Ganadería: Toros de Domingo Hernández/Garcigrande (bien presentados, mansoso y faltos de raza; el 3º fue devuelto a corrales al noquearse tras la 2ª pica).
Diestros:
★Morante de la Puebla: De celeste y azabache. Estocada caída (silencio). Tres avisos, toro al corral (bronca).
★José María Manzanares: De sangre de toro y oro. Estocada (silencio). Estocada (silencio).
★Alejandro Talavante De azul rey y oro. Estocada contraria (oreja). Pinchazo, estocada desprendida, aviso (ovación).
Banderillero que saludó: Rafael Rosa, de la cuadrilla de Manzanares, en el 2º.
Incidencias: Resultó cogido el banderillero Antonio Jiménez Lili, que sufre una herida en el muslo izquierdo de unos 15 centímetros que lesiona la vena safena interna. Pronóstico grave.
Presidente: Gabriel Fernández Rey.
Tiempo: soleado, agradable.
Entrada: hasta la bandera.
Video: http://bit.ly/1RvrdCW
Crónicas de la prensa:
Y vino el día de la reconciliación. Un domingo de Pascua brillante como de otros tiempos. En la plaza no cabía un alfiler. Y allí estábamos todos, conscientes de que no había un sitio más exacto del mundo en que pudiera estarse hoy, a las seis y media de la tarde. Después pasó lo previsto. Los de Garcigrande – escogidos por los toreros, que habrán ido a verlos al campo veinte veces- se portaron como lo que son. No dieron un momento de emoción – a pesar de que hubo una cogida, la de Lili por un error frecuente- dóciles, pastueños, rajaditos…Y sin toro, sin emoción, sin riesgo esto no vale ni funciona. Pero así lo quieren las figuras de hoy…como las de antes, por otra parte. Morante fue a lo suyo, a dejar detallitos sueltos para que su fervorosa parroquia siga creyendo en él. Aunque le perdonaron varios minutos vio tres pañuelos seguidos. Cosa que le pasa con notable frecuencia en América y no creo que le preocupe mucho. Manzanares no está ni se le espera por lo que parece vislumbrarse en su toreo desde hace tiempo. Talavante es el que venía con más ganas y disposición y estado de forma. Para mí, aunque me crucifiquen sus partidarios, que vinieron en masa a la Maestranza, no redondeó ninguna de sus faenas, ninguna tanda limpia…Pero hay que creer en él, sabe lo que hace y lo hace bien. Qué bueno que lo hiciera algún día con toros bravos para dar valor a su toreo. Pero ya va a ser otro año, al menos en Sevilla.
Por Sandra Carbonero
Lo mejor: Tarde de expectación… La Maestranza volvió a abrir sus puertas como cada Domingo de Resurrección. Esta vez estaba más bella, si cabe, colgando el cartel de “No hay billetes”. Las figuras regresaron con un gran ambiente tanto dentro como en los aledaños del coso del Baratillo. Y un interesante cartel para una fecha tan señalada: toros de Garcigrande para Morante, Manzanares y Talavante. Este último, Alejandro, fue el que se hizo dueño de la tarde, desde que dejó como carta de presentación un quite por gaoneras en el primer toro de Manzanares, al que replicó el alicantino por chicuelinas. Talavante paseó el único trofeo del tercero bis. El extremeño se fue a los medios para comenzar con el cartucho de pescado al que le siguieron varias series con la zurda llevándolo con mucha despaciosidad y ligazón. Otro trofeo pudo caer en sus manos de no errar en el sexto con la suerte suprema en una faena de menos a más. Morante dejó pasajes notorios con el exigente cuarto a base de tesón y raza. El de la Puebla del Río imprimió muletazos con mucha plasticidad y estética en las distancias cortas.
Lo peor: … tarde de decepción. Morante es el único torero que es capaz de hacer que el público pase de la locura al enfado. Su toreo magistral se vio ensombrecido por el fallo repetido con la espada que culminó con los tres avisos. Al final la oreja no pudo caer en sus manos. Manzanares pasó por la Maestranza desdibujado, dejando algunos detalles. La corrida de Garcigrande no cumplió con las expectativas con las que se le esperaban en cuanto a juego. La otra noticia triste de la tarde fue la cogida grave que recibió el banderillero Lili de 15 centímetros en el muslo izquierdo.
Por Antonio Lorca. La afición ha muerto, ¡viva el público!
¡Pasa cada cosa…! El diestro Morante de la Puebla escucha los tres avisos en el cuarto al fallar reiteradamente con el descabello, tras una larguísima faena en la que intentó de todos modos y maneras congraciarse con Sevilla, y lo que consiguió es que el toro se lo echaran al corral.
Un gravísimo deshonor para cualquier torero (después dirán algunos que los avisos no son importantes); máxime si ocurre en plaza de primera categoría y el Domingo de Resurrección.
Pues Morante de la Puebla no tuvo empacho alguno en salir a saludar cuando las opiniones se dividieron, y muchos aplaudían e, incluso, alguno llegó a llamarlo ¡torero, torero!
¡Lo que hay que ver! ¡Y oír…!
Pero no acabó ahí el espectáculo. Morante y Talavante volvían a Sevilla después de dos años de ausencia y de castigo a la plaza y a su afición por un desencuentro con la empresa. Pues cuando alguno esperaba una reprimenda, hete aquí que cuando se rompió el paseíllo, los tendidos se pusieron en pie y dedicaron a la terna de desagradecidos una ovación de época, que ellos saludaron correctos y ufanos.
¿Qué aplaudían? Difícil cuestión.
Tan difícil como averiguar por qué en esta plaza se jalea cada vez con más furor a los picadores que no pican, a los banderilleros que colocan pares simplemente decorosos, muletazos infames y estocadas traseras y contrarias.
¿Habría ayer algún aficionado en la Maestranza? Si así fuere, que también sería casualidad, ¿habrá pasado más vergüenza en su vida?
La afición ha muerto. El óbito no es de ahora, pero hoy quedó certificado que la exigente y sabia afición maestrante es cosa del pasado. Ahora manda el público triunfalista y festivalero, que todo lo canta, que llega a su casa cansado de tanto olé y con las manos rotas de aplaudir no sabe qué. Pero, torear, lo que se dice torear, solo pudo ver algún detalle suelto, de esos que, desgraciadamente, se pierden en la marabunta de tanto desatino.
Una figura indiscutible del toreo, que llega, además, decidida a reconciliarse con Sevilla, no puede permitirse el lujo de que le echen un toro al corral. Por menos, más de uno se ha cortado la coleta.
Y lo que no tiene perdón es salir a saludar a la raya del tercio. Ese gesto es faltarle el respeto a la fiesta y a la plaza.
Pero, claro, estas figuras de hoy le faltan el respeto a la tauromaquia cuando en un abono tan importante como el sevillano se anuncian con toros como los de este domingo, con alma de borregos, sin hálito de fortaleza, sin bravura ni fiereza; animales descastados, bonancibles e incapacitados para la emoción. Pero estos toros se lidian porque no hay afición que turbe a los toreros y los mande a paseo llegado el caso.
Con este público festivalero y triunfalista y estos toretes amuermados, toreros como los de hoy pueden estar en activo unos cincuenta años, sin merma alguna de sus emolumentos ni prestigio.
Dicho lo cual, quede constancia de que Morante de la Puebla hizo el paseíllo con deseos de agradar; tanto es así, que pronto se abrió de capa ante su primero y de manera acelerada y desordenada dibujó dos verónicas de mucho peso y una media de categoría. Brindó la faena al público, poco habitual en él, y se fue hacia su oponente con evidente ánimo de comérselo.
Pero el toro se estaba ya despidiendo de este mundo, hundido en su invalidez, apagado como una vela consumida, y por más que lo intentó, Morante no pasó de vulgar ante tal trozo de carne indefensa.
En el cuarto volvió a las andadas. Se justificó a la verónica y comenzó una faena de muleta con pases sueltos, pues el animal carecía de fuelle para hilvanar dos embestidas seguidas. Insistió una y otra vez, un molinete aquí, un detalle pinturero más tarde, un muletazo de categoría también y otro… (el público, mientras tanto, cantaba los pases antes de que el torero los realizara), otro despegado, más tarde. Y sonó la música cuando la faena debía estar finalizada. Y Morante se animó; y otro detalle, y otro… Hasta que el toro dijo: ¡anda, vamos! Y todo se complicó para la suerte suprema. Pero, en fin, Morante salió a saludar como si tal cosa.
Manzanares continúa en su error: toreo despegado, desangelado y ventajista, con la suerte siempre descaradamente descargada y acompañando al toro en lugar de mandar en la embestida.
En el río revuelto destacó Talavante. El sobrero era una raspa bondadosa, y el toreo resultó decoroso y con altibajos, pero le concedieron una oreja barata, de las que no dejan poso. Con los ánimos ya decaídos, a las dos horas y media de corrida, lo intentó con el sexto en una labor larga e irregular, que no culminó con la espada.
¡Pero esto es lo que le gusta al público!, apuntaba el vecino de localidad. Pues, dicho queda: ¡Viva el público!
Por Paco Moreno. Talavante puso personalidad a la tarde en Sevilla
El toro que abrió la temporada en Sevilla tuvo poca fuerza y menos raza, todo lo contrario que Morante de la Puebla, que llegó muy motivado a este reencuentro con la afición de Sevilla. Salió pronto a recibir a este animal, dejando un ramillete de verónicas entre las que destacaron las dos últimas y la media con que abrochó la serie de recibo. Tercio de varas de puro trámite, dada la blandura del astado. A pesar de todo el diestro intentó sacar faena, en la primera parte con la mano derecha y posteriormente con la zurda, hubo disposición y aroma en momentos sueltos y faltó emoción al toro, por lo que no pudo culminar sus intentos. Más cerca del triunfo estuvo el diestro ante el cuarto. Destacó en un quite por verónicas y luego en una faena que si bien tuvo altibajos, los altos fueron de bella factura. No quería Morante que se le fuera la tarde, estuvo decidido y con buena técnica, dejando momentos y muletazos preciosos, de los que entusiasman también en la Maestranza, y, aunque faltó mayor continuidad, lo que hizo llegó mucho al tendido. Todo ello después del sabor amargo que dejó una aparatosa jornada que sufrió el banderillero Antonio Jiménez durante el tercio de banderillas. Al final, no pudo ser: después de alargar en demasía la faena y sonar un aviso antes de entrar a matar, el diestro no tuvo tiempo de matar a su oponente y a pesar de varios descabellos sonó el tercer aviso, por lo que el toro ya moribundo se quedó en el ruedo. No hubo reproche para el torero, lo había intentado, había gustado y entusiasmado en la faena y el público se quedó con la parte positiva, con el reencuentro con Morante.
José María Manzanares se encontró con un primer animal que salió suelto del capote y no se empleó, aunque tras el tercio de varas se vino arriba y permitió el lucimiento de Alejandro Talavante en un quite de frente por detrás, tan bonito como emocionante. Replicó Manzanares por chicuelina y la tarde comenzó a animarse. Bien con las banderillas Rafael Rosa y en la brega «el Suso». Con la muleta en la diestra alcanzó Manzanares buena nota en la primera tanda, sobrellevando la tardía envestida de su oponente, que se lo pensó mucho mientras escarbaba, pero cuando envestía lo hacía con emoción y largura. Le dejó la muleta en la cara y tiró con temple el diestro, aunque no podía darle mayor continuidad a su labor ante la tardanza de embestida del toro, que acusó además falta de raza. Por la izquierda presentó más dificultades este toro, por lo que al final no pudo el diestro remontar su labor. Eso sí, certero y eficaz con espadas. Mismo guión ante el quinto, un animal que tomó la muleta con suavidad y con falta de celo. Series templadas del alicantino, hasta que el animal desistió de embestir. Nuevamente acertado con el estoque.
Alejandro Talavante cortó la primera oreja de la temporada en la Maestranza después de una faena inteligente, sometiendo a un animal, de Garcigrande, que salió como sobrero. El toro titular fue devuelto tras un primer puyazo del que salió descompuesto y lesionado. El que le sustituyó tomó bien los engaños sobre todo por el pitón izquierdo y por ahí labró los mejores momentos el diestro extremeño. Se fue pronto al centro del ruedo para citar de frente a su enemigo, con la muleta plegada en la mano izquierda. Era un homenaje al toreo sevillano, era el cartucho de «pescao». Dejó buenos naturales, templando y llevando con gusto la noble embestida de su oponente. Citó de frente, dando el pecho, en los primero naturales, y la comunión con el público era patente. Bajó de intensidad su faena al tomar la derecha, protestó más el toro y el diestro tomó de nuevo la zurda, hasta rematar su labor con unos doblones, unas trincherillas y una estocada que le valió la mencionada primera oreja de la temporada. No faltó en la tanda de derechazos su ya tradicional «arrucina». A punto estuvo de redondear su tarde ante el sexto, que tuvo buen son en los primeros compases, pero que se fue apagando poco a poco. No obstante, hubo series de buen trazo sobre todo con la diestra que pudo valerle incluso para cortar la oreja.
Por Álvaro Rodríguez del Moral. Talavante corta una oreja en Sevilla
La tarde de ayer estaba plagada de argumentos aunque el más importante, a priori, era la normalización de las relaciones de la crema del escalafón con la empresa Pagés, que ayer estrenaba definitivamente su nueva etapa bajo la gerencia única de Ramón Valencia.
La máxima atención del festejo la concitaba la presencia de Morante de la Puebla, que sacó a saludar a sus compañeros mientras arreciaba una ovación que no estuvo exenta de alguna protesta. Pero aún tenía que salir el toro para recuperar el auténtico hilo de una corrida en la que, a la postre, hubo de todo.
El propio Morante sería el encargado de protagonizar la cruz y la cara. Había sorteado un primero flojo, soso y no exento de nobleza al que cuajó algún lance aislado de aires añejos. Pero en la muleta se acabó desinflando definitivamente. Lo mejor estaba aún por llegar. Morante mezcló temple, conocimiento y arrebato para extraer el fondo del cuarto, que había herido feamente a su banderillero 'Lili'. Hubo suavidad inicial para, poco a poco, ir pisando el terreno de un toro que vendía cara cada una de sus embestidas.
Morante fue a más, descubriendo el contenido del animal en cada embroque, cuajando uno a uno los muletazos y buscando siempre el pitón contrario para obligarlo a embestir. En la faena hubo intensidad y entrega mezcladas con la belleza natural que el diestro de La Puebla no sabe separar de su toreo.
Las notas del pasodoble 'Suspiros de España' acabaron siendo la mejor envoltura de ese trasteo apasionado en el que no faltaron detalles de imaginación, calidad al natural y personalidad diferenciada en los ayudados y remates. Pero el reloj seguía corriendo y el toro había marcado sus terrenos en chiqueros. Allí entró Morante a matar por primera vez pero el acero se fue encasquillando en las entradas sucesivas mientras caían los avisos. Nadie podía esperar que la faena acabaría siendo rubricada por ese tercer recado.
La larguísima tarde tuvo, asimismo, otros argumentos felices como la constatación del excelente momento del extremeño Alejandro Talavante, que se echó la tarde a la espalda desde que salió a quitar con el capote a la espalda en el segundo de la tarde. Al sobrero que hizo tercero lo recibió con el sevillanísimo cartucho de pescao. La faena, a más, sumó improvisación, imaginación, sentido del ritmo, capacidad de colocación. Talavante está en vena y se le nota. Encuentra toro en todas partes y es capaz de ligar un pase de las flores a una excelente tanda diestra; una arrucina a otras diabluras hasta inventarse un toro que habría sido muy distinto en otras manos. La estocada certificó una oreja de peso. Esa ecuación de sitio y sentido de la escena se iba a mantener con el que cerraba tarde, al que toreó mucho mejor de lo que merecían sus bruscas embestidas. Alejandro Talavante logró meterlo en la canasta a base de exponer, de no aburrirse de mantenerse en la cara, y de buscarle las vueltas para hacerle ir por donde no quería. La espada le privó de la oreja.
José María Manzanares cubrió su peor tarde en Sevilla teniendo a favor el lote con mayores posibilidades. El alicantino se mostró siempre precavido, tirando líneas y sin decidirse a meterse de verdad con sus enemigos.
Por Vicente Zabala de la Serna. La verdad de Talavante y la impotencia de Morante
Como un dios exiliado, volvía Morante de la Puebla a la Maestranza. A sus pies el espejo allanado del ruedo, el lago estancado del albero. Morante, amanecido de un pasteloso azul cielo y azabache, plateada la coraza del chaleco, se paró y rezó en la capilla del Baratillo como antiguamente Gallito. Un revuelo estremecía la calle a su paso camino del patio de cuadrillas. Los tendidos desbordados de la plaza abandonada lo abrazaron con una ovación de madre preocupada. Pues era a él a quien esperaba de madrugada; Manzanares ya había regresado un año antes como un niño bueno y Talavante se presentaba ayer como invitado de piedra, y como tal lo trataron, sin serlo. La Resurrección del Domingo -Antonio Burgos dixit-, del Domingo sempiterno de Romero, se daba en plenitud antes de que saliese el toro.
Y, cuando apareció, el capote de Morante adquirió un vuelo de mariposa quieta. Poco a poco reguló la mano exterior de la verónica, que traía sello de tauromaquia vieja. Y pulió hacia delante la embestida remisa. Pasadas las rayas de picar, cuatro verónicas se irguieron sobre el pecho, sobre el compás atemperado de la cintura, hasta la acaderada media de despedida. Los primeros oles de la temporada en Sevilla sabían a reconciliación. Como el brindis sentido. Pero el toro siguió fiel a su frenada condición. Ni el escaso castigo le había aliviado el alma trémula, la humillación negada, las manos por delante. Sólo una trinchera, el dibujo de la firma y el pase de pecho continuaron los oles de los lances en los albores. Puede que dos redondos no más. El torero de La Puebla no alargó lo inalargable y se fue a por la espada.
La espada que en Manzanares volvió a ser un efectivo tapabocas. El toro de Domingo Hernández respondió a ese estereotipo desentendido de caballos, suelto y en apariencia distraído. De amplia cara como el anterior pero de mayor remate, cobró un puyazo en el caballo que guarda puerta, campó a sus anchas por terrenos de toriles y derribó como por accidente en la contraquerencia. Talavante despertó por embraguetadas gaoneras el orgullo durmiente de Manzanares, que se apretó por chicuelinas. En banderillas hubo dos momentos selectivos: el público se quedó con el apurado par de Rafael Rosa, la afición se fijó en el capote de Suso y en cómo lo tomó el mansito castaño. A Manzanares aquello no le convenció, aunque en la tanda diestra inicial -no existen las aperturas de faena para el matador alicantino- las embestidas se repitieron por abajo. No hubo continuidad. Hasta la siguiente serie pasaron dos o tres minutos de reloj. Un enorme paseo. Y cuando sucedió no hubo ajuste. Un esplendoroso cambio de mano disimuló. El buen pitón derecho se perdió entre la sucia apuesta por la izquierda y la elección de los terrenos del «7». Para cuando regresó a la mano del toro rascó tres redondos ya de últimas.
El supuesto invitado de piedra pegó un puñetazo en la mesa. Alejandro Talavante había saludado con lacios lances al cabezón negrito tercero de exangüe aliento y estrecha complexión; la corrida empezaba a parecer fea. Sus huesos molidos volvieron a los corrales. El voluminoso sobrero de Garcigrande pareció a ratos dañado. Como si se hubiese lastimado en el caballo; con los palos se constató. Pero el trato, el pulso y la seda de Talavante cambiaron los augurios. La izquierda del tipo clavado en la boca de riego de la Maestranza citó con inmensa generosidad. Brotó el galope como luego brotaría una cierta bravura. Los naturales surgían ayunos de toques, suavemente ligados, sutilmente embrocados. No había esfuerzo en el toreo desnudo de ornamentos, no había más que muñeca. Un molinete zurdo abrió la serie y un pase de pecho eterno la abrochó por todo lo alto. La banda del maestro Tejera no rompía. Alejandro sí que rompió a torear por la derecha. Sin obligar tampoco, más quebrado después. Respondía el garcigrande. Y la faena subía de decibelios pese a la sordina de los tendidos. Para la cuarta ronda despertó el pasosoble. Tardía la respuesta, fría más que sentida. AT seguía en el platillo con la verdad por delante, sin darle importancia al toreo que pasaba por sus muslos y sus espinillas sin un aspaviento más allá de la arrucina, que salió elegante como la faena esta vez. El cierre genuflexo desprendió la misma torería que se multiplicó en la orfebrería de adornos de la faena. La limpia ejecución del volapié amarró la oreja como la estocada.
Negro como su hosca mansedumbre saltó el montado cuarto. Un cabrón para llamarse Fantástico. Desde que apareció y midió el capote de Morante, que se creció en el quite. Inmensas dos verónicas y la media. A Lili le pegó una cornada el manso, que esperó la llegada furtiva y lo atrapó en la salida chalequera del par. Le dio arriba y abajo; hizo presa y carne.
Morante de la Puebla travistió sus tripas de corazón. Un esfuerzo a contracorriente. Puesta la izquierda, desmelenada la cabellera, trazó dos naturales como crujidos que le animaron. La cara del toro por el palillo, la fijeza perdida. Y otra vez Morante valiente, otra vez y otra. Hasta que por alto le quebró el lomo al buey con dos ayudados bárbaros y abelmontados. De ahí y de todo lo anterior huyó la bestia entre coces. En la puerta de toriles lo cazó el de La Puebla. Un aviso había caído ya. Demasiado atravesada la estocada. Sin muerte. La huida barbeando tablas trajo la impotencia del descabello. La frustración ante los segundos que pasan sin humillación. Otro aviso. Y otro. El toro vivo al corral. La Maestranza se dividió. Pero Morante salió a recoger la ovación frente a los disidentes. La prudencia a veces es la mejor consejera. El esfuerzo se había hecho, mas el resultado final…
Que Dios les conserve la vista a los ojeadores de Sevilla. El quinto sumó con sus grandonas y bastas hechuras, su mansedumbre de atropellar la muleta. Topar no es embestir. Lo saben en casa de Domingo Hernández y Garcigrande, la casa de los Justos. Manzanares gastó tiempo y voluntad; la espada reventó al rajado toraco.
Es tan sobrado el valor de Alejandro Talavante, que probablemente no transcienda en toda su dimensión. Volvió a hacerlo con un sexto que abría tanto la cara como toda la corrida. Y la superaba en falta de clase. Y soltaba la cara. No era mejor pero allí Talavante pisó de nuevo terrenos de fuego. Como si fuese bueno el toro. Y le sacó todo y más por las dos manos. No hacía falta la música. Que era el convidado de piedra en la mesa de los consentidos lo sabíamos antes de que sonasen los clarines. Lo que desconocía la parroquia es que iba tirar del mantel. Más de lo que la caprichosa gente cree. Una putada el pinchazo postrero. Lástima que Talavante sólo tenga esta tarde en Sevilla. Entrarían todos gateando por el aro de su verdad.