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Plaza de Toros de Bilbao

Domingo, 20 de agosto de 2017

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de Torrestrella bien presentados, cumplidores en el caballo, encastados y dificultosos

Diestros:

Juan José Padilla: de azul marino y oro. Palmas y silencio.

Antonio Ferrera: de fucsia y oro. Ovación y oreja.

El Fandi: de azul añil y oro. Silencio y silencio.

Entrada: Un tercio de entrada.

Vídeo: http://vdmedia_1.plus.es/topdigitalplus//20178/20/20170820211757_1503256885_video_2096.mp4

Crónicas de la prensa:

El País

Por Antonio Lorca. La dificultad del toro encastado

Cuando sale un toro encastado, la cosa se pone seria; si, además, la estampa es imponente y luce cara astifina, el asunto no es para tomársela a broma.

Y eso fue lo que ocurrió con la corrida de Torrestrella, muy bien presentada, que acudió con prontitud a los caballos, persiguió en banderillas y se movió sin descanso en la muleta; prevalecieron, eso sí, la codicia, el genio y la dificultad por encima de la nobleza y la calidad que permiten el toreo moderno. Eran toros para lidiar y torear, no para dar pases; eran toros para toreros heroicos y poderosos, experimentados, con oficio y las ideas muy claras. En otras palabras, toros para un mirlo blanco.

Y pasó lo que tenía que pasar, que ganaron los de negro, que vendieron muy cara sus vidas, que no se cansaron de embestir, y, por fortuna, no dieron un disgusto irreparable a una valerosa y respetable terna que, en líneas generales, estuvo por debajo sus oponentes.

Era muy difícil estar a la altura de las circunstancias, y de hecho, solo Antonio Ferrera aprobó el complicado examen. Se le notan la claridad, la confianza, la seguridad… condiciones indispensables para salir airoso de un trance como el bilbaíno. De menos a más fue la faena a su primero, un animal muy exigente con el que se mostró firme y clarividente y pisó terrenos comprometidos en una faena de menos a más que evidenció el buen momento que atraviesa en su carrera. Del mismo tenor fue el quinto y volvió Ferrera a mostrar que está sobrado de facultades ante un toro que repitió las embestidas con genio y cierta violencia. Aún así quedaron en el recuerdo algunos naturales con aire de grandeza.

La asignatura le quedó para septiembre a Padilla. No fue torero poderoso y dominador ante el primero, que le planteó dificultades que el diestro no fue capaz de superar; y se entretuvo en una faena larguísima ante el cuarto, que embestía sin humillar, y nunca acabó de encontrar el camino del éxito. Falló repetidamente con el estoque y su labor quedó muy oscurecida.

Tampoco El Fandi dijo nada ante el complicado tercero, nada fácil en la muleta, al que dio pases acelerados y huecos; más noblote pareció el sexto, y el torero no pasó de anodino en el tercio final.

¿Y las banderillas, pues de banderilleros era el cartel? Ni un solo par como mandan los cánones, y todos a toro pasado. Los tres compartieron el tercio en los tres primeros toros, y Padilla y El Fandi clavaron en solitario en sus segundos. Ferrera desistió de hacerlo en el quinto porque al brindar con un par de garapullos con los colores de la bandera de España escuchó algunos pitos, y el torero, molesto con la protesta, dejó los palos y mandó a la cuadrilla que hiciera su labor.

Conclusión: ganaron los toros y perdió el ganadero. Se correrá la voz de la casta del toro y, a estas horas, ya estará tachada la ganadería de Torrestrella en las agendas de las figuras. Así está esto…

El Mundo

Por Vicente Zabala de la Serna. Antonio Ferrera: el poder, la raza y el orgullo

Un retrato de Iván Fandiño presidió por la mañana la misa funeral por los caídos. El patio de cuadrillas convertido en capilla provisional; la oficial se había quedado pequeña. Horas después, por el mismo desfiladero pasaban Juan José Padilla, Antonio Ferrera y El Fandi. Cartel de matadores-banderilleros que sumaba 60 años de alternativas.

Cumplidas dos décadas de doctorado, Ferrera pisa el sitio de la madurez soñada. Por cabeza, sentimiento y poso. Y el valor que no se ha escapado por los costurones que recorren su cuerpo. Y el sentido de la colocación que no se perdió en las temporadas de ausencia. Todo lo exigió el importante y nada fácil lote que le envió Álvaro Domecq. La importancia de quien no regala nada.

Un encastado pero no del todo humillado torrestrella lo examinó. Su fijeza obedecía con franqueza y recorrido a los enfibrados toques. Sabio y expresivo Antonio Ferrera. Y aplomado cuando alguna vez se le vino por dentro. Igual de feliz su hacer al natural. Tiempo entre las series. Mejoraba el toro con el trato preciso; bueno pero no tonto. A Ferrera le ha fallado a veces el reloj y la espada en esta gloriosa campaña. Ni uno ni otra harán olvidar un portentoso cambio de mano. Pero le privaron de la oreja y le regalaron un aviso.

Ante el afilado quinto, Antonio Ferrera volvió a ser el inmenso torero que cruza España en 2017. Del Puerto a Bilbao. Porque Bilbao es España. Salvo para los cuatro necionalistas que pitaron el brindis de las banderillas con la bandera de la nación. Ferrera se enfadó tanto que se negó a parear. Y devolvió los palos. La inmensa mayoría de sombra le ovacionó. Como aplaudió su intensa faena. Bravo y humillado el toro. Con las repeticiones y las aristas de la bravura que el extremeño sometió por abajo. La muleta puesta y dispuesta. Desde los doblones de oro rodilla en tierra de la obertura de faena. Mando y gobierno. El valor de plomo para someter, pulir y reducir. Pesaban las puntas del torrestrella en los embroques. Y el fondo con su carburador incendiado. Y a veces cuando soltaba la cara… ¡Ay! Tremendo el tipo. Cuando la embestida bajó de revoluciones, AF deletreó el toreo por naturales. Enterró la espada con la misma despaciosidad. Tardó el toro en doblar. Otro más. Cayó el trofeo debido. Al poder, la raza y el orgullo. «Yo respeto mucho a todos y exijo respeto a España. Esto es España y yo me siento muy español», sentenció en el callejón.

La corrida de Torrestrella, preparada, movida y fuerte, fue globalmente correosa. Padilla sufrió la orientación del largo, altote y estrechón primero. Una seriedad de espejo cóncavo y una guasa por el pitón derecho de espejo roto. No descolgó nunca. El Ciclón de Jerez lo tenía siempre encima, en la cadera. Un desarme y un susto gordo. La dureza de los años marchitó su tensión beligerante. La veteranía fue un grado en el habilidoso uso de la espada. Quiso remontar con un cinqueño ni guapo ni tremendamente serio que se movía por la esclavina en los capotes y por el palillo en la muleta. A su aire y sin maldad. Juan José Padilla reunió en un par al sesgo todo el brillo que en otros tercios compartidos no brotó. Y luego le dio fiesta al torrestrella. Por fuera y a la voz. Surgió la comunión entre aquello y el público de Bilbao, al que se le supone un nivel. Si lo mata, le piden la oreja… Para pensárselo. Padilla y el personal, digo. La corrida de Álvaro Domecq, fallos al margen del matador jerezano con el acero y la cruceta, fue dura para morir. Y no sólo. Que se lo pregunten al Fandi, que resolvió con su curtido oficio el difícil compromiso de su regreso al Bocho.

ABC

Por Andrés Amorós. El torero Antonio Ferrera se niega a banderillear por pitarse la bandera de España en Bilbao

Al atractivo popular del cartel de matadores banderilleros se une el de los toros de Torrestrella: dentro de los Domecqs, los que suelen tener más casta. (Por eso no los torean las figuras). Las reses responden al viejo dicho del «toro de Bilbao»: serios, bien armados, con casta, movilidad y mucho que torear. Una gran corrida de toros. En su mejor temporada, Antonio Ferrera se muestra como lidiador maduro: corta una oreja que, si no hubiera sido por la espada, pudieron ser dos: una, en cada toro.

Juan José Padilla ha tenido el indudable honor de ser incluido en la lista de los personajes que la CUP catalana quiere barrer de España (junto al Rey, Aznar, Rajoy, Florentino Pérez…). El sano pueblo lo sigue admirando como a un héroe. Recibe con tres largas de rodillas al primero, codicioso. Banderillean con lucimiento los tres diestros, como harán en los tres primeros toros. Logra algunos naturales aceptables pero el toro saca genio, se cuela y se lo quita de en medio con oficio. El cuarto, manejable, humilla poco. Padilla, voluntarioso, le saca muchos muletazos, que agradan al público, pero falla, con los aceros.

El Fandi sigue garantizando el espectáculo con capote y banderillas, además de un amplio repertorio. El tercero, un hermoso toro, aplaudido de salida, es pegajoso, saca complicaciones, que el diestro resuelve con agilidad y técnica, sin brillo. En el sexto, levanta una ovación al banderillear, al violín, y jugar con un toro muy encastado, hasta pararlo. La faena no cuaja.

Si fuera un político, dirían que Antonio Ferrera es un «verso suelto». No lo es, sino un diestro que ha evolucionado hacia el clasicismo y la lidia completa (el viejo ideal de Luis Miguel). En un panorama bastante previsible, está añadiendo una dosis de torería que los aficionados valoramos mucho. Lidia bien al segundo, que acude de largo y con bravura al caballo. Con un toro encastado, bien armado, el trasteo reúne serenidad y emoción; liga y manda: una faena de torero macho –decían los revisteros–, pero mata a la segunda y pierde el merecido trofeo. Saca del caballo al quinto toreando, como hacía Gallito (y, hoy, nadie hace). Va a banderillear pero desiste, quizá porque algunos han pitado las banderillas con los colores de España. Se dobla con torería, rodilla en tierra; aguanta las rebrincadas embestidas, los tornillazos; baja la mano, en los naturales: otra faena meritoria. Logra la estocada pero el encastado toro se resiste a caer: aviso y oreja. Es un diestro maduro, en sazón, que intenta dar a cada toro la lidia clásica que le corresponde. Para el aficionado, ahora mismo, da gusto verlo.

Posdata. Ha muerto la admirada Nati Mistral. Interpretó magistralmente a Lope de Vega, a Valle-Inclán; cantó zarzuela, cuplé, canción popular… Sabía, como ahora casi nadie, recitar el verso y decir la canción. Con casi noventa años, me recitaba, de memoria, largos poemas de los Machado, de Dicenta, de San Juan de la Cruz, de Lorca. Era una hermosa mujer y una fuerza de la naturaleza. Al margen de las modas actuales, amaba a España y amaba los toros: disfrutaba yendo a Las Ventas, su Plaza. Se indignaba con muchas estupideces e indignidades de la España de hoy… Nadie cantó con tanta emoción «Los mozos de Monleón», la dramática canción popular taurina. Descanse en paz la gran artista, la querida amiga Nati Mistral.

La Razón

Por Patricia Navarro. Ferrera se niega a banderillear por pitar la bandera de España

Lo había bordado en el segundo, porque está Ferrera en ese momento en el que lo ve todo claro. Aunque llueva negro. Se disponía a poner banderillas al quinto. Y lo hizo con las banderillas de España. Hubo algunos pitos, simbología de nuestro país en tiempos difíciles para la unidad y el torero se contrarió. Decidió no banderillear y pasó los palos a sus banderilleros. El público se dividió y también hubo palmas. Salió después como si se le fuera la vida. Y el Torrestrella era difícil, encastado, como un huracán iba a la muleta, violento, con complicado desenlace del muletazo, sobre todo de mitad para adelante. Poderosísimo Antonio Ferrera, con una tremenda soberbia en su muñeca para someter una embestida que era descomunal por momentos. Tremendo Ferrera. Un gusto la veteranía, la capacidad, la clarividencia y el momento. Ser capaz de entregarse sin saber qué espera a la media vuelta de la embestida. Hundió la espada, tardó el toro en caer, pero esta vez hubo paseo de trofeo.

Largo y hondo fue el segundo, se multiplicaba por tres su imponente condición por la seriedad de su manera de embestir. Qué torero bueno tuvo delante. Cómplices para el toreo grande. Ferrera le entendió desde el principio como si tuviera la lección aprendida por adelantado y no era fácil. El toro era pronto y tenía una acometividad tremebunda, y franqueza, pero encastado, serio, largo en el viaje, huracanado a veces. Firme, solvente y de verdad por ambos pitones lo hizo todo Antonio. Confiado. Creído. Fino en lo preciso. Perfecto Ferrera. Mágica faena. Intensa. Importante toro que hubiera sacado de sus casillas a muchos toreros. Lo gozó el de Badajoz. La espada le jugó a la contra. Su dimensión de torero grande no.

El alma en vilo. Cada segundo, cada arrancada, en cada envite. La vida en el aire. Se sabía. Se intuía. Lo había cantado por el derecho, nada regalaba por el izquierdo a Juan José Padilla ese primer toro de Torrestrella. Lo sufrimos. No lo sabíamos cuando lo recibió con una larga cambiada en el tercio. Compartió banderillas después con Fandi y Ferrera. De susto la faena. Solventó Padilla y mató con oficio. Ya nos pareció mucho cuando vimos al cuarto ir y venir en la muleta con cierta nobleza, eso sí, la cara por las nubes y póngale la cara de un toro de Bilbao que no es cualquier cosa. Padilla estuvo serio en los primeros compases, cuando el Torrestrella estaba por definir, y la tarde no venía facilona, y después sacó todo su repertorio made in Padilla. Se le complicó el acero.

No perdonó una el tercero. Encastado, duro en el viaje, bronco, peleón y listo. Obligó a El Fandi a sacar su oficio de principio a fin y de hecho gracias a eso la faena pasó con solvencia. A este si te ponías con la verdad por delante, no había perdón. Lo supo Fandi y cumplió de largo. Como toda la corrida, el sexto tomó el engaño también con importancia, con casta. Casta tuvo la corrida de Torrestrella para regalar. No nos dejaba despistarnos ni un segundo, como debe ser ante un toro bravo, y héroes eran los que pasaban por ahí abajo, se multiplicaban las dificultades como los panes y los peces. Pero este sexto no quiso repetir, más a la espera, más agarrado al piso. No pudo ser. Resolvió con el acero para poner punto final a la tarde. La de Antonio Ferrera. Y van… Un año para no perdérselo.

20_agosto_17_bilbao.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:15 (editor externo)