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REAL MAESTRANZA DE SEVILLA

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Miércoles, 25 de abril de 2012

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Jandilla-Vegahermosa (de diferente presentación y desigual juego; nobles pero justos de casta y fuerza, mansos en general).

Diestros:

El Cid. De grana y oro. Pinchazo, estocada (silencio); estocada caída (silencio).

Sebastián Castella. De Cautivo y oro. Pinchazo, estocada tendida (silencio); media estocada, descabello (silencio).

Alejandro Talavante. De obispo y oro. Estocada (oreja); dos pinchazos, estocada (silencio).

Banderilleros que saludaron: Javier Ambel, de la cuadrilla de Sebastián Castella, en el 2º. Y Rafael Perea “Boni” y Juan Manuel Fernández “Alcalareño”, de la cuadrilla de El Cid, en el 4º.

Presidenta: Ana Isabel Moreno.

Tiempo: soleado, con viento que molestó en algunos pasajes de la lidia. Fresco al final.

Entrada: Lleno.

Crónicas de la prensa: Marca, El País, El Mundo, Hoy, La Gaceta, COPE, EFE, Diario de Sevilla, La Razón.

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Puerta de Arrastre

Por Santiago Sánchez Traver

Llevamos ya catorce festejos del abono y cada vez nos queda menos y pocas cosas en el recuerdo. Seguimos viviendo del viernes de preferia y de ese excelso Manzanares y con la esperanza de volver a verlo mañana. Los de Jandilla de esta tarde no ayudaron mucho que digamos. La corrida estaba bien presentada al menos, no como otras impresentables. Pero su juego dejó mucho que desear, sin llegar a tener peligro alguno se apagaron casi todos muy pronto no dando opción más que a una o dos tandas meritorias a los toreros. Eso le pasó a El Cid con su lote, a los que mató bien. Y también a Castella, más indolente, como si no se jugara nada en esta su última cita. Talavante, que venía con ganas, ratificó su momento y sale reforzado de esta Feria. Puede decirse que sólo él, Joselito Adame, Iván Fandiño y el hasta ahora gran triunfador son los únicos que se salvan de la quema. Excelente, justa y meritoria faena al tercero al que mató bien, premiada con merecida oreja y voluntad en el que cerró plaza. Confirma todo lo que dije de él en su tarde anterior. Saludaron con los palos Boni, Alcalareño y Ambel, muy decididos.

Lo mejor, lo peor

Por Juan Carlos Gil.

Lo mejor: el natural eterno de Talavante

Cuando un torero tiene mensaje en su toreo; cuando un torero dispone de un discurso sabroso y diferente; cuando un torero pega un natural y se paraliza el tiempo… estamos ante un gran espada que apuesta por ser una de las grandes figuras de su época. Alejandro Talavante goza de esas virtudes y las despliega con bastante soltura y gracia. Es distinto, es decir, su personalidad torera rompe con la monotonía lo que provoca el sobresalto, la atención, la locura y hasta el delirio. Entre sus tandas de naturales sobresalió uno de ellos eterno, cadencioso hasta el infinito, lento como una lánguida agonía que nunca llega a su final, parsimonioso y dúctil como un vara de bambú. Ese dejarse llegar la embestida con mimo, ese embroque perfecto, ese temple inmaculado que obnubila al toro, ese grito desgarrado y silencioso que abrocha la suerte con un sutil muñecazo… es un elogio al que inventó el natural. Cante grande dicho y hecho con la mejor poesía taurina.

Muy bien Alcalareño. El banderillero de El Cid, en el segundo par al cuarto, aprovechó la carencia del animal y para evitar capotazos innecesarios sesgó la suerte y le ganó el pitón de la salida con mucha limpieza y torería. Se aplaudió a rabiar y esta vez, el saludo tuvo los honores merecidos.

Alegra comprobar que Alejandro Talavate comienza a ser un tanto más regular con los aceros. No es que de la noche a la mañana se haya convertido en Domingo Ortega, pero ayer recetó uno de sus grandes espadazos. Además ejecutó la suerte al relentí y quedó la espada en toda la yema. Es el único camino, matar bien los toros y no cazarlos, para conseguir el objetivo de acabar siendo figura máxima del toreo.

Lo peor: las facturas pendientes

No sé qué tipos de facturas tiene Castella pero dejarse anunciar cuatro tarde en el abono maestrante y no dar una vuelta ruedo y sobre todo, con el personal a la contra, le va a hacer daño seguro. De momento, el año que viene puede ser un ilustre espectador porque nadie lo echará de menos. Si Pagés decide hacer tabla rasa e incluirlo en los carteles, si situación será magnifica porque la negociación a la baja la tendrá encima de la mesa.

Diario de Sevilla

Por Luis Nieto. Talavante consigue el único trofeo en tarde plúmbea

Alejandro Talavante consiguió el único trofeo en una tarde plúmbea y sin toros, porque la corrida de Jandilla, bien presentada, pecó de una flojedad excesiva y eso que el tercio de varas fue, en la mayoría de los casos, un simulacro. El extremeño tuvo el único toro potable del encierro. Manejable y al que no se le hizo sangre ni para un análisis en el primer tercio, el pacense, en una labor basada en la mano derecha, consiguió tres tandas con la diestra, en las que primó el temple. Con la izquierda, brilló en un par de naturales. La seguridad en la suerte suprema, una estocada entera al volapié, fue decisiva para que le concedieran la única oreja del festejo. Con el sexto, un animal manso y flojo, realizó un trasteo encimista, salpicado de enganchones, que dilató en exceso y cortó tras las protestas de algunos espectadores.

El Cid pasó de puntillas. Con el que abrió plaza, que colocaba bien la cara en la persecución de la muleta, El Cid, en las afueras, llegó a hilvanar un par de buenas tandas con la diestra. Pero ahí acabó todo. No hubo más toro. Con el flojísimo cuarto, que no se tenía en pie, nuevo esbozo de faena, que comenzó el torero en los medios, con el animal partiendo desde tablas para una tanda con la diestra. En la siguiente, con la misma mano, de largo, el animal perdió las manos. El resto, pases y pases, sin que aquello emocionara lo más mínimo.

Sebastián Castella tampoco pudo levantar la tarde, pese a sus largas porfías con sus oponentes. Ante el noble segundo, de escasa acometividad, la labor fue muy extensa, con infinidad de muletazos y pausas sumamente dilatadas. Con el flojo e incierto quinto, que perdió repetidamente las manos, volvió a mostrarse porfión, aunque incómodo, con algún desarme y varios enganchones en el trasteo.

Tarde en la que se retornó a la triste realidad del toro inválido que marca el rumbo del espectáculo hacia el aburrimiento. En esta ocasión, Talavante ganó un trofeo en una tarde plúmbea.

Hoy

Por Víctor J. Vázquez. Melancolía en La Maestranza

Para no afrontar la verdad de lo que ocurrió en la plaza, podríamos contar que hubo lejanos ecos tomasistas en la muñeca de Talavante, melancolía de Barcelona y de una era pasada. Podríamos poner el acento en el primer toro de este torero extremeño, en el que se pudo ver que Talavante es de esos que se piensa a sí mismo y se reinventa sin desandar lo andado.

Por eso su sitio ante el toro no es otro que aquel que aprendió del de Galapagar en su sana obsesión pasada. Desde allí ligó ayer dos buenas tandas con la derecha y desde ese sitio también, trazó Talavante lo único que se salvó de la triste normalidad, tres naturales lentos, templados y largos que sellan a un torero que es parte de los elegidos. Luego vino la inspiración del último Talavante, los trincherazos pegadísimos y los adornos en abanico, geométricos y puros, lejanos del manierismo visible en otras tardes.

Para no afrontar la verdad de lo que ocurrió en la plaza, podríamos insistir en que es un hecho que el escalafón tiene un torero que ofrece pensamiento artístico y etapas, como es propio de los buenos creadores. Pero la tarde tiene una verdad más cruda que no puede esconder ni un gran torero. Ni tres grandes toreros. La parte principal de esta verdad es que nuevamente volvió a los ruedos un encierro manso y desfondado.

Solo la máxima inspiración puede salvar la obra cuando se cuenta con este material pero tampoco fue ayer el día de las musas. Castella se aleja de la armonía al mismo ritmo que lo abandona la afición. En Sevilla se confirmó ese divorcio tan fatal para fiesta. No estuvo peor que otras tardes Castella, por lo menos con su primero. Fue todo en la línea de los otros días.

Las series por la derecha, con muletazos uno templado, otro enganchado. Casi siempre en corto. Y luego, los naturales templados, pero con la muleta a media altura y con la ligazón trabada. Y como siempre, verticalidad y quietud extrema entre los pases y las tandas. Fue lo mismo, sí, lo que ocurre es que la plaza ya no ve a este torero con la esperanza de la emoción. Por eso Castella se ha de enfrentar al desafío de reinventarse sobre los mimbres de su seriedad y valor.

Con 'El Cid', Sevilla tiene una inequívoca nostalgia nerudiana: no se contentan con haberlo perdido. Y en días como el de ayer, donde 'El Cid' se enfrenta a enemigos muy por debajo de lo que exige su forja torera y lo hace con saber y oficio, pero sin esa sublime vocación de verdad que tenía su toreo, todos se quedan con una cierta sensación de melancolía.

'El Cid' se salva de los fracasos con tandas como la primera que ayer pudo dar al cuarto de la tarde. Citándolo desde lejos y sometiéndolo con un serio toreo en redondo, con la mano muy baja. La tauromaquia de Manzanares ha dejado ya un poso claro en el concepto sevillano de la corrida, y este es el de vivir con mayor atención al buen hacer y al arte de los toreros de plata. Las cuadrillas lo saben y ayer, precisamente, fueron ellos: 'El Boni', 'Alcalareño', Javier Ambel, 'Llaverito', quienes, con su oficio de ley, nos hicieron distraer un poco de esa melancolía que produce ver a los grandes toreros, perderse en el purgatorio de la mansedumbre.

EFE

Por Álvaro Rodríguez del Moral. Mejores principios que finales

La extraña Feria de Abril 2012 encara su final inexorable sin que dejemos de acordarnos de Manzanares y miremos hacia el festejo de mañana, el único que ha polarizado verdaderamente el interés de un pobre abono que está cantando en el ruedo lo que ya anunció en el papel.

Esta tarde se lidiaba un encierro de Jandilla, de buen aire en conjunto pero venido abajo en los finales que habría sido de revolución con sólo un poco de gasolina.

Alejandro Talavante, que ya se llevó un trofeo eclipsado por la apoteosis manzanarista, se llevó hoy otra oreja del tercero de la tarde que añade escasos galones a su palmarés y tampoco puntúa demasiado de cara a los resultados finales de esta aburridísima feria.

Pero no hay que quitar los méritos que sí tiene el extremeño, que recibió a ese animal con un par de vistosas chicuelinas antes de perdonarle la vida en el caballo. Talavante se fue haciendo con la noble condición del toro, primero con un puñado de limpios muletazos diestros en los que nunca llegó a ajustarse ni romperse por completo.

El astado se abría en los embroques con bondad y el torero se dispuso a tirar de la especialidad de la casa al tomar el engaño con la mano izquierda. Surgieron entonces, dentro de una serie de medio tono, dos naturales de seda que en esta plaza no le suelen fallar.

Tampoco hubo mucho más que el gran estoconazo que validó esa oreja tan justita para un torero en fase de eclosión como figura al que hay que exigir muchísimo más.

Con el sexto -enorme, hondo y cuajado pero tan blandito como sus hermanos- se llevó un mundo en la cara administrando los tiempos muertos de un trasteo que nunca dijo nada hasta aburrir a un público que estaba loco por coger la puerta.

Sebastián Castella concluyó la pésima y excesiva feria que le han brindado los entresijos de la política taurina y lo hizo impacientando a todo el mundo y mostrando una preocupante falta de alma, temple y expresión que le anulan como torero.

El diestro francés se llevó el toro de mayor duración del encierro de Jandilla, un segundo que apenas humilló en el deslavazado capote del francés. Pero el de Jandilla se acabó abriendo y desplazando en la muleta y el matador fue incapaz de templarlo en una espesísima labor en la que amontonó muletazos sin ton ni son sin la más mínima huella.

Algún muletazo diestro se antojó un espejismo y su labor con la derecha fue un destajo insulso al que sumó un arrimón tan improcedente como incomprendido.

Y es que era la tercera tarde del francés en una feria que despidió con un enorme y blando torazo al que se hartó de dar mantazos de todos los colores alargando su faena en medio de la rechifla general del público.

Al Cid, en cambio, le queda otro compromiso en este ciclo que se le está yendo en blanco una vez más. Haciendo honor a su proverbial suerte en los sorteos se llevó los dos toros de mayor calidad del envío de Jandilla. Al primero, que duró muy poco, le enjaretó un puñado de muletazos tersos y templados que fueron lo mejor de la tarde.

Desgraciadamente, el elegante y esperanzador galope del cuarto no tuvo continuidad en la muleta y lo que se anunciaba como fiesta grande se quedó en una larga porfía sin ningún sentido.

COPE

Por Sixto Naranjo. Una estocada, una oreja

El balance final del festejo, lo que refleja la fría estadística, es la oreja paseada por Alejandro Talavante en el tercero. Pero en verdad, la historia del Miércoles de Feria en Sevilla no dio para mucho más. La culpa, una vez más, del ganado. Cuando se busca la docilidad, la embestida pajuna y ayuna de emoción en detrimento de la casta pasa lo que pasa. La corrida de Jandilla salió con una clase y nobleza exquisita, pero esos viajes claros y fijos no tuvieron el revestimiento de la emoción propio del toro de lidia. Y cuando eso pasa, pocos toreros son capaces de llegar al tendido.

Quizá uno de ellos sea Alejandro Talavante, que se encontró en tercer lugar con un toro noblón, enclasado pero a menos al que apenas picó en el tercio de varas. El extremeño estuvo templadísimo, embarcando con pulso y mimo las embestidas del pupilo de Borja Domecq. A derechas las tandas surgieron limpias de trazo. Pero lo mejor llegó al natural, con el torero más encajado y roto de cintura. Pero se levantó el viento, la siguiente tanda no salió tan redonda y la intensidad del trasteo ya no se repuso. Sin embargo, lo que iba camino de un premio menor, se elevó a la categoría de oreja por la estocada con la que pasaportó Talavante al toro. De libro, perfecta de ejecución y colocación.

No pudo rematar su tarde ni su feria Talavante con el altón sexto, un toro que se movió desacompasado y con el que el diestro volvió a estar por encima de las condiciones del toro de Jandilla. Esta vez no lo vio tan claro con la espada y pinchó dos veces antes de agarrar la estocada definitiva.

El Cid desperdició su segundo cartucho en la Feria sin mucha historia. Y hoy la culpa ha sido de un lote con tanta clase como escaso fondo. El que abrió plaza duró apenas dos tandas a derechas que interpretó el sevillano con ritmo y buena expresión. Pero al toro se le acabó la gasolina y pese a la insistencia del torero, aquello no remontó.

Se protestó la endeblez del cuarto en los primeros tercios aunque la presidenta Anabel Moreno optó por aguantarlo en el ruedo. El toro, al que banderilleó con brillantez Alcalareño, se movió con buen aire en la muleta de El Cid, que citó de lejos al toro para dejarle llegar con su inercia a la muleta. Hubo buen aire en el toreo en redondo aunque tampoco el torero podía apretar por abajo al toro, que dijo nones cuando El Cid se echó la mano a la zurda. La faena cayó en picado y con ello las esperanzas del torero sevillano.

Quien agotó su tercera y última tarde en Sevilla fue Sebastián Castella, que tras su triplete en apenas cinco días sale con el contador a cero de la Maestranza. El galo ha ido de más a menos y hoy ha vuelto a dejar la imagen de torero previsible y monótono. En primer lugar lidió un toro de condición cambiante. Limó asperezas Castella en el comienzo de faena para trenzar después una poderosa tanda de derechas. Pero todo quedó ahí, después el animal se paró y Castella optó por un arrimón final que fue recriminado desde los tendidos.

El quinto se movió reponiendo siempre mucho entre pase y pase y Castella, esforzado y tesonero, volvió a escuchar pitos durante la faena por su insistencia baldía. En ambos toros fue finalmente silenciado.

La Gaceta

Por José Antonio del Moral. Oreja para Talavante, de vacío El Cid, debacle de Castella

Ambiente de farolillos en los tendidos con muchos foráneos, turista y hasta varias excursiones de agencias. Más publico de aluvión, pues, que aficionados cabales. Muchos de estos se quedaron en las casetas porque, ayer miércoles, el Real gozó de su máximo esplendor. Dado como iba la feria taurina y a la ansiada espera de los que ocurra hoy con Morante y Manzanares, tampoco era cosa de dejar plantados a los invitados por ver a los alicaídos Cid y a Castella. Claro que, también estaba Talavante. Fue el único triunfador. Oreja de peso del tercer toro, el mejor del envío, y muy por encima del deslucido sexto. El Cid saldó su feria de vacío. Y Castella para el arrastre.

Los papelillos que se echan a la arena para saber donde menos molesta el viento, estaban bajo el burladero de matadores. Los de sombra iban a ver más cerca la lidia que los de sol. Lidia que arrancó con espectadores sin acomodar. Otra señal de novatos. Y otra más: las palmas que escuchó El Cid al lancear corrientemente en los medios al primer toro. Noble, flojito y sin humillar. Cayéndose tomó un puyazo de bravo. Herido el caballo, El Cid llevó al toro al picador contrario y el toro acudió al jamelgo con la cara muy alta. Alcalareño lo devolvió con mimo a su sitio. Cubierto sin apuros el tercio de banderillas, El Cid sacó al toro fuera de las rayas y toreó por parsimoniosos redondos con progresivo temple. Ideal el burel por ese pitón aunque sin trasmitir. Un tardo corderito sin malas intenciones que se paró cuando El Cid se echó la mano a la izquierda. Debió entrar a matar entonces, en vez de seguir porfiando sin respuesta. Triste secuencia.

Suelto de capotes el precioso y bajo tercero hasta que El Cid lo sujetó en los medios con lances a pies juntos. El toro se metió debajo del peto en la primera vara, perdió las manos, romaneó y pareció lastimarse. Pero no. Acudió bravamente al segundo encuentro y galopó en banderillas que Alcalareño colocó impecablemente. El Cid brindó en los medios y el toro se le vino enseguida a su muleta bien movida en los primeros derechazos. Pero del tironazo del primer pase en la segunda, el toro perdió las manos y empezó a notar el mal trato puntual pasando de ir largo a quedarse corto en los naturales y a pararse en más muletazos con la derecha. El Cid insistió y surgieron los murmullos desaprobatorios de parte de los espectadores. Había que matar. Lo hizo de entera caída. Otro trance de tristeza.

Pero hablando de tristezas, lo que pasó con el segundo toro y con Castella fue como una misa rezada de difuntos. Su correcto lancear de salida careció de la más mínima emoción, por la tan pronto cansina embestida del animal. Manos por delante y la carita por arriba. Le aliviaron el castigo en varas, pero Castella lo castigó dejándole que enganchara su capote en un frustrado quite por tafalleras. El toro, sin embargo, acudió alegre al segundo encuentro. Un buen tercer par de Ambel, no tanto el primero. Fuerte ovación. Castella se fue a donde estaba el toro y tardó en dar algunos pases por alto, casi todos enganchados. Algo más limpia la primera tanda por redondos. Molestaba el viento. Nueva espera para la mejor segunda ronda. Regular la tercera al empezar el toro a rebrincar. Nueva pausa para dar corrientes naturales de uno en uno y el toro cada vez más soso y parado. Y más derechazos tan insípidos que empezaron a hartar a los espectadores. Circular invertido y gañafón. Parones a toro inmóvil y pinchazo. Qué faena más triste, Dios mío. El francés se dejó enganchar el capte en el recibo del quinto que pareció roto de manos. El primer puyazo lo tomó acostado y el segundo doliéndose. Mala pata. Bien en la brega Ambel quien, por cierto, anda mejor que su jefe desde que está a sus órdenes. El toro volvió a dolerse en palos. Tanteos sin plan. Duda el matador: ¿Derecha? ¿Izquierda? Izquierda, viento y mal. Trapazos, enganchones, desarme. ¡Qué desastre¡ Derecha: tironazos, dobla las manos el toro y se para. Primeros pitos. Inseguridad, voluntad frustrada, insistencia estrellada y aburrida. Gritos de vete ya. Menos mal que mató pronto. Mejor hubiera sido, machetear y acabar con el toro cuanto antes. Pero, visto Castella en seis toros seis de esta feria en Sevilla, creo que debería irse a meditar al Tibet.

El tercero salió con más alegría como también Talavante en su recibo por emotivos y ligados delantales. Se simuló la suerte de varas en la creencia de que este toro no perdiera su inicial brío. Y casi se logró. Talavante empezó con la derecha con franca determinación y el toro le respondió repitiendo gracias a que el extremeño le dejó la muleta muy puesta por delante, ganando un paso tras cada pase y no quedándose inerte cual estatua de Lot como sus colegas. Y estupendo al natural con su mano de oro. Otra cosa, otra manera de hacer. La debida. Y eso que este toro tampoco fue la alegría de la huerta. Los que dio luego en la media distancia, ligados a trinchera, cambio de mano por delante y el de pecho le bastaron para cuadrar al toro, entrar a matar y recetar una estupenda estocada. Así se triunfa, sí señor. Oreja de peso.

El sexto echó las manos por delante al capote de Talavante. Señal de su escasa fuerza. Deficiente en varas. E incierto en la muleta. Pero tenía enfrente a un buen torero y por eso lo metió en faena a base de firmeza y de temple. Claro que, este animal no fue como el tercero, ni la faena igual aunque sí meritísima. Talavante despidió su feria bien y con su categoría intacta.

El Mundo

Por Vicente Zabala de la Serna. Una oreja para Alejandro Talavante

Tarde de lujo el miércoles de feria. Se llenó la plaza. Y de lujo la corrida de Jandilla. Una corrida de toros para abril. Incluso con el sobrepeso de algunos ¿Tan difícil era? O es. O debe de serlo. Su trapío, sus caras, su volumen, excesivo quizá por romana en algunos casos. Sobre todo porque se pararon. Talavante le cortó una oreja al colorado tercero. Cornidelantero, estrecho de sienes, de calidad añadida. Saludo a pies juntos y chicuelinas de mano baja. Ni pegarlo en el caballo. La expresión talavantina en tres series por abajo y con la mano derecha. Si coge una antes la izquierda lo borda. Para cuando llegó la tanda de naturales fue extraordinaria, como es su mano. Pero llegó al final del toro. Lo suficiente para que en una trincherilla y otros adornos Alejandro de Extremadura le diera vida aún. Lo mató sensacional y cortó la oreja.

El Cid le cogió el aire bien a un toro cuajado, estrecho de sienes y montado que de salida salió abanto. Lo recogió con verónicas en los medios. Un puyazo en la contraquerencia y otro en el caballo que guarda puerta que yo no entendí. Tampoco el toro había hecho estragos de manso… A Media altura Cid lo templó muy bien. Otro que tambien debió presentar antes la zocata, pero ya no había toro.

Castella con el castaño segundo, que por trapío aportaba sus pechos y su volumen, se tomó sus tiempos para administrarlo. Un puyazo en todo lo alto de Josele y un segundo par de categoría de Javier Ambel. En la muleta el francés pudo ligar algo al jandilla; por la izquierda de uno en uno. Muchos pases planos. Apagado final. Eso como se vio en el cuarto de generoso cuello sería el problema de la de Jandilla: el escaso o nulo final. La llama acortándose antes de tiempo. El Alcalareño cuajó un el tercio de banderillas. El toro llegó a la muleta con el fuelle menos que justo. El Cid mató bien.

El quinto pareció apoyar mal de salida. Como acalambrado. Se recuperó. Pero nunca rompería hacia adelante. Castella presentó pronto la izquierda. Muy enganchado. No era la mano. Tampoco la otra. Pero algo mejor. Sin despegarse nunca. Espeso el torero. Despedida de feria sin suerte. Pero seis toros y ni una vuelta al ruedo. Es una estadística. Nada más. Y nada menos.

El último pesaba. Casi 600 kilos. No fue el único. Se dolió en banderillas. Talavante por los dos lados corrió la mano. Lo que duró. Hacía frío. Caía la noche. Pesaba el mulo.

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El País

Por Antonio Lorca. Un cierto aire de solemnidad

En estos tiempos de aburrida uniformidad es un gozo contemplar a un torero que sabe administrar los tiempos, que derrocha personalidad, que siente el toreo y anda por la plaza con aires de solemnidad. Quizá, por eso, solo por ser diferente, le concedieron la oreja a Alejandro Talavante en su primero. No es que su faena fuera deslumbrante, pero vistió muy bien su vocación torera, vendió su sentimiento y trasladó a los tendidos la imagen de que estaba enfrascado en algo importante.

Ese toro, como casi todos los demás, era un derroche de nobleza, y llegó a la muleta con cierto recorrido porque el torero impidió que lo picaran. Ello permitió una faena corta e intensa. Con la mano derecha, primero, embarcado el toro en la muleta, con mando y temple, ligó tres tandas suaves y hondas. Dejó reposar al animal entre una y otra, se recreó en los cites, analizó las distancias y embelesó a un público necesitado de destellos. Un cambio de manos resultó primoroso, y los escasos naturales brotaron largos, emotivos y hermosos. Una estocada fulminante que provocó derrame puso fin a una faena con un punto de primor.

Eso fue todo. No hubo más. Suficiente, dirán algunos. Lo normal, otros. Se le esperó con expectación a Talavante en el sexto, pero su falta de casta y de clase impidió que redondeara la tarde.

Resulta esperanzador pensar que esta corrida hubiera ofrecido un cariz muy diferente si los toros, que fueron todo bondad y nobleza, con esa dulzura en la mirada y la embestida que parece romperse como un merengue…; si en lugar de beatíficos borregos, con las fuerzas justísimas y la casta desaparecida, hubieran desarrollado fortaleza, riñones y poderío. Hubiera sido otra corrida, sin duda.

Asimismo, resulta esperanzador pensar que hubiera ofrecido un cariz muy diferente si los toreros, en este caso El Cid y Castella, en lugar de unos pegapases insufribles y con un sentido de la pesadez que raya en la ofensa, hubieran demostrado imaginación, sentido del temple y del tiempo, hondura y empaque.

Pero, no; estaban los que estaban, y otra tarde más han demostrado que este no es su momento; que ambos están ahí porque se lo han ganado a pulso, pero perderán ese lugar de privilegio si persisten en su error.

El Cid tiene un primer problema: no traslada ilusión a los tendidos. Está por allí, pero no se le ve. Capotea y muletea, pero no se sabe muy bien si es él. Su primero, muy cortito de todo lo que debe adornar a un toro, y de embestida cursilona, le permitió una muy templada tanda de derechazos que cerró con uno de esos inmensos pases de pecho que solo sabe dar este torero. Se acabó el gas del toro y se acabó el torero. Pero el hombre siguió insistiendo y metió pico; y en vista de que el animal no obedecía, volvió a insistir. Qué pesadez…

Y el cuarto, que era un clon del primero -y con el que se había lucido Alcalareño en las banderillas-, solo embistió en tres templados muletazos con la derecha, porque este torero se empeña, además, en que las tandas sean muy cortas e inacabadas. El animal dijo basta, pero El Cid dijo no; y volvió a ponerse, ora, por la izquierda, ora, por la derecha, mientras algunos le recriminaban con cariño y otros se tiraban de los pelos. ¿Cómo es posible que un torero de su categoría se ponga tan pesado?

Pues anda que Castella. Su caso es más grave. En tres corridas que ha participado todo su balance ha sido una ovación en la segunda. Y lo que es peor: ofrece un toreo incoloro, epidérmico y volátil. No dice nada. Naufragó ante el noble tercero, al que Javier Ambel clavó un magnífico segundo par de banderillas, y muy pesado y desabrido ante el deslucido quinto. Qué bien que, al menos, quedó en el ambiente un cierto aire de solemnidad…

El Mundo

Por Carlos Crivell. Buena carrocería y poco motor

La corrida de Jandilla lució buenas hechuras. Algunos toros estaban atacados de kilos. Tenían los toros lo que en el argot se llama tipo para embestir, sobre todo el tercero, cuarto y quinto. El mejor atributo que se puede señalar del encierro es su nobleza, pero ello no es suficiente. A esos toros bonitos les falló el motor, que en la jerga torera es la raza. Es decir, que fue una corrida baja de raza.

Fue tan baja que algunos toros pasaron por el tercio de varas de forma simbólica para poder aguantar la lidia. El tercero, al que Talavante le cortó la oreja, pasó por el picador sin que fuera picado. Nunca ha sido más expresiva la frase de que no le habían sangrado ni para un análisis. Y eso, en cuestiones de toros de lidia, es algo que minimiza todo lo demás. Esa nobleza boyante sin pujanza ni fuelle no puede ser nunca el prototipo del toro.

El público aplaudió al citado tercero. Cuando un torero toca pelo se le suele tocar las palmas al astado. Se admite el aplauso, porque al final sus hermanos no fueron propicios para el triunfo, en general por su manifiesta falta de fuerzas. Es todo un milagro que ninguno de los de Jandilla se fuera devuelto a los corrales, porque casi toros claudicaron en los primeros tercios. Lo que resume el juego de los toros es su falta de raza, para qué andarse con palabrerías sin sentido. No es ésta de Jandilla la corrida que le hace falta ahora a la Fiesta.

Es evidente que los toros y los toreros deben tener suerte en el sorteo. Lo de los toreros es fácil de entender; también los toros deben ser afortunados en el reparto, porque todos los matadores no tienen ni la misma capacidad; o la misma clarividencia; o el mejor momento de forma.

El toro que se prestó más fue el tercero, pero Talavante, tirando para para su propio beneficio ordenó que no lo picaran. El animal, cogido con alfileres, tuvo arrancadas nobles y el resto lo puso el de Badajoz, que sí está en un buen momento. Lo ve muy claro. Tiene ese don impagable de que es capaz de conectar fácilmente con los tendidos. Para ello tiene temple, juega con soltura los brazos de sus engaños y torea mucho con los vuelos. En el aspecto técnico es muy bueno, porque ese toreo de vuelos y temple se basa en toques muy sutiles para enganchar las embestidas por delante. Como, además, tiene un buen sentido estético en su toreo, el conjunto es que un toro noble le sirve para cortar una oreja. Además, su contundencia estoqueadora ha progresado de forma notable. Queda lejos el matador desacertado de sus inicios. La estocada a este tercero fue de las buenas de la Feria.

Pretendía rematar la tarde y le salió un toraco de casi seiscientos kilos para cerrar la corrida. Nació cansado el animal. En los corrales había un toro jabonero que las cuadrillas no quisieron para colar a este grandullón. Se evaporó cualquier opción de triunfo grande. Seguro que había soñado con abrir la del Príncipe.

El Cid se empeñó con voluntad en sus dos reses sin obtener el premio merecido. Su actitud y su talante fueron mejores que en la corrida anterior. El primero sangró en dos puyazos para hacerle una transfusión a toda una camada. Las tandas diestras fueron buenas, pero el Jandilla duró muy poco. El cuarto era un ‘dije’ por las hechuras. Era una monada de toro, pero también un inválido. Tal vez Manuel Jesús lo sometió mucho en las dos primeras tandas con la mano muy baja, pero lo cierto es que también fue un cerillo mojado. Su insistencia y ganas de triunfo le hicieron alargar un trasteo sin posibilidades. El Cid puede dar un toque de atención en la que aún le queda en la Feria.

Acabó su ciclo sevillano Sebastián Castella. Ha acabado y se marcha con su cartel torero muy bajo. Seis toros eran un reto. Apenas ha podido culminar una faena completa en su segunda tarde. En la de Jandilla es verdad que no ha tenido toros, pero sería de ciegos no admitir que el francés no anda fino, como lo demuestra el sitio donde cita, siempre fuera de cacho, y en la carencia total de templanza. Sus telas han sido enganchadas por todos los toros que ha lidiado. Le han enganchado el capote y la muleta. Castella está en la temporada decimotercera, es decir, es un veterano. Ya queda lejos aquel triunfo con uno de Zalduendo al que le cortó las dos orejas en 2006. Esta Feria le ha pesado como una placa de hormigón.

Lo mejor de la corrida fue la entrada, casi lleno; lo menos bueno, el viento, muy inoportuno. Y lo más malo, la falta de motor de unos toros que por la carrocería que exhibían deberían haber propiciado una gran tarde de toros de la que sólo Alejandro Talavante sacó rédito.

Marca

Por Carlos Ilián. La noble corrida de Jandilla se fundió en la muleta

El efecto farolillos ya se nota en los tendidos porque la gente se anima, en pleno ambiente de feria, y llena la plaza, después de las paupérrimas entradas que, en general, ha registrado la Maesrtranza. Y en esta ocasión no se le pueden poner reparos a la presentación de los toros. Jandilla envió una corrida seria, a la altura de esta plaza. Pero, ¡ay!, una corrida a la que muy pronto se le notaron sus carencias, especialmente la falta de fuerza, añadida a la escasa casta. Ha sido la clásica corrida engordada a última hora, atacada de comida para cumplir con el peso y que luego se funde en la muleta.

La mayoría de los toros embistieron con nobleza, especialmente el cuarto, un toro sobrado de clase y que por su debilidad de patas dió al traste con la faena de El Cid, en la quedó el sello del torero en una tanda de naturales espléndidos. En el primero de su lote el torero también se tuvo que conformar con unos muletazos de buen corte hasta que el toro se apagó del todo.

El tercero de la tarde, al que apenas le castigaron en varas, tuvo cuerda para que Talavante se templara sobre la mano derecha y dejara en unos naturales su tarjeta de visita de gran muletero.Una faena que rmató de un enorm e volapié y que le valio una oreja. No pudo rematar su tarde en el sexto, que estaba literalmente lisiado. Castella, que atraviesa un bache que parece un socavón, estuvo por debajo de su primer toro y llegó al patetismo en el quinto, un moribundo al que masacró entre mantazo y mantazo.

La Razón

Por Patricia Navarro. Un paréntesis de naturales

Fue un paréntesis. No más. Alejandro Talavante se apuntó el tanto de desperezarnos de una tarde que pesó mucho. Dilatada, ventosa y fresca en el último tramo. Con la casta tan en entredicho de la corrida de Jandilla, que el toreo se convertía también en un espejismo de lo que debe ser. Despertó el pellizco Alejandro Talavante en algún lance de capa al tercero y se encargó de que el paso del toro por el caballo fuera también un simulacro. No le hubiera aguantado de otra manera. Aún así llegó el jandilla con las fuerzas justas, pero mucha nobleza y cierto recorrido. Aprovechó Talavante la movilidad del toro y lo hizo sacando a relucir una personalidad que no sólo le distingue, sino que le permite contagiar al tendido de su frescura. Sube la categoría de su toreo zurdo. Por naturales Talavante ayuda al toro, lo templa, con suavidad, y lo manda una cuarta más. La muñeca en el ocaso del muletazo es sublime. Llena los espacios. En eso estaba, en eso estuvo ayer, hasta que dio por finalizada la faena, consumido el toro y mató de una buena estocada.

El deslucido sexto, irregular y sin ritmo, ahogó las esperanzas de acabar la tarde algo mejor. Ni complemento ni la más mínima ilusión de rematar triunfo. El trofeo cortado quedó ahí. El único de la tarde. Lo único que vimos de interés. La faena del sexto no tuvo mayores logros.

Si el cuarto toro de Jandilla hubiera sacado la casta suficiente para durar en la muleta, estaríamos hablando de un gran toro, porque la calidad la tuvo de sobra. Qué clase. Se desmonteró Alcalareño. Está echando buen comienzo de temporada. Y Boni lidió al toro con sublime lance que arrancó el olé. Se percató Cid de la calidad del toro y se fue derecho al centro del ruedo. Optó por la distancia para no ahogar al toro y las primeras tandas le quedaron muy limpias de trazo. Al natural quiso ir el toro, y fue, qué viaje, pero todo esto duró nada y menos. Antes de empezar a disfrutarlo se había acabado. Molestó el viento en el primero, de feas hechuras, y que sacó fondo de nobleza. Pero ahí lo dejó todo. Al ratito de comenzar no había toro. Cid quiso encontrar el sitio.

A Sebastián Castella le tocó un quinto de mala clase: protestón, ligero de cuello y desagradable.Ya de salida punteó el engaño y se acostaba sobre todo por el derecho. La suya fue una movilidad sin control y con el viento a la contra. Castella tiñó de grisura el trasteo. Espesor. Con su primero se desmonteró Javier Ambel y descolgó el cuello el toro después en la muleta. Tenía las revoluciones justas y había que buscarlo. Castella trazó la faena con poca continuidad. Entre un pase y otro había un tiempo que desdibujaba la tanda y la ligazón. Tres tardes después de pisar Sevilla quedaban pocas cosas en claro.


©Imagen: Alejandro Talavante realiza un pase en una de sus faenas/Juan Carlos Muñoz/Diario de Sevilla. Por esta estocada, Talavante cortó una oreja este miércoles en Sevilla/EFE. Alejandro Talavante en el tercer toro/Pérez Cabo.

Sevilla Temporada 2012.

sevilla_250412.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:15 (editor externo)