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Real Maestranza de Sevilla

Lunes, 11 de abril de 2016

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de Daniel Ruiz (de correcta presentación, astifinos y con juego desigual; encastados en general, sobresalió el 4º).

Diestros:

El Cid: media estocada, dos descabellos (silencio); municipal, estocada (división de opiniones).

David Mora: pinchazo, media esticada, descabello (saludos); dos pinchazos, estocada (silencio).

Daniel Luque: estocada caída (saludos); pinchazo, aviso, pinchazo, estocada (saludos desde el tercio).

Banderilleros que saludaron: Pedro Calvo, de la cuadrilla de David Mora, en el 2º; Abrahan y José Luis Neiro, de la cuadrilla de Daniel Luque, en el 6º.

Presidente: Ana Isabel Moreno.

Tiempo: nublado al comienzo, soleado y fresco después.

Entrada: media plaza.

Video: http://bit.ly/1RQ9jOX

Crónicas de la prensa:

Puerta de Arrastre

Por Santiago Sánchez Traver

Encierro el de Daniel Ruiz muy bien presentado con cara, con pitones, algunos con más gas y otros con menos y alguno que pareció comerse el mundo y acabó rajadito como el cuarto. Pero, en general, fue una corrida más que aceptable. ¿Qué tuvieron en contra? que la tarde estaba muy fría y los toreros también, con matices. El Cid volvió a su senda en Sevilla, donde tiene garantizado el puesto desde hace muchos años. David Mora estuvo muy voluntarioso toda la tarde y fue el que estuvo más cerca de conseguir trofeo si no pincha en su primer enemigo. Y Daniel Luque, única comparecencia, él sabrá por qué, no mostró su cara artística sino la más apática, incluyendo ese falso arrimón que se pega de vez en cuando. También hubo un factor además del frío que influyó lo suyo: un molestísimo viento que descolocaba a los toreros en momentos claves, todo hay que decirlo. Pero el resumen puede ser que la tarde fue fría porque no podía ser de otra forma.

Lo mejor, lo peor

Por Sandra Carbonero

Lo mejor: Daniel Ruiz alumbra la Feria. El ganadero Daniel Ruiz puso la luz el Lunes de Feria desembarcando un bue encierro. Artesano, Calabrés y Mensajero merecieron un mejor resultado. David Mora volvía a Sevilla ya recuperado del gravísimos percance que sufrió en Madrid hace dos años y que lo ha mantenido apartado de los ruedos. Recibió a Calabrés con un ramillete de verónicas con mucho gusto. Comenzó su labor con las rodillas sobre el albero dejando patente el hambre de triunfo con el que venía. La faena fue a más cuando el madrileño cogió la zurda, toreando muy vertical y con mucho gusto. Brotaron naturales templados y torerísimos. Calabrés tuvo que marcharse con la oreja puesta por culpa de la espada, pero lo que sí dejó fue su bravura, su clase y su calidad. Mora lo intentó con el desrazado quinto sin llegar al lucimiento. En cuarto lugar saltó “Mensajero”, un astado con movilidad, ritmo y transmisión que estuvo por encima de El Cid, quien se equivocó con el planteamiento de la faena. El de Salteras debió haberlo sacado a los medios, lo que provocó que al final el de Daniel Ruiz se rajara. Antes de suceder eso, Manuel Jesús instrumentó buenos derechazos aprovechando la calidad de la embestida de su oponente. Remató con una estocada haciendo guardia que incitó a la división de opinión en los tendidos. El que abrió plaza fue un toro sin transmisión y desrazado con el que El Cid estuvo voluntarioso. Daniel Luque recibió a Artesano gustándose con a la verónica. Fue otro toro con clase y raza, pero la actuación del de Gerena fue intermitente por lo que no terminó de alcanzar los vuelos suficientes. Aún así, dejó bellos detalles, sobre todo al natural. Con el sexto Luque tuvo actuación sería y valiente con un animal parado. Acabó metido entre los pitones jugándosela.

Lo peor: Un frío lunes de pescaíto. El viento fue el otro protagonista de la tarde, molestando en muchas ocasiones a los diestros, mientras que en los tendidos volvieron a sacar los abrigos y algún paraguas.

El País

Por Antonio Lorca. David Mora, referencia ética del toreo

Solo por haber visto a David Mora hacer el paseíllo en la Maestranza merece la pena ser aficionado. Este torero, un héroe consumado que ha resurgido de las cenizas de una vida que se le escapaba a borbotones una tarde de mayo de 2014, es, por encima de todo, una referencia ética de la capacidad del ser humano para superar las circunstancias más adversas.

Quién le iba a decir a este hombre que volvería vestido de luces a la Feria de Abril. Cuántas lágrimas habrá derramado en esos casi dos años que ha debido dedicar a una rehabilitación sobre la que nunca tuvo esperanza cierta de una recuperación completa.

Solo el esfuerzo ímprobo, la capacidad inaudita de sacrificio, el sueño del triunfo que se torna imposible, mantienen vivos a los seres humanos más grandes. Casi dos años de batas blancas, de máquinas de ejercicios, de un paso adelante y dos atrás, de esperanza y también de desesperación.

Este David Mora es, sobre todo, un hombre, que no es poco; y miren por donde, es torero, y pertenece a una saga de gente especial dispuesta a sufrir para alcanzar la gloria.

Y su gloria ha sido vestirse de luces cuando todo a su alrededor era oscuridad. Sevilla, olvidadiza a veces, no lo recibió con la ovación que merecía; qué más da que haya nacido en Madrid si es un torero resucitado por obra y gracia de la fortaleza humana.

Este David es un referente de la grandeza; y el aficionado puede sentirse orgulloso de contar en la fiesta con personas como él. ¡Bienvenido a Sevilla y que vuelva pronto…!

Fue, quizá, su presencia lo mejor de una tarde que amenazaba lluvia, ventosa, fría y gris. Los toros de Daniel Ruiz fueron a la postre los triunfadores, astifinos, cumplieron en varas y repitieron la muleta en un juego variado, pero manejable. Sosos algunos y con la movilidad suficiente para intentar el triunfo. Y salió el cuarto, Mensajero de nombre, encastado en el tercio final, que ofreció las dos orejas a un matador que no fue capaz de ganarlas.

Si El Cid no triunfó con este toro, difícilmente podrá volver a hacerlo en Sevilla. Repitió el animal con codicia y alegría, persiguiendo la muleta con ansiedad, y el torero se lució en la primera tanda de redondos, que presagiaba faena grande.

Pero Manuel Jesús no está, desde hace tiempo, en su mejor momento, y eso se nota, especialmente, ante un toro como Mensajero. Acompañó como pudo la fiereza del animal y le faltó reposo, romperse, gustarse, creérselo… Cuando tomó la izquierda, el toro se rajó y todo se desmoronó. Para colmo, El Cid mató mal y salió a saludar cuatro palmas mal contadas. (Se han perdido las formas en el toreo y eso es gravísimo). Nada relevante pudo hacer ante el que abrió plaza, muy soso, molestado por el viento.

Mora se lució a la verónica en su primero, brindó a la plaza, y dibujó largos, suaves y templados redondos; una tanda de naturales resultó magnífica por su temple y ligazón. No hubo clímax, sin embargo; se le notó poco suelto y todo quedó en una ovación. No levantó el vuelo su faena ante el soso quinto y le faltaron ideas para interesar al público.

Lo mejor de Daniel Luque fue el estoconazo que recetó a su primero, que cayó sin puntilla. Antes, tiró muchas líneas, dio muchos pases, pero no toreó. Su oponente era un animal apagado, y al torero le faltaron luces. No le dio importancia a nada de lo que hizo y aburrió a todos. Por ese camino iba en el sexto (los espectadores ya con media pulmonía encima) cuando le dio a Luque por el clásico arrimón y levantó algunas palmas; claro que el animal ya estaba más muerto que vivo. Por cierto, que no se olvide que manejó el capote con soltura y gracia toda la tarde

Acabó el festejo y no pasó nada; bueno… es un decir. Había hecho acto de presencia nada más y nada menos que un hombre torero… Casi nada.

El Correo de Andalucía

Por Álvaro Rodríguez del Moral. Algún toro sin suerte…

El morbillo pasaba por saber qué poder de convocatoria tendría esta terna de circunstancias escogida para rellenar el Lunes de Alumbrado. Pero es que la desapacible climatología se asoció a la escasa química del cartel para enseñar un aspecto desolador e inusual de la plaza de toros en vísperas del encendido de los farolillos. Convendrá tomar nota. Los tiempos cambian sin remedio aunque no hay que retroceder tanto para recordar aquellos tendidos engalanados de trajes oscuros y mantones plegados que preludiaban el mitificado pescao frito en los Gordales.

El escenario y el clima de ayer eran muy distintos aunque había cierta curiosidad en los entresijos del mundillo para comprobar que había encerrado Daniel Ruiz en los corrales de la plaza de la Maestranza. El criador manchego le debía una -o dos- a Sevilla. Y esta vez cumplió reuniendo un encierro serio y ofensivo en la fachada en el que no faltaron dos o tres, quizá cuatro, toros con distintos grados de importancia, motor y toreabilidad.

Si nos atenemos al grado de emotividad de las embestidas hay que detenerse en primer lugar en el más que interesante juego que brindó Mensajero, un importantísimo cuarto que sólo podía caer en manos de El Cid que confirma tarde a tarde su buena estrella en los sorteos. Pero Manuel camina ya muy alejado de sus mejores fueros y a pesar de sus esfuerzos anduvo lejos, muy lejos de la emocionante embestida de este animal pronto, emotivo, de arrancadas agresivas, prontas y emotivas que merecería optar a premio si no hubiera echado un borrón al final de su lidia. El animal se rajó cuando El Cid le buscó el pitón izquierdo. Pero la cosa se enfangó aún más con el horrendo sablazo que hizo guardia, seguido de un fulminante bajonazo. Tres palmitas animaron al diestro de Salteras a salir a saludar. La gente no se lo toleró esta vez. Pero el veterano matador había sorteado antes otro ejemplar que, con sus cositas también se dejó en la muleta sin que la faena, que no pasó de correcta, llegara a tomar vuelo. El Cid ha completado las dos funciones que tenía contratadas. Sale tocadito.

Hubo otro toro notable que saltó en segundo lugar. Le tocó a David Mora, diestro renacido a la profesión que ha pasado un largo calvario hasta lograr volver a vestirse de luces. Mora se gustó y gustó manejando el capote y se empleó en una faena que vivió su cima en una sentida y reunida serie al natural que no logró tener continuidad. Hay que darle tiempo al tiempo, pero también es de justicia alabar la buena condición de un animal que pedía verle más rodado. Seguro que otra vez será. Con el quinto, seguramente el más soso del envío de los campos manchegos, poco pudo hacer. La embestida anodina sólo pedía ir a por la espada cuanto antes.

El caso es que el tercero también tuvo algunas cositas buenas, cierta clase y bondad aunque también tendencia a embestir a pasitos. Luque se fajó con él en una faena de detalles y compostura que no terminó de calar en el público. Eso sí, lo despenó de una estocada fulminante. Era el único compromiso ferial del diestro de Gerena, que se metió entre los pitones del difícil sexto en un seco arrimón que fue reconocido por la parroquia.

La Razón

Por Patricia Navarro. ¿Y si se lo preguntaran a él?

El frío, el viento y el poco público quitaban a Sevilla el alma de Sevilla. Era un ser sin ser. Desapacible tarde. Tanto era así que ni el toro fue de Sevilla. Para que Daniel Ruiz lidiara la corrida y lo hiciera completa pasó por encima del toro de esta plaza y al final salió un corridón más propio de Madrid que de la Maestranza. Toros serios y de descarados pitones que nos metieron más aún el frío en el cuerpo. Volvía David Mora a Sevilla después de que un toro en Las Ventas a punto estuviera de arrancarle la vida primero y la movilidad después. Tras la gesta, la realidad. No le sacaron a saludar. De Despeñaperros para abajo ya había caído en el olvido. Al mismo lugar envió El Cid la faena al primero de la tarde, ese toro tan justo de poder que la nobleza competía en protagonismo con la sosería y ni uno ni otro ganaban la batalla. El Cid se sumergió en esa grisura y no despertamos de ella hasta que David Mora nos recordó que estaba de vuelta. Muy limpio con el capote y resuelta la media en el saludo de capa. Fue toro bueno este segundo. Un regalo del destino vérselas con «Calabrés». Noble, repetidor y largo en el viaje. De rodillas comenzó aunque la ligazón fue un encuentro diestro y la conexión con el público tuvo su compás de espera hasta el toreo al natural, con más ritmo y muletazos más cortos. La espada no acompañó y tampoco el premio. Se acordaría después Mora de las bonanzas de «Calabrés» con el quinto, más brusco, a la espera y paradote. Poco espacio quedaba más allá de la voluntad.

Daniel Luque logró más eco con el sexto. Justo en ese momento en el que fue acercando posiciones, la ley de las cercanías ante el paradísimo sexto le proporcionaba mayores beneficios. Un arrimón. Muletazo por aquí y por allá. Espada medio roma y saludos sin más. Otro torazo, de descarada cara, había sido el tercero, pero con un tranco muy bueno, muy suavón el toro, con ritmo en la embestida. Relajado el de Gerena, vertical, sobrado, todo aparente, pero sin atacar, sin convencer, sin redondear. Nada diferente a nada.

El cuarto lo tenía todo por delante. Y un poquito más. Pesaba la presencia del animal. Y tuvo casta después. No duró una eternidad y antes de que la faena despegara el animal se rajó. Ahora, tuvo quince embestidas en las que creer. El Cid tuvo la virtud de enseñarlas, la debilidad de hacerlo con fragilidad y de desistir con prontitud. Y apenas acababa la cosa, todo el mundo a «rajar». Eso sí, con tibias palmas El Cid salió a saludar. Si un día de estos el toro hablara, a más de uno mandaba a casa. Qué barbaridad…

ABC

Por Andrés Amorós. Y todo a media luz en la Maestranza

Tres horas después de concluir esta corrida, una niña llamada Carmen, elegida por sorteo, va a pulsar el botón que encenderá más de doscientas mil bombillas, en la portada de la Feria, para inaugurarla. Éste es el lunes de “la prueba del alumbrado” o “de farolillos” En el coso del Arenal, en cambio, no hemos pasado de la media luz: en el cielo, lluvia, nubes, algo de sol y mucho frío; en el ruedo, toros de Daniel Ruiz, muy serios, bien armados, aplaudidos en el arrastre segundo, tercero y cuarto. (Se ha quitado la espina de lo que sucedió hace un par de años). Por desgracia, la corrida ha ido cuesta abajo, porque los dos últimos toros han bajado mucho. Si el orden de lidia hubiera sido otro, las opiniones sobre las reses habrían sido muy distintas. Y ninguno de los tres diestros ha conseguido prender la llama del entusiasmo ni redondear las faenas. Siempre hay disculpas pero, en Sevilla, en la Feria de Abril, no se pueden desaprovechar oportunidades…

Está claro que El Cid ha pasado ya su mejor etapa. En Sevilla le arropan sus paisanos. En el primero, molesto por el aire, tiene dificultades para acoplarse: algún pase de pecho estimable, algún enganchón… Resume mi vecino (como don Hilarión, en “La verbena de la Paloma”): “Ni chicha ni limoná”. Y recuerda otro un título de Julio Camba, en jerga chinesca: “Ni Fuh ni Fah”.El cuarto le sorprende con una colada, de salida; se viene de largo en banderillas. Sorprende Manuel brindando al público: llamándolo desde el centro, se la deja puesta, liga los muletazos; logra alguna serie vibrante, sin estrecharse, haciendo el esfuerzo, hasta que el toro se raja a tablas y mata mal. Aplauden al toro más que al torero. Y el comentario es inevitable: con este mismo toro, ¿qué hubiera hecho El Cid, hace algunos años?

Con respeto y afecto se recibe a David Mora, que hace poco ha reaparecido, dos años después de su terrible cornada de Las Ventas: un ejemplo de esfuerzo y superación. El segundo es un toro exigente, encastado. David se luce en verónicas arrebujadas, comienza con derechazos de rodillas. (Escucho a mi vecino: “¿Y no es más bonito de pie?”). Traza derechazos de buena línea; cuando le baja la mano, el toro responde, logra una serie de naturales francamente buena, alternando el mando con la suavidad. Aunque mata mal, saluda una ovación que no es generosa sino justa. El quinto flaquea, no se entrega. David lo sujeta, le va sacando muletazos, hasta que el toro se apaga: faena correcta, sin brillo. Y mata a la tercera. Sin redondear, ha dejado buena impresión.

Se habla poco de Daniel Luque, un diestro que posee cualidades evidentes: ¿dará alguna vez el paso definitivo? En el tercero, mece con gusto el capote; lo mide bien, en varas, Juan Francisco Peña. En el centro del ruedo, muletea relajado, acompañando la embestida, pero desigual: ni liga ni se pelea con el toro. Ha estado correcto pero académico. En el último, saludan en banderillas los hermanos Neiro (José Luis se cae en la cara del toro). El toro es flojo, se para a medias. Trastea Daniel con soltura y oficio; al final, recurre al arrimón: metido entre los pitones, le arranca algunos pases, en el estilo de Ojeda (hoy, de Roca Rey). Como se ha alargado y pincha, suena un aviso pero le despiden con ovación.

He recordado un precioso tango, de Lenzi y Donato, popularizado por Carlos Gardel, en 1924: “Y todo a media luz, / que es un brujo el amor, / a media luz los besos, / a media luz los dos”. Pero aquí no eran dos sino tres, los que se han quedado a media luz y no por culpa de toros ilidiables: “Y todo a media luz, / crepúsculo interior, / qué suave terciopelo / la media luz de amor”.

No ha sido de amor esta media luz, sino de frío, viento y aburrimiento. No un Lunes de farolillos sino de bastantes sombras . Al acabar, mi vecino anuncia, desafiante: “¡Mañana vengo con mi abrigo!” Y el de al lado, por no quedarse atrás, apostilla: “¡Y yo, con abrigo y con gorra!” Sabio público del coso del Arenal…

11_abril_16_sevilla.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:22 (editor externo)