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Toros en Pamplona

Martes, 9 de julio de 2013

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de Valdefresno, mansos en general, sin dar opciones

Alberto Aguilar: Silencio en su lote

David Mora: silencio y oreja

Rubén Pinar: Palmas y silencio

Entrada: Lleno.

Video resumen del festejo: http://canalplus.es/toros

Crónicas de la prensa:

El País

Por Antonio Lorca. Un metro de pitón a pitón

Se supone que al ganadero de Valdefresno le tocó la lotería el día que lo llamaron de la Casa de la Misericordia para preguntarle si tenía toros para Pamplona que sustituyeran a los rechazados de Cebada Gago. ¿Qué si tengo toros? Ven y verás.

No eran toros, sino dobles toros, por caja, musculatura y, sobre todo, por pitones. Imponentes las caras de los seis ejemplares. Todavía hay quien sigue apostando si era un metro o noventa centímetros la distancia existente entre pitón y pitón de algunos de los que salieron al ruedo pamplonica. Impresionante, la verdad. A continuación, continúa la polémica: el toro tan grande no puede embestir, argumento que sirve, cómo no, para justificar a los toreros, y no digamos a las cuadrillas de a pie.

El estreno de Valdefresno no estuvo acompañado por el éxito soñado por el ganadero por mansedumbre, por falta de casta, por sosería, si bien hubo tres toros, tercero, cuarto y quinto, que destacaron por su largo recorrido y una buena ración de nobleza.

En fin, una corrida dura y nada cómoda; sobre todo, porque ninguno de los toros llegó a romper de forma definitiva, y por su estampa imponente, que causa un profundo respeto y algo más. Y es humano y comprensible que así sea. Una corrida difícil, porque aun el toro noble no deja de ser un tren con unos pitones que no acaban nunca de pasar. Normal, por tanto, que cada cual se proteja las espaldas, y trate, a su manera, de aminorar el riesgo que, desde el nivel del ruedo, debe ser asombroso. Pero Pamplona no engaña; aquí gusta el toro grande, y los toreros lo saben. Se dice que aquí pagan bien, y, como nadie regala nada, hay que aguantar el ruido de las peñas, que se escape alguna piel de plátano, y, lo que es peor, el toro grande.

Viene a cuento toda esta perorata para afirmar que no tiene perdón de Dios la pésima lidia recibida por la corrida de Valdefresno. Ni un solo capotazo digno de tal mención ni un par de banderillas medio qué. Abundaron las huidas en estampida de hombres hechos y derechos que merecen todo el respeto, pero no menos que el debido a quien pasa por taquilla. No estuvo bien Alberto Aguilar, porque a su seriedad y firmeza ante el desigual primero —mucha fachada y poco fondo—, estuvo por debajo de la clase del cuarto y fue un pinchauvas con el estoque en ambos toros.

El más deslucido fue el segundo, lo que justificaría la actitud siempre ventajista de Mora, algo más ortodoxo ante el quinto, con el que tampoco se fajó como se espera de quien aspira a ser figura. La oreja conseguida no es un justo premio a su labor.

El mejor, sin duda, Rubén Pinar ante el noble tercero. Suave y muy templado su inicio de faena de muleta, y hasta tres tandas de redondos largos, muy bien trazados, que curiosamente, no llegaron a calar en los tendidos. Malo sin paliativos el sexto, ante el que su cuadrilla ofreció una lección de nulidad total en el tercio de banderillas.

ABC

<img src="http://www.portaltaurino.net/archivos/18961328200600.png"/>Por Andrés Amoros. Oreja para David Mora en el decepcionante debut de Valdefresno en San Fermín

Debutaba Valdefresno en lugar de la clásica corrida de Cebada, que de tanto ir al límite terminó por colmar el cántaro y la paciencia y ya nadie levantó la mano, ni siquiera los más interesados en que se lidiase: la propia MECA. Por la mañana los hijos del viejo Cebada recogieron el premio del año pasado, cuando lidió la corrida más rematada que se le recuerda. Quedaron muchos nostálgicos de los cebaditas que probablemente le tirarán al codillo al muy serio e improvisado sexteto de Valdefresno. O le darán como en el caballo este martes. Lo que no es excusa para que el sopor de la falta de casta se sumase al calor durante las dos primeras lidias. Imposible además el rajado segundo de la tarde que se hacía más feo aún. David Mora logró en la saludo con el capote y en la estocada en las misma puerta de toriles los capítulos de mayor nota. Mora brindó antes de la brevedad a José Antonio Campuzano, que se recupera de un grave percance en el campo.

Alberto Aguilar había estado mucho tiempo en la cara de un toro de imponente badana y cuajo, lustroso, un punto acarnerado en su imponente testa. Desarrolló el de Valdefresno un tornillazo por el derecho que enredó primero un quite de Mora por gaoneras y después fue una constante molestia en el toreo en redondo, cuando la embestida a veces también se vino algo por dentro. No sucedía así por la mano izquierda, pero al toro le costaba romper hacia adelante un mundo y parte del otro. Sin maldad. Aguilar abundó y se alargó, espada inclusive.

Todo lo quiso hacer Rubén Pinar a favor del tercero, del hierro de Fraile Mazas, al que uno siempre le tiene fe. Pero no fue el caso. Durante la faena trató siempre de alejarlo de las querencias y por momentos el toro pareció estirarse al natural, todo muy a su aire. Pesaron demasiado las querencias. Donde acabó muerto de media estocada.

Aguilar volvió a encasquillarse con la espada para darle mulé al cuarto, que abría mucho la cara tenía armonía de movimientos a la hora de colocarla. Lo sangraron a modo. Alberto se lució en un quite por faroles y algo debió también de intuir. Claro, que cuando uno presiente algo hay que frenar a la armada del castoreño… El toro tuvo buen inicio de faena, y el torero también. Hasta una tanda por la mano izquierda que fue como el tope del fondo del toro. Desde ahí se paró irremisiblemente.

El basto quinto embistió tal cual era, como con las palas, bueyunamente. David Mora le echó paciencia para no aburrirse en una faena de series cortas. Se adornó por alegres manoletinas y cobró una estocada como en dos tiempos de trayectoria muy atravesada. De muerte eficaz y por lo visto de efectos lisérgicos en la peña: una oreja. Por la paciencia sería y por la nada anterior.

A Fernando Galindo en la brega, el sexto se le venía siempre encima con estilo morucho. Los platos rotos los pagó Alberto Martínez que optó por atacar aunque fuese a poner una sin tener al toro colocado nunca en aquel sindiós de enganchones.

Marca

Por Carlos Ilián. Grande e infumable bueyada de Valdefresno

Valdefresno sustituyó a la corrida rechazada de Cebada Gago, que era una de las emblemáticas de los sanfermines. Al final ha sido peor el remedio que la enfermedad y como rezaba una pancarta de las peñas “con Cebada esto no pasaba”. Y es que los de Valdefresno, de impresionantes defensas e impresionante mansedumbre y falta de casta han ofrecido un espectáculo penoso.

Han sido seis armarios con pitones, eso sí, muchos pitones. Y para las cuadrillas supusieron todo un tormenrto para sacar algo de aquellos mulos. Alberto Aguilar lo intentó por activa y por pasiva hasta arrojar la toalla. Este torero, que en Madrid tuvo una actuación notable, apenas pudo defenderse a trompicones en Pamplona, buscándole las vueltas a un lote imposible. Y para colmo la espada se convirtió en su cruz, con la mala leche de que los toros se quedaban como una roca en el momento de entrar a matar. Era como pinchar en una estatua.

David Mora se inventó una faena a la sanferminera, rematada de espadazo y cortó una oreja, de las de aquí. Lo cierto es que David estuvo habilidoso para robarle algunos muletazos al manso lidiado en quinto lugar, además la espada la funcionó y eso en Pamplona es imprescindible, aunque sea un espadazo atravesado.

Rubén Pinar estuvo muy por encima de su lote, exprimiendo la casi imposible embestida de su lote, siempre bien colocado y muy firme.

Su faena al tercero, muy seria y de mucho más fondo de lo que el público percibió, rematada de una buena estocada, merecía algo

El Mundo

Por Vicente Zabala de la Serna. Oreja para la paciencia de David Mora

Debutaba Valdefresno en lugar de la clásica corrida de Cebada, que de tanto ir al límite terminó por colmar el cántaro y la paciencia y ya nadie levantó la mano, ni siquiera los más interesados en que se lidiase: la propia MECA. Por la mañana los hijos del viejo Cebada recogieron el premio del año pasado, cuando lidió la corrida más rematada que se le recuerda. Quedaron muchos nostálgicos de los cebaditas que probablemente le tirarán al codillo al muy serio e improvisado sexteto de Valdefresno. O le darán como en el caballo este martes. Lo que no es excusa para que el sopor de la falta de casta se sumase al calor durante las dos primeras lidias. Imposible además el rajado segundo de la tarde que se hacía más feo aún. David Mora logró en la saludo con el capote y en la estocada en las misma puerta de toriles los capítulos de mayor nota. Mora brindó antes de la brevedad a José Antonio Campuzano, que se recupera de un grave percance en el campo.

Alberto Aguilar había estado mucho tiempo en la cara de un toro de imponente badana y cuajo, lustroso, un punto acarnerado en su imponente testa. Desarrolló el de Valdefresno un tornillazo por el derecho que enredó primero un quite de Mora por gaoneras y después fue una constante molestia en el toreo en redondo, cuando la embestida a veces también se vino algo por dentro. No sucedía así por la mano izquierda, pero al toro le costaba romper hacia adelante un mundo y parte del otro. Sin maldad. Aguilar abundó y se alargó, espada inclusive.

Todo lo quiso hacer Rubén Pinar a favor del tercero, del hierro de Fraile Mazas, al que uno siempre le tiene fe. Pero no fue el caso. Durante la faena trató siempre de alejarlo de las querencias y por momentos el toro pareció estirarse al natural, todo muy a su aire. Pesaron demasiado las querencias. Donde acabó muerto de media estocada.

Aguilar volvió a encasquillarse con la espada para darle mulé al cuarto, que abría mucho la cara tenía armonía de movimientos a la hora de colocarla. Lo sangraron a modo. Alberto se lució en un quite por faroles y algo debió también de intuir. Claro, que cuando uno presiente algo hay que frenar a la armada del castoreño… El toro tuvo buen inicio de faena, y el torero también. Hasta una tanda por la mano izquierda que fue como el tope del fondo del toro. Desde ahí se paró irremisiblemente.

El basto quinto embistió tal cual era, como con las palas, bueyunamente. David Mora le echó paciencia para no aburrirse en una faena de series cortas. Se adornó por alegres manoletinas y cobró una estocada como en dos tiempos de trayectoria muy atravesada. De muerte eficaz y por lo visto de efectos lisérgicos en la peña: una oreja. Por la paciencia sería y por la nada anterior.

A Fernando Galindo en la brega, el sexto se le venía siempre encima con estilo morucho. Los platos rotos los pagó Alberto Martínez que optó por atacar aunque fuese a poner una sin tener al toro colocado nunca en aquel sindiós de enganchones.


Pamplona Temporada 2013.

pamplona_090713.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:15 (editor externo)