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REAL MAESTRANZA DE SEVILLA

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Domingo, 29 de abril de 2012

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de Miura (correctamente presentados, casi todos nobles, algunos con dificultad pero blandos y faltos de fuerza en general; el 3º fue devuelto a corrales por claudicación de extremidades; 3º-bis, de Conde de la Maza; los mejores 5º y 6º).

Diestros:

José Luis Moreno. De verde y oro. Estocada tendida (saludos); estocada (aplausos).

Rafaelillo. De corinto y oro. Estocada tendida y trasera, descabello (saludos desde el tercio); pinchazo, media estocada baja, aviso (vuelta al ruedo).

Serafín Marín. De azul celeste y oro. Estocada (silencio); estocada desprendida (silencio).

Incidencias: en el transcurso de la lidia del tercero de la tarde saltó un espontáneo que fue reducido por la policía. José Luis Moreno pasó a la enfermería al final del espectáculo. Había sufrido dos volteretas en la lidia del cuarto.

Presidente: Julián Salguero.

Tiempo: nublado, chispeó.

Entrada: tres cuartos de plaza .

Crónicas de la prensa: La Gaceta, El País, La Razón, Hoy, Marca, El Mundo, EFE, COPE, Diario de Sevilla, Firmas.

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Puerta de Arrastre

Por Santiago Sánchez Traver

Las miuradas siempre vienen cargadas de adjetivos que no comparto: decepcionante, mansada, sin juego…Las miuradas son eso, miuradas, y la que cerró el ciclo maestrante 2012 lo fue. De impresionante aspecto, vale la pena verlos sólo salir al ruedo o que un pequeño valiente como Rafelillo, de apenas 60 kilos, se enfrente con un trapo a una fiera de 650. De estos Miura sirvieron dos, al menos, el primero y el quinto, y otros dejaron estar al torero. José Luis Moreno tardó mucho en asentarse con el primero y eso se paga con uno de estos, y estuvo valentísimo en el peligroso cuarto que lo cogió dos veces para matarlo y ni se miró el traje. Rafaelillo estuvo hecho un jabato toda la tarde y aprovechó la “bondad” del quinto para darle unos naturales de campeonato. Tuvo una oreja de peso en la mano pero falló con la espada y dio una apoteósica vuelta. Que venga siempre ese pequeño murciano a la Maestranza. Serafín Marín, un catalán valiente de allá donde ya no hay toros, lidió con la más fea, un lote imposible, un sobrero del Conde la Maza, que tuvo más peligro que toda la miurada junta, y un miura enterado y parado para cerrar plaza. Tarde de emociones, de uys y de ays, así es el toreo. Muy bien los picadores: Antonio Muñoz, Angel Rivas, Romualdo…Y hubo hasta un majareta de espontáneo que pudo perder la vida si está medio minuto más en el ruedo. En fin se acabó la Feria 2012. Esto es lo que hubo y así se lo contamos.

Lo mejor, lo peor

Por Juan Carlos Gil.

Lo mejor: de Rafaelillo a Rafael

El torero de Murcia dio una tarde de toros completa, muestra de su madurez y oficio ante un noble lote cuya ecuación resolvió con profesionalidad, valentía y no pocas dosis de arrojo. Rafaelillo, ante el quinto, largo como un tren y agalgado, jugó los brazos a la verónica con cierto gusto y por epitón izquierdo se gustó en dos medias pletóricas de sabor y largo trazo. En la faena no dudó un instante, y aunque el toro apretaba para los adentros y reponía, le dejaba la muleta en la cara para conseguir naturales largos y acompasados. La faena tuvo de todo, algunos altibajos por el derecho pero mucha verdad y exposición por el otro pitón. Las series de naturales encandilaron a la concurrencia por su verdad y entrega. Rafael se ganó el respeto porque se mostró muy solvento y como un torero capaz.

El cabestrero ha tenido una feria muy eficaz. Cuando le ha tocado actuar lo ha hecho con diligencia, eficacia y rapidez. Y todo eso redunda en beneficio de la fiesta porque evita tiempos muertos que matan las tardes.

No vamos a reivindicar la figura del espontáneo pero, es rara avis, que en este siglo todavía haya locos que se lancen el ruedo buscando una oportunidad. No era el caso de ayer, que más parecía obtener sus segundos de gloria, por aquello de la televisión, que pedir una oportunidad.

Lo peor: el mal rato de Moreno

José Luis Moreno es un torero poderoso, de buenas formas y con unas nada despreciables condiciones. Sin embargo, su concepto de la tauromaquia se adapta poco a las exigencias de una corrida de Miura. Pero como el sistema taurino está dominado por unas cuantas familias, toreros de su corte se las tienen que ver con corridas a contra estilo. El dilema para el apoderado es aceptar la oferta de la empresa o quedarse fuera… y, como todos los taurinos dicen, la peor corrida es la que no se mata. Hay que replantearse los dichos porque exponer a los toreros a semejantes retos puede ser contraproducente. Los sinsabores pueden hacer mucho daño.

Diario de Sevilla

Por Luis Nieto. Rafaelillo, con garra y soltura

El espectáculo de este domingo, con una corrida de Miura, blanda e insulsa, fue el paradigma de lo acontecido en la mayoría de tardes en una de las ferias abrileñas más pobres en el balance ganadero, artístico y de público.

El encierro de Miura -los toros saltaron al ruedo sin divisa, en señal de luto por Mercedes Martínez, madre de los ganaderos del hierro, Eduardo y Antonio- estuvo en el tipo de la casa. Pero en cuanto al juego estuvo marcado por la blandura. Incluso, algunos toros, con más azúcar que un diabético. De hecho, el único toro con poder fue un sobrero de Conde de la Maza que sustituyó a un astado inválido del hierro titular.

En una tarde fría y nublada, en la que chispeó intermitentemente, lo más destacado lo consiguió ese pequeño torero, de corazón gigante, que es Rafael Rubio Rafaelillo. En esta ocasión, a su habitual garra, añadió soltura para sacar provecho de un lote muy flojo. Saltó el agalgado quinto y salió con pies. Rafaelillo lo recibió con dos largas cambiadas de rodillas y, de pie, lanceó bien a la verónica, rematando con dos medias. El diestro comprobó que no podía bajar la mano en la muleta; pues el miura perdía las suyas. El torero, a media altura, consiguió destacar sendas tandas, con ligazón, por cada pitón. Todo ello lo adornó con adornos, como cambios de mano, pases del desprecio y trincherillas. El público ovacionado la faena en distintos pasajes. Rafaelillo se tiró a ley, pero pinchó. Posiblemente, el respetable hubiera solicitado un trofeo. Entró de nuevo para una estocada casi entera. Dio una vuelta al ruedo como premio.

Con el noblón y blando segundo, que perdió reiteradamente las manos, robó algunos muletazos estimables por el izquierdo, en una larga porfía.

José Luis Moreno salvó el pellejo de milagro. Sucedió con el cuarto, el segundo de su lote. Un toro flojísimo, tardo, que embestía rebrincado y cabeceando. Moreno se justificó en un larguísimo trasteo. El miura se acabó orientando y le lanzó un hachazo por el pitón izquierdo terrorífico. No se había repuesto del susto el torero ni el público, cuando en la suerte suprema volvió a engancharle. El toro había hecho un extraño y miró al callejón. Se arrancó de manera imprevista y el diestro, sin rehuir la suerte, entró al encuentro, saliendo arrollado. El público ovacionó al torero por su agallas. Aturdido por las dos cogidas, volvió a entregarse en la suerte suprema.

El que abrió plaza, con movilidad y gazapón, desarrolló prontamente sentido. Moreno concretó un trasteo voluntarioso.

Serafín Marín vio como a su primero lo devolvieron por inválido. El animal fue sustituido por un toro de Conde de la Maza, bien presentado. El del Conde resultó el único miura de la corrida por poder y peligro. Después de tres puyazos y una estocada entera, el burel andaba por el ruedo con boca cerrada y embistiendo, como si no fuera con él. Marín no llegó en ningún momento a confiarse. Sucedió una anécdota: un espontáneo se lanzó tras el tercio de varas y chaqueteó por ambos pitones al animal. Marín realizó una faena voluntariosa al sexto, un animal tardo, que reponía con prontitud.

La última tarde de la Feria de Abril 2012 llevó el nombre de Rafaelillo en una decepcionante miurada, en la que saltó como sobrero uno de los toros con más poder del ciclo, con el hierro de Conde de la Maza, y con el que un espontáneo añadió la anécdota que revivió tiempos pretéritos.

Hoy

Por Víctor J. Vázquez. Rafaelillo, artista del Miura en Sevilla

Hasta hace poco no conocíamos que una de las grandes pasiones de la escritora Simone de Beauvoir eran las corridas de toros. Lo ha contado en sus recientes memorias su amante y sublime cineasta, Claude Lanzmann, quien la acompañaba todos los veranos de feria en feria por las plazas españolas. Sobre todos los encastes ambos compartían una pasión, los toros de Miura. Para la escritora, era en las tardes con toros de Miura cuando el toreo podía alcanzar su profundidad más intensa, su originaria razón de ser.

Si ayer hubiese presenciado la magistral faena de Rafaelillo a su segundo hubiese sentido esa verdad heroica y pura que nadie mejor que las mujeres pueden sentir en el toreo. Rafaelillo levantó ayer en Sevilla, con su segundo toro, un monumento a La Fiesta. Era un Miura en todo su esplendor que lanzaba derrotes buscando las chaquetillas de los subalternos tras el burladero, y allí se plantó Rafaelillo en la arena, con dos largas cambiadas que fueron el prolegómeno de una serie de verónicas colosales, ganando los terrenos al animal, hasta rematar con dos medias de auténtico sabor clásico. Dos medias de radical torería.

Dejó al toro en el caballo «abelmontándose» de corazón y forma, anunciando la inspiración profunda e histórica de su faena. Con la muleta en la mano, Rafaelillo encarnó el mando y el arte. Desafió al Miura con toda su inteligencia, obligándolo a embestir por ambos pitones, para luego, cuando ya había sometido a la fiera, dejarse llevar con lentísimos naturales en dos series en conmoción, con pases de desprecio que eran carteles de toros. Siempre en artista, siempre en valor puro, lo toreó en redondo con la mano derecha cerrando con pases de pecho triunfales, con muletazos propios de una faena homérica. La plaza tenía delante a un torero con la verdad más rotunda y soñaba con un espadazo que cerrara la gesta. Rafaelillo realizó ayer ese toreo que hace eterno y legítimo el arte de torear.

Pero la tarde ofreció más versiones de la autenticidad de este oficio. A Serafín Marín le tocó lidiar dos toros muy broncos, muy parados y peligrosos. En su primero, el protagonismo se lo llevó un espontáneo que literalmente volvió a nacer. Se tiró este valiente, chaqueta de chándal en mano, frente a un toro que era una alimaña y por auténtico arte de birlibirloque, también hay que decirlo, ahora no está en el quirófano sino en la comisaría, repasando sus minutos de gloria que diría Andy Warhol. No se encontró nada a gusto Serafín, con un toro rápidamente orientado de media embestida. Tampoco se le vio cómodo con su segundo que solo dio buenas muestras al principio, donde el catalán pudo sacar una buena tanda de verónicas.

Ayer pudo dar fe de esa dureza José Luis Moreno. Fue muy duro y emocionante ver a Moreno con su segundo toro. Sin encontrarse sereno en ninguno de los dos astados, Moreno pasó un verdadero calvario para dar muerte al toro.

COPE

Por Sixto Naranjo. Rafaelillo se gusta con un ‘miura’

La tradicional corrida con la que termina año a año la Feria de Abril de Sevilla volvió a dejar un balance pobre en cuanto a resultado artístico. El encierro de Zahariche, que lució sin divisa por el luto de los ganaderos, no terminó de romper ni de entregarse en ningún momento. Tampoco estuvieron sobrados de fuerzas e incluso el tercero tuvo que ser devuelto a los corrales.

El único que sacó nobleza y buen son en el último tercio fue el quinto, un animal bien hecho dentro de las hechuras clásicas de Miura que tuvo un buen pitón izquierdo. A éste le recibió con un reposado ramillete de verónicas Rafaelillo, que abrochó con dos entonadas medias. Vio pronto el murciano que el pitón bueno del toro era el zurdo y por ahí apostó y basó su faena el torero. No hubo ligazón, pero sí buen trazo en muletazos de uno en uno. Crecido e inteligente el torero, incluso se recreó y gustó en pasajes como los remates de las series. Pinchó antes de una estocada contraria que hizo que el toro tardase en caer. La vuelta al ruedo final sonó a justa recompensa por lo realizado por Rafaelillo.

Su primero llegó desfondado al último tercio, y pese a la insistencia de Rafaeillo por sacar algún pasaje lucido especialmente por el pitón izquierdo, la faena nunca prendió en los tendidos.

Que José Luis Moreno saliese por su propio pie de la Maestranza es ya un triunfo. Y es que el cordobés se salvó de milagro en dos ocasiones de resultar herido de consideración en el cuarto, un toro que se orientó en el último tramo de la faena. Primero cuando intentaba machetear y después cuando cuadraba al toro, José Luis Moreno vio como el toro hacía por él para buscarle en ambas ocasiones con saña en el suelo. Ni este toro, ni el que abrió plaza le dieron opciones a un diestro que solventó la papeleta con oficio y solvencia. Fue fuertemente ovacionado tras sus dos actuaciones.

Tampoco tuvo suerte el barcelonés Serafín Marín. En primer lugar vio como tenía que lidiar un sobrero peligroso del Conde de la Maza al que robó un par de naturales de mérito en una faena que tuvo como prólogo la irrupción en el ruedo de un espontáneo que por fortuna no fue herido en su arriesgada aventura. El sexto pareció que iba a tener mejores viajes que los que finalmente ofreció en la muleta del torero catalán. Serafín se mostró solvente y pasaportó con dignidad al ‘miura’.

El País

Por Antonio Lorca. ¡Pundonoroso Rafaelillo!

Meritísima la actuación de Rafaelillo ayer en la Maestranza; un torero de corta estatura que estuvo hecho un gigante ante la muy deslucida y dificultosa corrida de Miura. Un torero todo pundonor, arrollador, espectacular y arrebatador que se mostró muy por encima de su complicado lote, y se permitió el lujo de dibujar destellos de sentimiento ante el quinto, el único que consintió una cierta confianza. Lo recibió con dos largas de rodillas en el tercio y cuatro magníficas verónicas, la tercera de ellas de auténtica categoría, con las manos muy bajas, templadísima, y una media posterior de antología. Le plantó cara de verdad con la muleta, entregado, decidido, torerísimo en todo momento, jugándose el tipo en la búsqueda permanente del dominio y el triunfo.

El animal se tragó muletazos muy estimables por ambas manos y detalles de toreo garboso que encendieron los tendidos. Qué pena de ese pinchazo, que precedió a una media estocada de fea colocación. La oreja hubiera sido muy merecida por su disposición, por su valor, por su dominio y por su ‘chulería’ de torero hondo. Muy digno estuvo en su primero, un tío, un toro imponente, duro, rocoso y deslucido de comportamiento, pero blando de remos. Rafaelillo demostró que sabe lo que lleva entre las manos, se movió con facilidad, no le perdió la cara y se justificó sobradamente; incluso llegó a robarle algún natural aceptable.

Muy decorosas, por otra parte, las actuaciones de Moreno y Marín. El primero estará hoy mismo encargando varias novenas a su advocación más querida porque está vivo de milagro. El marrajo cuarto, un antitoro que no tenía más lidia que la que pudieran darle en el matadero, le echó mano cuando intentaba zafarse de él con la muleta, y la voltereta fue espeluznante. Momentos después, al entrar a matar, volvió a lanzarlo por los aires y lo buscó con saña en el suelo. ¡Qué mal trago, y que bueno que pueda contarlo! En su lote, inválido y descastado, solo pudo estar voluntarioso y en estado de alerta permanente.

Tampoco tuvo opciones Serafín Marín. El sobrero era infame, con la cara por las nubes, y el torero se mostró a la defensiva; más entregado ante el deslucido sexto, salvó los muebles por su encomiable decisión.

La anécdota pintoresca la protagonizó un espontáneo ya mayorcito que se tiró al ruedo sin muleta en la lidia del tercero. Con una sudadera que traía anudada a la cintura quebró por dos veces al astifino animal y solo una suerte inmensa le permitió volver a la vida civil sano y salvo.

EFE

Por Álvaro Rodríguez del Moral. “Rafaelillo” dio una vuelta al ruedo y fue el único dispuesto a triunfar

La tradicional miurada ha vuelto a poner el punto y final a una Feria de Abril que ha arrojado más sombras que luces; dos largas semanas de toros y toreros clausurada con el mismo frío que ha sacudido los tendidos más despoblados que se recuerdan en muchos años.

Afortunadamente, el menudo diestro murciano “Rafaelillo” salió sincera y resueltamente dispuesto a triunfar. Y lo hizo gracias a la entrega que imprimió a todas y cada una de sus intervenciones en un festejo que, de otra manera, se habría convertido en un tostón inaguantable.

“Rafaelillo” no había tenido ninguna suerte con el segundo de la tarde, un animal de capa cárdena y bella estampa que fue aplaudido al salir por la puerta de chiqueros. Pero a esa carrocería no le correspondió el mismo motor y para colmo ese toro fue masacrado en un tremendo primer puyazo que lo dejó para el arrastre.

El murciano lo intentó después pero no podía obligarle a nada. El toro de Miura embestía doblando las manos y acabó cortando los viajes aunque se desplazara algo mejor por el lado izquierdo. La verdad es que la faena ni existió y lo cazó de un estoconazo algo trasero que fue más que suficiente.

Había que volver a salir a por todas y “Rafaelillo” recibió al quinto con dos largas de rodillas en el tercio a las que siguió un buen toreo a la verónica rematado con una airosa media. La gente ya estaba en el bote y el torero quiso asegurar las fuerzas del animal perdonándole el castigo en el caballo.

Con la muleta en la mano, el diestro murciano se apercibió muy pronto de que el lado bueno del toro era el izquierdo y basó sobre esa mano una faena animosa, entregada y cargada de mérito que alternó buenos naturales con la vistosidad de los remates hasta lograr dar fiesta y meter al toro y al público en la canasta.

Pero el acero no quiso entrar a la primera y se esfumó el trofeo que tenía en la mano, cambiándolo por una vuelta al ruedo aclamada por el público.

Abría cartel el veterano diestro cordobés José Luis Moreno, que se mostró aseado y solvente pero escasamente comprometido con el soso ejemplar que hizo primero.

El cuarto, un tremendo cárdeno y capirote, le planteó muchas más dificultades: echando la cara arriba en los embroques, tardeando, rebrincando y cortando los viajes. Moreno anduvo aseado con él pero resultó alcanzado al perderle la cara y sufrió una tremenda voltereta de la que salió muy mermado.

El toro aún volvería a darle otra paliza al cogerle en la suerte de matar. Moreno quiso asegurar la estocada a pesar de una distracción del toro y fue nuevamente volteado. Visiblemente aturdido, pasó un quinario para poder echar abajo a su enemigo después de varias intentonas fallidas.

No tuvo su tarde el diestro catalán Serafín Marín. Después del numerito del espontáneo que saltó en el tercero para darle dos mantazos de los que salió ileso, se empleó en una labor precavida e insolvente que no llegó a resolver los muchos problemas que le planteó ese sobrero del Conde de la Maza, a la postre más 'miura' que los 'miuras'.

El sexto fue otro toro vacío y a la defensiva con el que pasó demasiado tiempo sin concretar nada. Era el final de una feria llena de goteras que ha dejado un regusto amargo.

Marca

Por Carlos Ilián. Corrida ruinosa de Miura

A las puertas del mes de mayo no se explica un frío tan intenso en Sevilla, casi como si se tratara de la feria de Ajalvir en enero. La gente se retrajo pues por el mal tiempo y la plaza presentó una mediana entrada. Los que faltaron dieron en el clavo y se ahorraron el soponcio de soportar, además del frío siberiano, la impresentable e inválida corrida de Miura, una auténtica ruina, puros escombros de lo que fue una ganadería que construyo una leyenda sobre la base de la emoción, la fortaleza y la agresividad de sus toros.

Vimos un desfile de cojitrancos, de toros de ínfima presentación y alguno, como el quinto, de pitones para rejones. No vale ese cuento de los 600 kilos de promedio, si a ese peso no lo acompañan, por lo menos, la dureza de patas y la movilidad. Con este penoso género Rafaelillo tuvo que torear a media altura al quinto, que fue el manos deslucido. Una faena que tuvo el mérito de muletear al inválido, evitando que se derrumbara y soportando por alto las embestidas a la defensiva. Una faena seria y hasta con detalles torerísimos en los pases de la firma y de trinchera. Además Rafaelillo toreó espléndidamente a la veronica y solo,como tantas veces, la espada le privó de una oreja.

José Luis Moreno insistió hasta el aburrimiento ante dos mulos y en uno de esos intentos fue volteado de forma aparatosa. De nuevo sufrió otro trance de peligro al entrar a matar al cuarto toro. Serafín Marín dejó asesinar en varas al sobrero de la Maza y en el sexto recurrió a un simulacro ante el bloque de pieda que tenía delante.

La Razón

Por Patricia Navarro. Rafaelillo destaca ante lo imposible

Hay días que los toros se contagian como la peste. O vienen contagiados de casa. Si la corrida de Miura salió ayer de aquella manera, lo contaremos después, el tercero, sobrero, que el Miura duró un santiamén en la plaza y una eternidad hasta que sacaron al de Conde la Maza, siguió el mismo desenlace, con y sin leyenda. Montado, cuesta arriba y grandón. Le dieron en varas. Y llegó a la muleta con ímpetu para apretar. Antes de que Serafín Marín le pegara el primer muletazo… Justo antes, un espontáneo se tiró al ruedo, chaqueta de chándal en la mano y expectación en los tendidos. El ruedo se llenó de banderilleros en cuestión de segundos, pero pocos segundos son suficientes para pegarle dos muletazos a un toro. Dos le pegó. Un milagro. Después se puso Serafín Marín, fina la papeleta, y destacó la voluntad ante esas embestidas cortas y por dentro del animal. Medía una barbaridad y atajar el entuerto con dignidad se hacía difícil. El sexto tampoco tuvo un resquicio para el lucimiento. Tornillazo por un lado, midiendo siempre. Asco de tarde.

Rafaelillo hizo milagros para sacar naturales buenos al Miura noble, flojo y embistiendo por encima del palillo de la muleta, que saltó en quinto lugar. Se lo hizo bien. Confiado y queriendo. Más de lo que había. Y sacó pases muy buscados, trabajito costaban y algunos muy buenos. El toro por ahí se dejaba pero de entrega ni pensarlo. Por eso el mérito. El de las manos y el corazón de Rafaelillo. Lástima que la espada disipara el esfuerzo. Dio una vuelta al ruedo; se había ganado el trofeo en el trasteo. Con lo justo nos dio motivos para el toreo. Su cárdeno segundo, «Guindalero», saludó al público nada más salir. Montado. Cuesta arriba y descarándose con el tendido. El Miura, quede claro. De ahí salió un toro orientado, sin un resquicio de embestida. Rafaelillo anduvo espabilado con el capote y valeroso con la muleta. Estar delante ya era todo un logro. Y abundó, pero ni emocionaba ni disfrutábamos.

De la embestida brava a lo que hizo ayer el primer Miura de la tarde hubo una diferencia insalvable. Sin humillar: ni poco ni mucho, nada. A secas. Por arriba, midiendo, y haciendo pasar un traguito. Amargo, no crean. José Luis Moreno solventó. Y metió la espada. Habilidad. Qué gusto. Lo peor del cuarto es que no transmitía peligro. Ni emoción. Ni ilusión. A la faena de Moreno se le vislumbró la desidia. ¿Qué se podía hacer? Cuando parecía que estaba todo acabado, le arrolló el Miura, le cogió feo, durante mucho tiempo. Demasiado. Y la congoja mala se hizo dueña del ruedo. Se levantó pero le quedaba otra más al entrar a matar. No era tarde para toreros buenos. Y ver a José Luis Moreno con la de Miura… Algo falla en esto.

La Gaceta

Por José Antonio del Moral. Solo se dejó un Miura: vuelta de Rafaelillo

Hace muchos años que íbamos a ver las corridas de Miura con miedo. Pero de unos años a esta parte vamos a verlas con paciencia y tomando antes una pastilla contra el aburrimiento. Me gustaría equivocarme en estos pronósticos. Pero es que últimamente, ni siquiera los que sacan peligro lo trasmiten aunque les quede la fac aunque les quede la fachada. Esperemos que a José Luís Moreno, a Rafaelillo y a Serafín Marín, le salga alguno medio bueno. Solo se dejó el blando quinto con el que Rafaelillo dio una vuelta al ruedo.

Largo, agalgado, en tipo y con 610 kilos que no se le notaban fue el primero. Metió la cara a la media verónica que le dio José Luís Moreno en el recibo. Cumplió en varas manseando y falto de fuerza en los remos. Mucho ruido de estribos. Por alto, el toro pasó en la muleta de Moreno. Por bajo, casi nada. Se cayó en uno de pecho. Y todo con el baile de San Vito. Enseguida se orientó por el lado derecho Y Moreno cambió de mano. Gazapeo mutuo en los naturales y en los amagos de trinchera. Habilidosa estocada, saludos y a esperar al siguiente.

Burraco en cárdeno y ancho de sienes el cuarto que pegó tornillazos y echó las manos por delante en los primeros capotazos. Se dejó pegar acostado en el peto y, al volver al caballo, perdió las manos. Otro sin fuerza. Protestas. El presidente cambió de tercio, el toro se vino abajo en banderillas y volvió a caerse al segundo intento de Moreno con la derecha. No tuvo un pase y la porfía de Moreno resultó tan baldía como peligrosa hasta resultar alcanzado, revolcado y, de milagro, ileso. Al entrar a matar a toro arrancado, otra vez cogido. Falló al tercer y al cuarto envite. Sartenazo efectivo. Saludó el de Córdoba. Aplausos al imponente cárdeno descarao segundo en su salida. Remató en tablas. Aguerrido y dispuestísimo Rafaelillo en los lances de recibo que el toro aceptó echando las manos por delante y quedándose corto. Empujó con bastante fijeza al caballo, lo que aprovechó el picador para darle estopa. Como casi todos los de Miura, esperó en palos y echando la cara arriba. Brinda Rafaelillo. Se frenó y se cayó en los primeros muletazos por bajo y, ya casi parado, no pasó en ni uno con la derecha, sacando peligro enseguida. Exacto por el izquierdo en sendos y encomiables intentos. Algo desbordado en el tercero. Hay que matar. Pero sigue el murciano. Semiabaniqueo y, metiendo la mano, estocada trasera y descabello. Saludos.

Negro entrepelao el quinto. Dos largas cambiadas y buenos lances de Rafaelillo. Este fue noble. Pero blando. Como lo cuidaron en varas, José Mora se asomó al balcón en palos. Y resistió en la muleta aunque sosamente y con la cara alta. Rafaelillo le pegó algunos naturales con saborcito bueno y la gente se animó. No por el lado derecho. Más por el izquierdo y de trinchera. Música. De pecho, cambio de mano, desdenes, más zurdos muy toreros y, vaya por Dios, pinchazo. Estocada muy contraria trasera y otra contraria trasera. Vuelta al ruedo.

El cárdeno claro tercero resultó más noble, pero careció totalmente de fuerza y fue devuelto. Lo sustituyó un sobrero del Conde de la Maza. Colorao y muy serio. Se frenó con genio en el capote de Serafín Marín y salió suelto. Pero tuvo movilidad y más emoción. Derribó manseando en el primer puyazo y el picador se mantuvo en pie picando. Huido del segundo encuentro. Y un tercer puyazo. Un espontáneo pegó tres trapazos con una chaqueta y enseguida fue detenido. Marín le dio más con la derecha en la faena y las pasó canutas al tragar con la izquierda hasta medio meterlo en el canasto sin que faltaran algunas giñás por lo que el toro le vio y tuvo que cortar por lo sano de inmediata y certera estocada.

Y sexto. Cabeceante de salida. Mansote y flojo en varas. Tardo y rebrincado en la muleta. No más que aseado Marín en su larga e imposible faena.

El Mundo

Por Vicente Zabala de la Serna. Rafaelillo da una vuelta al ruedo con el mejor miura

Y saltó un espontáneo. En el sobrero cinqueño del Conde de la Maza. Que hacía tercero. Mientras Serafín Marín brindaba a la presidencia. Del tendido del “11” se precipitó el hombre de larga melena con una chaqueta a la cintura. Y las cuadrillas dormidas. Le pegó dos chaquetazos y lo detuvieron. El toro del señor Conde tenía guasa. Así le habían dado en el caballo. ¿Donde estaba este toro cuando se lidió la corrida en escalera de su hierro? Manso y con peligro de certero. Por dentro siempre en los capotes. Y en la muleta a cazar. Serafín le llegó a robar alguno a sus montadas hechuras con la izquierda. Nada más. Ni nada menos.

Al de Miura lo habían echado para atrás por flojo. No lo fue la mole de Rafaelillo de 635 kilos. Que no pasaba. Que se frenaba de manos y a veces las perdía pero del tirón imprescindible del torero en sus intentos de lanzarlo hacia delante. Orientado en la muleta y todavía algo inocente cuando Rafael Rubio lo lanceó con fibra con el capote. Lo mató con seguridad. Como José Luis Moreno al agalgado primero de cara anovillada. Noblón pero siempre haciendo sonar el palillo de la muleta con sus astas de morucho. La estocada, una trincherilla y una media verónica quedaron como sellos de un torero que debería tener otro sitio y otro trato.

El cuarto era una mole morucha y orientada que le levantó los pies del suelo a José Luis Moreno. Pegaba con las palas el buey. Y lo volvió a echar mano al entrar a matar para herirlo de verdad. Mientras un descerebrado gritaba en mitad de la faena. Un respeto cuando hay un miura y un tio en el ruedo. Y con cualquiera surante la faena. Lo mató como Dios le dio a entender. Que no fue poco. No volvió nunca la cara.

Rafaelillo a la verónica provocó el milagro de la sorpresa. De salida y sin pensàrselo dos veces. Anda con los lances de Rafael a un miura de salida. Rafaelillo pronto le puso la izquierda que el de Zahariche tomaba con nobleza en el primer tramo para sacar la cara por arriba en el último. Pero al murciano le valía aquello para entender bien el pitón izquierdo y hacerle cosas como un cambio de mano, uno del desprecio, sus naturales suaves, queriendo ponerle salero al bovino, cogiéndole el aire. Estuvo bien de verdad el de Murcia. Pero pinchó y perdió la oreja del mejor miura de la tarde, dentro de un orden.

Cobró el cárdeno sexto, pues cárdenos fueron todos, dos puyazos en orden. Muy levantado de los cuartos traseros o en hechuras cuesta abajo. Toro raro. Serafín Marín lo abría con fuertes toques. Aunque no la tomaba mal. No se compuso la cosa.

El Mundo

Por Carlos Crivell. Milagros en la corrida de Miura

Con la de Miura llegó la emoción a la plaza. Es una corrida que provoca reflexiones variadas en el aficionado. Viene a la memoria el recuerdo de la historia de los toros de Zahariche, la morfología espectacular de los toros, la permanencia del encaste sin cruces con otro tipo de ganado; es una corrida diferente. En esta ocasión fue de nuevo emocionante y sobre el ruedo maestrante hubo, por fortuna, varios milagros.

Salió por su pie hasta el cordobés José Luis Moreno, que anduvo de pitón a pitón con el cuarto en distintos momentos y apenas sufrió los golpes naturales de una masa de toro con más seiscientos kilos. Fue uno de los milagros de la tarde, tal vez el más aparente. Hubo más quites providenciales sobre el ruedo.

El caso del espontáneo que se tiró en el tercero también acabó en milagro. ¿Qué empuja a un hombre a saltar al ruedo para darle pases a un toro con una chaquetilla en la mano? No parece que sea un aspirante a torero, al menos por su edad. Sólo una enajenación transitoria puede justificar tal osadía. En dos ocasiones sorteó la embestida del toro del Conde de la Maza con su exigua prenda en la mano. No pasó nada. ¿Es o no un milagro? Por unos momentos el tendido vivió sobrecogido porque se intuía el percance. Lo recogieron sin el menor rasguño. También se sucedieron milagros que pasaron desapercibidos para el respetable. Muchas embestidas, tanto del toro del Conde como de los ‘miuras’, rozaron los cuerpos de los lidiadores. Se vislumbraba un percance de esos que parecen imprevistos. Salvo los citados revolcones de Moreno, la terna y sus cuadrillas salió por su pie de la plaza. Milagro se llama esa figura.

La corrida de Miura fue una más con toros clásicos de la divisa. Embistió bien el cuarto, muy bueno dentro de su estilo miureño. El sexto también regaló alguna arrancada potable, pero en general fue un encierro con pocas fuerzas, que llevó la cara por las nubes y que se defendió con peligro. Como ya ha ocurrido otras veces, el sobrero del Conde de la Maza, fue casi más complicado que los de Miura.

Moreno visitó la enfermería y salió para irse al hotel en el coche de cuadrillas. Se utiliza mucho en el toreo la palabra ‘a contraestilo’, que no comparto. Sin embargo, no hay nada más a contraestilo que el toreo exquisito de José Luis Moreno y una corrida de Miura. ¿Alguien entendería que Manzanares se anunciara con esta divisa? Es cierto que toda la vida la han lidiado las figuras. El toreo actual es tan distinto al de hace cincuenta años, sin ir más lejos, que es casi imposible crear arte con toros como los que llegan de Zahariche. Ocurre que estos toros son necesarios y tienen sus especialistas. Moreno apareció valiente y decidido. Dejó que castigaran mucho a sus dos toros. Al primero le dio pases a media altura, porque no humillaba y tenía pocas fuerzas. Con el cuarto se vivió la parte épica de un torero de clase. Fue cogido al final de una faena de voluntad, zarandeado y maltratado, pero no pasó nada. Y de nuevo fue prendido al matar. Una paliza. Un torero que hizo de tripas corazón y se ganó el respeto de todos y una corrida más apropiada a su estilo.

Es distinto el caso de Rafaelillo. Se ha convertido en un especialista en estos toros. Al murciano no le gustará este encasillamiento, pero tampoco pasa nada. Que no le falte en muchos años la de Miura en Sevilla. Estuvo valiente con el imposible segundo, toro rebrincado sin fuerzas, que no pasaba por la muleta. Fue una demostración de oficio.

El cuarto fue el de mejor juego. Lo recibió con dos largas cambiadas, lanceó con buen gusto y culminó una faena de muleta con atisbos de calidad por ambos pitones. Fue un buen toro de Miura. Rafaelillo abandonó por un momento su toreo de drama para relajarse. De esta forma fueron surgiendo pases por ambos pitones con temple y mando, casi todos bien rematados. Rafaelillo fue inteligente. En algún momento le recordó al tendido que era uno de Miura. Fue una lástima que no acertara en la hora de la suerte suprema, porque tenía premio seguro. Había llevado la emoción con toreo bueno y valor.

El tercer espada de la terna fue el menos afortunado. Tampoco parece Serafín Marín un futuro especialista en estos toros. Se devolvió el tercero por inválido y salió un manso del Conde de la Maza que recibió tres varas. Fue el toro del espontáneo, lo que siempre provoca desconcierto en la lidia. Marín se percató tarde de que el pitón posible era el izquierdo. Así le pudo dar algún natural suelto.

En sexto lugar mató uno de Miura grande y largo. Tuvo algunas arrancadas posibles el lado derecho, pero a Serafín le vino algo ancha su tarde sevillana. Al menos estuvo fácil con la espada en ambos. Con una estocada corta acabó con la Feria. Tiempo habrá para el balance. Ayer fue tarde de milagros en la plaza de toros de Sevilla.

Firmas

Por Gastón Ramírez Cuevas. La crisis de los miuras/Los miuras de la crisis

Algunos dicen que lo dijo Guerrita, otros le atribuyen el aforismo a Rafael El Gallo: “Lo que no puede ser no puede ser, y además es imposible.” Pocas cosas más ciertas hay en la vida, y la última tarde de toros de la Feria de Sevilla fue un claro ejemplo de ello, porque si los miuras se caen y no dan esa legendaria sensación de peligro, si se mata a los toros de Zahariche en el caballo y si los diestros demuestran un exceso de prudencia, es imposible evitar el tedio y el desencanto.

El primer pupilo de Eduardo y Antonio Miura Martínez fue castigado con tres puyazos asaz alevosos. José Luis Moreno toreó al pobre bicho con muchos gritos, mucha precaución y poco arte. Lo mató de casi entera a toro parado y su labor fue silenciada.

En el segundo de la tarde Rafaelillo estuvo bien con el capote. Después el del castoreño trucidó al imponente y gallardo cornúpeto, y Rafael Rubio estuvo un tanto teatral en una faena de muleta en la que el mérito brilló por su ausencia. Mató de entera trasera y misteriosamente fue llamado a saludar en el tercio.

A Serafín Marín le devolvieron a los corrales al tercer miura del festejo. ¡Qué vergüenza que un toro que porta el hierro de la A con asas, ése que originalmente fue de Antonio Cariga, se desplome como un vulgar toro artista de los noventas! Así las cosas salió un sobrero del Conde de la Maza, un castaño de imponente trapío. El torero catalán consintió que le recetaran al toro tres varas de las de antaño y lo más relevante se lo hizo un espontáneo quien logró pegarle dos lances con la chaqueta. Serafín mató al infortunado animal de un bajonazo artero.

Salió el cuarto miura al ruedo maestrante y se repitió la historia de los dos capítulos iniciales: debilidad y un primer tercio feroz. No obstante, el astado cogió al torero cordobés hasta en dos ocasiones al final de la faena; una al no estar haciendo nada relevante, y la otra al no saber si esquivar la dubitativa y poco sorpresiva arrancada del miura o intentar meterle el estoque. El colofón de dichos penosos incidentes fue un concierto de desaciertos con la larga y con la corta. El público, en un alarde de villamelonería, sacó a Moreno a recibir aplausos en el tercio.

Rafaelillo salvó la tarde en el quinto. El menudo diestro murciano le dio dos medias largas cambiadas de hinojos al imponente miura y luego lanceó a la verónica y remató con dos medias elegantes y pintureras. A este miura lo picaron con mimo porque tampoco tenía fuerza, y eso permitió que llegara a la muleta cayéndose pero no mucho. Rafaelillo estuvo solvente, valiente y estético con la sarga, especialmente al natural y en los de pecho. Inclusive logró bellos adornos por ambos pitones, tales como cambios de mano, desdenes y trincherillas. No mató al primer viaje y todo quedó en una merecida vuelta al ruedo.

De lo hecho por Marín en el sexto, un animal de mediocre estilo que iba y venía sin transmitir mucho, mejor ni hablar porque tendríamos que decir que faltó entrega y sobraron mañas. Lo más relevante fue la buena estocada entera con la que lo despachó.

Salimos de La Maestranza recordando lo bien que estuvo Rafael Rubio Luján en el penúltimo toro de la Feria y la larga nota de clarín que marcó el postrer cambio de tercio del serial sevillano. Fue ese un sonido lleno de nostalgia y de torería, un pedacito de música que nos tendrá que durar hasta el próximo Domingo de Resurrección.


©Rafaelillo entra a matar en una de sus dos faenas/Manuel Gómez/Diario de Sevilla. Voltereta de José Luis Moreno/EFE.

Sevilla Temporada 2012.

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