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FERIA DE MÁLAGA

Viernes, 16 de agosto de 2012

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de Alcurrucén.

Diestros:

Enrique Ponce, (ovación y silencio).

Salvador Vega, (silencio y tres avisos el toro al corral).

Miguel Ángel Perera, (oreja y silencio).

Crónicas de la prensa:

El País

Por Antonio Lorca. La gracia de Dios

Andaba Enrique Ponce intentando cogerle el aire al chiquitín primero, un novillito blando que no asustaba ni a las moscas, cuando la banda de música atacó el pasodoble La gracia de Dios, y la plaza respiró. Entre el intenso calor de la tarde y el soberano aburrimiento de la labor del torero, las notas musicales hicieron las veces de un soplo de aire fresco que evitó el desvanecimiento general. Quizá, porque solo un golpe de gracia divina tenía poder vivifico para despertar a unos holgados tendidos que no sabían cómo quitarse de encima el soponcio en el que los hundió el torero valenciano con el torete que se había traído debajo del brazo para reaparecer tras su lesión de abductores.

La verdad es que ese primer toro era un novillo sin trapío alguno para plaza de primera; muy flojo de remos, además, y falto de casta. Y Ponce aburrió a las ovejas en sus baldíos intentos de infructuosas probaturas, con la muleta enganchada, rectificando a cada paso, con el engaño a media altura, pero sin encontrar en ningún momento el más mínimo interés. Dio toda la impresión, por otra parte, que el torero vino a Málaga a probarse antes de su serio y doble compromiso próximo en Bilbao. Pero, sea como fuere, Enrique Ponce tiene bula en esta tierra malagueña, y cuando acabó con el gato primero, tras su aviso correspondiente —¡qué sería de Ponce sin sus avisos…!— los tendidos le obligaron a salir al tercio a saludar por la ovación de respeto y admiración que le brindaron. Ver para creer.

El reaparecido Ponce dio toda una lección de incapacidad y aburrimiento

Pero hubo más en el cuarto, otro toro impropio, manso también y soso hasta la desesperación, con el que el veterano torero ofreció toda una lección de incapacidad. Permitió que entrara hasta cinco veces en el caballo, y, aunque el animal no valía un duro, fue triste y penosa la imagen del diestro, sin sitio, sin ideas, sin capacidad para estar a la altura de su desclasado oponente. No hubo aviso en esta ocasión, aunque también sonó la música y ayudó a pasar el mal rato. Mal rato, sí señor, el que nos hizo pasar el otrora sobrado lidiador, y que ayer evidenció que no está recuperado para empresas mayores.

Y para mal rato el que pasó el local Salvador Vega para matar a sus toros. Solo la benevolencia de la presidenta impidió que sonara el tercer aviso en el primero cuando ya se había cumplido el tiempo reglamentario. Pero la bondad del usía no pudo impedir que el quinto volviera a los corrales, y una mancha indeleble quedara anotada en la hoja de servicios del malagueño. Tiene maneras este torero, torería, buen corte y sensibilidad en sus muñecas; pero le falla el corazón y la ambición para superar ese escalón que lo separa de las alturas. Se estrenó con un quite por airosas chicuelinas en el primer toro de la tarde, recibió al suyo con unas airosas verónicas, y aguantó con gallardía los arreones de un manso agresivo en un par de cortas tandas de derechazos que supieron a toreo de verdad. Pronto se rajó el animal y la labor se diluyó. Otro manso sin clase era el quinto, que brindó a la concurrencia con la clara intención de congraciarse con su gente. Y a fe que lo intentó con un esfuerzo valeroso ante un torete deslucido al que aguantó tarascadas, y fue capaz de robarle algunos muletazos de peso. Pero a la hora de matar, el quinario, un auténtico calvario impropio de quien se llama matador de toros. El descabello es sus manos parece de trapo y lo utiliza a larga distancia, sin fuerza en la mano, y con la plena convicción de que solo un golpe de suerte lo salvará del fracaso. Así ocurrió en el segundo, cuando la presidenta paró su reloj y lo salvó de la quema; pero en el quinto no pudo ser y fue apuntillado en el ruedo. El milagro de la gracia de Dios actuó con Ponce; dos milagros en una tarde es pedir demasiado.

Tarde negra para el local Salvador Vega, que escuchó los tres avisos

Tampoco se salvó de la mansada Miguel Ángel Perera, voluntarioso y entregado toda la tarde, y que incluso llegó a cortar una oreja sin peso en el tercero tras una labor pulcra y sin calado a un toro sin movilidad. Tiene valor suficiente este torero para pasarse al toro en un palmo de terreno, lo que agradecen sobremanera los tendidos. Volvió a intentarlo en el sexto, otro regalo de mansedumbre, pero los ánimos estaban ya muy decaídos y hasta la banda de música deseaba volver cuanto antes a sus cuarteles. No hubo nada, hacía dos horas y tres cuartos que había comenzado el festejo, el calor no se iba, el aburrimiento había prendido en el alma y la gracia de Dios se había difuminado. O sea, un horror de corrida…

El Mundo

Por Carlos Crivell. Premio para Miguel Ángel Perera en La Malagueta

Entre mansos, lidias premiosas y avisos, la corrida fue de una lentitud desesperante. Todo muy cansino sin que pasaran grandes cosas en el ruedo. Los de Alcurrucén fueron mansos, de esos que huyen de las cabalgaduras, que buscan las tablas como refugio y necesitan mil capotazos para fijarlos. Además, salvo el segundo, la corrida no estuvo sobrada de casta. De esta forma, este festejo se prolongó en el tiempo y la corrida sobrepasó las dos horas y tres cuartos. Tiempo excesivo, sobre todo cuando no hay grandes sucesos sobre el ruedo.

Sí hubo noticias. Perera se fajó con el tercero en una faena inteligente y logró torear con ese valor seco que atesora el extremeño. También fue noticia que reapareció Enrique Ponce. No se sabe bien si lo hizo para probarse o estaba plenamente convencido de su buen estado físico. Lo cierto es que no anduvo muy afortunado. Sólo el cariño que le profesa este público le permitió salvar la tarde sin mayores estridencias. En otras plazas la película hubiera sido diferente. Y de nuevo nos quedamos con la miel en los labios de un torero tan fino como Salvador Vega que no cruza su “rubicón” para instalarse en carteles de mayor rango. Esta vez sufrió un duro correctivo. Le echaron un toro al corral, lo que supone una grave lacra para un matador de toros.

La mansedumbre de los de Alcurrucén fue notoria en los primeros tercios. A la muleta llegaron con embestidas sosas a media altura. Perera entendió muy bien al tercero desde que se dobló en el tercio. Lo sacó al centro y le puso la muleta en su horizonte para fijarlo siempre. Bien colocado, con temple, fue alargando sus arrancadas. El animal llevó siempre la cara alta, su embestida era un prodigio de sosería, de ahí el mérito de esta faena en la que sacó un partido insospechado de un toro mediocre. El colofón fueron los naturales, ya sin posible ligazón, y los circulares templados. Perera demostró cómo lidiar un manso vulgar. La plaza reconoció el mérito de la faena.

Cuando salió el sexto de El Cortijillo, curioso porque había un sobrero de Alcurrucén en los corrales, la plaza estaba fastidiada. A Salvador Vega le habían echado el quinto al corral. Se acumulaban más de dos horas y media en el tendido. Y fue otro manso al que costó picarlo y ponerle las banderillas. Fue otra vulgaridad de toro, cara alta y oleadas. Perera se la puso por la derecha y el animal se arrinconó en su terreno escarbando. Se la puso por la izquierda para sufrir oleadas del manso. Ahí acabó esta corrida.

La vuelta de Ponce a los ruedos no fue muy brillante. El que abrió plaza, tan manso como sus hermanos, pero noblón y sosito, le permitió dar muchos derechazos en los que tocó con violencia y desplazó al animal muy por afuera. Cuando le puso la izquierda el de Alcurrucén estaba más apagado.

El quinto fue otro manso con un añadido: un pitón izquierdo peligroso. Entró hasta cinco veces al caballo y recibió un duro castigo, se supone que con el beneplácito del maestro. Las cuadrillas sufrieron coladas y derrotes por el citado pitón. Ponce lo citó a zapatillazos y toques fuertes para darle algunos muletazos con la diestra. La faena fue breve. Lo mató mal y todo quedó pendiente de la corrida de esta tarde. No se sabe si está plenamente recuperado, la corrida apenas le exigió mayores esfuerzos. Ponce torea en Málaga en el patio de su casa.

Salvador Vega estuvo muy poco afortunado. Y es lamentable contar que un torero tan fino y elegante no ha ofrecido la imagen debida en un compromiso de esta trascendencia. El segundo de la tarde, tan manso como el resto, llegó presto y con recorrido a la muleta. Lo recibió con la derecha en el centro en una tanda que no ayudó nada al toro. Cinco tandas con la diestra algo ligeras, para ver como el toro se rajaba definitivamente cuando lo intentó con la izquierda. Entonces llegó el suplicio. Después de media defectuosa comenzó a descabellar sin freno. La benevolencia del palco fue decisiva para que el toro no se fuera vivo al corral.

Pero la tarde era maldita para Vega. El quinto fue un animal vulgar, corto de recorrido, con el que ensayó derechazos en corto de factura irregular. Ni el toro ni el torero pusieron un gramo de calidad. Y de nuevo llegó el trance del descabello, aunque ahora no hubo perdón y escuchó los tres avisos. Cinco avisos en una corrida son muchos avisos. Para su desgracia, será una tarde que puede marcar su trayectoria como torero. Y es que al margen de sus fallos con el verduguillo, la imagen no fue buena. Un quite por chicuelinas al que abrió plaza es lo mejor que se puede contar de Salvador Vega.

Mucho tiempo para ver una faena inteligente de Perera. Y, sobre todo, el sabor agrio de ver a un maestro en la reserva y a un fino torero desarbolado en su dos reses.

La opinión de Málaga

Perera corta la única oreja de una lamentable corrida de Alcurrucén

Como sucediera un día antes, el cartel presentado en la tarde de ayer en La Malagueta ofrecía numerosos atractivos para los aficionados. La ganadería triunfadora de esta misma temporada en la plaza de toros de Las Ventas durante la Feria de San Isidro se suponía que era una garantía de éxito. En lo que se refiere a los matadores, nadie duda que, aún nacido a cientos de kilómetros, Málaga siente a Enrique Ponce como un torero muy suyo. El que sí que es de la tierra es Salvador Vega, quien no había defraudado en sus últimas actuaciones en esta plaza, siempre en el puerto de categoría especial de su temporada. Y con respecto a Miguel Ángel Perera, es un diestro castigado este año por muchas empresas al dejarlo fuera de numerosas ferias, y cabía suponer que la tarde de ayer era una de sus citas destacadas de este año.

Pero una cosa es la teoría, y otra muy distinta lo que puede suceder en una plaza. Estamos acostumbrados a corridas de expectación que se tornan en decepción, y por tanto había que aguardar al desarrollo de los acontecimientos. Falló la materia prima, el toro, y así el espectáculo no alcanzó las cotas deseadas. Y eso que la afición estaba predispuesta a todo, sacando el pañuelo en ocasiones impropias para una plaza de primera.

Oreja. Solo de este modo se puede entender la oreja que paseó Miguel Ángel Perera del primero de su lote. Quizá para resarcirse de un inicio de festejo que no iba por buenos derroteros (como terminó), el público se puso a favor del diestro extremeño ante un toro manso que topó en los capotes. Esto no quita que se reconozca la labor del matador, que anduvo muy dispuesto y solvente para sacar el jugo que tenía el astado. Pero lamentablemente era muy poco. Sin clase, el burel tuvo poco recorrido, se tragó por el pitón derecho medios muletazos ligados, y los naturales por el izquierdo tuvieron que ser de uno en uno, eso sí, con la muleta muy baja. El final con circulares, plantando las zapatillas en el albero, subió el listón de una faena cerrada con una estocada desprendida. Pese a que tras levantarlo el puntillero el toro tardó en caer, el público solicitó de forma mayoritaria el premio y, lo que es más incomprensible, aplaudió en el arrastre al descastado animal.

Cuando llegamos al sexto la tarde ya no estaba para fiestas. Se habían diluido toda esperanza de levantar la tarde, y ante el manso reservón que le correspondió sólo pudo mostrar su voluntad. Desconcertante en sus embestidas, lo mismo daba arreones que se quedaba a medio muletazo. Así, pronto comprendió que no había posibilidad y todos le agradecimos que terminara el festejo.

Enrique Ponce. Aún sin casta, el que abría plaza sí que se dejó y manifestó mayor nobleza. Ponce, en su reaparición tras su lesión de abductores, le dio la bienvenida con unas verónicas express. Ya ahí demostró que no tenía fuerza, circunstancia que se ratificó tras pasar por el caballo. Tras analizar la situación en el inicio de faena, el valenciano comprobó que se desplazaba por el pitón derecho y por ahí atacó con un toreo periférico. Estético pero con mucho pico, demasiado. Quiso aportar vistosidad al iniciar una tanda con molinetes antes de volver a poner el engaño retrasado, y con demasiados enganchones para lo que este torero acostumbra. Tras seguir dándose ventajas, cerró su actuación adornándose por el pitón derecho para completar una faena superficial en su conjunto.

Si en ese primer toro dejó constancia de que la de ayer no era su tarde, esta circunstancia se reflejó exponencialmente en su segundo. De acuerdo de que no era un buen toro, pero en circunstancias similares le hemos visto inventarse faenas y salir a hombros. Sin tener la certeza de las sensaciones que tuvo con respecto a su recuperación, dio una impresión de inseguridad a la que no estamos acostumbrados con Ponce. Tras darle tres puyazos, comenzó a torear fuera de cacho. Le sobraba la muleta, porque con el pico le daba y le bastaba. Intentando desarrollar un toreo vertical, perdió su capacidad técnica al llegar a desesperarse ante un oponente sin clase y que se quedaba más corto. No debe servir como justificación, ya que tampoco se apreció la intención de apostar. Hoy le veremos nuevamente, y podremos constatar su lo de ayer fue solo una mala tarde (que la puede tener cualquiera) o es ya para preocuparse.

Salvador Vega. No tuvo suerte Salvador Vega en su primero, en el que estuvo tan cerca del triunfo como del fracaso. Al final quedó en término medio. Y es que el toro que le correspondió fue todo un regalito que ya de salida se le coló repetidamente y salía suelto de cada capotazo. También lo hizo tras un buen puyazo de El Patillas, y al sentir el castigo comenzó a dar arreones a todo lo que se encontraba por delante. Incluso miró a tablas y quiso huir del ruedo. Con gran disposición, el de Manilva se fue a los medios y aprovechó esas embestidas sin calidad. Es lo único que había. Hizo bien en dejarle la muleta puesta para no enseñarle la salida y nunca le dudó, por lo que el inicio de la faena tuvo mucha vibración. Incluso le dio tiempo para estar pinturero con un molinete y otros remates por bajo, pero al tomar la mano izquierda terminó por rajarse y se emplazó en tablas. Tenía que ser allí, y ya sólo quedaba aprovechar los restos a favor de la querencia. Hasta ahí todo muy bien, el problema surgió cuando tras media estocada atravesada no atinaba a encontrar la muerte con el verduguillo. Hasta 17 intentos, con dos avisos de por medio, fueron precisos para que cayera el animal…

Y para colmo el quinto tampoco sirvió. Se está convirtiendo en una constante que cuando Vega se anuncia en La Malagueta no le embisten los toros. Se jugó la única carta que le quedaba en esta corrida, incluso brindó al público a pesar de que las condiciones del astado no eran las propicias para un éxito; fundamentalmente por su condición de incierto. Era básico no dudarle, y el malagueño estaba dispuesto a ello, y entre la brusquedad del toro se los fue tragando de uno en uno por ambos pitones. Es de justicia reconocer que hizo el esfuerzo, lo puso él todo aunque no había opción de lucimiento. Fue una faena larga en la que en la recta final apostó por la corta distancia. Pero al final se repitió la historia y volvió a estar calamitoso con el descabello hasta el punto de que sonaron los tres avisos y el toro tuvo que ser apuntillado. Toca entrenar mucho para aprobar en septiembre, donde está anunciado.


Toros en Málaga

malaga170812.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:08 (editor externo)