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REAL MAESTRANZA DE SEVILLA

Tarde del sábado, 2 de mayo de 2009

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de Moisés Fraile (1º) y El Pilar (bien presentados, bravos y encastados).

Diestros:

Luis Francisco Esplá, que se despedía. De obispo y oro. Media estocada, tres descabellos (silencio); estocada desprendida, tres descabellos (silencio).

El Cordobés. De oliva y oro. Estocada desprendida y tendida (saludos desde el tercio); estocada, aviso, dos descabellos (saludos desde el tercio).

Javier Conde. De blanco y azabache. Pinchazo, media estocada caída (silencio); pinchazo que escupe, estocada delantera (pitos).

Presidente: Gabriel Fernández Rey.

Tiempo: Soleado con rachitas de viento.

Entrada: Lleno, con huecos.

Crónicas de la prensa: El País, El Mundo, ABC, EFE.


Puerta de Arrastre

Por Santiago Sánchez Traver

Bueno, pues ya tenemos corrida de la Feria. Los seis estuvieron excelentemente presentados, fueron bravos en el caballo, derribaron, tuvieron codicia en la muleta…unos se dejaron más y otros menos. Unos tenían problemas más resolubles y otros más complicados. Pero la corrida de El Pilar es la de la Feria. Esplá que no venía casi nunca a Sevilla -no se entiende la despedida- lo hizo a su modo: adoptando poses de torero antiguo y sin dar un pase. Lo de Conde fue peor, porque se quiso justificar en el tercero sin poder y no quiso ni ver al bravo sexto. El Cordobés hizo lo suyo, lo que sabe. Es más: estoy por decir que es, sin duda, su mejor actuación en Sevilla y los mató bien. Le pidieron la oreja en los dos y, al menos, una debió llevarse en el cómputo general. Pero el toreo es, además de clasista, antidemocrático. Si la oreja la piden los pobres de sol, que no saben de toros, no se concede. Y en esta Feria se han dado dos o tres orejas más baratas o con menos votos -o sea, pañuelos- que los de ayer.


Lo mejor, lo peor

Por Carlos Javier Trejo.

Por fin se rompió el maleficio del campo charro y vimos una buena corrida de Salamanca. Buen encierro de “El Pilar” que fue totalmente desaprovechado por la terna. Por poner un único pero a los astados sólo comentar el estado que presentaban los pitones. Escobillados de manera sospechosa, algunos de salida y otros nada más rozar los burladeros. La corrida, a excepción del primero, fue brava en el caballo, a algunos toros le dieron de lo lindo. Empujaron y derribaron, lo que propició que se jugara el tipo un monosabio, Antonio R. García “Antoñito”, que demostró una actitud de premio al jugarse el tipo aguantando al caballo con bastante riesgo mientras el toro (4º de la tarde) empujaba, y de qué manera, en el peto. La corrida derrochó nobleza y dulzura en la muleta. Si hubiera caído en otras manos…

Esplá se despedía de la afición sevillana, que tuvo la sensibilidad de sacarlo al tercio a saludar tras romperse el paseíllo. Ni siquiera tuvo la deferencia el alicantino de poner banderillas, demostrando ese gran dominio de los terrenos del que hace gala. No acabó de quedarse quieto en el 4º, al que previamente se encargó de mermar en el caballo. “El Cordobés” anduvo más pendiente de agradar a la solanera que de torear como mandan los cánones. Trallazos van y vienen, salto de la rana incluido, que no hicieron pasar de vulgar su trasteo. Eso sí, simpatía a raudales. Completaba el cartel un títere de torero llamado Javier Conde, artífice del toreo deconstruído, como comentaba un buen amigo. Impresentable. Otro taquillazo para la empresa. El próximo año repitan el cartel, pero con toros de Juan Pedro, por favor.


El País

Por Antonio Lorca. El maestro está triste

Luis Francisco Esplá vino a despedirse a Sevilla después de quince años de ausencia y se fue sin decir adiós. Pero, hombre… El maestro estaba triste, sin duda, o era víctima de una mala digestión. Pero el mal semblante se le notaba, y no se supo si es porque se va definitivamente o porque ya no volverá a pisar el ruedo sevillano. Sea como fuere, qué despedida más desangelada, qué rara… La verdad es que siempre se ha dicho que los toreros son raritos.

Ni un capotazo para el recuerdo, ni siquiera un par de banderillas Y mire usted que Sevilla se portó bien. Después de tan prolongada ausencia, va y lo saca a los medios al finalizar el paseíllo para dedicarle una cariñosa ovación. Hay quien dice, sin embargo, que quien tenía que haber aplaudido era él por permitírsele que se despida de una plaza donde se le conoce poco; pero dejémoslo ahí. A partir de entonces, era lógico pensar en una disposición, una motivación, un afecto, una alegría… En fin, una despedida de maestro. Pues, no. Esplá se ha despedido de Sevilla desabrido, anodino y desangelado. Ni un capotazo para el recuerdo; siquiera un par de banderillas, pues se negó a ello en ambos toros, y sólo algún esbozo de naturales en su primero; pero todo con escaso ánimo y menos consistencia. Es verdad que su lote pecó, acaso, de sosería, pero no menos que la que él demostró durante toda la tarde.

Triste, pues, la despedida de quien se esperaba que dejara en esta plaza el sello de una torería que se ha ganado al cabo de una trayectoria tan respetable como irregular. Pero, después de la ovación de recibimiento, la reprimenda: para ese viaje no se necesitan alforjas. Dicho de otro modo: para esa cara tan triste se queda uno en casa o da una copita en la feria a los amigos y todos tan contentos. La tristeza de Esplá, si no es producto de una mala digestión, es difícilmente digerible. Adiós, muy buenas.

Menos mal que estaba El Cordobés, que es un hombre simpático, sonriente siempre, con una vis cómica que le permite conectar rápidamente con los tendidos. El problema es que como torero no resiste el más mínimo análisis crítico. Es un diestro de plazas portátiles, y la Maestranza le viene grande, muy grande. Le tocaron en suerte, primero, un bombón, y, segundo, el toro más noble y que más ha durado en la muleta de toda la feria. Dio unos tres mil trapazos, contados uno a uno, pero no toreó absolutamente nada. Carece de los mínimos recursos lidiadores, ahoga las embestidas, da medios pases, y, cuanto más mejora el toro, peor lo hace el torero. Pero muy sonriente siempre… Desaprovechó su buena suerte y fue una pena que el quinto, que embestía con fijeza y los pitones por el albero, se fuera sin torear. La verdad, dicho sea sin acritud, es que El Cordobés torero es un horror. Y no hay adjetivo posible cuando se empeña en hacer el salto de la rana. Menos mal que el hombre es simpático y tiene cara de buena gente.

Y Javier Conde ni es triste ni es simpático. ¿Entonces? Es hierático; tiene porte de modelo y una mirada altiva. Es un torero posmoderno. Torear no torea, eso sí. Su ánimo lo tiene prendido con alfileres; el sitio, perdido, es un mar de dudas y le pueden la inseguridad y la desconfianza. Naufragó ante el suave y dulce tercero, con el que, incomprensiblemente, no se entendió, y nadó entre la sosería ante el más parado cuarto, que había empujado de verdad en el caballo y llegó sin codicia a la muleta. Pero Conde no pierde nunca la compostura. Conde es modelo.


El Mundo

Por Carlos Crivell. Lamentable despilfarro de toros

Salió una corrida de toros, por fin, en esta feria tan escasa de casta y bravura. Con el hierro de El Pilar, el encierro reunió presencia y movilidad. Algunos mansearon; otros derrocharon bravura, como el sexto; todos se dejaron torear por su bondad y nobleza en distinto grado. Pero la terna no estaba capacitada para lucirla. Hicieron lo que pudieron, que fue más bien poco.

Ya pasó en la corrida del sábado de farolillos del pasado año. La corrida de Torrestrella fue excelente y la terna mediática del día no la aprovechó. Este año ha sido más grave el asunto. La corrida de El Pilar ha sido ideal para los toreros y se ha marchado al desolladero sin un pase digno de tal nombre.

El problema de la corrida venía ya desde su mismo anuncio. Con la excusa de una despedida de Sevilla se contrató a Esplá, cuya relación con la Maestranza es nula. Las despedidas son para lugares que se han frecuentado. El Cordobés es lo que es y, a estas alturas. poco nuevo hay que hablar de su tauromaquia. Y Javier Conde tampoco anda en su mejor momento.

Con estos ingredientes la corrida pasó entre el lamento del buen aficionado al comprobar cómo toros de calidad morían sin recibir una lidia digna. Para colmo, la Maestranza fue una plaza desnaturalizada en esta fecha, ocupada por un público festivo e ignorante que fue capaz de gritar ¡torero! a un vulgar trapacero. Ese detalle es un golpe brutal al prestigio del coso. Pero así es la Fiesta.

Esplá se marcha. La plaza lo sacó a saludar tras el paseíllo porque lo cortés no quita lo valiente. No puso banderillas, movió las zapatillas en bailoteos sin ritmo ante sus dos astados y los mató como mejor pudo hacerlo. No está para torear en una plaza seria, sobre todo porque su falta de quietud, que tampoco es de estos tiempos, le impide centrarse. El primero embistió mucho a media altura y el de Alicante lo pasó sin reposo.

El cuarto fue machacado en un tercio de varas mortífero. El animal se dejó torear, aunque el castigo le mermó mucho. La plaza, ahora sí respetuosa, se quedó muda.

El Cordobés hizo lo que sabe. El problema es que está tan acostumbrado a torear en los pueblos que creyó que la Maestranza era una portátil. Se enfrentó a dos astados nobles y repetidores, se los llevó al amparo de su gente de sol, les dio cientos de pases sin clase ni templanza, fue muy celebrado cuando osó dar el salto de la rana y mató pronto. Su público le gritó «torero» en un agravio para tantos matadores como han pisado este albero, pero fue honesto consigo mismo. Fue el hombre simpático de siempre, hizo lo que sabe y al que eso hace no es justo pedirle otra cosa. El problema es que no está para torear en Sevilla. O está sólo para torear en festejos fuera de un ciclo como la Feria de Abril. El caso de Javier Conde es diferente. Sus problemas llegan de la alta desconfianza que exhibe ante los toros. El tercero repitió arrancadas nobles para recibir pases en tandas cortas. Más grave fue lo del sexto, toro bravo en el caballo, castigado de forma exterminante, que llegó al final noble aunque con el viaje algo corto. Ese problema no puede justificar las inhibiciones del torero malagueño.

La reflexión es simple. Si la empresa pone este cartel el sábado, día en el que huyen los aficionados de la plaza, cuando el coso casi se llena por la inercia de la fecha, pues que se ofrezcan oportunidades a toreros necesitados de dar el salto a la gloria. Es lamentable que los espadas de esta corrida hayan despilfarrado esta corrida tan buena de El Pilar y encima el premio sea, probablemente, volver el año próximo. Bueno, por lo menos Esplá ya no volverá. Que le vaya bien en otra faceta.


ABC

Por Zavala de la Serna. ¡Vaya buena corrida de El Pilar!

El viento de levante peinaba el puente de Triana, enroscándose en la cintura de Belmonte, caminito de las apagadas fraguas. Manuel Luque ejercía de cicerone trianero. Viajamos por la casa de Chicuelo, y la de Maera, y la de Antonio Montes, y la de Gitanillo, y la de Muñoz, 78 de la calle Pureza, sin placa -¿hasta cuándo?- como todas las demás. Desde las estrechas paredes de Hermes se veían las banderas de la Maestranza flamear alocadas. Hay un triángulo en Triana, la O, San Jacinto y Santa Ana. Han escondido allí a la Esperanza al resguardo de las obras, vigilada por el Cristo de las Tres Caídas. El río Guadalquivir bajaba, o subía, sin saber qué decidir, si me quedo con Sevilla o me paso a vivir aquí. Afortunadamente tiene las dos orillas abrazadas. De la torería del paseo matinal descendimos a la tarde que despedía a Luis Francisco Esplá de la Maestranza, donde no pisaba hace más de quince años. Exactamente dieciocho. Más o menos. Esplá saludó una ovación al romper el paseíllo. Sería lo más torero con el transcurrir de las horas. No banderilleó ninguno de sus toros, que no le ayudaron. Su rajado primero, que se movió más que una langosta en el cocedero, por los adentros se los tragaba. Dios, como decía mi difunto padre, es muy mal aficionado. Que tres de los toros de esta feria en la que no han embestido ni los carretones se los hayan llevado Manuel Díaz «El Cordobés» y Javier Conde es como para volver al puente de Triana, atarse un yunque al cuello, y al grito de ¡viva España! decir adiós a este mundo cruel. Y el quinto, con lo grande que era, ¡cómo fue! ¿De premio? Tal vez. A más constantemente, no se cansó de embestir en todos los terrenos donde Manuel Díaz le pegó pases, desde la sombra al sol. Diez minutos completos de derechazos a mansalva. Hasta que sonó el aviso, y la solanera se desgañitaba en gritos de «¡torero, torero, torero!», y parte importante de los tendidos caros, supuestamente serios, ondeaba pañuelos, como en el suyo anterior, pero sin la rana croando ni saltando ahora. Se aplaudió a rabiar. Mucho AVE, mucha Mancha y Alicante. Pero… ¡ay, Sevilla, de mis amores! La presidencia ordenó cordura en categoría, la que no le ha dado a la Maestranza la empresa con este cartel de Móstoles, Pinto o Valdemoro, con perdón de Esplá. La plaza no se llenó siquiera en fecha de reventón. Hay que replantearse estrategias. La Feria no puede acabar el jueves de Farolillos, ahora con permiso de Miura. La caja no lo es todo…

Al fuerte sexto le endilgaron dos puyazos de tomo y lomo. Apretó y luego quedó por ver en las manos de Conde, que le decía a Eolo en el tercero «¡párate viento!» ¡Párese usted! Si sería extraordinario el toro por el izquierdo que le corrió la mano en tres o cinco naturales con su aquél, antes de iniciar circunloquios de paseos, soliloquios periféricos, adornos de quítate, chicotazos y birlongué.

¡Vaya corrida de El Pilar! Tres toros de categoría y el resto, mejor o peor, con movilidad. ¡Que se mueva el toro!


EFE

Por Juan MIguel Núñez. Buena corrida de 'El Pilar' que acaba sin trofeos

En la Ficha de la corrida podría estar resumida la crónica del festejo: toros buenos y “marcador” de trofeos a cero. Pero no del todo. Pues si tal titular se desarrolla, naturalmente es para abundar en el excelente comportamiento del ganado, aunque tampoco fueron tantas las carencias de la terna por irse de vacío.

Para empezar, tres matizaciones: el lote de Esplá no fue tan propicio; El Cordobés hizo un toreo, a su manera, que satisfizo a muchos; y el mismo Conde, que salió entre almohadillas, resulta que pegó muletazos de una belleza indescriptible, de especial encanto.

Esplá, dieciocho años ausente en La Maestranza, hoy decía adiós a esta plaza. Le ovacionaron tras el paseíllo, pero fueron las únicas palmas que escuchó. La verdad es que su manso primero, “rajado” y suelto, regaló muy pocas embestidas. Y el cuarto, aunque se movió más, tomaba la muleta volviéndose, pendiente de lo que se dejaba atrás. La apuesta del alicantino fue firme y muy seria.

El Cordobés tuvo un primer toro que “sirvió” mucho y con el que tardó en acoplarse, pero cuando lo hizo firmó muletazos de muy buen trazo. Un toreo clásico y profundo que mezcló con extravagantes heterodoxias, que dicho sea de paso restaron más que sumaron. Concretamente “el salto de la rana” quitó pañuelos en la petición final de oreja. Aunque tampoco hubiera pasado nada malo si el presiente saca el suyo.

Ya en el quinto cuidó más la compostura, muy encajada la figura, corriendo la mano con temple y gusto, hilvanado perfectamente las series. Un forma de torear que no siempre se le reconoce, ya que la gente está acostumbrado a “lo otro”. Es el precio de su carisma popular. Una pena que no se sepa discernir y valorar lo que es la puesta en escena y posteriormente el desarrollo de la obra.

El Cordobés estuvo muy bien. ¿Que, fue un gran toro el que tuvo delante? De acuerdo, pero él lo cuajó. De nuevo le pidieron con fuerza la oreja, que por segunda vez le denegó “el palco”, presumiblemente por los dos descabellos que necesitó tras la estocada.

Conde también firmó pasajes excelentes, a pesar de que en el computo de la tarde es el más perjudicado. Pero ahí están los naturales en dos series de inicio de faena a su primero. Puro arte. Anda que si llega a seguir en ese aire. Por cierto que fue el viento el que le obligó a enmendarse cuando cambió de mano.

Lo bueno de Conde es el virtuosismo de sus formas: torea como nadie, de sentimiento. Lo malo es que no sabe disimular cuando las cosas no vienen bien. Como le pasó en el sexto, toro que “se rompió” en el caballo, en una pelea de desbordante bravura. Infame castigo que terminaría pagándolo el torero, pues se agarró el animal al piso y no fue fácil hacerle ir para adelante.

Sevilla Temporada 2009

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