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Plaza de toros de Valencia

16 de Marzo de 2017

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO


Ganadería: toros de Victoriano del Rio desiguales de poca transmisión, manejables. 2º y 3º se rajaron.

Diestros:

Sebastian Castella: de rosa y oro. Palmas tras aviso y palmas.

Miguel Angel Perera: de verde botella y oro. Silencio y dos orejas tras aviso.

Roman: de nazareno y oro. Oreja y silencio.

Banderillero que saludó: Javier Ambel , Raul Martí y Alejandro El Sirio

Tiempo:agradable

Entrada: Tres cuartos de entrada

Vídeo resumen: http://vdmedia_1.plus.es/topdigitalplus//20173/16/20170316233308_1489703713_video_2096.mp4

Crónicas de la prensa:

ABC

Por Andrés Amorós. Benévola puerta grande a Perera en la Feria de Fallas

Gran entrada; los toros de Victoriano del Río tienen movilidad; Perera sale generosamente a hombros; Román también corta una oreja: parece una tarde feliz. Pero pesan mucho los cuatro avisos (uno, en cada uno de sus toros, Castella y Perera) y nos abruman las faenas larguísimas.

El tópico actual dice que el aviso es sólo un anuncio, no un castigo. No es cierto. ¿Cuántas veces habrá que repetir que el sentido de la medida es básico, en cualquier espectáculo? En una obra de teatro, en un concierto, en una conferencia… y, por supuesto, en una corrida de toros. Si Michael Ende triunfó con «la historia interminable», en el toreo actual nos aburren, muchas tardes, con «la faena interminable»: ¡qué error! ¿Se darán cuenta alguna vez ciertos matadores de que estos larguísimos trasteos acaban cansando hasta a un público tan santo como el valenciano?

Los toros de Victoriano del Río tienen cierta casta y, en conjunto, resultan manejables.

Inicia su temporada española Castella como si quisiera batir un récord en el número de muletazos y también en la rapidez. No es fácil recordar ninguno: la cantidad vence por goleada a la calidad. Cañabate hubiera escrito que salimos agotados porque nos han molido a muletazos; Borges, con más malicia, hubiera alabado su afanoso empeño. No ha sido, ciertamente, la mejor tarde del diestro francés.

En el segundo, saluda Javier Ambel. El toro va largo pero muy pronto se raja a tablas. Insiste con tenacidad Perera sin alcanzar brillo. El cuarto se llama «Dulce», embiste así y no le amarga a Miguel Ángel. (Como tantas tardes, saluda Curro Javier, después de un gran par de banderillas). El diestro da distancia y muestra su mando con un toro muy manejable; cuando se apaga, logra circulares lentos que gustan mucho. Escucha el aviso antes de entrar a matar. Mete el brazo con decisión, la gente pide trofeos y el presidente, con clara benevolencia, concede dos.

Román es el último fruto notable de la Escuela de Tauromaquia de Valencia, que tan bien ha dirigido Manolo Carrión. Después de altibajos y vacilaciones, parece haber encontrado el camino de la decisión. En el tercero, traga mucho en banderillas El Sirio (la universalidad de la Fiesta). El toro tiene picante, transmite emoción. El joven valenciano cita de rodillas y, al cuarto muletazo, sufre una fuerte voltereta, que pudo ser cornada. Sigue toreando con mucha entrega, buenas maneras y cierta atractiva ingenuidad. Cuando la res se atempera, logra pases más suaves. En su afán por el triunfo, atropella la razón en una arrucina imposible: vuelve a librarse de la cogida. Aunque la estocada cae baja, con derrame, el entusiasmo popular le otorga la oreja. Intenta redondear el éxito en el último, en el que saludan Raúl Martí y El Sirio, pero, después de unos derechazos aceptables, el toro se para por completo. Viéndole, he recordado el pasodoble de «El gato montés», del valenciano maestro Penella: «Sí, torero quiero ser». Está bien, pero, además de ganas y valor, hay que tener cabeza para no sufrir demasiados percances .

El oficio y la técnica son necesarios pero no conviene –lo repetía el maestro Cañabate– que los toreros parezcan oficinistas.

La Razón

Por Patricia Navarro. Puerta grande de memoria pequeña

Fue una explosión, como un resorte, pero de todo el público al unísono. Andábamos metidos en la faena y eso que recién comenzaba todo. Román de rodillas, prólogo muleteril, cuando el toro le echó al aire, lanzando, violencia que encontró tope en el punto del vestido. Milagroso. Esas cosas que ocurren al cobijo de una plaza de toros. Román venía a por todas y a por todas fue. Tuvo enjundia la faena por la autenticidad, por ponerse de veras a pesar de que el toro tenía movilidad y ese punto de genio que nos hizo estar pendiente en todo momento de lo que ocurría en el ruedo, hasta que de pronto, vencido tal vez, optó por rajarse. No hubo grandes cosas, pero sí voluntad. En la puerta de toriles entró Román con la espada que se le fue abajo, fulminante el efecto y paseó un trofeo. Impecable la actitud. En el muro de la inmovilidad cayó la faena del sexto. Aquello era imposible. La única opción de lucimiento se la llevó la cuadrilla: gran labor de Raúl Martí, César Fernández y El Sirio, cada uno en lo suyo. Y entrega del matador.

Quizá fueron dos tandas, o tres, las que duró el segundo antes de rajarse para no volver nunca jamás a la pelea. Pero esas fueron templadas de principio a fin, de concepto hondo y torero de Miguel Ángel Perera. Luego se le fundieron los plomos al toro de Victoriano del Río y las opciones a la faena. Se desmonteró Curro Javier con el quinto. El toro de la sorpresa. Y creo que todos fuimos los sorprendidos. No dio la sorpresa el toro por bravísimo y repetidor, más bien se dejó, noble, acudió al engaño, dejaba estar y Perera aprovechó cada ida y venida para armar una faena plena de temple y resuelta con buenos planteamientos. Muy correcto el torero de Badajoz y mató de una buena estocada y cortó el doble trofeo. Ni un pero a la faena de Perera. Pero no era una Puerta Grande al calor de la emoción, más bien de las que se pierden en la memoria más pronto que tarde.

Largo se fue Castella con el que abrió plaza. Un toro gris, ni fu ni fa. Medias arrancadas, humilladas y desiguales con las que no se aclaró el panorama hacia ninguna parte. Y las mismas trazas tuvo la faena del cuarto. Embistió el toro casi como inercia, sin parar, sin transmisión también y sin el fondo de raza que da importancia a la faena. Anduvo largo el francés para la intensidad del contenido, eso sí, muy resuelto con la espada.

El Mundo

Por Vicente Zabala de la Serna. Una puerta grande de perfil bajo

Un toro tostado, de abierta cara, simplón pese a sus cinco años pasados, se prestó sin interés ni celo en los avíos de Sebastián Castella. Siempre andarín, pegajoso y perezoso para desplazarse. Especialmente por el pitón izquierdo. Castella construyó la faena desde el arranque sentado en el estribo, rodilla en tierra después y genuflexo a continuación. Profusa apertura que concluyó con el toro quedándose por debajo. Sería la tónica. De la embestida y de la faena. El lastre cansino que reponía contra la intención de tirar de él hacia delante. Castella alternó las manos casi constantemente. No había maldad ni intensidad. Mucho trabajo (físico también). La espada se hundió por donde apenas habían sangrado en el caballo al cinqueño.

La fealdad del siguiente pupilo de Victoriano del Río se montaba por delante. Toro viejo también (08/11). En agosto cumpliría los seis años. Cosa rara de ver en Fallas. Empeoró su lámina la pérdida de la punta del pitón derecho en el caballo. Quedó mogón. A Miguel Ángel Perera le duró un suspiro: el planteamiento de cambiados por la espalda y dos tandas poderosas en redondo de enormes pases de pecho. Mucho poder para tan poco fondo. El bruto se rajó sin remisión y marchó a tablas. En la querencia de chiqueros, Perera lo intentó en vano. La brevedad se impuso.

Román se libró de purito milagro de la cornada. En los albores de la faena al montado tercero, también con los cinco cumplidos, vio la tierra al revés. El prólogo de rodillas casi fue epílogo. Del volteretón se levantó con sólo un puntazo en la taleguilla a la altura de la ingle. No mermó el susto la disposición del valenciano. Embestía recto, sin ritmo y con pistón el de Victoriano del Río. Humillado y obediente sin embargo. En el remate de la cuarta tanda, tan vibrante por la determinación a exigir todo por abajo, el toro sacó la bandera blanca y emprendió el camino hacia la barrera que tanto había mirado. Allí Román siguió con las dosis de emoción al intentar una arrucina sin espacios. El uy se celebró en los tendidos casi como el bajonazo. El contagio de la determinación del chaval derivó en una oreja que obvió la colocación de la espada y el derrame.

El burraco cuarto de lavada cara ponía de manifiesto las desigualdades de la corrida en escalera de Victoriano del Río. Tan de final de temporada en mes tan madrugador. La desigualdad también habitaba dentro del cinqueño. Una movilidad sin sincero empleo. Para empleo, el de Sebastián Castella. Así como a destajo y no menos amontonado. Producción en cadena. Nada fue a mayores.

En la misma línea de expresión sin hacer apareció el quinto. Otro burraco. Curro Javier se desmonteró con los palos como Javier Ambel en el anterior. Miguel Ángel Perera administró los tiempos y la distancia entre series para que el toro le durase. La bondad en el límite, entre continuas miradas a tablas, sirvió para que Perera tejiese una faena que creció sobre su inteligencia y el imán de su muleta. Subió enteros el final de trenzas y ochos. La marca de la casa en ese terreno que quema, donde tan bien respira. La efectividad de la estocada pasada tuvo una reacción lisérgica en los tendidos y en el palco, que no puso freno a dos orejas que no encontraban suficientes argumentos. Bajo listón marcó la presidencia para la puerta grande. Voces discrepantes se oyeron en la vuelta al ruedo. Un trofeo hubiera bastado para el reconocimiento de MAP.

El grandón y gordo sexto se paró pronto y a plomo en la muleta de Román. Bastas y vacías hechuras que el torero de Valencia liquidó rapido. La guinda para una corrida sin fondo que terminó raramente laureda: la salida a hombros de Perera desprendió una triste sensación.

El País

Por Vicente Sobrino. Dos orejas de regalo para Miguel Ángel Perera, afanoso y decidido

El presidente de la corrida echó un borrón sobre el prestigio de la plaza de Valencia, sobre la tauromaquia en general y, además, no le hizo ningún favor a Miguel Ángel Perera. Fueron dos orejas concedidas ayunas de criterio, sin rigor y a puro capricho del usía de turno. Tanta afrenta fue, que el público, en número importante, protestó la segunda oreja y algunos incluso se encararon con el palco por semejante desatino. No cuenta este triunfo de Perera para el balance final. Y sí cuenta la desdichada decisión del presidente para desprestigiar una plaza que es de primera, pero que con palcos ocupados como este parece de tercera. Una pena.

La corrida de Victoriano del Rio fue otra pena de corrida. Ya de entrada no tuvo trapío, o si lo tuvo fue muy justo. Demasiado para una feria y plaza de élite. Saltaron toros anovillados que, como mucho, tapaban sus carencias por lucir cabezas un poco ofensivas, pero nada más. El envoltorio era escaso, pero su contenido más escaso aún. Segundo y tercero cantaron la gallina al llegar a la muleta, buscaron las tablas con descaro y un resquicio por donde huir de la plaza. Aunque este tercero fue el que más chispa sacó de todo el lote. El primero tuvo un viaje corto y los de la segunda parte de la corrida, resultaron sosos, sin emoción y sin casta. El que cerró la función, por ejemplo, se negó a tomar la muleta desde un principio. Renegó, en fin, a ser toro bravo. En varas pasaron por un trámite reglamentario sin dejar recuerdo alguno.

Con todo ese material, lo mejor y más emocionante fue la faena de Román al tercero. El toro de la tarde más parecido a un toro. Román se descaró de rodillas, y ya de pie, en el remate de esa primera tanda, sufrió una voltereta espectacular por fortuna sin consecuencia alguna. Sin inmutarse, siempre muy centrado, sin que el trance mermara su decidida apuesta, Román se encaró con el toro. Impuso sus reales, su ley, y ligó más los muletazos sobre la derecha. Con la izquierda, sin tanta continuidad, pero enganchando bien del toro y tirando de él con autoridad. Fue faena también de valiente. Valiente sin aspavientos. El toro, vencido por la superioridad del torero, optó por volver grupas y huir de la pelea. No le importó a Román que, en terrenos de toriles, se lo pasó de cerca y sorteó otro momento de peligro. La estocada fue de gran decisión y el toro salió rodado del encuentro. Oreja bien cortada y merecida. El sexto no le dio opciones. Se paró de principio y Román, que lo intentó, se estrelló ante animal tan vacío de todo.

A Perera le regalaron las dos orejas del quinto, para su desgracia porque minimiza una faena que, al menos, tuvo decidida apuesta. Ese toro, banderilleado muy bien por Curro Javier, derrochó gran sosería. Perera, insistente siempre, mantuvo una honrada postura. Comenzó bien sobre la derecha, en una primera serie con el toro bien llevado y toreado. Pero todo lo demás fue sucesión de toreo de cercanías. De muchos pases, la mayoría sin destino a ningún sitio. La última parte de la faena, con el toro rendido a una gran sosería, fue de mucha galería, con circulares del derecho y del revés, pases sacados por la espalda, que la gente agradeció. Muchos pases. Poco contenido. La estocada, ligeramente trasera, debió impactar en el presidente que concedió las dos orejas. Increíble, pero cierto. Triunfo que no cuenta.

El segundo de la tarde se le acobardó a Perera antes de contar hasta diez. Abrió la faena con sus clásicos cambiados por la espalda, combinados con otros tantos banderazos y el remate de uno de pecho. Una buena serie con la derecha, larga y con mando, aunque con la pierna contraria descargada y, de pronto, que el toro no quiso saber nada más. Sin vergüenza alguna, el de Victoriano del Río se marchó a toriles y ya se sabe que cuando uno no quiere, dos no riñen. También en este toro se lució el banderillero Javier Ambel con dos grandes pares.

La tarde de Sebastián Castella no fue para recordar. Muy afanoso, pero muy acelerado en sus dos toros. Y con poca convicción en lo que hacía. Las dos faenas fueron en exceso largas y sin argumento. En el cuarto buscó el aplauso fácil con molinetes eléctricos, pero ni aún así. Con la muleta, en fin, se perdió en la inmensidad del aburrimiento.

Toros en Valencia. Temporada 2017

16_marzo_17_valencia.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:22 (editor externo)