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REAL MAESTRANZA DE SEVILLA

Feria Extraordinaria de San Miguel

Jueves, 23 de septiembre de 2021

Corrida de toros

Ficha técnica del festejo

Ganadería: Toros de Victorino Martín (bien presentados, desiguales, mansos y deslucidos los tres primeros - el 2º fue devuelto a corrales por partirse el pitón izquierdo al derrotar contra el burladero-, pitados; bravos y encastados los tres últimos, aplaudidos en el arrastre; el mejor, el 4º, de premio).

Diestros:

Antonio Ferrera: Estocada casi entera (saludos desde el tercio); estocada media y caida (silencio); media estocada (vuelta al ruedo).

Emilio de Justo: Pinchazo que escupe, estocada entera (saludos desde el tercio); estoconazo (2 orejas); meteysaca, estocada trasera (saludos desde el tercio). Salió a hombros por la puerta de cuadrillas.

Banderilleros que saludaron: Joao Ferreira y Fernando Sánchez en el 1º; José M. Montoliú y Fernando Sánchez en el 5º; Abraham Neiro en el 4º y en el 6º; Pérez Valcarce en el 6º.

Presidente: Gabriel Fernández Rey.

Tiempo: nuboso con algún chaparrón

Entrada: Más de tres cuartos de entrada sobre un aforo del 60 por ciento.

Imágenes

Video resumen AQUí Fotografías: Arjona/Toromedia.

Puerta de Arrastre

Por Santiago Sánchez Traver De Justo, primer triunfador, entra en Sevilla

A otros toreros les costó sangre, sudor y lágrimas…y, sobre todo, tiempo entrar en Sevilla. Grandes figuras de siempre chocaron con el muro sutil de la Maestranza que les impedía desarrollar su gran toreo, algunos entraron casi a punto de retirada. Pues Emilio de Justo ha entrado ya, con una faena inconmensurable ante un Victorino de categoría. En los medios, haciendo al toro a su forma, arrastrando la muleta por derecha e izquierda con un temple magnífico, con el toreo de verdad, el que no busca engaños ni teatros. Suele tener un cañón en la espada y el premio pudo ser mayor si acierta en los dos. Pero ya es el primer triunfador de la feria y, posiblemente, la mejor faena. La rabia que expresó al tomar las dos orejas en sus manos significaba lo que suponía para él conquistar la Maestranza. Ferrera, a su lado, desmereció, aunque el esfuerzo en el quinto fue notable y a otros, con mucho menos la habrían dado la oreja. De los victorinos hubo de todo, los primeros más parados, los otros tres de nota. En especial el cuarto que bien pudo llevarse la vuelta póstuma. Otros, no De Justo, habrían aprovechado para forzar el indulto. Pero nadie se acordó de pedir el premio circular para él.

Lo mejor, lo peor

Por Antonio de los Reyes

Lo mejor. La faena de Emilio de Justo al cuarto de Victorino Martín. Todos los aficionados saben que este torero se encuentra en un espléndido momento de su carrera y que su constante evolución sigue creciendo y convenciendo a todos los públicos. Le salió un buen toro de Victorino al que cuajó por ambos pitones con emocionantes muletazos largos y templados, al igual que el sexto, un toro bueno que fue a menos en la muleta de Justo pero al que acabó metiendo en el canasto.

Lo peor. La mala suerte con la espada priva a Emilio de Justo de salir por la Puerta del Príncipe y terminar por consagrarse como figura del toreo en Sevilla. Por momentos tuvo abierta la puerta soñada pero el desacierto con el acero terminó borrando tan esperado deseo.

Crónicas de la prensa

Por Andrés Amorós. ABC. Emilio de Justo roza el cielo de Sevilla

A punto está Emilio de Justo de abrir la Puerta del Príncipe [así lo vivimos en directo], después de cortar las orejas al cuarto, un gran toro de Victorino Martín, para el que algunos pidieron la vuelta al ruedo. En el último, todo el público ha empujado para que lograra la oreja que le hacía falta para el triunfo definitivo pero el fallo con la espada lo ha impedido. De todos modos, vive una tarde muy feliz, ha entrado plenamente en Sevilla. Antonio Ferrera, que tan rotundamente ha triunfado aquí con esta divisa, luce muchos detalles de buen lidiador pero se queda en una petición de oreja.

Por la mañana, se reúnen en Sevilla los representantes de la Asociación Nacional de Clubs Taurinos de los Estados Unidos y comunican la creación de un Premio Internacional dedicado a la excepcional dedicación a la Fiesta Brava, que, en esta primera edición, se otorga a Victorino Martín. Me informa Muriel Feiner que existen peñas taurinas en Nueva York, Chicago, Los Ángeles, Arizona…, que está creciendo la afición, allí, y que hay ya una nueva ganadería de toros bravos, en Tejas. Teniendo en cuenta la distancia y las diferencias culturales, tiene mérito… No somos conscientes los españoles de que, en el mundo entero -no sólo en Francia, Portugal y el mundo hispano- hay aficionados a las corridas de toros, que las ven como una seña de identidad española , por supuesto, pero que también quieren participar en su amor a este arte: los suecos, los italianos, los alemanes…

Por la tarde, los toros de Victorino Martín, excelentemente presentados, dan un juego variado pero siempre con el atractivo y las dificultades propias de la casta brava; también, con el mérito añadido que supone lidiar este tipo de toros. En el atractivo cartel, como diría don Pedro Muñoz Seca, «dos extremeños se tocan». Y casi tres, porque las reses de Victorino también pastan en Extremadura. He escuchado, al entrar a la Plaza: «Con Antonio Ferrera, seguro que no nos aburrimos». Este diestro ha evolucionado muchísimo, queda lejos ya su primera etapa de toreo populista y acelerado. Ahora, es garantía de profesionalidad y también de dar espectáculo, con la espontaneidad de lo sentimental. Más de una vez le he visto concluir una faena con lágrimas en los ojos. Esta tarde, ofrece su versión más clásica, sin los adornos al estilo mexicano.

En el primero, que embiste con fiereza pero flaquea, Joao Ferreira y Fernando Sánchez protagonizan un tercio memorable de verdad. Con gran oficio, Antonio Ferrera le va sacando naturales de mérito; por la derecha, el toro se queda muy corto. Es una faena de torero maduro, sereno y seguro. Así se mostrará toda la tarde. Mata de una estocada corta de efecto fulminante; antes, sólo eso hubiera valido ya una vuelta al ruedo. El tercero sale huido hacia chiqueros, mansea en varas, espera en banderillas, se orienta por los dos lados. Pronto se ve que no tiene ni un pase lucido. Lo caza rápido. Después del triunfo de su compañero, no quiere quedarse atrás en el quinto, que sale rápido, tobillero. (Saludan Montoliú y Sánchez). Parecía que sólo valía para machetarlo, sin más, pero Antonio brinda al público, lo somete y el toro va a mejor. Una faena de mérito de un gran profesional. En el mismo platillo, deja media trasera y el Presidente no accede a la petición de oreja.

Emilio de Justo lleva una temporada de una gran regularidad en los éxitos. Forjado en las corridas duras, torea con la verdad por delante. Sólo le falta que el gran público se entere, ese ‘glamour’ que, por desgracia, también ha llegado al mundo de los toros.

El segundo, de salida, se rompe el pitón al chocar con dos burladeros. (Los banderilleros deberían evitarlo). Al sobrero, muy alto, le planta cara en seguida pero se resbala y sufre una voltereta. Bajándole mucho la mano, logra derechazos lentos y templados. de mérito, con un toro que es bueno pero no tonto, se acuerda de lo que deja atrás. Acaba a cámara lenta, con preciosos muletazos, pero pincha antes de la estocada. La gran faena llega en el cuarto, banderilleado con riesgo por Morenito de Arles. Tragando mucho, Emilio le saca emocionantes derechazos. Al natural, mandando y exponiendo, pone al público de pie, entre clamorosos olés: lo trae toreado, se lo enrosca a la cintura, lo lleva lejos. Una gran estocada hasta la mano le otorga las dos orejas. Al útimo, bien armado, sale a recibirlo al centro con emocionantes verónicas. Lo saca bien del caballo Ferrera y replica Emilio por chicuelinas. Es el momento decisivo: le falta un solo trofeo para abrir la Puerta del Príncipe, todo el público está con él. Obligándole, lo va metiendo en el canasto; con la izquierda, la gente brama. Concluye con naturales a pies juntos, de escuela sevillana, y ayudados a dos manos, pero cargando la suerte, no limitándose a dejar pasar al toro. Por desgracia, no acierta con la espada y se desvanecen el trofeo y la Puerta del Príncipe. Otra vez será. Ha toreado de verdad y ha sido una tarde decisiva, en su carrera.

En Nueva York y en Chicago, viendo la corrida por televisión, los aficionados norteamericanos habrá vivido esta tarde emocionante. Es la prueba de la universalidad de un arte nacido en España.

Por Antonio Lorca. El País. Torerísimo Emilio de Justo

El alguacilillo, que es hombre enjuto y de tímida apariencia, esperaba entre las dos rayas con las dos orejas del cuarto de la tarde. Arrastrado el animal, De Justo se acercó a él con celeridad y una sonrisa de oreja a oreja, recogió los trofeos y lo abrazó con tal ímpetu que a poco lo parte por la mitad.

No era para menos. Dos orejas en La Maestranza no es cualquier cosa. El torero estaba radiante, y muy feliz la plaza tras presenciar la obra de arte que acababa de realizar el homenajeado.

La vuelta al ruedo fue apoteósica, de una intensidad indescriptible. De Justo agarraba con fuerza las orejas en sus manos, las zarandeaba mientras se las enseñaba al público y se las llevaba al pecho en señal de abrazo. Y así, emocionado, con pasmosa lentitud, recorrió el anillo derrochando felicidad y repartiendo cariño y agradecimiento.

La verdad es que De Justo estuvo torerísimo toda la tarde con capote, muleta y espada, menos a la hora de matar al sexto, que falló y se cerró la Puerta del Príncipe que tenía entreabierta.

Pero ha dejado una huella de torero grande en la plaza sevillana; especialmente, ante el cuarto, el mejor toro de una muy desigual corrida de Victorino Martín. A ese toro lo recibió con el capote con las piernas flexionadas, y en el tercio final dictó toda una lección de buen toreo de principio a fin; desde la primera tanda con la mano derecha, obligando a embestir a un toro que fue a más, humillado, repetidor y obediente a los toques de su matador.

La faena fue ganando en intensidad al tiempo que el toro derrochaba nobleza, calidad y templanza, y la muleta de De Justo se acoplaba a tan alta clase con un toreo profundo, repleto de empaque. Grandes fueron también dos tandas de naturales, largos y bellísimos, y así hasta una larga faena por ambas manos en las que todos disfrutaron con la mágica conjunción de un toro y un torero.

Nada es perfecto, no obstante, y Emilio de Justo abusó del toreo al hilo de pitón y varias fases se basaron en el toreo despegado, no exento, es verdad, de emoción por el compromiso de su ejecutor.

Con buenas verónicas recibió a su primero, blando y soso, al que muleteó en el inicio por bajo, con elegancia suprema, y dibujó un manojo de derechazos henchidos de hondura. Antes de que alcanzara tal gesta resbaló en la cara del toro y este lo enganchó por el vientre antes de que pudiera levantarse, y le propinó una aparatosa voltereta sin más consecuencia de un susto grande.

Y se empleó en el sexto, ante el que se lució con magníficos naturales y dejó entreabierta la Puerta del Príncipe que él mismo se cerró al marrar con el estoque.

No tuvo tanta suerte Antonio Ferrera, quien pechó con el peor lote; soso y rajado el primero y manso el segundo, y con ambos se mostró voluntarioso y comprometido. Mejor el que hizo tercero, de corta y acelerada embestida, con el que no acabó de centrarse en una faena correcta y algo embarullada.

Por cierto, la supuesta rivalidad que justificara el ‘mano a mano’ solo se vio en el tercio de quites al sexto: Ferrera se lució en dos verónicas y media, y De Justo le contestó con ceñidas chicuelinas. Y no hubo más.

También fue una buena tarde de los subalternos: Joao Ferreira y Fernando Sánchez protagonizaron en el primer toro un tercio de banderillas sencillamente espectacular: dejándose ver, llamando la atención del animal, acercándose con lentitud, -la plaza, en absoluto silencio-, los dos se asomaron al balcón, clavaron en el hoyo de las agujas y salieron con torería mientras la plaza estallaba en una sonora ovación.

Por Patricia Navarro. La Razón. De Justo (casi) Príncipe en Sevilla con la de Victorino

Emilio de Justo se estiró a la verónica, que es mucho tratándose de la embestida de un pedazo victorino en mitad del revuelo. Entre la lluvia y la reciente devolución del segundo, que era tan espectacular que tal cual salió de la plaza se estrelló contra un burladero y ahí se dejó un pitón del propio ímpetu. La lluvia hizo aparecer los paraguas mientras otros buscábamos un arco bajo el que tener resguardo. El bis, que no era poca cosa, salió al ruedo y volvió para dentro sin estar muy convencido. Sin ese convencimiento, rebrincado pero con brío entró en el capote de Emilio para templarse después en los delantales que le ponían en la cara del caballo.

Pareció que las fuerzas se las había dejado por el camino y entonces la tregua que nos había dado la lluvia también se esfumó. Un traspié, un resbalón, llámalo X, un algo que hizo que Emilio perdiera pie y a punto estuvo de salirse carísimo. El victorino le perdonó la primera pero al segundo envite hizo con él lo que quiso. Por la barriga, un drama. Y milagro al mismo tiempo, porque no le hundió el pitón. El toro tenía media arrancada a velocidad crucero. Emilio no las desperdició, tan despacio todo como la arrancada del animal, muy con los vuelos y ajustándose.

Fue como si todo fuera un preámbulo de lo que ocurrió después. El cuarto. El toro que sí colocó la cara abajo y quiso empujar con ritmo en la muleta. Encontró la de Emilio de Justo en una faena hasta larga, sin traicionar su concepto, ligada, templada, emocionante y exquisita en algunos momentos. Se notaba que lo estaba gozando y no quería poner el punto final. Sin ayuda buscó los últimos resquicios de toreo antes de irse detrás de la espada como un cañón, como si no tuviera que cruzar a la altura del corazón los dos pitones de acero. La estocada cayó arriba y de rápido efecto y los dos trofeos le acercaban a la cotizada Puerta del Príncipe. Y la tuvo en la mano.

Crujió la plaza por naturales con ese sexto, que tuvo casta y ese lado oscuro de incertidumbre que ponía en alza todo lo que se hacía delante de él. Fue buen toro y extraordinaria la faena que requirió de un compás de espera, de unos tiempos de acople para que llegaran después los naturales más rotundos y emocionantes. Sevilla roncaba por momentos como suele roncar Madrid, que es una cosa distinta a jalear. La Puerta del Príncipe se abría a su paso. Lo tenía todo. Estaba ahí. El año después de la temporada más tétrica. En la suerte suprema se perfiló. En ese instante, miserable, iba todo. ¡Pum! Pinchó. Raro. Desconcertante. Una estocada trasera vino después. Los ánimos desanimados. No se fue de camino al Guadalquivir, pero su tarde había sido contundente.

Poco fuste tuvo el toro que abrió plaza, con el que Joao Ferreira, otra vez, lo bordó. Se desmonteró con Fernando Sánchez antes de que Antonio Ferrera tomara la muleta para hacer una faena medida a ese toro de media arrancada y ningún entusiasmo.

Orientado y sosote fue el tercero. No argumentaba la embestida por abajo, sino que más bien usaba los pitones de parapeto sin querer pasar. Ferrera defendió la faena y lo mató. No era poco.

Toro bueno fue el quinto. Con repetición y raza. Ferrera lo supo y brindó al público. Era su último cartucho. Hizo el esfuerzo después en una faena voluntariosa y eléctrica. Buscó las vueltas de un lado y otro y mató de media en lo alto que fue suficiente. Se le pidió el trofeo y como no cayó dio una vuelta al ruedo.

Hubo quien… entre lluvia y lluvia se había asomado a la Puerta del Príncipe.

Por Álvaro Rodríguez del Moral. El Correo de Andalucía. Emilio de Justo rompe la feria

Emilio de Justo ya había rendido la plaza de Madrid con un corridón de Victoriano del Río pero la cita de Sevilla, mano a mano con Ferrera y ante ‘sus’ victorinos tenía un aire de reválida, superada con altísima nota. El extremeño, ésa es la verdad, sale lanzado de esta atípica Feria de San Miguel que aún no ha pasado su ecuador. La dimensión global de su triunfo –con todos los matices que impuso cada uno de sus toros- tiene otro valor que debería hacerle acreedor del hueco libre que aún queda en el ciclo. ¿Qué hizo Emilio de Justo? Tocar las teclas precisas de cada toro, exprimir todas sus opciones, entregarse sin traicionar su concepto, torear en el más amplio sentido de la palabra…

Así lo había hecho con el segundo de la tarde, el único que acabaría pasado por agua. Fue un sobrero que sustituyó al titular, despitorrado al rematar en un burladero. Al sustituto le costó salir pero cuando lo hizo acabó embistiendo en el capote del extremeño, que puso mucha garra en sus lances. El inicio de faena estuvo lleno de sabor pero todo estuvo a punto de irse al garete cuando Emilio cayó en la cara del toro al resbalar en el piso mojado. En la primera embestida se hizo el quite tirando la muleta pero al segundo envite no se libró de una feísima voltereta de la que salió milagrosamente ileso después de haber estado colgado del pitón por la barriga. Al bicho, que no tenía mal fondo, si le faltaba un tranquito que Emilio de Justo supo suplir con temple exquisito en las primeras series. Cuando se echó la muleta a la mano izquierda ya tenía el freno echado pero ese primer trasteo, rematado de un pinchazo y una estocada, ya había logrado poner en guardia al público.

Lo mejor estaba por venir y se desató a la salida del cuarto, recibido con bonitos capotazos genuflexos. El toro humilló en la brega y alertó a los profesionales. ¿Iba a ser en éste? Después de someterlo por bajo, Emilio de Justo acertó a cogerle el aire, siempre a más en una faena que acertó a tapar y conducir la embestida del ‘victorino’ para extraerle su excelente fondo. Los redondos surgían empacados, con los riñones metidos y tirando del animal pero la faena explotó definitivamente en una eterna serie al natural de excelente dibujo que ya no admitía lugar a dudas. Hubo más, mucho más mientras el personal –frío al principio- terminaba de enterarse de lo que estaba pasando. Un trincherazo de libro abrió la puerta del entusiasmo. De Justo emuló al Joselito Arroyo de otros tiempos tirando la espada para cuajar naturales con la derecha. La estocada, atracado de toro, cayó un punto contraria. Los dos orejones eran de cajón.

Emilio de Justo ya tenía entreabierta la ansiada Puerta del Príncipe y mientras se echaba la noche a la salida del sexto se empezaba a mascar es run-run inconfundible que precede los grandes triunfos. El toro era, además, hijo del célebre ‘Cobradiezmos’… ¿Qué podía fallar? El extremeño fue a buscarlo a los medios para meterlo en el capote. Ferrera le apretó en un oportuno quite por verónicas y de Justo respondió por chicuelinas. Había ganas de fiesta y Emilio se dispuso a amarrar el asunto volviendo a hacer las cosas muy bien a un toro que no regalaba nada y que paró el motor cuando se sintió sometido. Antes le había buscado las vueltas y le había cuajado una nueva y extraordinaria serie de intensos naturales, seguida de otra a pies juntos. En los preciosos ayudados pudo comprobar que la faena estaba hecha pero aún tuvo tiempo de exprimirlo por el lado derecho antes de marrar con la espada. Se le pidió la oreja pero el arco de piedra, esa puerta con la que sueñan todos los toreros, se había esfumado. Otra vez será.

De Justo tuvo como contrincante de este oportuno mano a mano a otro especialista en la divisa cacereña. Ferrera, fiel a su nueva puesta en escena, se mostró retórico y hasta un punto sobreactuado con el primero de la tarde, un toro manso y de escaso fondo al que movió de un lado a otro sin llegar a concretar nada, más allá de su envidiable dominio de la escena. Tampoco iba a ser posible con el tercero, un animal que siempre marcó fuertes querencias a chiqueros y al que acabó pasando de pitón a pitón después de intentar taparle los defectos. Eso sí: Antonio Ferrera estuvo muy cerca de cortar la oreja del quinto, al que toreó por su palo más clásico en una labor brillante pero discontinua, un punto desordenada, que tuvo su mejor tono cuando relajó la planta y fluyó el toreo más natural. Soltó la espada y quiso abandonarse pero el animal, que no era fácil, no se lo permitió. ¿Llegó a exprimirlo por completo? Ahí queda la duda. Medio espadazo bastó. El caso es que Ferrera, sin redondear nada, agradó a todo el mundo. ¿Qué más queremos?

Por Luis Carlos Peris. Diario de Sevilla. Emilio de Justo entra en Sevilla

Discurría la Feria sin que pasase nada, o apenas nada. Unos lances por aquí, la firmeza de Daniel Luque, pero lo cierto es que esto no rompía, pero llegaba al Baratillo una divisa que no deja indiferente a nadie, la de los albaserradas de Victorino Martín. Pero que si quieres arroz, y salen los cardenitos y tampoco pasa nada en ese duelo de extremeños que litigan Antonio Ferrera y Emilio de Justo. Que si el primer lleva la cara alta para unas medias embestidas que resuelve Ferrera con su técnica indiscutible y su probada profesionalidad. Todo lo pone el torero, pero la tarde no rompe y de ese turno hay que destacar el soberbio tercio de banderillas que cuajan Joao Ferreira y el infalible Fernando Sánchez. Ferrera, que lo ha tronado de estocada corta sólo logra saludar desde el tercio.

Y ahora resulta que la amenaza de lluvia que nos vienen anunciando se hace realidad con el fenómeno meteorológico de media plaza con sol y el resto bajo la lluvia. ¿Será posible? Emilio de Justo inicia con empaque la faena, pero se ve que el toro no da más de sí. Un toro que ha sustituido al titular, Bochorno, que se ha roto un pitón al estrellarse de salida en un burladero. Y a lo que íbamos, que De Justo está muy por encima del toro, de un toro que le ha perdonado la vida tras un resbalón que pudo resultar funesto. Lo pincha arriba antes de agarrar la estocada y, como su paisano Antonio Ferrera, ha de conformarse con saludar desde el tercio. Decididamente esta magnífica Feria de San Miguel se está quedando en poca cosa. Sale el tercero, que atiende por Pobrecito, y ya de salida se le notan las pocas ganas que tiene de embestir. Mirando siempre a chiqueros en demostración de una escasa bravura, cuando se arranca lo hace a media altura y más pendiente del torero que de la muleta. Insiste Ferrera, pero no hay nada que hacer, lo mata de una estocada corta y el respetable no se pronuncia. Un espeso silencio corona su labor, esto no hay quien lo arregle.

La primera parte de los victorinos ha sido mala, pero sale Portezolano y ahí va a virar la tarde ciento ochenta grados. Emilio de Justo lo ve rápido en un recibo de verónicas emocionantes ganando terreno. Le brinda a un compañero herido, Pablo Aguado, y va dar un recital de toreo con la Maestranza puesta en pie. Una lección mayormente de temple y de colocación. Comienza por redondos para que al natural saque auténticos carteles de toros. El toro, muy bravo, se come la muleta por abajo y el diálogo de toro y torero calienta al tendido de tal manera que antes de matarlo de una estocada a ley ya tiene cortadas las orejas. Por fin se endereza la Feria y a ver si en el sexto se confirma Puerta del Príncipe. En el quinto sale Antonio Ferrera con el agua hirviendo y brinda al público. Le enseña al burel la buena senda y en los medios, descolgado de hombros cuaja una buena faena que sube de nivel con la mano izquierda. Mata de estocada corta y el usía considera que la petición no es suficiente para darle la oreja.

¿Habrá Puerta del Príncipe para Emilio de Justo? es la pregunta ya cerrada la noche. Y sale a revientacalderas el extremeño con verónicas enrabietadas ganando terreno. Brinda a la plaza y todo indica que logrará su propósito de ver en hombros el río. No se deja nada atrás, pero el estoque le hace un extraño y ese intento va a enfriar los ánimos aunque a la postre lo mate de buena estocada. Bueno, pues al fin, este formidable ciclo toma la buena senda y hoy, Morante y Ortega mano a mano, En fin…

Por Jesús Bayort. ABC. Por la calle Iris también se llega al corazón de Sevilla

Ese famoso silencio de Sevilla se ‘escuchó’ en la Maestranza. Llega muy de cuando en cuando, como si del instante previo a un penalti decisivo se tratara. Es el mutismo precavido. La jindama que precede al todo o al nada. Al éxito o al desencanto. Aficionados santiguándose tras escuchar cómo los clarines anuncian el tercio postrero de la tarde, sabiendo que sobre el esportón de Emilio de Justo ya reposaban dos cárdenas orejas. Sevilla quería hacer justicia, por la que perdió en el albor, y darle un merecido paseo a caballo por el Paseo de Colón.

Todos queríamos ser Emilio de Justo, cuando el último toro ya había sido arrastrado –sin Puerta del Príncipe, pero con el mérito reconocido–. Y ninguno hubiésemos deseado ser él, en los momentos previos a escuchar el clarín. ¿Cuántos diestros del escalafón actual se hubieran entendido con alguno de sus tres cornúpetas? El milagro se obró gracias a la seguridad y el buen hacer del extremeño.

Emilio de Justo es mejor torero cuando tiene enfrente 'victorinos'. Como los grandes héroes, se crece ante la adversidad. Al contrario de lo que ocurre con el resto de matadores, torea más relajado y templado a uno de estos cárdenos que a un colorado de 'juampedro'. Y los cita con bastante más sutileza.

Los aficionados más puristas detestan que a un torero se le pueda catalogar como ‘especialista’ de cierta ganadería o encaste, pero es que Emilio de Justo es un auténtico especialista de los 'victorinos'. Como ocurriera hace poco más de una década con Manuel Jesús ‘El Cid’, sabe en todo momento cómo tratar a uno de los animales más complejos de lidiar: pronto y en la mano, sin morisquetas, dejándosela en el hocico y tirando con el codo y la muñeca.

Tremendo mérito tuvo su arrebujado toreo a la verónica al segundo, anticipándose a sus eléctricas y feroces embestidas. Bajo el aguacero dejó un precioso y templado inicio de faena. Y cómo se sobrepuso al espantoso volteretón. Ahí nos dimos cuenta de que este señor no venía a echar la tarde…

Tras la carta de presentación vino el plato principal. Cómo sería de elaborado que borró a Ferrera de la mente de los aficionados. Al maestro, que había estado sublime con sus dos primeros animales, ya lo habían olvidado cuando aún tenía uno encerrado en los chiqueros. El quinto, con el que precisamente llegó su labor más conseguida. Pero la tarde ya tenía un nombre propio, y a Sevilla le urgía por volver a verlo. Y también a Triana, que a punto estuvo de encontrárselo de frente. Pero la espada prefirió tomar otro camino. Un sendero que pasaba por la calle Iris y culminaba en el corazón de la afición. En el corazón de Sevilla.

Por Toromedia. Emilio de Justo corta dos orejas y roza la Puerta del Príncipe en el mano a mano

Antonio Ferrera recibió con oficio al primero de la tarde, que no dio facilidades con el capote. En banderillas dieron un gran espectáculo Joao Ferreira y Fernando Sánchez, que saludaron montera en mano tras tres grandes pares. En la faena de muleta, Ferrera comenzó haciendo al toro, que se quiso ir en la primera serie con la izquierda. El extremeño supo sujetarlo y, a base de oficio, sacarle lo que tenía. Faena técnica salpicada de momentos de calidad que remató de media fulminante. Ovación.

Al tercero, Ferrera le soltó una mano con el capote en el recibo y el animal buscó pronto la querencia de chiqueros. El toro mantuvo esa condición durante toda su lidia y no se prestó al lucimiento, provocando incluso situaciones comprometidas. Ferrera lo intentó pero tuvo que desistir. Mató de media efectiva.

El quinto, tercero del lote de Ferrera, no se dejó torear con el capote. Acudió bien al caballo y Ferrera se lo llevó a los medios para ligar un par de series con la derecha en buen tono. Por el lado izquierdo el de Victorino tuvo menos recorrido pero Ferrera supo sacar partido por ese lado. Soltó la ayuda y concluyó toreando con la derecha con la muleta sin montar. Mató de media y hubo petición no atendida por el palco. Vuelta al ruedo.

El segundo se partió un pitón de salida y fue devuelto. En su lugar salió el sobrero, al que Emilio de Justo recibió con vibrante toreo de capa a la verónica. Lo llevó al caballo con un bonito galleo y lo midieron en varas. De Justo comenzó toreando muy templado con la derecha a un toro que se dejaba. En la segunda serie cayó en la cara del toro y fue volteado. Se repuso del fuerte golpe y siguió toreando igual de templado al noble toro de Victorino. Sonó la música y el torero siguió aprovechando hasta el final las embestidas de un animal con calidad pero a menos. Mató de pinchazo y estocada. Ovación.

De Justo recibió al cuarto con lances genuflexos con sabor antiguo. Se desmonteró Morenito de Arles y Emilio comenzó la faena con una serie diestra que hizo despertar a toda la plaza por ligazón y temple. Siguió otra en el mismo son pero fue con la izquierda cuando logró los mejores muletazos, naturales largos y templados en tres series excelentes que marcaron el cenit de la faena. Terminó con una serie diestra despaciosa de muletazos largos rematados con trincheras a la que añadió otra toreando sin ayuda de la espada. Mató de estocada y cortó las dos orejas, convirtiéndose en el primer gran triunfador de San Miguel.

El sexto fue ovacionado de salida y Emilio fue jaleado por el público en su recibo a la verónica. Después del segundo puyazo, Ferrera hizo un quite y Justo respondió con otro por chicuelinas. Se lucieron en banderillas Abraham Neiro y Pérez Valcarce, que saludaron, y Justo comenzó la faena bajando la mano y templando la embestida de un toro que tenía más que torear. Destacó en la segunda serie un bonito cambio de mano y poco a poco lo fue metiendo en la muleta. Con la zurda llegaron los mejores muletazos de la faena pero el toro fue a menos y la faena no pudo ser tan rotunda aun teniendo momentos muy buenos. Mató de pinchazo y estocada trasera y hubo petición de oreja. El palco no concedió el trofeo y Emilio de Justo se quedó a un paso de la Puerta del Príncipe.

* Sevilla Temporada 2021

23_septiembre_21_sevilla.txt · Última modificación: 2021/10/04 00:17 por paco