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Plaza de Toros de Bilbao

Domingo, 19 de agosto de 2018

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de Torrestrella bien presentados, de juego diverso, ovacionado al final el ganadero.

Diestros:

Román: azul pavo y oro. Ovacion y ovación.

Gonzalo Caballero: de canela y oro. silencio y silencio , lesionado..

Luis David Adame: de obispoy oro. Oreja y ovación.

Entrada: Un tercio de entrada.

Galería de fotos: http://www.bilbao.choperatoros.com/corrida/de-bilbao-2018-3a-de-las-generales/

Vídeo: https://twitter.com/i/status/1031621611135397890

Crónicas de la prensa:

El País

Por Antonio Lorca. ¡Veleidoso público!

La ausencia de aficionados es una enfermedad incurable y sus negativos efectos se notan una barbaridad. Sin su sapiencia y exigencia, la fiesta cambia de color y, muchas veces, se torna irreconocible.

El público es soberano, faltaría más, pero yerra con preocupante frecuencia. Por ejemplo, se ha equivocado en Bilbao y no una sino varias, y no leve, sino gravemente.

Los seis toros de Torrestrella fueron aplaudidos en el arrastre cuando ninguno de ellos -ninguno- hizo méritos para tal honor. Y al ganadero, Álvaro Domecq, le obligaron a saludar desde el callejón al finalizar el festejo sin motivo justificado.

Bonitos los seis toros, preciosos, de irreprochable trapío, serios y muy ofensivos, que hicieron un juego muy desigual en varas y dificultoso y complicado en la muleta: inválido y bronco el primero, que se dejó pegar en el primer puyazo; manso el segundo y violento en el tercio final; correcto el tercero en el caballo y noble en la muleta; bravo el cuarto en el piquero y sin clase después; manso el quinto y sin fijeza ni casta, y manso el sexto, muy descastado y sin clase. Pero bonitos, eso sí, y duros a la hora de morir. Quizá, por eso el público bilbaíno se decantó por ellos y quiso ver bravura donde solo había belleza exterior.

Ese mismo público pidió y consiguió la oreja de su primer toro para el mexicano Luis David Adame, que estuvo muy por debajo de la noble condición del tercero de la tarde. Dio lo que tiene, pero su patrimonio muleta en mano es superficial y vano.

Pero le pidieron la oreja; y, sin embargo, se olvidaron de Román, que estuvo hecho un ‘tío’ ante el muy complicado primero, con el que se jugó la vida a carta cabal. Pero el toro tardó en morir y el torero tuvo la ocurrencia de aplaudir la agonía del animal, lo que hizo que los tendidos se decantaran por el de la capa negra y arrinconaran al rubio torero valenciano.

Muy serio, muy firme y valiente se mostró Román con el toro que abrió plaza, que embestía a media altura, con la mirada más fija en el cuerpo del torero que en el engaño, soso y con poca clase. Su trasteo tuvo el mérito del valor y el compromiso ante un animal brusco y nada fácil para el toreo actual. Román alargó en exceso la faena y se ganó una espectacular voltereta a la hora de matar. Cuando parecía que asomarían los pañuelos, los espectadores guardaron silencio y esperaron el arrastre del toro para dedicarle una sentida ovación. La misma actitud mostró el torero ante el soso cuarto, que embestía con la cara alta y se movió con un derroche de sosería.

Gonzalo Caballero se enfrentó a un lote difícil y mostró las carencias propias de un valeroso torero con escaso oficio. Torea poco y se le nota demasiado; sobre todo, con toros dificultosos como estos de Torrestrella. Muy exigente fue su deslucido primero, y pedía a gritos una muleta poderosa, que no es la que en este momento posee Caballero. Dio muchos pases y pocos muletazos al quinto, otro toro con más fachada que fundamento. Además, en el primer pinchazo se lesionó el hombro derecho, pero pudo matar el toro en un alarde de vergüenza torera.

Y Luis David es talentoso con el capote: verónicas, navarras, zapopinas, caleserinas… Toda una variada y lucida lección capotera; pero su tauromaquia se desinfla con la muleta en las manos. Le tocó en suerte el mejor toro, el tercero, y a todo su quehacer le faltó hondura y prestancia. Lo intentó de nuevo ante el sexto, que acudió largo en los estatuarios iniciales, pero pronto se vino abajo y la ilusión se evaporó.

Cuando los toreros ya habían abandonado la plaza, los tendidos irrumpieron en una larga y cerrada ovación hacia el ganadero, quien, obligado por la intensidad de las alabanzas, saludó a los admiradores con el sombrero del mayoral en la mano.

El Mundo

Por Vicente Zabala de la Serna. La vulgaridad premiada de Luis David y el valor sin premio de Román

Gonzalo Caballero y Luis David atravesaron el ruedo desmonterados. Como su condición de debutantes en Bilbao exigía. A su lado Román se hacía veterano sin serlo. Y en los corrales esperaba la corrida de Torrestrella. Que tan encastado, exigente y correoso papel desempeñó en 2017. Ya entonces Álvaro Domecq agradeció parabienes y premios con una sentencia: “A ver quién me la mata ahora”. Pues eso. Hoy puede repetirse la pregunta.Un ¡uy! permanente presidió la lidia y la faena del torrestrella que estrenó la tarde. Astifinísimo, descarado y hondo. Complicado por su falta de humillación, por su ausencia de fijeza. Perdió las manos varias veces en falso. El supuesto vacío de poder lo suplía con el cuello. No le convinieron ninguno de los quites con el capote a la espalda. De Caballero, por enganchones, y de Román, por atragantones. Muy valientes, sí. El valenciano tragó con todo a puro huevo. Tras los doblones de apertura, le concedió distancia: la acometida se le venció por dentro. Sin la inercia, el toro tendería a pensárselo en mitad de la suerte. A dormirse en vivos parones de espanto. Punteaba, miraba o amagaba. Siempre sin entrega. Esa era para Román. Su sinceridad por encima de la nada fácil limpieza. El valor a pelo. Para cuando se venía la bestia sin ir metida en la muleta y para cuando se resistía. Abrasivo el escaneado de las femorales. Las manoletinas de adiós no favorecieron la preparación para la muerte de un toro que nunca descolgó. El ¡uy! y el ¡ay! dieron paso al aterrador grito de terror de la plaza cuando el domecq lo colgó del pitón en el volapié a carta cabal. Por la ingle el boquete en la taleguilla. O más arriba. De entre las pezuñas se incorporó milagrosamente íntegro el torero. La estocada algo tendida tuvo su lento efecto. Una agonía larga que el ingenuo Román aplaudió. Quizá todavía sonado… Vista Alegre le reconoció su tremendo esfuerzo. ¿Lo suficiente?Muy duro fue el toro de Gonzalo Caballero. Que se soltó del primer estrellón contra el peto y sólo cobró en serio un puyazo. Otro no le hubiera venido nada mal. A Caballero se le subió a la chepa. Barbadura se erigió en el amo. Pronto y descompuesto. Su engatillada testa por las nubes. Y su genio y fortaleza intactos: se convirtió en ingobernable ante la pacata técnica.

El panorama cambió con el más fino burraco que hacía tercero. En sus líneas habitaban las buenas intenciones. Luis David Adame entremezcló verónicas y chicuelinas. Y galleó también por Chicuelo. Román y Adame mantuvieron un pulso de quites durante toda la tarde. Esa variedad de la que no te acuerdas. Por tafalleras aquél y por zapopinas éste. Humillaba el torrestrella como ninguno de una corrida que se movió fogosa más que descolgó. Pero para lo que vale es lo mismo: Luis David no se resistió al arranque de péndulos y cambiados. Luego, corrió la mano con largo trazo en un par de tandas diestras y ligadas. Aminoró el toro prestaciones y acortó distancias el mexicano. Casi a la par. ¿Qué fue antes, la gallina o el huevo? Convengamos las tablas: la embestida no encontró fondo y el torero se amontonó. Sostuvieron la entente vulgarona hasta las embarulladas bernadinas de despedida. Un espadazo al encuentro, un golpe de descabello, una oreja del montón. Brindó Román a Roa, su antiguo mentor, la muerte del cuarto por los viejos tiempos. Tardó en encontrarle el punto a aquel pasar del toro sin maldad en una faena que de principio apostó por la zurda. Cuando le dejó la muleta en la cara y enganchó por delante, ya en su derecha, le dio el ritmo del que carecía el obediente torrestrella. Y lo enredó hasta el lío de las luquecinas y el original final por bernadinas. Volvió a matar a ley y a oír una ovación.

Caballero aburrió a Dios bendito con el ancho quinto. Que iba inocuo a su altura. Ni apostó ni se entendió. A últimas se le salió el hombro en un pinchazo. Aun así acabó su labor. La desaprobación fue general. Luis David repitió esquema -la variedad en las caleserinas ahora, como en otros turnos fue por navarras y chicuelinas- con el bondadoso sexto. Que apuntó cosas sin duración. La estrategia del encimismo tampoco mejoró el diagnóstico. O lo empeoró. Se encasquilló el hombre y se despidió por manoletinas. Lo nunca visto.

ABC

Por Andrés Amorós. Una hermosa corrida de Torrestrella en Bilbao

El cartel reúne a tres jóvenes matadores, unidos por el denominador común del valor. Los tres deben definir mejor su estilo. La entrada sigue siendo pobre. Torrestrella es la ganadería triunfadora del año pasado y la que más veces ha lidiado en estas Corridas Generales. Dentro de Domecq, destaca por su casta. Consecuencia: las figuras no quieren torearlos. En el coloquio del Club Cocherito, escucho a Álvaro Domecq que, este año, no ha vendido toda la camada: un mal síntoma de cómo está la Fiesta. Los de esta tarde, serios, lucen bello y variado pelaje: burraco, castaño chorreado, colorado bragado; además, son encastados, con el interés y los problemas que eso tiene: requieren mando. Destaca el noble y precioso tercero, al que Luis David Adame corta una oreja.

Resulta chocante ver encabezar ya una terna al jovial valenciano Román: su permanente sonrisa conecta fácilmente con el público. En el primero, bien armado, compiten Caballero y él, en el mismo quite, con el capote a la espalda: ¡con lo hermosa que es la verónica! Saluda Raúl Martí. El toro se cierne, le avisa; Román aguanta varias coladas, se libra por pelos del percance; se vuelca, al matar, resultando prendido y pisoteado: saluda. El cuarto arrea, en banderillas, transmite mucho. Román se lo pasa cerca, logra ligar alguna serie de derechazos, tragando mucho, y mata con decisión. El bravo toro se resiste a morir, en una hermosa muerte, muy ovacionada.

Las bazas de Gonzalo Caballero son el valor impávido y las estocadas. El burraco segundo descabalga al piquero, protesta, rebrincado. El diestro le planta cara, traga las descompuestas embestidas y logra salir indemne. A la segunda, logra la estocada. Ha sido un hueso duro de roer. En el quinto, se queda quieto, consigue algunos muletazos aceptables, con riesgo. Al entrar a matar, sufre una lesión y a duras penas consigue acabar con él.

Luis David, el segundo de los Adame, es fácil y variado con capote y muleta. En el tercero, un burraco que es una pintura, abusa de las chicuelinas y asusta con ceñidas zapopinas. El toro va largo y noble, le deja enlazar muletazos vistosos, con entrega. No se libra de la moda de las bernadinas finales. Citando a recibir, deja una estocada defectuosa: oreja y gran ovación a este precioso «Pelolargo». También es hermoso y bravo el último, colorado: rivalizan, con el capote, Román y Luis David. Saluda Miguel Martín. La faena es animosa y variada pero desigual, el éxito se diluye. Luis David tiene condiciones pero debe dejar efectismos y profundizar en el toreo clásico.

Me queda en el recuerdo una hermosa corrida de toros: serios, encastados y dignos, algunos, de figurar en un museo, por su hermosa lámina. Pero las figuras seguirán sin torearlos…

Postdata. El año que viene, la Plaza de Bilbao saldrá a concurso, para privatizarse. Las interpelaciones de los partidos abertzales lo exigen. ¿Ayudará esto a que acuda más público? Temo que no y que prevalezca más, sin contrapeso, lo puramente mercantil: un horizonte preocupante, viendo los asientos vacíos, en estas tres primeras tardes. Y los taurinos siguen sin querer enterarse… Claro que más grave es que la vicepresidenta del Gobierno quite importancia a un político catalán que «ataca al Estado» español y que un senador pregunte por las medidas para defenderse de «un apocalipsis zombi…» Así estamos.

La Razón

Por Patricia Navarro. Bilbao enmudece a un Román de hierro

or la barriga, sin piedad, viajaban los pitones del primero en la réplica de quite que hizo Román. Supongo que aquello era cuestión de honor, porque había quitado Gonzalo Caballero también por gaoneras y el toro era suyo, de Román, y su momento. Y así lo reclamó. Mientras volaban por ahí a la caza los pitones del Torrestrella viajaba también la memoria a la dureza de la temporada del torero valenciano. Le han herido los toros este año sin tregua. Grave. De la cama a la plaza sin solución de continuidad. Una losa para la cabeza, para el valor, para el sitio en la plaza, un Everest con el toro de Bilbao. No le importó. No hubo el menor rastro de lo vivido con ese “Aguita” que exigió tela, porque nunca jamás le dio por humillar, porque nunca jamás fue metido en la muleta, porque pesó por dentro una barbaridad el toro. Se acostaba, sobre todo por el pitón derecho, y acabó por irse directo a él una vez desenmascarados los papeles. Tragó. Aguantó. Plantó cara al toro por ambos pitones. Mantuvo la compostura. Armó la labor sólida en terreno pantanoso. Se mantuvo en pie cuando a muchos quebrarían las piernas y se fue detrás de la espada con una verdad que le costó una cogida tremenda, fea. Pareció salir ileso. Bilbao no se enteró. Aplaudió al toro (¿?) e hizo saludar al torero. El camino es largo y su valor sincero y se le recompensará, supongo. No fue hoy desde luego. Ni un pañuelo a ese esfuerzo que había sido titánico y ovación para el toro. La cosa no quedó ahí. El cuarto tuvo guasa, porque embestía corto, porque no humillaba, medía, muchos desafíos en una única embestida. Todos los afrontó Román sin exageraciones. Sincero, cruzándose al pitón contrario, asumiendo el percance que podía llegar en cualquier momento porque estaba ahí, a la vuelta de cada media arrancada que amenazaba con ser un tercio e incluso menos. Verdad más verdad igual a toreo, sin las liviandades que lo adornan todo y se premian fácil, lo vemos tarde tras tarde. Y a cambio de poco, porque Bilbao volvió a silenciar, casi enmudeció. Incluso durante, como si el valor de hierro les fuera ajeno. ¿Qué había que hacer?

A lo loco embistió al segundo, sin humillar, a saltos incluso. Gonzalo Caballero, que era su matador, quiso hacerle el toreo tradicional y eso estaba cerca de la inmolación. Salir ileso ya fue el primer triunfo. Meterle la espada el segundo. Ovación para el toro. A lo loco también. El quinto tuvo movilidad sin entrega, también. Resolvió Caballero sin más brillantez y sufrió con un hombro al entrar a matar.

El tercero, con lo que llevábamos, fue rey. Tuvo movilidad y nobleza. Un reino. Luis David Adame lo lució con el capote en las lopecinas después de que Román no renunciara a su quite (no pasaba una. Ni media). El mexicano puso toda la carne en al asador, con las armas que tiene y usa. Los pases cambiados por la espalda, el toreo por ambas manos, las manoletinas del final y cuando estaba todo por dirimir, mató recibiendo que eso es una explosión doble de emoción. Y el trofeo fue suyo. Se recomponía la tarde. La inexplicable tarde. Sin duda se llevó el lote con un sexto que iba y venía, a menos, pero dejó estar. A Luis David se le amontonó la faena, se le agolparon los muletazos, de esa suma que acaba en resta y cerró la tarde. Una tarde rara.

20_agosto_18_bilbao.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:12 (editor externo)