Herramientas de usuario

Herramientas del sitio


10_abril_16_sevilla

Real Maestranza de Sevilla

Domingo, 10 de abril de 2016

Corrida de rejones

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de Fermín Bohórquez (bien presentados y encastados).

Diestros:

Sergio Galán: pinchazo y medio rejón trasero y caído (aplausos); rejonazo en lo alto (oreja).

Diego Ventura: rejón fulminante, rueda sin puntilla (dos orejas); dos pinchazos y rejón en lo alto (petición y vuelta).

Lea Vicens: dos pinchazos y rejón trasero (silencio); tres pinchazos, medio rejón trasero y cuatro descabellos (saludos desde el tercio).

Presidente: Gabriel Fernández Rey.

Tiempo: Nublado.

Entrada: Tres cuartos.

Video: http://bit.ly/1WmmzfX

Crónicas de la prensa:

Puerta de Arrastre

Por Santiago Sánchez Traver

Se cerró el ciclo de rejones en un día en que avisaban de lluvia, pero se equivocaron lo del tiempo. Se dieron los enganches y los caballos en la tradicional mañana del domingo de preferia. Toros de Fermín Bohórquez que sirvieron, unos más humilladores y encelados que otros, para el espectáculo de rejoneo. Gustó y mucho el toreo y la excelente doma de Sergio Galán, dentro de los cánones clásicos sin ninguna concesión a la galería. Pudo cortar en su primero y se llevó la oreja del cuarto. Que Diego Ventura es único en su expresión artística y que su evolución es constante era sabido y volvió a demostrarlo en la Maestranza. Las dos orejas de su primero fueron rotundas y a pesar de que el público quería sacarlo por la Puerta de la Gloria es normal que a veces se imponga el criterio del presidente para preservar la categoría de una plaza si el final de la faena desmerece el trofeo. Esto no es cuestión, como el deporte, de batir records y el lisboeta de La Puebla tiene mucho tiempo para volver a salir por ese arco de triunfo. A Lea Vicens le pesó la responsabilidad en su primero y se sobrepuso en el otro, en el que podía haber conseguido trofeo. Lleva mucho más dentro y algún día le llegará ese triunfo rotundo en Sevilla. Mañana volvemos al toreo a pie y a las tardes importantes que nos quedan.

Lo mejor, lo peor

Por Sandra Carbonero

Lo mejor: Ventura se asoma por la Puerta del Príncipe. Diego Ventura ha rozado con las yemas de los dedos su undécima Puerta del Príncipe tras dar un auténtico recital de toreo a caballo. Le cortó las dos orejas al segundo de la tarde tras una actuación en la que derrochó valentía desde principio a fin. Comenzó clavando el primer garapullo pegado a tablas sobre Lambrusco, que causó furor en los tendidos. Espectacular estuvo a lomos de Nazarí para rematar arriesgando mucho con Ritz. Estuvo por encima del rajando quinto de Fermín Bohórquez. Se mostró poderoso y rotundo sobre Sueño. Las tres banderillas finales al violín levantó al público de sus asientos. Tenía las dos orejas en sus manos, pero pinchó dos veces y su ilusión se truncó. A Sergio Galán le tocó en suerte un buen primer toro con mucha movilidad, que recibió a portagayola. A lomos de Ojeda estuvo muy asentado, pero la faena fue a menos. El cuarto, por el contrario fue más paradito, pero Galán emocionó con Apolo con el que estuvo muy torero. Prodigioso fue el remate de la labor con las banderillas a dos manos. Lea Vicens perdió la oreja del sexto por fallar con la suerte suprema. Demostró su entrega y su buen hacer sobre Gacela, poniendo banderillas al quiebro. Con el tercero no terminó de cuajar su labor, aunque dejó un sabor clásico montando a Bético.

Lo peor: ¿Quién tiene el poder? La faena del quinto de Diego Ventura fue rotunda. Tenía las dos orejas y la Puerta del Príncipe. Aunque falló con el rejón de muerte, la Maestranza se pobló de pañuelos con una mayoría absoluta. El toro se fue al desolladero con la oreja que era la llave para salir a hombros. El reglamento dice que la primera oreja es del público, pero el presidente no consideró oportuna otorgarla.

El País

Por Antonio Lorca. Diego Ventura, temple y maestría

El presidente se ganó una bronca al no conceder a Ventura la oreja del quinto de la tarde que le hubiera supuesto abrir por undécima vez la Puerta del Príncipe. Bien es verdad que el caballero pinchó dos veces antes de cobrar el rejón definitivo, pero también es cierto que había mayoría de pañuelos en los tendidos. El usía incumplió el Reglamento, lo que no es correcto, pero el prestigio de la plaza es un bien inmaterial que hay que preservar a toda costa. Y no se puede salir a hombros por la mágica puerta de la Maestranza si no se han hecho suficientes méritos, diga lo que diga el público soberano.

No mereció Ventura honor tan alto porque se precipitó en la suerte suprema, pero es de justicia reconocerle la grandeza de su actuación, su exquisita calidad, la intensidad y la emoción que desprende, su técnica abrumadora, su sentido del temple, y, en definitiva, su reconocida maestría.

No fue la suya, quizá, una tarde absolutamente redonda, pero desde que aparece en el ruedo hasta que se despide, este caballero destila torería.

Contó, en primer lugar, con uno de los buenos toros de Fermín Bohórquez, con las fuerzas justas pero muy manejables para el rejoneo, con fijeza y movilidad. Lo paró magistralmente, provocó la admiración en banderillas a lomos de Nazarí, ¡torero!, y Ritz, con el que trazó el quiebro casi perfecto. El rejón final produjo una muerte fulminante, y Ventura paseó con justicia las dos orejas.

El más parado de la tarde fue el toro quinto, lo que no evitó que formara un alboroto en compañía del caballo Sueño, una auténtica maravilla, con el que templó, dibujó muletazos y clavó al estribo. Erró con el rejón de muerte y la entreabierta Puerta del Príncipe se cerró hasta la próxima ocasión.

Otro caballero grande es Sergio Galán, que protagonizó momentos espectaculares (esperó a su primero en el túnel de chiqueros y lo paró en un palmo de terreno) con algunos fallos con las banderillas, pasadas en falso y excesivas carreras. Domina las suertes, templa con torería, se esfuerza por hacer el rejoneo más clásico y sorprendió con un par a dos manos, tras el cual se dio una vuelta al ruedo con la excusa de que iba a cambiar de caballo. Cortó una oreja del cuarto porque mató con prontitud, y su actuación de conjunto fue intermitente, si bien dejó patente su buena clase.

Otra nota merece Lea Vicens; más joven e inexperta que sus compañeros, ha evolucionado positivamente, pero le queda aun un largo trecho. Derrochó entrega e ilusión, pero no domina los terrenos, clava muy despegada del toro y a la grupa, realiza los quiebros de manera muy abierta, falló con algún rejón de castigo y banderillas y, sobre todo, se le notó muy insegura a la hora de matar. Lo mejor es que no desentonó demasiado junto a dos maestros consagrados.

ABC

Por Andrés Amorós. Diego Ventura, en el umbral de la Puerta del Príncipe

Sólo por pinchar dos veces, en el quinto toro, antes del rejón de muerte, Diego Ventura pierde la Puerta del Príncipe, que tenía ganada de sobra, después de una actuación realmente magistral. Hubiera sido la undécima vez que lo consigue. No importa demasiado: queda claro que, ahora mismo, es el líder indiscutible de los rejoneadores. (Algo semejante le sucedió en el pasado San Isidro: estuvo a punto de cortar dos rabos, en un solo festejo).

Prefiero las corridas de tres rejoneadores a las de seis; sobre todo, evidentemente, si, en el cartel, figura el actual número uno. Los toros de Fermín Bohórquez son nobles y ofrecen buen juego, en general, con la excepción del quinto, bastante complicado. Sergio Galán logra un trofeo y Lea Vicens recibe la simpatía del público.

Galán es un rejoneador sobrio, clásico, que merece más atención. (Ha abierto ya seis veces la Puerta Grande de Las Ventas). El primer toro embiste con el buen ritmo de los murubes. Lo recibe a porta gayola con “Amuleto”; torea a dos pistas con “Ojeda”; gira en la cara y clava rosas con “Titán”. Pierde el trofeo por matar a la segunda y muy trasero. Se desquita en el cuarto, también noble pero flojo. Logra los mejores momentos con “Apolo”, su estrella, que baila en la cara del toro y lo cita muy en corto, de frente y con la grupa. Esta vez acierta con el rejón: oreja.

La joven francesa Lea Vicens, discípula de don Ángel Peralta – que contempla su actuación desde el callejón – es acogida muy cordialmente. Claro que no es fácil actuar después de Ventura; sobre todo, si se tiene poca experiencia profesional. En el tercer toro, la actuación de Lea es vistosa, sorprende con un espectacular par al violín, pero clava bajo y desigual; con el toro muy parado, pincha. Mejora su actuación en el último, que se viene arriba. Con “Gacela”, logra quiebros muy aplaudidos pero mata mal : saluda.

Lo de Diego Ventura – como lo de Ponce, el día anterior – es de punto y aparte. Aunque uno no sea muy entendido ni muy entusiasta del rejoneo, hay que rendirse ante un maestro en plenitud. Quedan ya atrás los posibles excesos juveniles de expresión; ahora mismo es un rejoneador excepcional, que levanta del asiento a los públicos. El segundo toro embiste con nobleza. Lo recibe con “Lambrusco”, toreando bien. “Nazarí”, una de sus estrellas, provoca clamores al galopar de lado, arriesgando mucho; se adorna en la cara y quiebra de modo impecable. El quiebro que logra con “Milagro” hace honor a su nombre. El rejón fulminante, con “Remate”, pone en sus manos, por aclamación, las dos orejas. La Puerta del Príncipe esta ya más que medio abierta. Pero quedaba la lección del quinto toro, que se va a tablas y se para, muy pronto. Saca Ventura a su extraordinario caballo “Sueño”, que ya nos enamoró en este mismo ruedo, hace un año: saca a la res de la querencia, provoca las remisas arrancadas, aguanta muchísimo, quiebra muy lento. Al son de “Suspiros de España”, entusiasma en los pares al violín, pero, con el toro muy parado, pincha dos veces, antes del rejón definitivo: el Presidente le niega la oreja, pedida por todos. Supongo que tiene razón: yo se la hubiera dado. Y, si hubiera matado a la primera, también, el rabo. Hay que rendirse ante la excelencia. Si sigue así, va a mandar en el rejoneo durante años.

En honor de Diego Ventura, recuerdo yo los versos modernistas de José Santos Chocano: “Los caballos eran fuertes, los caballos eran ágiles, / sus pescuezos eran finos y sus ancas, relucientes, y sus cascos, musicales./ Los caballos andaluces, cuyos nervios / tienen chispas de la raza voladora de los árabes”.

Con “Sueño”, esta tarde, Diego Ventura ha vivido el más dulce sueño del toreo a caballo.

Diario de Sevilla

Por Luis Nieto. Gran dimensión de Ventura

El rejoneador Diego Ventura salió a hombros por la puerta de cuadrillas tras una actuación completa, en la que dio una gran dimensión como lidiador. Cortó dos orejas en su primero y se quedó a un paso de conseguir su undécima Puerta del Príncipe debido a que pinchó dos veces antes del rejón definitivo a su segundo toro. Pero por encima del balance de trofeos, dejó patente una solidez extraordinaria. Galán, que consiguió un trofeo, causó una grata impresión y Lea Vicens tuvo una actuación discreta.

La corrida de Bohórquez, despuntada reglamentariamente, de pinta negra, en conjunto con escasa movilidad y de mal juego, fue materia prima interesante para probar a los rejoneadores y a sus caballos toreros y el espectáculo resultó muy interesante.

Con el segundo, mansote y con tendencia a tablas, Ventura dio un recital de buen toreo, con un Nazarí pletórico. El sevillano paró bien al astado en su salida y en banderillas, tanto toreando de costado, como de frente y en dos quiebros espectaculares, las palmas echaron humo. Tras un epílogo sobre Remate, clavando cortas, mató de rejonazo certero y de efecto rápido y ondeó sobre la plaza una nube de pañuelos blancos. Dos orejas y la Puerta del Príncipe entreabierta.

El quinto, manso y parado, se emplazó en el tercio de banderillas. Hacía falta un caballo con mucho corazón y exquisita doma para encelar al astado. Ventura apareció majestuoso a lomos de Sueño para un tercio de banderillas que hizo las delicias de los aficionados. Con el toro haciéndose fuerte en tablas, el torero y su cabalgadura atacaron con firmeza para prender banderillas jugando con las querencias, clavando una banderilla de dentro afuera. Tremendas ovaciones. Pero antes del rejón de muerte, pinchó en un par de ocasiones. Toda la calma que había tenido el rejoneador en la lidia se transformó en precipitación en la suerte suprema y antes del certero rejón, pinchó en dos ocasiones. La petición de oreja no fue atendida por la presidencia y Ventura dio una más que merecida vuelta al ruedo.

Sergio Galán, que abría cartel, cuajó una buena faena a su primer toro, al que recibió de manera espectacular en el portón de toriles, siendo perseguido por un toro, de 606 kilos, a velocidad del AVE, y al que enroscó tras su cabalgadura en el primer tercio. En banderillas toreó de verdad sobre Ojeda. Mató mal, de pinchazo y rejón trasero y su labor fue silenciada.

El cuarto, el toro de menor volumen y peso, se paró de inmediato. Galán trabajó de lo lindo el torero, que consiguió los momentos más importantes a lomos de Apolo, como un par a dos manos, que acogió con una grandiosa ovación el público. Como rúbrica: un rejón. Y como premio: una oreja.

Lea Vicens tuvo una actuación voluntariosa y discreta. Ante el tercero, apagadito y con buen son, al que le sobró un segundo rejón de castigo, anduvo muy desacertada a la hora de prender banderillas y en la suerte suprema. Con el sexto, un animal con movilidad, realizó una labor más alegre y desigual, acompañada nuevamente con el desacierto con los aceros.

El segundo y último festejo de rejoneo en esta Feria de Abril dejó patente la capacidad lidiadora de un Diego Ventura que estuvo a un paso de su undécima Puerta del Príncipe. Pero su toreo ahí quedó, sobre el rubio albero maestrante, con los magníficos Nazarí y Sueño, dos sueños de caballos toreros.

El Correo de Andalucía

Por Álvaro Rodríguez del Moral. Y no se abrió la Puerta…

El rejoneo debe hacérselo mirar si quiere sembrar un futuro que podría ser incierto. La primacía absoluta de Diego Ventura y Pablo Hermoso de Mendoza –que no quiere coincidir con el jinete de La Puebla del Río ni en la cola del pan– han marcado un ancho abismo con el resto de la tropa ecuestre. El cartel de ayer era un botón de muestra. La escasa generosidad del navarro –Ventura ya le ha retado una y mil veces– está hurtando una competencia que marcaría la definitiva edad de oro de una especialidad que ha alcanzado cotas inimaginables en otro tiempo pero a la que le faltan actores para seguir rodando nuevos capítulos.

En esa tesitura, la extraña combinación de ayer sólo podía entenderse como un cómodo trampolín para favorecer un nuevo triunfo de Ventura, que volvió a acabar con el cuadro pero, ojo, sin lograr abrir esa Puerta del Príncipe número once que se escapó –el presidente se enrocó con razón– en los dos pinchazos que precedieron al rejonazo con el que finiquitó al quinto de la tarde.

Ojo, Ventura había estado magistral con ese animal parado, soso y con escaso espíritu de colaboración. El centauro marismeño lo hizo todo, animando el cotarro con las iniciales pasadas por dentro que encelaron al marmolillo de Fermín Bohórquez, dándole todas las ventajas en los terrenos de chiqueros que acabaron siendo el escenario de su labor. Diego se empleó a fondo, tiró de raza y conocimiento y volvió a meterse a la gente en el bolsillo brillando en todas las suertes, especialmente en un palo colocado de poder a poder, citando muy en corto que marcó la diferencia. El personal ya barruntaba la puerta de marras cuando Ventura tomó las cortas pero, lo dicho, el rejón de muerte se encasquilló y el paseo por la Puerta que se mira en el Guadalquivir quedó para mejor ocasión.

Es lo de menos. Diego Ventura ya había mostrado su absoluta primacía cortando dos orejas al segundo de la tarde. El rejoneador cigarrero se encumbró a lomos de Nazarí y mezcló su renovado clasicismo con esos momentos que recordaban al Ventura juvenil. Las pasadas por dentro; la lidia total; los quiebros impresionantes… Ventura marcó la diferencia y se llevó de calle esos dos trofeos que dejaron entreabierta la puerta que no llegaría abrirse. ¿Y qué más da?

El caso es que Galán, un veterano de la especialidad curtido en mil pueblos, no había venido a pasearse. La solidez profesional del jinete madrileño brilló con el mejor toro, pero también con el peor. Con el primero de la gélida tarde sorprendió a la parroquia a lomos de Ojeda, un caballo versátil que se mete a los toros en la canasta en todos los terrenos. Galán apuró las distancias por los adentros y logró calentar la plaza pero su labor descendió de tono con las cortas –el toro ya protestaba demasiado– y se terminó de emborronar con el rejón de muerte.

No se arredró Sergio Galán, que sacó sorprendente partido del paradísimo ejemplar que hizo quinto. Lo hizo gracias al manejo de un gran sentido de la escena que le permitió crear espectáculo a toro parado, acompasando –como en un ballet ecuestre– los movimientos del caballo a las pausas de la música. Galán llegó a prender –cada día es más difícil verlo– un inusual par a dos manos que marcó el cenit de su labor. El feo rejonazo no impidió que se llevara una merecida oreja.

Completaba el cartel la amazona francesa Lea Vicens, una rejoneadora nimeña forjada bajo la batuta de la casa Peralta que suma ilusión, entrega, ganas de agradar y cierta proyección. Pero Lea aún no resiste ninguna comparación profesional con la élite de la especialidad y acusó su bisoñez en demasiados fallos al clavar, palos marrados y pasadas en falso. Había puesto todo de su parte con un tercero que sí se dejó y volvió a dar lo mejor de sí misma con un sexto algo distraído al que quiso hacerle de todo con distinto acierto. Gustó quebrando; llegó al público con sus alardes y hasta podría haber optado a premio si el rejón definitivo no se hubiera atascado. Aún le queda un largo camino.

El Mundo

Por Vicente Zabala de la Serna. Ventura se queda a un paso de su undécima Puerta del Príncipe

Una legión de caballos se concentró desde la mañana en Sevilla. Entre los enganches y los rejones, la Maestranza parecía la finca de los Peralta. En aquella casa de caballeros, bajo la sombra de don Ángel y las bridas de Rafael, afilaron sus primeras espuelas Diego Ventura en su día y ahora Lea Vicens. “Papá, mamá y jaca”, fue el debut hablado del viejo Centauro de Las Marismas, según contaba en La sabiduría de un jinete. Podría decir casi lo mismo Ventura cuando un día escriba sus memorias. Una anécdota al lado de sus 10 Puertas del Príncipe.

El nuevo Centauro de Las Marismas emprendió el camino de la undécima a lomos de Lambrusco, nuevo en esta plaza, que diría el cartel de caballos si hubiera. Caballo de vino de Italia con poso de Jerez para clavar un rejón en lo alto del toro de Fermín, un murube pesado y amplio, obediente pero sin ritmo. Ese lo puso Ventura con Nazarí a dos pistas, elegante en el paso por los adentros y valiente de frente. Bárbara la reunión con los pechos por delante que puso la plaza en pie. Nazarí, padre de Lambrusco, allanó la senda hacia el Paseo de Colón. Tremendo caballo. Sobre Ritz no lo tuvo fácil con el toro más quedo. Ventura apostó, pisó terrenos de fuego y sufrió algún tropezón por su exposición. Remate remontó con las cortas y sobre todo con un formidable espadazo. Cayó rodada la negra mole y saltó Diego Ventura con su negra chaquetilla aterciopelada. La pañolada se desató con furia hasta que asomaron los otros pañuelos del palco: dos orejas.

Cuando saltó el quinto a la plaza, la tensión se cortaba con un bisturí. Como una película de suspense. Los argumentos del toro de Bohórquez jugaban a la contra de la victoria de Ventura. Remiso y aquerenciado el bonito murube. Un rejón en mal sitio no ayudaba. Pero contra la pesadilla, Sueño. Pedazo caballo. Y la cabeza lidiadora de Diego que jugó con las querencias y los adentros dejándoselo llegar con los chiqueros la espalda. La Maestranza en pie por cuatro veces. Ahí estaba la Puerta del Príncipe. A tiro. Las cortas parecían asegurarla. El Remate albino en plenitud. Pero agarró hueso arriba por dos veces. Aun así los tendidos asediaron el palco. No cedió la presidencia. La vuelta al ruedo fue agridulce. La undécima se quedó para otro día. No está mal eso de tener 10.

Sergio Galán volvía a Sevilla una pila de años después. Para abrir plaza y boca se fue a la puerta de toriles. Como una suerte de portagayola equina. El hondo, orondo y gigantón toro de Bohórquez de 606 kilos le persiguió como si fuese una gacela. Lo enceló en una noria de vueltas y revueltas. Un solo hierro para tan templadas embestidas de tranco superior. Galán rejoneó con clasicismo, enfrontilado y tranquilo sobre Ojeda. Y sobre Titán se marcó piruetas. El accidente de pegar con una banderilla en otra lo superó con las rosas peraltianas. Pero lo que ya no tuvo solución para el objetivo del trofeo fue lo del acero, tan trasero y feo.

Galán se echó el toro más grande primero y el más bonito después. Solo que el grandón galopó de lujo y el entipado escondía la tara de la flojedad. Al revés. Quién lo iba a saber. Sergio consiguió levantar la faena con Apolo. Magníficos el torero a caballo y el caballo en la remontada -el par a dos manos ejerció de definitiva palanca-, consumada con un rejonazo fulminante, como volcándose sobre el morrillo. De su cuenta corrió todo, y por tanto la oreja contuvo una justicia irrebatible.

A Lea Vicens se le espera en 2016 en todas las ferias de categoría. Para la amazona francesa salió un toro con muchos pies que después se paró en los adentros. Entre la velocidad y el frenazo en seco, los nervios le traicionaron. Algún momento de luz asomó sobre Bético. Como un reflejo del nublado cielo su faena. Incluso en la hora final.

Lea afrontó la lidia del extraordinario sexto con alegría. Y el público también. Conectó pronto. Clavase o no. Salían limpios los quiebros y se celebraban. El lomo del toro quedó decorado como el árbol de Navidad de la ONCE. Hay que huir del sexismo.Y también de la discriminación positiva. Tardó Vicens en finalizar. Confirmará en San Isidro.

La Razón

Por Patricia Navarro. Un gran Ventura pierde la del Príncipe

Rodó el quinto toro en cuestión de segundos. Fulminante. Ni por un rayo. Lo hizo en dos ocasiones Diego Ventura. Qué precisión milimétrica, sin tiempos de exceso ni agonías. Sólo que en una fue a la primera y le cayeron así las dos orejas y después precedió un doble pinchazo que le cerraba la Puerta del Príncipe. La undécima hubiera sido. En diez ocasiones ha descerrajado el rejoneador el codiciado portón maestrante. En esta ocasión dejaba atrás esfuerzo y talento. Su primero, que en realidad era el segundo toro de la tarde, desarrolló nobleza pero estuvo siempre a la espera, midiendo, cómodo cerrado en tablas. Ahí había que buscarle las vueltas, provocarle y esperarle para que el encuentro fuera posible. Y no sólo logró que fuera, sino que lo consiguió sin perder la armonía y con emoción en los cites y a la hora de clavar. En ese juego de querencias fue prendiendo las banderillas hasta poner el rejón de muerte. El que le hizo vencedor a la primera y ganador así del doble premio. A uno estaba de coger el camino del Guadalquivir para inmaculada trayectoria. El quinto se paró desde el principio. A la espera también y desarrollando matices que complicaban el desarrollo de la lidia a caballo. Pasó por dentro, le cambió los terrenos, le buscó los caminos y logró la faena de enorme mérito en conexión directa con el público de principio a fin y si no hubieran sido por esos dos pinchazos, hubiera cortado un trofeo más, el definitivo, porque el rejón, a la tercera, de verdad de la buena, volcó al toro en décimas de segundo. Una pasada.

Uno paseó Sergio Galán del cuarto. Muy parado el toro también. Todo lo puso el rejoneador, con las banderillas, con las cortas hasta acertar con el rejón de muerte y eso que el de Fermín Bohórquez no se lo puso fácil al llegar a este tercio desentendido. Saldaba las cuentas así del primero, que tuvo mucha clase y con el que Sergio Galán anduvo entonado desde que le recibió a portagayola. Transcurrió todo muy despacio y bien, salvo la hora de la verdad que disipó lo argumentado.

A la amazona francesa Lea Vicens se le transparentaron los nervios con el tercero de la tarde que no tardó en pararse y con el sexto, que tuvo movilidad y desarrolló buenas condiciones, lo salvó, pero más por la inercia y la complicidad con el público que por la armonía de lo que ocurría en el ruedo. La tarde, a estas alturas, se había quedado desapacible de veras. Quedaba por ver a Ventura irse a hombros, aunque hubiera cambiado a última hora la del Príncipe por la de cuadrillas.

10_abril_16_sevilla.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:25 (editor externo)