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REAL MAESTRANZA DE SEVILLA

Tarde del lunes, 12 de octubre de 2009

Corrida de la Cruz Roja

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de San Miguel (de diferente presentación y distinto juego; descastados y faltos de fuerza en general; pitados en el arrastre 1º, 2º y 4º).

Diestros:

Luis Bolívar. Tres pinchazos, descabello (silencio); estocada tendida (saludos).

Salvador Cortés. tres pinchazos (silencio); pinchazo, media estocada (palmas).

Rubén Pinar. Estocada entera (oreja y dos vueltas al ruedo tras fuerte petición de la 2ª); dos pinchazos, estocada (saludos).

Presidente: Ana Isabel Moreno.

Tiempo: Soleado y caluroso al principio.

Entrada: Un cuarto de plaza.

Crónicas de la prensa: El Mundo, El Cossío, El País.

©Ruben Pinar cortó una oreja a su primer oponente.

El Mundo

Por Carlos Crivell. Rubén Pinar, tan joven como inteligente

La temporada finalizó con una corrida que fue el reflejo fiel de la realidad taurina de Sevilla. Muy poco público, benevolencia extrema en los tendidos y malos toros. Todo sucedió según un guión escrito de antemano. La corrida de San Miguel se tapó por los exhuberantes pitones de algunos astados, como el primero. A su lado, toros de menos trapío, como el cuarto. Ese detalle de una presentación desigual no tiene importancia al lado de la descarada falta de raza de un lote de toros que sólo tuvo la virtud de la nobleza ocasional, pero que si no está acompañada de la acometividad y la movilidad es la mínima expresión del toro bravo. Este comportamiento de San Miguel era previsible.

Junto a esta corrida sin vida, una plaza cada vez menos seria, al menos en esos conceptos que siempre adornaron a la Real Maestranza. Así puede considerarse a una banda de música sin freno que ayer remató una temporada calamitosa. La Maestranza siempre fue modélica por la forma de amenizar las faena la banda de Tejera.

Y finalmente, el público, tan escaso como generoso. Impresionado por la cogida de Rubén Pinar al matar al tercero, pidió dos orejas para el joven espada, que había estado bien pero sin llegar a la rotundidad que siempre se han exigido en esta Maestranza para cortar dos trofeos. La presidenta volvió a estar en su sitio y dejó el premio en una oreja, muy merecida, pero que en el caso de conceder las dos hubiera depreciado la plaza aún más de lo que está actualmente. En la petición desaforada de orejas hay actitudes propias de plaza pueblerina, que muchas veces tienen como protagonistas incluso a profesionales que conocen bien las exigencias del coso.

Al margen de estas consideraciones, es necesario proclamar que Rubén Pinar firmó en su presentación como matador de toros en Sevilla una buena tarde de toros, naturalmente con algunos matices.

El joven torero de Albacete estuvo decidido, entregado y templado toda la tarde. Es su gran virtud: sabe templar muy bien a los toros. El tercero, noble con las fuerzas justas, encontró en su muleta una guía perfecta para seguir el camino. Comenzó por alto en el tercio. Fuera de las rayas, tres tandas con la derecha muy limpias, algo despegadas y muy templadas. Con la izquierda, con el toro embistiendo al paso, Pinar atemperó su muleta al ritmo del animal. Acabó con circulares algo embarullados y logró encandilar a la plaza. Se tiró a matar por derecho y resultó prendido de forma dramática por la chaquetilla. No pasó nada de milagro. La gente, impresionada, quería doble premio, pero dos orejas, al margen de la emoción de la voltereta, deben ser la consecuencia de una faena más completa.

Con el sexto refrendó su buena tarde. El toro, flojo y descastado, sólo tenía algo de bondad, aunque llevó la cara por las nubes. Su faena fue la de un torero muy listo, capaz de sacar pases donde no los había en una demostarción de habilidad suprema. La espada le quitó otra oreja. Pinar ha dejado muy alto su pabellón en Sevilla.

Sus compañeros de cartel se llevaron reses imposibles. El colombiano Bolívar comprobó que su cornalón primero estaba hueco. Se echó al comienzo de la faena. El cuarto embestía sin entrega y con la cara por las nubes. Sus ganas no le sirvieron para nada. Un quite por chicuelinas al sexto fue lo mejor de su tarde sevillana.

Tampoco Salvador Cortés logró nada positivo con su lote. Al segundo logró enjaretarle algunos muletazos estimables, aunque el de San Miguel no quería embestir. Tal vez equivocó su planteamiento inicial al comenzar la faena citando de largo. El toro tardó un mundo en arrancarse. La música tocó a destiempo y la faena se evaporó, como el mismo animalito.

Con el quinto, de cornamenta exagerada, hechuras horribles y calidad mínima, Salvador estuvo muy voluntarioso. Insistió mucho para robar pases que, dada la mínima calidad del astado, no podían ser buenos.

La tarde se saldó con la noticia positiva de la llegada de un torero muy joven y muy listo. Se llama Rubén Pinar, no es un exquisito cuando torea, pero está sobrado de oficio y valor, como desmostró al entregarse al matar al tercero. Se llevó una oreja de verdad.

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El Cossío.com

Por Ignacio de Cossio. Un Pinar en la Maestranza

En el último asalto a la temporada llegó la revelación. Otra más que se suma a la de Luque por San Miguel, y que nació bajo los vuelos del capote de un niño precoz de Tobarra. Nadie daba crédito, de Albacete tuvo que venir el hijo de su madre a enseñarnos a nosotros que es eso del toreo.

En el quite al tercero de la tarde todo salió perfecto y templado a la verónica. Aviso a navegantes, Albacete no termina en Chicuelo II, como torea Pinar… Estaba claro que nunca debemos perder la esperanza en esto de los toros por muy mal que embistan los astados de San Miguel, que lo que se dice servir no sirvió ni uno y de no ser por Rubén otro gallo nos cantaría.

El torero albaceteño bien conocido ya esta plaza, desorejó en su última comparecencia sevillana, la margarita del arte del toreo por redondos colosales, en dos series eternas y un puñado de naturales sueltos de dos en uno. Qué lección de sabiduría, temple y colocación frente a un toro pintado en alfileres. Sumo a todo ello su torería en los cambios de mano, la forma airosa de salirse de la cara del animal e irse corriendo al morrillo en la suerte más suprema de todas, hacía tiempo que no veía ver matar un toro de tu a tu. Rubén Pinar sumó puntos y se colocó a la cabeza de la temporada sevillana en el día de la Hispanidad como mejor exponente a una raza que se asemeja a la del gran Juli y que pide su porción de gloria en la nueva generación de jóvenes maestros ilustres de nuestro tiempo. ¿Y que fue de los trofeos a esta su primera faena? Pues que pese a semejante obra esculpida en la arena regalo a la memoria de los presentes, y tras una fortísima petición generalizada solo se le otorgó finalmente al diestro una miserable oreja de consolación. No había derecho, a tal favor, tal honor era lo mínimo que debiéramos conceder ante semejantes hechos irrepetibles. Pronto la bronca monumental no se hizo esperar a mí querida amiga la presidenta, hacía tiempo también que no veía el público de la Maestranza en pie de guerra, parecía el de farolillos de los ochenta. AL final toda la tarde se diluyó como una vela, Cortés y Bolívar poco pudieron hacer ante semejante encierro, encerrona diría yo de toros flojos y vacíos de bravura y nobleza, antítesis del toro de lidia. Pinar en el último sopló de la tarde volvió a ilusionarnos por alegres gaoneras y chicuelinas de la Alameda, abrochadas con una media de cartel. ¡Olé los Pinares de Tobarra! Que sombra de buen toreo dan…Despacito y con buena letra se lo llevó Rubén al toro hasta la misma linde del redondel para torearle con la diestra en tres series arrancadas desde la media alturita. Uno, otro y se acabó. Nada, no hay más que hacer el toro pide la hora y con la zurda nos rescata, nos regala, nos premia Pinar a todos in extremis: el natural, el pedazo de natural tamaño acueducto de Segovia, almohada de la gracia y la belleza. Al galope llegan los caballos tras los pinchazos, la tarde lentamente se cubre de luces y sombras…suena la vieja trompeta de caballería en su último lamento. En el centro un hombre, una estatua andante ,y tras de sí su sombra, es Rubén Pinar de rosa gloria y oro.

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El País

Por Antonio Lorca. ¡Pobre de mí!

“Pobre de mí” se lamentaba uno de los escasísimos aficionados que acudió ayer a la Maestranza para presenciar lo que, a la postre, fue un compendio del disparate bochornoso en el que se ha convertido la fiesta de los toros. Embriagado por la tristeza y la frustración, no daba créditos a sus ojos ante el lamentable espectáculo que sirvió para cerrar la temporada en una plaza que fue santo y seña de la tauromaquia y que ahora lo es de una decadencia galopante.

Cuando suenan los clarines, los tendidos están vacíos. Posiblemente, la entrada más pobre del año; un cuarto de plaza o, quizá, menos… ¡Con lo que ha sido la fecha del 12 de octubre en la Maestranza…! Y saltan al ruedo tres jóvenes toreros que debieran hoy estar cavilando por qué sólo son capaces de reunir a unos pocos cientos de espectadores.

En segundo lugar, los toros. Se anuncia una corrida de San Miguel, ganadería joven, de escaso prestigio y de recuerdo poco afortunado en Sevilla. Un hierro salpicado, además, por la anécdota: es propiedad de Juan Antonio Roca, implicado en el caso Malaya, y, en consecuencia, la ganadería está intervenida judicialmente y regentada por un representante nombrado por el juzgado. Los toros, como fieles hijos de su época, derrocharon mala clase, invalidez, falta de casta e incapacidad manifiesta para embestir. Es decir, lo normal en el toro moderno.

Cuando Salvador Cortés intentaba meter en la muleta a su primer oponente, una pura escoria, la banda de música rompe a tocar sin motivo, y hay quien se lleva las manos a la cabeza, preso de la sorpresa y la indignación. Cómo ha podido caer tan bajo este santo y seña que fue de la distinción, la categoría y la sabiduría…

Y un ilusionado Rubén Pinar, que debutaba en este ruedo, se mostró valiente, sobrado, bullidor y entregado en su primero, que lo prendió por la chaquetilla a la hora de matar. El escaso público pidió ¡las dos orejas!, y abroncó a la presidenta, que sólo concedió una, y obligó al chaval a dar dos vueltas. Pero, por Dios bendito, qué le pasa a esta Sevilla… Tocó la pueblerina música, por supuesto, y el torero demostró que conoce la técnica y los trucos, pero su toreo está ayuno de calidad. La música, ¡qué cruz!, otra vez en el sexto, con el que Pinar anduvo bullanguero y dominador. Ni Cortés ni Bolívar tuvieron opciones en sus respectivos lotes.

Tampoco las tuvo el aficionado, indignado, dolorido, triste y solo ¡Pobre Sevilla1 ¡Pobre fiesta de los toros!

Sevilla Temporada 2009

sevilla_121009.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:11 (editor externo)