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REAL MAESTRANZA DE SEVILLA

Tarde del viernes, 24 de abril de 2009

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de El Torreón (de diferente presentación, descastados y flojos en general).

Diestros:

Enrique Ponce. De azul pavo y oro. Pinchazo, estocada entera (palmas); pinchazo, aviso, estocada desprendida y trasera (silencio).

José María Manzanares. De azul y oro. Pinchazo hondo que profundiza, descabello, aviso, descabello (saludos); estocada (silencio).

Daniel Luque. Grana y oro, Estocada entera (aplausos); estocada, dos avisos (saludos).

Saludaron: Curro Javier, de la cuadrilla de José María Manzanares, en el 5º; y Curro Robles, de la cuadrilla de Daniel Luque, en el 6º (sonó la música).

Presidente: María Isabel Moreno.

Tiempo: Soleado y caluroso al principio, con rachas de viento.

Entrada: Hasta la bandera.

Crónicas de la prensa: Diario de Sevilla, El Mundo, ABC, El País, La Razón.

©Marcelo del Pozo/Reuters


Puerta de Arrastre

Por Santiago Sánchez Traver

Otra decepción más en el largo camino de la feria. Una tarde que pudo ser y se quedó en nada. Por culpa de los toros y de los toreros, que todo hay que decirlo. Enrique Ponce estuvo por debajo de sus dos enemigos, aunque se le fue más el cuarto, al que pudo hacer mucho más y no se centró nunca con él. El primero tenía una faena corta, pero la tenía. Manzanares pudo cortar la oreja del segundo y se peleó con el quinto. A Daniel Luque le tocó el peor, el tercero, el único imposible de la tarde. En el sexto lo probó todo y si no sacó más se puede achacar - y perdonar- a su inexperiencia. Los toros bien presentados, prontos en el caballo, pero escarbones todos ellos y rajaditos al final. Aún así, hubo varios aprovechables hasta cierto punto. Volvió a estar de lujo el piquero sanluqueño Pedro Chocolate, que apunta a renovar el premio. Y en banderillas, superior, como ayer, pero con más emoción, Curro Robles, que también destaca claramente para los trofeos. Ví que habían duchado a los toros antes de salir, por don del ganadero, César Rincón, pero no tuvo mucho efecto. Y hubo un extraño pinchazo al segundo que se convirtió, mágicamente, en estocada hasta la bola. Mañana más, qué quieren que les diga.


Lo mejor, lo peor

Por Carlos Javier Trejo.

Lo mejor de la corrida fueron las cuadrillas. Anduvieron extraordinariamente bien en su conjunto: Mariano de la Viña, Curro Javier, Trujillo, Caricol y Curro Robles para el que sonó la música tras dos pares vibrantes al 6º. José Mª Manzanares instrumentó los muletazos más lucidos de la tarde, muy bien al natural a un toro que quería irse. Series muy cortas pero con el sello de calidad que acostumbra el alicantino. No tuvo continuidad la faena y, aunque mató bien, todo quedó en una ovación. Primera comparecencia de Daniel Luque que sorteó el peor lote, un primer toro manso y muy flojo que se aquerenció en la misma boca de riego y un segunda astado manso que desarrolló mucho peligro. Luque se justificó y confiemos que en la próxima tenga mejor suerte.

Mala corrida de El Torreón. César Rincón envió un encierro muy bien presentado pero que careció de casta y de raza de manera alarmante. Aún el único toro con posibilidades de la tarde calló a manos de Enrique Ponce que no acabó de convencer en un trasteo en el que se sucedieron muletazos muy rápidos y que nunca logró alcanzar vuelo. Alargó en exceso la faena siendo incluso censurado por parte del público. No encontramos a ese maestro que lleva casi 20 años mandando en el toreo. Hablábamos antes de las cuadrillas, y en este sentido tengo que matizar que no me gusta nada el exceso de gestos de cara a la galería, las voces, zapatillazos y demás aspavientos en busca de la atención del público para lograr el protagonismo deseado.

©Curro Robles/Alejandro Ruesga/El País/Manzanares-top/José Manuel Vidal/EFE


Diario de Sevilla

Por Luis Nieto. Espectáculo a medio gas

La corrida de El Torreón (propiedad de César Rincón), bien presentada, dio un juego variado. Ni Enrique Ponce ni José María Manzanares estuvieron muy finos con sus respectivos lotes. Y el sevillano Daniel Luque, que se presentaba como matador de toros en la Maestranza, fue el único que puso toda la carne en el asador, aunque tampoco consiguió trofeo alguno. El espectáculo contó con momentos de gran esplendor a cargo de varios toreros de las cuadrillas. El banderillero Curro Robles prendió dos grandes pares al sexto, exponiendo sobremanera en el segundo, en el que clavó con agallas en la cara, llevándose un pitonazo en un derrote violentísimo del toro. El público lo ovacionó puesto en pie, entre tanto sonaba un pasodoble. Curro Javier se lució al prender los garapullos al quinto. También brillaron los picadores Manolo Quinta, quien se agarró en un gran puyazo al cuarto, por lo que fue ovacionado, y Pedro Morales Chocolate propinó una gran vara al quinto, también premiada con otra ovación. Pero ahí no quedó todo. José María Tejero se convirtió en un firme candidato para el premio del quite al riesgo, al cortar el viaje al colorao Bonoloto, haciendo que el premio gordo le tocara a Curro Robles, quien iba camino de ser cogido, ya que el astado hizo hilo, le ganaba por pies y estaba a punto de empitonarle. José María ya había brillado en un gran par al cuarto, también ovacionado.

Enrique Ponce no convenció. Abrió la espita de la esperanza con el primer toro, precioso de lámina, noble, pero que se rajó pronto. Lo hizo al lancear a la verónica, con una media, y en una apertura de faena muy torera, con reposo y relajado. Pero el valenciano no pasó de entonado en una labor en la que faltó ligazón, con un astado justito de fuerzas, que acabó buscando tablas. Con el deslucido cuarto, también apuntó algunos muletazos buenos por el pitón derecho. Pero la faena no acabó de arrancar con un Fandanguito, también a media voz, que se rajó.

José María Manzanares tampoco brilló especialmente ayer. Faena a medias al segundo, un astado que se rajó y acabó en tablas. Lo mejor, una serie con la diestra, rematada con un gran pase de pecho. Y otra más, también corta, de tres muletazos ligados a un interminable cambio de mano. Luego, chispazos, con la izquierda, como algún precioso ayudado. Fueron los momentos de mayor expresión artística. Pero duró lo que un suspiro. La verdad es que Obstinado se obstinó en no entregarse y el torero tampoco llegó a romper la barrera artística. Con el quinto, que acabó parado y reservón, el alicantino llegó a cansar al público. Aquí el obstinado y perseverante fue el propio Manzanares, queriendo sacar agua de un pozo seco. Tanto se alargó en el vacío trasteo, que incluso hubo gritos para que cortara una labor que acabó siendo plúmbea.

Daniel Luque contó con peor material que sus compañeros. Por encima de todo, destacó su disposición. De muy mala condición y muy manso fue el tercero. Comisario acabó en chiqueros, como celoso guardián de su propia mansedumbre. El sevillano pudo lucirse algo con la diestra en la faena al complicado animal, sin entrega y escarbador, con el que se peleó, sacando por momentos algunos muletazos de buen trazo, especialmente con la diestra, y otros de adorno, como algún trincherazo de calidad. Se tiró a matar con agallas y enterró el acero. La tardanza en caer el toro le supuso dos avisos y que el veredicto del respetable quedara en una fuerte ovación.

Sin duda, para el público, una tarde más. Si bien, el aficionado al que le gusta paladear hasta el más mínimo detalle pudo saborear varios momentos espléndidos, especialmente a cargo de varios toreros de las cuadrillas. Tarde de oro para hombres de plata como Curro Robles, José María Tejero, Curro Javier y de esos otros vestidos de oro y a caballo, como Manolo Quinta y Chocolate. No es poco en una feria que no acaba de levantar el vuelo.


El Mundo

Por Carlos Crivell. Sólo la esperanza de Daniel Luque

En una corrida penosa por su falta de casta y su abundante sosería, el sexto desarrolló genio y mansedumbre. Daniel Luque, inédito aún de matador de toros en la Maestranza, le plantó cara en su faceta de torero valiente. No le quedaba otra. Luque es un torero dotado del arte, pero si el toro no embiste cuando se tienen diecinueve años, debe ser el diestro el que lo haga.

El de Gerena le plantó cara al manso con la inocencia de su juventud en flor, le buscó laS vueltas como si le fuera la vida y se jugó el físico como deben hacer los toreros que quieren la gloria.

Los muletazos fueron intensos más que suaves, cada acometida del toro era un toma y daca, pero allí estaba el chaval. Como toro sin clase, cuando le pudo alguna vez por abajo, el animal huyó a otros terrenos. No había templanza, simplemente había mucho arrojo para que la tarde, ya irremediablemente hundida, no se hundiera de forma definitiva. Daniel Luque plantó su figura torera y deja su prestigio en alto ante la próxima corrida en la Feria. El ganado propiedad de César Rincón fracasó. Otra corrida inservible por su descarada falta de casta, sus aborregadas embestidas, su nula pujanza y fuelle para repetir las acometidas.

Pero siendo así la corrida, algo aparente para el menos entendido, la realidad es que los maestros del cartel se mostraron muy conservadores. Ponce aburrió en sus dos toros, a pesar de mostrarse fácil y seguro. El sopor llegó a su máxima expresión en el cuarto, al que se entretuvo en darle una infinidad de muletazos corrientes que llegaron a desesperar a buena parte del tendido. Cuando tras algunos pases sin emoción parecía que ya se iría por la espada, el de Chiva volvía a citarlo en una labor capaz de aburrir a las ovejas. El magisterio, que Ponce posee sin ninguna duda, también es sentido de la medida. Pero este gran torero no conoce esa virtud.

Con el primero, toro que no era toro, más bien borrego dulce y empalagoso, los pases de Enrique se sucedieron en una secuencia pulcra, serena, inconsistente y desilusionante, aunque a esas alturas una parte de la plaza le ofreció su entrega sin nada a cambio.

En este conjunto de reses de hechuras sin fondo, el lote más aparente cayó en manos de Manzanares. De su calidad al instrumentar pases no hay nada nuevo que añadir. Tiene el buen gusto en sus muñecas y en su porte. Pero hace falta algo más. El segundo fue noble y, cuando el torero se colocó bien y se la dejó colocada, el animal repitió sus arrancadas. Manzanares no se centró casi nunca, pidió varias veces paciencia a quienes veían al toro y no veían ni una tanda ligada. Cambió los terrenos, escondió la muleta, se quedó al hilo y desplazó laS embestidas. La maravilla de algunos pases muy bellos no fue más que la demostración de que otra faena era posible con semejante toro. Esa falta de clarividencia en el mejor toro de la tarde se confirmó en el quinto con una labor espesa, de toques violentos, muy por debajo de lo que se puede esperar de Manzanares. Su calidad es muy grande, pero no es bueno ver a tan buen torero tan conformista.

La corrida en conjunto fue otro espectáculo soporífero. Daniel Luque, que torea muy bien de capa, no pudo enjaretar más de dos verónicas. El tercero se hundió en una voltereta y fue un toro imposible. La lidia se hizo interminable, todo se fue enturbiando con un encierro tan noble como nulo de casta brava. Aunque uno piensa que la torería andante los quieren así, bonitos, dulces, nobles y mansitos. Así se cargan este invento. Por lo menos el chaval le buscó las vueltas al genio del sexto y proclamó que quiere y puede ser torero.


ABC

Por Zavala de la Serna. Un Torreón de barro y genio

A la mañana, un alpinista animalista se descolgaba por la Giralda con una pancarta azul enorme contra la tauromaquia. Horas después una legión de aficionados se querían colgar de la Giralda, pero por el cuello… La corrida de El Torreón se cimentó sobre el barro de su casta aguada, vino descastado, cuando no remontado en genio. Más presencia -salvo el tercero- que juego. Y van…

Dicho lo cual, a los toreros les cabe un tanto por ciento de culpa en el fracaso de la tarde. Unos por exceso de cabeza; otros por falta de ella. José María Manzanares preocupa, al menos a mí, a estas alturas tempraneras de la temporada. No le veo fino. Ni aquí ni en Valencia ni Castellón. Olivenza fue otra cosa. Cuenta y no cuenta. Plaza tenía su cinqueño colorado de apertura de lote. Badana y pechos. Manseó en el caballo. De hecho, no quería ir. Un sinfín de capotazos. Manzanares se puso en estrategia de uno en uno con la muleta. Por fuera todo. Y eso que el toro se abría mucho, sobre todo hacia los adentros. Ligó más por el izquierdo. Buen pitón. Tres y el de pecho siempre. Acompañando con gusto. Y de tanto acompañar a ver si nos vamos a quedar para ídem de lo mismo. Un cambio de mano de cartel de toros sensacional. Pero aquello no tomaba vuelo ni cuerpo. Faltaba ambición y corazón y sobraba cerebro y técnica. Pudo ser y no fue, aunque suyos fuesen los momentos de dos horas y tres cuartos. Si José María Manzanares, con esas condiciones, se conforma con eso… El quinto ni fu ni fa, vacío, de acá para allá. Y Manzanares con el toque desplazador constante, quitándole la muleta más veces que poniéndosela. Así no es. Y menos cuando se viene como triunfador de la pasada edición de abril. Dos cartuchos le quedan. Medite. Y apriete, torero.

Por el polo opuesto navegó Daniel Luque. Arrestos sin luces. El sexto lucía dos espabiladeras de órdago en sus bajas hechuras, y desarrolló su genio desde que pisó el albero. Curro Robles expuso una barbaridad en dos pares de banderillas soberbios, espeluznante el último, con las puntas de daga en el pecho. Sonó la música. Es la segunda tarde consecutiva que liga. El toro apretaba hacia tablas, en su querencia, debajo de la banda. Luque sorprendió allí mismo con una serie vibrante. El de El Torreón se los tragó por dentro. Y de repente lo cambió de terrenos a los medios (¿?). Ahí no quería nada el bicho. Menos hacia fuera. Feos pitonazos. DL tragó. Bruto contra bruto. Bisoño aún. Basculó hacia donde se rajaba el toro, ya en sol. Lo quiso matar, y lo mató, en los medios, sin respetar querencias. La muerte retardada acarreó dos avisos, y finalmente el toro se fue a criar malvas donde había principiado la faena… El anterior, manso pacífico y huidizo, se dañó en varios volatines, uno de ellos en la misma boca de riego. El albero fresquito lo sedujo en sus excavaciones en el barro. Luque, erre que erre, lo pretendió torear en el oasis… La de cosas que dicen los puntos suspensivos en esta crónica.

A Enrique Ponce se le fundió a plomo el toro que estrenó la tarde. De repente y de pronto a mitad de la faena. El eco de las dobladas se alejó. Ponce también se las vio con una ración de genio del larguísimo cuarto, que punteaba, frenado de manos. Le tapó defectos por abajo y se tapó mucho a la vez…


El País

Por Antonio Lorca. La dulzura y la basura

Un inciso previo: el momento más emocionante de la corrida lo protagonizó un subalterno, Curro Robles, en el tercio de banderillas del sexto toro. Citó de lejos, dejándose ver; el animal, que derrochaba genio, acudió con presteza. El par quedó en todo lo alto, pero el toro persiguió con saña al torero, que se libró de la cogida porque un compañero, José María Tejero, le hizo un quite auténticamente providencial. Curro Robles había tragado lo suyo y se había visto los pitones en los muslos. En lugar de amilanarse, se vino arriba, como hacen los toreros de verdad. Se fue al centro del ruedo, levantó los brazos y retó con gallardía. El toro no se inmutó, pero fue el torero el que llegó hasta su terreno, lo provocó y dejó en el morrillo otro par memorable. La Maestranza se puso en pie y aclamó al héroe artista; los sones de la banda de música supieron a gloria. La emoción del toreo en todo su esplendor. Honor y gloria a Curro Robles.

Volvamos a la realidad: en algún tiempo, se supone, los ganaderos mandarían en sus casas. Ahora, con toda seguridad, no. Porque no es lógico que sean tan malos, que ofrezcan productos tan podridos. ¿Quién manda, entonces, en las ganaderías? Ufff… Secreto de estado. Mandan los taurinos, que forman como una secta oscura, donde abundan los cuchicheos y escasea la claridad. Se supone que mandan los toreros; las figuras, se entiende. Éstas mandan a los veedores, al representante del apoderado, a éste y al otro, llegan al campo y le dicen al ganadero: éste me gusta; ése, no; aquél tiene mucha cara (pitones, quiere decir), etc, etc. Y el ganadero se devana los sesos en la selección para elegir aquellas vacas dulces y pastueñas que críen toritos bonitos, y, sobre todo, toritos al gusto de las figuras.

Los de ayer, por ejemplo. Un toro poco ofensivo, justo de fuerzas y de casta, noble, muy noble, y que moleste lo menos posible; ése es el toro que buscan las figuras. Todos buscan la dulzura y se encuentran con la basura. El toro poderoso, bravo, encastado, codicioso y fiero ha pasado a la historia.

Con ese toro moderno triunfan las figuras en todos los pueblos de España ante públicos amables y nada exigentes, pero fracasan con estrépito cuando se eleva un poquito, muy poco, el nivel de exigencia.

Ayer, sin ir más lejos, fracasó Ponce con esos toros, con un toreo encimista, vulgar y soporífero. El gran maestro fue un pegapases insufrible y pesado. Manzanares tocó la gloria con los dedos en el segundo con algunos compases excelsos de naturales solemnes, pero faltó ligazón porque no había casta, y Luque se mostró valiente, aguerrido y pundonoroso con el violento sexto. Convenció a todos de que puede ser torero a pesar de su empecinamiento en no descabellar al toro, que le costó que sonaran dos avisos.


La Razón

Por Juan Posada. Tristeza en Sevilla

Las mansotas reses de la ganadería El Torreón, necesitaron que los toreros pusieran la alegría que a ellos les faltó, pero no fue así. Ponce, en maestro, pecó de excesiva facilidad. Manzanares sí la aportó en la faena del segundo, aunque en el quinto se dejara influir por la desidia. El joven Luque puso ilusión y emoción. Pero la mayor ovación la ganó el banderillero Robles por un gran para al sexto.

Ponce realizó una fácil faena al flojo y descastado primero, sin molestarlo. No bajó la muleta, llevándola a media altura con templanza para no dañar a un animal soso y flojo. Tampoco el torero puso demasiado brío. Le faltó más alegría; quizá, demasiado sobrado de poderío.

Al cuarto, de arrancadas intermitentes y desiguales, le hizo una faena técnica y valiente. Siempre con la muleta ante el hocico, pudo meterlo en el engaño a fuerza de templar y no dejar que lo enganchara. Los toques al inicio de los muletazos fueron clave. El toro lo acosó en los primeros naturales. Ponce, sin inmutarse, recuperó posición en la siguiente tanda, hasta embeberlo en el trapo. Labor técnica y torera, quizá demasiado sobrada, que no llegó a calar por completo. Faltó chispa.

Manzanares entendió bien al segundo, manso, pero de larga arrancada. Efectuó una ajustada y elegante faena. Destacaron cuatro tandas de naturales, muleta adelantada y arrastrada, rematadas en redondo con arte y, por ello, transmisión. Los derechazos, casi en redondo, tuvieron suavidad y lentitud. Lo mejor, su clarividencia de no prolongar, al principio, las tandas con la muleta para no atosigar al animal. Así pudo ampliarlas mediada su labor.

No entendió al quinto, suavón y sosote, pero de larga embestida. Todo lo contrario que en el toro anterior, no se cruzó nunca. Tampoco atacó al final de los pases, para animar y provocar la arrancada. La figura que se ve con cites tan fuera de cacho, trasero demasiado sobresaliente, no gustó. Ese hueco entre toro y torero, aparte de permitir que el animal lo vea, resulta antiestético. Manzanares no estuvo a su propia altura.

Daniel Luque lanceó con ganas al tercero. Los primeros muletazos diestros, lentos y rematados con un bonito natural. El animal se emplazó en el centro del anillo, al frescor de la humedad de la boca de riego. Le costó trabajo sacarlo de allí; cuando lo hizo, la res se fue a tablas. Poco pudo hacer en esos terrenos. En la suerte contraria, realizó muy bien la suerte de matar. Al brusco sexto le presentó cara en el tercio, muy dispuesto. Ya en los medios, donde el toro no estaba a gusto, se esforzó en varias tandas por ambos pitones. Faena con emoción y vibración. El personal sintió el peligro y disfrutó con su buena disposición.

Sevilla Temporada 2009

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