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Toros en Pamplona

Domingo, 8 de julio de 2012

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de Miura bien presentados, en tipo, desiguales de hechuras y de juego desrazado en conjunto. Destacaron por su nobleza 2º y 3º.

Diestros:

Rafaelillo, ovación y silencio.

Fernando Robleño, ovación y silencio.

Javier Castaño, oreja y petición.

Entrada:

Crónicas de la prensa:

ABC

Javier Castaño corta una oreja importante en San Fermín

SEXTO TORO Castaño volvió a evidenciar su buen momento en el sexto, en el que de nuevo anduvo con seguridad frente al sexto miura, «Navajito», que embestía con informalidad y provocó muchos enganchones. Pese a matar de manera eficaz, no pudo redondear la tarde con un triunfo y fue despedido en medio de una ovación. QUINTO TORO El quinto lucía una impresionante lámina. Pero la belleza se quedaba en el exterior. Con complicaciones, poco ayudó luego y, para colmo, Robleño mató mal. CUARTO TORO No tuvo opciones Rafaelillo con el cuarto, una prenda que no humillaba ni de casualidad y que le puso varias veces los pitones en la hombrera. Mató con habilidad. TERCER TORO Javier Castaño protagonizó una importante y meritoria actuación con el tercer miura -que no lo puso fácil durante la lidia-, justo de casta. El salmantino lo entendió de principio a fin. Metió al público en faena desde su inicio ¡sentado en una silla! Cuatro meritorios pases que jueron muy jaleados. Valiente y firme hasta la hora final, donde se tiró hasta cazarlo de un espadazo. ¡Oreja! 2º TORO Fernando Robleño tuvo una valiente y digna actuación con el segundo toro de Miura, que desarrolló cierta nobleza. No anduvo fino con el acero. PRIMER TORO Rafaelillo recogió una fuerte ovación en el primero, al que recibió con larga de rodillas como muestra de su disposición. El largo «Primera» fue a peor, cada vez más rebrincado y cortito. Rafael Rubio le buscó las vueltas en su línea batalladora hasta volcarse en la estocada. Ya están los toreros en el ruedo de Pamplona, que vuelve a colgar el «no hay billetes». Hacen el paseíllo Rafaelillo, de berenjena y oro; Fernando Robleño, de rosa chicle y oro con cabos negros, y Javier Castaño, de blanco y oro. ¡Que Dios reparta suerte!

COPE

Por Sixto Naranjo. Oreja con sabor a premio grande para Javier Castaño en Pamplona

El diestro leonés demostró el gran momento por el que atraviesa esta temporada cortando una oreja en Pamplona tras realizar una notable faena ante un toro de Miura. Sus compañeros de terna, Rafaelillo y Javier Castaño, dieron la cara frente a un encierro desigual del hierro de Zahariche.

La buena temporada que está echando Javier Castaño tuvo un nuevo capítulo de reafirmación en Pamplona este domingo. El leonés se mostró a un gran nivel en su primer toro, un ‘miura’ que no se definió en los primeros tercios pero que acabó embistiendo con buen son por el pitón izquierdo. Castaño comenzó su faena sentado en una silla para a continuación tirar de temple y una técnica depurada para ir poco a poco alargando la embestida del toro. A izquierdas llegó una tanda de gran trazo, corriendo la mano con tersura y dimensión. Acabó sin ayuda, ligando pases cambiándose la muleta por la espalda antes de dejar un estoconazo. La oreja, de ley, incluso escaso premio para tan notable trasteo.

No pudo redondear con el violento sexto, un torazo de 640 kilos que se movió de forma informal, soltando mucho la cara y no queriendo seguir la muleta que, firme, le presentó siempre Javier Castaño. De nuevo, la estocada arriba.

Rafaelillo fue todo corazón y esfuerzo con un lote de escasas prestaciones. A su primero le recibió con dos largas en el tercio, pero su faena de muleta transcurrió entre la entrega del diestro murciano y los continuos cabezazos del toro de Miura. El cuarto fue peor, un animal a la defensiva que buscó siempre el menudo cuerpo de Rafaelillo.

Buena imagen dejó Fernando Robleño a escasas fechas de su encerrona en Ceret con toros de José Escolar. El entremés a semejante atracón de toros fue un lote de toros de Miura bastante desigual. Su primero, noble y con cierto recorrido, permitió al madrileño hilvanar una faena con pulso y basada a derechas. Faltó romper un punto al toro y a los tendidos con Robleño. El quinto fue un toro clásico de la Miura. 640 kilos de toro largo, agalgado, huesudo. Robleño no le volvió la cara pese a la tendencia a revolverse del animal.

EFE

Por Juan Miguel Núñez. Javier Castaño, una oreja en Pamplona a la de Miura

El diestro de León fue el triunfador de la tarde de hoy en Pamplona al cortar la única oreja de un festejo en el que los tres toreros estuvieron por encima de las escasas posibilidades que ofreció el ganado.

LA SUERTE DEL CAMPEÓN

Sigue imparable Javier Castaño, en la actualidad especialista como nadie en las llamadas corridas duras. Y no es que la de Miura de hoy tuviera especiales dificultades, sino que aportó poco, limitación al fin y al cabo que tuvieron que sufrir los toreros.

Castaño, como sus compañeros, buscó afanosamente faenas donde había poco o nada que hacer, y tuvo la suerte de encontrarse con el “miura” menos malo, algo muy frecuente cuando se está enrachado.

Fue en el tercero. Toro que de salida se vino cruzado al capote del salmantino, poniéndose por delante. Peleó sin estilo en varas. Pero la apuesta de Castaño estuvo muy clara en todo momento.

Incuestionable inicio de faena, a la antigua, sentado en una silla. El hombre iba a por todas. Cuatro muletazos por alto, y, recuperada ya la vertical, el de pecho, echándose todo el toro por delante. Ahí quedó la gente prendada, por la novedad de la suerte y la firmeza y el encanto de cada pase.

El toro iba, lo que en cierto modo fue una ventaja que los otros cinco no ofrecieron. Pero pasaba a medias, con el freno echado. Castaño le esperó, aguantándole los primeros viajes cortos, hasta darle confianza, tirando de él en dos tandas a derechas en las que poco a poco conseguiría llevarle más lejos.

Por fin una serie al natural de mucho aplomo y serenidad. Y el toreo, limpio.

No había mucho donde entretenerse, con el toro yendo a menos, otra circunstancia que vio pronto Castaño, por lo que intercaló el adorno, un rodillazo a modo de pase invertido, antes de la última serie por el izquierdo. Todavía se permitió un apéndice a base de muletazos, sin espada, cambiándose de mano por detrás en postura estática y mayestática.

La estocada fue buena. Muy buena, convendría precisar. De las que por si solas valen la oreja, atacando en corto y por derecho, dejándose ver mientras enterraba el estoque en todo lo alto. Salió el toro rodado. La petición que respaldaba la concesión del trofeo, algo muy serio por la forma de aclamarle el tendido en la vuelta al ruedo mostrando los despojos. Triunfo grande el de Castaño.

Pero no pudo redondear en el siguiente. No estaban “los miuras” por la labor. Así y todo, Castaño se permitió en este sexto toro un recibo a la verónica de suma elegancia. Torero preparado, e inspirado, para cuando “se equivoca” un toro metiendo la cara abajo y desplazándose con buen son.

Lástima que todo lo bueno que hizo el astado en el primer tercio ya no se repitió. En la muleta, pegando tornillazos al final del viaje. Un calamocheo más que molesto, peligroso. Castaño dio la cara hasta agotar todas las posibilidades de faena.

“Rafaelillo” puso también coraje y pundonor frente a un primer toro de medias arrancadas, en un trasteo habilidoso y resolutivo, pero sin el eco que resta siempre la frialdad de ir abriendo plaza. El cuarto, sencillamente no se dejó, y esta vez él estuvo lo justo.

Robleño, otro tanto, en una primera faena de cierta enjundia y buen ritmo por el lado derecho antes de ensayar un tímido arrimón en las cercanías. Muy seguro y capaz, sin embargo, le faltó contundencia con la espada. El quinto fue toro de desconcertantes embestidas, amagando en el centro de las suertes. Y aunque volvió a querer mucho Robleño, ya no fue posible estructurar faena.

El Mundo

Por Vicente Zabala de la Serna. El gran momento de Castaño con los miuras

Cuarta de San Fermín. Ambiente soleado y fresco con un viento a veces incómodo para los toreros. La corrida de Miura de protagonista. Y en el ecuador de la misma un torero en momento dulce: Javier Castaño. Como castaño era el tercero de largo cuello y mirada agresiva. En capotes se frenó. Del primer puyazo se escupió y regresó cruzado. La segunda vara de Tito Sandoval en toda la yema. Aun así el toro esperó a Adalid en banderillas por el pitón derecho. Yo no daba un duro. Quizá porque estaba más asustado que el propio matador, que pidió una silla de enea para empezar la faena sentado. Una llamada de atención. Castaño tiene la virtud, el don del temple. Y no violentó nunca al miureño que por la diestra no era. Javier lo vio y por la izquierda construyó una faena de tacto y a más. Buena las respuesta, mejores las manos, la mano zurda en concreto. Asiento y naturalidad. Lo que apuntó con ser una prenda, la seda lo transformó. Una tanda enorme. Y tiró la ayuda para darle un final por las dos manos intercambiando la muleta por detrás. Lo tendría el toro, ese fondo bueno, pero la cabeza y el sentido de la templanza del salmantino lo afloraron. Una estocada y una oreja de verdad.

'Navajito', el toro que demarrò en el encierro con una velocidad punta apabullante, en la plaza tenía apariencia aerodinámica, como una anatomía afilada en el túnel del viento de la Fórmula 1. Pero el diminutivo le sobraba. Y más por su comportamiento violento de cabezazos. Castaño anda muy fácil el tipo. Con arrestos incluso para prensentarle la izquierda varias veces como si fuese uno de Zalduendo. No pudo ser. Recursos y profesionalidad hasta la muerte.

Robleño despachó un toro de nombre 'Redondo' de notables hechuras, rematadas y bajas. Y notable juego también a pesar de su escaso final. Fernando el alcalaíno basó la obra en la derecha. Muy académico y correcto. Sin romper ni romperse con el miura de nota. Le molestó el aire por la izquierda y un desplante a cuerpo limpio ya no elevó el diapasón. 'Redondo' se arrastró entero. El quinto traía 640 kilos según tablilla de huesos y longitud kilométricas. De ahí el peso, digo yo. Hechuras miureñas de verdad por agalgadas. Otra cosa al suyo anterior. Se acordaría Robleño de él con las cortas y reservonas embestidas de éste de imponente cuello. Como haciendo honor a la leyenda de que los miuras tenían una vértebra más.

Rafaelillo se presentó con dos largas cambiadas en los albores de la tarde Un toro cárdeno, enjuto, que embestía como rebrincado, aparentemente obediente, a la altura del palillo, a los exagerados toques de Rafael Rubio por fuera. Había, o debía de haber, retranca para una tauromaquia tan exageradamente a la defensiva. Si no lo abría se sentía rebañado. Y rebañar quiso el murciano un premio mayor con exagerados gestos a la galería a toro muerto, vendedor de un esfuerzo que a lo peor nadie percibió. Peor causa o cosa el cuarto. Una prenda entonces de verdad infumable.

El País

Por Antonio Lorca. El gran momento de Castaño

El gran mérito de Javier Castaño es que muleteó al tercero de la tarde como si fuera un toro artista, dulce y bobalicón, de esos que tanto estiman las figuras. Pero no lo era, no, sino un miura que manseó en el caballo, esperó con sentido en banderillas y llegó al tercio final con todo el crédito perdido. Tampoco Castaño es un exquisito, pero sí un torerazo de los pies a la cabeza que vive un momento pletórico de seguridad, firmeza, claridad de ideas y confianza en sí mismo. Nadie daba un duro por ese toro hasta que el matador lo esperó pegado a tablas sentado en una silla de enea, lo pasó por alto hasta en cuatro ocasiones, y lo citó, después, con la mano derecha, asentadas las zapatillas, la mente despejada y el valor seco, para hacer, sin truco alguno, un juego de magia consistente en tirar de la embestida, templarla y convencer a su oponente de que entre ambos podía surgir el toreo emocionante. No fue la suya esa faena moderna de cientos de pases anodinos, sino una sucesión de momentos poderosos, de dominio, de entrega y de una fe sin límites. Tiró la espada al final e inició una tanda cambiando de mano tras cada muletazo que precedió a una buena estocada.

Intentó en el sexto que se abriera la puerta la grande, pero ‘Navajito’, que tanto corrió en el encierro matinal, tiraba secos derrotes al aire y dificultó en demasía la labor el torero. Aún así, le robó muletazos de buena factura por ambas manos, pero la faena no llegó a cuajar.

No salió a hombros Javier Castaño, pero quedó claro que vive un tiempo de extraordinaria madurez. No es un artista, y se supone que conoce su sino, pero el poder, el valor y la entrega son credenciales suficientes para alcanzar el honor de figura.

La corrida de Miura, decepcionante, como es habitual. Mantiene el tipo y la leyenda, pero en esa ganadería abunda la mansedumbre, la ausencia de casta y de clase, la brusquedad y la dureza. No son toros para el toreo, sino para la lidia, para el enfrentamiento entre un peligroso animal y un hombre con la cabeza bien puesta.

La tienen, sin duda, sobre los hombros los tres toreros de ayer. Cantada queda la gesta de Castaño, y ahí va todo el respeto y consideración hacia Rafaelillo y Robleño, dos especialistas en los toros de antes.

A Rafaelillo le tocó un lote infumable, de los que no te permiten el más mínimo descuido si no quieres conocer las alturas. Resoplaba el torero cuando acabó con el primero, brusco y dificultoso hasta la saciedad, y sorteó como pudo los gañafones del cuarto, que le buscaba la cabeza con ansiedad.

Y Robleño se encontró, en primer lugar, con el único que desarrolló un punto de nobleza, el segundo; lo lanceó con gracia a la verónica, y no llegó a confiarse con la muleta, siempre retrasada. Supo a poco lo suyo; merecía más ese toro; no remató, y lo que pudo ser, no fue. Él sabrá. No tuvo faena el quinto, muy complicado, gazapón, y de la misma mala ralea que los peores de la tarde. Y Robleño lo despachó de un feo bajonazo que no se merece nadie.

La Razón

Por Patricia Navarro. Castaño vence en la miurada

Hipnotizó al toro. Y a nosotros. Había hecho cosas feas en el capote el tercero pero olvidó en la muleta de Javier Castaño. La cosa iba de aplomo, de asentamiento, de claridad de ideas para gobernar un viaje, por la derecha, que iba y venía sin grandes problemas ni virtudes. Cuando cogió la zurda todo cambió. Nada que ver. Paró el tiempo, se atemperó el toro, que esta vez colocó la cabeza abajo y tiró de la arrancada. Muy auténticos los naturales. Muy templado el Miura. Se embraguetó, todo o nada. Y hasta pareció que entraba de lleno el silencio. ¡Ah! no, eso no. Mató pronto, rápido, bien y paseó un merecido trofeo.

Todo el morbo recaía en el sexto. «Navajito» se había separado del grupo en el encierro y perdonó vidas sin remilgos. Cerró plaza después. La expectativa, de haberla, se saldó con una embestida rebrincada, a la defensiva… Si cogía impulso era para dar cabezazo en la arrancada. Castaño le buscó las vueltas. Tenía la puerta grande a medio abrir. Sumó y sumó. Pero hubo de conformarse con lo anterior.

La de Miura no puso las cosas fáciles. Lejos de una embestida entregada, protestaron con los pitones por las nubes lo que no fueron capaces de argumentar por abajo. Enorme corrida de Miura, grandona, alta, despampanantes caras. Y hasta ahí pudimos leer.

Sacó «Primera» los pitones por encima del burladero nada más salir de toriles. Una barbaridad. Un mundo de toro asomaba por encima de los ojos de la cuadrilla, del torero. El toro, largo como un tren y alto, siguió su curso en la muleta de Rafaelillo. Abría plaza. Y casi sustos. El toro no humillaba ni por equivocación y de vez en cuando se quedaba antes de haber abandonado la cadera, quizá hombrera, del torero. Un horror. Aquello era el destoreo. A la defensiva. No había otra en la afanosa muleta de Rafael. Qué sufrimiento. Y qué mérito el del murciano que le recibió con dos largas de rodillas en el tercio, cumplió a la legua con la muleta y lo mató de veras.

Sin humillar, violento, descompuesto y sabiendo lo que dejaba atrás. Así fue el cuarto. Para Rafaelillo, que se llevó ayer el gran lote (ironía). El murciano se justificó mientras el Miura iba a peor.

Robleño, adiós al miedo, recibió al segundo de la tarde con una larga cambiada de rodillas. Y sin miedo ni lugar a él, aprovechó las arrancadas potables del derecho. Tragaba Fernando, pasaba el toro. Así una y otra vez con desplante incluido. Robleño se topó con la inmensidad del quinto. Había toro por todos los lados. No pasaba el Miura en la muleta. Mal asunto. Robleño quiso. Difícil lo tenía. Sufrimos todos.


Pamplona Temporada 2012

pamplona_080712.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:14 (editor externo)