelinas y gaoneras, auténticos muestrarios del horror. Y el matador hizo como que quería, pero el toro estaba hundido y noqueado.

Nula suerte de nuevo la de Daniel Luque, que pasa por esta feria con más pena que gloria a causa, fundamentalmente, de la pésima clase de los toros. Tardó una eternidad el presidente el devolver el inválido segundo, y salió otro con las mismas hechuras y fuerzas, que deseaba tumbarse al sol para siempre. Era noble el animal, pero su débil musculatura no le acompañaba. Era un borrego tullido, que llegó a arrodillarse ante el torero y le pidió que abreviara el mal trago. Menos trapazos tuvo el quinto, sin clase, con la cara alta, sin codicia…

Y también se va a su casa Jiménez Fortes con la sensación de que se le ha escapado San Isidro. Seguro que algunos se lo echarán en cara, pero el muchacho, valiente y entregado donde los haya, lo ha dado todo, aunque no haya encontrado el tesoro que buscaba.

Otro inválido fue el tercero, que, además, se dio una vuelta de campana antes de entrar por segunda vez al caballo que lo dejó para el arrastre. No podía y quería huir de aquel tormento, pero Fortes insistía una y otra vez porque se negaba a admitir otra ocasión perdida. Llegó, incluso, a ponerse pesado, pero no pudo ser.

Y peor el último; hizo el torero un quite por ajustadas gaoneras y dio la impresión de que toro había recuperado una cierta alegría. Pero llovía con fuerza, la gente estaba ya cansada y resultó que el animal era un buey de carreta. Fortes, con evidente cara de enfado, probó por ambos lados, insistió una y otra vez, se negaba a abandonar la cara del toro, pero todos sus intentos fueron baldíos. Optó, finalmente, por el arrimón, y tampoco le sirvió de nada.

Total, un desastre de corrida. Menos mal que un señor vestido de luces se sintió artista por un instante y dibujó tres verónicas para el recuerdo: David Fandila El Fandi.

La Razón

Por Ismael del Prado. Crónica de una frustración anunciada

Treinta días seguidos con sus treinta tardes dan para mucho. Incluso para festejos como el de ayer. Con todo a la contra. La decepción y el sopor habían comenzado ya por la mañana. Sólo cuatro toros de Jandilla –ni rastro de los Vegahermosa con los que comparten dehesa– y dos remiendos de Las Ramblas. Baile de corrales. Aún no le habíamos vivido esta temporada. «Si pasa problemas para lidiar una completa, a quién se le ocurre traerlos dos», se oía en el tendido. Diana. Saldo ganadero, sin raza ni fuerza, que imposibilitó el lucimiento de la terna en otro día más propio de la Feria de Otoño.

Bien pronto descubrimos, atisbamos, que a El Fandi tampoco le esperaba una tarde sencilla. Mucho revuelo y protestas desde el sector habitual. Primero, por el toro, tan astifino como escurrido; luego por el tercio de banderillas protagonizado. El granadino, sobrado de facultades, clavó desigual lo que hizo aumentar las protestas. En la muleta, demostró nobleza, aunque acusó demasiado su falta de motor. A menos, se deshizo cual azucarillo y El Fandi optó por abreviar. A por todas fue en el cuarto, remiendo de Las Ramblas. Tocó todos los registros para convencer al respetable. Larga cambiada, verónicas, chicuelinas –que repitió después en el galleo–, revoleras… Poderoso en banderillas, clavó mucho más reunido en un nuevo alarde de condiciones. Tercio, esta vez sí, marca de la casa. Destacó el último par al violín por los adentros, que continuó jugueteando con el burel hasta parar su galope. Brindó al público y se echó de rodillas. El animal tuvo transmisión esa serie de hinojos en redondo, pero luego poco a poco se fue disipando. Cada vez le costaba más al granadino provocar su arrancada y su tenacidad en la completa lidia terminó, contrariada, camino de tablas en busca de los aceros. Palmas como recompensa a su vistosa variedad.

Devuelto por inválido el otro remiendo de Las Ramblas que hizo segundo entre el clamor al presidente Julio Martínez, que volvía tras la no Puerta Grande del domingo a Alberto Aguilar, saltó un sobrero de El Torreón al que tampoco le sobraban las energías, pero con dulzura en las acometidas. Daniel Luque, que ya se había hecho presente en el anterior con un ceñido y algo atropellado quite por gaoneras, lo citó desde los medios. Allí, construyó su trasteo. Dos series de buena composición en redondo, sin atosigarlo. Templadas y limpias, muy relajado alguno de los muletazos. En la tercera, le exigió un poquito más y llegaron las caídas. Una lástima, un eterno quiero y no puedo, de Luque, que lo maceró con suavidad, pero sin poder apretarlo lo más mínimo. Una utopía desembarcar en buen puerto con este material. Distinto hierro, Jandilla, idéntica quimera se encontró en el quinto. Movilidad sin entrega, que cada vez más derivó a la defensiva. Orientado, le avisó un par de veces colocándole los pitones en el pecho a la salida de los muletazos. Luque, decepcionado, terminó abreviando para cerrar un triplete en Madrid desangelado. Sin el buen sabor de boca de Valencia y Sevilla.

Coincidiendo con la irrupción de la lluvia, Saúl Jiménez Fortes tuvo un primero con cuajo y seriedad. Tomó bien las telas, por abajo y de verdad. Empujó en el primer puyazo y, con una espectacular voltereta de por medio, se lo pensó más en el segundo. Había movido bien el caballo Tito Sandoval. Concebimos esperanzas, pero no hubo manera. El animal pegó las pezuñas al tercio del «1» y, de ahí, no hubo forma de sacarlo. Muy cambiante. Corto, no pasaba. Y el costasoleño optó por reducir la distancia para meterse en esos terrenos que tanto le gustan. Ni por ésas. En el sexto, con poco más de un cuarto de la plaza en el tendido, Jiménez Fortes volvió a meterse más pronto que tarde entre las astas. Aquerenciado y anclado en el mismo lugar que su primero, el joven diestro se arrimó ante otro mulo sin un pase.

La crónica, nunca mejor dicho, de una frustración anunciada.

El Mundo

Por Vicente Zabala de la Serna. Nuevo desastre de Jandilla

Nuevo naufragio de la ganadería de Jandilla en su repetición en esta Feria de San Isidro. Una corrida que tuvo que ser remendada por dos toros de Las Ramblas y que careció de fuerzas y fondo, lo que hizo del festejo un espectáculo plomizo en el que, para colmo, no acompañó el tiempo.

El Fandi se mostró espectacular con los palos en el cuarto, con el que se sacó la espina de su primero. Soberbio en la moviola y en un par al violín cambiándole los terrenos por dentro a altón castaño de Las Ramblas. Pero el toro sólo duró la tande inicio de rodillas y una más en redondo.

Daniel Luque toreó con gusto al sobrero de El Torreón que hizo tercero, pero la falta de fuerza del toro impidió que aquello llegara al tendido. Poco pudo hacer tampoco con el quinto, con peligro sordo. Y Luque, maldiciendo a San Isidro, volvió a atragantarse con la espada.

En tercer lugar, Fortes se estrelló con un serio jandilla astracanado que se negó en la muleta pese a apuntar. Se echó el caopte a la espalda con el sexto como última bala de la Feria, pero el toro se paró por completo en la muleta.

Grupo Joly

Por Luis Nieto. Descalabro ganadero y pantomima

¡Menudo petardo en el aspecto ganadero! La corrida de Jandilla, remendada con dos toros de Las Ramblas y un sobrero, como segundo bis, de El Torreón, supuso un encierro, en su conjunto, sin el más mínimo poder. De hecho, algunos astados, pese a su bondad, no se tuvieron en pie en el último tercio. Todo ello compuso un panorama negro para un público inasequible al desaliento, que tragó también con las inclemencias meteorológicas del viento y la lluvia. David Fandila El Fandi, Daniel Luque y Jiménez Fortes, en un espectáculo plano en emociones, saldaron sus actuaciones sin premio alguno.

El Fandi, con el lote menos malo del encierro, abrió con un toro serio, con nobleza, con el que el granadino falló en banderillas y realizó un trasteo sin interés por la flojedad del animal.

Con el cuarto, tan flojísimo que en varas no le hicieron sangre ni para un análisis, El Fandi quiso levantar la tarde de manera animosa, recibiéndolo con una larga cambiada de rodillas junto a tablas. El diestro llegó a poner en pie al público en un segundo tercio vibrante, pletórico en facultades, que cerró con un par al violín por los adentros y, tras clavar, corriendo hacia atrás hasta parar al toro. En las afueras, comenzó de rodillas, desde largo, con la diestra. El toro perdió pronto las manos y David Fandila, sin poder bajar la mano, realizó una labor voluntariosa.

Daniel Luque cargó con un mal lote. Su primero, bravo, fue devuelto por su invalidez. Fue sustituido por un sobrero de El Torreón, al que cuidaron en el primer tercio. Resultó muy noble. Pero la labor pulcra, careció de emoción por la carencia de fuerzas del astado.

El quinto, cinqueño, con remate, fue el de peor condición. También flojo, no tuvo clase y se quedó cortísimo. En un segundo tramo del trasteo empeoró su condición. Mal con los aceros.

Jiménez Fortes tampoco disfrutó de material potable. El malagueño, muy dispuesto, no tuvo la más mínima opción al lucimiento con su primero, un animal bien hecho y noble, pero descastado y flojísimo hasta el punto de que no podía acometer tras la muleta.

Como último cartucho saltó un ejemplar aceptablemente presentado. A punto de llegar la anochecida, con un espectáculo que pesaba ya lo indecible, el público abandonó los tendidos, entre tanto Jiménez Fortes se esforzó inútilmente en agradar en una faena imposible, con un astado bobalicón, que no se tenía en pie y que había perdido las manos desde que el malagueño esbozó un quite por gaoneras.

El espectáculo fue insufrible. Con toros que rodaban y rodaban por el ruedo, el descalabro ganadero fue de órdago y determinante para que todo resultara una pantomima.


©Imagen: El Fandi torea con el capote rodilla en tierra. | Sergio González.

Madrid Temporada 2013.

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