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Plaza de toros de Valencia

18 de Marzo de 2018

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de Juan Pedro Domecq el segundo como sobrero, y un sobrero (6º bis) de Parladé al devolverse el tercero y correrse turno. De juego manejable.

Diestros:

Enrique Ponce: de blanco y oro. Media estocada tendida y cuatro descabellos. Aviso (silencio). En el cuarto, fulminante estocada (dos orejas).

Miguel Ángel Perera: de verde botella y oro. Estocada trasera y desprendida. Aviso (saludos). En el quinto, cinco pinchazos y estocada rinconera. Aviso (saludos).

López Simón: de rosa palo y oro. Estocada al paso. Aviso (oreja). En el sexto, estocada (oreja). Salió a hombros con Ponce.

Tiempo: bueno

Entrada: tres cuartos largos de entrada

Vídeo resumen: https://twitter.com/twitter/statuses/975459219515363329

Galería de imágenes: http://www.simoncasasproduction.com/galeria/detalles-del-18-marzo/

Crónicas de la prensa:

El Mundo

Por Vicente Zabala de la Serna. El emperador de Valencia, a cámara lenta

Apostó Simón Casas al alza en la sustitución de Cayetano, y asumió la responsabilidad Enrique Ponce. Señal de compromiso y ambición 24 horas después de descerrajar su trigésimo octava puerta grande en Valencia. Fue un éxito la jugada en los tiempos que corren. No sólo por la generosa imagen ofrecida por la empresa -resten y sumen, hagan cuentas entre el caché de Ponce y un torero de la “oportunidad” que reclamaban algunos-, sino también por sostener, incluso incrementar unos puntos, la entrada. La parroquia congregada -más allá de la frontera de los tres cuartos de plaza- agradeció al maestro de Chiva su comprometida presencia, insisto, con una cerrada ovación. Que parece que hay que explicarlo todo en la edad de la demagogia barata.

“Infortunado” vino a descangallar las ilusiones con la ausencia de su empuje y su falta de humillación. Su cuajado cuerpo estaba vacío; su seria cabeza, huérfana de bravura. El espejismo del caballo fue eso. EP trató de que no parase en su diestra muleta, dándole el ritmo del que carecía. No pudo ser. Y además el acero se encasquilló en media estocada tendida e insuficiente. El juampedro murió al cuarto golpe de descabello.

A placer toreó Enrique Ponce la calidad del cuarto. Contado el fuelle, Ponce se deleitó y deleitó en el sutil manejo de las medias alturas. Un cambio de mano inmenso despejó el camino de la zurda. De cristal los naturales mecidos, el acompañamiento del talle juncal, los viajes en las yemas de los dedos. Tan suave y delicado. La inspiración del abandono también fue la constante en redondo. A cámara lenta. Sedoso el pulso. Las finas puntas del juampedro cosidas al imán de su tela. La guinda de las poncinas no fueron la guinda. Porque todavía el Sabio incombustible de Chiva le echó las rodillas por tierra. El toro dijo basta y quiso fugarse. Enrique lo acorraló para darle la última fiesta. Los tendidos se caían. Literalmente. Como cayó el aviso. El fulminante espadazo en todo lo alto explosionó letal. Un cañonazo a la puerta grande con el júbilo embalado del personal. Y van 39.

Miguel Ángel Perera vio cómo volvía a los corrales un toro colorado de tan lavada expresión como lastrados apoyos traseros. El sobrero, también de Juan Pedro Domecq, lucía hondas hechuras. Coronadas por su abierta cara. Su espíritu de mansita bondad requirió toda la templada paciencia de Perera. Para tratarlo de guiar largo con bombonas de oxígeno. El asiento de un trío de series de derechazos potenciaron tibiamente la nula vida del toro. Desde entonces al final de distancias acortadas, pasando por el momio de naturales milimetrados, el aburrimiento creció exponencialmente.

Para compensar trajo el quinto de la rematada y hechurada corrida de Juan Pedro más movilidad que toda junta. O casi (con permiso del sexto). Pero sin terminar nunca de humillar. A pesar de su tendencia, Miguel Ángel Perera no renunció al estallido de sus péndulos por la espalda. Firme y atalonado durante la faena entera. Que se desarrolló al aire del toro, gastado en su tramo postrero. La pertinaz negación con la espada redujo la recompensa a una ovación.

A las 18:20 se habían lidiado dos toros. O émulos de toro. Devuelto el tercero por su manifiesta flojedad -más evidente que en el rechazado anterior-, López Simón corrió turno. En sus manos un toro de pesada romana y estrechas sienes. De descolgado y noble son. Simón dio la versión ordenada de sí mismo. Más pulida la verticalidad, mejorada la derecha. La extensión del brazo como juego supletorio de la rígida cintura. La coreada faena sostuvo el tono. Allá en toriles. Donde apuró la embestida -un circular invertido como alegría popular, la espaldina de turno- ya menor. La estocada al paso, a toro arrancado, conquistó la oreja.

El último, sobrero de Parladé, apuntó cosas extraordinarias. El generoso tranco en la muleta de López Simón, descarado y arrodillado en los medios, prometía. Como en las dos primeras tandas, una por cada pitón, con Simón un tanto a la pala. Pero no duró la esperanza del fondo e hizo por rajarse. El joven torero de Barajas siguió de manera más voluntariosa que brillante. El acierto con la tizona despertó una pasión alucinógena. Y el palco cedió a la petición mayoritaria del trofeo. La llave para acompañar a Ponce en la fotografía de su puerta grande. Pasadas las tres horas del pistoletazo de la tarde. Cuando sonó aquella ovación de reconocimiento al emperador de Valencia.

La Razón

Por Patricia Navarro. Ponce se abandona en Valencia

Lo hizo. Despacio. Lento. Cuestión de corazón. De pulso. De desmedir las distancias que van del toro al cuerpo y abandonarse. Era la historia de Ponce. Era la historia de un Juan Pedro, noble, con clase, que se hizo cómplice mágico de una obra maestra. La transitamos de principio a fin por la despaciosidad con la que ocurrió todo. Una verticalidad en busca de la pureza que nos fue conquistando hasta llevar a Valencia, su plaza, al delirio. Torero, torero fueron los gritos del final. Los olés presidieron la faena. Era la segunda tarde del diestro. Esta en sustitución de Cayetano y atendiendo a la llamada de la empresa. No todos lo hacen. Ponce vino. Y volvió a abrir la Puerta Grande. Pero más allá de los premios, de los números, hubo el toreo, por la cercanía, por la profundidad de los momentos y por saber que ahí abajo, ante la atenta mirada de todos, Enrique Ponce, de vuelta de la vida, se abandonó a la embestida del animal, se entregó a la loca aventura de embarcar la embestida de un toro bravo y llevárselo por dentro. Esa lentitud rompió en emoción. Y así hasta el final. Se le multiplicaron los desafíos con el primero con el viento. Volaba la muleta libre mientras el toro iba y venía sin demasiadas ambiciones. Quiso Ponce. Pero fue después, claro, cuando acabó con el cuadro. Y qué cuadro.

Salió a hombros en una Puerta Grande multitudinaria camino del centro de Valencia en plenas Fallas y lo hizo junto a López Simón, que se la ganó al cortar una y una. Al tercero, sobrero también, lo esperó de largo para entrar a matar y hundió la espada. Dos fases distintas tuvo la faena ante un toro de buena condición, aunque con el fuste justo. Una primera muy centrado y ajustado con el toro de Juan Pedro y una segunda más invasiva, en las cercanías, y buscando la complicidad del público. Entrega y buen acero puso con un sexto, noble aunque a menos. Pero le dio la suma para salir a hombros en esta nueva temporada donde justo hace un año en esta plaza indultó un toro.

A pie se fue Perera. Nobleza y calidad tuvo el segundo pero tan justo de fuelle que se convertía aquello en sosería. Miguel Ángel Perera lo puso todo. Igual que con el quinto, que tuvo buena condición. También el torero. Lo que no encontró, esta vez, fue el filo de los aceros.

Hubo emoción en el ruedo. Y en la celebración del triunfo. Salida a hombros con todos los honores.

COPE

Por Sixto Naranjo. Ponce, amo y señor de Valencia, abre la puerta grande junto a López Simón

Veinticuatro horas depués del alboroto que desató en Valencia, Enrique Ponce regresaba al coso de la calle Játiva para ser fiel a su plaza y a su afición. Detalle que seguro habrá agradecido la empresa Simón Casas Production. La baja de Cayetano la salvaba Ponce con su generoso detalle. La ovación que se le tributó tras el paseíllo reconocía el gesto.

Tuvo movilidad en los primeros tercios el toro que abrió plaza. Una movilidad con cierto desorden al no entregarse en los engaños. La faena de Ponce comenzó con una tanda de tanteo a media altura pero rompió cuando después se decidió a atacarle por abajo. Rompió también a humillar el de Juan Pedro en dos tandas que tomó con más entrega y en las que el torero le llevó largo y templado. Después llegó el molesto viento, un cambio de terrenos y el acople entre toro y torero se perdió. Tampoco se retomó en el toreo al natural. Media caída y cuatro golpes de descabello acabaron con esta primera función.

Pero donde llegó la borrachera de toreo fue con el cuarto, un toro vareado y al límite de las fuerzas. Resultó fundamental la administración de alturas y tiempos que ofreció Ponce. Asentado ya el toro, el de Chiva volvió a dictar una lección de toreo cadencioso y acompasado. En redondo, aprovechando la clase del 'juampedro' para desgranar series de gran despaciosidad. Al natural después, cambiando el vuelo de la muleta para engarzar los muletazos. Y de nuevo en redondo para dictar una lección de naturalidad y toreo. Varios cambios de mano surgieron majestuosos. Estaba totalmente entregado Ponce, al que le sonó un aviso antes incluso de cambiar la espada. Las poncinas y todavía un último intento de toreo de rodillas fueron el epílogo de un trasteo que culminó de una estocada caída. No importó al público y al desnortado palco. Los dos pañuelos asomaron para hacer sumar la puerta grande número treinta y nueve de Ponce en Valencia.

No comenzó con suerte la tarde de Miguel Ángel Perera. La endeblez de su primer oponente hizo que el palco optase por devolver al toro. El sobrero, también de Juan Pedro, resultó un animal bajo de raza al que siempre le faltó fuelle para aguantar el exigente guión que imprime el torero extremeño a sus faenas. El trasteo navegó entre el intento de Perera de conducir con mando al toro y la decreciente intensidad de la embestida de éste. Hubo buen trazo en los muletazos pero faltó la chispa necesaria que no puso el toro para que aquello prendiese en los tendidos. Una estocada trasera y desprendida dejó en una ovación final el reconicimiento para el torero.

Puso toda la carne en el asador Perera con el quinto. Inició la faena con sus ya clásicos cambiados por la espalda y continuó exigiendo al toro por abajo en tandas a derechas de asfixiante mano baja. El toro se movía, pero sin ritmo y sin terminar de rebosarse en su embestida. Al natural también aplicó la misma receta el de Puebla de Prior. El escaso fondo de casta del animal hizo que la intensidad del trasteo decayese. Lo exprimió en las distancias cortas pero se atascó con la espada. Cinco pinchazos sumó antes de la estocada definitiva.

Alberto López Simón volvía un año después del indulto de 'Pasmoso' de Domingo Hernández. El madrileño también vio como su primer toro regresaba a los corrales tras mostrar una falta de fortaleza más que evidente. Corrió turno para lidiar el destinado a cerrar el festejo. El de Juan Pedro Domecq tuvo grandes dosis de nobleza y una duración que fue posible al liviano mando que imprimió López Simón. Eso sí, la gran virtud del trasteo fue la ligazón, lo que hizo que los aficionados respondiesen a su quehacer. Un final de cercanías y una estocada entera cobrada al encuentro dieron paso a una oreja con sabor fallero.

Con la puerta grande entreabierta, López Simón lidió en sexto lugar el de Parladé que estaba preparado como segundo sobrero. Todavía Ponce se entretuvo en este toro de cuajar un quite de garbosas chicuelinas que abrochó con una preciosa media. Este animal del segundo hierro de Juan Pedro fue, por volumen, el padre de toda la corrida. De rodillas prologó la faena el torero madrileño antes de construir una labor en tono decreciente, como el juego del toro. Hubo más toreo de acompañamiento que mando en los muletazos. A izquierdas hubo una tanda más reunida que fue el cénit de la obra de López Simón. Una estocada entera puso en sus manos la oreja que le valía para acompañar a Ponce.

ABC

Por Andrés Amorós. La estética de Ponce sin la emoción del toro

Para ser gran figura, no basta con torear bien, alguna tarde. Han de sumarse otras cosas: actitud, responsabilidad, compromiso con la profesión que se ha elegido y el arte que se practica. Ponce ha toreado reses de todos los encastes (más de cincuenta victorinos, por ejemplo), sin poner pegas a la televisión ni a ningún compañero, empezando en Castellón y acabando en El Pilar. No todos pueden decir lo mismo… Después de un triunfo extraordinario, en la benaventina «noche del sábado» ha tenido un gesto de figura: aceptar sustituir a Cayetano. Ningún taurino se lo hubiera aconsejado: podía «devolver» el éxito, podía interpretarse que bajaba de categoría… Frente a ello, una realidad indiscutible: salvaba a la empresa de una posible devolución de localidades y daba realce a la Feria de su tierra. A eso hay que unir una seguridad en sí mismo que suele ser patrimonio de los grandes.

Ese gesto de figura ha corrido el riesgo de frustrarse por la flojedad de los toros de Juan Pedro Domecq (que, esta vez, él no había elegido). El resumen estadístico es claro: dos toros devueltos; dos diestros salen a hombros; salvo en el último, en todos los toros suena un aviso. El festejo dura tres horas justas. ¿Es esto el ideal de una corrida de toros? Para mí, no, desde luego; sobre todo, por el tipo de reses que hemos visto. Quizá el público opina de otro modo… [Galería de imágenes de la faena de Ponce]

El segundo toro se derrumba ya en las verónicas de recibo. Surge la bronca y la triste queja de algunos aficionados que, en Valencia, no en el madrileño tendido del Siete, reclaman: «¡Toros!» Devolución. El sobrero, recibido con protestas, echa las manos por delante, por falta de fuerzas; se derrumba en las chicuelinas de López Simón. Algunos veteranos recurren a la vieja comparación de la gaseosa con bolita, apenas se le iba el gas. Perera está correcto y poderoso… con muy poco toro. La porfía es sosa. El arrimón final, con «esto», levanta división de opiniones. Mata con decisión pero defectuoso. El toro se llamaba «Onírico»: no ha sido un mal sueño; simplemente, ha propiciado una siesta plácida y comentarios sobre la ofrenda de flores a la Virgen. Recibe al quinto con verónicas de rodillas y el toro casi le imita. Comienza con pases cambiados, en el centro; se muestra rotundo, con muletazos mandones, pero pincha mal. Está claro que, por su estilo, brillaría mucho más con un toro más fuerte.

El tercero, muy escurrido, levanta protestas. Se llama «Maltrecho» y así sale. Se cae antes de varas: otra devolución. Corre el turno. El sustituto flojea, apenas lo pican pero «se deja» (horrible término actual), con una embestida mortecina. López Simón lo desplaza fuerte, con el capote; se queda quieto, vertical, liga muletazos, con bruscos toques. Abusa de agarrarse a los cuartos traseros. Aguantando, deja la estocada: oreja. El sobrero último es muy manejable. Comienza de rodillas, en el centro. La faena es voluntariosa. Recurre a las inevitables manoletinas. (¿Quién se acuerda ya de Montalvo, el medio del Real Madrid que logró pasaran de moda, al ver que un futbolista encadenaba muchas, en el homenaje a Vicente Pastor?). Mata con habilidad: otra oreja y salida a hombros.

A pesar de su maestría, Ponce consigue muy poco en el primero, que protesta y tardea, a punto de rajarse. Con mucha cabeza, le va sacando algo pero el toro no da para más. Es una pesadez tener que llamar al toro cinco veces para que embista un poquito… El cuarto, también protestado, es feble como un «Maniquí» (su nombre); en la primera serie, ya acude claudicante, pero es muy bondadoso. Ponce lo torea admirablemente, como si fuera el carretón, al ralentí, con gran plasticidad. Con el toro que tenía, no ha podido estar mejor. Mata regular: dos orejas y nueva salida a hombros, en su tierra.

La estética de Ponce ha sido inmejorable; la emoción que aporta un toro bravo, ninguna. Recuerdo que él también torea de maravilla a toros más fuertes, más encastados. Con ellos prefiero yo verle. Por muy buen torero que él sea –que lo es, sin duda– este tipo de toros aburre.

Toros en Valencia. Temporada 2018

18m_marzo_18_valencia.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:12 (editor externo)