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REAL MAESTRANZA DE SEVILLA

Domingo 16 de abril de 2023

Corrida de toros

Ficha técnica del festejo

Ganadería: Toros de Fermín Bohórquez (bien presentados, con diferente juego, sosos en general; 1º justo de fuerza, 2º manso, pitado, los mejores: 3º y 5º).

Diestros:

Borja Jiménez. Estocada casi entera, ovación.

Lama de Góngora. Estocada,ovación

Rafael Serna. Pinchazo hondo, municipal, descabello, saludos desde el tercio.

Ángel Jiménez. Estocada, rueda sin puntilla, ovación.

José Ruíz Muñoz. Estocada caída, vuelta al ruedo con fuerte petición y bronca al presidente.

Juan Pedro García "Calerito". Estocada, saludos desde el tercio.

Banderilleros que saludaron: Fernando Sánchez y José Chacón, en el 2º.

Presidente: Fernando Fernández-Figueroa.

Tiempo: soleado, algo de viento.

Entrada: más de media plaza.

Imágenes

Video resumen del festejo AQUí

Fotografía/video: Arjona/Toromedia.

Puerta de Arrastre

Por Santiago Sánchez Traver

Aroma de romero y desprecio presidencial

La llamada Corrida de la Oportunidad resulto ser tal, la oportunidad de ver a seis toreros sevillanos que andan luchando por esas plazas de Dios y la verdad es que ninguno desentonó ante un encierro sin fondo y de tipo complicado de Fermín Bohórquez, que volvía a lidiarse a pie 75 años después en la Maestranza. Hubo de todo pero, en general, falta de fondo y entrega en el final de las faenas. Los mejores el 3º y el 5º que se dejaron, cada uno a su modo, y el segundo un manso integral, que le tocó a Lama de Góngora con que el que demostró experiencia. Los demás cumplieron, demostrando oficio, como Borja Jiménez y Calerito muy por encima de sus morlacos, y el ecijano Ángel Jiménez también sobrado. A Rafa Serna le tocó el mejor y habría cortado oreja de no errar con la espada tras faena apañada y correcta. Y el quinto, muy sosito, se encontró con Ruiz Muñoz, que brindó a su tío abuelo (la más clamorosa ovación de la tarde se la llevó el Faraón) y realizó una faena de muchísimo gusto con detalles de cartel que remató de estocada caída apenas un centímetro. La petición fue unánime y el presidente, antirreglamentariamente, la obvió, dejando al respetable con las ganas. Este presidente, por cierto, sacó a Padilla por la Puerta del Príncipe con tres orejas cuando apenas mereció una. Ese es su criterio y su gusto taurino, qué penita para esta plaza. No hubo cese entonces y ahora ha pasado lo que ha pasado. Pero si quería fastidiar al torero o a su familia le ha hecho un favor: le va a servir más la polémica que la oreja negada injustamente.

Crónica de la prensa

Por Antonio Lorca. El País. Brindis a Curro

Allí estaba Curro, a sus relucientes 89 años, en una delantera de palco para asistir a la presentación de José Ruiz Muñoz, su sobrino nieto, en La Maestranza. Cuando sonaron los clarines para el comienzo del último tercio, el joven pidió permiso y se acercó a la jurisdicción de su tío abuelo. Levantó la montera y la mirada, y dijo en alta voz: “Don Francisco, le estoy muy agradecido por haberse dedicado al toreo, que ha llenado usted esta plaza de buenos aficionados”. Curro no pudo oírlo porque estaba lejos, pero los tendidos se pusieron en pie y rompieron en una unánime ovación de reconocimiento al querido maestro sevillano.

Momentos antes, Ruiz Muñoz, que llevaba bordadas dos ramitas de romero en la espalda de su chaquetilla, había toreado a la verónica con sorprendente naturalidad, y un aroma currista muy familiar para todos los presentes; y galleó por chicuelinas con pinturería. Tras el brindis, quiso demostrar que tiene un concepto diferente, que su fuente es la que es, y el público se lo reconoció. Hubo detalles de personalidad, pero a toda su labor le faltó intensidad, hondura y credibilidad. Dio la impresión de que se conformaba con pinceladas, cuando el noble toro era el mejor colaborador para una labor de triunfo. No se metió en faena, no se embraguetó, no cuajó como era debido a su bondadoso oponente. Al final del trasteo, allá por la sexta tanda, quiso enmendarse con unos buenos derechazos, una trinchera de cartel y unos ayudados airosos, aunque la vuelta al ruedo fue un premio excesivo, a pesar de que le pidieron la oreja.

Otro toro que se fue con las orejas colgando fue el tercero, que correspondió a Rafael Serna. Lució ese animal un pitón izquierdo de esos de los que se dice que llevan colgando un cortijo. Su labor fue desigual e intermitente; incapaz el torero de exprimir la calidad del toro por ese lado que no pareció ver o no supo encontrar el modo de lucirlo. Fue la suya una faena larga, con algún elegante cambio de manos y muletazos sueltos estimables. No hubo la rotundidad que la ocasión merecía.

Estos dos fueron los mejores, -los únicos-, toros de una corrida muy desigual, mansa en los caballos, con escaso fondo en sus entrañas y excesiva sosería en su comportamiento.

Y en el ruedo había seis toreros sevillanos, a los que la empresa había ofrecido esta oportunidad, y todos ellos, con escasa experiencia, demostraron, cada cual a su estilo, que cuentan con mimbres para intentar subir peldaños en una profesión que no se les ha puesto fácil.

Borja Jiménez, por ejemplo, tiene planta, oficio y buen aire. Se mostró muy firme con los trastos ante el soso primer toro, de muy escasa codicia y al que le costaba un mundo acudir al cite.

Lama de Góngora, que se había lucido en un quite por chicuelinas al primero, se enfrentó a un manso que embestía sin humillar, con genio y violencia. No hubo continuidad en su labor, pero dejó constancia de su firmeza y de lo mucho que ha aprendido en tierras americanas.

Ángel Jiménez es un diestro ecijano de semblante serio, pero con el sentimiento torero a flor de piel. La embestida del toro era muy corta y sosa, y aun así dibujó detalles de torería que auguran un mejor futuro.

Y cerró la tarde Calerito, torero con oficio y desparpajo, buen concepto y valentía. Acudió al galope al caballo el toro que cerró plaza, y permitió que Borja Jiménez destacara en un quite por delantales y una revolera con mucho sabor. Pero el animal se desfondó demasiado pronto, y la música que sonó al final de la primera tanda con la mano derecha, tuvo que guardar silencio instantes después. Una pena que no le reconocieran la gran estocada que cobró Calerito. Era de premio.

(Persisten los problemas técnicos en MundotoroTV. Hubo abonados, se desconoce el número, que, al igual que el pasado domingo, no pudieron ver la corrida; y la imagen se congela con frecuencia, lo que impide la visión del normal desarrollo del festejo).

Por Vicente Zabala de la Serna. El Mundo. El recuerdo de Curro Romero puesto en pie con un toro de ensueño

No principió bien en Sevilla la corrida de la oportunidad, que verdaderamente lo sería con un toro de ensueño y otro muy notable de Fermín Bohózquez.Que pasó el examen de la Maestranza. Y en ése que fue para soñarlo se puso en pie el recuerdo de Curro, el mismo Romero, el aliento de la nostalgia en la carne de su sobrino nieto, José Ruiz Muñoz. Cuando ya la tarde se echaba y había sucedido todo esto:

Un toro muy serio, tocado arriba de pitones, alto de cruz y cinqueño como toda la fuerte y muy abierta de hechuras corrida de Fermín Bohórquez, había estrenado la tarde de la oportunidad con pocas esperanzas. De contado poder y escaso empleo, sus movimientos vinieron frenados, entre rebrincos y cabezazos. Borja Jiménez demostró su momento. Lo que se dice andar bien con un toro sin opciones. Asentado, plantado con pies de plomo, la muleta retrasada para buscar la limpieza, presente durante toda la faena pese a su dificultad. El suave quite de Lama de Góngora por chicuelinas desprendió su luz. La respuesta de Jiménez por el mismo palo quiso apurar lo que no había. Resolvió fácil con la espada. (Saludos).

Más murubeño de cara saltó el siguiente. Pero también emplazado, escarbando y tremendamente aquerenciado. Mucho capotazo en vano para tratar de ponerlo en el caballo. Que al final hubo de buscar las querencias del toro para cumplir con la suerte de varas. Apenas nada. Los apuntes de su buen embroque los arrasó el tsunami de su mansedumbre. Lama trató de atarse a la firmeza como un náufrago al mástil de la supervivencia. Un recto espadazo despidió su esfuerzo. (Saludos).

Vino Ondito a enarbolar el honor de la divisa jerezana. Una cara recogida, otro son ya de salida, ese pitón izquierdo marcando el camino y la diferencia. Prendida en su embestida la verdadera oportunidad, desarrollada por su notable fondo. La fijeza preclara, la nobleza del viaje, la brava repetición, la humillación exacta en el embroque. No tanto en los finales. Rafael Serna desplegó por instantes la vela de su concepto, ya en los doblones de apertura de faena. Un muletazo zurdo y genuflexo mostró la categoría de Ondito. Pero Serna se encontró más seguro por la derecha, por donde cuajó la serie más redonda. Un cambio de mano excelente volvió a enseñar todas las posibilidades del bohórquez. Entre el viento y el pulso (o su ausencia), faltó convicción, limpieza y fe en el toreo al natural. La espada tampoco sumó, cayó un aviso y no pasó nada. (Saludos).

Un cuarto muy cargado, tremendamente hondo, en los cinco años y medio -como los dos siguientes-, parecía de Samuel semejante portaviones. Su bruteza inicial fue apaciguándose. Sin mala ideas ni motor dentro de tan inmensa bodega. Ángel Jiménez cumplió entre asomando sus vetas artísticas contra la pared de negro. (Saludos).

En las antípodas de hechuras, fino, flexible, Camarero, el quinto de FB, portaba una clase de fantasía. Un portento de embestida. José Ruiz Muñoz, sobrino nieto de Curro Romero, fue dejando reflejos del espejo donde se mira: el brindis de su debut al Faraón puso la Maestranza en pie. O fue el propio Curro quien con toda su leyenda a cuestas volteó Sevilla. «¡Don Francisco, gracias…!» José, que con el capote dibujó una media bíblica, puro currorromerismo en vena, salpicó de detalles añejos una faena con aliento de la nostalgia. Desmayado sobre su derecha, sin terminar de romperse en su izquierda, siempre cadencioso. La gente empujaba y reunía en sus gargantas esas cosas bellas desperdigadas, aquel cambio de mano, fotografía faraónica de los 60. Avanzada la obra salpicada de gracia y bendición, JRM se embrocó en serio en una tanda esférica, la cumbre cincelada en aquella embestida sedosa. Los ayudados por alto barriendo el lomo de Camarero devolvieron de nuevo imágenes en blanco y negro de Romero. La estocada defectuosa no debió jamás interponerse en la senda de un trofeo que el palco negó con absurda insensibilidad. Curro, puesto en pie como su recuerdo, ovacionó con su pelo de nieve y su mirada glauca la vuelta al ruedo. Al toro de ensueño lo arrastraron entero. (Vuelta).

Y para cerrar el ilusionante envío de Fermín Bohórquez apareció un toro con un tranco que prometía el paraíso, un estilo caro. Descolgaba con son de mecedora. Calerito se fue a porta gayola y brindó a Espartaco. Pero se quedó sin material al venirse abajo el buen toro. Una gran estocada despidió la tarde. (Saludos).

Por Jesús Bayort. ABC. ¡Qué despacito torea José Ruiz Muñoz!

Ha pasado lo que todos podíamos esperar que pasara: después del cariñoso regalo de Resurrección ha llegado su correspondiente factura, que en esta ocasión se la han puesto por delante a José Ruiz Muñoz, al que le han mangado una oreja que a buen seguro le hacía más falta que aquella segunda que le otorgaron con tanta generosidad a El Juli. El palco había cambiado de protagonista, aunque era igual de bochornoso. En este caso, con mayor delito: se trataba de Fernando Fernández Figueroa, un señor que presume de haber sido novillero, al que le faltó toda la sensibilidad que había derrochado el sobrino-nieto del Faraón de Camas, que toreó al compás de un reloj de arena.

Dos matitas de romero bordadas sobre una cruz de Santiago en el dorso de su chaquetilla delataban el camino de este neófito que, lejos de cimentar su tauromaquia en el oficio y las imposturas, recurría a lo que salía del delantero: el alma. Con sentimiento y un temple innato, imposible de aprender, toreó José Ruiz Muñoz, que por siempre portará con la pesada carga de ser descendiente del faraón del toreo. Al que solemnemente le brindó la faena del quinto de la tarde, la de su presentación como matador de toros en la Maestranza, ante unos tendidos que por primera vez en este festejo se ponían en pie.

Camarero, alto, feo, ofensivo, embistió casi tan despacito como Ruiz Muñoz lo toreó. Con el capote ya marcó diferencias con sus compañeros: sin que llegase a dar una vuelta de salida se dispuso a embarcarlo adelante y mecerlo con cariño. El galleo por chicuelinas fue supremo. Y con la muleta, en una faena que aumentaba progresivamente, dejó momentos únicos cuando decidió estirar medio tranco más su trazo con la diestra. Abrochaba su labor con unos sentidos ayudados por alto antes de rubricar con una estocada, levemente tendida. Motivo insuficiente para que Fernández Figueroa, que ejercía de poli malo, le robara una oreja que, a buen seguro, le hubiera encarrilado el año. Un arte con tanta sensibilidad no puede estar gobernado por alguien tan insensible.

El ganadero seguramente saldría contento de la corrida, teniendo en cuenta que ningún toro blandeó ni retomó el rumbo hacia los corrales. Los dos primeros de la tarde cantaron rápida su condición: el primero, echando por delante las manos y defendiéndose; el segundo, manseando tanto como humillaba. El tercero olía al cruce de Garcigrande, ocultando hasta el último tercio el verdadero fondo de bravura y motor que atesoraba. El cuarto tuvo genio. El citado quinto embistió a la velocidad de un mar en calma. Y el sexto, que anunciaba muchas revoluciones, se desinfló pronto.

Ondito fue un toro muy importante, con ímpetu y talento en su embestida. Virtudes que escondía en los primeros compases, cuando únicamente se mostraba como un animal tan largo en sus hechuras como fijo ante los engaños. Era una verdadera prueba de fuego para Rafa Serna, un torero que prácticamente no torea nada, ni siquiera en el campo. El torero de la Costanilla apostó de primera hora por el animal, muy encajado sobre su compás. Y rápidamente vibraba la faena, y la plaza, pese a las complicaciones que acarrean la bravura. Escarbando, sin darle la cara, aguardaba Ondito a Serna mientras empuñaba la zurda, donde regaló otras pocas embestidas con categoría. ¿Tenía una posible oreja ganada antes de coger la espada? Quién sabe con este presidente… Lo cierto es que se precipitó en la suerte suprema y ahí se desfondó el torero, al que le cayó por lo alto todo el lamento de la oportunidad que dejaba escapar.

Cacereño, el de Lama de Góngora, no engañó a nadie. Mostraba en su salida todo lo que tenía: mansedumbre y humillación. Le costaba salir de los terrenos de toriles, pero metía la cara en el capote como no lo hizo ninguno de sus hermanos. Con su manera de enterrar el hocico se podría haber logrado el túnel de la SE-40. Pero todo en esta vida tiene unos límites, y después de un centenar de capotazos era imposible que llegase a la muleta. Finalmente se picó donde, cinco minutos antes, alguien debió pedir que se colocara el caballo: junto a los chiqueros. Ahí le caería un tercer puyazo al relance. Fernando Sánchez lo asó con las banderillas. Era el ideal para un par al sesgo, aunque optara por la manera natural. Lama estuvo técnico, con buen oficio. Lo mató con mucha verdad.

La salida de Pastelero, el cierraplaza, fue emocionante. Calerito se clavaba de hinojos frente a la puerta de toriles para iniciar un sonoro recibo a la verónica. Se notaba su frescura, su ambición. El de Aznalcóllar había cuajado anteriormente, en el quite al quinto, una media verónica digna de enmarcar. Lenta, hasta el otro extremo de su cadera. De virtuoso capotero. Con Pastelero la gente volvió a ponerse en pie con la manera de ejecutar la suerte de varas de Manuel Jesús 'Espartaco', que sin lugar a dudas es el mejor picador de la actualidad. Y aún resonaba el eco de la ovación cuando Calerito lanzó desde los medios su moneda. Pastelero arrancó como un tren, para terminar como un vespino. Sonaba Manolete mientras el joven matador sólo podía mostrar su asombrosa técnica para su corte bagaje y una admirable ambición. No resultó pesado y remató con la mejor estocada de la tarde.

Mucho antes de todo aquello había inaugurado este sexteto Borja Jiménez, un torero que sigue gafado en los sorteos. Sumiso, el primero de Fermín, tenía la cruz a la altura de uno de sus caballos. Cruzaba la vista en su salida, aunque después no lo acusara. El de Espartinas bamboleó con mucha soltura el capote. La misma soltura con la que Sumiso echaba sus manos por delante. Condición defensiva que mantuvo durante toda su lidia. Con un hilillo de sangre, como si le hubiera picado un mosquito.

Tampoco fue agradable el cuarto, de Ángel Jiménez, que tenía muy buena expresión, acapachado y arremangado, aunque demasiado atacado de peso. Con el capote hizo cosas feas, peligrosas. De tener genio, genio del malo (¿hay genio bueno?). Siempre pendiente a todos. El astigitano no terminó de encontrarle el punto, que era casi inexistente. Lo mató muy bien y despacio.

Teniendo en cuenta este resultado final, ¿qué creen que les dirá la empresa Pagés a los toreros cuando a partir de enero de 2024 empiecen a aparecer por las oficinas de la calle Adriano? Si una oreja servía para repetir en el mismo sexteto, imagínense con una ovación…

Por Álvaro Rodríguez del Moral. El Correo de Andalucía. Ruiz Muñoz: la excepcionalidad de lo distinto

El matador de toros José Ruiz Muñoz ha sido la gran sorpresa de la corrida coral de seis matadores que sirve de nexo entre el festejo del Domingo de Resurrección y el ciclo continuado que se iniciará el próximo miércoles. El sobrino de Curro mostró una personalidad diferenciada y manejó la muleta con temple y cadencia en una faena de chispazos geniales que no fue valorada por el palco.

Ése fue, a la postre, el suceso de la tarde. Se trata de un torero de escaso oficio y alternativa reciente que había logrado una plaza en este cartel coral de oportunidades por los vericuetos de la política taurina que abrieron un hueco en el sexteto ideado inicialmente por la empresa. Nada que no sepan… De alguna manera era el tapado en medio de la baraja de toreros sevillanos que se jugaban parte de su futuro inmediato a la única carta de esta corrida de Bohórquez.

La divisa jerezana cumplía 75 años desde su debut en la plaza de la Maestranza y lo hacía volviendo a lidiar a pie. Había ilusión por contemplar los ‘murubes’ de Fuente Rey embistiendo a las telas en vez de perseguir las grupas de los caballos y en el encierro, muy bien presentado, hubo de todo pero la bolita premiada –hubo dos toros con verdaderas posibilidades- iba a ser para este Ruiz Muñoz que se debate entre el poderoso espejo familiar y la asunción de un lenguaje propio, el que enseñó con la muleta, que sorprendió y caló en el público con sólo un puñado de pinceladas tan discontinuas como geniales.

El torero de Chiclana había sido más esclavo del canon currista manejando el capote, que toma un pelín agarrotado. Pero estaba dando la medida de las posibilidades del animal, también de su decidida actitud para no dejar pasar esta oportunidad de oro. Pepe Ruiz, precisamente, brindó a su tío abuelo Curro, que presenciaba la corrida desde un palco de sombra. Fue un largo parlamento cerrado con una ovación de gala, la más fuerte de la tarde hasta ese momento. Quería aprovechar el momento y lo consiguió: esa personalidad diferenciada –brazos descolgados, medias alturas, temple líquido- se hizo patente en los primeros muletazos antes de que la faena entrara en un extraño limbo.

¿Se había desinflado el toro? ¿No era capaz de tomarle el aire de nuevo? De repente surgió una serie cumbre, alada, diferencial que levantó al público. El toreo de Ruiz Muñoz, que camina entre la cadencia y la gracia, no se parece al de ningún otro y fue capaz de darle la vuelta a la tortilla con un puñado de muletazos que gozaron de la excepcionalidad de lo distinto. Un trincherazo de excelente trazo terminó de sacudir los tendidos antes de que cerrara su labor con un puñado de ayudados plenos de naturalidad. Es verdad que la espada cayó regular pero había hecho méritos suficientes para pasear la oreja que el palco, falto de sentido y sensibilidad, se empeñó en denegar. La vuelta al ruedo, eso sí, fue de clamor.

Rafa Serna estuvo a punto de pasear otro trofeo del tercero de la tarde, un toro con un notable pitón izquierdo con el que se mostró siempre muy a gusto, toreando con brillantez, especialmente en los remates de unas series a las que les cabía un muletazo más. En cualquier caso tenía la oreja en la mano pero la cosa se enredó con el acero, llegando a romperse la taleguilla y los machos mientras trataba de echarlo abajo.

Del resto de la corrida hay poco que reseñar. Lama de Góngora se encontró con un manso de libro, el segundo, que pedía que le hicieran todo pronto y en la mano. Se tardó un mundo en picarlo y lidiarlo mientras el bicho imponía sus fuertes querencias. El torero del Arenal hizo un esfuerzo y hasta enseñó las bondades de una embestida que podía funcionar tapándole todas las salidas. Pero fue imposible. Tan imposible como el lucimiento de Borja Jiménez que se encontró con un astado, el primero, que sólo tiró tarascadas haciendo infructuosos todos los esfuerzos del torero de Espartinas. Ángel Jiménez tampoco tuvo mucho que rascar con un cuarto de embestidas mortecinas al que toreó mejor de lo que merecía y Calerito se estrelló contra un sexto de más a muy menos al que recibió con una ceñidísima larga a porta gayola.

Por Luis Carlos Peris. Diario de Sevilla. Tarde de brindis y frustraciones

Se repetía la fórmula ya ensayada el pasado año, que consistía en anunciar a seis toreros locales en lo que se dio en llamar corrida de la oportunidad, pero que de oportunidad no está dando los frutos apetecidos. Seis toreros llenos de ilusión pero con un solo cartucho en la canana, lo que resulta como un más difícil todavía en busca de la meta soñada por todo el que decide ganarse la vida vestido de seda y oro. Y es lo que pensábamos cuando empezaron a salir esos murubes de Bohórquez que en nada se parecen ya a ese encaste. Negativos los dos primeros toros, la corrida fue yéndose arriba hasta culminar con un par de ejemplares de buena nota. Y sobresaliendo en el caballo Pastelero, que cerraba la tarde y que fue picado con mucha torería por Manuel Jesús Román, Espartaco por su familia.

La corrida fue rica en brindis y cortita de triunfos, que es como el cara o cruz que va de la ilusión a la frustración. Y hay que fijarse bien el empeño que puso Borja Jiménez en aprovechar ese cartucho tras brindárselo a Espartaco. Pero Sumiso se declaró insumiso a la hora de colaborar con su matador, que estuvo siempre muy por encima de él. A base de cabezazos y de saber qué se dejaba atrás se puso imposible, Borja lo mató bien y el público estuvo cariñoso con él.

Tampoco tuvo fortuna Lama de Góngora en el sorteo, pues quizá fuese Cacereño el peor de todos. Un toro huyendo siempre hacia su querencia en chiqueros hizo ímproba la brega y casi imposible banderillearlo y eso que estuvo enorme José Chacón con él. Unos naturales dando el pecho fue de lo poco que Francisco pudo sacar en claro.

Rafael Serna quiso en todo momento y hasta logró que sonase la música, pero tuvo el infortunio de que Eolo soplase con fuerza y todo quedó en los deseos y en las innegables buenas maneras del torero de la Costanilla. Le había brindado a sus dos hermanas y todo quedó para la próxima, que ojalá sea pronto.Ángel Jiménez triunfó el pasado año en esta corrida y bien espoleado que salió, Intentó abrirle los caminos idóneos a Reportero y lo único que logró fue que los tendidos le reconocieran que estuvo por encima del toro. Una estocada sin puntilla fue lo más destacado de su labor ante un toro que salió abanto y que acabó con más genio que bravura.

Y salió el quinto, llamado Camarero, y a punto estuvo de servirle a José Ruiz Muñoz las orejas en bandeja. El sobrino-nieto de Curro Romero es cierto que, salvando las lógicas distancias, se mira en su espejo. Cuando le brindó y se descubrió al Faraón en el palco del Labradores, la plaza se puso en pie para dar la mayor ovación de la tarde. No defraudó con la muleta José, ni mucho menos, pues se acopló con él y en su intentona de hacer el toreo despacioso y con empaque cierto es que lo logró en ocasiones, tanto que el público pidió con fuerza la oreja. Pero la verdad es que había más gritos que pañuelos y deben saber los usías del momento que cada vez usan guardamocos menos personas. O sea que no hubo oreja.

Y la tarde se cerraba con el animoso Calerito yendo a portagayola para recibir a Pastelero, una máquina de embestir con celo y repetición. El torero tuvo la generosidad de lucir al toro en el caballo y el lucimiento se lo repartió con el picador. Yendo muy de largo, el toro hizo una hermosa pelea, Calerito brindó a Espartaco, citó desde los medios sin probarlo y todo funcionó hasta que el toro dijo basta. Una estocada sin puntilla le ponía el punto final a la corrida y la gente hablaba de José Ruiz Muñoz.

Por Toromedia. Ruiz Muñoz sobresalió en la segunda de abono y dio la única vuelta al ruedo

El primero de la tarde no humilló en el capote de Borja Jiménez y no pudo lucirse en el recibo. Sí lo hizo en el quite por chicuelinas posterior en respuesta a uno que hizo Lama de Góngora. A la muleta llegó el de Bohórquez sin descolgar y se movió sin entrega, complicando el lucimiento de Borja. Lo intentó el torero con decisión por ambos pitones pero no tuvo opciones.

Emplazado de salida y muy aquerenciando, el segundo de la tarde no permitió a Lama de Góngora torear con el capote y tampoco se dejó picar. Se empleó en la brega José Chacón y saludaron en banderillas Fernando del Toro y Fernando Sánchez. En la muleta Lama tuvo el mérito de buscar y aguantar las embestidas de un animal totalmente negado y de este modo extraer lo poco que tuvo en series de mérito con la derecha y una al natural. Remató su labor con una buena estocada. Fue ovacionado.

Rafa Serna dio algún lance despacio por el lado izquierdo al tercero. Este toro de Bohórquez tuvo un buen inicio en la muleta permitiendo que el toreo se doblara con buen estilo y diera una primera tanda buena al natural. La faena rompió cuando Serna toreó con la derecha ligando bien por ese pitón en dos series. Después lució también al natural en una faena con buenos momentos a uno de los toros destacados de la corrida. Perdió un posible triunfo con la espada.

Ángel Jiménez no pudo lucir con el capote, pero con la muleta estuvo muy por encima de su oponente, dejándole la muleta en la cara por el lado derecho para ligar series de mérito a un toro que se dejaba pero que no transmitía mucho. Tuvo mérito su labor, que abrochó de una estocada sin puntilla. Ovación.

Ruiz Muñoz brilló en el recibo de capa al quinto, sobresaliendo la media verónica de cierre. También se lució al llevar al toro al caballo dejando bonitas medias. Brindó a Curro Romero, que fue largamente ovacionado por el público puesto de pie. Este toro de Bohórquez tuvo calidad y temple y permitió al torero sentirse en muletazos sueltos. Ruiz Muñoz hizo las cosas siempre con decoro y buen gusto, sobresaliendo a final de faena, cuando se acopló más y dio naturales muy suaves y ligó una excelente tanta con la derecha que tuvo empaque y llegó mucho al público. Mató de estocada trasera y el público reclamó una oreja que el presidente no concedió. Dio la vuelta al ruedo.

Calerito se fue a portagayola en el sexto y toreó con solvencia de capa. Brindó a Espartaco y comenzó bien la faena, haciendo sonar la música en la primera serie. El toro fue a menos y la faena no pudo seguir creciendo. Calerito estuvo firme y decidido pero sin poder alcanzar el triunfo. Fue ovacionado.

Fotografía: Arjona/Toromedia.

16_abril_23_sevilla.txt · Última modificación: 2023/04/23 06:16 por paco