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Plaza de Toros de Pamplona

Jueves, 13 de julio de 2017

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de Nuñez del Cuvillo desiguales de presentación; notable por su bravura y clase el 4º

Diestros:

Antonio Ferrera: de fucsia y oro. Estocada honda y perpendicular y descabello (silencio). En el cuarto, pinchazo hondo al encuentro y dos descabellos. Aviso (petición y vuelta al ruedo).

Alejandro Talavante: de pizarra y oro. Estocada desprendida (oreja). En el quinto, cinco pinchazos y estocada defectuosa. Dos avisos (silencio).

Ginés Marín: de canela y oro. Estocada baja (silencio). En el sexto, estocada (silencio).

Entrada: Lleno

Galería de imágenes:

Video: https://twitter.com/toros/status/885590361032339457

Crónicas de la prensa:

El Mundo

Por Vicente Zabala de la Serna. Antonio Ferrera sale andando para marcar la diferencia

La demora de Antonio Ferrera y Alejandro Talavante en salir de la capilla quebrantó la puntualidad sagrada de la corrida. Otros días fue la gincana en que se han convertido los accesos a la plaza. Esperaba Ginés Marín con gesto de no saber qué pasaba. Como el gentío que se impacientaba.

De los toros altos que se le recuerdan a Cuvillo se hacía Pocarropa. Inmesos el cuerpo y la alzada. No humilló nunca. Por meras cuestiones morfológicas. Antonio Ferrera anduvo hábil tanto con los palos como con la espada. Construyó una faena a la altura -nunca mejor dicho- de las circunstancias. O por encima de ellas. Porque tampoco en el viaje que reponía fue generoso el cuvillo.

Bajaban un palmo las hechuras del segundo. Y crecía, sin embargo, por su amplia cornamenta. Colocó bien la cara en el capote a la verónica suave de Talavante, especialmente por el pitón izquierdo. En ese mismo aire embistió en los compases previos de la obra talavantista. Tan pronto planteada al natural. De largo trazo la dorada zurda de AT. Más que embroque. Y más humillación que ritmo todavía en la embestida. Que luego empeoró por la mano derecha. Sin descolgar igual. Protestando ante el dominio. No volvería a sus prometedoras arrancadas ni a izquierdas. Como Alejandro Talavante hundió el acero fácil, Pamplona reaccionó como suele ante las estocadas. Y entregó una oreja de escasa transcendencia.

Ginés Marín, que sustituía a Roca Rey, no encontró colaboración alguna en el descompuesto tercero. De su armada cabeza sólo saltaban derrotes preñados de genio. Como una devanadora. El afán del extremeño por hacer las cosas en orden al clasicismo no obtuvo más repuesta que la violencia.

El momento de madura plenitud de Antonio Ferrera volvió a vivirse en Pamplona. Fue el cuarto de recogidas líneas y desarrollada cuerna el material idóneo. Galiano se dio de principio a fin. Bravo y a más. Siempre por abajo.Y de punta a punta lo cuajó Ferrera. Sentido y hundido en un quite a la verónica. Bellísima la media. De la calidad al poder con las banderillas. Y de nuevo el compás en la faena. La distancia concedida en la pronta izquierda que partió desde una posición de fusil al hombro. La expresión y el sabor al natural, acinturado, apretados los riñones, suelta la muñeca, causaron un efecto inaudito: que la peña le prestase atención al toreo más que a la merienda pantagruélica. La mano derecha siguió el camino del temple, la ligazón, la curvatura. Tanto como la clase del cuvillo lo hacía posible. Un trincherazo fue un cartel de toros entre las tandas frondosas. Clavó el extremeño la ayuda en la arena y dibujó naturales diestros. Las distancias y el toro se habían reducido. El intento de matar en la suerte de recibir no pareció una idea feliz. El pinchazo al encuentro bastó para descabellar. De improviso, una última arrancada levantó a Antonio Ferrera en un volteretón estratosférico. Durísima la caída. En el siguiente golpe de verduguillo, atronó a Galiano. No cedió el palco a la petición de una oreja para una composición que hubiera sido de dos. Así que Antonio paseó el anillo. Y finalmente habría que decir que, entre tanta puerta grande de pandereta, salió andando para marcar la diferencia.

Talavante es uno cuando se embragueta y otro cuando se olvida del ajuste. Ante el quinto, a pesar de que había más movilidad en el cuvillo que categoría, surgió el mejor Alejandro, el más puro, el más embrocado. Los muletazos morían detrás de la cadera. Allí donde crujen los oles. Y por abajo. Allí donde se reducen los toros. La espada se le encasquilló para abortar la puerta grande que en San Fermín se le resiste año tras año. Dos avisos condecoraron el nublado de pinchazos.

El colorado sexto confirmó las desigualdades de presentación de la corrida de Cuvillo. No descolgó y careció de fondo para romper hacia delante. A Ginés Marín le funcionaron las conexiones neuronales con su preclaro sentido de la colocación. Para sacar más de lo que había en aquel desentendimiento. Que se contagió al público como un virus en expansión.

ABC

Por Andrés Amorós. San Fermín: una gran faena, injustamente no premiada, de Antonio Ferrera

Tremendo ha sido el encierro, con dos cornadas, muchos momentos de peligro y gran velocidad: los Cuvillos han llegado a la Plaza en poco más de dos minutos. Por la tarde, los toros, bajos (salvo el primero), astifinos, muy armados, se mueven pero dan un juego desigual.

Antonio Ferrera está siendo una de las más gratas novedades de esta temporada, por su gran evolución hacia un clasicismo de añejo sabor. Hace nueve años, herido, con pantalón vaquero, cortó aquí un rabo (el último) a un toro de Victorino. El primero, muy alto, humilla poco y flaquea. Sin redondear faena brillante, Ferrera se muestra firme y seguro. Subrayo cómo saca al toro del caballo toreando: el auténtico quite, como vemos en las películas de Gallito, el genio máximo. También valoro cómo le anda al toro, en el comienzo de faena: algo insólito, en una época en la que predomina el estatismo. Con naturalidad, le saca naturales de sabor torero. ¿Se ha enterado la gente de estas virtudes? Me temo que no: la música ha comenzado cuando la faena ya concluía. Los mozos quieren otras cosas… Recibe con un quiebro y lidia con maestría al cuarto, que no llega a los 500 kilos (algo, aquí, sorprendente). Vuelve a sacarlo del caballo toreando con temple, por delantales. (En el último, lo hará por chicuelinas). Banderillea con lucimiento; sobre todo, al quiebro. Comienza en los medios, con un cite original, y liga naturales mandones, largos, clásicos. Como el toro se mueve, encastado, la faena tiene emoción y mérito. Con el estoque de madera clavado en la arena, logra pases naturales por los dos lados. Cita a recibir y deja media estocada. Ha sido la faena de un diestro maduro, que domina los recursos de la lidia completa. Al descabellar, es volteado, cae sobre el lomo del toro y a la arena, en un fuerte porrazo. Como era «el toro de la merienda», el sol no pide suficientemente la oreja y el presidente no la concede: un nuevo disparate.

En el segundo, noble, de fuerzas justas, Talavante dibuja verónicas y naturales suaves; por la derecha, el toro puntea más la muleta. Una faena fácil, estética, pero sin culminar. La estocada, de rápido efecto, provoca el corte de oreja. Ha estado bien Alejandro pero él puede –y suele– estar mejor. El quinto embiste desigual pero el diestro se mete en su terreno y liga, por los dos lados, muletazos de mano baja. Se le ha visto muy seguro, con la muleta, pero pierde el trofeo por la espada, mal manejada: dos avisos.

Muy justo ha sido que Ginés Marín sustituyera a Roca Rey; se convierte, así, en el único matador que actúa dos tardes: un nuevo éxito, después del de San Isidro. Recibe con lances vistosos, a pies juntos, al tercero, que se mueve pero protesta, rebrincado. ¿No le ha faltado un buen puyazo? ¿Por qué empieza por estatuarios, que no ahorman al toro? Con un toro con genio, complicado, ha mostrado una soltura infrecuente a su edad pero sin lograr lucimiento. Mata pronto. En el último, muy suelto, sin preparativos, liga muletazos de buena clase pero escasa emoción. Mata muy bien. Deja buen sabor pero no logra otro triunfo. Tiene veinte años, ha de madurar, pero sus cualidades son evidentes: facilidad, cabeza clara y torería. Con esas armas, debe llegar lejos.

Nunca he dado demasiada importancia a los trofeos pero lo de estas dos últimas corridas no tiene pase. Conceder la oreja a trasteos sin relieve, sólo porque el toro cae pronto, con una estocada baja, y no valorar una faena plena de torería demuestra una falta de criterio lamentable.

Posdata. Todas las noches, desde la del pasado día 6 hasta ésta, a las 23 horas, se trasladan a pie los toros que al día siguiente se lidiarán desde los corrales del Gas, en las afueras de la ciudad, junto al río, hasta los de Santo Domingo (desde donde saldrán, por la mañana, para el encierro). Es una ceremonia que se repite desde 1899. No hay corredores: acompañan a los toros solamente los pastores, con sus varas, y los cabestros. El recorrido dura 440 metros y se realiza en absoluto silencio, para evitar que se distraigan los toros y puedan dañar a alguien o dañarse ellos. Se inicia cuando suena un toque de cuerno: en la semioscuridad, se escucha el ruido que hacen las pezuñas de los toros, subiendo la cuesta: salvo por algunas farolas, podríamos perfectamente estar en la Edad Media. Aunque muchos no lo conozcan, es una reliquia histórica única: una de las joyas que enriquecen esta fiesta.

COPE

Por Sixto Naranjo. Gusto de Ferrera y trazo de Talavante sin espada

Poca historia tuvo la lidia del primer toro de Cuvillo. No rompió ni humilló nunca el toro y Antonio Ferrera, además de banderillear con facultades, se mostró solvente y robando algún muletazo cuando el toro lo permitió.

La primera oreja de la tarde la paseó Alejandro Talavante del noble segundo, un toro que rompió a embestir con buen son especialmente por el pitón izquierdo. Por este lado se explayó el extremeño en un par de tandas de atalonada planta y expresión en la composición. Corrió la mano con mando y limpieza. A derechas el toro se movió más desordenado y hubo menos conjunción, por ello volvió Talavante a la zurda en un final de faena a menos. No importó que la espada cayese baja. Fue fulminante y eso en Pamplona es sinónimo de trofeo. Liviano, eso sí.

El tercero de Cuvillo dio pocas opciones a Ginés Marín. Éste fue un ejemplar con más genio que entrega y verdadera casta. Se movió, pero sin fijeza ni humillación. Era complicado templar y hacer pasar al toro. Lo despachó Ginés de un bajonazo.

El cuarto fue el mejor toro del sexteto del hierro gaditano. Tuvo ritmo y transmisión en sus embestidas. Ferrera, tras banderillear con ciertos apuros, dominó esa embestida a base de pulso y a quedarse en el sitio para la ligazón. Notables fueron las dos primeras tandas al natural. Rotundas de principio a fin. En redondo el extremeño mantuvo el nivel y al final de faena llegó a incluso a correr la mano con relajo y expresión. Es susto llegó tras un pinchazo hondo. Al intentar descabellar el toro arrolló al torero y lo lanzó por los aires. El pitón no caló por la entrepierna pero el golpe contra la arena fue brutal. Pese al KO técnico, Ferrera pudo volver a la cara del animal para atronarlo definitivamente. La vuelta al ruedo recompensó con fuerza lo realizado.

Los mejores muletazos de Talavante llegaron en el quinto. El de Cuvillo respondió al mando del torero embistiendo con profundidad y entrega. Talavante gustó y se gustó. Hubo ajuste, ritmo y trazo en varias tandas al natural de gran nivel. Lo tenía en la mano. Pero el triunfo se escapó por culpa de un apagón total con la espada.

El sexto fue el toro de menor trapío de lo que llevamos de Feria y, teniendo como último plato a Miura, es más que probable que se quede con este dudoso mérito. Además, su anatomía ya hacía ver que sin cuello iba a ser complicada la humillación. Y así pasó. Si a esa condición le sumamos su falta de raza, la faena de muleta de Ginés Marín no pasó de afanosa. Lo intentó por ambos pitones. Pero era un pozo demasiado seco como para sacar agua.

El País

Por Antonio Lorca. Torerísimo Antonio Ferrera

Antonio Ferrera sacó al cuarto de la tarde del primer puyazo con un delantal suave, primero; otro, toreado con todo el cuerpo, y una media extraordinaria, con el capote arrebujao en la cintura. El público, ensimismado con la merienda, ni se enteró, pero fue lo más interesante de la tarde hasta el momento. Instantes después, con los palos en las manos, protagonizó un brillante tercio, especialmente en el tercero, al quiebro, al hilo de las tablas.

Y muleta en mano, Ferrera volvió a demostrar que es torero en grado sumo; se encontró con un toro encastado, noble y de gran movilidad, y entre ambos compusieron una sinfonía de altos vuelos, la mejor faena, sin duda alguna, de lo que va de feria. Comenzó Ferrera en el centro del anillo con dos tandas de preciosos y largos naturales, grandes fueron los redondos posteriores, y sin el estoque simulado, dibujó preciosos naturales con la mano derecha que supieron a gloria. Alargó la faena con unos últimos naturales preñados de gracia y empaque antes de cobrar un pinchazo hondo que emborronó la gran obra del artista. Falló en el primer golpe de descabello, momento en que el toro alargó el cuello, lo empaló por la pierna derecha, se lo echó a los lomos y se dio un costalazo que se escuchó en toda la plaza. No hubo trofeo, pero la faena fue de auténtica categoría.

El primer toro de la tarde se echó a descansar en la arena en los primeros compases de la faena de muleta, y, en esa cómoda postura, los pitones llegaban a la altura de las hombreras de Antonio Ferrera. Así de grandón era el animal, uno de los más espectaculares de esta feria. Pero ese padre de la ganadería, con casi seis años de edad, y con los achaques propios de la edad, encerraba poca historia brava. Tuvo la suerte de que le tocara un matador en estado de gracia, -fácil y frío, esta vez, con las banderillas- solvente, suficiente, maestro, que anduvo por allí con un deslumbrante conocimiento de los misterios de la lidia. La faena tuvo poco eco en los tendidos, pero fue una muestra de lo que debe hacer un torero en la plaza. El toro carecía de clase, acudía a regañadientes y a media altura, sin atisbo de calidad. Pero lo poco que aprendió se lo enseñó el torero, con suavidad y naturalidad, como debe ser. No le concedieron ningún trofeo, pero la suya fue una lección ejemplar.

El primer ejemplar de Talavante lucía una cornamenta de miedo por la largura y finura de los pitones. El torero sabrá si ese fue el motivo por el que la faena no alcanzó el arrebato que se esperaba de la casta que mostró el animal en la muleta. Ciertamente, todo comenzó con los mejores augurios, pues hermosos y largos fueron los tres naturales con los que inició su labor el torero; hubo, después, otra tanda con la mano derecha de trazo excelente, pero ni uno ni otro fueron a más. Ni el animal mejoró, ni la labor de Talavante fue concluyente y maciza. Mató de un bajonazo, y como eso importa poco en esta plaza, le concedieron una oreja porque el toro murió con rapidez, asunto que aquí es fundamental.

Toreó muy bien Talavante al quinto, un toro noble y con evidente movilidad, y destacó, especialmente, en una tanda de muletazos con la mano derecha, con el toro sometido, al final de la faena, que presagiaba puerta grande para el torero. Todo se emborronó con la espada, llegaron a sonar dos avisos y la puerta se cerró.

El tercero huyó sin vergüenza alguna del caballo de picar en las dos entradas, y se dolió amargamente en el tercio de banderillas. Que era un manso de libro, vamos, y no le hicieron sangre, lo que no fue nada bueno para su comportamiento posterior. Más a gusto se sintió el animal en la muleta, sobre todo por el lado derecho, y mezcló una dosis de nobleza con otra de genio molesto, motivo por el que la entrega de Ginés Marín no tuvo el efecto deseado. Más incómodo fue por el otro pitón, y, al final, lo extraño fue que el torero no paseara una oreja, pues lo mató de otro bajonazo y la muerte fue fulminante.

No pudo redondear Marín su exitosa feria ante el sexto, un toro con movilidad y poca clase, con el que mostró decisión y buenas maneras en una labor con pasajes muy aceptables, pero sin el arrebato necesario. En ese toro, Antonio Ferrera volvió a dejar unas gotas de exquisitez en un quite de tres chicuelinas y una media de auténtica categoría.

pamplona_130717.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:09 (editor externo)