Por Antonio Ramírez de Arellano, Catedrático de la Universidad de Sevilla.
Manuel Escribano se ‘encerró’ el pasado 8 de mayo de 2022 con seis toros de Miura en la Plaza de la Real Maestranza de Sevilla. Las estrictas críticas profesionales han sido escritas, leídas y valoradas. La lírica heroico-taurina que rodea este tipo de gestas se ha desplegado en toda la dimensión que merecía, que era mucha. Los nervios y expectación de los partidarios de Manuel, que casi llenaron los tendidos (ojo, empresarios), también se han calmado.
Como simple opinión de aficionado, procede reflexionar sobre qué aportó esa tarde. Y, yendo algo más lejos, considerar qué nos viene aportando Manuel Escribano, y que nos puede traer en el futuro.
Escribano no renunció en esa corrida a su compromiso de siempre con una tauromaquia pura, con exposición y entrega, que se despliega ante toros muy exigentes. Una tauromaquia que cubre todas las fases de la lidia y que precisa una capacidad técnica y una preparación física y mental sólo al alcance de una determinación excepcional. Soy testigo personal del esfuerzo que conllevan.
Hay consenso en que los de Zahariche no ‘rompieron’ en la muleta, salvo mínimamente el que salió en quinto lugar, que permitió la única oreja de la tarde, con fuerte petición de la segunda. Manuel se fue a portagayola tres veces. Dos de ellas se levantó toreando, y casi logra que la banda arrancase a tocar en una de esas tandas capoteras. Hubo quites artísticos, y los toros fueron puestos de largo con perfección por el propio matador, propiciando emocionantes lances ante el caballo. Emoción que continuó en las banderillas, en las que el torero actuó en las seis oportunidades. Con la muleta, se hizo lo posible, cuando lo ‘posible’ implica además hacer las cosas bien. Las faenas se cerraron con varias estocadas de buena factura y eficacia, que adquieren especial significación ante astados de Miura, y sobre todo cuando hay que enfrentarse a la suerte suprema en cada toro.
El público, puede que el más ‘entendido’ y alejado de ‘euforias’ de todo el ciclo de la Feria de Abril, se mantuvo atento y metido en la corrida desde que Manuel rompió plaza, con unos pasos decididos hasta el tercio a las seis y media en punto, hasta que abandonó el ruedo pasadas las nueve de la noche con el aplauso y reconocimiento general, liderando a los numerosos subalternos que le acompañaron. Y es que, de añadidura, Escribano trajo al coso maestrante poco menos que a la ‘selección española’ de banderilleros y picadores, para componer unas cuadrillas de ensueño, que además actuaron con perfección y compromiso. Casi todos ellos, admirados amigos del que esto escribe.
La ‘encerrona’ de Manuel Escribano ha sido un gesto oportuno y proporcionado, que es una rúbrica a lo que su concepto personal de la lidia aporta a la tauromaquia. Concepto que ha sido su referente, que lleva perfeccionando desde siempre, y que le ha permitido llevar al indulto a toros de los hierros de Miura (Tahonero), Victorino Martín (Cobradiezmos) y Adolfo Martín (Murcianito), y ofrecernos faenas inolvidables como las de Datilero y Cuajadito, de Miura, en Sevilla, o las de Mecatero y Galapagueño, de Victorino, en Bilbao y Madrid, respectivamente. Torear bien; con los pies asentados y firmes, poniéndose y exponiéndose; a toros que no regalan ni un pase, que no perdonan los errores y que aprietan, es una seña de identidad inconfundible de este torero, que debiera ser imprescindible para cualquier aficionado.
¿Y, mirando al futuro? Manuel Escribano es una figura consolidada. Un torero de toreros, lo que no es cosa menor. Sin duda lidera el segmento de esos encastes llamados ‘duros’, en el que los que de ellos gustamos tenemos en este matador garantía de calidad verdadera y de triunfo a la más mínima opción. Su proceso de mejora continua tiene además un enorme recorrido para llevar sus cualidades a otros ámbitos; de entrada, a las ganaderías ‘intermedias’, que sin duda van a ser su siguiente objetivo profesional. Sabiendo de la complejidad del mundo del toro, y que Manuel ha optado por una carrera ‘independiente’, no hay duda de que las cosas se terminarán poniendo en su sitio y habrá oportunidades y éxitos.
Manuel Escribano trajo a la corrida del 8 de mayo lo que nos prometió, y siempre cumple. Sin estridencias, sin concesiones para sí mismo ni para la galería, sin brindis al sol… Con la seriedad y la formalidad que la Maestranza exige.
Terminada la corrida, en el hotel, con la sencillez que en él es habitual, nos contaba que se sintió ‘algo cansado’ tras el cuarto toro, pero que después ‘hubiera toreado otros diez’. Imposible no admirarle.
ΦFotografía de Pepe Morán Antequera