Tarde del domingo, 12 de abril de 2009
Corrida de toros
FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO
Ganadería: Toros de Toros de Zalduendo (desiguales de presentación, el 5º anovillado. Descastados, mansos y rajados. A partir del 2º pitados todos en el arrastre).
Diestros:
★Morante de la Puebla: De catafalco y oro. Dos pinchazos, meteysaca, pinchazo hondo atravesado, aviso, dos descabellos (silencio); tres pinchazos, media estocada (leves pitos). .
★El Cid. De sangre de toro y oro. Estocada entera (silencio); pinchazo, estocada desprendida (silencio).
★José María Manzanares. De espuma de mar y azabache. Estocada tendida, descabello (silencio); estocada trasera (silencio).
Saludó: Curro Javier, de la cuadrilla de Manzanares.
Presidente: Juan Murillo.
Tiempo: Soleado.
Entrada: Hasta la bandera.
Crónicas de la prensa: El Mundo, Diario de Sevilla, ABC.
©Marcelo del Pozo/Reuters
Un año más, junto a la puerta de arrastre, en el único lugar del mundo en que se puede estar en esta fecha del año, en la Maestranza. Un año más, decepción de las gordas, tras la expectación causada. Sobre el papel el cartel era espléndido. Y que me perdone Perera, que creo que se ha equivocado en su pulso con Sevilla. Pero después ni toros ni toreros dieron juego. Los toros de Zalduendo, ni fu ni fa. En realidad, los toros no dicen fu, sólo mú. Bueno, pues ni eso, ni mú. Morante fue de más a menos y de menos a peor. El Cid algo desganado y es que difícil arrancar fuerte cuando se tienen hechas todas las ferias. Y Manzanares, que iba vestido de banderillero de plaza de polvareda - cosa que no hubiera hecho su padre- sólo puso voluntad. Menos mal que no hubo sobreros. Y que los mataron muy bien los dos. Lo de Morante fue de sainete. Qué buen piquero es Pedrito el niño de Chocolate. Se estrenaron los llamados tendidos cubiertos, antes gradas. Pero la música no se estrenó. La reventa por la nubes, hoy no había crisis. Mañana, si.
Por Carlos Javier Trejo.
Lo mejor de la corrida de hoy lo han realizado algunos miembros de las cuadrillas. Pedro Morales “Chocolate” dio una lección de cómo montar a caballo en el tercio de varas del tercero. Dos puyazos sensacionales. Dos soberbios pares de banderillas de Curro Javier que le obligaron a saludar montera en mano. Y buen tercio de Juan José Trujillo en el 6º, por lo que muy bien la cuadrilla de Manzanares. De los matadores sólo destacar algunos destellos de Morante en el que abrió plaza, un toro con una embestida descompuesta pero al que logró sacar alguna serie meritoria. Lo mejor fueron los remates aprovechando los viajes del manso ejemplar y un cambio de manos superior. Lo emborronó todo con la espada.
Repetimos la decepción del pasado año: Fernando Domecq envió un encierro desigual de presentación, con un 5º toro anovillado, y descastado hasta límites extremos. Es muy difícil encontrar alguna virtud en cada uno de los toros lidiados. Sin fuelle, con embestidas descompuestas, mansos y con peligro en el momento en que se vieron podidos. Los Zalduendo un año más, dieron al traste con las ilusiones de los sufridos aficionados a abarrotaron los tendidos maestrantes, a los que nos queda una única esperanza: que las que quedan no sean peor que la de hoy.
Por Carlos Crivell. La misma decepción de todos los años
La temporada comenzó en la Maestranza con una corrida decepcionante. Nada nuevo bajo el sol. Día hermoso en Sevilla, ilusión a raudales camino de la plaza y seis de Zalduendo en los chiqueros. Seis toros; no, seis mulos. Y los mulos no embisten a los engaños. De momento, lo que embiste es el toro bravo y encastado, todo lo contrario de los afamados toros que cría Fernando Domecq.
Algún toro estaba marcado con un número mayor de doscientos. Tantos toros tiene el ganadero en la dehesa y elige para la Maestranza un lote impresentable por sus hechuras. Una cosa es la presentación en cuanto a trapío y otra distinta la morfología que permite que un toro embista de verdad.
Los zalduendos eran bastos, sin cuello, altos y hechos cuesta arriba. Así no es fácil que salga un toro con bravura y clase. Doscientos toros herrados con el guarismo cuatro, para este soberano fracaso en la Maestranza.
El toro que abrió plaza, primero del año en Sevilla, parecía salido del cartel de Salinas. Toro basto y acochinado, sin cuello, casi un búfalo. Mal asunto. Si el cartel de cada temporada es un presagio de lo que será el año, como ya se confirmó con el de Barceló, este toro de feas hechuras que pregona el año en curso sólo puede ser el anuncio de tardes de escaso contenido.
El público de la Maestranza aguantó educado, en silencio muy maestrante, el petardo ganadero, naturalmente con las actuaciones simplemente voluntariosas de la terna. Estuvo incluso cariñoso, sobre todo con Morante, a quien le cantó los detalles que pudo dejar el de La Puebla con una entrega exagerada. Fue el típico público silencioso de Sevilla que lo aguanta todo, capaz de ver la lidia de seis simulacros de toros sin levantar la voz de la protesta. Y, en el caso de Morante, fue un público dispuesto a cantar lo que hiciera el artista.
Rebuscar en una corrida tan mala para encontrar algo destacado es una tarea ardua. Morante de la Puebla no dejó ni un lance estimable en toda la tarde. La corrida estuvo carente de quites, salvo uno de el Cid al que abrió plaza. El comienzo de la faena al citado primero fue jaleado por los tendidos en una manifestación de empuje a un torero que Sevilla está deseando adoptar de forma definitiva. Algunos pases con la derecha fueron más corajudos que brillantes. Se podía comprobar el tesón del diestro, aunque lo que tenía por delante, manso total, cada vez estaba más cerca de las tablas de la solanera y no quería embestir por abajo. Esta faena de entrega sin lucimiento se emborronó con un desastroso uso de la espada.
Morante mató mal a sus dos toros. Al cuarto, cuando la tarde iba ya irremediablemente encaminada al desastre, Morante apenas le pudo dar dos pases por la izquierda. El de Zalduendo le tiró algún gañafón con la cara alta y el artista abrevió en pases por bajo. Sevilla sigue esperando a este torero.
El Cid frente a toros tan miserables no es El Cid; no es el torero dominador, poderoso, templado, largo, hondo y profundo que todos conocemos. El primero de su lote cabeceó siempre y así es imposible lucir los muletazos. El de Salteras lo mató muy bien de una estocada de las que hubiera necesitado otras tardes de mayor brillo. El quinto pregonó sus falta de raza y clase de salida. Le lanzó dos coces al burladero después de salir al ruedo a pasito lento. El Cid le planteó faena por la izquierda, se esforzó en una labor cansina, reiterada, llena de afanes y carente de calidad torera. Cuando un torero curtido en mil batallas, siempre victorioso, se ve tan abatido frente a un toro de los llamados comerciales, se entiende que lo primero en la fiesta es el toro de verdad. El Cid no tiene necesidad de lidiar estar corridas huecas y descastadas, porque entonces su capacidad queda anulada. Manzanares tiene un duro compromiso en Sevilla con cuatro corridas de toros en la Feria. La primera ha sido un festejo en blanco.
El torero alicantino se enfrentó primero a un manso de tomo y lomo. El animal se marchó a los terrenos de sol y allí le plantó la pelea. Cuando el animal se vio sometido, se negó a seguir embistiendo. Las faena de pases sin ligar no tiene ningún eco en las plazas. Cuando embistió, el toro era una enciclopedia de sosería. Lo mató de una estocada y a esperar al sexto.
Fue un toro de mejores hechuras, más armónico, más rematado y reunido. Debía ser el toro de la corrida, pero ayer nada podía salir bien. Asentó sus patas sobre el albero y nunca regaló dos arrancadas a su matador. Manzanares le bajó la mano, quiso llevarlo largo, le citó con la voz; todo fue imposible. Quedaba matarlo y lo hizo pronto. Y así acabó una tarde de lujo frustrada por un encierro sin presencia e indigno de ser lidiado en la Maestranza en un Domingo de Resurrección. Era una tarde de estrenos. Nuevas gradas, megafonía oculta, albero renovado y lonas guardadas. Se estrenó el año y es como si todo siguiera igual. Este Domingo de Resurrección ya lo hemos vivido otras veces. La misma ilusión ante una corrida muy esperada y la misma decepción ante en fracaso de una tarde que fue muriendo por el mal juego de los toros.
Queda toda la Feria por delante, llegarán otras divisas, muchos matadores por hacer el paseíllo, pero la primera ha sido un soberano suplicio para el aficionado.
Por Luis Nieto. Domingo de… decepción
Lástima que en una tarde tan maravillosa, con una temperatura ideal, el cielo limpio y la Maestranza preciosa y rebosante hasta la bandera, el festejo del Domingo de Resurrección acabara envuelto en un domingo de decepción. Desengaño que llegó de la mano de una corrida de Zalduendo deslucida y sin clase, con la que se estrelló la terna compuesta por José Antonio Morante de la Puebla, Manuel Jesús El Cid y José María Manzanares. Menos mal que ante tal desaguisado, el espectáculo -¡menudo espectáculo…!- fue breve.
Morante dio una pésima imagen con la espada en su lote y se esforzó más en la faena ante el que abrió plaza. El de La Puebla apostó fuerte con un animal paradote y mansote, con peor condición, mirón, por el pitón izquierdo. Hubo una prometedora tanda con la diestra. Luego, otra por ese lado, en este caso moviendo más rápido la mano. Desgranó una trincherilla con sabor. Con la izquierda, apuntes de su añeja tauromaquia gallista, cuando se metió en terrenos de un toro, ya muy rajado, que le quitó la muleta y ante el que no pudo imponerse. Con el deslucido cuarto, sin apenas recorrido, pronto acabó desengañado, como ya lo estaban los espectadores en el ecuador del plúmbeo festejo.
El Cid tampoco pudo alcanzar con su infumable material el objetivo que buscaba: su quinta Puerta del Príncipe. El año pasado lo estrellaron con los aborregados juampedros. Sería conveniente que sus mentores tuvieran en cuenta que el saltereño es un torero de poder, que dice mucho con el toro y no con estos ejemplares de escaso contenido. Con el tercero se fue a los medios sin probatura alguna y con decisión. El trasteo resultó soso, con un animal protestón e incómodo por momentos, por pegajoso. Con el mansísimo quinto, que echaba la cara arriba en la muleta, El Cid se esforzó por agradar, con el respetable ya cansado ante un espectáculo baldío. Muleta en su mano, la zurda, para una labor en la que ni el mismo torero llegó a creer.
José María Manzanares consiguió lo más destacado en la suerte suprema, cobrando con seguridad dos buenas estocadas, ejecutadas con la ortodoxia que mandan los cánones. Estuvo bastante centrado en su debut en tan emblemática fecha. Al alicantino, que se las vio en primer lugar con un animal manso, áspero, que cambiaba constantemente de ritmo en sus embestidas, le acabaron pidiendo los aficionados que acortara el trasteo. En la lidia de este animal se vivieron dos de los momentos más interesantes y ovacionados: un puyazo de Pedro Morales Chocolate, aguantando la violencia del toro, que hizo romanear al caballo en un primer puyazo larguísimo, y dos pares con agallas de Curro Javier.
En el sexto, con la mayoría del público resignado y mirando el reloj, Manzanares sufrió una colada espectacular al intentar dibujar una verónica. Luego, con la tela encarnada, se encontró con un animal que acudía con trote cochinero y se defendía. El alicantino dibujó algún buen natural suelto y trazó una serie con la diestra en la que consiguió calar en el público. Todo fue un espejismo. El astado desistió en sus embestidas.
Domingo de Resurrección en blanco. El espectáculo, pese al magnífico marco y la tarde espléndida, no dio para más. Prosa a palo seco en una tarde de máxima expectación, en la que se esperaba esa poesía del arte del toreo que jamás llegó y que quedó en un Domingo de… decepción.