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Real Maestranza de Sevilla

Viernes, 8 de abril de 2012

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de Victoriano del Río (mansos y descastados, con diferente juego).

Diestros:

Morante de la Puebla: media estocada, descabello (silencio); aviso, tres pinchazos, aviso, estocada, descabello (aplausos).

El Juli: estocada (oreja); pinchazo hondo, tres descabellos, aviso, tres descabellos (saludos).

Miguel Ángel Perera: pinchazo, estocada, aviso, cuatro descabellos (silencio); estocada (saludos).

Banderilleros que saludaron: Curro Javier (le tocó la música) y Guillermo Barbero, en el 3º.

Presidente: Fernando Fernández-Figueroa.

Tiempo: soleado.

Entrada: hasta la bandera.

Video: http://bit.ly/1RWfAoX

Crónicas de la prensa:

Puerta de Arrastre

Por Santiago Sánchez Traver

Tarde de reconciliaciones, de voluntades, de querer agradar. Hacen el paseíllo tres de los díscolos de Sevilla, del boicot a la Maestranza, y esta plaza, sin memoria ni rencores, los ovaciona y después los apoya en cada momento del festejo. Los toros de Victoriano del Río sirvieron a medias, unos más y otros menos, unos más rajados, esa fue la tendencia, que otros, más interesantes. Morante puso toda la carne en el asador hasta persiguiendo al rajado cuarto y dejó detalles sembrados por el albero y una de sus medias de cartel. El Juli estuvo más templado que nunca se le ha visto en Sevilla con el segundo y muy por encima del cuarto con la mente puesta en un triunfo más rotundo que le privó el descabello. Perera, en su única tarde, no quiso quedarse atrás y lo peleó toda la tarde, pudiendo haber cortado una oreja de verdad tras conseguir lo imposible con el rajado tercero. Tarde muy interesante con tres figuras en el redondel, como decía aquel recitado. Y qué pedazo de cuadrilla ha conjuntado Perera, bien esa música para los tres. Y lo más importante: no hay papel en la taquilla, la Maestranza llena hasta los topes y la gente contenta porque oreja más o menos, qué más da, vivieron una “tarde de toros”.

Lo mejor, lo peor

Por Sandra Carbonero

Lo mejor: Los discípulos de Juan. Hoy, Don Juan, no ha podido tener mejor homenaje en el 54º aniversario de su muerte. Aquel trágico día en Gómez Cardeña ha sido remendado con el magisterio que han desplegado Morante, Juli y Perera. Para ellos, y para otros tantos, sigue siendo un espejo. Ha visto desde el ruedo celestial el mando de Julián, ese que compartió en su época con Joselito. Se enfrentó a un primer astado con clase y fondo al que se impuso El Juli dibujando naturales larguísimos, profundos y muy templados con la muleta acariciando el albero. Seguro que sintió la misma emoción que nosotros. El espadazo final fue el broche perfecto para que el diestro madrileño paseara la oreja. Si esto fuera poco, Maestro, como un chaval que empieza, se fue a portagayola en el quinto. Y como aquel Domingo de Resurrección de 2013 en el que el diestro madrileño atravesó la Puerta del Príncipe, volvió a sonar Suspiros de España para acompañar su faena. Julián demostró una vez más su capacidad dándole los tiempos y las distancias suficientes para que emanara el fondo del astado de Victoriano del Río. Pero esta vez, se le atragantó el descabello e “Impuesto” se fue con la oreja al desolladero. Eso fue lo de menos, la dimensión que mostró Juli hace pensar que el próximo viernes paseará por Colón. Perera también estuvo soberbio, Don Juan. Pudo cortar una oreja de peso del tercero de no errar también con la espada. Estuvo vibrante con un toro que le duró dos tandas y se rajó. Miguel Ángel tiró de casta y se la jugó toreándolo pegado a tabla. Antes, la nota de sobresaliente la puso el banderillero Curro Javier, que consiguió que tocara la Banda de Tejera con el público rendido a él. Era la única actuación de Perera en la Feria y no quería irse de vacío. En un gesto torero se fue también a portagayola en el sexto. Fue un animal muy parada con el que el extremeño estuvo muy firme. Y Morante, que ha heredado su toreo añejo. El repertorio capotero que dibujó en la Maestranza es difícil de olvidar. Esas excelsas verónicas con las que recibió al que abría plaza o ese quite en el tercer toro de Perera, que consiguió casi pasar inadvertido lo bien que estuvo el de Badajoz. José Antonio no consiguió rematar la tarde. Comenzó muy bien su labor con el primero, pero terminó de faltar transmisión debido a la sosedad del toro. En el cuarto, escuchó dos avisos por prolongar otra vez demasiado su quehacer. Usted pensará igual que muchos, porque mereció la pena ese final de faena con el toro rajado y esos bellos muletazos.

Lo peor: ¿Quién da más? Es cierto, Maestro, que no hubo Puertas de Príncipe ni un aluvión de orejas. Pero hubo sentimiento y mucha emoción, ¿qué más podemos pedir? Sólo que la Fiesta tenga muchas tardes como las de hoy, porque hoy muchos salieron toreando de la Maestranza.

ABC

Por Andrés Amorós. Dulces reconciliaciones con Sevilla

Pocas cosas más dulces existen que una reconciliación, después de haberse peleado dos que se quieren. Vuelven esta tarde El Juli y Miguel Ángel Perera a la Plaza de los Toros sevillana, después de haberle declarado el boicot durante dos temporadas. Si alguien creía que se les iba a recibir con algún resquemor, se equivocaba. Vuelve también Morante, después de los tres avisos del Domingo de Resurrección. Se pone el cartel de “No hay billetes”. (¿Pondrá en duda alguien lo que aportan los toros al turismo de Sevilla?). La gente acude con ánimo de presenciar un acontecimiento, tan deseosa de que todo salga bien como los propios protagonistas. Desde el comienzo, se aplaude casi todo, lo bueno y lo regular. No se consuman los triunfos al fallar mucho las espadas pero el público no se aburre porque suceden muchas cosas: detalles exquisitos de Morante, que vuelve a rozar los tres avisos; una oreja a El Juli, que pierde otra por matar mal; la voluntad de Perera. Los toros de Victoriano del Río dan un juego muy desigual: aplaudidos, segundo y quinto; parados, primero y sexto; rajados, tercero y cuarto.

Sin probaturas, Morante recibe al primero con verónicas y una media con salero. El toro se arranca bien al caballo. En seguida, logra José Antonio tres derechazos suaves, con gran naturalidad, que presagian algo grande, pero el toro se para y se produce la lógica decepción. En el tercero, entra Morante al quite y remata con una media verónica excepcional, para paladares exquisitos.

El cuarto se queda corto, puntea, no se deja torear con el capote. Comienza bien Morante la faena, con ayudados por alto de aroma clásico y buenos derechazos, pero el toro se raja por completo, huye a chiqueros. Allí mismo insiste el diestro, más voluntarioso de lo que la gente espera de él: a un toro que huye, le saca todavía tres buenos naturales y sale de un apuro con un garboso molinete. Se ha olvidado del tiempo – parece – y escucha un aviso toreando. Como el toro no cuadra y recula constantemente, se cierne el fantasma de los tres avisos del otro día: todo queda en dos y en una ovación, que agradece desde el callejón.

El segundo toro es flojo pero manejable. El Juli, con gran oficio, lo va metiendo en la muleta, logra naturales con más mando que estética y se pega un arrimón final. Mata decidido, con salto; la estocada queda defectuosa: oreja. Se va a porta gayola a recibir al quinto: queda muy claro que busca redondear el triunfo. El toro se encela en el peto durante varios minutos, no hay forma de sacarlo (hasta cuatro veces realiza Morante el coleo: imaginen los comentarios de los sevillanos guasones). Sorprendentemente, no se ha dejado ahí toda la fuerza. El Juli hace la estatua, alterna muletazos mandones por ambas manos, atacando mucho, a los sones maravillosos de “Suspiros de España”. Pierde el seguro trofeo por fallar repetidamente con el descabello.

En su vuelta a Sevilla, no entiendo que Perera toree solamente una corrida, en esta Feria. En el tercero, vivimos un momento extraordinario: la lidia de Ambel y dos magníficos pares de Curro Javier hacen sonar la música y ponen al público de pie. (Son, ya, dos claros candidatos a premio). Luego, el toro se raja a tablas. Miguel Ángel intenta sujetarlo y le roba algunos muletazos, con valor y aguante, pero falla también con el verduguillo. En el sexto, no logra Morante el quite del perdón porque el toro queda corto. Brinda Perera al público y se esfuerza sin fruto porque el toro sale distraído, con la cara alta.

En el recuerdo, queda, sobre todo, la media de Morante y el tercio excepcional de Ambel y Curro Javier. No es poca cosa.

Diario de Sevilla

Por Luis Nieto. Despliegue dominador de Juli

Primera corrida de la Feria de Abril en la que se palpitaba una gran expectación y en la que retornaba Morante tras el Domingo de Resurrección y se unía a otros dos de los diestros del extinto G-5 que volvían tras su litigio con la empresa Pagés.

El espectáculo, interesante y con momentos en los que rayó a gran altura, tuvo como protagonista y triunfador a Julián López El Juli, con un despliegue importante como torero dominador ante su lote, siendo premiado con un trofeo en su primer toro y perdiendo premio en el otro, debido a su desacierto con el verduguillo. Miguel Ángel Perera, muy entregado, y Morante, con destellos y muy bien en su papel de director de lidia, se marcharon de vacío tras despachar un encierro, en conjunto bien presentado y de juego desigual de Victoriano del Río-Toros de Cortés.

El Juli, enrazado, dictó lección de poderío ante el negro burraco que saltó en segundo lugar, un ejemplar que cumplió en varas. Tras una brega acertada de José María Soler, el madrileño, sin vacilaciones y con quietud, se impuso por ambos pitones bajando siempre la mano y cosechando palmas gracias a la ligazón. La faena mantuvo la misma intensidad y cerró con unas luquecinas con las zapatillas atornilladas. Entró con decisión y mató de entera desprendida para ganar el único trofeo de la tarde.

El Juli volvió a prender la mecha de la competencia ante el quinto, al que recibió con una larga cambiada de rodillas frente a toriles. El toro se desfondó bastante en un primer tercio en el que se enceló una eternidad en el caballo, al que llevó empujando incluso hasta los medios. Morante llegó a sacarlo, coleando, en los puyazos que recibió el astado y también hizo sendos quites al riesgo a dos banderilleros. El de San Blas comenzó por alto. Y, como siempre, sin contemplaciones, bajó la mano en la primera tanda con la derecha. Así una y otra vez, con muletazos ceñidos y coreados. En la última serie reunió circulares invertidos y un pase mirando al tendido. En el epílogo, muletazos genuflexos. El personal ya cantaba y contaba con otro premio, con el moquero preparado para la petición de oreja. El Juli, tras un pinchazo hondo, acabó precisando de media docena de descabellos, quedando el balance en una fortísima ovación.

Morante se lució a la verónica tanto en el saludo como en un quite al que abrió plaza, un negro burraco al que picó bien Aurelio Cruz y que embistió con nobleza. El Juli contestó con un quite por chicuelinas. El de La Puebla, fuera de cacho, no pasó de una labor intrascendente en la muleta.

Con el mansote y distraído cuarto, Morante puso toda la carne en el asador hasta el punto de pasarse de faena, como el pasado Domingo de Resurrección y de que le echaran el toro al corral, como en aquella tarde sucedió. Tras un comienzo por alto y un entonado trasteo con la diestra, pasó a robar buenos naturales jugando con las querencias junto a tablas, que buscó el mansote y distraído astado. Erró con la espada.

Miguel Ángel Perera, con el peor lote, se mostró solvente y variado con el capote ante su lote –verónicas, chicuelinas, tafalleras, gaoneras, largas…–. El tercero derribó al picador, Ignacio Rodríguez, que quedó peligrosamente al descubierto. El toro, manejable, se rajó de inmediato, tras una buena brega de Javier Ambel y un arriesgadísimo par de Curro Javier, al que le hizo un quite salvador el propio Perera. El diestro pacense, tras un gran comienzo con la diestra, lidió junto a tablas al manso, dibujando muletazos estimables por ambos pitones. Pero no acertó en la suerte suprema.

Ya en plena noche, el castaño y altote sexto, sin recorrido y con la cara alta se lo puso difícil. Perera lo recibió con una larga cambiada de rodillas y, con corazón, se la jugó una y otra vez, logrando naturales despaciosos y pisando terrenos muy comprometidos en cercanías.

Interesante festejo, gracias a la competencia entre la terna, que no alcanzó su cénit, en parte, por el juego de los toros.

El Mundo

Por Vicente Zabala de la Serna. La dimensión de El Juli marca una emotiva y trepidante tarde

Hacía un viento intempestivo de otro siglo cuando sonaron los clarines: el 8 de abril de 1962 Belmonte detonó la historia contra su sien. Sevilla atardecía enlutada como el negro e imponente capote de paseo de Morante. “Más allá del horizonte / se citaba con el tiempo / el sueño de Juan Belmonte” (Peralta Revuelta). Las verónicas de La Puebla traían la mano de fuera alta, que era por donde embestía el toro, pero el empaque de Ronda. Foto a foto disparó Arjona en cada embroque, que era donde estaba la instantánea. Hasta la media a pies juntos arrebujada. El burraco de Victoriano del Río pisaba con fuerza serrana el ruedo maestrante. Pies de sílex para aguantar los dos puyazos de Aurelio Cruz, tremendo por duro y bueno el segundo. Entre vara y vara, José Antonio coreografió una danza de verónicas con sabor y compás, siempre vaciadas a la altura de la altiva embestida. La revolera giró con majeza. Ni los puyazos de Cruz consiguieron que descolgase el toro, que en banderillas se dolió y esperó en bloque. Morante movió imaginariamente las orejas, cual caballo resabiado. De los pases de obertura y tanteo se puso a torear directamente sobre la derecha: la embestida se quedaba corta pese al toque fuerte de la muleta y la respuesta fijada. El burraco se desentendió además en la tercera serie reservona. Y Morante también.

El Juli regresaba a Sevilla tres años después. Y con la misma ganadería le reventó la pierna y casi la vida. Saltó otro burraco a la arena, pero con otra flexibilidad, otro cuello y otro poder. Juli jugó a favor del toro desde la salutación, con las palmas casi vueltas y en los terrenos del “7” para esquivar el viento. Mimo en el caballo sin posibilidad de quite: ya habían quedado sus chicuelinas apretadas en el anterior. La faena fue de tempo y espera. Hacer e inventar sin obligar la noble embestida. Por la derecha y en línea tres series afianzaron al toro con temple, hasta que en esa tercera un cambio de mano fijó el cénit . Los siguientes naturales a cámara lenta y con la muleta a rastras lo ampliaron. Y el fuelle del toro se sintió extinguir. Juli se inventó una tanda más pero no igual y acortó las distancias en la luquecinas populistas. El objetivo, nada baladí, de la oreja en su regreso se cumplía tras la estocada tendida y la muerte demorada.

El grandioso espectáculo que se vivió en el ecuador de la corrida se mereció otro final. Y Miguel Ángel Perera tampoco. Perera volvía a la Maestranza también tras largo exilio. Y salió a cien con un ejemplar de Toros de Cortés de generosa cara y entipado cuerpo. Cuajó un saludo grande a la verónica que mezcló con chicuelinas y tijerillas. La media verónica fue enorme. Un respeto. Suelto el toro pero de tranco humillado. Morante se animó en su turno por una suerte de villaltinas con el sello de su personalidad; la media a pies juntos iluminó como un fogonazo la plaza. Así de rápido y deslumbrante. Perera ya se había clavado por saltilleras inmóviles.

Curro Javier a los palos y Ambel con el capote provocaron la música. Apretaba tela el toro hacia los adentros. La gente en pie con la gallardía de Curro y el mando de Javier. La cosa se había embalado. Quedaba saber si duraría el toro. Perera resolvió pronto la ecuación con tres derechazos poderosísimos… Y el toro se rajó. MAP lo buscó en tablas y le hilvanó con impávida quietud por las dos manos las querencias. Se prometía la oreja, pero la puñetera espada… Morante lanceando a la verónica al 4º de la tarde Jesús Morón

Sorprendió Morante con un farol de pronto y de improviso a lo Rafael el Gallo. Así para saludar al cuarto, que fue un manso de solemnidad. Las verónicas de vieja y nueva acuñación por su elevada ejecución. Se escupiría del caballo el liviano toro. La faena emprendió un camino hacia toriles desde los sabrosos ayudados por alto. Y allí, al final de la obra, el genio de la Puebla se explayó al natural, al hilo de las tablas el arte. Pero el arte y la genialidad entraron de nuevo en confrontación con la veteranía de casi veinte años de alternativa: Morante, como el Domingo de Resurrección, se pasaba de faena… Otra vez la angustia del filo de la navaja de los tres avisos. Una tanda primorosa de derechazos a cambio del riesgo. Andarín y descuadrado para la muerte quedó el animal. Metió el brazo Morante; la fortuna lo hizo justo antes de la hora. Dos avisos y apasionada ovación.

La raza de Juli lo postró a portagayola con el tremebundo y cinqueño quinto, que se paró antes de librar la larga cambiada. Vibrante saludo de verónicas de manos bajas y chicuelinas. Ardía la Maestranza de pasión. El toraco se enceló con el caballo como no habráse visto. Y le buscaba las vueltas al jaco. Morante lo coleaba. Ni modo.

La dimensión de figura de El Juli se impuso en la faena. Esa sensación que quema. Por la plomada, el asentamiento, la inteligencia, los resortes y el valor para desarrollar ante un toro que pesaba en la muleta. Tiró por una y otra mano con el poder de quienes siempre mandaron en el toreo. Mucha verdad. Metido en la mente y en los terrenos del bruto, que respondía agradecido. Cuando se le paró debajo, aguantó lo indecible. Y lo vació por alto mirando al tendido; los doblonesrematados por bajo rodilla en tierra. Sonaban los acordes de “Suspiros de España”. Se presentía el triunfo grande. Pero se quedó agarrado El Juli a un pinchazo hondo con desesperación. La misma que le invadió con el descabello una y otra vez. Adiós a la gloria. La ovación de Sevilla fue de un reconocimiento absoluto.

El País

Por Antonio Lorca. Toreo excelso y música para un subalterno

El pésimo manejo de la espada impidió lo que pudo ser un triunfo de época de tres figuras en sazón ante toros modernos, nobles y artistas, ayunos de fiereza, pero extraordinarios colaboradores para el buen toreo.

Pletórico de seguridad y conocimiento se mostró Perera; poderoso y hondo, El Juli; inspirado, barroco y comprometido, Morante, y torerísimo Curro Javier, subalterno del primero, que colocó un segundo par de banderillas a los sones de la banda de música.

La única oreja de la tarde la paseó El Juli y no pudo corroborar el triunfo por su desacierto con el descabello ante su segundo toro; pero debe ser reconocido que se mostró como un toreo de apabullante suficiencia que se enfrentó, primero, a un nobilísimo toro al que toreó al natural, arrastrando la muleta, en una tanda hilvanada con un largo pase de pecho. No fue una labor para el entusiasmo, pero dejó la impronta de su enorme capacidad torera, que confirmó ante el quinto, al que muleteó con el animal embebido en el engaño, asentada siempre la planta y desbordante de hondura. Qué pena que encorve su cuerpo en cada pase y se empeñe en torear al hilo del pitón. Es más, su toreo hubiera merecido mejores honores si se lo hace a un toro de verdad.

A punto estuvo Morante de escuchar otra vez los tres avisos. La verdad es que se emborrachó de toreo en su segundo, alargó la faena al infinito en la búsqueda de la tanda perfecta, y destellos inmensos dejó sobre el albero.

Había comenzado grande con estatuarios y muletazos largos con la mano derecha, se apagó pronto el animal y se oscureció la faena, y ya en tablas, con la hora de matar encima, dibujó dos naturales excelsos y un molinete y dos naturales más, y tres redondos enormes. ¡Una genialidad…! Un aviso lo bajó a la tierra, y acabó su labor a punto de que sonara la campana. Antes, solo pudo cincelar tres grandes redondos a su soso primero, pero deslumbró en el recibo con el capote a la verónica y una media personalísima; insistió en un quite que cerró con una revolera. Dibujó una media de ensueño en el primer toro de Perera, y recibió al quinto con un farol, verónicas, delantales y una media que resultaron atropellados pero deslumbrantes.

Magnífico comienzo con el capote de Perera en su primero, en una exhibición de hondura e inspiración. Pronto se rajó en animal, pero no el torero, valentísimo, seguro, poderoso y artista en una lección magistral de pundonor y arrojo. En las tablas, donde el toro se había refugiado, lo toreó a placer, jugándose los muslos. Lo intentó en vano ante el último, muy soso, pero dejó la positiva impresión de que ha vuelto a ser un torerazo después de la gravísima cogida que sufrió el pasado mes de septiembre.

Y llegó uno de los momentos gloriosos que se recordarán durante muchos años. Sucedió durante el tercio de banderillas de la lidia del tercer toro. Tomó los palos Curro Javier, un encanecido torero joven. Aún estaba la gente comentando la media verónica genial de Morante cuando el torero de plata colocó un asombroso par de banderillas del que salió perseguido por el toro.

Se lució Javier Ambel con el capote, y cumplió con gallardía Guillermo Barbero. Cuando Curro cita al toro de nuevo, engallado el torero en los medios, rompió a tocar la banda de música para acompañarlo en su torería. Fue un instante mágico, por la sorpresa y la oportunidad de las notas musicales. Silencio expectante en los tendidos. El toro se arranca, el torero va a su encuentro y vuelve a clavar un par de banderillas preñado de espectacularidad, elegancia y magia. El toro vuelve a perseguirlo, y a punto está de engancharlo antes que toque la madera del burladero con las yemas de los dedos, al tiempo que la plaza estalla arrebatada por la emoción.

La tarde, a pesar de todo, estuvo cargada de buenos recuerdos…

La Razón

Por Patricia Navarro. Los dioses recuperan su Olimpo

La calle Adriano volvía a ser la de siempre. Los aledaños de la Maestranza y la alegría de los bares. Todo. Pero inigualable la entrada al templo, las colas infinitas, la inexplicable incomodidad que quién nos iba a decir acabamos por echar de menos en ese camino que ronda el masoquismo. Los últimos románticos peregrinos del rito inexplicable, por mucha teoría elaborada. La resumió toda Morante de la Puebla nada más empezar, y suerte que estaba todo por llegar, en alguna verónica y esa media. Esa media que casi nos hizo olvidar cuando llegó instantes después, qué embrujo ya, el quite, arrebujado entonces, estrujaba a Sevilla a modo de perdón. Y otra media más, de las que se te quedan en la boca del estómago y no acabas de digerirla en horas. Transitábamos con lentitud, como lo hicimos toda la tarde, por el camino de la penitencia. Morante, ya de vuelta, El Juli y Perera venían a hacer las paces con el público de Sevilla por las desavenencias pasadas con la empresa gestora que les ha mantenido fuera en los últimos años. Era la hora de lamerse las heridas. De curarlas. Y por ello la tarde no decayó. A pesar de que ese primer toro no tardó en desentenderse en la muleta de Morante, El Juli buscó las vueltas a un segundo, al único que cortó una oreja, los números no hicieron justicia al calado del espectáculo. Juli anduvo más intenso que rotundo con un ejemplar de Victoriano del Río noblón y con ritmo en la embestida pero metió a la gente en la faena; eran cosas del querer y de querer hacerlas muy por abajo y por ahí el encuentro, de haberlo, no tiene fisuras la emoción.

Perera desafió los tiempos, las ecuaciones, en un más despacio todavía para torear a la verónica al tercero. Era un juego inverosímil entre el pulso, la velocidad y el ímpetu estrenado del animal. Resolvió con mucha magia y acongojó en el quite por gaoneras, limpio de las secuelas de la brutal cornada del pasado año. Espectacular fue la puesta en escena de Morante. Sorprendente cuando se arrancó en el quite, ni tafalleras, ni cordobinas… y volcánica la jodida media que revolotea todavía por el albero de la maestranza a la espera de que mañana volvamos a verla. A Curro Javier le tocaron la música cuando frente a frente se dispuso a poner el segundo par, ya le había soplado uno soberbio, apuró, qué presión, como para fallar, y se dejó llegar mucho al toro después. Se desmonteró, como no podía ser de otra manera con Barbero y Javier Ambel con el capote. No le aguantó el corazón al toro, la casta vaya, y se quiso rajar y se rajó. Lo tenía claro Perera y le buscó las vueltas aquí y allá hasta meterle en el canasto.

Con un farol recibió Morante al cuarto y a dos manos prologó la faena de muleta. Torerísimo. Pues claro. Se le veía feliz de vuelta a casa. A unos y a otros. Cuajó con la diestra la movilidad del toro hasta que el animal la tornó en miradas a tablas y se fue derecho para allá. Después de la cadencia, despacito, bonito, con los vuelos por abajo y dibujando el muletazo hasta el final. De sol a sol. Y sin espada.

A portagayola se fue Julián con el amor propio intacto en el quinto. Se durmió el toro en varas, debajo del peto, una eternidad. Quitó Perera. Por chicuelinas. A estas alturas no había milímetros ni segundos que ceder. Tuvo el toro buen son y el torero el reposo para disfrutarlo. Asentado, más suave en los toques, de los que no se notan pero están para dar continuidad a la arrancada del toro, que descolgaba y con la ayuda viajaba hasta allá. Remató con circulares y restó con los aceros. En esos terrenos de cercanía buscó Miguel Ángel la resolución cuando el sexto bajó sus revoluciones. Ahí no tiene rival. Ni quiso tenerlo cuando se fue a portagayola también. Los dioses habían venido dispuestos a recuperar el Olimpo. La tierra prometida. Sevilla es Sevilla. Y su ausencia duele. A pesar de que El Juli, sin ir más lejos, estuvo a punto de perder la vida aquí. Hay cosas que por fortuna no atienden a la razón.

08_abril_16_sevilla.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:22 (editor externo)