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Real Maestranza de Sevilla

Domingo de Resurrección, 31 de marzo de 2013

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de Parladé (1º), Garcigrande (2º, 3º y 4º) y Domingo Hernández (5º y 6º) (de diferente presentación y buen juego en general). 3º y 5º, aplaudidos en el arrastre.

Diestros:

Morante de la Puebla: Media estocada atravesada, descabello (pitos); más de media estocada (silencio).

El Juli: Estocada entera un poco caída (oreja); estocada en su sitio (dos orejas). En los dos recibió a portagayola. Salió por la Puerta del Príncipe.

José María Manzanares: Aviso, pinchazo, estocada caída (saludos desde el tercio); municipal, aviso, pinchazo, pinchazo hondo, estocada, descabello, aviso, dos descabellos (silencio).

Banderillero que saludó: Juan José Trujillo, de la cuadrilla de Manzanares, en el 6º.

Incidencias: el banderillero Luis García Ramírez “Niño de Leganés”, de la cuadrilla de El Juli, resultó cogido en el 5º. Fue operado en la enfermería. Parte médico: “Herida por asta en cara posterior del muslo derecho con una trayectoria ascendente de 10 cm y otra descendente de 20cm, que provoca importante tensión muscular del biceps femoral contundiendo el nervio ciático en una extensión de 30 cm. Se practica Fiedrich de tejido muscular, hemostasia de vasos musculares, lavado extenso de la herida y drenajes en lecho quirúrgico. En miembro inferior izquierdo en su 1/3 inferior y cara interna presenta cornada cerrada que se explora evacuando hematoma. Pronóstico Grave”.

Presidente: Gabriel Fernández Rey.

Tiempo: desapacible, con fuerte lluvia al principio.

Entrada: hasta la bandera.

Crónicas de la prensa: Cuadernos de Tauromaquia, Diario de Sevilla, El País, El Correo de Andalucía, La Razón, El Mundo, Plaza de la Maestranza.

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Puerta de Arrastre

Por Santiago Sánchez Traver

Había una cosa clara desde el principio: la corrida no se suspendería, era una decisión tomada por todos. Y empezó con Morante bajo la lluvia. Pero cuando se cerraron los paraguas apareció El Juli para hacer una faena compacta, de oreja, en absoluto de dos orejas. Y Manzanares en el tercero para estar esteta pero tirando líneas. Morante en el cuarto quiso y no tuvo. Y en el quinto, El Juli hizo el prodigio: a un toro grande, feo, fuera de tipo, de los de Madrid, fiero y codicioso, lo fue metiendo en la muleta hasta que embistió a su gusto. Faenón de órdago y de emoción y miedo en los tendidos. La mejor vez que se le ha visto. Era de rabo pero en Sevilla ni se da ni se pide ese apéndice desde hace 42 años. Y antes se daban más baratos. Da igual, Puerta del Príncipe más que merecida y todo el mundo tiene ya claro que él es el que manda. La lluvia, milagrosamente, respetó la tarde y los toros embistieron con distintos matices. Salvo el quinto, los hubo escurridos y sin mucha chicha. Pero se tapaban por las caras. Deduzco que los otros siete que echaron para atrás no es que fueran más chicos sino que tenían menos cara. Viva la Fiesta para empezar.

Lo mejor, lo peor

Por Sandra Carbonero

Lo mejor: Juli en estado puro. La Maestranza abría temporada engalanada para la ocasión con un lleno total en sus tendidos y con un cartel como requiere la ocasión: Morante de la Puebla, Julián López “El Juli” y José María Manzanares. Sevilla tuvo acento madrileño, ya que Julián dibujó lo mejor de una tarde aposteósica que culminó con la salida por la Puerta del Príncipe bajo los sones de las palmas por bulerías y los gritos de “torero, torero” de los afortunados que pudieron presenciar la corrida. Un Juli valiente, que se fue dos veces a portagayola, artista con el capote, poderoso y templado con la muleta, arrollador con la espada, conquistó al público e incluso al presidente, que en el quinto, ante la sublimidad de su toreo, sacó los dos pañuelos al tiempo. Julián, “El César” del toreo, ha vuelto a su añorado templo sevillano.

Lo peor: La cogida de El Niño de Leganés. La nota gris, la puso el banderillero de Juli, Luis García “Niño de Leganés”, en el quinto de la tarde, cuando fue cogido de fea manera. Antes, justo a la hora de la corrida, cayó un diluvio sobre el ruedo que provocó el retraso del festejo unos minutos hasta que acabó el chaparrón.

Cuadernos de Tauromaquia

<img src="http://www.portaltaurino.com/images/criticos/alvaro_acevedo.jpg"/> Por Álvaro Acevedo. El Juli es el mejor

Entre las múltiples formas de hacer el ridículo encontramos la –por otra parte, muy celebrada –de negarle el pan y la sal a una figura del toreo. A una de verdad, digo. Los periodistas solemos hacerlo porque eso da marchamo de buen aficionado. Íntegro, y esas cosas. Y además, si hay rencillas personales de por medio, pues miel sobre hojuelas y leña al mono que es de goma. Lo malo es que lo escrito queda así, escrito, y luego llega El Juli y sale de las tandas mandando a más de uno a la Venta. Para lo del trompetazo, digo.

Pero donde de verdad había candidatos a adoptar la postura del solo de Nerva, más que en los tendidos, era en el callejón. Allí, los mercaderes del Templo se cachondearon de él en 2012 y eso, aparte de feo, es peligroso. Si hubiera más aficionados y menos gilipollas, en vez de chillar lo de “Morante aprende” le habrían recordado a Eduardo Canorea y Ramón Valencia que en 2012 se quedó El Juli fuera de Sevilla y la Feria fue una mierda con todas las letras. Pero aficionados apenas quedan, y que conozcan los vericuetos de este negocio, mucho menos. Casi nadie sabía, por tanto, que El Juli se fue a portagayola en sus dos toros para recordar al personal que con una figura del toreo (de las de verdad, digo), no se juega.

La inconmensurable tarde que le valió su tercera salida por la Puerta del Príncipe de la Maestranza se resume en pocas letras: El Juli es el mejor. Y como es el mejor, triunfó con su primer toro, incierto, ofensivo y con mil teclas que tocar. El maestro no dio un paso en falso, estuvo impecable, pegó muletazos de primor, pero en realidad alcanzó el éxito porque cada vez que la faena amenazó con diluirse, cruzó esa línea roja en la que todo el mundo advierte que la cornada es cuestión de que el enemigo haga así con el cuello. O sea, que cortó la oreja básicamente porque le arrastran.

El recital ya había comenzado con el capote, pues a la larga cambiada siguieron lances de batalla y un quite inspiradísimo con chicuelina grácil; cordobina apoteósica e interminable; y media despatarrado y roto, que para eso es el año de Belmonte. Al quinto también lo hundió por verónicas y juró venganza cuando zarandeó a su banderillero, El Niño de Leganés, para cornearle el muslo. Julián toreó por México, muy lento, muy embebido el toro, muy barriendo el albero, muy largo el muletazo y muy loca la plaza. La Maestranza crujió ante la contemplación de la máxima expresión del concepto julista de la tauromaquia, con el cuerpo enterrado en la tierra húmeda, la embestida toreada de principio a fin de cada interminable y demoledor muletazo, y el toro embistiendo más de verdad, más entregado, mientras más y más le apretaba El Juli, castigándolo con media muleta por el suelo entre el clamor colectivo. Cuando entregó a las mulillas al gran toro de Garcigrande, Sevilla estalló por bulerías y aguardó el final de una tarde ya vista para sentencia.

De lo demás sólo unos simples apuntes. Morante comprendió que no era su día, así que abrevió con una alimaña y dibujó algún lance frente a un cuarto toro lisiado de la mano izquierda. Manzanares, en cambio, se puso pesado. Después de dejar escapar a su primer oponente, que fue nada más que sensacional por los dos pitones, se empeñó en hacer otra faena interminable al sexto, que también tuvo un lado izquierdo estupendo. Cuando las cosas se ponen feas, lo ideal es ser breve y escuchar la correspondiente bronca: es la otra manera de que hablen de uno, hecho éste siempre más saludable que la indiferencia. Una lástima, por tanto, que José Mari no saliera a almohadillazos mientras El Juli cruzaba la Puerta del Príncipe. Otra vez será.

Diario de Sevilla

Por Luis Nieto. El Juli retoma el bastón de mando

Lío en los corrales. Hasta 17 toros tuvieron que examinar los veterinarios para completar el primer encierro de la temporada en la plaza de la Maestranza, ya que la corrida de Garcigrande-Domingo Hernández -uno de los hierros predilectos de Morante, El Juli y Manzanares- tuvo que enviar dos remesas de ejemplares por falta de trapío de varios de ellos. En el último reconocimiento examinaron cinco astados de Parladé (propiedad de Juan Pedro Domecq), de los que se aprobaron tres (uno que se lidió en primer lugar y otros dos destinados a sobreros). Luego, al entrar en la plaza, lluvia y comienzo del espectáculo con algunos minutos de retraso y guerra de paraguas hasta que dejó de caer agua en el segundo toro, cuando el protagonista de la tarde, Julián López El Juli se hizo presente y comenzó su recital.

El torero madrileño arrasó por disposición. Recibió de rodillas frente a toriles, con sendas largas cambiadas, a sus dos oponentes -ante el segundo tragó muchísimo-, prevaleciendo la técnica y la ligazón en función del mando. Variado con la capa y la muleta y contundente con la espada. Tres trofeos y triunfador indiscutible en la apertura del abono, con la salida a hombros por la mítica Puerta del Príncipe. En su primera entrega abrió con un despliegue capotero soberbio -chicuelinas, cordobinas y sobre todo verónicas en las que cargó la suerte- y se mostró con el hambre de un novillero de antaño, con una faena larga, que creció hasta enroscarse al toro en una serie inverosímil, y que remató de estoconazo para recibir la primera oreja de la temporada en Sevilla.

En el segundo acto pisó el albero con la firmeza del consumado director de orquesta, que con oído fino y atento, consigue los mejores compases y melodías. Porque el diestro aprovechó siempre todas las embestidas del gran quinto toro, Tramposo, con el que en ningún momento jugó con trampas ni ventajas. Ya en los inicios lo recibió a portagayola, aguantando el tipo de rodillas. Y lanceó de pie con soltura, antes de que Niño de Leganés, su banderillero, fuera arrollado y prendido por dos veces en un par.

El Juli comenzó su faena en el platillo y con la diestra obligó mucho al toro de Domingo Hernández, que embistió muy bien. Las series fueron ovacionadas con enorme fuerza por el público y la muleta se convirtió en golosina y látigo a la vez para el animal. Temple y una muleta que por momentos barría la arena entre oles. Muletazos largos y hondos. Dentro del trasteo hubo momentos álgidos, como cambios de mano y excelentes remates, desde pases de pecho hasta del desprecio o trincherillas. La obra fue creciendo y llegó un momento en el que con los pies atornillados y en una losa, el torero dominó al toro a su antojo y le hizo enroscarse al astado alrededor de su cuerpo, convertido en eje. Si todo ello tuvo mérito, mayor fue el que en la mayoría de los pases las agujas del toro le pasaron próximas a los muslos. Mató de una gran estocada y el presidente sacó los dos pañuelos blancos a la vez. Doble premio. Hubo parte del público que insistió solicitando también el rabo, entre tanto sonaban palmas por bulerías. Quizá hubiera sido excesivo, ya que lanceando perdió la capa en una verónica.

Morante, con un mal lote, no estuvo bien. Al inválido primero lo despachó de inmediato entre pitos. Con el flojísimo cuarto, que perdía las manos cuando le obligaba, no pudo lucirse, salvo en un par de verónicas de bellísimo trazo.

Manzanares realizó una primera faena excesivamente larga -sonó un aviso antes de entrar a matar- en la que prevaleció la estética y el temple, aunque con muchos pasajes desceñidos. Con el complicado sexto realizó un trasteo de menos a más en el que destacó en un par de tandas al natural y estuvo muy desacertado con los aceros, lo que es noticia en el diestro alicantino.

Por distintas razones, en la atípica temporada 2012 ningún torero se encaramó en la cumbre. El triunfo de El Juli, que el año pasado no fue contratado en Sevilla, tras encabezar el G-10, le coloca en este momento como máximo protagonista para hacerse con el bastón de mando en la temporada 2013.

El País

Por Antonio Lorca. Puerta del Príncipe para un magistral Juli

El Juli se encaramó a la gloria torera, y desde la cumbre, motivadísimo, pleno de suficiencia, expresó un magisterio deslumbrante que dejó boquiabierta a la Maestranza que pidió los máximos trofeos para quien, por un momento, había devuelto la alegría a la fiesta. Cortó tres orejas que pudieron ser más, salió a hombros por la Puerta del Príncipe, y dejó en el ambiente el sabor de las grandes tardes de toros que permanecerán para siempre en el recuerdo de los buenos aficionados.

No es que EL Juli estuviera bien, que estuvo sensacional de principio de fin; lo mejor, lo más destacable, fue su ilusión desbordante, su seguridad, su amor propio… Parecía un chaval en la búsqueda desesperada de un triunfo cuando demostró ser un torero macerado por el tiempo, pleno de sabiduría, dominador de la técnica más depurada y con la sensibilidad a flor de piel.

Se nota y se siente cuando un torero llega a la Maestranza convencido de su triunfo. En cuanto los clarines anunciaron la salida del segundo de la tarde, El Juli salió del burladero y se arrodilló en los medios. Allí recibió al toro con una larga cambiada, que completó después con un par de verónicas hondas. A continuación, se gustó y paladeó un lentísimo quite por chicuelinas que hizo sonar la música y puso al público en pie.

Estaba claro a estas alturas que el torero venía a por todas. Brindó la faena de muleta a la concurrencia, y antes de abrir la franela se olía en el ambiente faena grande. No había más que ver la disposición del torero, muy por encima de la muy noble y pastueña condición del toro, que embestía con excesiva suavidad, que deslucía, si cabe, la emoción de la labor del torero.

Faltó codicia en el toro; era excesivo el dominio, un combate desequilibrado. Un torero, por una parte, repleto de facultades, valentísimo, pundonoroso, poseedor de una técnica deslumbrante y una suficiencia abrumadora; y un toro, por otro, bueno como el pan, de noble casta y derrochadora bondad. Hubo buen gusto, torería, muletazos inmensos, y faltó esa emoción que impone la acometividad de una embestida alegre y pronta. Quizá, por eso, el presidente solo concedió una oreja.

Volvió a las andadas en el quinto. Otra vez de rodillas en los medios para salir apurado del encuentro ante una frenada imprevista del toro, Otro quite, esta vez por verónicas, lucido. Y en el tercio de banderillas llegó la cogida del subalterno Niño de Leganés, que fue volteado y prendido tras colocar el primer par, y que, al parecer, sufre tres cornadas en el muslo derecho de pronóstico grave.

Ante este toro, con más movilidad y recorrido, El Juli hizo todo un derroche de conocimiento, se mostró como un maestro en sazón, como un torero de una pieza. Para ello, embebió la embestida en la muleta, arrastrada en cada pase, desgranó la ligazón total y enloqueció a los tendidos. Fue la suya una lección extraordinaria de magisterio taurino. Volvió a volcarse sobre el morrillo del animal y cobró otro estoconazo, trasero como el primero, que desbordó el entusiasmo. En suma, una tarde gloriosa.

No se puede decir lo mismo de sus compañeros. La verdad es que ‘ca uno es ca uno…’, y Morante no tuvo ese toro que le permitiera abrir sus esencias. Al primero lo vio claro y no le duró más de un minuto en el último tercio. Ciertamente, era un animal muy desclasado. Morante montó la espada entre la sorpresa general y alivió el posible aburrimiento. Lo intentó en el cuarto sin éxito. Noble pero insulso era el animal, propenso al cabeceo y los muletazos surgían desdibujados. Un par de verónicas alivió la ansiedad.

Y como cada persona es un mundo, Manzanares estuvo a punto de dar el mitin ante dos toros muy aceptables que no entendió. Dos faenas larguísimas, soporíferas, de mantazos que iban y venían sin ton ni son en distintos terrenos de la plaza. Pero todo muy deslavazado, muy frió, muy desvaído, sin hondura, sin gracia, como quien tiene que hacer un tabique y lo hace sin ganas. Nobles fueron sus dos oponentes y se dejaron torear hasta el aburrimiento general, pero Manzanares estaba en pegapases, y eso es insufrible. Dio la impresión de que no se enteró de lo que tenía delante, aburrió soberanamente y se salvó por poco de que le echaran el sexto a los corrales.

Por cierto, estos tres toreros que tanto hablan del futuro de la fiesta y tanto dicen defenderla de los ataques de otros, han escrito una página de desvergüenza torera en los corrales. Hasta 17 toros tuvieron que ser reconocidos para completar la corrida. Petardo del ganadero, incapaz de traer una corrida digna para la Maestranza; y petardo de los toreros, que presionan hasta la saciedad para que la autoridad admita lo inadmisible. Que se sepa que El Juli, Morante y Manzanares utilizan toda clase de presiones para dar gato por liebre, sardina por toro. Y una figura, un héroe, se debe vestir por los pies y presentarse en Sevilla con una corrida que por su hechuras y trapío apruebe con sobresaliente el examen. Pero eso solo lo hacen las figuras de verdad.

El Correo de Andalucía

Por Álvaro Rodríguez del Moral. El Juli camina sobre las aguas y se aferra al cetro del toreo

Dieron las seis y media de la tarde y un fuerte aguacero hizo presagiar una suspensión que habría sido bien recibida por el público que se empapaba en los tendidos abarrotados de la plaza de la Maestranza. Pero la determinación de la terna era firme y el paseíllo, sí o sí, llegó algunos minutos después de la hora fijada. Asomados al ruedo, dejaron el paripé de pisar charquitos para otro día. Venían a torear y sabían que habría que llegar hasta el final sin saber, mientras se cerraban los paraguas y chorreaban los chubasqueros de los chinos que íbamos a asistir a un acontecimiento trascendental para el reparto de poderes de la gran batalla del toreo que se abre ahora.

Todo sucedió con rapidez, sin tiempo para tomar aliento. El propio Morante había dado una lección de toreo antiguo al no darse coba con el toro que abrió la tarde, un animal flojo, remiso y sin posibilidades al que se quitó de enmedio sin cambiar de acero -salió con la espada de verdad- en cuanto supo que no había nada que hacer. Sin solución de continuidad, El Juli cruzó el incruzó el inmenso ruedo sevillano para postrarse de hinojos y pasarse por la hombrera al segundo de la tarde, un buen toro de Garcigrande que le permitió expresar cadencia y registros inéditos en el manejo del capote, especialmente en un quite que combinó tijerillas y chicuelinas en los que reveló esos nuevos aires de ida y vuelta -una especie de toreo por guajiras y milongas- que ya había experimentado en sus recientes apoteosis americanas.

En ese momento se olvidaron las incomodidades, los chaparrones y los patosos que han transformado ¿para siempre? el paisaje humano de la plaza de la Maestranza. El Juli puso calor a la tarde y apretó el acelerador al máximo en una faena que comenzó con armonía y hondura y a la que sobró, posiblemente, algunas dosis de la alta exigencia del concepto del maestro madrileño, que citó al toro muy desde abajo en una faena de alto nivel, plagada de imaginación y sentido estético que no gozó de la misma redondez en los tramos fundamentales, una circunstancia que pesó después para dejar sin efecto la segunda oreja. Pero daba igual: la faena de El Juli había estado presidida por pasajes de altísima nota y trufada de detalles de torería -molinetes, largos pases de pecho, torería natural- a los que siguió un tremendo arrimón final en los que se enrosco el toro a la cintura con desprecio de su propia vida. Estaba preparando el terreno al inmenso recital que aún estaba por venir y una estocada cobrada a capón ponía en sus manos esa primera oreja que sólo era el aperitivo.

El quinto le puso en aprietos y le achuchó en los primeros lances, llegándole a arrancar el engaño de las manos después de resolver con algunos apuros la larga cambiada a portagayola. Dos lances y una media volvieron a revelar esa cadencia que ha convertido al diestro madrileño en un gran intérprete del toreo de capote, en un artista de los nuevos caminos del toreo. Pero el animal, poco picado y con mucho temperamento, no permitió ni un error al Niño de Leganés, que resultó prendido dramáticamente cuando trataba de colocar un par de banderillas sufriendo dos cornadas que no dan idea de la tremenda paliza que recibió.

Repuesto el orden, Julián se puso a torear con la muleta enterrada en el albero barroso de la Maestranza: cuajando sensacionales muletazos dichos muy para adentro y con trazo largo y rotundo. El toreo se mostraba esta vez desnudo y macizo, sin ningún tipo de aditamento, llevando y pulseando una encastada embestida que se enhebró a la perfección a la maestría de El Juli, convertido en definitivo dueño de la escena. De la arquitectura del toreo en redondo se pasó a la expresión; un cambio de mano sirvió de nexo para que brotaran los naturales, largos como un río y templados como una tarde de abril. La plaza ya era un manicomio y el torero aún liberó la tensión con cambios de mano, molinetes y larguísimos pases de pecho que hilvanaron unas series con otras; cincelando muletazo a muletazo su condición de primerísima figura y mandón del toreo: reivindicando la esencia de Gallito y el cetro de la torería andante.

Pero la faena, convertida en una espiral trepidante de toreo aún vivió una fase de muletazos diestros que ampliaron aún más el diapasón de la obra. El faenón estaba hecho y la estocada, sin perdón y seguida de algunos muletazos con la espada enterrada en todo lo alto, puso en sus manos dos orejas que el presidente sacó a la vez, sin pensárselo dos veces. Le llegaron a pedir el rabo. Se lo tenían que haber dado por la gran tarde que había dado. Era su mejor reivindicación, el pronunciamiento más auténticamente torero después de un año de ausencia por desavenencias con la empresa que no dejó satisfecho a nadie.

La labor del madrileño borró a sus compañeros. Si Morante le había quitado las moscas al primero, se esforzó mucho más con el cuarto, un toro remiso al que logró enjaretar un mazo de verónicas alternadas con chicuelinas de otro tiempo que volvieron a redimirle. Pero no hubo más. Todo se acabó con la larga que remató ese corto e intenso concertino capotero y aunque quiso y se puso con la muleta el toro no quería coles.

Manzanares toreó a media orquesta y se mostró algo conservador con el segundo de la tarde, un animal de buena condición al que toreó con tanta belleza como falta de intensidad. No fue el torero de las grandes tardes de Sevilla aunque brilló en éste o en ése detalle; en aquella o en otra serie y en pases de pecho, trincheras y molinetes que no terminaron de elevar la tensión argumental. Posiblemente pesó en su ánimo el trascendental compromiso que le espera el próximo 13 de abril y guardó la gasolina para entonces. Con el sexto, de buen fondo, se esforzó mucho más y llegó a torearlo con templaza y belleza aunque la escasa contundencia de los aceros escamoteó el posible trofeo. Su infalible espada -esta vez- se empeñó en aguarle la fiesta. Pronto lo veremos sólo ante el peligro.

La Razón

Por Paco Moreno. De la Pasión de Cristo a la Gloria del toreo

Tarde desapacible en lo climatológico ayer en La Maestranza. La amenaza de lluvia apareció desde minutos antes de comenzar el festejo, incluso cayó un aguacero a la hora de sonar clarines y timbales, pero amainó, los toreros decidieron torear y ya no apareció más la lluvia. La plaza se llenó y el ambiente era de tarde grande de toreo. Y éste llegó gracias a un poderoso y artista El Juli que volvía a La Maestranza como lo hacen las primeras figuras del toreo, recuperando su sitio y abriendo la Puerta del Príncipe. Manzanares no quiso quedarse atrás y Morante, con el lote menos propicio, sumó momentos de indudable belleza a la tarde, aunque de manera esporádica.

Morante intentó estirarse a la verónica ante el toro que abría la temporada en Sevilla, pero este animal no humilló, echó las manos por delante y le tropezó el capote. Desistió el torero y tras el tercio de varas y banderillas, no vio mayores opciones en el astado y optó por abreviar. Con el cuarto, el de La Puebla cuajó los mejores momentos en los lances de recibo y en el quite posterior. Ahí apareció el Morante artista, el que tiene lo que no se puede entrenar ni preparar: la naturalidad y el arte. Lo intentó con la muleta, pero ya el animal, que tuvo nobleza, se fue parando. Sólo quedaron los intentos del torero por mejorar su imagen y, en ocasiones, dejarle algún muletazo suelto de indudable belleza. Pero a su labor le faltó continuidad, ligazón, no aportada por las condiciones del toro. Al menos, buscó justificarse y acercarse al nivel que ya habían mostrado sus compañeros.

El Juli llegó muy dispuesto en su reencuentro con La Maestranza ­–ausente la temporada pasada por su lucha por los derechos de imagen con la empresa–, tanto es así que se fue a portagayola para recibir a su primer enemigo y luego se estiró en verónicas tan suaves como armoniosas que ya levantaron las primeras ovaciones fuertes de la tarde. Brindó al público e imprimió, tan entregado como técnico y templado, las tandas sobre la mano derecha y, en el centro del ruedo, los naturales. Se tiró, literalmente, a matar y logró una estocada entera. Sobre la merecida oreja hubo petición grande de la segunda, que no fue concedida. Sí que la consiguió, ¡y de qué manera! al quinto. El Juli llegó a Sevilla a por todas y se fue de Sevilla con toda la admiración y respeto del público. Le faltaba la segunda oreja para conseguir el objetivo y la ganó a ley, con poderío y torería. De nuevo se fue a portagayola y le sacó una larga cambiada. Con la plaza volcada, llegó la cruz del toreo, Niño de Leganés fue alcanzado por este astado a la salida del primer par de banderillas y lo mandó a la enfermería con dos cornadas.

En este clima de angustia, salió El Juli al centro del ruedo con la muleta en la mano derecha y cantó sus intenciones. Toreo largo, profundo, bajando mucho la mano, casi tocando el albero maestrante, rompiendo al toro y sacando las bondades que éste tenía. Naturales de ensueño. El madrileño tenía la Puerta del Principe. De la pasión de Cristo, Sevilla había pasado a la gloria de El Juli.

Manzanares recogió con lances llenos de suavidad y temple al primer toro de su temporada en Sevilla. Sin embargo, lo vio pronto en la faena de muleta, hasta justificar la emoción que indudablemente despierta en los tendidos. Las series tuvieron elegancia y, de nuevo, suavidad. Llevó al toro sobre ambas manos, ganándose el visto bueno del público. A su obra quizá le faltó un mayor ritmo, garra, vibración, pero lo que hizo gustó. Y mucho.

Más que mérito tuvo la faena al sexto, un animal que embistió con cierta brusquedad y no le permitió estar a gusto en los primeros compases, pero el diestro no se amilanó y le fue buscando la distancia hasta dominar a este astado. A partir de ahí, consiguió momentos de indudable belleza, tanto en el toreo al natural como en los ayudados con la diestra. Manzanares no quería quedarse atrás ni perder un gramo de la complicidad que mantiene con esta afición, que poco a poco fue entrando en su labor. Lástima que volvió a fallar con los aceros en el último de la tarde.

El Mundo

Por Vicente Zabala de la Serna. Indiscutible Puerta del Príncipe para El Juli

La corrida de Resurrección empezó con el retraso de una lluvia airada a las 18:30 en punto. Un diluvio temporal recién retirada la carpa. En un minuto los matadores comprobaron el ruedo y dijeron que adelante.

La temporada en Sevilla, anunciada una corrida de Garciagrande, se abrió con un toro de Parladé. Manda huevos. De Justo Hernández vieron hasta las anginas. No hubo modo de sacarla completa. Un genio con sus declaraciones de “si embiste dirán que es serio; si no, que era pequeña”. Seis toros rechazos de nueve, más otros del campo y más de los corrales de última hora… Multitud para sacar cinco. Ole por los veedores de Sevilla y las figuras.

Pero como lo que es de Dios debe ser suyo como lo que es del César, el tercero que era una zapato fue sencillamente extraordinario. Con ese puntito de abrirse solo sin necesidad de que José María Manzanares lo abriese tanto. “Dardo” volaba en los vuelos y Manzanares pulcro no se embrocó jamás. Simplemente a su aire el toro de Garcigrande se toreaba solo. Faena larga por las dos manos sin ninguna emoción. Ni su plaza que es la Maestranza respondió más que en determinados momentos por la estética compuesta y hueca. Toro de ensueño, de Romero de los 60. Increíble la torear tan en falso.

Juli, que volvía a Sevilla un año después, se fue de salida a portagayola. Muy lejos. Libró bien la larga y toreó la embestida muy por abajo hasta un soberbio recorte. El quite de chicuelinas y cordobinas fue sencillamente magnífico de temple y empaque. Y la faena siguió en ese son por el mejor pitón del toro que era el derecho. Un principio suave. Y un pase de la firma torero. Cinco redondos ligados y el de pecho. La distancia larga para airear el toro. Y otros cinco de asentada figura tanto como encorvada. De enganchar muy adelante. Por la izquierda no era lo mismo, pero Juli le ponía al astifinísimo toro la emoción de la ligazón. Una trinchera empalmada al redondo puso la cosa caliente. Y ya el garcigrande se vino a menos de tanto poder. Cuello y hechuras del toro; un cambio de mano. Bien. Estocada al cuarteo contundente. Una oreja y desproporcionada petición de la segunda.

El de Parladé para Morante ya de salida se quedó por debajo en el capote. Y luego también se apoyó en las manos, sin viajar y sin humillar. Como sin cuello y a la defensiva. Montado sin descolgar. Le duró nada a Morante que salió con la espada de matar. El cuarto era un tío. De Bilbao en agosto… Cara mucha. Morante compuso verónicas. Manejable sin empuje. Sin romper hacia delante. Toro medio. José Antonio insistió en vano. Algún destello. No había ritmo. Un punto blando. Perdidas de manos en principio. Pasó el tiempo que borró un quite en apunte.

Otro toro en serio fue el quinto. Trapío irreprochable. Juli se fue a portagayola. Otra vez. Bestial. El toro lo único que tenia de “Tramposo” era el nombre. Al Niño de Leganes lo cogió para matarlo en banderillas. En el suelo se ensañó. Calado iba. Seguro. Juli estuvo sensacional. En figura de época. Cumbre. Por abajo. Roto y atado al suelo. Todo verdad. Por una y otra mano. Inconmensurable. No se puede estar mejor. Qué gran toro para un soberbio torero. Profundidad al máximo. La muleta al hocico en muletazos eternos. Bárbaro. La verdad de El Juli. Estoconazo y dos orejas. Puerta del príncipe. Soberano Don Julián. Inmensa tarde de toros.

Mucha cara la del sexto por encima del remate. Manzanares se fue haciendo al toro, informal de principio. Buen toro. Mejor por la mano izquierda. Los momentos más entonados por ese lado también. A derechas ni el mismo tranco ni igual velocidad. Compromiso el justo. Sevilla seguro que esperaba otra cosa de su consentido. Menos ligero. La estocada hizo guardia. Ocasión de oro perdida. Lote de Puerta del Príncipe.

Plaza de la Maestranza

El Juli abre la Puerta del Príncipe en la primera de la temporada

El Juli ha conseguido el primer triunfo de peso de la temporada al conseguir abrir la Puerta del Príncipe en una tarde que ha llevado su nombre de principio a fin.

Un fuerte aguacero casi a la hora justa del comienzo no impidió que se celebrara la corrida que abre la temporada en Sevilla.

El primer capítulo de esta esperada tarde de Domingo de Resurrección fue breve. A Morante le tocó un primer toro de Parladé que tuvo poca fuerza y con el que el torero no se complicó, haciendo faena de aliño y entrando a matar. Fue pitado.

La actitud de El Juli fue distinta desde el primer momento. Se fue a portagayola a recibir a su primer toro y fue ovacionado con fuerza cuando remató el recibo de capa. Hizo un variado quite para el que incluso sonó la música como premio.

La faena comenzó muy bien, ligando series en los medios, administrando la embestida del noble toro de Garcigrande. Primero por la derecha y también al natural sacó partido de su oponente en una faena de firmeza y mando que tuvo eco en el tendido. Al final el toro acabó rajado, el torero se había impuesto. Mató de estocada y le fue concedida la primera oreja de la temporada en Sevilla.

Manzanares toreó de capa con soltura al tercero de la tarde, un toro que ya de salida denotó falta de fuerza. El alicantino se gustó en la primera serie diestra y después sacó al toro a los medios para ligar una segunda serie y una tercera. Al natural le molestó más el viento pero aún así logró acoplarse y ligar una serie que hizo sonar la música. La faena siguió ofreciendo buenos momentos con ambas manos y tuvo un final muy ligado con la derecha, dejando la muleta puesta, que calentó al público. Pinchó antes de dejar una estocada y perdió premio.

Morante se gustó a la verónica en el cuarto, con buenos lances primero e intercalando vistosas chicuelinas al final, rematando con una bonita larga. También en el quite se lució en lances y en la media. En la muleta se encontró con un toro con poca fuerza que perdía las manos y se defendía, desluciendo los intentos de Morante. El torero insistió en una labor larga que remató de estocada casi entera. Su labor fue silenciada.

El Juli se fue de nuevo a portagayola en el quinto y se lució de capa. Se apreciaba en su actitud que quería rematar su triunfo. En banderillas resultó cogido de forma muy aparatosa Niño de Leganés, que fue herido de gravedad. La faena comenzó con dos series de mano muy baja en las que el torero madrileño llevó mucho al toro de Domingo Hernández. Hubo una tercera serie intensa por ese pitón antes de cambiar a la zurda para seguir subiendo el tono de la faena con muletazos muy largos. El Juli creó el ambiente de las grandes ocasiones y cuajo una faena de triunfo grande que remató con una gran estocada. Cortó dos orejas que le abrieron la Puerta del Príncipe.

El sexto fue bastante molesto en el comienzo de la faena. Andarín y con alguna dificultad en las manos, el de domingo Hernández no parecía materia prima apta para que la tarde tuviera un cierre brillante. Manzanares sin embargo lo fue haciendo y logró algunos momentos buenos sobre todo al natural que entonaron la faena. Mató de forma deficiente y escuchó dos avisos.


Imagen: El Juli, a hombros por la Puerta del Príncipe de La Maestranza después de cortar tres orejas. / Raúl Caro / EFE.

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sevilla_310313.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:25 (editor externo)