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REAL MAESTRANZA DE SEVILLA

Jueves, 7 de julio de 2016

Corrida de novillos sin caballos

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de Aguadulce (desigualmente presentados, broncos y complicados).

Diestros:

  • Pedro J. Aguilar “El Jareño”. Estocada caída, descabello tras aviso (palmas); meteysaca, estocada casi entera (saludos).
  • Fernando del Rocío. Dos pinchazos, estocada trasera tras aviso (palmas); dos pinchazos, pinchazo hondo, aviso y descabello (ovación con leve petición de oreja).
  • Antonio Medina. Pinchazo, pinchazo hondo, aviso, estocada, descabello, aviso, descabello (saludos desde el tercio); estocada (oreja).

Incidencias: el aspirante Antonio Medina fue atendido en la enfermeria tras la lidia de diferentes contusiones y heridas leves.

Presidente: Fernando Fernández-Figueroa.

Tiempo: noche cálida.

Entrada: más de media plaza.

Video: https://player.vimeo.com/video/173872617

Crónicas de la prensa:

Diario de Sevilla

Por Luis Nieto. Antonio Medina, con un valor temerario, logra el único trofeo

De nuevo las nocturnas. Es otra manera de contemplar la tauromaquia. Ambiente festivo en estos espectáculos de promoción que suponen un escaparate para noveles. Es evidente que ante estas promesas, todavía sin el rodaje suficiente, la crítica se convierte en unos apuntes sobre sus potenciales. Ayer vimos entrega de la terna, especialmente de Antonio Medina, quien logró el único trofeo del festejo y se alzó como claro triunfador gracias a un gran valor, variedad capotera y garra en sus trasteos. En el tercio de quites fue a por todas. Dejó su carta de presentación en uno de rodillas al segundo novillo, cosechando una gran ovación, y fue cogido en otro quite al quinto.

La seria novillada de Aguadulce se convirtió en un trago amargo. En su conjunto complicada, le vino muy grande a una terna todavía verde que compitió más que nada en revolcones. Más que la dorada arena de la Maestranza, el ruedo pareció por momentos la lona de un ring donde caían los toreros noqueados por los novillos. Quien más veces rodó y que cuenta con un valor temerario fue Antonio Medina, de la Escuela de Badajoz, que se alzó como el triunfador de la noche, cuando ya al filo de la madrugada y con la ceja izquierda chorreando sangre y el ojo del mismo lado casi cerrado cobraba el único y muy merecido trofeo del festejo.

Este Medina es para darle de comer aparte. A ese sexto eral, con trapío de utrero, lo recibió con verónicas de rodillas. Luego, de pie, añadió faroles y una caleserina. Expuso mucho en su faena ante un animal con nervio y que no tenía un muletazo, como se dice en el argot. Comenzó con la franela toreando de rodillas, con el astado quedándose debajo. Al poco, salió lanzado por los aires de un testarazo. Consiguió muletazos por ambos pitones y nuevamente sufrió otra cogida aparatosa, en la que salió con la ceja partida, como hemos apuntado. En otro arrimón, volvió a volar. El público, ante esa entrega sin reservas, no paró de animar y ovacionar al novel, que mató de estocada para cobrar una valiosa oreja.

Ante el tercero, un ejemplar sin movilidad ni entrega, Medina también desplegó un valor increíble. Le corearon con oles algunos lances de recibo a la verónica. El novillo le cogió en un par de ocasiones en una labor en la que lo más llamativo lo logró en una serie al natural rematada con un farol y un pase de pecho y en un cierre con unas inverosímiles bernadinas, que fueron de infarto. El público había aplaudido su labor y podría haber conseguido premio, pero falló con los aceros.

Pedro Aguilar El Jareño, alumno de la Escuela de Málaga, voluntarioso ante su lote, cobró fuerte del incierto primero, que le propinó sendos revolcones y le destrozó la taleguilla. Cortó tras la segunda cogida y anduvo desacertado con los aceros. El Jareño hizo frente al cuarto con un aparatoso vendaje, que le cubría la parte superior de la taleguilla, sin que consiguiera nada relevante.

Fernando del Rocío, de la Escuela de Camas, se entregó ante el segundo, un animal berreón, con movilidad y sin clase, sin lograr cotas altas. Y expuso ante el complicado quinto, al que recibió con una arriesgada larga cambiada de rodillas frente a toriles. En el trasteo de muleta, sufrió un par de percances en una labor desigual que no remató bien en la suerte suprema.

El Mundo

Por Carlos Crivell. Oreja para Medina y pésima novillada de Aguadulce

Las novilladas de verano en busca de nuevos valores son un encuentro distendido y alegre, donde las exigencias se aminoran para que el ambiente sea agradable, donde se permite que los asistentes acudan a pasar una noche en los tendidos de manera relajada, en las que la música puede atacar los pasodobles en cada novillo sin que sea preciso que el torero esté bordando el toreo; las licencias cambian, el juicio debe ser menos estricto. Se trata de encontrar las virtudes de los noveles; son novilladas para la sorpresa de encontrar un chaval que tiene cosas buenas.

Todo ello, naturalmente, sin dejar a un lado el análisis de otros detalles que pueden ser definitivos para el futuro de quienes optan, de momento, por ser toreros. En la primera novillada de este año, hubo dos fallos de consideración. De entrada, a la empresa hay que recordarle que debe ser muy rigurosa en la elección de los novilleros que se anuncian. Posiblemente bastaría con que algunos representantes de la empresa asistieran a un tentadero con los candidatos para hacer una selección que evite que lleguen chavales carentes de los mimbres precisos para esta profesión.

De otro lado, es fundamental ponerlos delante de erales con posibilidades, que con más o menos casta, al menos se muevan con cierta clase en sus arrancadas. Vale este comentario para dejar claro que en la novillada primera del ciclo se soltó en la Maestranza un lote se seis reses con la divisa de Aguadulce de infumable comportamiento, sobre todo por su nula calidad y su genio malo, lo que convirtió la noche en un correcalles de cogidas y achuchones, sustos por doquier, que no es lo que se pretende en estos festejos de promoción.

La de Aguadulce, bien presentada, algunos como el sexto en exceso, desarrolló todas las cualidades negativas del toro de lidia. Sin fijeza, recitándolos viajes, arrollando más que embistiendo, tirando gañafones a diestro y siniestro, buscando siempre el bulto, la novillada Aguadulce se cargó por completo la novillada sevillana.

A los que vienen, principiantes, se les supone en tiempo de aprendizaje. Dicho queda que hay que seleccionar con esmero para que alcancen el mínimo necesario para este compromiso.

Antonio Medina, sevillano afincado en Zafra, adscrito a la Escuela de Badajoz, fue quien demostró mejores cualidades para torear en la Maestranza. Tiene un repertorio variado con el capote, no anda mal con la izquierda, por donde templó de forma llamativa al tercero, y es un valiente alocado, porque no se puede interpretar de otra forma sus arrebatos sin medida en los que fue revolcado es diversas ocasiones. Sin embargo, a uno que empieza hay que exigirle que no se deje nada en el hotel, que fue lo que puso en práctica Medina con una entrega absoluta.

Es un novillero moderno. Es decir, que abusa de tafalleras, gaoneras, saltilleras, faroles y del toreo de rodillas. Con el toreo de rodillas se pasa. Con lo difícil que es torear bien de pie, es absurdo pretender hacerlo con clase con las rodillas sobre el albero. Como demostración de pundonor, se admite. Pero no debe olvidarse que a un torero se le mide por lo que hace con los pies sobre la tierra. Al margen de ello, Medina, como buen alumno de la Escuela de Badajoz, dejó una grata impresión. El sexto fue un marrajo que lo cogió varias veces. Con la cara llena de moratones, Medina volvió a ponerse en el sitio. Este valor fue premiado con una oreja. El público, a esas alturas de la noche, estaba deseando conceder un trofeo.

El Jareño pechó con un regalo imposible en primer lugar. Su limitado oficio y su arrojo medido le impidieron cualquier lucimiento. Fue cogido por la prenda que sorteó, casi imposible. Con el cuarto toreó de manera estimable con el capote. En la muleta logró algún muletazo completo ante un eral que se quedó en la mitad del pase. En su contra, que ni entró en el quite del sexto, algo que le correspondía y le dejó en evidencia.

Fernando del Rocío, antes Fernando Sánchez Bermejo, tampoco pasó la raya que se les debe exigir a los que comienzan. Dentro de lo mala que fue la novillada, el segundo medio se dejó torear por la derecha. No se templó nunca el chaval. Se fue a portagayola en el quinto. Ahora quiso buscar el triunfo, pero fue cogido varias veces por un animal bruto y sin clase.

En definitiva, un lote pésimo, dos chavales cogidos con alfileres y uno más preparado que se llevó una oreja de consolación. Esperemos que lo que venga sea mejor.

El Correo de Andalucía

Por Álvaro Rodríguez del Moral. El encierro de Aguadulce convirtió la oportunidad en un simple suplicio

El imperio absoluto del fútbol había sembrado algunas dudas. Algunos minutos antes del comienzo del festejo no se vivía el habitual trajín de pandillas, neveras y colas que suele preceder a este tipo de espectáculos pero llegado el momento de abrir la puerta del patio de cuadrillas la plaza volvía a ofrecer un aspecto muy aceptable que –repite el empresario- no se corresponde con el mismo rendimiento en la taquilla. Si es así, hay algo que no funciona.

Y hablando de neveras y viandas: introducir una lata de refresco en la plaza de la Maestranza era un empeño más complejo que pasearse con un obús por el centro de esa ciudad que espera la visita de Obama. La rigidez reglamentaria del personal de seguridad del coso roza el ridículo. Toda norma es interpretable y la idisosincrasia propia de estos festejos está ligada a las cenas –bien regadas- en pandilla o familia. Empresa y autoridad deberían tomar nota si no quieren cargarse el invento por uno de sus pilares. El que un día decide marcharse no suele volver. Ojo.

Y vamos al toro, aunque en este caso tengamos que hablar de la impresentable moruchada que ayer saltó al ruedo maestrante. El mal juego del ganado estaba cantado desde que se colgó de los carteles. La oportunidad, a priori, no podía ser tal. La gente del mundillo ya sabía lo que podía pasar y –desgraciadamente- no se equivocaron. Juzgar el ser y el estar de los novilleros con el material que tuvieron delante se antoja un empeño complicado. Los tres se fueron cargados de cardenales a la ducha del hotel y en esa tesitura sólo se les puede conceder el beneficio de la duda.

Pero, más allá de su suerte, el novillero pacense Antonio Medina fue el que más dispuesto y resuelto salió a rentabilizar su esfuerzo y logró cortar una oreja que, a priori, podría ser una reserva de plaza para la final del día 28. Medina se encontró en primer lugar con un novillo que, dentro del desastre, se dejó algo más que el resto del encierro. Animoso a la verónica, el alumno del Patronato de Tauromaquia de Badajoz no quiso dejarse nada en el hotel aunque comenzó su larguísima lista de volteretas y porrazos con el tremendo castañazo que cobró al intentar dar un pase cambiado en el inicio de su faena.

No importó. Antonio Medina no se arredró y tiró de oficio y recursos para saber tocar las teclas a un novillo al que supo perderle pasos y encontrar las distancias. El chaval tiene ganas y maneja un buen oficio. Su faena brilló especialmente por el lado izquierdo pero se embarulló después de una nueva voltereta. Los aceros funcionaron mal y cayeron dos avisos pero quedó la impresión de estar ante el aspirante más preparado. Así lo demostró con el sexto, otro ejemplar de pésimo comportamiento que le molió a palos sin que el chico volviera la cara en ningún momento. Su entrega y arrojo, aliados con la buena estocada que cobró, pusieron en sus manos la única oreja del festejo.

Dejamos para el final las labores de los sevillanos. El Jareño y Fernando del Rocío quedaron prácticamente inéditos. En el caso del primero, sorteando un lote absolutamente infumable que convirtió la oportunidad en un suplicio. El de la Escuela de Camas, por su parte, pudo enseñar algún destello de clase con el segundo, que medio se dejó en la muleta sin dejar de protestar nunca. Se marchó a portagayola para recibir al quinto, que repartió estopa a propios y extraños. Después de echar mano de Antonio Medina en un quite buscó siempre con saña a Fernando, que bastante hizo con salir indemne a pesar de los hachazos que sufrió. Volver a casa por su propio pie fue el mejor triunfo de todos ellos.

07_julio_16_sevilla.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:13 (editor externo)