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REAL MAESTRANZA DE SEVILLA

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Domingo, 22 de abril de 2012

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de Torreherberos (1º y 2º) y Torrehandilla (excepto 5º y 6º, mal presentados, anovillados, faltos de fuerza y casta. El 2º devuelto por invalidez. 2º-bis de Montealto).

Diestros:

Francisco Rivera Ordóñez. De azul y oro. Estocada desprendida (saludos desde el tercio); pinchazo hondo, descabello (silencio).

El Cid. De azul y oro. Estocada caída (silencio); pinchazo, estocada (saludos desde el tercio).

El Fandi. De corinto y oro. Estocada trasera, dos descabellos (saludos desde el tercio), estocada tendida y desprendida (vuelta al ruedo).

Banderillero que saludó: José Manuel Fernández “Alcalareño”, de la cuadrilla de Manuel Jesús El Cid, en el 2º.

Presidente: Julián Salguero.

Tiempo: soleado, temperatura primaveral.

Entrada: más de tres cuartos de plaza.

Crónicas de la prensa: ABC, La Gaceta, Marca, EFE, Hoy, El País, Diario de Sevilla, El Mundo, La Razón, COPE, Firmas.

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Puerta de Arrastre

Por Santiago Sánchez Traver

La corrida de Torreherberos/Torrehendilla, o como sea, fue floja, flojísima, y casi una novillada, a pesar de que tres eran cinqueños. Unos tenían carita y por eso pasaron y otros como el segundo de Rivera estaban desmochados. Pero, eso si: si lo que la gente quiere son orejas, al tercero, cuarto, quinto y sexto se les podían cortar. El único que la mereció fue El Cid en el quinto, pero lo pinchó. No sé por qué no mata con la izquierda. Pero dejó los mejores pases de la tarde, o sea los únicos con cierta estética a destacar. Rivera o Paquirri, tanto monta, viene a Sevilla -este año fuera de la corrida del “Tomate”- para vestirse en la Maestranza y seguro que en el palco está su ex suegra. El cuarto se le fue y yo le oí decir que era molesto. No sé por qué se le ocurrió a ese toro molestarle. Lo de El Fandi fue lo previsto: sus carreras en banderillas, aunque este año ha clavado casi siempre en el balcón, a toro pasado. Otros años ha estado mejor en este tercio, con la misma velocidad. Y con la misma velocidad usa la muleta, desconoce el temple y entonces, aunque sus dos toros fueron buenos, se resiente la estética. Y así no se puede ni se debe cortar oreja en Sevilla. En otros sitios por supuesto que sí.

Lo mejor, lo peor

Por Juan Carlos Gil.

Lo mejor: una buena corrida de toros

Llevamos un par de días con danza de corrales por las noches y por las mañanas, hecho que muestra de forma inequívoca que han llegado las figuras a la feria. Nos obstante, ayer, incluido el remiendo del toro de Montealto, presenciamos una gran corrida de toros. El primero fue un caramelo dulce y un tanto simplón pero con una fijeza y boyantía en la muleta a prueba de mala colocación (taurinamente fueracacho) y de toques en lugares impropios. Y sin duda, los dos grandes toros de la tarde fueron quinto y sexto. Ambos protagonizaron buenas peleas con los montados, pues empujaron en el peto con deliciosa codicia y metieron los riñones hasta que se vaciaron. Y en la muleta soportaron la desdicha de que sus matadores no los sacaran a los medios y plantearan las faenas en esos terrenos en los que apenas se acusan las querencias sin los cuatreños disponen de buen fondo. Tanto Centinela (quinto) como Dragaminas (sexto) eran una estampa: bajos con cuello, bien armados y con la romana justa para mover sus kilos con ligereza. Siempre empujaron con el morro, se deslizaron por la muleta y fueron fijos en los engaños. El de El Cid conforme avanzó el trasteo fue saliendo con la cara sueltecita de las suertes y terminó por embestir a media altura. El sexto se aburrió de intentar coger un trapo rojo que iba a mil por horas y se echó por la impotencia.

De lo más templado del festejo fueron las verónicas del saludo capotero de El Fandi al tercero de la tarde. Bien mecidas y con una perfecta coordinación de movimientos del cuerpo y la capa. También destacaron las verónicas de Manuel Jesús, sobre todo las interpretadas por el pitón izquierdo. El torero de Salteras embarcó la acometida y fue templando con el capote hasta rematar en los medios con una media verónica muy abelmontada.

Lo peor: la moda de aliviarse

Ahora hay una moda que consiste en aliviarse lo máximo posible y no comprometerse nada en la ejecución de los muletazos. El Fandi, ante el buen sexto no consiguió, o no quiso, tener una faena compacta compuesta de series de cinco o seis muletazos. Sin justificación aparente sus mini-series disponían de tres y el de pecho con un toro vibrante. Así es difícil calentar los tendidos y que la gente profiera ese olé redondo y rotundo que tan bien suena en esta plaza. Y no podemos despreciar el fin del muletazo. Para que éstos arrastren dominio y estén interpretados conforme a los cánones clásicos de la tauromaquia, deben finalizarse por debajo de la pala del pitón. Imposible ver que la muleta salga por ese lugar… casi todos los muletazos del granadino acababan ora a media altura, ora por arriba. Así los toros pasan por los engaños, pero no se domina y por tanto, ni se manda en la embestida ni se torea, a fin de cuentas.

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Diario de Sevilla

Por Luis Nieto. Una estocada bien vale una vuelta al ruedo

Sin lleno y con un público heterogéneo, en función de los partidarios tan distintos que aportaron los tres diestros, lo mejor llegó al final, en una gran estocada, contundente y soberana, en la que el toro le propinó un pitonazo en la clavícula derecha a El Fandi, que sólo por eso mereció la única vuelta al ruedo de la tarde. El Fandi, con ese pedazo de tío, con dos perchas enormes y astifinas, que llegó a echarse a final de faena por su carencia de casta, se lució en un quite por chicuelinas y, gracias a sus dotes atléticas, apabulló en banderillas. Con la muleta en la mano, lo más destacable fue una tanda con la diestra y su porfía, hasta rendir al cornúpeta, que sacó bandera blanca, tumbándose en el dorado albero.

Con el pequeño y tardo tercero, El Fandi concretó una labor tesonera e insulsa. Con una decisión irreprochable, lo recibió con una larga cambiada de rodillas junto a tablas y en banderillas estuvo a mejor altura que en el sexto, tanto en un par al violín -siempre más ovacionado por la galería- que en el más auténtico de todos los que puso, por los adentros e intentando cuadrar en la cara del astado. Consiguió labrar dos tandas con la diestra, con muletazos bien trazados.

Paquirri se las vio en primer lugar con un astado descarado y flojísimo. Tercio de banderillas, prendiendo con facilidad. Nada destacable en un trasteo con un animal que perdió en varias ocasiones las manos. Ante el cuarto, al que le costaba embestir, tampoco hubo nada significativo en la labor de Paquirri.

El Cid consiguió sus mejores momentos ante el quinto, un castaño de desarrollada y acucharada cuerna, que por contra a su flojedad, embistió con una gran nobleza, especialmente por el pitón derecho. El torero, que ganó terreno a la verónica, basó su faena por el pitón reseñado. Dio ventajas al citar desde los medios para que el toro galopara desde tablas. Cuando bajó la mano el torero, el toro perdió las suyas. El saltereño logró un par de series en las que hubo ritmo en los muletazos y brilló especialmente en los pases de pecho. Al matar, entró en la suerte contraria y pinchó. Cambió a la suerte natural para una estocada. Fue ovacionado. Con anterioridad, con un sobrero de Montealto, altote y pegajoso, que sustituyó a un inválido de la ganadería titular, El Cid no terminó de confiarse.

Desde luego, el espectáculo, con altibajos -lo mejor una estocada y un tercio de banderillas de El Fandi, más algunos muletazos de buena factura con la diestra de El Cid-, no pasará a la historia.

El País

Por Antonio Lorca. Una tristísima desolación

¡Qué petardo!, ¡Qué vergüenza!, ¡Qué desolación! ¡Qué pena de fiesta! Entre todos la están matando y ella sola morirá más pronto que tarde. No queda la menor duda. Y mientras se produce el óbito, el público aplaude el toreo descendido a categoría de ordinariez; la autoridad le inflinge una estocada mortal con su reiterada pasividad, y los taurinos tratan de hacer caja con celeridad antes de que se agote este filón tan ventajoso para las figuras.

El festejo celebrado en Sevilla fue el reflejo del estado de coma que padece la fiesta a pesar de recientes apoteosis almibaradas que solo consiguen ocultar momentáneamente la gravedad de la enfermedad. Hundida y desaparecida en combate se mostró la corrida de principio a fin. El primero era un toro cadavérico que el presidente mantuvo en el albero contra el sentido común; el segundo fue devuelto a los corrales por invalidez manifiesta, y los cuatro restantes ofrecieron sobradas muestras de estar lisiados, tullidos y noqueados. Como ya es habitual, los picadores ni se mancharon, y el tercio final fue toda una lección de cuidados intensivos para que los animalitos no fenecieran antes de tiempo.

Algo raro ocurre; o los toros están enfermos o alguna sustancia les ha sentado mal. No hay que estudiar veterinaria para concluir que no es lógico que un animal poderoso, bien alimentado y atlético ofrezca un desolador semblante mortecino tras su primer paseo por el albero. Aquí hay gato encerrado…

Así las cosas, es fácilmente imaginable lo que sucedió en el ruedo. Pues eso, nada que pudiera instalarse en el recuerdo un instante más de lo que dura la visión de las cosas.

Paquirri veroniqueó con gusto a su primero, destacó en uno de los tres pares de banderillas que puso, y ahí se acabó la presente historia. Dicho queda que el animal que abrió plaza era una birria, pero no menos que el cuarto; ante ambos ofreció un toreo sin fondo ni forma; mal colocado, muy despegado, abusando del pico… Así es imposible.

Un poquito menos muerto en vida estaba el lote de El Cid, pero el torero ha perdido la seguridad de antaño. Parece una sombra de lo que fue. No se confió con el malage segundo, al que muleteó de forma superficial. Parecía que habría faena en el quinto; varias tandas con la derecha tuvieron sabor y también rapidez. Un pase de pecho fue sencillamente monumental. Al tomar la izquierda, toro y torero no se entendieron, y todo se desinfló.

El mejor lote, por decir algo, cayó en las manos de El Fandi, que se lució por verónicas y chicuelinas con gracia y hondura. Puso banderillas de manera desigual, y con la muleta mostró sus carencias, suficientes para no provocar emoción. Ante su primero, mal colocado y con la suerte descargada; ante el astifino sexto, que tuvo más codicia en el tercio final, despegado, precavido y destemplado. ¡Y le pidieron la oreja…!

Entre los toros inválidos y los toreros ventajistas que buscan el alivio por encima de todo, el triunfo es una quimera. A pesar de ello, el público no se cansó de aplaudir. Que siga la fiesta. ¡Qué triste desolación…!

EFE

Por Álvaro Rodríguez del Moral. Invalidez y aburrimiento

Definitivamente, la feria ha vuelto a tocar suelo. La extraña composición del cartel, la invalidez general del encierro de Torrehandilla y el escaso tirón taquillero para una fecha que antes era lleno asegurado sentenciaron desde el principio un espectáculo que no fue tal aunque hay que salvar algunos pasajes que despertaron, muy brevemente, del sopor general.

El pasaje más lucido del festejo corrió a cargo de El Cid, que por fin se entendió con un buen toro en la plaza de la Maestranza después de demasiadas temporadas sin verlo claro.

También es verdad que a ese mismo toro, noble y enclasado, el gran Cid de hace no tantos años le habría cortado dos orejas y, posiblemente, una al andarín y mironcete ejemplar que hizo primero.

Con ese no llegó a entenderse nunca y además de pasar un indisimulado mal rato le sobraron demasiadas dudas e inseguridades y faltaron los toques precisos para fijar una embestida que tenía cositas que corregir pero que no estaba exenta de posibilidades.

Afortunadamente salió el quinto, con mucho el mejor ejemplar de un encierro globalmente blando, que se entregó en la muleta del diestro de Salteras, especialmente por el pitón derecho, lado por el que brindó embestidas plenas de clase y recorrido con las que El Cid se acopló en series bien hechas y mejor dichas.

Quizá no fue el gran Cid pero la faena sí implicó un íntimo reencuentro del diestro de Salteras con el público de Sevilla que está más allá del trofeo escamoteado en el pinchazo que precedió a la estocada. En cualquier caso, aunque el toro pudo tener más que torear, hay que salvar ese reencuentro que debe alumbrar nuevas esperanzas.

El Fandi tampoco quiso dejar cualquier oportunidad de lucimiento: toreando a la verónica con empaque y sentido clásico al tercero de la tarde, al que colocó un meritísimo par por los adentros en el que se jugó la vida. Lástima que ese mismo toro fuera tan tardo y probón en la muleta. Impidió que la meritoria labor del granadino llegara a los tendidos.

Con el sexto, que tuvo mejores inicios que finales y lució dos descomunales pitones, brilló especialmente en un par resuelto desde los terrenos de dentro a las afueras y en un entonado trasteo en el que hubo mejor y mayor acople en las series iniciales. Pero el toro se acabó desinflando y hasta se echó antes de que el torero le cuadrara para matar aunque no pocos espectadores pidieron una oreja que la presidencia no concedió.

Rivera Ordóñez, el nuevo Paquirri, se mostró sobrio y hasta clásico toda la tarde, especialmente en el manejo del capote. Paquirri banderilleó con suficiencia y se mantuvo templado y profesional con el blando primero, que resultó rebrincado de puro flojo, y tuvo muy pocas opciones con el cuarto, que estaba absolutamente vacío de contenido.

Hoy

Por Víctor J. Vázquez. Perdidos en la placidez

Era ayer una tarde plácida en la Maestranza. Sol y ambiente de domingo de preferia, con una general predisposición al disfrute revoloteando por los tendidos. Abrió cartel Francisco Rivera, al que se le ve una especial alegría cuando hace el paseíllo por esta plaza maestrante, por tantas razones cercana a él. Recibió Francisco a su primero con unas templadas verónicas, muy bien acogidas por parte del público, que aún sigue viendo en el torero la simpatía propia de la ingenua juventud. Banderilleó Francisco con solvencia y oficio y empezó la faena a su primero con una serie de derechazos que nada decían. Anduvo muy tranquilo por el albero Francisco, tanteando uno y otro pitón, sintiéndose siempre muy a gusto, como se suele decir en estos casos, pero sin exigirse nada en términos de distancia y colocación. Un par de naturales despegados hicieron sonar los aplausos en los tendidos. Luego, una estocada algo desprendida, y así cerraba el torero el asunto, quien se fue al callejón con una sonrisa de satisfacción, siempre en complicidad con el público.

Se le vio en cambio mucho más triste después de acabar con su segundo, un animal absolutamente falto de raza y fuerza. En este caso, los gestos de Francisco transmitían al tendido una manifiesta sorpresa y consternación por el mal juego del animal. No se lo podía creer. Está claro que le hubiera encantado estar también a gusto con este segundo y haber brindado un triunfo a su plaza, por eso me imagino que está pensando en volver a este albero con corridas más duras y con distancias más cortas.

El Cid algunas tardes ha llegado a hacer el toreo más difícil, el toreo total, aquel que se sustenta en la ortodoxia del sitio, la bravura del oponente y la exigencia de la plaza. Por ese motivo resulta raro ver al Cid en climas plácidos como el de ayer y, sobre todo, verse superado y sin acople ninguno con el sobrero de Montealto que tuvo que lidiar en primer término. Se pudo reconocer más a este torero con su segundo, que tampoco fue un exponente de bravura, como quien dice, pero que tuvo fijeza y repetición. No es difícil percibir que el Cid es un torero con mando y hondura. Una gran serie con la mano derecha y, sobre todo, un gran pase de pecho con la mano izquierda dejaron ayer prueba de ello. Luego Manuel Jesús pudo arrancar tandas cortas por ambas manos, ya siempre con la muleta a media altura, conservando el toro y conservando también un cierto clima triunfal en el tendidos. Lejos, muy lejos de su mejor versión, pudo incluso haber cortado ayer un trofeo Manuel Jesús de no haber errado con la espada.

Reaparecía ayer el Fandi pleno de poder. Saludó a su primero con unas verónicas reseñables que certifican la progresiva hondura que ha ido adquiriendo el capote del de Granada con los años. Fue también bella la media y muy inspirada la improvisada larga cambiada. Le hemos visto tantas veces banderillear a este torero que a veces pasa por alto el mérito que tiene la facilidad portentosa con la que ejecuta esta suerte. Estuvo ayer muy sobrio y muy poderoso el Fandi banderilleando ambos toros, destacando el primer par a su segundo, ejecutado al encuentro en los medios de la plaza.

Poco hay que decir de la faena de muleta a su sosísimo primero, al que solo pudo sacar una triste serie de naturales, siempre manchados por la absoluta falta de clase y raza de su oponente. Tuvo más gracia su segundo, de mejor trapío, y que destacó por su nobleza. Alguna serie de mérito, sobre todo al principio y con la mano derecha, por donde el toro admitía que le sometieran por bajo. Luego la faena del Fandi perdió intensidad al tiempo que se desfondaba el toro.

El Fandi es un torero absolutamente necesario en la Fiesta, pero otros oponentes y una reflexión profunda sobre las posibilidades de su tauromaquia y de su poderosa condición, harían de este torero un torero de mucho más interés. Tardes plácidas como la de ayer, en la que incluso se le pidió la oreja, seguro que no le van a invitar a pensar en ello.

Marca

Por Carlos Ilián. Primavera en la calle y en la plaza, bajo cero

Domingo y día de preferia, con la gente en la calle y ambiente de fiesta. Pero otra pésima entrada en la Maestranza. La crísis tiene que ver, sin duda, pero si calibramos el espectáculo que se ofrece cada dia, con excepciones, hay que darle la razón a quienes prefieren irse por ahí antes de sentarse en los tendidos. Y para muestra, un botón: lo de ayer.

Sí, ya es primavera en Sevilla y el calor se siente mientras los naranjos perfuman las calles con su aroma de azahar. Una maravilla. Sin embargo nada más entrar en la Maestranza la primavera se convierte en un gélido invierno taurino, donde el toreo tiene registros bajo cero. Ayer ese hielo lo transmitían los pobres animalitos de Torrehandilla y Torrehebreros, dos nombrecitos que se las traen y que deberían traducirse como mansedumbre, invalidez y borreguez. Hasta el momento la feria es un páramo en cuanto a la bravura y a la seriedad que se espera en Sevilla. Lo de ayer, unido a lo de antes de ayer, y a lo de todos los días anteriores es impresentable y de saldo.

¿Y el toreo?. ¿Qué temperatura tiene?. Pues casi la misma de frío estepario. Las honrosas excepciones que se cuentan en los dedos de una mano no salvan esta penuria. Ayer Rivera Ordóñez, al que ya se le nota fondón, estuvo un rato pegando pases, sin el más mínimo fondo. Simple trasteo anodino y estéril. Para colmo, en cuarto lugar se empeñó en torear un cadáver, hasta que la gente se hartó y le mandó acabar con aquella farsa.

El Cid consiguió que la temperatura subiera un poquito en el quinto, pero la faena no terminó de romper y el toro, además, se fundió muy pronto. Algun derechazo suelto y poco más dejó el torero de Salteras. Y El Fandi, con el único ejemplar que tuvo veinte embestidas potables, dió uno de sus ya conocidos recitales de enganchones. Pero, ¡oiga!, le pidieron la oreja. Bueno era festivo y se entiende la catadura del público dominguero.

La Gaceta

Por José Antonio del Moral. Solo una vuelta al ruedo para El Fandi

Un extraño cartel. Como para salir del paso sin complicarse la vida los que lo conjuntaron. Buenecita sin más la entrada. En los jardines que hay frente a la plaza, esta vez no había antitaurinos sino cientos de jóvenes de ambos sexos tomando el sol, ajenos por completo a lo que estaba sucediendo dentro de La Maestranza. La lidia y muerte de unos toros flojísimos salvo el quinto que le tocó a El Cid y el sexto a El Fandi.

Al noble primer toro lo lanceó bastante bien Rivera Ordóñez antes de banderillearlo correctamente sin más. La faena empezó con el toro en la arena por débil con una labor simplemente estimable del hijo mayor de Paquirri hasta que al matar se acordó de su señor padre pegando un cañonazo de rápidos efectos. Evocó a su abuelo rodilla en tierra en el recibo del cuarto, también muy débil. Francisco en inhibió en palos e hizo bien. Claro que, para la faena que hizo, mejor hubiera sido entrar a matar sin dar un solo pase.

El segundo se cayó repetidamente antes de ser picado y fue devuelto. Lo sustituyó un sobrero de Montealto, cornalón, corretón y también muy débil de remos. El Cid no le pudo dar ni un lance y le simularon la suerte de varas. Fue bien banderilleado, especialmente por Alcalareño en el tercer par. El Cid se lo llevó a los medios, lo citó a media distancia con la mano derecha y no se acomodó del todo al echar la cara arriba el burel. Tampoco por el lado izquierdo. Cambió de mano y ni el toro ni el torero mejoraron. Muy desconfiado el de Salteras que mató de pinchazo y estocada trasera caída. Sopor general.

Lo brioso del quinto toro en su salida valió para que El Cid lo lanceara decentemente en el recibo. Bien El Boni en banderillas. El toro se le vino veloz a El Cid y aunque algo acelerado, pudo hilvanar tandas de tres y el de pecho con la derecha, finalmente reunido en la cuarta. Bien pero sin total firmeza al natural. Y muy encima del toro para acabar con la derecha. Reconciliado consigo mismo y con sus paisanos, perdió una oreja por pinchar antes de agarrar la estocada.

La siesta se interrumpió con El Fandi, soberbio por lentísimas verónicas. Muy noble aunque, como sus hermanos, flojo el tercer toro, nada más señalarte un picotazo, perdió las manos. Cubierta la suerte de varas de puro trámite, el granadino banderilleó con sus acostumbradas brillantez, facilidad y facultades. El mismo de siempre recién restablecido de la rotura de costillas en Córdoba. Brindó la faena y con el toro ya muy parado, templando, consiguió más muletazos de los que cabía esperar de un animal tan acabado. Estoconazo trasero y dos descabellos.

El cornalón sexto peleó en varas y El Fandi quitó por chicuelinas y lo banderilleó en corto, sin espectacularidad ni carreras. Quería que durara el toro. Y así fue. Por eso pudo torear con vibrantes redondos y largos naturales aunque no todos. Venido a menos, el toro se echó y lo que iba para una posible oreja, quedó en petición y vuelta al ruedo tras un estoconazo hasta las cintas.

El Mundo

Por Carlos Crivell. Dos horas y media sobre el duro ladrillo

Cartel de domingo, público festivo y una corrida plana y monótona con pocos detalles para el recuerdo. Y se pudieron cortar dos orejas que no hubieran añadido ni un gramo de gloria a la tarde. El Cid la tenía en sus manos y se la quitó la espada. El Fandi encontró un aliado inesperado en la banda de música, tan rácana el sábado y tan generosa ayer, y bien puso llevarse un trofeo. La sensatez volvió a la plaza y los pañuelos se quedaron en los bolsillos.

El encierro de dos hierros fue poca cosa de presentación y de juego. El conjunto anduvo en los mínimos de todo. El ofensivo y cinqueño sexto se tapó por los cuernos. Fue un lote de pocas fuerzas, soso y noble, es decir, una corrida moderna que sirve para cualquier plaza menos para una como Sevilla, donde se pide algo más al toro de lidia. Los mismos trasteos de la terna son premiados por otras plazas. Sevilla exige más toreo para cortar trofeos, incluso en jornadas de público festivo que llega para pasar el domingo en la capital y a ver poner banderillas.

Se supone que era una corrida pare ver muchos pares de banderillas. Al final, menos de lo esperado. Rivera se abstuvo en el cuarto después de ponerlas con aseo y sencillez en el que abrió plaza. El Fandi fue fiel a su estilo, siempre poderoso, y clavó algunos buenos y otros a toro pasado. Lo mejor de los tercios fue escuchar a la banda, que toca muy bien aunque su director tenga los papeles perdidos.

El festejo se animó en los dos toros finales. Antes, fue un suplicio para el aficionado. Se juntaron toros tullidos y sosos con toreros cumplidores sin aparente ánimo de animar a la concurrencia. Si se le añade una lentitud desesperante sin que pasara nada, resulta que los primeros cuatro de la suelta apuraron una hora y tres cuartos. Demasiado para tan poco toro y una tarde de domingo.

Fue tan poca cosa el espectáculo que se hurtó, una vez más, el tercio de varas sin que nadie en la plaza levantara una voz para exigir una lidia completa. La realidad es que los Torreherberos y Torrehandilla no tenían fondo para soportar los tres tercios, con especial mención para el de varas, que a este paso va camino de pasar a la historia.

Decíamos que se animó algo la tarde en los toros quinto y sexto. El primero de ellos, bien picado por Juan Bernal, permitió una faena de Manuel Jesús «El Cid» correcta por la derecha y de pocos pases por la izquierda. Algunas tandas con la mano diestra tuvieron ligazón. El torero de Salteras se atemperó y remató con muy buenos pases de pecho. Fue una faena que destacó después de unas cuantas anteriores sin relieve. Podía haber cortado la oreja pero un pinchazo se la llevó a la tierra donde habitan las orejas no cortadas, que en algún lugar deben andar las orejas que se lleva la espada.

El cinqueño sexto se tapaba por su arboladura. El Fandi dejó que Juan de Dios Quinta lo picara, algo que es noticia. El Fandi comenzó con tres doblones muy buenos que le permitieron saber que el animal era noble. La primera tanda diestra fue vista y no vista por la velocidad. La segunda fue mejor. La banda atacó el pasodoble por su cuenta y riesgo. El Fandi dibujó algunos naturales sueltos de buen corte entre otros en los que se agarró al costillar. Cuando cambió la espada el toro se echó sobre el albero. La espada cayó baja y la petición fue mínima.

En este festejo dominical no hay muchas cosas de relieve que comentar. Rivera Ordóñez, ahora Paquirri en los carteles, se mostró fácil y templado con el primero. Sin molestarse el uno al otro, Francisco dibujó muletazos limpios sin gran emoción.

El cuarto sufrió el espanto de los malos puyazos de Diego Peña y llegó punteando los engaños. Toro molesto al que pasaportó pronto después de haberse derrumbado en alguna ocasión.

El Cid no le cogió el sitio ni la distancia al segundo, un toro que desparramó la vista y se mostró gazapón. No hay nada más incómodo que un toro que anda y mira. El Cid le dio pases de factura variada. Nunca se vino arriba el trasteo. El Fandi mató al tercero, toro parado, reservón y deslucido. Salió el cuarto, ya se sabe de mal estilo, y todo el plomo de la tarde era propio de un tostón soberano. Con el quinto y el sexto la masa disfrutó algo, poco en verdad, pero a la salida los cuerpos estaban destrozados de dos horas y media sentados en el duro ladrillo. Dos horas y media pueden ser un cielo fugaz, la corrida del viernes pasado, o una dura losa capaz de acabar con cualquiera. ¿De quién fue la culpa de este espectáculo tan lineal y tan pesado? De Fuenteovejuna, señor. Es decir, que todos pusieron su granito de arena. Dos horas y media sin nada de que gozar no se sostienen.

La Razón

Por Patricia Navarro. Creer o no creer

«Dragaminos» era toro de Pamplona. Pero caprichoso el destino, el toro de Torrehandilla salió ayer en Sevilla en sexto lugar. Lo tenía todo por delante, mucha cara, descarados pitones y fuego en las arrancadas. Carbón pero para torear. Le tocó a El Fandi en ese cartel semimediático que se anunciaba en La Maestranza, tras la estela de Valencia, donde funcionó en taquillas. Ayer, domingo, quedó la cosa en tres cuartos, nada que ver con las apreturas de los dos días anteriores. Pero apañaba la foto.

De menos a más transcurrió la tarde. Y el sexto, ese que abre la crónica, disipó de pronto el espesor, porque se sabía que lo que ocurría allá abajo tenía miga. Además de la apariencia, se movió mucho, apretando y exigiendo aparte de solvencia, convicción para quedarse quieto. Fandi hizo una faena medida, sin salirse del camino de la seriedad e intentando cuajar al toro. Por abajo lo rompió en el inicio, enseñándole el viaje y poco después se puso a torear. Las tandas diestras y un par de ellas de naturales tuvieron el trazo de la profesionalidad. No dio el paso atrás, y según avanzaba la faena, el toro, que transmitía, agudizó el defecto de meterse por dentro. Encontró Fandi el tiempo sin echar mano de alardes que llegan directos al tendido. Estocada desprendida. Silencio en las masas. Y una merecida vuelta al ruedo.

«Centinela» fue toro de triunfo. No hay que hacer muchas cábalas para intuir que le tocó a El Cid. El torero sevillano se dio cuenta y lo brindó a los asistentes. En el centro del ruedo, sin prólogo, sin pases de tanteo, citó al animal con la muleta en la diestra. Pero el aplomo se esfumó. La movilidad del buen toro contaba cosas, las declaraba desde que se arrancaba de largo aún antes del cite. Entretanto, El Cid hizo una faena de tandas cortas, de más acompañamiento que mando. De dominio en entredicho y pases de pecho soberbios, rebosándose con la embestida, que en verdad gustaron al personal. Pero no es lo mismo ser que estar.

Y estuvo Alcalareño en los dos pares de banderillas que puso al segundo, sobrero de Montealto. Y se le reconoció hasta desmonterarse. Tuvo casta el toro, movilidad que requería llevar, solventar, pero la muleta de Cid versó endeble y el trasteo se fue descomponiendo.

Rivera Ordóñez tuvo el lote más justo de fuerza y de casta. ¿Una cosa lleva a la otra? Quiso con su primero, flojo de ímpetu y al cuarto, que protestaba y acudía al engaño descompuesto, le trazó una faena aseada.

El Fandi, con el tercero, que tenía calidad pero poco empuje, cumplió el expediente. Y gustó en banderillas. Aunque eso haya dejado de ser noticia. Ayer dio un paso más con un toro que pone la cartas sobre la mesas. Torrehandilla sumó, y mucho según avanzaba la tarde. Dos grandes quinto y sexto. En la convicción está el éxito. Y el gran reto.

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COPE

Por Sixto Naranjo. Los buenos se hicieron esperar

No iba por buen camino la décima de Feria este domingo. La corrida de Torrehandilla y Torreherberos, los dos hierros de la familia Morales, estaba resultando muy deslucida. Descastada, sin fondo y en algunos casos hasta sin fuerza. Incluso el segundo llegó a ser devuelto. Pero el rumbo cambió con la lidia de los dos últimos toros. Un quinto con transmisión y galope y un sexto encastado y humillador.

El quinto cantó desde el comienzo el buen son sus embestidas y El Cid las aprovechó para salirse hasta los medios jugando los brazos en un buen saludo a la verónica que remató con dos ceñidas y profundas medias. Brindó al público y el toro respondió viniéndose al engaño del sevillano a la distancia, con galope y buen son. Tardó dos series a derechas El Cid en dar con la tecla del temple. Cuando le cogió el aire y la distancia al toro, hubo mejor nota en el toreo al natural aunque faltó algo de ajuste. El toro se vino algo a menos y el de Salteras acortó distancias en busca de una intensidad final que no llegó. Pinchó antes de la estocada y lo que iba camino de una oreja quedó reducido a una ovación desde el tercio.

El sexto fue un tío. Bajo, armónico de hechuras y con una imponente cabeza. Empujó con pujanza en el peto en los dos encuentros con el picador y apretó a El Fandi en banderillas, teniéndose que esforzar más de la cuenta el granadino en su tercio fuerte. A la muleta llegó el toro embistiendo por abajo, con fuerza y transmisión. El Fandi, que trenzó toda su faena entre las rayas de picar, templó y mando en un par de tandas en redondo. Al natural todo surgió más ligero y superficial y la faena no terminó de romper. Al final, el de Granada se amontonó algo y el toro, aburrido, se echó tras la última serie. Fácil con la espada, se llegó a pedir una oreja con más intensidad en los tendidos de sol que en los de sombra, por lo que el presidente optó por no asomar el moquero y El Fandi tuvo que conformarse con una vuelta al ruedo.

El resto del festejo tuvo poca historia, casi ninguna. Como las dos faenas ramplonas y vulgares de Paquirri. A su primero, al que banderilleó con desigualdad, le templó y llevó en línea con una parsimonia y ceremonia que tampoco venía muy al caso. El cuarto duró un suspiro y el mayor de los hermanos Rivera Ordóñez tampoco se complicó la vida.

El Cid estuvo desconfiado con el encastadito sobrero de Montealto. Al de Salteras le volaban los pies sobre el albero maestrante y entre desconfianzas y dudas pasó la faena.

El Fandi sorteó en primer lugar un animal noblote pero al que le faltó continuidad en sus embestidas. Banderilleó con poder y con la muleta dejó algún natural de buen trazo pero dentro de un conjunto al que le faltó la sal de la ligazón por la condición del toro.

El Mundo

Por Vicente Zabala de la Serna. Una vuelta al ruedo para El Fandi

La tarde espléndida. Sol y primavera. Cartel raro. Rivera Ordoñez, El Cid y El Fandi. Y toros de Torrehandilla y Torreherberos. Algo de viento, pero nada comparado con la preferia. Tres cuartos de entrada frente al lleno del día anterior y al “no hay billetes” del viernes. Rivera saludó de correctas maneras a la verónica al toro que abrió plaza de pitones como argumento. Puso banderillas al son del pasodoble 'Manolete'. Lo cual, entre el pasodoble y el hombre poniendo banderillas, era un contradiós ante la historia. Al hilo del pitón y entre las rayas, Rivera muleteó ramplón hasta que se apagó el toro.

El Cid vio como su castaño toro volvía a los corrales para ser sustituido por un sobrero de Montealto, enmorrillado y con las puntas por delante. A Cid le costó estar mucho delante pues el toro era de condición mirona aunque luego obedeciera. Uno creía que la mano era la izquierda pero al final el matador de Salteras apostó por la derecha si por apostar se entiende que estuvo mucho tiempo. La verdad es que el toro no terminó de humillar. Pero tuvo su punto encastado. Desconfiadete El Cid.

Fandi le largó una larga de rodillas al tercero y lo toreó en son de manos bajas y buen aire a la verónica. Banderilleó con el poder y la autoridad de siempre. El toro de Torrehandilla y Torreherberos, tanto monta, monta tanto, se retrajo. Lo mejor de El Fandi fue la estocada.

En el cuarto, para Rivera, no pasó nada y lo que es nada es nada.

Al castaño quinto El Cid le largó tela con el capote a la verónica en buen son. El toro lo tenía. Brindó al público. Y en los medios se lo dejó venir. Después de la enmienda, Cid le cuajó tres series ligeritas sobre la mano derecha. Superiores los pases de pecho. A izquierdas, ya el toro más apagado, no salió todo tan rematado. La embestida se había venido a menos y la última tanda sobre la diestra lo exprimió. Un pinchazo solo diluyó las ilusiones antes de la estocada trasera. Esa fue la consistencia de la faena.

El sexto superaba a todos en trapío. Toro de Pamplona. Y en verdad lo era. Cara impresionante. 'Dragaminos' de nombre. Fuerte y encastado. Y haciendo la cosas por abajo. Dos series por la derecha de Fandila. Y otras dos por la izquierda de pop ligero. No se sacó al toro de entre las rayas. Puede que fuese el terreno. O no. Y al final de tanta vuelta el toro se echó. Buena estocada. Petición y vuelta.

El Correo de Andalucía

Por Álvaro Rodríguez del Moral. Aquí no ha pasado nada

El ciclo abrileño ya ha doblado su ecuador y produce cierto vértigo asomarse a lo que está por venir, sobre el papel, para empezar a pensar que de alguna manera el pescado empieza a estar más que vendido. Ya se ha mostrado que el único que ha tenido capacidad de llenar el coso sevillano ha sido Manzanares aunque Morante lo rozó en una tarde que tampoco le sirvió para sembrar como en otros ruedos. Ayer mismo, en una fecha infalible en otros tiempos y con un cartel de extraña alquimia se mostró cual puede ser el tono de lo que queda aún, en espera de la nueva venida del mesías alicantino que sí tiene reventadas las taquillas y esa vergonzante reventa con la que nadie quiere acabar. Y si el cartel chocaba, aún seguía pesando la cumbre escalada el pasado viernes y el personal se dispuso a sobrellevar el festejo sin demasiadas pretensiones, pensando que otro día escampará. Y eso que se disgustó, sin demasiados aspavientos, con la invalidez del encierro de Torrehandilla, que tuvo que ser remendado con un feote sobrero de Montealto que, con sus cositas, podría haber dado más de sí.

Había echado la cara arriba y protestado en los caballos en una suerte de varas que no pasó de simulacro. Y aunque salió muy distraído, siempre a su aire, no estaba exento de posibilidades. Andarín, un pelín mironcete pero con una aprovechable movilidad, hizo pasar un indisimulado mal rato a El Cid, al que le falló la seguridad en sí mismo para acertar a tocar y fijar una embestida que necesitaba ser orientada.

Mosqueó que el diestro de Salteras, una vez más, no hubiera sido capaz de resolver los problemas que le había planteado ese toro pero para no fallar a su proverbial fama en los sorteos se encontró con un quinto de buena nota al que toreó con templanza a la verónica. En esos lances se desplazó el toro mejor por el pitón izquierdo que por el derecho que, a la postre, sería el más potable en una faena de muleta que sirvió al saltereño para reconciliarse consigo mismo y con todos los que saben que el torero de los últimos años no es el mismo que aquel gran Cid de los días de vino y rosas que reventaba la Puerta del Príncipe. Posiblemente, en aquella época habría cortado las dos orejas del toro pero también es cierto que la faena estuvo bien estructurada, bien hecha y mejor dicha, especialmente en varias series en redondo rematadas con pases por alto y de pecho en los que se sacó al toro por el hombrillo contrario. Pero más allá del trofeo que se pudo escamotear en el pinchazo que precedió a la estocada y de la bondad de un toro que, quizá, tuvo más que torear hay que salvar la renovada predisposición de un torero que ayer, por fin, sí se pareció a sí mismo.

El Fandi acudía a Sevilla recién reaparecido de la fractura de costillas que se produjo en el estreno de la temporada, toreando a favor de los enfermos del Cáncer en la plaza de Córdoba. Y el granadino tampoco quiso dejar pasar cualquier oportunidad de lucimiento a pesar de la invalidez de un encierro que ya tenía colmadas la paciencia del público. El Fandi sorprendió a muchos -que se frotaban los ojos- toreando a la verónica con empaque, temple creciente y sentido clásico al tercero de la tarde, al que colocó un meritísimo par por los adentros en el que se jugó la vida sin ningún miramiento. Lástima que ese mismo toro, que se quedó prácticamente sin picar, fuera tan tardo y probón en la muleta del granadino, que no se aburrió de estar en la cara intentando sacar agua de un pozo cada vez más seco.

Pero la gente estaba con él y le abrigó desde que salió el sexto, un animal de descomunales pitones que tuvo mejores inicios que finales. El Fandi se mostró esta vez más sobrio con los palos aunque destacó especialmente en un par resuelto desde los terrenos de dentro a las afueras y en un entonado trasteo en el que hubo mejor y mayor acople en las series iniciales, aguantando algunos paroncitos y dudas del toro. Pero el de Torrehandilla, que no llegó a entregarse por completo, se acabó desinflando y hasta se echó antes de que el torero le cuadrara para matar. No pocos espectadores pidieron una oreja que la presidencia no concedió aunque cambió por una vuelta al ruedo postrera en espera de la próxima, el Sábado de Farolillos.

Rivera Ordóñez, el nuevo Paquirri, volvía a la plaza de la Maestranza después de decidir unilateralmente su incomparecencia en el ciclo anterior. Francisco, asumiendo la grandeza del escenario, se mostró sobrio, clásico y muy profesional toda la tarde, especialmente en el manejo del capote con el que esbozó esos lances rodilla en tierra de sus tiempos más gloriosos. Paquirri también banderilleó con suficiencia al primero del encierro y se mantuvo siempre muy templado con el blando y noble primero, rebrincado de puro flojo. Pero Rivera tendría muy pocas opciones con el toro que hizo cuarto, un precioso castaño, muy bien hecho, que estaba absolutamente vacío de contenido.

ABC

<img src="http://www.portaltaurino.net/archivos/18961328200600.png"/>Por Andrés Amorós. Sinfonía en gris menor

Ha pasado el frío. Brilla al sol, como una joya, la «ciudad de cristal» (Miguel Hernández). Se siente ya la cercanía de la Feria. Los aficionados siguen hablando de José María Manzanares. Hace años que Sevilla no se rendía así a un torero… Por la mañana, el compañero de página Álvaro Pastor Torres presenta sus «Crónicas casi impertinentes»: Juan Manuel Albendea subraya su ironía, su imaginación. El maestro Antonio Burgos me comenta la inteligencia del diestro alicantino y cómo su magnífica cuadrilla le recuerda la histórica de Jaime Ostos, con El Vito y Luis González. A la puerta de la Plaza, Carlos Herrera me gasta bromas por mi chaleco de friolero…

El cartel de una corrida (igual que el programa de un concierto) debe tener un sentido: cierta armonía, dentro de la variedad. ¿Qué pinta El Cid en el de esta tarde? No lo veo: un diestro clásico junto a un fenómeno de las banderillas y uno de los llamados «mediáticos». Un poco a la sombra, al margen de polémicas, Manuel Jesús es uno de los pilares de esta Feria, si ha vuelto del todo por donde solía, para alegría de su docto amigo Joaquín Moeckel…

La afición se mosquea al llegar a la Plaza, cuando ve que, en el reconocimiento, se han rechazado cinco toros de Torrehandilla-Torreherberos. Luego, volvemos a lo de tantas tardes: toros nobles pero demasiado flojos. Se devuelve el segundo pero podía haber ido para dentro alguno más; en general, propician un espectáculo grisáceo. ¡Y todavía dicen algunos ganaderos que ya no se caen los toros! Será que yo veo otras corridas…

El primero es terciado, abierto de pitones, flojo: protestas. Embiste bonancible pero corto. Paquirri está reposado con el capote y cuartea, fácil, con los palos. En el primer pase de tirón, el toro va al suelo. Francisco está simplemente profesional con una res que es ejemplo típico del toro «moderno»: ni molesta ni emociona. Lo mejor: mata con decisión.

El cuarto, desde que sale, está continuamente renqueando. Esta vez, el matador no banderillea. El toro se queda corto, se derrumba. Trasteo anodino. Paquirri, esta tarde, está certero con la espada.

Devuelven el segundo, flojísimo. El sobrero de Monte Alto también flojea de salida, se para, apenas lo pican. Saluda Alcalareño en banderillas. El Cid, con buen estilo, tarda en encontrarle el sitio. El toro se pone andarín y el diestro no se acaba de confiar. Se tapa con una buena estocada, después de un pinchazo.

En el quinto, bajo, enmorrillado, juega bien los brazos con el capote Boni hace hace un bien quite a su compañero con los palos. El Cid brinda al público. El toro va largo, codicioso, pero tiene las fuerzas justas. Por la derecha, dándole sitio, cuidándole, logra muletazos templados. Parece que Manuel se va a reencontrar con el éxito en Sevilla pero el toro se viene abajo; por la izquierda, dura muy poco. Un pinchazo precede a la estocada.

El Fandi es, por supuesto, garantía de espectáculo, con los palos. Pero ha cuajado también en un buen lidiador. En el tercero, gallea por chicuelinas, lo lleva bien, corriendo hacia atrás. Logra un gran tercio de banderillas, jugueteando con la res y clavando, muy seguro. Con la muleta está firme, con oficio, pero el toros se para pronto: todo resulta premioso. Mata con decisión.

El último, muy astifino, tarda en entregarse: lo pica bien Juan de Dios Quinta. Acude rápido a la muleta: los doblones iniciales tienen emoción. El Fandi lo lleva bien, lo engancha a la muleta con mando. No es sólo un buen banderillero… Cuando va a por el estoque, el toro se echa. ¡Decepción! Logra la estocada pero el Presidente no concede la oreja. Ha tenido una actuación muy digna, de buen profesional.

Rubén Darío escribió la «Sinfonía en gris mayor»: «El mar es un vasto cristal azogado…». Para que nos emocionemos, hacen falta toros con más casta y pujanza. La tarde ha sido —me temo— una sinfonía en gris menor.

Firmas

Por Gastón Ramírez Cuevas. Preocupante y aburrido espectáculo

Los toros de Torrehandilla y Torreherberos (¡qué manía de manejar dos hierros del mismo dueño cada tarde!) fueron una clara muestra de que en España la Fiesta está cada vez más cerca de la de México. Cuatro de las anovilladas, débiles y descastadas reses dieron lástima, pero dos de ellas se equivocaron y embistieron, la quinta y la sexta. Eso vivimos en la Plaza México casi todos los domingos y eso estamos –con sus honrosas excepciones- tragándonos cada tarde en la capital del universo conocido. Y como ocurre siempre, los dos buenos animales del encierro se fueron con las orejas puestas al destazadero. Vamos por partes.

Francisco Rivera Ordóñez, el tardío Paquirri chico, estuvo bien con el capote, bien con las jaras, y bien en el último tercio. Su primer toro fue un moribundo y apenas permitió que Rivera se ganara una tímida ovación en el tercio. Su segundo tenía la misma dosis de casta que un caracol y ahí no pasó nada. El Cid estuvo mal con el segundo bis (el del hierro titular fue devuelto por inválido). Al de Salteras le estorbaron el aire, el sismo trepidatorio que suele cargar desde hace algunos años en cada zapatilla y hasta el toro.

El quinto se dejó hacer fiestas y Manuel Jesús logró recordarnos quién ha sido en el toreo. Paró su calzado bailarín, aguantó la embestida del burel y pegó muy buenos pases con la derecha, dejando que el toro se arrancara de largo al principio de la faena. El hecho de no haber aguantado nunca la segunda acometida del bicho por el perfil izquierdo y un pinchazo fueron la causa de que todo se redujera a una calurosa carretada de aplausos en el tercio.

El Fandi le puso dos muy buenos pares de banderillas al tercero de la tarde: un violín al sesgo por fuera y un sesgo por dentro en tablas. También el torero granadino estuvo bien con el percal, luciéndose a la verónica en el primero de sus toros. Lució menos con el capote en el que cerró plaza, robándole al astado algunas chicuelinas muy despegadas.

Después volvimos a la película de siempre. Fandi, autor del célebre libro “El Toreo de Muleta, ese Desconocido”, petardeó con el trapo rojo. De lo que David Fandila le hizo con la sarga al tercero, justo es mencionar que pegó un afarolado bastante cómico. No encontró jamás la distancia ni el temple durante su faena al sexto, un toro que hubiera todavía podido salvar la tarde y que acabó echándose de puro aburrimiento. Usted, paciente lector geómetra, bien sabe que las líneas paralelas se pueden prolongar durante toda la eternidad y jamás llegar a encontrarse, a cruzarse. Eso ocurre con la bravura y estos toros de muchas torres y muchas haches intermedias; con el arte y El Fandi; con la quietud y El Cid, y con las tardes memorables y el nieto de don Antonio Ordóñez: es imposible que coincidan en algún punto del futuro.


©El Cid/El Fandi/Juan Carlos Muñoz/Diario de Sevilla. Rivera toreando su segundo toro en La Maestranza/JULIÁN ROJAS/El País. Arjona/Toromedia.

Sevilla Temporada 2012.

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