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REAL MAESTRANZA DE SEVILLA

Sábado, 13 de abril de 2018

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de Victorino Martín. Muy bien presentados, mansos, blandos y descastados.

Diestros:

Antonio Ferrera, de fucsia y oro. Dos pinchazos y estocada baja (silencio); estocada caída (silencio).

Manuel Escribano, de catafalco y oro. Estocada caída y dos descabellos (ovación); estocada (petición y vuelta).

Daniel Luque, de ciruela y otro. Dos pinchazos y media (palmas); pinchazo y estocada baja (ovación).

Banderilleros que saludaron:

Presidente: Ana Isabel Moreno.

Tiempo: despejado.

Entrada: lleno con huecos.

Video: https://twitter.com/twitter/statuses/985244857718444040

Galería de imágenes: https://t.co/fgQwvk1yNN

Puerta de Arrastre

Por Santiago Sánchez Traver

Defraudaron los Victorinos, a pesar de la expectación que traían y el cartel que casi llenó la plaza. Está claro que todos los días no puede ser merengue. Y más en este encaste que tiene sus cosas y debe mantenerlas. Varios de ellos escasos de fuerza, sin casta para embestir y solo el sexto se dejó claramente dar unos pases. Ante ello naufragó Antonio Ferrera, al que no se le vio como en otras tardes ni en la temporada pasada. Luque estuvo digno tirando de un oficio que ya posee para salir indemne de la cita. Y Escribano estuvo hecho un león toda la tarde. Con el capote estuvo de premio, pues le tocó la música. Con las banderillas valentísimo y poderoso. Y con la mulete dejó naturales templados al único que pudo dárselos, además de una gran estocada. La vuelta fue clamorosa, merecida y obligada, como deben ser las vueltas al anillo. De mucho más valor y repercusión que las orejitas que el público se empeña en dar todos los días. Le brindó ese toro al compañero Emilio Parejo, tan fundamental en su carrera. Algunos sabemos por qué.

Lo mejor, lo peor

Por Antonio de los Reyes

Lo mejor Manuel Escribano dispuesto a por todas se fue a la puerta de chiqueros hasta en dos ocasiones el toro estuvo a punto de echarle mano pero su buena forma física hizo que el torero se pusiera en pié rápidamente y pegara los mejores lances de la tarde, de rodillas tiró de raza pegando dos largas cambiadas en su segundo y a continuación estirándose con el toreo a la verónica, y dos medias muy templadas como remate final a una actuación en la que el torero puso alma y corazón.

Lo peor, los de victorino decepcionaron, no estuvieron a la altura, el sexto se dejó algo más en la muleta de Daniel Luque pero por lo general justos de fuerzas no pararon de perder las manos en toda la tarde, los toreros unos más que otros tuvieron que cuidar y arriesgar en terrenos complicados para no llevarse nada.

Crónicas de la prensa:

ABC

Por Andrés Amorós. Solo brilla Escribano con complicados victorinos en Sevilla

Después de una tarde de figuras con toros flojos, la esperanza de los aficionados, como tantas veces, se llama Victorino Martín. En el año de la muerte del patriarca, el hijo está apostando muy fuerte, en todas las grandes Ferias. Después de «Cobradiezmos», Sevilla es, definitivamente, una de sus Plazas. Desgraciadamente, el resultado no corresponde a las expectativas: los seis toros cárdenos, serios, bien armados, no dan buen juego; los cuatro primeros, complicados, difíciles, no permiten faenas lucidas; los dos últimos, manejables pero flojos, de escaso fondo. Los tres diestros muestran su profesionalidad pero sólo brilla Manuel Escribano, que da una merecida vuelta al ruedo en el quinto.

Merece elogio que Antonio Ferrera, reconocido ya como figura, siga apuntándose a esta divisa. El público sigue reclamándole que ponga banderillas, sin enterarse de que ha decidido, este año, cambiar su estrategia, dejándolo sólo para especiales ocasiones. El primero, que se llama «Escriño» (el cesto de paja donde se lleva la comida a los bueyes), marca ya el signo de la tarde: flaquea, queda corto, vuelve rápido. Ferrera le va enseñando a embestir, intenta alargar las embestidas, resuelve con oficio los momentos de apuro. No llega a alimaña, se queda – como aquí dicen – en “esaborío”. El diestro se atasca, al matar (y se lastima, en la mano). Al cuarto, aplaudido de salida (como algunos de sus hermanos), le pican muy trasero. Resuelve Montoliú en banderillas. El toro es pegajoso, se orienta: se traga el primer muletazo pero se quita de encima el segundo; parece dormidito y pega un gañafón. A estas alturas de la tarde, la gente ya está aburrida, se impacienta. Esta vez mata bien. No ha tenido opciones.

Manuel Escribano ha rozado de cerca el triunfo, ha estado muy entregado, toda la tarde. En los dos toros ha ido a portagayola y ha puesto banderillas. El segundo toro es listo, se orienta, no permite confiarse. La larga cambiada es angustiosa, el toro sale distraído, se le para delante. Manuel logra lances vibrantes y muestra su facilidad, con los palos. Con valor y conocimiento, le saca algunos naturales estimables (por la derecha, no tenía ni un pase) y agarra con decisión la estocada. En el quinto, otra vez a porta gayola, se salva tirándose al suelo y enlaza verónicas con emoción, que hacen sonar la música. En banderillas, nos asusta con un tremendo quiebro por dentro, que pone al público en pie. Brinda al crítico Emilio Parejo. Este toro humilla, arrastra el morrillo por el suelo, con estilo «mexicano», casi a cámara lenta, pero tiene muy poco fondo, más clase que fuerza. Se luce la magnífica banda mientras Manuel aprovecha las nobles embestidas con decisión y cabeza. Agarra una buena estocada, hay fuerte petición de oreja y da una merecida vuelta al ruedo. No se le puede pedir más. Una auténtica alimaña

La capacidad de Daniel Luque está demostrada pero perdió el tren de las Ferias; intenta ahora recuperarlo, en una nueva etapa, pero no es fácil. El tercero pierde las manos, espera en banderillas, pega arreones, se revuelve: una auténtica alimaña. El diestro no se descompone, le busca las vueltas y acaba con regates, por la cara: lo que el toro se merece. Entrando muy de largo, pincha. La media estocada provoca mucho derrame pero el toro se resiste a morir: incomprensiblemente, acaba siendo ovacionado. (¿Dónde está el criterio de la Plaza?). Sentencia mi compañero: «Sólo ha sido bravo en la muerte». Luque ha estado bien, salvo al matar. El sexto se parece al quinto, embiste con son pero se raja pronto, tiene poco fondo. Luque dibuja buenas verónicas; se lucen Caricol y Cervantes, en banderillas; consigue muletazos clásicos, con gusto, en una faena desigual. Se ha justificado.

No han dado el juego esperado los victorinos pero eso no justifica la falta de casta de otros toros. Escribano se ha confirmado como un valiente profesional.

POSTDATA: La semana pasada, en Las Ventas, realizó su primer acto el Club Taurino de Rusia, con sede en Madrid. Acompañé a Nina Solovyeva, profesora de la Universidad de Moscú, en el desarrollo del tema «El toro, concepto clave de la cultura y el lenguaje de España». Ella descubrió nuestra Fiesta cuando visitó España Gprbachov y escuchó, en TV, que algunos le aclamaban llamándole «torero». Como no lo entendía, fue a una corrida, le apareció apasionante, estudió el lenguaje taurino y realizó una Tesis Doctoral (¡ojo!, una Tesis, no un Máster) sobre ese tema. Su conclusión es que ciertos conceptos definen la cultura de un país: en Alemania, la puntualidad; en Inglaterra, la privacidad; en Francia, el «savoir vivre»; en España, sin duda alguna, el toro, aunque ahora algunos se empeñen en negarlo. Recordé yo que ha habido dos intentos de celebrar corridas en Rusia: el de Luis Miguel y el de Raúl Galindo, que apareció, vestido de luces, en la Plaza Roja de Moscú. Se vendieron muchísimas entradas pero la Iglesia Ortodoxa Rusa logró prohibir el espectáculo. Ahora, en España, algunos quieren parecerse a los ortodoxos rusos.

El País

Por Antonio Lorca. Victorino, tiempo de flaquezas y bostezos

La expectación se tornó pronto en decepción; y de ahí al bostezo no hay más que un paso. Se mantuvo la esperanza hasta el final, pero no hubo gracia divina, no hubo toro, sino sucedáneos de esos ejemplares encastados que todos esperaban. Fracaso, pues, de Victorino Martín, una dura cura de humildad para el justamente premiado ganadero, y la prueba evidente de que la prestigiosa marca no posee el patrimonio de la bravura, sino un buen armario, donde se mezclan trajes de primera clase con otros de saldo. O dicho de otro modo: la bravura y la casta son misterios que solo se desvelan muy de vez en cuando.

Y ayer no pudo ser, pero el interés en la Maestranza era enorme; no se llenó la plaza (otro aviso para los taurinos), pero existía el runrún de la emoción que es capaz de despertar este tipo de toro.

No hubo ocasión, sin embargo. Salió el primero, bonito de lámina, y fue recibido con alborozo por los tendidos, aunque pronto evidenció que sus defectos superaban con creces a sus presuntas cualidades. Sus fortaleza estaba cogida con alfileres; el viaje, muy corto, remiso en el caballo, de extremidades flácidas, sin codicia ni velocidad en los dos primeros tercios. Volvió a flaquear en la muleta, con la cara a media altura, escasamente propicio para el lucimiento.

El segundo fue hermano de camada y comportamiento; desigual en el caballo, solo admitió algunos pases por la izquierda, noble, eso sí, como un fiel borreguito a veces, pero muy descastado, sin fiereza ni codicia.

El tercero flaqueó de salida, como todos. Cumplió ante el picador con claros síntomas de desequilibrio muscular. Cuando Juan Contreras lo citó en banderillas, se le paró en la pechera, lo encunó y se lo llevó por delante sin más consecuencia que el susto de muerte. Instantes después, dijo ser peligroso, y se mostró dispuesto a buscar las carnes de su matador, que se libró de milagro de la cornada.

Otro toro complicado el cuarto, que tiraba gañafones a las nubes y no tuvo un pase. El quinto engañó al respetable, pues apareció con muchos pies y pronto se vino abajo, de modo de embistió con nobleza y humillación pero sin transmitir absolutamente nada. Y el sexto hizo lo propio, se dejó dar algún muletazo, y poco más.

Tiempo de flaquezas, pues.

¿Y los toreros?

El momento más espectacular de la tarde lo protagonizó Manuel Escribano. A sus dos toros los esperó de rodillas en los medios. El primero dudó al verlo, el torero hizo de tripas corazón, aguantó la embestida y esquivó la cornada. El otro salió de toriles como un tren y si Escribano no echa el cuerpo a tierra lo manda a la bandera. Repuesto del susto, dio dos largas cambiadas pegado a tablas y una tanda de apasionadas verónicas que levantaron un clamor en los tendidos y los sones de la banda de música.

A los dos los banderilleó con facilidad, entrega y riesgo; especialmente, el tercer par al quinto, sentado en el estribo y al quiebro. Lo intentó de veras en su lote y el premio fue una merecida vuelta al ruedo a la muerte del quinto.

Poco pudo hacer Antonio Ferrera en su segunda comparecencia abrileña. Largo y espeso ante su primero, quiso exprimir la nula embestida del toro y lo que provocó fue el bostezo del respetable. Superó con gallardía las malas pulgas del cuarto y salió indemne de la plaza, que no es poco.

Y dejó buen sabor de boca Daniel Luque, con mucho conocimiento y técnica depurada ante sus dos toros. Con el peligroso tercero mantuvo una interesante pelea, sobrado de facultades el torero, y solo estas le permitieron salir airoso del dificultoso trance. Robó muletazos sueltos al sexto, muy comprometido Luque toda la tarde, y el público se lo agradeció con una cariñosa ovación. Y otra más unánime recibió Raúl Caricol, subalterno de su cuadrilla, por colocar dos ajustados pares de banderillas a ese último toro.

No pudo ser; fallaron los victorinos en contra de todos los deseos más que de las previsiones. Pero hubo toros con trapío, hubo interés en los tendidos y la esperanza se mantuvo hasta el final. Una pena que las flaquezas acabaran con la esperanza.

El Correo de Andalucía

Por Álvaro Rodríguez del Moral. Por ser vos quien sois…

La reflexión puede escocer pero es tal cual. Si la corrida que echó ayer Victorino Martín a la plaza de la Maestranza hubiera estado marcada con otro hierro se habrían vuelto a abrir las aguas del mar muerto. Ni más ni menos. Pero el anuncio de los antiguos albaserradas cuenta con una predisposición positiva que les permitió pasar el fielato baratillero sin muchos reproches ni demasiadas preguntas. En su hoja de servicios cuentan con el indulto reciente de Cobradiezmos o el emocionante –y desigual– encierro jugado el año pasado. La memoria más lejana recuerda a Borgoñés y a otros ejemplares de nota que forjaron el prestigio de una vacada que –ésa es también la verdad– tuvo que vencer muchas reticencias para debutar en la plaza de la Real Maestranza de Sevilla. Pero de eso ya hace mucho y los grises de los campos cacereños se han convertido, por derecho propio, en un capítulo imprescindible del serial abrileño. Eso no es óbice para que los seis galafates jugados ayer puedan y deban ser juzgados con objetividad. Pero para eso hay que ir por partes…

La lidia de los seis, atendiendo a sus parejas condiciones fue casi calcada. Eso sí, esas ganas de querer ver lo que no llegó a pasar predispuso al personal a revalorizar cualquier lance de la lidia. Sólo así se explica la nutrida –pero insuficiente– petición de oreja que animó a Manuel Escribano a dar la única vuelta al ruedo de todo el festejo. El matador de Gerena, ojo, había estado francamente bien con ese quinto al que recibió con una larga emocionante que pudo acabar en tragedia. Dos lampreazos más de rodillas y un animoso y lucido ramillete de verónicas saludadas con la música pusieron aquello a hervir.

Manuel, perro viejo, sabía que había que mantener la tensión y volvió a meterse a la parroquia en el bolsillo con ese par, marca de la casa, que se inicia sentado en el estribo y se culmina clavando por los adentros. El victorino había humillado en la brega y Escribano, que brindó al veterano informador taurino Emilio Parejo, lo supo enseñar en un puñado de muletazos de irreprochable trazo que se cortaron en seco en cuanto el animal echó el freno. Lo mató bien y, sobre todo, rápido. Pero la oreja no llegó a caer. Manuel había tenido que lidiar antes a un segundo entrepelado en el que no faltó la portagayola de rigor. Lo banderilleó con acierto; dibujó algún natural… pero, como todo el encierro empezó a reponer antes de tiempo dejando el asunto en agua de borrajas.

Agradó, por cierto, la predisposición de Daniel Luque, hábil, técnico y entregado con un tercero al que le faltó humillar en los embroques y desplazarse en los viajes. Dani supo cruzarse, citarlo al pitón contrario y robarle los muletazos que posiblemente no tenía. Por el izquierdo fue otro cantar: el toro sólo quería arrancarle la cabeza pero el otro matador de Gerena acertó a buscarle las vueltas antes de desplantarse con majeza y oportunidad. Posiblemente habría optado a oreja si la espada hubiera entrado pronto y bien. Al público de aluvión no le agradó la vomitona de sangre y el asunto quedó en leves palmas que Luque agradeció desde el callejón.

Pero el torero volvió dispuesto a dar lo mejor de sí mismo con el serio sexto, otro toro que –como alguno de sus hermanos– fue ovacionado de salida. Las primeras embestidas del bicho hicieron albergar alguna esperanza que Daniel confirmó en los primeros muletazos de su labor. Hubo una serie reunida, templada y bien trazada pero cuando parecía que la faena iba a tomar vuelo definitivamente el bicho echó el freno de mano descomponiendo el pasodoble. El feo espadazo, ay, tampoco ayudó.

El primer espada era Antonio Ferrera. Esta vez no hubo platinos que pulir. Ferrera, que escenificó siempre la lidia, pasó más tiempo del recomendable delante de dos animales sin posibilidades que le dejaron prácticamente inédito en espera de su tercer compromiso, el jueves de farolillos, con los toros de Jandilla.

La Razón

Por Andrés Muriel. Victorino y la incertidumbre

Ninguno de los seis «victorinos» que saltaron ayer a la Maestranza recordó a los grandes nombres que adornan la historia de esta ganadería en Sevilla. Ni sombra de «Borgoñés», de «Mecanizado», de la tanqueta de asalto que fue «Cobradiezmos» y que sigue prolongando la estirpe guerrera en la finca «Las Tiesas». No fue la corrida que le hubiera gustado a Victorino Martín como tributo a su padre; pero lo que no estuvo es totalmente ayuna de emoción, ese mal que tanto abunda y que tantas aficiones mata. Hubo subidas y bajadas de tensión, climacs y ciertos interludios pero Victorino Martín sigue siendo sinónimo de incertidumbre porque casi nunca se sabe quién ni cuándo va a ganar la partida. Al tercero lo pitaron porque dicen que esquió con los cuartos traseros. Menos mal que estaba inválida la criatura… Que se lo pregunten a Juan Contreras. El toro se emboscó en el tercio y le soltó un navajazo en el pecho cuando se descubrió para clavarle las banderillas que fue milagro o providencia que ahora no estemos hablando de una tragedia. Que le pregunten a Daniel Luque cuando trató de meterlo en la muleta y le volaron los hachazos buscando la carne de los muslos. Ya hemos dicho que no fue la corrida soñada, pero las cardíacas portagayolas de Manuel Escribano metieron al público por el camino del disfrute y del miedo. No es el momento ni el día de ponerse estupendos que estamos en feria pero hay en los toros algo de ese «pathos» trágico que produce a la vez admiración y rechazo: el deseo de ver entre los dedos cuando el quinto salió como el mortero de un bazuca por la puerta de chiqueros y se le paró a Manuel Escribano, al que le tableteaban las piernas de hinojos en el albero, a un metro de los alamares. No fue la corrida esperada y menos después de lucir la vitola del mejor encierro de 2017. Estamos de acuerdo. Pero que todas las malas corridas que nos esperan sean como esta mala corrida de Victorino.

14_abril_18_sevilla.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:14 (editor externo)