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Madrid se rinde a Antoñete, religión del toreo

Rosario Pérez (ABC), 15/05/12

Medio año después de un adiós inolvidable, casi medio siglo después de su atrevida faena al toro blanco de Osborne, Antoñete volvió a llenar Madrid. La afición venteña se rindió de nuevo al maestro en el emotivo y multitudinario homenaje que se le tributó en la Monumental en la festividad de San Isidro.

Se hizo un brillante recorrido por el hombre y el torero, leyenda viva de Las Ventas. En el recién estrenado Espacio de Arte y Cultura y Arte Taurino Tour, el periodista Manolo Molés, su compañero, «hermano» y amigo, moderó un acto en el que estallaron palmas y lágrimas.

El cineasta Agustín Díaz Yanes, chenelista de pro, derramó elogios para «el genio, la persona más inteligente que he conocido en mi vida; hablar con él era una maravilla, aprendías de toros, pero también de la vida».

Manantial de sabiduría

Antoñete era un manantial de sabiduría, «experto en todo, en la vida, en los toros y las mujeres», dijo Molés.

Completaba la terna Curro Vázquez, quien rememoró sus vivencias junto a Antonio Chenel, sobre todo en sus viajes por Venezuela. Destaco el maestro sus lecciones en distancias y su magnífica colocación. «Era impresionante ver cómo le cogía el sitio enseguida a los toros. A su edad hubiera sido imposible si no es por esa percepción en la plaza», destacó.

Las anécdotas remoradas por sus amigos sembraron los aplausos. Díaz Yánez, que acaba de publicar «Simpatía por el diablo» (Espasa), aseguró que sus frases eran de película. «Una vez le pregunté que era lo peor cuando no toreaba. Y me respondió: “Ver pasar a los coches de cuadrillas y darte cuenta de que el tuyo está en el garaje”».

De autos contó una Molés que desecandenó sonrisas y nostalgias: «Le querían pagar con un coche tras realizar un trabajo y cuando le dijeron que si quería un Mercedes contestó que prefería un Peugeot, que el Mercedes le había dado problemas a un amigo suyo en el 52…»

«Esto no es merluza, es pescadilla»

O aquella chispeante de cuando probó la merluza y quiso repetir menú otro día: «Camarero, esto no e merluza, es pescadilla». «No, señor, esto es merluza. Quizá usted no conozca bien el sabor de este pescado». «Pues mire, sí —espetó Chenel—, y como he tomado mucha pescadilla, por eso sé que me han servido pescandilla y no merluza». Genio y figura.

También se visionaron vídeos de Antoñete, torería pura en aquella faena al famoso toro blanco de Osborne en 1966 o sus confidencias milimétricas a «Romerito», el murube que Capea le regaló y al que su voz ronca templaba. Chenel, quizá minotauro se fusionaba con con los toros. Con un pitillo entre los labios conversaba con «Romerito». ¿Cuántos secretos habrán compartido? «Nunca nos contaba de qué hablaban», decían sus cercanos.

Al acto acudió numerosa gente del toro, sobre todo aficionados, y su familia. Su hijo Marco Antonio, junto a su madre, Karina, contemplaba las imágenes del padre, aquel«al que siempre que reces estará contigo». Antoñete, toda una religión..


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madrid_se_rinde_a_antonete_religion_del_toreo.txt · Última modificación: 2020/11/11 13:21 por paco