Herramientas de usuario

Herramientas del sitio


21_agosto_17_bilbao

Plaza de Toros de Bilbao

Lunes, 21 de agosto de 2017

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de Alcurrucén serios, astifinos, encastados, de buen juego.

Diestros:

Curro Díaz: de azul pavo y oro. Silencio y oreja.

Joselito Adame: de grana y oro. Silencio y ovación.

Juan del Álamo: de sangre de toro y oro. Vuelta y silencio.

Entrada: Media plaza. Homenaje inicial a Iván Fandiño que estaba anunciado en este festejo.

Vídeo: http://vdmedia_1.plus.es/topdigitalplus//20178/21/20170821211356_1503343044_video_2096.mp4

Crónicas de la prensa:

El Mundo

Por Vicente Zabala de la Serna. El caro sonido de un gran 'Cornetilla'

Sobre la tarde pesaba el recuerdo de Iván Fandiño. Como en toda la feria. Sólo que Fandiño hubiera toreado ayer de no apagarse las luces de la vida en Aire-sur-L'Adour el 17 de junio. La canción vasca Agur jaunaksonó con profunda tristeza en los pulmones de la sinfónica de Vista Alegre, recorrió el pensamiento de la escasa y leal afición puesta en pie y murió en un “¡Gora Fandiño!” con ecos de eternidad. Su pasodoble arropó el paseíllo descubierto de los toreros. Curro Díaz parecía encabezar el desfile a paso de procesión o cortejo fúnebre. Amarga sustitución que jamás hubiera deseado firmar. Elevó el brindis al cielo como tributo a la presencia ausente. Hay quienes dicen que el adiós de Agur jaunak también es una bienvenida.

A Curro el recibimiento se lo había dado la armada cabeza del alcurrucén con un sifonazo en el capote. En el momento de destocarse de la montera ya habíapocas esperanzas en la faena. La carencia de humillación en su embestida seca derivó hacia la distracción. Los escasos brillos asequibles destellaron en la muleta de Díaz cuando vació por debajo de la pala del pitón. En este pase del desprecio, en aquel cambio de mano, en algunos derechazos que el toro no enganchó. A su altura incrementaba el punteo. La espada encasquillada extendió sine die el metraje.

Joselito Adame dibujó a pies juntos verónicas de primor. La finura de cabos, la guapeza y las líneas amables de Gaitero se fijaban en una embestida especialmente cualitativa por el derecho. Abajo también empujó en el peto durante los extraordinarios puyazos de Óscar Bernal. Del Álamo cató la clase en un quite de zapatillas reunidas hasta la media de majeza. Adame replicó por el mismo palo y por la misma mano sin aportar nada más. Desprendió el mexicano naturalidad y asiento en un trío de ligadas series en redondo. Como abertura de faena y algo más. De la composición erguida y relajada pasó a una interpretación despatarrada, más enfibrada en el toque, cuando el toro se apagaba entre las rayas. De ahí en adelante decayó el tono. Como Gaitero desinflado. Sin poner de su parte ya en el trámite zurdo. Ni una cadena de molinetes alegró la cosa. Apuró enfrontilado con la tela más retrasada. Un pinchazo señaló la zona donde se hundiría el feo bajonazo.

Como acalambrado apareció un toro colorao no sobrado de poder. Una pintura de infinita bondad que se recuperó según avanzó la lidia. Colocaba la cara apuntando promesas. Juan del Álamo no principió con el pulso fluido. Más bien tenso. Cuanto menos violentaba la embestida, una respuesta más acorde obtenía. Y ése fue el son que encontró en su izquierda. Aunque al alcurrucén le faltaba final, siempre mantuvo la intención. La faena también fue eso. De mejores intenciones que resoluciones redondas. El fresco oficio de Del Álamo conquistó una amable vuelta al ruedo.

Cornetilla se convirtió en el toro de la corrida de Alcurrucén. De lujo sus hechuras, de categoría su fondo. Como su humillación, empleo y profundidad. Caro su sonido. Curro Díaz esbozó un bello prólogo. La composición también primó en su derecha. La música arrancó como los oles. El diapasón se precipitó en picado en la tercera ronda, cuando Curro descompuso el ritmo del toro. El uso o el abuso del pico de la muleta agrandaba el desajuste y lo ensuciaba con enganchones. Nada era culpa de Cornetilla, que quería hacerlo por su camino, sin que le sacaran de las vías. Sucedió idéntico desacople al natural. Cierta remontada se intuyó cuando el veterano jiennense volvió a acompasarse. Embraguetarse con pureza es otra historia. Pero al menos recuperó la fe en su artístico concepto. Su expresión rellenó las carencias. El bache quedó atrás para la parroquia. Después de un pinchazo, el fulminante espadazo delantero hizo rodar a Cornetilla sin puntilla. La pañolada desatada desembocó en la ansiada oreja de discutible criterio; al soberbio alcurrucén le colgaban las dos con meridiana claridad.

Todo el fuelle del quinto apenas traspasó los estatuarios impertérritos del alegre descorche de faena de Joselito Adame. Sumó nobleza a la tónica santa y al estilo de la corrida de Alcurrucén, deficitaria de finales. De ese ir a más como sello de la casa. Y no a menos. La llama de este penúltimo duró el canto de un euro. La seria voluntad de Adame degeneró en tozuda insistencia baldía. Y en un mal manejo de los aceros. De nuevo por los blandos un horrible metisaca. Aun así saludó una ovación.

El trapío de los alcurrucenes volvió a conjugarse en orden con las hechuras entipadas. Como remate, el sexto. La exigencia de Bilbao armonizada. Sin embargo, fue brusco y bruto. Como para llevar la contraria a sus hermanos. De áspero y discontinuo disparo sin descolgar. Juan del Álamo se justificó con opaca tenacidad.

El País

Por Antonio Lorca. Toreo hondo e inconcluso de Curro Díaz

Iván Fandiño, que estaba anunciado para la tarde de ayer en los carteles de la feria de Bilbao, fue el protagonista ausente de la corrida. La banda municipal le dedicó el Agur Jaunak antes del paseíllo con la plaza puesta en pie y las cuadrillas desmonteradas, y Díaz y Del Álamo brindaron al cielo sus primeros toros.

Pero el festejo no respondió como cabía esperar; en esta ocasión, y sin que sirva de precedente, la culpa fue de los toros, muy mansos, sosos, descastados y sin clase, a excepción del cuarto.

Ese fue el toro de más calidad, manso en el caballo y dificultoso en banderillas, acudió a la muleta con buen son y tranco, pero Curro Díaz no alcanzó el triunfo redondo que el animal merecía. Sus inicios con la muleta fueron esperanzadores, por bajo, elegante y artista. Las dos siguientes tandas con la mano derecha estuvieron preñadas de templanza y cadencia, y en justicia destacaron la nobleza encastada del animal y la enorme torería del diestro. Pero lo bueno no duró lo suficiente. Se dejó enganchar la muleta en demasía, y, a partir de ahí, su labor quedó deslucida. La faena no tuvo arrebato y sí colofón con la espada, motivo por el que paseó la oreja.

Se encontró en primer lugar con un serio, manso y correoso toro que le impidió todo atisbo de lucimiento a pesar de su buena colocación y firmeza. Se justificó sobradamente el torero, pero sobresalieron los defectos de su oponente, soso, sin calidad y muy distraído.

Destacó más Joselito Adame con el capote que con la franela; se lució con suavidad a la verónica en sus dos toros, y destacó asimismo en quites por chicuelinas y delantales. Pronto se afligió su primero, noble y manso toro que levantó expectativas de salida, pero no aguantó el compromiso de tercio final. Abrió la boca en los primeros compases, mostró síntomas de agotamiento y no más permitió que el diestro mexicano dibujara una templada tanda con la mano derecha. El bajonazo final emborronó las buenas intenciones del torero. Otro que decepcionó, y de qué manera, fue el quinto, con el que se lucieron en banderillas Fernando Sánchez y Miguel Martín. Por ajustados estatuarios inició Adame la faena de muleta y se le valoró con justicia su firmeza ante la acometida codiciosa del animal; pero ahí acabó todo. El toro se quedó sin fuelle, y el resto careció de interés.

De salida cantó el tercero que estaba en la frontera de la invalidez, más dispuesto a doblar las manos -y bien que las perdió en ocasiones varias- que en acudir con presteza a los engaños. Se arrodilló ante el caballo, y aunque el presidente lo mantuvo en el ruedo, atendió de mala gana las invitaciones de su matador, aseado y decidido en aceptables tandas que no consiguieron elevar el tono de su actuación. A pesar de ello, dio una vuelta al ruedo que no tuvo mucho sentido. Nada pudo redondear Del Álamo en el sexto, que repartió tornillazos y acabó con la muy decidida voluntad del torero.

La Razón

Por Patricia Navarro. Trofeo para Curro en el día maldito

Me perturba este momento. El del elogio fácil al calor, casi al olor de la muerte. No lo soporto. Despierta la parte más hipócrita del ser humano. El ahora. Hoy era el día. El día en el que Iván Fandiño haría el paseíllo en su tierra, o en la localidad más cercana a su tierra con feria importante. Su Orduña natal. Hasta allí fueron a parar sus restos mortales el día después de lo ocurrido. La muerte que nadie podía creer. La muerte que todavía muchos no podemos creer. Porque la muerte es cruel y cobardes los que nos quedamos. Y alivia pensar en la temporada de Fandiño por algún lugar de la geografía española y no que aquel 17 de junio en una plaza francesa se parara en seco el torero y el hombre. Eso duele a los que miramos en la distancia, aunque hayan pasado décadas desde que miramos en la distancia, insoportable debe ser para familiares y amigos.

Hoy la ciudad de Bilbao luce carteles a todo trapo con su imagen, a pesar de que en realidad se le anunciara una sola tarde y no bien colocado. Esas cosas que pasan en la vida. Mejor dicho, en la desgracia de la muerte. Pasa en Bilbao y a quien escribe. Porque Iván Fandiño no comienza a ser Dios al minuto siguiente de su muerte. Iván fue un luchador. Con sus tardes, buenas, malas y regulares, con etapas de verlo muy claro y otras de dar círculos sin salir del laberinto, pero ni uno de esos días, ni uno de todos los que se vistió de torero, que fueron muchos, el destino le premió con el sueño aunque el precio fuera demasiado caro, se despegó ni un milímetro de la libertad, de la independencia, dueño de su destino, de su hambre, de su camino. Y eso, más allá de las tardes buenas, malas y regulares, más allá de los aciertos o desatinos, de los aires o desaires, de los triunfos o de los fracasos, más allá del meritazos de lograr escaparse de las capeas y hacer carrera en los ruedos con un sacrificio tremendo, más allá de todo, le honrará para siempre. Se cuentan con una mano los que osan a hacerlo. Incluidos los de arriba. Fue una tarde cuesta arriba con una sombra gris tremendamente alargada, porque la vida se antoja precio excesivo. Sonó su pasodoble mientras hicieron el paseíllo, primero con el público en pie y los toreros en la primera raya del tercio, los silencios fueron más silencios, y el mundo real era algo ajeno. No había emoción, porque es más poderoso el sentimiento de que nada vale tanto como para perder la vida en el camino. Emprendieron Curro, Joselito y Juan el camino que hubiera hecho Iván y comenzó la tarde, como sigue la vida, con la memoria a cuestas y la desmemoria en el horizonte. “Avellanito”, de Alcurrucén, apretó como un demonio de salida (honor a su encaste también, pronto para alarmarse) y Curro Díaz, qué papelón, sustituto de Fandiño en casa, brindó al cielo, tan soleado como negro. Fue noble después el alcurrucén y repitió en el engaño, pero sin entrega y saliendo desentendido del encuentro.Voluntarioso Curro. Nos enseñó a “Cornetilla” en la primera tanda. Iba presto el cuarto a la muleta de Curro Díaz. Repetidor, con profundidad e incansable. Había toro. Y lo hubo. Nos costó poco meternos en la faena, allá fuimos para entrar de lleno, pero luego no… no acababa de arrancar la cosa, perdiéndose en los tediosos recovecos en los que la muleta se engancha una y otra vez y la fe no acaba de mover la montaña. Un pinchazo precedió a una estocada fulminante y paseó un trofeo.

A ras del suelo echó las manos Joselito Adame con el segundo. Se mece el toreo a esas alturas y ritmo sacó a relucir el alcurrucén. El que tuvo después en las telas, noble aunque justo de poder. Buscó Joselito las teclas al toro y al natural en una tanda fue por donde más fluyó el toreo, sin brusquedades, limpio. No transcurría todo en la misma dirección y de ahí que no llegara a alcanzar la comunión con el toro. De vértigo fueron los estatuarios al quinto. Duró poco la emoción. Noble el toro, pero parado y a menos. Sobraba todo pues. Tuvo Joselito que abreviar. Blandeó el tercero, aunque no lo acusó después, cuando Juan del Álamo le plantó cara. Media arrancada tenía el animal y nobleza y con esos argumentos construyó su faena por ambos pitones. La muleta siempre en la cara para así poder ligar, y de medias hacer enteras e hilar series. Compactó, hundió el acero y dio una vuelta al ruedo. El sexto no tuvo concesiones a la fecha ni al momento, brusco, áspero y difícil. Del Álamo quiso. Se hizo larga la tarde. Fue esa tarde en la que no quisimos estar. No caerás en el olvido, torero. No lo mereces.

ABC

Por Andrés Amorós. El recuerdo vivo de Iván Fandiño en Bilbao

Esta corrida la tenía que haber lidiadoIván Fandiño: así estaba anunciado. Le hirió, en un quite, un toro de su compañero Juan del Álamo, también presente, en este cartel. El sustituto de Fandiño, Curro Díaz, toreó la tarde última de Víctor Barrio: ¡cuántas terribles coincidencias! Una circunstancia sentimental más, pero de signo gozoso: Curro y Juan del Álamo acaban de ser padres, por primera vez. La vida y la muerte, siempre unidas. ¿Cómo influye todo esto a un torero? Sólo ellos lo saben pero no cabe duda de que, además de técnica, valor y arte, necesitan tener la fuerza interior, el temple de un héroe.

Recuerda a Fandiño una exposición de fotografías, en el Museo Taurino. Esta tarde, suena el solemne Agur Jaunak, en un impresionante silencio, y, durante el paseíllo, el pasodoble que le han dedicado. Se brindan al cielo los toros primero y tercero. ¡Cuántas emociones!

Los toros de Alcurrucén, serios, astifinos, encastados, de juego aceptable; alguno, justo de fuerzas; salen abantos, conforme a su encaste, pero van a más. Sólo Curro Díaz corta un trofeo.

Curro Díaz está recibiendo el reconocimiento que merece, por su singular estética. (También lo está pagando con sangre). El primero sale distraído. Curro traza muletazos con clase, que el público saborea, pero sueltos, en una faena desigual, y mata a la cuarta. También es frío el cuarto, de salida, pero se crece, saca nobleza. Curro se lo enrosca enseguida a la cintura, en muletazos de gran estética, aunque alguno no salga limpio. Una faena corta, con mucha torería. Aunque la espada tropieza en una banderilla y cae baja, se concede la oreja: en arte, la personalidad se cotiza alto y Curro Díaz la tiene. (Su próximo mano a mano con Ponce, en Linares, su tierra, puede ser una fiesta).

La semana pasada, en Illumbe, Joselito Adame cuajó una gran tarde. Lancea con reposo al segundo, pronto y noble, justo de fuerza. Mide bien el castigo Óscar Bernal. Joselito, muy firme, liga muletazos templados pero la estocada cae baja. En el quinto, quita Álamo por chicuelinas y replica Adame, con el capote a la espalda. Saludan, con los palos, el clásico Miguel Martín y el marchoso Fernando Sánchez. El diestro muestra su gran oficio ante un toro que se apaga. Lo veo muy seguro, dentro de su estilo, más mandón que estético.

Vuelta al ruedo El salmantino Juan del Álamo logró este año, por fin, abrir la Puerta Grande de Las Ventas. Lancea decidido al tercero, un bonito colorado ojo de perdiz, que pronto flaquea, levanta protestas. Los muletazos clásicos del diestro se valoran a medias, por la escasa fuerza de la res. Mata con decisión y da la vuelta al ruedo. En el último, brusco, que pega arreones, le planta cara, en una porfía de más mérito que brillo. Con sus buenas maneras y su actual disposición, espero que logre éxitos.

Concluye la tarde pero no la memoria del infortunado Fandiño. Alguien no muere del todo mientras sigue vivo su recuerdo. Decían los cristianos primitivos que la sangre de los mártires era semilla de nuevos cristianos. La sangre de los toreros me recuerda la frase del actor Julián Latorre: «Aquí, se muere de verdad, no de mentirijillas». Por eso, estén más o menos acertados, los diestros merecen respeto y admiración: en un mundo cada vez más gris y cómodo, quedan pocos héroes como ellos.

¿Qué faenas hubiera podido lograr Iván Fandiño con estos toros? Ya nunca se sabrá… Lamentamos su ausencia, como Jorge Manrique, la de su padre: «Y, pues la vida perdió, / nos dejó harto consuelo / su memoria».

Posdata. La capa (el color) del segundo toro de esta tarde se describe oficialmente así: «Negro mulato, chorreado, bragado, morcillo, listón corrido, calcetero». ¡Nada menos! El lenguaje taurino es muy amplio, popular, expresivo: una muestra más de la riqueza cultural de nuestra Fiesta.

21_agosto_17_bilbao.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:11 (editor externo)