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Plaza de Toros de Bilbao

Miércoles, 24 de agosto de 2016

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de Alcurrucén. 2º premiado con la vuelta al ruedo en el arrastre.

Diestros:

Morante de la Puebla: de verde botella y oro. Silencio y bronca.

Diego Urdiales: de berenjena y oro. Dos orejas y silencio.

Ginés Marín: de celeste y oro. Saludos y vuelta al ruedo.

Destacaron:

Entrada: alrededor de tres cuartos de entrada

Galería de imágenes

Vídeo: http://vdmedia_1.plus.es/topdigitalplus/20168/24/20160824211231_1472066121_video_696.mp4

Crónicas de la prensa:

El Mundo

Por Vicente Zabala de la Serna. Urdiales y 'Atrevido' sobreviven a un naufragio

El alma de Diego Urdiales se insufló de vida. Una sonrisa interior que inflamó su pecho torero con la ovación. Vista Alegre recordaba como si fuera ayer su faena inolvidable al inolvidado toro Favorito de Alcurrucén. Flotaba en el aire la gloria presentida. Ni siquiera había comenzado la corrida.

Atrevido no se parecía en nada a su “hermano” consagrado. Berrendo en colorao, careto, calcetero, cerrado de cuerna, casi cubeto, un tanto bizco, una bella pintura lejana a aquellas redondeces de apretada perfección. Otra armonía de hechuras. Sus embestida también fue otra. De salida sin terminar de humillar. Urdiales por delantales conjugó los brazos y la cintura acompañando con el cuerpo. Hasta la media arrebujada a pies juntos.

Cobró sus puyazos el alcurrucén en orden y fijeza en el peto. Ginés Marín se apretó en el quite por chicuelinas como carta de presentación en Bilbao. Atrevido pasó a su altura, obediente al cambio, al remate de la media verónica.

Diego Urdiales brindó con fe a la plaza que tanto le ha dado. Como ninguna otra. Y tanteó el fondo de Atrevido mientras caminaba hacia los medios. Ofrecida la mano derecha, la nobleza siguió la ruta de torería. El clasicismo de Urdiales empataba con su inteligencia para no apretar la embestida y dejarla concluir al aire que su naturaleza pedía. Tan buena y sin ese punto de humillación final que conquista la excelencia. Tres series como tres pizarras de una escuela perdida. Tan fácil Urdiales como el toro se lo hacía. Los detalles salpicaban como como pinceladas impresionistas el lienzo.

Pero Atrevido reservaba una profundidad mayor al natural y Diego, el embroque. Y esa manera de colocarse que no se ve. Los tendidos coreaban con ronca voz. Los muletazos morían donde el pulso de la muñeca los dormía. A veces ayudados, siempre a compás. La penúltima salida de la cara del toro se antojó pura orfebrería. Los detalles del cierre, aquel cambio de mano, aquella trincherilla, este cambio de mano que te vuelve del revés.

Cuando ya empuño la espada de verdad, se enfrontiló a pies juntos Diego Urdiales, la muleta en la izquierda, tan Manolo Vázquez que el corazón de los nostálgicos se volteó. Qué puñado de naturales. Qué belleza. Y qué forma de tomarlos el toro. Definitivamente el izquierdo había sido el pitón. Diego hundió la espada con el corazón.

La plaza se desató en una berraquera de pañuelos y voces. Y el presidente Matías se calentó de tal modo que sacó los suyos a la vez. Y seguidamente el azul de la vuelta al ruedo para Atrevido. De repente el fantasma del toro y la faena de 2015 regresó de su limbo para reivindicar lo que era suyo por contraste…

La sonrisa de Diego Urdiales alzando las orejas se cruzó con la de José Luis Lozano de oreja a oreja. Y ese momento ya no se lo quita nadie. A fin de cuentas para malos ratos quedaría el resto de la corrida. La devolución del quinto y el juego manso y frenado del sobrero; las ganas de Diego abortadas por aquellas medias embestidas que revoloteaban por debajo.

A Morante desde que se le emplazó el acucharado cinqueño de apertura se le atravesó la tarde. Carretero tomó los mandos de la lidia de la mansedumbre. No habrá otro que toree por el palo de los grandes nombres de plata. El alcurrucén se escupió del caballo, se dejó pegar en un segundo puyazo de salida tapada y pasó de perfil en el tercer refilonazo de por si acaso. Pero no había fondo ni voluntad en el toro. Un apagón total en la muleta. José Antonio de La Puebla hizo el último mohín antes de perfilarse con la espada. Esa que ya llevó montada cuando principió la faena al cuarto de cables cruzados. Desde que intentó saltar al callejón. Manso de aristas cortantes. Un desarme de viaje torcido en el capote, otro en la muleta con mirada desparramada. La brevedad de Morante y la bronca monumental. Amplificada en cada pinchazo. Otro atasco sin pasar.

Si Ginés ya había justificado el porqué de ser llamado para sustituir a Roca Rey con el descastado tercero, que se venía andando y remoloneaba en las suertes con ojito de tiburón, ante el cinqueño sexto dio una dimensión más allá de su brava actitud. Aguantó Marín a puro huevo el desafío de tirar del renuente manso. Desde la espaldina con la que captó la atención de la plaza entera, nunca un paso atrás. Siempre rompiendo el toro hacia delante. Las zapatillas asentadas en tierra de fuego. De cada pase de pecho trepaba una emoción contenida. Un pinchazo hondo y un descabello redujeron la cosa a una vuelta al ruedo. Pero de esas que vienen con la llave de Bilbao.

Flotaba a hombros Diego Urdiales. Un final feliz para aquel naufragio de mansos ariscos. Con perdón de Atrevido y su pañuelo azul.

Postdata: La inclusión de Ginés Marín por Roca Rey en Bilbao junto a Morante de la Puebla y Diego Urdiales convirtió el cartel del 66,666 por ciento FIT en 100 por 100 FIT. La Fundación Internacional de Tauromaquia de Alberto Baillères apodera a los tres matadores. Un acto de justicia derivó en una casualidad para el anecdotario de las Corridas Generales. Para quienes crean en las casualidades también se daba que ayer en Almería, otra plaza de la Casa Chopera, se lidiaba una corrida de Zalduendo, propiedad también de Baillères. Como el concurso por Las Ventas se encuentra a la vuelta de la esquina de septiembre y la rumorología alguna vez ha perfilado a los Chopera y al magnate mexicano como aliados por la primera plaza del mundo, ahí queda el hilván de coincidencias para alimentarla.

ABC

Por Andrés Amorós. Urdiales triunfa en Bilbao con un gran «Atrevido»

Curioso destino el de los nombres de los toros! Para los aficionados, «Atrevido» es el inolvidable ensabanao de Osborne al que Antoñete realizó una faena cumbre. Parece osado (por no repetir el verbo) dar ese mismo nombre a otro toro pero acertaron los Lozano: este nuevo «Atrevido», de bella estampa, berrendo en colorado, resulta magnífico, propicia el triunfo de Diego Urdiales, que le corta las orejas. Los demás de Alcurrucén, colorados, resultan difíciles. Morante no quiere ni ver a los suyos. En su presentación en Bilbao, Ginés Marín causa excelente impresión.

Como triunfador del año pasado, Urdiales es de los pocos que torea dos tardes: le hacen saludar, al comienzo. El segundo toro es este «Atrevido», encastado, bravo y noble, de embestida sedosa. Después de probarlo, se luce en derechazos suaves, clásicos. Por la izquierda, el toro va todavía mejor; de bueno que es, da la impresión de que Diego no se lo acaba de creer… Hasta el final, fuera de la segunda raya, el toro sigue embistiendo con clase y Urdiales mostrando su buen estilo. Buena estocada: dos orejas y vuelta al ruedo al toro. Devuelto el quinto, el sobrero espera en banderillas, queda corto. Diego se justifica con un trasteo aceptable, sin llegar a confiarse. La gente ha estado con él, toda la tarde.

Morante es el más claro ejemplo actual de torero de la línea artística. Este año, decidió torear menos y alterna grandes éxitos con lo otro: le echan un toro al corral y le sacan a hombros por el Arenal sevillano. El primero es manso, complicado. Se luce Carretero, lidiando. Morante se queda inédito con el capote… y casi también, con la muleta. Si dos no quieren, nadie se pelea. Intenta matar a distancia y eso no es fácil. El cuarto se emplaza en el centro, Morante se inhibe. La gente dedica olés, en broma, a los banderilleros que lidian. Con gestos de impotencia, le quita las moscas brevísimamente y mata mal. Ni un intento de verónica, esta tarde. Con un lote malo, él no ha estado mejor. Joselito el Gallo, al que pretende seguir, no hacía eso…

Morante es el más claro ejemplo actual de torero de la línea artística. Este año, decidió torear menos y alterna grandes éxitos con lo otro: le echan un toro al corral y le sacan a hombros por el Arenal sevillano. El primero es manso, complicado. Se luce Carretero, lidiando. Morante se queda inédito con el capote… y casi también, con la muleta. Si dos no quieren, nadie se pelea. Intenta matar a distancia y eso no es fácil. El cuarto se emplaza en el centro, Morante se inhibe. La gente dedica olés, en broma, a los banderilleros que lidian. Con gestos de impotencia, le quita las moscas brevísimamente y mata mal. Ni un intento de verónica, esta tarde. Con un lote malo, él no ha estado mejor. Joselito el Gallo, al que pretende seguir, no hacía eso…

Para la Feria de Bilbao, el percance de Roca Rey es un grave contratiempo. (Los huecos son preocupantes). Me parece un acierto la elección de sustituto (aunque la gran masa le conozca menos que al peruano). He repetido que Ginés Marín, de Olivenza (aunque naciera en Jerez), reúne condiciones para ser figura del torero. Como al diestro al que le enseñaron la teoría de la estocada, sólo le falta una cosa: hacerlo. Su tercer toro es incierto, prueba, espera. Brinda por la televisión al diestro al que sustituye. Se dobla bien, aguanta, lo intenta por los dos lados. El toro se para a mitad, con claro peligro; por la izquierda, no tiene un pase. Vuelve a la derecha, le saca muletazos suaves. Le piden que lo mate y lo hace a la segunda. El último flaquea, embiste desigual. (A Morante le aplauden, de guasa, por recoger una banderilla: no ha hecho ni atisbo del quite del perdón). Ginés comienza por estatuarios y uno cambiado de infarto. Se muestra firmísimo, jugándosela de verdad, consintiendo, con un valor sereno que impresiona al público. Las bernadinas finales –innecesarias– levantan un clamor: da la vuelta al ruedo. Ha mostrado la soltura y capacidad de un veterano.

Recuerdo las frases de Antoñete: «A Atrevido no lo toreé: lo amé como se ama a una mujer». Esta tarde, otro gran «Atrevido» le ha permitido a Urdiales torear a placer y abrir de nuevo la puerta grande de Bilbao. Algunos nombres de toros parecen tener magia…

El País

Por Álvaro Suso. El oasis de Diego Urdiales

Algunos llegaron a la plaza derrotados del bajonazo sufrido el día anterior y sumaron el disgusto de la ausencia del revolucionario Roca Rey, aún lesionado. Con todo, la respuesta del público fue buena y mostraron su deseo de aplaudir al obligar a saludar a Diego Urdiales tras el paseíllo como recuerdo de su triunfo del pasado año.

Y salió el primero, un breve capítulo de Morante, que acabó en pitada y otra decepción que sumar a la tristeza acumulada. Pero entonces surgió un oasis llamado Diego Urdiales y cambió el signo de la feria con un triunfo de dos orejas que varió el semblante de los aficionados. Puerta grande de menor peso que la del pasado año, bondadosa, pero está más bajo el listón este año y la necesidad de alegrías aprieta hasta al palco de Vista Alegre.

Atrevido se llamó el segundo de Alcurrucén. No era un toro guapo, pero sí un berrendo en colorado espectacular que tuvo alegría en casi todo lo que hizo. Acudió prestó al capote de Urdiales y entró dos veces al caballo aunque no se empleara con empeño. Y en la muleta fue un toro repetidor, con clase y humillación; solamente le faltó algo más de transmisión para redondear su nota. Al final, obtuvo el premio de la vuelta al ruedo, quizás también benévola, pero no está el listón para exquisiteces y un buen plato se convierte en manjar por menos de nada. Fue el único toro potable de un flojo encierro del hierro de los hermanos Lozano.

Diego Urdiales prolongó su idilio con Bilbao con una faena a la que le faltó rotundidad, pero tuvo ligazón, deseo y varios naturales de seda. Un cambio de mano con el que cerró la segunda tanda de derechazos hizo rugir a los tendidos y los ayudados finales subieron la categoría hasta firmar una estocada de rápido efecto que arrancó el doble premio. Algunos pitos cuestionaron el trofeo.

Morante repitió espantada en Bilbao. Igual que el año pasado. Lejos queda ya su hazaña con el Cuvillo que le hizo salir en hombros. Es norma de los toreros artistas eso de tener más tardes de broncas que de ovaciones, pero el público quiere y exige algo más digno que andar arrastrado por la plaza.

Es cierto que los matadores con duende a veces no quieren, pero Morante además no pudo. En el primero, se vio atenazado, poco dispuesto a buscar algún camino hacia el triunfo y encima mató mal; en el cuarto, ni siquiera pudo y se desinhibió claramente de la lidia en los dos primeros tercios. Con la muleta se limitó a ser desarmado en un ejercicio de incapacidad y de falta de dignidad torera antes de apuñalar al astado sin ninguna vergüenza. La bronca fue de órdago, pero del siglo XXI, lejos de aquellos artistas escoltados por escudos o esquivando almohadillas. También a los públicos les falta la raza de antaño.

La juventud la puso Ginés Marín en todas sus dimensiones. Inexperiencia para superar los problemas de su primero, en el que acabó desbordado, y valentía y decisión para jugársela en el sexto, lo que le valió una cariñosa vuelta de despedida.

* Bilbao Temporada 2016

24_agosto_16_bilbao.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:19 (editor externo)