Herramientas de usuario

Herramientas del sitio


14_julio_18_pamplona

PLAZA DE TOROS DE PAMPLONA

Sábado, 14 de julio de 2018

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de Miura, desiguales de presentación. El 1º, sin entrega, derrotón, de corta arrancada y complicado; el 2º, de medios pases y sin querer pasar; el 3º, va y viene, derrotón y sin entrega; el 4º, de Fuente Ymbro, desfondado y sin querer pasar; el 5º, derrotón y sin pasar; y el 6º, complicado

Diestros:

Rafaelillo: de purísima y oro, estocada corta, cuatro descabellos (silencio); pinchazo, estocada (silencio).

Rubén Pinar: de grana y oro, estocada corta caída (saludos); estocada, descabello (vuelta).

Pepe Moral:de grana y oro, estocada (saludos); pinchazo, pinchazo hondo abajo, estocada, aviso, descabello (silencio).

Banderilleros que saludaron:

Tiempo: Bueno

Entrada: LLeno

Video: https://twitter.com/i/status/1018209193210339329

Galería de imágenes:

Crónicas de la prensa:

El Mundo

Por Vicente Zabala de la Serna. Una complicada y deslucida miurada baja el telón de San Fermín 2018

Desgraciadamente, y a pesar de todo, la corrida de Miura no pudo lidiarse completa: un toro se lastimó en el enchiqueramiento una vez sorteado. Y hubo de reemplazarse por el sobrero de Fuente Ymbro. Que fue titular. El clásico cierre de San Fermín venía cojo. Y gafado. Al de Ricardo Gallardo habría de fiar Rafaelillo -la primera vez en su carrera que se enfrentaba a un hierro diferente al de Zahariche en Pamplona- las posibilidades de éxito. Pues el castaño miureño -largo y alto, tan ancho y basto de palas como de sienes- fue deslucido y complicado al máximo. Y con el poder contado para desarrollar. Los cabezazos, los medios viajes, el ataque por el palillo. Ni con las inercias que concedió se desplazaba. La apuesta por el pitón izquierdo más abordable (sic) no dio frutos y sí dos desarmes desabridos. Imposible por el derecho. Resolvió con habilidad con la espada.

Rubén Pinar sintió que su suerte podía ser otra con las embestidas iniciales de un cárdeno miureño más fino. De pitones y hechuras. Kilométricas, por cierto. Descolgó en los mandones lances del saludo a la verónica. Pero en banderillas cambió a peor. Ángel Otero -soberbio- y Víctor Manuel Martínez solucionaron con poderío las dificultades. Que crecieron a medida que avanzó la faena de Pinar. Desde los doblones de apertura, repuso el toro apoyado en las manos, rebrincado, soltando la cara. Y ya totalmente agarrado al piso a izquierdas. La recia solvencia del albaceteño de Tobarra contó con la contundencia de la espada.

El larguísimo tercero tuvo una movilidad muy loca y sin entrega. No paró. Pepe Moral lo recibió con dos largas cambiadas. Y galleó por chicuelinas hacia el caballo. Ahí faltó un puyazo en firme para quitarle la correosa repetición. A Moral le sacó el aire. Pese a su preparación física. Venía el miura sin ir metido en la muleta, sin permitir casi la colocación. Y aun así el sevillano le esbozó naturales de enorme mérito, en esa escuela que dejó Manolo Cortés. Pasar, al menos, pasaba. Cuando lo despenó de una estocada, el torero resopló. Si Rafaelillo libró un par de largas cambiadas al anterior de su lote, al de Fuente Ymbro -el más pesado de la miurada con sus 620 kilos- le echó las dos rodillas por tierra a la verónica. La hondura del atacado torazo de Gallardo era portentosa. Una brutal carrocería sin motor. Solamente con su nobleza no podía, asfixiado en su tonelaje. Otra vez Rafael sin opciones en una faena de mucho y sordo metraje.

La huesuda y agalgada anatomía del quinto miura carecía de seriedad. Ni por la cara. Impropio no sólo para Pamplona, sino para cualquier plaza de primera. A su altura y dándole sitio, con cabeza preclara y oficio curtido, Rubén Pinar le extrajo lo que daba y lo que no. Aquella inocuidad simplona terminó anclada. Sin inercias nunca puso de su parte. Pinar lo pasaportó con admirable rectitud. Un solo golpe de descabello y la rapidez de las mulillas en el arrastre le birlaron la oreja. Paseó una sincera vuelta al ruedo.

El tremendo aparato del último imponía. Tampoco humilló. Ninguno a fin de cuentas. Otro con el poder limitado -sin que perdiese una mano-, ese que habita en los cuartos traseros, en la bravura que no existió. Entre las complicaciones y el deslucimiento se movió la miurada. La descarada retranca del violento Aguilito arruinó las posibilidades de Pepe Moral. Que pasó un quinario para darle muerte.Bajó el telón San Fermín 2018 con la mayúscula decepción de Miura como amargo postre.

La Razón

Por Patricia Navarro. Miuras sin honores en el cierre sanferminero

Imposible era. Ponerse por el pitón zurdo de ese primero de la tarde. Un Miura. Los Miura que siguen teniendo una leyenda gigante. Tan amplia como para lograr la locura matinal y un miedo tremebundo a las seis y media de la tarde. Motivos dio ese primero. De amplia caja. Casi 600 kilos. Paleto de pitones, que topaba más que embestir, que se orientaba, que tapaba la entrada y la salida, que era un muro con dos puñales y no había por donde ir. Rafaelillo lo sufrió en mitad del jolgorio, entre cántico y cántico, ya con sabor a despedida y entrando en la nostalgia que acompaña al adiós de Pamplona. El inevitable final, aun sabiendo que es un hasta pronto. Siempre. Pamplona engancha, a pesar de que a veces cuesta entrar, pero una vez que te atrapa sabes que es para siempre.

Acostumbrado como está Rafael al camino duro del toreo se vio por capricho del destino con un cuarto que en vez del hierro de Miura llevaba el de Fuente Ymbro al ser remiendo. Como a quien le cae un regalo del cielo, le recibió por verónicas de rodillas. Sobrado. Pero se acabó el toro en el caballo. Se afligió. Renunció a la pelea. Se tragó su bravura, de tenerla, y lo que quedó en el ruedo era más parecido a un marmolillo que a una realidad con la que sumar. Ni uno por el derecho y lo bueno por el izquierdo le duró más o menos un abrir y cerrar de ojos. Todo lo intentó Rafaelillo.

Firme y con todos los argumentos a su alcance le plantó cara Rubén Pinar al segundo, que tampoco quería pasar, que acababa el muletazo casi a la vez de comenzar. Desarrolló el toro y el tiempo corría en contra. Se había lucido a la verónica y Otero se asomó con verdad a ese ventanal que tenía entre pitón y pitón. Pareció que el quinto tendría al menos mejor ritmo en la embestida, pero fue tan sólo una idea fugaz. El toro, que salió queriéndose comer el mundo, le costó ese mismo mundo pasar el cuerpo del torero en el engaño. Media vuelta, media arrancada… Hizo el esfuerzo Pinar y exprimió con lo que tenía delante de principio a fin, hasta meterle la espada en una fusión de espacios. Dio una vuelta al ruedo después de petición.

De récord con un podómetro era el tercero. Reponía y reponía sin fin. No paró, como si le hubieran dado cuerda, pero sin la menor instrucción de la bravura. Cabeceaba, desordenado, alocado incluso. En el polo opuesto se puso Pepe Moral para reducirle y bajarle los humos dentro de lo que podía, sobre todo al natural. Además de hacerse una maratón. De enormes pitones fue el sexto. Y reponía acortando la embestida y los espacios en cada embestida. Nada fácil. La evolución fue negativa cuando se puso al natural. Cerraba así una corrida de Miura sin honores que puso difícil la tarde a los toreros para poco a cambio, porque el esfuerzo no tenía eco. Ya queda menos para los Sanfermines 2019, mientras los Asirón y compañía nos dejen. Así la vida.

El País

Por Antonio Lorca. Durísimo cierre de Miura

Una durísima corrida del legendario hierro de Miura cerró la feria de San Fermín, cinco toros de otra época, muy serios, de impresionante arboladura, pero muy complicados, imposibles para el toreo actual, de embestida descompuesta, broncos, violentos, repartidores de derrotes, gañafones y cabezazos por doquier… Y un cuarto toro de Fuente Ymbro, una mole de carne de 620 kilos de peso, que no podía con su alma.

Frente a todos ellos una terna de toreros modestos, de los que de verdad necesitan una oportunidad de oro para seguir adelante, Rafaelillo, Rubén Pinar y Pepe Moral, que ofrecieron una verdadera lección de responsabilidad, y hicieron gala de una extraordinaria preparación física y absoluta entrega para cumplir con tan exigente compromiso. Bueno será que la Casa de Misericordia lo tenga en cuenta y vuelva a contratarlos para el próximo año. Si no cortaron orejas no fue por su culpa. No es nada fácil estar más dispuestos que estos tres hombres frente a seis toros que les buscaban el alma para lanzarla por las nubes. Es esta otra imagen del toreo del siglo XXI, muy alejada del pellizco artístico, pero real; es otra visión del torero, pero igualmente admirable.

Impresionante la arboladura del sexto de la tarde, y temible ante Pepe Moral, que sorteó como bien supo los derrotes infames de un animal dispuesto a llevárselo por delante ante el menor descuido, y que no le fue fácil mandarlo al limbo de los toros; muy exigente el tercero, de gran movilidad cargada de extrema dificultad, muy incómodo durante toda la lidia y decidido a agotar -como así ocurrió- a su matador.

Áspero y violento el segundo de la tarde, al que Ángel Otero y Víctor Manuel Martínez banderillearon con torería, pero que ofreció nulas posibilidades a Rubén Pinar, quien aguantó cómo el correoso quinto le puso los pitones en la cara con intención de robarle el corbatín.

El primero de la tarde ya anunció de salida las peligrosas intenciones de toda la corrida, y lanzó despiadados derrotes y cabezazos al menudo cuerpo de Rafaelillo, que se vio obligado a sudar de lo lindo para salir ileso del envite; menos genio malo demostró el representante de Fuente Ymbro, pero su obesidad mórbida fue un impedimento para el lucimiento.

Total, que los tres toreros se emplearon a fondo, y orgullosos deben estar de haber vuelto al hotel sanos y salvos, aunque esta feliz circunstancia no los reconforte.

Los tres se lucieron con el capote. Rafaelillo recibió al primero con dos largas cambiadas de rodillas en el tercio, y lo mismo hizo ante el cuarto, con el añadido de varias verónicas también de hinojos. Pinar se lució a la verónica en su lote y en un par de chicuelinas ceñidas; y Moral también optó por las largas cambiadas de rodillas en el tercero, y airosas verónicas en sus dos toros.

Y eso fue todo. Los mismo toros que permitieron una mínima esperanza a poco de salir de chiqueros cambiaron de repente su comportamiento y decidieron, todos a una, que el toreo de hoy no estaba hecho para ellos.

Así las cosas, las peñas cantaron y bailaron más que ninguna otra tarde, y el presidente escondió su pañuelo cuando le pidieron la oreja del quinto para Pinar. Y no es que la mereciera, pero se han dado tantas…

ABC

Por Andrés Amorós. San Fermín: final con Miuras de otra época

Nada humano es eterno. Ni siquiera esta Fiesta. Después de más de doscientas horas de jolgorio popular, en la calle, la gran fiesta llega a su fin: último encierro, el más rápido; últimos gigantes y cabezudos; últimas jotas; último apartado; última corrida; últimos cánticos; últimos fuegos artificiales… Toda la jornada nos ha acompañado la dulce melancolía del «Vals» de Astrain…

La Feria taurina alcanzó el viernes, con Padilla y Roca Rey, una cumbre emocional. Me dice Gonzalo Santonja: «¡Qué lástima que Televisión Española no transmitiera en directo el festejo!» Tiene razón: en el mundo entero, hubiera sido un acontecimiento. Pero los políticos que rigen la televisión pública no quieren tener esos éxitos…

Cierran la Feria cinco toros de Miura (uno, lesionado, es sustituido por un Fuente Ymbro). Son largos, altos, abiertos de pitones; parecen escurridos, aunque se acerquen a los 600 kilos. Después de tantos años, conservan intacta su singularidad y su leyenda. (El maestro Antonio Burgos, que estará viendo esta corrida por televisión, en Sevilla, ha señalado esta ganadería como ejemplo del mantenimiento de una tradición). En el encierro, uno de ellos ha prendido por la faja a un corredor y lo ha arrastrado muchos metros. En la Plaza, han resultado complicados, peligrosos: toros de otra época y difíciles. Los tres diestros están dignos y salen por su pie; se pide con fuerza una oreja para Rubén Pinar.

Rafaelillo es experto en buscarles las vueltas a estas reses, con un toreo sobre las piernas, de aroma antiguo. El año pasado salió aquí en hombros, con Miuras, después de una fiera pelea. Recibe con dos largas de rodillas al primero, casi tan alto como él, que corta, en banderillas; en la muleta, pega derrotes y queda corto. Rafael resuelve la papeleta con oficio y mata con habilidad. El cuarto, de Fuente Ymbro, muy serio, supera los 600 kilos, tiene una embestida más manejable, aunque dura poco: permite que Rafaelillo ligue muletazos, con una estética más acorde con el gusto actual. Prolonga demasiado la faena; mata bien, a la segunda.

Rubén Pinar intenta volver a las Ferias, tiene el oficio y el temple de los buenos toreros albaceteños. Saluda el valiente Ángel Otero, en banderillas, en el cárdeno segundo, que va a peor, se defiende, pega cabezazos. Rubén, firme y profesional, aguanta las tarascadas y mete la espada. Recibe con lances aseados al quinto, zancudo, manejable. Brinda al llamado «Alcalde de sol», un personaje que anuda un pañuelo a los diestros triunfadores, en la vuelta al ruedo. Pinar le saca muletazos con mucho oficio hasta que el toro echa el cierre; logra una estocada a toma y daca: petición y vuelta.

El sevillano Pepe Moral está consiguiendo buenos éxitos, en corridas duras, con sus naturales clásicos, en los que se advierte la huella del gran maestro Manolo Cortés. Después de tres largas de rodillas, lancea con gusto y gallea por chicuelinas en el tercero, que se mueve sin parar, no tiene gran peligro pero es muy pegajoso, no le deja respirar ni un momento. Moral pasa el trago, traza algunos muletazos con buen estilo y lo mata bien. Impresiona la estampa del último, un colorado muy alto, que ni se deja banderillear ni humilla nada, con la cara muy suelta. Los esfuerzos de Pepe Moral no tienen fruto. Pasa un quinario para matarlo.

Lo resumió Hemingway con lacónica precisión: «Fue una fiesta y duró siete días». Ha concluido una Feria que no olvidaremos: previamente, las absurdas declaraciones del alcalde de Bildu contra las corridas de toros; en el centro de la Feria, la abundancia de percances; el clamor final, con las despedidas de Padilla y Pepín Liria; las salidas en hombros de Roca Rey y Octavio Chacón… Esta noche, a las doce, en la Plaza Consistorial, con miles de velas encendidas, volverá a sonar el triste cántico: «¡Pobre de mí, se han acabao las fiestas/ de San Fermín». Pero, enseguida, nacerá la justa réplica: «¡Ya falta menos!…» ¡Hasta el próximo año, si Dios quiere!

14_julio_18_pamplona.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:25 (editor externo)