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Real Maestranza de Sevilla

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Viernes, 9 de mayo de 2014

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de Victoriano del Río (bien presentados, con buen juego, excepto el 1º, inválido. Destacaron 4º, 5º y 6º, aplaudidos en el arrastre).

Diestros:

Enrique Ponce. De azul pavo y oro.. Media atravesada (silencio); pinchazo hondo tendido, aviso, pinchazo hondo, estocada (vuelta al ruedo).

Sebastian Castella. De azul añil y oro. Estocada (silencio); pinchazo, estocada (silencio).

Joselito Adame. De sangre de toro y azabache. Media estocada tendida, dos descabellos (vuelta al ruedo); estocada trasera y tendida, aviso, dos descabellos (oreja).

Subalternos que saludaron: la cuadrilla de Sebastian Castella (Javier Abel, José Chacón y Vicente Herrera) en el 2º.

Entrada: tres cuartos de plaza.

Tiempo: soleado, caluroso al principio.

Presidenta: Ana Isabel Moreno.

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Crónicas de la prensa:

Puerta de Arrastre

Por Santiago Sánchez Traver

La tarde empezó malamente, con un toro inválido de Victoriano, pero después, como el refrán gitano, se arregló y vivimos el mejor festejo de la Feria 2014. Los toros, salvo ese primero imposible, sirvieron, aunque había que trabajárselos, como hicieron Ponce y Adame, y como no hizo Castella. Ponce en el cuarto estuvo soberbio, en maestro absoluto. Con su privilegiada inteligencia fue haciendo la embestida del toro hasta hacerlo parecer extraordinario. A la vez él se fue contagiando del entusiasmo del público y se fue creciendo y entregando. Extraordinaria faena de pureza y de matices, que valía dos orejas si no hubiera pinchado dos veces. Pero las orejas sirven de poco cuando una faena no se recuerda y ésta ha quedado grabada en la memoria colectiva de la Maestranza. De Castella queda dicho que pudo hacer más, mucho más, en especial en el quinto, y ha desaprovechado una feria en la que venía de protagonista. Joselito Adame sí justificó su presencia en Sevilla. Dos faenas extraordinarias, la primera de más tesón y valor, la segunda de más calidad y firmeza. Pudo cortar oreja en la primera y se la dieron merecidamente en la segunda, a pesar de fallar el descabello. Tarde redonda para el hidrocálido que pudo serlo más si con la espada redondea el triunfo. Bien la cuadrilla de Castella, como siempre. Hubo tres cuartos o algo más, no algo menos como dicen otros. Y mañana la mediática y quedan los rejones y los Victorinos para los posibles triunfadores del ciclo.

Lo mejor, lo peor

Por Sandra Carbonero

Lo mejor: El Maestro y el Aprendiz. La Feria ya va tomando tintes de diferentes matices. Porque el toreo es y necesita eso, variedad. Hoy hemos visto dos formas de torear y de triunfar distintas. La madurez y el magisterio de Ponce se han plasmado en el cuarto de la tarde. Ha tirado de técnica y de su capacidad aplastante para cuidar al animal y hacer que fuera a más. Plasticidad en cada muletazo más templado y un epílogo que enloqueció a los tendidos. Hubieran caído las dos orejas pero los aceros fueron traicioneros. El otro triunfador, que sufrió el mismo problema con la espada fue Adame. El mexicano, que estuvo arropado por muchos compatriotas suyos, ha estado toda la tarde con una ilusión y ganas tremendas ir a por todas. Se llevó el lote y supo aprovecharlo en gran medida. Valiente, se fue a portagayola en las dos ocasiones. Estuvo variado con el capote y arrollador con la muleta. Adame pide paso en los carteles de España.

Lo peor: La misma historia. Última tarde de Castella en la Feria. Última oportunidad de remontar la tarde anterior. Última oportunidad de entrar en Sevilla. El galo sigue sin verlo claro en la Maestranza desde hace unas temporadas, hasta el punto que el público ya empieza a estar molesto con él y al mínimo error le pita. Otra tarde más que se le va un buen toro.

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Diario de Sevilla

Por Luis Nieto. Raza hidrocálida y torería levantina

Los tendidos más nutridos de público, calor sin bochorno, el recuerdo del día anterior con ese Niñato que todavía continúa embistiendo en los corazones de los aficionados. Era todo un alivio para el calvario que está viviendo la afición sevillana. Los prolegómenos, el ambiente previo a la cita en la plaza, parecía presagiar algo extraordinario. Casi se cumple. Porque hubo momentos interesantes, con dos protagonistas por distintas vías y estilos, que no redondearon por los aceros y fueron tratados con benevolencia en los premios por un público que disfrutó y batió palmas fundamentalmente con estos dos diestros:un mexicano, Joselito Adame –vuelta y oreja–, que se entregó con raza y un Enrique Ponce, quien en sus bodas de plata como matador de toros tiró de oficio, siempre con clase y torería –dio una vuelta al ruedo–.

Joselito Adame tuvo el mérito de una entrega total ante su lote, al que recibió con sendas largas cambiadas de rodillas frente a toriles. Ante su primero, tercero de la tarde, de preciosa lámina, se echó cuerpo a tierra para librarse de una cornada cantada. Luego, con el capote, apuntó mucho, pero faltó calidad, como en un quite por lopecinas, al paso, que resultó embarullado, pese a la gran ovación de un público ávido de lances inusuales. La faena de muleta resultó desigual, con la mayoría de series cortas, como el propio trasteo, pero con intensidad enorme en algunos pasajes, como una tanda diestra en la que el toro se paró y el mexicano resolvió con un fallero –muletazo por la espalda– improvisado para evitar una cornada. A partir de ahí la música acompañó su labor, que tuvo un final feliz junto a rayas, con la serie más honda de la faena. Todo ello intercalado con remates bellos, por bajo. Tras media estocada, precisó de dos descabellos y dio una vuelta al ruedo.

Joselito Adame volvió a jugársela en esa ruleta rusa que es la suerte a portagayola, ante ese portón tan gigantesco de toriles de la plaza sevillana. Más ruleta rusa delante de un cañón, por sus dimensiones, que con una pistola. El hidrocálido tiró de tela un pelín antes de tiempo y volvió a meter el miedo en el cuerpo a los espectadores. Las verónicas no pasaron de ganar terreno. Y en el trasteo hubo arrojo y detalles de calidad, desde una apertura con muletazos por alto a pies juntos, muy ceñidos, junto a tablas del 5, hasta un cierre arrebatador con la diestra, en el que se echó encima al toro, recibiendo un tremendo porrazo, del que se recuperó. En mitad del camino, en una faena basada en la derecha –mejor pitón del toro–, lo mejor llegó con unos derechazos muy expresivos, rematados con una trincherilla honda, en la que el pequeño Adame, gigante de corazón, bajó tanto la mano que parecía que el albero engullía una escultura con ese muletazo. El diestro tuvo en todo momento metido al respetable. Entró a matar en la suerte contrario, tirándose a ley, de verdad para una estocada entera. El toro buscó tablas y no caía. Pasó el tiempo, con el público atónito, esperando que cayera el cornúpeta para sacar los pañuelos para solicitar una oreja, quien sabe, dos. Adame esperó, sonó un aviso y tuvo que echar mano del verduguillo, que empleó en tres ocasiones –dos golpes en el primer intento–. Pese a todo, hubo petición de oreja, que la presidenta concedió.

Enrique Ponce estuvo bien ante el cuarto, de pitones tocaítos, con el defecto de embestir con la cara alta. Por el izquierdo se revolvía con prontitud. Por el derecho lo fue haciendo un Ponce que comenzó con muletazos en una apertura genuflexa elegante. Continuó alargando su embestida a base de toques en otras series. Lástima que con la música y el público de su parte, el toro se rajara pronto. En cualquier caso, cerró con unas bellas poncinas –muletazos genuflexos semicirculares, marca de la casa–, que el valenciano construye con empaque. El epílogo, con extraordinarios ayudados, rezumó torería y le dio cuerpo a la faena. En la suerte suprema, apostó por la suerte contraria para una media, pinchazo y una entera algo caída… y vuelta al ruedo.

Ponce, con el que abrió plaza, un astado moribundo, tras una voltereta, al que la presidenta, Anabel Moreno, mantuvo en el ruedo entre las protestas de un publico indignado con toda justicia y un rosario de caídas, hizo el paripé de un trasteo inexistente.

Sebastián Castella cerró sus dos tardes sin acierto, silenciado en su lote, como en su primera comparecencia. Ante el segundo, que se rajó muy pronto, lo mejor fue un explosivo comienzo de faena desde largo, con muletazos por alto; propinando la estocada de la tarde. Y ante el manejable quinto, labor entonada, con tandas cortas o muletazos sueltos para cerrar con una arrimón, con el público pidiendo que cortara.

De nuevo, dos horas y media de duración. Aunque, el espectáculo, no se hizo largo. Raza hidrocálida y torería levantina fueron las notas de valor positivo en la undécima en la Maestranza.

El Mundo

Por Vicente Zabala de la Serna. Ponce se reencuentra con Sevilla

Las lágrimas de dolor que le han caído a Enrique Ponce con el pecho reventado para estar en Sevilla sólo las conoce Enrique Ponce. Y quien pretenda restarle un ápice de valor a su comparecencia únicamente puede aspirar al título, nada honorífico, de ilustrísimo cabrón de la cofradía de la santa amargura. Al final, todo sacrificio encuentra su recompensa. A pesar de la puñetera espada, la entrega de la Maestranza ya merece la contrarreloj sin respiro de la cicatrización de la mente y el alma. Ponce se reencontró consigo mismo y con la afición sevillana, o lo que queda de ella, tantos años después. Por este orden de importancia. Corría el año 2006 cuando el título 'De Ponce es el trono de Sevilla' causó fortuna. Si ayer entierra el acero, tal y como bullía el personal en los tendidos, se repite de otro modo y en otras circunstancias la coronación ocho años después, que en 25 de alternativa pesan como una cuesta arriba.

En la ceremonia del maestro de Chiva se coló como un ratón con hambre de león el mexicano Joselito Adame. Y, como suele suceder en las grandes tardes de expectación, el lote de toros para armar la revolución entró de golpe en las manos del artista invitado. Adame la revolución la montó con todo el arsenal -no perdonó ni un quite- del que dispone, pero a unas revoluciones que cualquier atisbo de templaza sería un espejismo entre la 'polvaera' de albero. Doy fe, sin embargo, de que si mueren Jarretero y Despreciado con prontitud, habemus Papam de México. Una (auto)vuelta al ruedo y una oreja premiaron finalmente todo lo hecho, que fue muchísimo, menos torear mínimamente despacio.

Ponce había sido fiel a Ponce una vez más, así que pasen 100 años, con un toro alto de agujas, engatillado y largo, que embistió con nobleza paciente sin terminar de humillar. El toro preciso en el momento oportuno. A su altura, tras doblarse con elegante genuflexión de apertura, Ponce lo tapó mucho con la muleta de pantalla siempre puesta. Para que no parase. Para darle el ritmo que le faltaba. Los toques precisos y la limpieza inmaculada sin soltar. Los pases de pecho inmensos multiplicaban el eco de las series. Entre las rayas los cimientos de la faena. Para el toro y por el viento, que molestó toda la tarde, como en la única intentona zurda. Una trincherilla desenredó los nudos. Y volvió al toreo en redondo pero ya para apurar y explotar el fondo del toro, con un zapatillazo provocador y la mano más exigente. La coda de la poncina que a la peña le fascina, y que a mí no es que no me guste, es que me jode particularmente, enloqueció a la Maestranza como en aquella inolvidable fecha del 21 de abril de 2006. Y como entonces falló la espada. El toro de Victoriano del Río echó la cara arriba y evitó la reconquista materializada. El paseo del irregular anillo maestrante le supo a gloria a Enrique Ponce, inédito como había quedado con un hermoso y redondo ejemplar del ganadero de Guadalix que o se dañó en un violento volatín o enfermó para derrumbarse así.

Adame a portagayola recibió a un guapo burraco, largo y culopollo muy domecq. Si no echa cuerpo a tierra… Las zapopinas del quite formaron un fenomenal lío, apretadísimas y peligrosas por el azote de Eolo. Después toda la faena sucedió con una velocidad ta formidable para lo bien que embestía Jarretero que no se recuerda un solo muletazo.

Por su parte no quedó para marchar otra vez a la puerta de toriles. El más terciado último apareció como una exhalación y se soltó de capotes y caballos. Pero, ay, amigo, el carbón lo conservó para la 'speedy' faena de Joselito Adame. Un volteretón al rematar un molinete le concedió aún más emotividad al asunto y le condujo en volandas hasta el trofeo que ni dos descabellos impidieron.

Para el final, Sebastián Castella, que fue como un alma en pena sepultado por la losa de su, llamémosle, complejo sevillano. El hechurado quinto, tardearía y lo que se quiera hasta apagarse, pero embistió 25 veces humilladísimo y con calidad. Lo que no entiende ni Dios son esas lidias interminables ni los tres encontronazos con el caballo ni irse a la otra punta de la plaza a hacer un quite. Porque el hocicudo y rajado toro anterior no valió ni para la foto.

El País

Por Antonio Lorca. La bisutería como alimento

Le concedieron una oreja a Joselito Adame por su labor decidida al encastado manso que cerró la tarde, un toro que embistió con el alma y se encontró con un torero enrabietado —tremenda voltereta incluida— que lo toreó a media altura, trazó medios pases, no lo llevó prendido en el engaño y dejó pasar una ocasión de oro para haber entrado por la puerta grande en el corazón de esta plaza. No se le deben poner muchas pegas al mexicano, pues fue encomiable toda su labor: esperó a sus dos toros de rodillas en los medios, se mostró muy variado con el capote, de modo que se jugó el tipo por chicuelinas y gaoneras, ajustadísimas todas, y deslumbró al personal con las espectaculares zapopinas. Pero, muleta en mano, y sin perder el buen sentido del gusto que encierra el torero, pierde muchos enteros, y aparece la moderna bisutería de una tauromaquia superficial, hueca y muda.

Lo mismo, salvando las distancias, ocurre con Enrique Ponce. Algo tendrá el agua cuando la bendicen. Algo habrá hecho en casi 25 años de carrera para que sea considerado por todos un catedrático del toreo. Atraviesa una brillante madurez, está pletórico de recursos, desborda gusto y estética hasta rozar la cursilería, —sus famosas poncinas son de una fealdad fulgurante—, y no dice casi nada; no emociona, no arrebata ni conmueve. Su toreo de ayer fue pura bisutería.

Sorprende el alboroto que provoca este torero entre el público, pero su labor no resiste un análisis sereno. No se prodigó con el capote y las verónicas con las que recibió a su lote encerraban una espantosa vulgaridad. Es verdad que ante el cuarto construyó una faena de menos a más a un toro soso y aplomado, pero no es menos cierto que es torero ventajista, que no carga la suerte, que muletea despegado y deja solo migajas para el recuerdo. Su labor a ese toro fue la lección superficial, epidérmica e insulsa de un maestro que no parece dispuesto a apretarse los machos para poner la plaza del revés. Sobró facilidad y faltó esencia; sobraron ventajas y se echó de menos el torero embraguetado. Será que hoy se ha impuesto la bisutería, que se ha perdido la exigencia y basta con el mínimo esfuerzo. Pero a un catedrático como Enrique Ponce hay que exigirle más, mucho más, en la plaza de la Maestranza.

Y Castella volvió a desperdiciar un toro de triunfo, el quinto, noble y repetidor, al que, según su costumbre, enjaretó una espuerta de pases a cual más vano. Lo intentó de veras, pero solo le salieron trapazos. La que estuvo bien fue su cuadrilla de a pie: José Chacón y Javier Ambel, con capote y banderillas, y el tercero Vicente Herrera.

Pero hubo más. Hubo hasta ¡protestas! en la Maestranza —quién lo diría…— ante la manifiesta invalidez del primero, que se rompió en una voltereta en el capote y quedó hecho un guiñapo. Hasta cuatro veces se despanzurró en el albero ante la cara de Ponce, y uno de sus subalternos lo agarró por el pitón izquierdo con la intención, se supone, de levantarlo. Bendita minoría de un público apático que se traga todos los sapos que saltan al ruedo. Adame quiso y se quedó a medio gas con su primero, y su faena de muleta no alcanzó el vuelo deseado a pesar de su decisión y firmeza. Es lo de antes: se le nota que no domina el concepto de la hondura. Y qué decir de Castella ante el toro basura que salió en segundo lugar. Lo citó en los medios por estatuarios y allí se dejó el pobre la poca vida que traía de los corrales.

La Razón

Por Patricia Navarro. Ponce sintoniza y Adame se lo lleva

Hacía tres días que Joselito Adame había pisado esta misma plaza. Tres días, tres. Cinco que lo haría Enrique Ponce en esa reaparición exprés después de la cornada de Valencia. El mexicano llegó a la Maestranza revolucionado. Se olía. Se fue a portagayola dos veces. Irse allí es quemar el cartucho sin dejar huecos. A la desesperada. Ahora o nunca. Y así es. Hay trenes que pasan una vez, y en ocasiones se repite pero eso nunca se sabe. Muchos pueden esperar sin desesperar que volverá, a otros a nada que se les resbala un pie han de despedirse. Adame se aferró al sexto con todas sus armas. Quitó por chicuelinas y dejaría después una faena con pasajes muy distintos. La nobleza del toro encontraba amplitud de viaje en la muleta del torero, aunque cuando le atacaba parecía que el de Victoriano del Río protestaba. Joselito fue a cambiar la muleta y en ese paréntesis, respiró el toro, oxigenó y en la distancia recobró la embestida una vida inesperada. Adame hilvanó las arrancadas, viaje a viaje, pase a pase fue componiendo la labor, recomponiendo una obra que aspiraba a ganarse al público y lo logró. Cogió la zurda y hubo toreo, hasta que en una trinchera, ya había firmado unas pocas antes en el prólogo muleteril, se la pegó a la inversa: el toro a Adame. Cogida seca y brusca. Cambió el toro ya, más orientado y rajado. Pero la faena estaba hecha. Se tiró a matar, entró, milagro, punto tendida, punto atrás, muerte lenta, y dos descabellos. Un trofeo. El cuarto que se corta (en el toreo a pie) en lo que llevamos de feria. Con su tercero también se había ido a la puerta de toriles. También quiso lucirse con el capote, variedad, aunque no le salieran rotundos los lances. El toro no regalaba ni media. Cada embestida había que alargarla y llevarlo siempre muy embebido en la muleta, a la mínima se desentendía en busca de otras opciones. Fue su tarde, por actitud y entrega, acotando ese camino tan bueno que dejó antes de que el invierno nos atrapara de lleno.

Menos mal que lo de Enrique Ponce con el primero no fue premonitorio de la tarde. La invalidez del primero cambió los humos a la afición sevillana y por un momento aquello pareció Madrid. Con el cuarto Ponce sintonizó con Sevilla. Fue toro interesante, tenía buen fondo para sacar, y se vio cuando le atacó y entonces el de victoriano quería muleta y allá iba con bondad. El torero intercaló pasajes más dilatados, muletazos de uno en uno, con otros tiempos y tandas más rotundas y ligadas, que fue cuando se reencontró y conectó vía directa con la afición sevillana. Se cruzó la espada.

Rajado fue el segundo para Sebastián Castella y con opciones un quinto, que tomaba el engaño con nobleza y buen aire. La faena fue extensa y correcta. Nada más. El toro tomó con largura la muleta por la zurda, pero una sola tanda salpicó el trasteo. Muchos pases. Pocos recuerdos. Malas cuentas. Se entonaba la feria, trofeo para el mexicano.

ABC

<img src="http://www.portaltaurino.com/images/criticos/fdo_carrasco.jpg"/>Por Fernando Carrasco. Un pletórico Ponce marra con la espada un triunfo de clamor

Enrique Ponce, a sus veinticinco años de alternativa, ha dado este viernes en la plaza de toros de Sevilla una auténtica lección de magisterio. El de Chiva, pletórico con un toro que no era fácil, ha estado sensacional y sólo el fallo con la espada le ha privado de un triunfo de clamor. Aún así, ha dado una vuelta al ruedo entre el beneplácito del público.

También ha ofrecido una muy buena dimensión el mexicano Joselito Adame, que con un buen lote de Victoriano del Río ha dado la vuelta al ruedo en su primero y ha cortado la oreja del sexto. Desapercibido, y con toros, ha pasado el francés Sebastián Castella.

Ponce no ha podido hacer nada con su primero, un toro noble pero atacado de kilos que no ha podido con su alma y que se ha echado en varias ocasiones. Pero se ha desquitado con el cuarto, al que a pesar de tardear en los inicios, lo ha toreado con el capote de manera aceptable.

La faena la ha iniciado con unos doblomes con mando y transmisión para sacar al toro fuera de las rayas de picar. Primero, de manera paciente, lo ha ido ahormando en dos series sin demasiadas apreturas y sin obligarle mucho, vaciando las embestidas hacia afuera y en línea recta.

Luego, a mitad del trasteo, ya con el toro entregado, el valenciano le ha dejado la muleta en la cara, ha tirado de su enemigo y ha engarzado los muletazos ligando siempre y rematando airosamente con los de pecho o bien por bajo.

Una serie al natural, de uno en uno, ha prologado un final de faena de grandísimo nivel, con una serie diestra extraordinaria para dejar dos poncinas (cite con la derecha con la rodilla derecha flexionada para alargar la embestida por ese pitón), dos trincherillas y un magistral pase de pecho.

Todo eso se ha venido abajo al marrar con la espada en dos ocasiones y dejar una estocada al tercer encuentro. Pero faena de maestro y aclamada vuelta al ruedo.

Joselito Adame ha recibido a sus dos toros a portagayola. Muy bien el inicio de faena a su primero, un toro encastado que ha pedido mando y que le dejasen la muleta en la cara. Así lo ha entendido el mexicano, que ha brillado sobre todo sobre la diestra. Toro importante al que le ha tragado en los últimos compases de faena. Los dos descabellos han dejado todo en una vuelta al ruedo.

Otro toro bueno ha sido el sexto, repitiendo y con vibración. Adame, queriendo mucho, lo ha toreado muy bien, primero en estatuarios y luego sobre la diestra en series quizá algo ligeras pero emocionantes. Bajó algo al natural pero subió de tono sobre la diestra, donde recibió una fea voltereta al rematar con un molinete. Se levantó sin mirarse y una postrera serie a diestras encandiló al respetable. Y la gran estocada, que ha necesitado de dos descabellos, le ha puesto la oreja en sus manos.

Mal sin paliativos Sebastián Castella. Faena fría y sin alma a su primero, que quería tablas, y otra de muchos pases sin decir nada al quinto, un toro que no se cansó de embestir.

Toromedia

Joselito Adame corta una oreja y Ponce da una vuelta al ruedo

Enrique Ponce recibió con buenos lances al primero de la tarde, un toro justo de fuerza que fue protestado. En la muleta se le cayó en los primeros compases de la faena. Por mucho que intentó cuidarlo, el de Victoriano del Río claudicaba constantemente, derrumbándose ya en la segunda serie y provocando el enfado general. Mató de pinchazo hondo. Silencio.

Ponce se volvió a lucir con el capote en el cuarto, sobresaliendo los lances por el lado derecho. También fue bonito el comienzo de faena con doblones llevando al toro. El de Victoriano del Río embestía muy apagado y Ponce le dio una primera serie templada a base de provocarlo. En la segunda tanda atacó más al toro y en la tercera hizo sonar la banda. Ponía mucho más el torero que el toro. Y en la cuarta ligó la serie más redonda. Al natural el toro no respondió igual y de nuevo levantó la faena con la derecha con una serie enorme y terminó con dos poncinas que fueron un magnífico epílogo. Falló con la espada y perdió el triunfo, pero dio una vuelta al ruedo.

La cuadrilla de Castella se lució en el segundo de la tarde, saludando José Chacón y Vicente Herrera. Castella apostó en el inicio de faena, comenzando con muletazos por alto sin moverse. El toro se agotó en apenas dos series, limitando el lucimiento del torero, que insistió sin resultado. Mató de estocada efectiva. Silencio.

Castella comenzó de forma entonada la faena al quinto. Logró momentos destacables por ambos pitones pero de nuevo le costó llegar al público. Destacó una serie de naturales avanzada ya la faena. Terminó en terreno de cercanía y se extendió demasiado en su labor. Mató de pinchazo y estocada. Silencio.

Joselito Adame se fue a portagayola en su primero y después dio lances animosos. Hizo un quite por zapopinas vistoso y comenzó la faena doblándose bien con el toro. La primera serie fue ligada y transmitió y también la segunda. Sonó la música y la faena bajó al natural pero volvió a subir con la derecha, recuperando el tono vibrante la faena. Mató de media tendida y dos descabellos. Ovación.

Al sexto también lo recibió en la puerta de chiqueros y volvió a estar bullidor con el capote. Adame firmó un bonito comienzo de faena con muletazos de desprecio. En la segunda serie diestra, la faena tomó vuelo y la tercera fue ligada y compacta. En la cuarta toreó al natural ayudándose y volvió a la diestra. Cuando más entregado estaba sufrió una fuerte voltereta y a partir de ahí el toro cambió. Mató de estocada trasera y descabelló. Oreja.

EFE

Un fallo con la espada en el cuarto evita el triunfo de Ponce en Sevilla

Tras diez días grises, se palpaba en el ambiente que, entrados ya en el fin de semana de farolillos, el público que acudió en mayor número a la Maestranza tenía ganas de divertirse y dar orejas. Y también la banda del maestro de Tejera, que se arrancaba a la mínima ocasión para amenizar la función.

Pero en ese contexto favorable, el único torero de la terna internacional -un francés, un mexicano y un español- que consiguió sacar tajada fue Joselito Adame, que puso toda la carne en el asador para pasear la cuarta oreja concedida en toda la feria a los diestros de a pie.

El trofeo le llegó en el sexto, pero ya antes, en el primero de su lote, el mexicano había dado una vuelta al anillo después de fajarse con un toro frenado, de cortos viajes y a la defensiva.

Tanto a ese como al último los recibió Adame a portagayola, pero sólo esta vez resultaron lucidos los lances posteriores a pies juntos. Y un nuevo quite de los varios que hizo el torero de Aguscalientes en todos sus turnos precedió a unos ceñidos estatuarios y unos secos recortes por bajo con la muleta.

Suelto y decidido, se mostró el mexicano muy generoso con el toro, que, pese a un amago de rajarse, rompió a galopar mediada una faena de subidas y bajadas en emoción, pero en la que nunca se pudo negar la decisión del joven diestro, que en un descuido sufrió una aparatosa voltereta, girando por completo en la punta del pitón.

Se levantó pronto Adame, ileso, remató su muleteo y se entregó en una estocada contundente de ejecución pero de lentos efectos, hasta dar tiempo a que sonara un aviso que no ahogó la petición del trofeo.

Tambien pudo Enrique Ponce cortarle la oreja al cuarto, de no haber repetido fallo con la espada. El valenciano, que nada pudo sacar del inválido y protestado toro que abrió plaza, recogió en su segundo turno el agradecimiento de la plaza de Sevilla por su detalle de reaparecer en este escenario tras su grave percance de Fallas.

De tal forma, a Ponce se le jaleó y musicó desde el primer momento una faena que hasta más allá de su mitad tuvo una intención meramente práctica, intentando encelar en su muleta a un toro de escasa entrega más allá del lucimiento.

Sin apreturas, para no exigir esfuerzos al animal, colocado al hilo del pitón y con un trazo periférico, Ponce lidió al toro con pulcritud, pero sosteniendo la atención del público con su ciudada y estudiada puesta en escena.

Hasta que, finalmente, logró ligarle los tres únicos derechazos reunidos y bien compuestos de la faena, más un remate vistoso con dos poncinas, un muletazo de su invención que consiste en dar un pase circular desde una postura de forzada flexión de rodillas. Pinchó el maestro, pero la vuelta al ruedo fue de las que un torero saborea.

El francés Sebastián Castella tuvo su enésima tarde anodina en la Maestranza. Un espectacular inicio de trasteo por estatuarios fue lo único reseñable con su aquerenciado primero. Y poco más que otra buena apertura fue lo que sacó en claro del quinto, un toro al que, durante la casi media hora que duró su lidia, nunca aprovechó una embestida clara que sólo pedía ser provocada desde muy en corto.

Firmas

Por Gastón Ramírez Cuevas. Joselito: torería. Ponce: lejanía. Castella: sosería

La tarde no podía comenzar peor. El imponente toro de Victoriano del Río rodaba por el albero con singular alegría. El público, que está ya bastante harto de que le tomen el pelo y le estafen impunemente, armó la bronca contra la presidenta Anabel Moreno, el ganadero, Ponce, el pobre inválido con cuernos y los progenitores de cada uno de ellos. La cara del torero valenciano era un poema, una mezcla de azoro y disgusto. Parecía no comprender muy bien por qué protestaban los paganos, si ese tipo de toro es el que a él le va de perillas y en mil ocasiones anteriores la gente se ha tragado eso y más, atribuyendo todo a la mala fortuna.

Poco mejoró la cosa con el segundo, un buey cansino que por lo menos tuvo la bondad de no desplomarse. Castella pegó algún ayudado por alto al principio de la faena, luego se embarulló y puso en práctica su innegable capacidad de aburrir. Gracias a Dios completaba el cartel Joselito Adame, quien exhibió una actitud totalmente distinta de la del pasado martes. El torero de Aguascalientes se fue a porta gayola, clara muestra de que no iba a dejarse nada en el esportón. La larga de rodillas fue de mucho aguante y a continuación toreó aceptablemente a la verónica.

Pese al viento y a las condiciones del animal, un bicho débil y tardo, Joselito quitó por zapopinas que el público le agradeció con una fuerte ovación.

Brindó al cónclave e inició la faena de muleta con torerísimos doblones rodilla en tierra. Siguieron a continuación cuatro tandas, sólo una de ellas al natural. Eso era todo lo que tenía dentro el morlaco y Adame lo vio así con inteligencia. La música acompañó los derechazos largos y de verdad, algunos de ellos más templados que otros. Sobresalió una serie de derechas profunda y con arte, con el coleta mexicano aguantando inclusive un escalofriante parón a media embestida del de Victoriano del Río.

La estocada (tres cuartos en buen sitio) parecía de efectos y el respetable tenía preparados los pañuelos blancos, pero el cuadrúpedo necesitó de dos golpes de descabello para irse al otro mundo. Joselito dio una merecidísima vuelta al ruedo entre algunas protestas iniciales.

Vino luego el segundo de Ponce, un toro bobo, debilucho y amable que hizo las delicias de su matador y del público que gusta del sempiterno numerito del valenciano, ése en el que se pasa al toro a seis kilómetros de la faja. Hubo ayudados por bajo, mil derechazos, cien naturales, redondos rodilla en tierra, pases de pecho, lo que usted mande, todo con el sello de la casa: la elegancia y el oficio que ni yo puedo negarle al veterano ídolo.

Como siempre don Enrique falló a la hora de matar y todo quedó en una vuelta al ruedo que fue muy festejada. Ya imagino las declaraciones del maestro de Chiva, afirmando por enésima vez que hizo la mejor faena de su vida, pero que de nueva cuenta los aceros le traicionaron.

Castella se encargó en el quinto de reiterar, urbi et orbi, que está para los leones. Cada vez torea de manera más horripilante. Además anda por el ruedo pegando mantazos como un zombi, sin una pizca de arte ni de interés por agradar. Aquí también vinieron las sonoras protestas del público, cansado ya de que el francés venga a desperdiciar toros año tras año. En el último de la tarde Joselito volvió a irse a porta gayola. Repitió color aguantando la incierta embestida inicial en un palmo y luego pegó excelentes mandiles. Quitó por chicuelinas modernas, pero el toro parecía haberse desinflado como varios de sus hermanos.

Mas algo le había visto al toro José, quien brindó al cotarro por segunda ocasión. La faena de muleta tuvo momentos enormes. Hubo derechazos dejando al toro arrancarse de largo, otros más en corto con la figura erguida, sentado en los riñones y pasándose al toro muy cerca. Tampoco faltaron los de pecho, los desdenes y otros adornos. En un momento dado, al intentar un remate, estando el torero completamente atravesado en los terrenos del toro, todo por tratar de agradar, el cornúpeta le pegó una maroma de terror. Joselito volvió a la cara del toro sin verse la ropa entre una fuerte ovación.

Se perfiló en corto y entró por derecho, ejecutando la suerte a la perfección. El público brincó del asiento y ovacionó al valentísimo espada, pensando que el toro rodaría inmediatamente como una pelota. Tristemente no fue así, quizá el estoque había entrado tendido, quizá ese rumiante estaba predestinado a amorcillarse ¡vaya usted a saber! El caso es que al hidrocálido matador le mandaron un recado desde el biombo y tuvo que descabellar. No obstante el par de golpes de corta para liquidar al toro, el respetable pidió la oreja con mucha fuerza. El apéndice fue concedido y Joselito volvió a pasear una oreja en la capital universal del toreo, igual que hace dos ferias.

Quizá a alguien no le agrade la siguiente analogía, pero a mi me parece acertada: Sánchez de Neira decía del gran Francisco Montes, Paquiro, que “No era de los que buscaban los aplausos por el resultado de la suerte, sino por la forma de ejecutarla.” Eso hizo ayer Adame, demostrando que si bien no toda su labor fue perfecta, él tenía el ánimo y la torería bien puestos e iba a intentar todo para justificarse como el gran torero en el que se ha convertido. Así lo hizo, así lo entendió la asamblea y se les fue por delante a sus alternantes: ¡Justicia divina!


©Ponce y Joselito Adame. Grupo Joly.

Sevilla Temporada 2014.

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