Herramientas de usuario

Herramientas del sitio


pamplona_100717

Plaza de Toros de Pamplona

Domingo 10 de julio de 2017

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de Fuente Ymbro, salvo el tercero no dieron juego alguno.

Diestros:

Juan José Padilla: sliencio y silencio.

El Fandi: silencio y ovación.

Manuel Escribano: ovación y silencio.

Entrada: Lleno

Galería de imágenes:

Video: http://vdmedia_1.plus.es/topdigitalplus//20177/10/20170710213751_1499716662_video_2096.mp4

Crónicas de la prensa:

El Mundo

Por Vicente Zabala de la Serna. Fuente Ymbro defrauda en su feudo de Pamplona

El estado de Pablo Saugar 'Pirri' sigue un curso favorable dentro de la gravedad. “Sin riesgo vital”. La palabra del doctor Hidalgo trasladaba la tranquilidad a la familia numerosa del toro. Manos de Ángel para reconstruir los devastadores destrozos del pitón convertido en tuneladora contra las entrañas del torero. No había mejor prólogo para la sexta corrida de San Fermín. Los toros de Fuente Ymbro corrieron el encierro a velocidad de récord entre las carreras de 2017. Como si supiesen que Pamplona siempre ha sido una plaza muy del hierro de Gallardo. Un puñado de premios Carriquiri y Feria del Toro lo acreditan.Sin embargo no pudo arrancar peor la tarde. El primer fuenteymbro se estrelló como un obús contra un burladero, se partió un cuerno y se destrozó la médula. El sobrero explicaba con su feota y cargada presencia el porqué de su suplencia. Reservón, andarín, agazapado y traicionero. Ni una opción concedió a Juan José Padilla, que abrevió con lucidez.

La testa descomunal de Perdigón anunciaba cómo venía de abierto de cara el sexteto de Fuente Ymbro. Una barbaridad. El Fandi que, como Padilla, había toreado el domingo en Estepona una corrida de Tapatana sufriría por dentro el subidón de escalas. Pero lo que verdaderamente sufrió Fandi fue el mal estilo del fuenteymbro, su embestida recta y por dentro cuando no directa al cuerpo. No se dio coba y tan sólo quedó su facilidad capoteara como vago recuerdo.Por raro que parezca, el cartel de banderilleros no estaba siendo lucido en los tercios compartidos entre Juan José Padilla, Fandila y Manuel Escribano. Algo más vistoso resultaron los juegos rehileteros con el hechurado tercero. Especialmente en el par por los adentros de Escribano, que apostó todo como en la larga a portagayola. Zorrero contaba con una calidad superior no sobrada de potencia. El matador de Gerena lo cuidó en el caballo. A pesar del mimo, el toro no duró mucho en la muleta. El sevillano había lanceado bien a la verónica, galleado por rogerinas, quitado por tafalleras. Incluso había arrancado faena con un trío de pases cambiados. Muchas cosas. Demasiadas a lo peor para una embestida de tan cantada clase como de contado poder. Zorrero se dio con categoría por el pitón izquierdo, que era la mano. Escribano le dibujó una tanda cara de naturales como cénit. No tan fino por la derecha ni antes ni depués, la obra decayó con el toro. Como un rendija de esperanza para remontar se agarró a las recurrentes manoletinas. Pero la espada bajó la persiana por completo.

La suerte le negó a Juan José Padilla cualquier posibilidad de éxito también con un cuarto de depósito vacío. Tan poco gustó a Padilla que ni cogió los palos. No hubo causa ni caso para que las peñas que adoran al Ciclón de Jerez se volcasen con su ídolo.El Fandi salió con el motor revolucionado con el castaño quinto de cuerna desmesurada. Un ramillete de largas de rodillas, chicuelinas al paso y un comprometido quite por zapopinas del que escapó de milagro elevaron la temperatura. La plaza se convirtió en un volcán con sus portentosas facultades banderillas. Entre un par extraordinario al cuarteo y el cierre marcha atrás hasta parar al toro, pareció variar el sino. Sólo pareció. Porque el noblón fuenteymbro no ponía de su parte una vez perdida la inercia de las distancias. Fandila tiró de recursos y técnica desde la apertura de hinojos. Hasta el desplante último fue todo invento suyo. La espada se frenó en un pinchazo hondo. Entre el puntillero y el descabello hundieron la posibilidad de la pañolada.A Manuel Escribano se cruzó el montadísimo sexto de mala manera y sólo los reflejos para lanzar el capote a un lado como señuelo evitaron la cogida. No se arredró Escribano y libró tres largas cambiadas. Y luego calentó el ambiente con las frías. Tampoco rompió hacia delante en la muleta el torazo de Fuente Ymbro, que defraudó a su fiel Pamplona. Tantos años su feudo. Escribano sigue sin verlo con la espada.

ABC

Por Andrés Amorós. Con toros tan deslucidos, ni los banderilleros

Sigue pesando el dramático percance de Pablo Saugar y la larga espera del parte, más allá de la duración de la corrida completa. La saga de los Pirri nació junto al matadero (igual que los Vázquez, en Sevilla): su mote vino de «Pirracas», «pequeño» (los actuales no lo son). He aplaudido a Emilio, Félix, el Pali, Pablo, Víctor Hugo, David… El Pali socorrió a El Yiyo; Pablo, a Víctor Barrio. Que se mejore muy pronto.

Los toros de Fuente Ymbro, muy armados, dan un juego decepcionante. Parece imposible que tres diestros banderilleros, de tanto gancho popular, no logren brillar, a pesar de su entrega. Sin toros encastados, no hay nada que hacer.

En Pamplona nació la bandera pirata de Padilla, más ídolo, aquí, que en ningún sitio. En el primer choque contra el burladero, se desgracia el imponente primero. Recibe con una larga de rodillas al sobrero, que galopa en banderillas pero, en la muleta, es probón y gazapón. Corta Padilla la faena, mata pronto. Mansea el tercero en varas, banderillean con dificultad los peones. Lidia con oficio pero el toro embiste sin ningún celo y no se produce el esperado clamor popular. Padilla, en Pamplona, sin cánticos triunfales: parece mentira…

En el segundo, abierto de pitones, de nombre trágico, «Perdigón» (como «el torillo traicionero» de la copla, el miura que mató a El Espartero), El Fandi se luce en el capote pero el toro saca genio en la muleta, pega arreones y el diestro se limita a matarlo pronto y bien. Cuatro largas de rodillas le pega al veleto quinto, que le engancha, en el intento de zapopinas; se desquita en las banderillas, acaba parando al toro con la mano en el testuz. Cita de rodillas pero la res también claudica. Le busca las vueltas, con entrega y oficio, a un toro que ha embestido muy poco.

Aguanta a portagayola Escribano en el tercero; pasa un momento de apuro al perder pie, en la cara del toro. Saliendo del estribo, arriesga al quebrar, en tablas. Brinda a los pastores del encierro, con los que ha corrido, por la mañana. El toro, el único noble pero justo de fuerzas, le permite lucirse en muletazos cambiados y suaves naturales. Una faena larga, vistosa y variada: pierde el trofeo por la espada. Vuelve a irse a portagayola y ha de salvarse, tirándose a la arena, en el sexto, alto y largo, que levanta en vilo al caballo. Brilla Escribano en el quiebro al violín; muletea, voluntarioso, pero el toro no dice nada y se le queda debajo: no cabe lucimiento. Final triste para una corrida demasiado gris, por culpa de los toros.

Las reses que se lidian en Pamplona son muy serias, con muchos pitones; desgraciadamente, este año, está fallando la casta, el motor, lo que de verdad importa. Salvo tres de Escolar, los demás están provocando el aburrimiento de un público que parece imposible que se aburra.

Posdata. En la muerte de la bellísima Paquita Rico, recuerdo que tenían tema taurino sus dos primeras películas, «Brindis a Manolete» y «Olé, torero». En esta última, con mantilla, en un coche de caballos, canta a un torero, «Ay, Cartujano»: «¡Qué maravilla, le roza la taleguilla! / Y, entre ovaciones, se mete por los pitones. / Y hay en la Plaza un clamor / que luego enciende un ¡olé!/ al ver sin vía rozar al burel por el volapié». Estuvo casada con Juan de la Palma, hermano de Antonio Ordóñez.

El País

Por Antonio Lorca. El mal fario de un pitón partido

No hubo espectáculo porque los toros lo impidieron. Ni Padilla consiguió refrendar su condición de ídolo, ni El Fandi ni Escribano pudieron contentar a las peñas. El festejo transcurrió entre silencios a pesar de la algarabía reinante.

La verdad es que la corrida comenzó con mal fario. El primer toro, de seria y preciosa estampa, y unos astifinos e interminables pitones, se partió el izquierdo en su primer encontronazo con la dura madera de un burladero. Quedó el animal noqueado, y fue sustituido por otro del mismo hierro, pero no de igual belleza. Nunca se supo cuál pudo ser el juego del colorado ‘Soplón’, pero su hermano no dejó alto el pabellón de Fuente Ymbro. No fue, para empezar, un toro guapo, más cómodo de cara que el anterior -pitones más cortos, quiere decirse-, agrio y basto era su semblante, manso se declaró en el caballo, acudió alegre en el tercio de banderillas y se negó a embestir en la muleta de Juan José Padilla. No se entretuvo el torero en justificaciones innecesarias y montó la espada tras unas pocas probaturas de escasas exigencias. No acertó el matador, pues el estoque cayó atravesado, y la muerte del toro fue tan fea como su comportamiento. Honor para el ya fallecido ‘Soplón’, un guapo sin suerte, pues sus cinco años de vida y preparación quedaron hechos añicos contra un duro madero.

Tampoco tuvo suerte Padilla con el cuarto, otro manso sin clase ni casta, al que no banderilleó, y probó sin más ante su muy sosa embestida.

No mejoró el segundo en la muleta, que hizo pasar un mal rato a El Fandi, quien lo recibió con una larga cambiada de rodillas en el tercio y alguna verónica de buen estilo. Manseó el animal en el picador, y, aunque acudió con celo en el segundo tercio, no estuvieron finos los matadores banderilleros: ni Escribano ni el propio Fandi acertaron con sus pares. El toro mostró un rosario de defectos al final y su matador abrevió, que es lo correcto en estos casos, y también lo más agradecido.

Hizo un esfuerzo sobrehumano ante el quinto: lo recibió con cuatro largas cambiadas en el tercio, se salvó de una voltereta al quitar por zapopinas, banderilleó con facilidad y espectacularidad, y se hincó de rodillas muleta en mano; sucedió, sin embargo, que cuando él se levantó fue el toro el que dobló sus manos y, a partir de entonces, todo sucedió con escasa brillantez.

A la puerta de toriles se marchó Escribano para recibir a su primero. Allí se hincó de rodillas, se santiguó dos veces y esperó impávido que saliera un tren vestido de negro. Apareció por el oscuro túnel un toro de impresionante seriedad, vio un bulto a lo lejos, no lo tuvo claro y dio un peligroso quiebro antes de que el torero tuviera tiempo de engañarlo con el capote. Momentos después, en un galleo por gaoneras para llevar el toro al caballo, Escribano se enredó los pies con la tela y cayó en la misma cara de los pitones de su oponente. No pasó nada porque el animal fijó su mirada en los vistosos colores del capote y olvidó por un momento a su lidiador, que volvió a perder pie cuando intentó recuperar la verticalidad.

Se lució Escribano en un par de banderillas desde el estribo, y decidió hacer una faena para ganar el favor de las peñas. La inició con tres pases cambiados por la espalda que despertaron a los tendidos por vez primera desde que comenzó el festejo. El toro dijo ser noble, pero su fondo y su casta eran muy cortos. Escribano alcanzó a dibujar tres naturales de alta escuela, la muleta barriendo la arena, hondos y hermoso, y ahí acabó todo. Acabó, sobre todo, el ánimo del toro, y a pesar de un desplante y las ajustadas manoletinas de su lidiador, la faena no fue tan exitosa como se preveía. Para mayor abundamiento, dos pinchazos desinflaron la fiesta y Escribano, con cara de enfado, se conformó con unas palmas.

Otra vez de rodillas en toriles ante al sexto y otro susto, salvado porque el torero tiró el capote y se hizo el quite milagroso. Banderilleó con eficacia, pero no pudo construir faena ante otro animal inservible.

Una buena noticia: el banderillero Pablo Saugar Pirri, que fue intervenido de serios destrozos intestinales tras ser corneado el domingo en esta plaza, pasó ayer a planta, aún en estado grave pero consciente, hemodinámicamente estable y sin riesgo vital, según el último parte médico.

La Razón

Por Patricia Navarro. Feria de San Fermín: Ni fieras ni maravilla, la tarde en blanco y rojo

Duró la cosa un suspiro. Quién lo diría. Después de todo lo caminado, trotado, a eso de las ocho de la mañana y en medio de la expectación general. El “Soplón” de Fuente Ymbro salió al ruedo de la Misericordia con tanto ímpetu, con esas ganas de comerse el mundo y de puro ansioso, se estampó contra el burladero, el primerito, se partió un pitón por la cepa y se quedó más para allá que para acá. Remontó la coordinación pero era de decoro volver a corrales. Al sobrero del mismo hierro le recibió Juan José Padilla con una larga cambiada en el tercio y de rodillas y la terna al completo le puso banderillas, otra cosa fue cuando llegó el momento de ¡dejadme solo! y el toro se orientó de veras. No había manera de meterle mano y tener claro a la vez que ibas a salir indemne del trance. Abrevió Padilla. Y lo agradecimos. Tampoco fue faena larga la del cuarto, que era mirón y eso pesaba pero luego tomaba el engaño sin ímpetu ninguno y deslucidote. Anduvo Juan José por la cara del toro, justificándose, poco que rascar en su feria sanferminera.

También se fue ligero El Fandi con el segundo. “Perdigón” en dos y tres ocasiones cogió la línea recta hacia el torero con tremenda facilidad y ese inacabable e inabarcable metro que tenía el fuenteymbro de pitón a pitón restaba oxígeno a lo que ocurría en el ruedo. Rápido y hábil el de Granada con los aceros. Milagroso fue que El Fandi se salvara del zarpazo que le dio el quinto cuando hacía un quite. Abrazo infernal del toro con pitón de acero. Se enervó Fandi y banderilleó con garra. Rugía Pamplona. De rodillas el comienzo de faena de muleta y mantuvo el interés después en afanosa faena.

A la puerta de los miedos, desafiante, se fue Escribano a recibir a “Zorrero”, el tercer toro de la tarde. Había una historia que contar. Puso todo de su parte el sevillano, que estuvo a merced del toro en la suerte de varas. Quitó y banderillas a seis manos. Luego retomaría su individualidad. Tiró de valor el sevillano y anduvo muy centrado sobre todo en la primera parte de lo que acabó por ser una extensísima faena. Colocaba bien la cara el toro y tenía el punto de nobleza que le había faltado a los dos anteriores, pero también un tranco para que el viaje tuviera largura. Se esmeró Escribano. Y también se pasó de faena queriendo meter en ella de todo. Sonó un aviso cuando andaba por manoletinas. Los dos pinchazos con los que cayó el toraco, qué cosas, le quitaron el premio. A toriles se fue otra vez en el sexto. Meritazo. Y le saltó por encima el toro. Le siguieron unas cuantas largas cambiadas ya en el tercio. Le cerró después las puertas del éxito a cal y canto. Desentendido, sin furia ni entrega, nada de nada tenía dentro este fuenteymbro que permitiera a Escribano sacar adelante la tarde. Y así se nos fue, ni Padilla que aquí es rey, ni el amor propio del sevillano, lo rozó Fandi, a un paso del trofeo y a medio de la cogida. La tarde se esfumó. Eso sí, en blanco y rojo.

pamplona_100717.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:13 (editor externo)