Herramientas de usuario

Herramientas del sitio


Action disabled: revisions
06_mayo_22_sevilla

REAL MAESTRANZA DE SEVILLA

Viernes 6 de mayo de 2022

Corrida de toros

Ficha técnica del festejo

Ganadería: Toros de Núñez del Cuvillo (muy bien presentados, con diferente juego, escasos de fuerzas en general; 2º, de vuelto a corrales por claudicación de extremisdades posteriores; 2º-bis de la misma ganadería).

Diestros:

Morante de la Puebla: Pinchazo, pinchazo hondo, descabello (silencio); estocada trasera (oreja).

Juan Ortega Pardo: Estocada (silencio); estocada (silencio).

Andrés Roca Rey: Media estocada (dos orejas); estocada baja (dos vueltas al ruedo tras fuerte petición y bronca al presidente).

Banderilleros que saludaron: Abrahan Neiro y José Antonio Muñoz “Perico”, en el 5º; Antonio Chacón, en el 6º.

Presidente: Fernando Fernández-Figueroa.

Tiempo: soleado, temperatura agradable.

Entrada: lleno de “no hay billetes”.

Imágenes

Video resumen AQUí

Puerta de Arrastre

Por Santiago Sánchez Traver

Puertas del Príncipe y otras comparaciones

Los de Núñez del Cuvillo, que estuvieron excelentemente presentados, todo sea dicho, no funcionaron, salvo el 2º que lo aprovechó Roca Rey para con una faena importante, plena de convicción, temple y variedad, cortar las dos orejas aunque fuera con una media estocada. Los demás, ná de ná, se paraban al cuarto pase o se rajaban descaradamente, como el 4º al que Morante sacó tandas de lujo pero allá donde quiso el toro permitírselas una vez se fue a las tablas. Tuvo el peor lote Juan Ortega, y no tuvo ocasión siquiera de lucirse con el capote. Y después vino la discusión y las comparaciones con las orejas y las puertas grandes…No sirve comparar, porque entonces está claro que la faena de Morante fue mejor que otras más premiadas. Y la tarde de Roca fue mejor que otras premiadas con Puertas del Príncipe. Pero que se recupere la cordura un día no está nada mal, aunque la hayamos perdido antes toda la Feria.

Lo mejor, lo peor

Lo mejor. El puyazo de Palomares en el 2º de la tarde, de premio y la extraordinmaria faena realizada por Morante bajo los sones de 'Gallito'. Pero, sobre todo, que se recupere la cordura perdida durante toda la Feria.

Lo peor. Los toros de Cuvillo, que, todos, llegaron al último tercio con una falta de pujanza lamentable. Y el bochornoso lanzamiento de almohadillas al final, en protesta por no ver a Roca Rey por la Puerta del Príncipe.

Crónicas de la prensa

Por Luis Carlos Peris. Diario de Sevilla. El presidente optó por Sevilla

Tenía que llegar y llegó que la zafiedad de días anteriores explotase como ayer explotó en la plaza que es santo y seña del toreo. Aquellos polvos de días anteriores con su falta de educación generalizada eclosionó ayer cuando el presidente se negó a conceder la oreja a Roca Rey. La plaza se alfombró de almohadillas en un espectáculo inédito en este templo del toreo. Tras despeñarse el soufflé triunfalista el jueves aparecía un viernes rutilante de farolillos con un cartel de los de puro y clavel. Después del tratado de ironía sobre las bondades de romper la racha triunfal, triunfalista para muchos, un nuevo cartel muy rematado se anunciaba con los siempre esperanzadores toros de Núñez del Cuvillo en los corrales. Como es preceptivo en esas corridas de escaparate y tronío, la plaza a reventar y la expectación por las nubes al conjuro de dos figuras principalísimas y la presencia de una de las nuevas devociones de Sevilla, ese gran capotero que es Juan Ortega.

Encabezaba la terna el que se ha propuesto ejercer el papel de locomotora de la Fiesta y que continúa anhelando salir por el Paseo de Colón. La única vez que Morante traspasó en hombros esa puerta fue en el siglo pasado y hora es de repetirla. A su diestra, Juan Ortega, ese mago de la verónica que anda a la búsqueda del toro que le permita rendir definitivamente a Sevilla, mientras que flanqueado por ambos iba el torero con más tirón taquillero del momento, ese inca peruano que es capaz de pegarle pases a lo que sea. Ambos, Ortega y Roca Rey, tenían ante sí el último cartucho de esta Feria, mientras que el orfebre cigarrero conserva uno en su canana para mañana con la corrida de Torrestrella.

Luego pasó que cada uno dio lo que pudo ante unos toros que llegaron al último tercio con una falta de pujanza lamentable. Y ante estos toros, Morante estuvo en ese torero que tira del carro para dar un recital con el capote y conseguir una bellísima faena a un toro que claudicó demasiado pronto, yéndose a su querencia de chiqueros. Pero Morante cortó una oreja a ley con un inicio de faena en homenaje a Pepe Luis con su cartucho de pescao y la montera a sus pies. Repetía Juan Ortega, una de las grandes esperanzas que Sevilla tiene entre sus toreros, pero el trianero no se encontró ni a sí mismo ni al toro que le ayudase a mantener su cartel. Si acaso algunos lances a la verónica, un sevillanísimo quite por chicuelinas y sus ganas de triunfar.

Pero el gran protagonista de la tarde fue ese ciclón que atiende por Roca Rey y que puso aquello a reventar con su tauromaquia de valor y cercanías. Le cortó con justicia las dos orejas a su primero y embocó la faena del quinto bajo la premisa de que la Puerta del Príncipe no se le podía escapar. Empezó de rodillas en los medios asustando al propio miedo, no se puede estar más cerca de lo que Andrés estuvo ante los pitones de Bombardito y con la plaza hecha un volcán, el toro lo cogió y ahí ya empezó a echar lava dicho volcán. El valor de este limeño que no conoce el miedo sugestionó a una plaza deseosa de ver otra salida por la Puerta del Príncipe. Ciertamente la petición de oreja era indudablemente mayoritaria y el reglamento dice que la primera oreja es potestad del público. Y Fernando Fernández-Figueroa prefirió velar por el prestigio de Sevilla que por dar el salvoconducto para una Puerta del Príncipe más.

Y si nos ponemos en la piel del usía hay que comprender las cosas y hacer un resumen de lo que está ocurriendo en esta Feria. Partiendo de la premisa de que las Puertas del Príncipe concedidas fueron en justicia, quizá la proliferación de orejas sin peso ha servido para verter una crítica a Sevilla que ha rozado en ocasiones el insulto. Por eso, un servidor de Dios y de usted, estimado lector, no opta por otra salida que la de defender la postura de don Fernando Fernández-Figueroa y Guerrero, a quien Dios guarde muchos años.

Por Andrés Amorós. ABC. Con Roca Rey, tormenta de pasiones

La corrida de enorme expectación no ha concluido esta vez con la decepción, tan frecuente en estos casos, sino en una verdadera tempestad. El presidente le niega a Andrés Roca Rey la oreja que le faltaba -después de haber cortado dos a su primer enemigo- para abrir la Puerta del Príncipe, a pesar de la gran petición, y la bronca es tremenda. El ruedo se llena de almohadillas. Es discutible la decisión presidencial pero no me gusta ver este espectáculo en una Plaza de los Toros que siempre se caracterizó por la educación y la mesura. Tampoco me gusta que no se valore justamente la lidia magistral de Morante en su segundo toro: corta una oreja pero realiza, en mi opinión, una faena extraordinaria. Son, evidentemente, dos polos distintos del arte del toreo: los dos, perfectamente legítimos y merecedores de aplauso. Mi opción está clara: prefiero siempre la armonía clásica a los alardes de valor, aunque reconozca su mérito. Juan Ortega sólo dibuja algunas verónicas con su buen estilo.

Continúa la polémica periodística y de aficionados sobre si existe o no decadencia en esta Plaza de los Toros, por la abundancia de trofeos, en esta Feria. Creo que es algo evidente pero no por esa causa. Es verdad que ha habido orejas pedidas y otorgadas con generosidad -para mí, excesiva- pero no existe un criterio objetivo, indiscutible, para conceder trofeos. Tampoco es lo esencial, aunque contribuye, por supuesto, a la seriedad de una plaza. Lo verdaderamente preocupante es la falta de criterio.

El primero, con muchos kilos, flaquea. Morante sólo puede dar dos verónicas, rematadas con la media, plenas de armonía, sin exageraciones innecesarias. Lo prueba por alto y se sale al centro con una maestría que une la técnica clásica con la gracia sevillana pero no veo que este público, siempre tan sensible, lo advierta como merece. A pesar de su nombre, no es Tobillero pero queda corto, se apaga, se para. Un gran torero necesita más toro. Se lo quita de en medio sin estrecharse.

El cuarto, Gavilán, no es rápido como el ave que Homero usaba para ponderar la carrera de Aquiles, persiguiendo a Héctor. Más se parece al malvado «gavilán pollero» que canta Pedro Infante (con una letra, en España, no apta para menores). Es un toro brusco que, además, flaquea. Nadie da un duro -si todavía saben lo que es eso- por la faena pero Morante lidia perfectamente con el capote , aunque pocos lo valoren; gracias a eso, logra luego unas verónicas lentísimas, parando el tiempo. Sorprende brindando al público y comenzando con el cartucho de pescao -la genial creación de Pepe Luis-, con los pies debajo de la montera. (Una estampa clásica más, que resucita). Aunque el toro flaquea y se va a chiqueros, traza naturales lentísimos, sujetándolo. Con el toro parado, todavía sabe aprovechar las querencias para lograr unos muletazos admirables: en otro tiempo, al concluir esta serie, algún buen aficionado le hubiera tirado el sombrero. No advierto -y lo lamento- que Sevilla lo valore como se merece. Mata con decisión: corta sólo una oreja, que vale más que muchas. Me manda un mensaje Pilar, gran aficionada: «Otras plazas se hubieran roto en dos». Tiene razón.

Esperamos siempre con ilusión disfrutar del buen estilo de Juan Ortega. La incógnita, para mí, es la misma de Pablo Aguado: ¿es capaz de vencer las dificultades de un toro complicado? Los que le tocan esta tarde son, simplemente, apagados. En el segundo, aguanta muy bien a caballo Palomares. Comienza Ortega genuflexo, corre la mano con suavidad pero el toro se acaba en seguida. No es Espantoso pero parece buscar la desesperación de Yolanda Díaz, al aumentar la lista de parados españoles. Mata bien.

El quinto es Cacareo, como sus más ilustres hermanos, que dieron el triunfo a Morante, en Bilbao; a José Tomás, en Alicante; a Talavante, en Madrid; como el indultado por Roca Rey en Úbeda, el pasado septiembre… Dibuja Juan buenas verónicas de recibo; inicia muletazos templados pero el toro le engancha y se para, la gente se impacienta. Tiene el encanto de lo frágil, de lo añejo, pero ha de vencer las dificultades.

Como si fuera el título de un melodrama de Hollywood, con Roca Rey llegó a Sevilla el escándalo. Al tercero, lo deja casi sin picar. Cita por estatuarios en el centro del ruedo y aguanta impávido una colada. Prolonga las embestidas del buen toro con mucho mando y firmeza, aguanta parones, baja la mano, le puede: ha armado un verdadero lío. Las manoletinas y bernadinas finales ponen al público en pie. Define un vecino: «Ha sido el auténtico Roca Rey». Media estocada es suficiente: dos orejas.

En el sexto, que sale como una polvorilla, Andrés sale todavía más decidido, mide el castigo. No parece que se le pueda escapar la Puerta del Príncipe. Brinda a sus padres: dos muletazos cambiados, de rodillas, hacen rugir al público, pero el toro se para muy pronto, la faena se trunca: surge un tremendo arrimón, con muletazos cambiados, un desarme. Me ha recordado a mi admirado Luis Miguel, cuando se enrabietaba y «se comía» a un toro. Como atropella la razón, sufre un pitonazo, pero vuelve al toro, sin mirarse. La estocada tiene efecto rápido, la pañolada es unánime, todos creemos que va a cortar oreja… pero el presidente no la concede. ¿Por qué? Quizá ha contribuido algo la polémica sobre el exceso de trofeos.

Dos estilos de torear: la armonía clásica y el huracán apasionado. Cada uno sabe lo que prefiere.

Por Jesús Bayort. ABC. Tarde de borrachera: de toreo y de gintónics

Mientras los aficionados seguimos sin recibir el histórico y más que necesario programa de mano, los charangueros se están hartando a cubatas. Ni en una romería he visto tanta bebida como hoy. Esto que les voy a contar es real: las colas para pedir gintónics son infinitamente más largas que para entrar al baño de la Maestranza. A doce euros el cacharro, no es una estupidez pensar que algunos han gastado más en mamarse que en la entrada de la mejor corrida de toros de toda la Feria de Abril. Sí, ésta ha sido la gran tarde que merecía Sevilla, aunque empañada por un epílogo pueblerino y vergonzante. También he de reconocer que finalmente todos hemos salido borrachos de la plaza: unos de ginebra, otros de toreo.

Aunque muchos son los llamados, pocos son los elegidos. Y hoy se han visto las caras los dos mejores, en dos palos tan históricos como necesarios para la tauromaquia: el clasicismo, la elegancia y la inspiración, frente al valor más arrogante y tremendista. Qué momento éste para recordar aquella sevillana que le dedicó Ecos de las Marismas a Morante de la Puebla: «José Antonio dulce vino, que emborracha la afición / un extraño torbellino, que te arrastra el corazón». Tengo por costumbre tomar los mínimos apuntes de cada corrida, porque lo que verdaderamente merece plasmarse negro sobre blanco es lo que se ha grabado en la memoria. O sea, esto de Morante: una antología capotera, su homenaje al Centenario Pepe Luis con el 'cartucho pescao' y una faena inenarrable y plena de inspiración bajo los sones de 'Gallito'. Otra vez el premio a la mejor faena para La Puebla del Río. Otra vez saliéndole urticarias a más de uno. Esto de Ortega: su dulzura a la verónica, su baile por chicuelinas y su majestuoso trazo con la franela. Lástima que tenga el motor de un secador de pelo, porque podría comprarse una isla entera para él. Y esto otro de Roca: su redondez, su clarividencia y sus ansias de triunfo. Ha vuelto por sus fueros. Me atrevería a decir que ha tardado exactamente dos años en olvidar aquel meneo de Pablo Aguado, pero cualquiera se le arrima ahora. Y siendo honestos, descansará mejor con dos rotundas orejas en el esportón que con tres cuestionados trofeos. Del bochorno final de las almohadillas intentaré no hablar, porque puedo acabar, bien en la cárcel, bien en una cuneta.

Por Álvaro Rodríguez del Moral. El Correo de Andalucía. Morante toca el cielo y Roca entreabre la puerta

La memoria imprime mejor las sensaciones que la propia geometría del toreo. Más allá de dibujar lances o muletazos es capaz de retratar -seguramente para los restos- otros parámetros difíciles de explicar como la intensidad, el sentido de la armonía, la naturalidad, la belleza de los sencillo… De todo eso hubo, y seguramente mucho más, en la luminosa faena de Morante de la Puebla que –con o sin la puerta que le robaron a Roca Rey- ha vuelto a firmar el trasteo más trascendente de esta orejera Feria de Abril.

El diestro de La Puebla apareció con un vestido recamado de alamares y cargado de oro, muy en el aire de los ternos de los años 30. Esa torería ancestral iba a presidir toda su labor desde que se abriera de capa cuajándole sensacionales lances a un primero derrengado de atrás. El pésimo papel del piquero –le zurró mucho y mal- sólo iba a servir para terminar de estropear una embestida claudicante y espesa con la que Morante, torerísimo en todo lo que hizo, no se dio más coba de la necesaria. Hizo muy bien.

Pero el milagro estaba por llegar. Fue con un cuarto abantote al que supo recoger de salida con sobria eficacia. En el quite le enjaretó un mazo de verónicas de excepcional ritmo y cadencia que remató con una buena media. Entró por chicuelinas Ortega y después de banderillas Morante se fue a la raya, delante del cuatro, para destocarse con elegante ademán y brindar a su plaza. La montera quedó a sus pies y citó con el ‘cartucho de pescao’, casi en el mismo sitio en el que recibió una cornada que le cambió la vida hace ya muchos años. El muletazo, con el toro cruzado, salió de aquella manera pero es que Morante se puso a torear al ralentí con la mano izquierda antes de que el animal se distrajera con la montera.

A partir de ahí empezó a brotar esa sinfonía primaveral que olía y sabía a la mejor Sevilla, al toreo eterno, a la más bella expresión regionalista en esa hora mágica –se acercaba el lubricán- que precede al crepúsculo. La plaza era un grito, una emoción compartida enhebrada con la definitiva madurez de uno de los toreros de nuestra vida, de uno de los mejores que ha habido en la historia. No, no se puede torear más despacio, con más sencillo trazo pero revelando tantos registros y una belleza que trasciende del propio molde del toreo para convertirse en arte mayor. ¿Quieren que nos pongamos a contar muletazos? Pues llamen a un contable porque el asunto no puede ir por ahí. Nos había vuelto locos por ambas manos, deteniendo el tiempo en cada embroque frente a una embestida que, por bondadosa, acabó rajada. Morante aceptó la querencia del animal y terminó de darle fiesta en las tablas con el bicho cada vez más acobardado y rebrincado. Le iba a dar todas las ventajas en la estocada que fue más efectiva que redonda.¡Qué más daba! La plaza de Sevilla que yo conocía le habría pedido el rabo. Le dieron una oreja de la que nadie se acuerda. Y qué más da…

Ese cómputo de orejas sí era necesario para que Roca Rey abriera una Puerta del Príncipe que se le sigue resistiendo. El peruano apareció en Sevilla revestido en papel de gran figura, pletórico, rotundo, brillante y entregado a tope con un tercero –el mejor del decepcionante envío de Cuvillo- al que exprimió desde que se abrió de capa. Fue una faena intensa, trepidante, de inmediata conexión con el tendido desde su explosivo inicio, pasando por el toreo fundamental y esas sobredosis de exposición que le lleva a enroscarse los toros con los pitones siempre a milímetros de sus taleguillas desde el primer muletazo hasta las postreras y angustiosas bernardinas. Qué le formó un lío de los de verdad, con el personal aclamándole y pasando por alto ese medio espadazo bien agarrado arriba que no fue óbice para que le pidieran las dos orejas que el palco concedió. La famosa puerta había quedado entreabierta…

Y Roca salió dispuesto a abrirla contra viento y marea, subiéndose encima de un sexto bravucón y mentiroso que se acobardó después de los iniciales muletazos cambiados por la espalda, citando de rodillas. El paladín peruano comprobó que el aninal claudicaba después de torearle con aplomo y se entregó sin fisuras, sin importarle las consecuencias, pegándose un arrimón que le costó una fea voltereta. Se tiró a matar muy en corto, casi encima de la testuz. La espada cayó arriba y la petición fue unánime, vehemente… El presidente se pasó por el… palco el mismo reglamento que se invoca según, como y cuando. Le había robado la misma puerta que le había enseñado una hora antes. La bronca se oyó en Lima.

Despidió su feria Juan Ortega que tiene otra oportunidad en septiembre. No, no barajó demasiadas opciones con sendos ejemplares vacíos y sin alma. Al segundo, al que picó de cine Palomares, le pudo dibujar un preciosista inicio de faena antes de comprobar que no había agua que recoger. Tampoco pudo ser con el quinto, vacío de todo, al que toreó bien de capa y trazó muletazos de salón sin enemigo delante.

Por Patricia Navarro. La Razón. El robo a un estelar Roca Rey el día de un tremendo Morante

Todavía no se había sentado la gente cuando Morante se abrió de capa. Lo suyo, abstrayéndote del verde de las vueltas del capote, es un paseo por el paraíso. Aplomado al albero José Antonio, se durmieron las muñecas en el lance, mecía cada embestida, crujía Sevilla. Sorprendió la frialdad y el silencio con el que se custodia su faena de muleta. Todo un contraste con el jolgorio de días anteriores, de ese todo vale y a veces cuanto más por fuera mejor. Morante forma embudos en las entradas de cada puerta, pero carga una losa con su público en ese sí pero no que lo conceden. Es curioso. Con la espada no estuvo fino.

Muy emocionante fue el tercio de varas de José Palomares con el segundo, como sobrero. Lo levantó el toro y aguantó el envite y la segunda vara buena. En proporción la ovación que se llevó después. Era el turno de Juan Ortega. Tan soso como suavón y deliciosa la manera de andarle por la cara al toro. Embarcaba con suavidad y remataba en la cadera los muletazos. (Esta obviedad no la vemos siempre).

Roca Rey fue un puñetero huracán, un volcán a punto de explotar a cada momento, un corazón revolucionado y capaz de hacer lo mismo con el de los demás. Así desde el minuto cero de la faena. En ese estatuario imposible que desde lejos casi le rozó la taleguilla. ¡Loco! Siguió después con toreo templado, ligado, a gusto y poderoso obligando al Cuvillo a viajar un cuarta más de donde quería. Tuvo los recursos afinados para sacarlos a relucir en el momento preciso. Sin dudas ni efectismo. Se dejó para el final las bernadinas, ajustadas y entregadas a ese toro que fue noble y repetidor y buen cómplice en las manos de un Roca de nota. La estocada fue corta pero certera. Y con el rol de la feria llegó el doble premio.

Más allá del tercio se fue Morante con el cuarto y brindó al público. Se dejó la montera sobre las manoletinas. Desde ahí citó para dar un «cartucho del pescao» en honor a Pepe Luis Vázquez. Lo que vino después fueron auténticas joyas al natural que hicieron sonar la música sin remedio. Una maravilla. El toro se rajó y en tablas Morante cuajó derechazos magistrales. Esto es torear y lo de tantas tardes, pegar pases. Emoción y esa cota de honrar lo imprevisible para definir espacios y tiempos hizo que cuando Morante se perfilara para entrar a matar hubiera un silencio sepulcral. Fulminante la estocada y la explosión, pero contenida, porque es Morante. No se lo vaya a creer. En la faena hubo momentos extraordinarios que se escapa al entendimiento mecánico del toreo, esto es otra historia. Juan Ortega depuró su toreo de capa al quinto, ¡divino!, pero el toro llegó vacío a la muleta y así la faena.

Roca tenía la Puerta del Príncipe a medio abrir. En el centro del ruedo, de rodillas y con un pase cambiado comenzó el trasteo. Declaración de intenciones a tope. A la espera y protestón desarrolló el toro sin querer pasar. Se le agotó antes de poder levantar el vuelo. A puro huevo emprendió la remontada y le supuso una cogida, por exponer y no querer quitarse. Mérito tenía. La espada entró. La gente enloqueció y el presidente negó el trofeo. Más allá de cuestionar, la primera es del público. Otros días por menos… Hoy el toreo vino a vernos, y emocionarnos.

Por Toromedia. Roca Rey corta dos orejas y roza

Morante de la Puebla toreó muy bien a la verónica al primer toro, provocando los primeros oles de la tarde. Fue muy buena también la media del quite. Firmó un precioso comienzo de faena con sevillanía y mucho pellizco. Al toro le costó repetir por el lado derecho y se quedaba corto por el izquierdo. Morante estuvo firme y dispuesto en una labor breve porque el de Cuvillo se apagó pronto. Pinchó dos veces y descabelló.

Morante firmó un precioso quite a la verónica en el segundo de su lote, sobresaliendo por su perfección una por el pitón izquierdo. Juan Ortega entró en quite y toreó por chicuelinas. Morante brindó al público y comenzó la faena con el 'cartucho de pescao' enlazando seguidamente naturales excelsos. Hubo una serie con la derecha ligada de gran prestancia rematada con cambio de mano interminable. El toro se rajó en ese momento, buscó tablas y Morante lo siguió plantándole cara en ese terreno y logrando buenos naturales en un final de faena de mucho mérito. La espada quedó algo trasera, pero le fue concedida la oreja.

El segundo fue devuelto por falta de fuerza. Salió un sobrero que romaneó en el primer puyazo aguantando caballo y picador de forma espectacular en una estampa antigua. El toro acudió bien a la segunda vara y Jose Palomares dejó otro buen puyazo. Fue muy ovacionado. Ortega hizo un buen quite por chicuelinas abrochado con bonita media. Roca Rey hizo lo propio intercalando chicuelinas y tafalleras. Ortega comenzó la faena con bonitos doblones, sobresaliendo un cambio de mano largo y templado. Apenas duro una serie el de Cuvillo, cortando el buen tono en el que había comenzado la faena. Insistió el torero pero sin opción. Mató de estocada.

Juan Ortega estuvo entonado a la verónica y también en el quite por delantales. Pusieron buenos pares El Algabeño y Perico y el toro quedó muy apagado para la muleta. Lo intentó el torero sevillano pero el de Cuvillo se defendía y no prestaba emoción. Mató de estocada algo desprendida.

Roca Rey ganó terreno toreando a la verónica al tercero, toro que fue muy medido en el castigo. Roca comenzó de forma explosiva con estatuarios, pases cambiados por la espalda y pase del desprecio que caldearon el ambiente. Las dos primeras series con la derecha fueron a más, siendo la segunda redonda y muy bien rematada. Citó al natural dando distancia y también metió al toro en la muleta por ese pitón. En la última serie con la derecha aguantó un espeluznante parón del toro y toreó en redondo con mucha profundidad. Terminó con bernadinas cambiando de pitón en las que se jugó la vida. Mató de media en buen sitio que fue suficiente. Le fueron concedidas las dos orejas.

Roca Rey pidió que no picaran mucho al sexto, que acudió con prontitud en la segunda vara. Destacó José Manuel Quinta a caballo y Jose Chacón se desmonteró en banderillas. Roca empezó de nuevo de forma impactante con dos pases cambiados por la espalda de rodillas. Este 'cuvillo' duró muy poco pero a falta de embestidas Roca tragó y se pegó un serio arrimón con un animal cada vez más afligido. El peruano se montó encima y resultó volteado, volviendo a la cara. Mató de estocada y el público pidió con fuerza la oreja, pero el presidente no la concedió.

Fotografías: Arjona/Toromedia.

06_mayo_22_sevilla.txt · Última modificación: 2022/05/19 11:10 por paco