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REAL MAESTRANZA DE SEVILLA

Domingo, 24 de septiembre de 2017

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de Hermanos García Jiménez. De diferente presentación y juego desigual. Mansos y desclasados en general.

Diestros:

Alejandro Talavante. De catafalco y oro. Cinco pinchazos, aviso, pinchazo, estocada trasera y tendida (ovación); estocada (oreja); estocada entera (saludos desde el tercio).

Andrés Roca Rey. De aguamarina y oro. Pinchazo, estocada baja (ovación); pinchazo, estocada entera (saludos).

Rafael Serna. De merino macareno y oro. Tomó la alternativa. Estocada entera, cogido grave en el primero de la tarde.

Banderillero que saludó: Juan José Trujillo, de la cuadrilla de Alejandro Talavante, en el 4º.

Incidencias: el doctorando Rafa Serna recibió una cornada de 12 centímetros en la axila derecha, con arrancamiento de rama de la vena axilar, contundiendo el plexo y la arteria bronquiales. Fue operado en la enfermería y posterioremnte hospitalizado. Pronóstico grave.

Presidente: Fernando Fernández-Figueroa.

Tiempo: soleado y caluroso.

Entrada: lleno con huecos.

Video: https://vimeo.com/235256050

Crónicas de la prensa:

Puerta de Arrastre

Por Santiago Sánchez Traver

Pues se acabó San Miguel aunque el Ayuntamiento recupera la Feria, en modo de Velá, en el Muelle de la Sal, el próximo finde. Pero taurinamente se acabó la miniferia y también la temporada si hacemos caso al clarinazo final que se oyó en la Maestranza y no a los rumores que apuntan a que se monta un festejo par el 12 de octubre. El cierre estuvo entretenido, más por la voluntad de los toreros que por el ganado. Los de Matilla, varios no pudieron venir en abril por la sanción de afeitado que cumplía el hierro, no cumplieron en demasía, salvándose los dos primeros. El resto mansitos, reservones, sin romper, por lo que los toreros tuvieron que echar el resto. A Talavante se le escapó un triunfó grande por la espada, pero qué bien estuvo con esos naturales desmayados. Después la orejita (incomprensiblemente le pidieron la 2ª, no entiendo ya este público de Sevilla) le vino por el volteretón matando al 4º. Roca Rey no tuvo enemigos y aunque estuvo muy por encima de ambos el triunfo era imposible y así se lo reconoció la parroquia. Y el toricantano Rafa Serna demostró compromiso con el día y ganas de ser torero, hasta entregarse en la estocada que le costó una grave cornada. Habrá que seguirlo viendo con los toros en la próxima temporada. Y sanseacabó que diría Curro. Esto es lo que ha dado un temporada medianeja sin grandes triunfos ni puertas del Príncipe. Lo mejor las dos excelentes entradas de San Miguel, feria que parece recuperarse de la crisis general que hemos pasado.

ABC

Por Andrés Amorós. Rafael Serna, herido en su alternativa

El sevillano Rafael Serna sufre una grave cogida, al matar de una estocada al toro de su alternativa. Por su percance, Alejandro Talavante mata tres toros y corta una oreja. Con peor lote, Roca Rey deja muestras de su gran capacidad. Los toros de García Jiménez, serios, ofrecen, en general buen juego; destacan segundo y cuarto. La Plaza casi se lleva, en el segundo festejo de la Feria de San Miguel. (Recuerdo que Dulce María Loynaz dedicó al santo un poema de amor: «Cuando arde la tarde / desciendes sobre mí, serenamente, / hermoso y grande / como un Arcángel»).

No ha tenido Rafael Serna, de conocida familia sevillana, la fortuna de su compañero Aguado, la tarde anterior. Toma la alternativa con «Almendrito», negro, de 525 kilos, engatillado, que embiste con alegría. Lo recibe a porta gayola y se libra del percance por pelos; se luce en verónicas y chicuelinas. Brinda a su padre. Después de doblarse, muletea con decisión pero surgen enganchones y la faena no cuaja. Se tira a matar muy recto y es empitonado en la axila derecha. Lo llevan a la enfermería, de donde no sale. (De novillero, en Las Ventas, ya había sufrido otra grave cornada al entrar a matar).

Por su percance, mata tres toros Alejandro Talavante; más dos de ayer, cinco, en dos días. Igual que ayer, tiene la fortuna de que le toque el mejor lote: aplaudidos los dos, en el arrastre. Recibe al segundo a porta gayola (una suerte poco habitual, en él). Logra buenos naturales, vaciando toda la embestida del noble toro; destacan cuatro o cinco naturales de categoría: casi de frente pero no a la sevillana, con los pies juntos, como hacía Manolo Vázquez, sino con el compás abierto. Todo lo emborrona con la espada: pincha seis veces, sin entregarse. En el cuarto, que derriba, se luce, como siempre, Trujillo. Tarda en cogerle el aire pero consigue naturales lentos, con gran facilidad. Sigue abusando de los muletazos mirando al tendido. ( Un espectador inicia un cante flamenco que el público rechaza: en esta Plaza…). Esta vez se vuelca, al entrar a matar, y queda prendido de los pitones un buen rato. (Entre los que saltan a auxiliarlo, de paisano, José María Manzanares, al que ha sustituído). Sale ileso, con la taleguilla rota, y corta una oreja. Por la emoción del momento, piden la segunda. Comenta un vecino, con sabiduría popular: “¡Vamos a atemperarnos!” Talavante muestra orgulloso la única oreja de la tarde Talavante muestra orgulloso la única oreja de la tarde- AFP PHOTO / CRISTINA QUICLER

A Roca Rey le tocan los dos más complicados. En el tercero, incierto, desde el comienzo se mete en su terreno: manda mucho, le deja puesta la muleta. Haciendo las cosas bien, el toro ha resultado mejor de lo que parecía pero se apaga. Pincha antes de la estocada. En el quinto, que mansea, emociona en el quite, capote a la espalda, con un cambio. Aunque el toro es «esaborío» (sentencian, a mi lado), Andrés muestra su gran capacidad en naturales mandones; cuando se para, traga mucho, con gran valor pero también con cabeza. Mata bien pero a la segunda.

También recibe Talavante a porta gayola al último, que correspondía a Serna: de otra divisa de la casa, suelto y distraído, se arranca en cuanto ve al caballo, recibe tres varas y da una vuelta de campana. Aunque ya ha cortado una oreja, no brinda, como cabía esperar. El toro se apaga y no pasa nada: un gris final.

Hemos escuchado el último clarinazo de la temporada. ¡Qué pena! Me dicen que no habrá corrida el 12 de octubre: otra cosa más que se pierde… Nos despedimos de los amigos y de esta maravillosa Plaza de los Toros. Por suerte, me quedan la Feria de Otoño y el Pilar. Que San Miguel, jefe de los ejércitos de Dios, vencedor del mal, nos ayude en la lucha contra los enemigos de España y de la Fiesta. No le va a faltar trabajo…

Diario de Sevilla

Por Luis Nieto. Serna cae herido y Talavante borda el toreo al natural

En la segunda y última corrida de la Feria de San Miguel se vivieron momentos dramáticos y también, en la cara positiva, de buen toreo. La terna, compuesta por Alejandro Talavante, Roca Rey y Rafael Serna se enfrentó a un encierro compuesto por tres toros de Hermanos García Jiménez -segundo, tercero y cuarto-, dos de Olga Jiménez -primero y quinto- y Peña de Francia -sexto-, misma casa ganadera y de igual encaste (Juan Pedro Domecq). Una corrida bien presentada y de juego desigual.

No tuvo buena suerte el sevillano Rafael Serna con el toro de su alternativa, 'Almendrito', que resultó una almendra amarga. Negro, de 525 kilos, con el hierro de Olga Jiménez, le fastidió el doctorado al diestro cuando le infirió una cornada a cambio de un espadazo certero. Las asistencias se llevaron al torero de inmediato a la enfermería, donde sería operado de una cornada en la axila derecha de 12 centímetros. Silencio y angustia en la plaza. La madre y las dos hermanas de Serna descendieron desde el tendido 5, como centellas, a las profundidades de la enfermería. El toricantano se había jugado anteriormente la vida en una larga cambiada de rodillas a portagayola de la que salió ileso milagrosamente. Tras la cesión de trastos por su padrino, Talavante, el brindis a su padre, en el callejón, fue entrañable. Se fundieron en un abrazo sin palabras. Todos supimos que con su mirada hablaba de vida y agradecimiento. La faena, con los nervios propios de un toricantano, estuvo marcada por la entrega y el esfuerzo ante un toro complicado.

Talavante, quien sustituía a José María Manzanares, cuajó una gran faena al natural al segundo astado, 'Derribado II', del que perdió un premio gordo precisamente por no 'derribarlo', por no cumplir como mandan los cánones en la suerte suprema. El pacense no quiso ser menos que su ahijado y se marchó frente a toriles para una larga cambiada de hinojos. Manejó bien el percal. Pero con la muleta llegó un recital con su especial izquierda. Tras una tanda al natural que cerró con un pase de pecho mirando al tendido, llegó otra con calidad y una tercera en la que primó la pureza, citando de pecho. Un puñadito de naturales sueltos, de frente, girando lentamente la cintura, fueron un monumento a la suavidad. A todo ello añadió bellos remates y cambios de mano. La plaza rugía. Faltaba coronar la magnífica obra con una gran estocada. Se escuchaba el silencio… cuando Talavante pinchó una y otra vez, hasta media docena de envites y la estocada definitiva. El público, rendido ante el torero, pese al desacierto con la tizona, le propinó una gran ovación a la que respondió saludando desde los medios.

Ante el cuarto, un toro sin entrega, que no humillaba en sus embestidas, Talavante realizó una faena a media altura con algunos buenos pasajes, con ligazón, que cerró con unas manoletinas. En la suerte suprema fue prendido de manera aparatosa a cambio de una estocada. Se libró milagrosamente de una cornada y el público, impactado, pidió las dos orejas, con protestas al presidente, que dejó el premio en un trofeo.

Talavante, en el sexto, toro que correspondía a su compañero herido, se estrelló contra un muro, un toro complicado y sin fijeza con el que porfió en vano; escuchando palmas tras pinchazo y estocada.

Roca Rey contó con un lote poco potable. Ante el tercero, incierto de salida y que se quedaba cortísimo, pudo robar algunos muletazos de buen corte y cerrar con un arrimón. Tras pinchazo y estocada fue ovacionado.

Al quinto, sin fijeza ni clase, le costaba embestir. Roca, variado con el capote, concretó una labor voluntariosa que comenzó de manera explosiva con muletazos cambiados por la espalda en los medios y que acabó en otro arrimón con el toro totalmente rajado. Mató de pinchazo y estocada y fue ovacionado.

La tarde estuvo marcada por la cornada al sevillano Rafael Serna en el día de su alternativa, en el que bordó el toreo al natural Alejandro Talavante.

El Mundo

Por Vicente Zabala de la Serna. Y Talavante volvió a torear con el alma

Sonó la hora de la alternativa de Rafael Serna en Sevilla. Enfundado en un vestido crema y oro diseñado por el pintor Ricardo Suárez e inspirado en la Iglesia de El Salvador, Serna se postró a portagayola. Como si estuviese ante el altar. Con la rectitud y la velocidad de un obús se abalanzó el toro sin pretensión de obedecer. Rafa Serna se incorporó como un resorte. Del trance escapó de puro milagro. Recuperado el resuello, las verónicas volaron gráciles y coreadas hasta la media mirando al tendido. Almendrito -de Olga Jiménez- contaba con una seriedad concentrada. Engatillado, astracanado, enmorrillado y apretado de cuello en su negritud. El sonido del estribo en los encuentros con el caballo anunció el continuo punteo defensivo que sostendría en su embestida. El mismo movimiento doliente en banderillas. Como queriéndose quitar los palos. Serna, ya convertido en matador, apenas pudo más que mostrar su concepto y tratar de evitar los enganchones. Tan apoyado el toro en las manos además. Uno de aquellos tornillazos cazó al novel torero a la hora de matar. Con una certera puñalada perforó la axila al sentir la muerte. La suerte ya estaba echada camino de la enfermería. Grave el pronóstico de la cornada.

Quedó la corrida en una especie de mano a mano descompensado entre Alejandro Talavante y Roca Rey. Talavante, quizá espoleado por las malas lenguas que bisbiseaban por su entrada en el sitio de Manzanares, creó la más bella, expresiva y despaciosa obra de su temporada. Desencorsetado del aire de fría suficiencia, AT vio cómo lo había hecho el toro de García Jiménez por el izquierdo en un capotazo superior de Trujillo. Y sobre esa muñeca tocada por la varita de Dios dibujó el toreo al natural. Más roto, acompasado y lento que en todo 2017. Revivía el recuerdo del sobrero del Conde de Mayalde en Madrid. Como cuando el alma talavantista sentía. El breve paso por la derecha fue como un paréntesis leve. Y el recital, enfrontilado ahora, siguió al son de la embestida de seda, que desembocaba detrás de la cadera. Cuando la Maestraza volcada presentía un triunfo mayúsculo y cantado, Talavante se puso a pinchar como si no hubiera mañana.

La estocada que hubiera necesitado tan magna obra llegó con el grandón cuarto. Alejandro Talavante atacó el volapié con la rabia mordida por la conquista perdida. «Esta vez no se me va», debió de decirse. Y entre los pitones empujó con el corazón. El volteretón terrorífico, la espada enterrada. Talavante vio la tierra y la vida al revés. Un boquete en la taleguilla. Nada más. La pañolada se desató. No sólo por la perfección de la dramática estocada. Al toro de sus apoderados le había puesto la sal y la pimienta que no tenía. Aquella embestida noblota de contada humillación había sido la arcilla moldeable del alfarero en su mano derecha esta vez. De nuevo la expresión y la curvatura en el trazo. El cierre por manoletinas y… La presidencia frenó la segunda oreja. Aquella paseada a ley contenía el peso de la verdad.

Como en el toro de la faena de cante grande, Talavante acudió de nuevo a la puerta de toriles. Último cartucho. Voló la larga con la parsimonia y la espera del valor auténtico. Cuando se soltó el toro, no volvió a embestir. Huido, manso y definitivamente parado a últimas. No hubo opción para un torero reencontrado con su esencia. Lo suyo ayer fue de Puerta del Príncipe.

Roca Rey no perdonó un quite en toda la tarde. Ya fuese por caleserinas, saltilleras o gaoneras. La rueda de la fortuna jugó en su contra con un toro que se paró a plomo. Y no mejoró mucho con el castaño y armado quinto. El tipo asentó las zapatillas desde el impresionante arranque por cambiados. Y tiró luego de la remisa embestida, ayuna de clase y entrega, con la muleta a rastras. Apuró hasta el final incluso por el pitón menos propicio, ya desentendido el bruto de su cometido. Si es que no había renunciado antes. Precisamente ni una renuncia es lo que tuvo la seria tarde del matador peruano.

El Correo de Andalucía

Por Álvaro Rodríguez del Moral. Talavante se sacude el muermo

El toro dobló sin puntilla a la vez que Rafa Serna, en brazos de las asistencias, entraba en la enfermería. El precioso vestido inspirado en la arquitectura barroca del Salvador se había teñido en la sangre del nuevo matador que había vivido algunos días de zozobra sin saber quién le iba a entregar los trastos del oficio. Serna, que hizo su propia declaración de intenciones marchándose a portagayola, comprobaría muy pronto que el toro de su alternativa no era el más indicado para trazar florituras. El animal estuvo a punto de arrancarle la cabeza en la puerta de chiqueros sin conseguir arredrar al inminente diestro, que brindó la muerte de su enemigo -no podía ser de otra forma- a su progenitor. El joven diestro se entregó y hasta se embarulló de puras ganas en una faena que pechó con el mal estilo de su oponente. Con la espada en la mano llegó la sangre. Pronto volverá a la palestra.

El percance del neófito puso en manos del padrino un toro más. Talavante, que ya había cortado una oreja en la sabatina, volvía a pisar la plaza de la Maestranza obligado a despejar algunas dudas y, sobre todo, a superar ese conformismo que le ha hecho navegar por la temporada con aire de funcionario. El diestro extremeño rozó sus mejores fueros con el toro más potable del envío de los Matilla. Fue el segundo, al que cuajó un trasteo redondo, reunido e inspirado que reveló su verdadera capacidad artística en un puñado de naturales dichos como relámpagos. Talavante gustó y se gustó mientras el toro se entregaba, humillado, en la muleta del torero de Badajoz. Da la impresión de que Talavante da lo que quiere. Pero lo que es seguro es que puede dar más, mucho más de lo que deja caer a cuentagotas en sus tardes más conformistas. Su toreo espatarrado, con la muleta arrastrada por la arena, no tiene parangón y esta lejos, lejísimos de esa versión de telas voladas y trazo facilón que le hace cortar orejitas olvidadas. La baraja de pinchazos escamoteó el trofeo que se había ganado a ley…

Pero Talavante, que se había sacudido definitivamente el muermo de la tarde anterior y de casi toda la temporada, no quería conformarse y volvió a explayar su mejor versión con el cuarto de la tarde, que derribó estrepitosamente al picador de turno. La faena fue calentándose a la vez que el torero buscaba el ajuste y precisaba el trazo de los muletazos. La correción acabó dando paso a la hondura hasta que, convencido de sí mismo, abrió el compás en un puñado de muletazos diestros, dichos muy para adentro, que apuraron la buena condición de su enemigo. Hubo cositas y tampoco se libró de un fandango aguardentoso antes de enjaretar un puñado de manoletinas. La estocada, cobrada al todo o nada, se acabó convirtiendo en una aparatosa voltereta de la que Talavante salió milagrosamente indemne. Se levantó con la ropa rota mientras el toro doblaba en su querencia. La oreja, de ley, fue justo premio. Que no decaiga.

Pero el Tala aún tuvo que pechar con el sexto, que se había enlotado y sorteado para Rafa Serna. Desgraciadamente no se perdió nada. Fue uno de los peores bocados del desigual envío de los Matilla, que abrió la corrida en tres hierros distintos y mandó para Sevilla a seis pavos serios y ofensivos que contrastaron con la escasa fachada que paseó la corrida viejuna de Garcigrande lidiada el día anterior.

Talavante se marchó a portagayola, dispuesto a redondear. Un largo clarinazo marcó el final de la tarde, de la feria de San Miguel y de la propia temporada de Sevilla sin que el diestro pacense encontrara posibilidad de lucimiento en la embestida declinante de su enemigo. Fue, con el lote de Roca Rey, uno de los más deslucidos. Y es que el joven matador peruano iba a comprobar que, lejos de la conexión juvenil de hace tan poco, se le empieza a medir con regla y cartabón. El paladín limeño se entregó sin fisuras con sus dos enemigos, es verdad, pero no logró conectar con la parroquia en dos trasteos de fondo escondido y escaso eco que en otro tiempo habrían podido hasta ser premiados. Su primero humilló sin entregarse de verdad y el quinto -manso, distraído y peligroso- sólo le permitió hacer un esfuerzo meritorio e incomprendido antes de renunciar a la pelea.

El País

Por Antonio Lorca. Sevilla, una afición ‘low cost’

La primera es que Rafael Serna, torero sevillano que tomó la alternativa, fue prendido al entrar a matar a su primer toro, y el recuerdo de que se lleva de su día soñado es una cornada grave en la axila derecha. Mala suerte.

La segunda es que Alejandro Talavante, el sustituto inesperado de Manzanares, dibujó un manojo de preciosos naturales a un noble toro de una mala corrida, y su obra artística la emborronó, y de qué fea manera, con seis pinchazos. Pésimo colofón.

Y la conclusión: la afición de Sevilla se ha renovado y ahora es ‘low cost’. La de antes, la de hace unos años, la sabia, generosa y exigente afición sevillana, orgullo de la tauromaquia en el mundo entero, ha muerto, y ha dado paso a unos espectadores aplaudidores, festivos, triunfalistas, sorprendentes y bullangueros.

Rafael Serna, que tomó la alternativa: estocada (ovación recogida por la cuadrilla). Fue cogido al entrar a matar e intervenido en la enfermería de una herida en la axila derecha con una trayectoria distal de 12 cms. con arrancamiento de rama de vena axilar, contundiendo plexo braquial y arteria braquial. Pronóstico grave.

Vean si no. Andaba Talavante intentando meterle el diente al descastado y soso cuarto toro de la tarde, al que le dio muchos pases inconsistentes y un par de manoletinas, tan de moda en los tiempos actuales. Se perfila para matar, se echa sobre el morrillo -se supone que para olvidar el marrón del toro anterior-, con tan mala suerte de que el toro lo empala entre las piernas, lo voltea con estrépito, lo levanta y lo lanza contra el albero. Se levantó el torero desmadejado, pero sin cornada, afortunadamente. Consternados por la voltereta, los tendidos se poblaron de pañuelos, se supone que para que el maestro se sobrepusiera del susto, y el presidente, a la vista del interés general, sacó el suyo. Una oreja. ¡Pero es que el público pidió con desmedido afán la segunda…! Ver para creer. Menos mal que el usía se mantuvo en su sitio y evitó lo que hubiera sido un auténtico disparate.

No quedó ahí la cosa. Dicho queda que el primer toro de Talavante murió después de seis pinchazos y una estocada. Pues la afición sevillana sorprendió con una cerrada ovación al pinchauvas, que tuvo el descaro de salir al tercio a saludar. ¡Pero, hombre…! Afición ‘low cost’ y figuras de bajo coste. El mismo Roca Rey, a la muerte del tercero, escuchó cuatro palmas -no eran más- y le faltó tiempo para tomar el capote y salir al tercio. ¡Dónde hemos llegado…! Y la guinda es que en Sevilla también se aplaude a los picadores por no picar y a cualquier banderillero que salga airoso del encuentro con el toro. En fin…

Rafael Serna se fue con paso firme hasta la puerta de chiqueros en cuanto sonaron los clarines. Hincó las rodillas, agachó la cabeza, se concentró, rezó durante unos segundos, se santiguó y avisó al torilero que abriera la puerta de los miedos. El toro salió con velocidad, lo atropelló y resultó indemne del encuentro por puro milagro. Dibujó, eso sí, unas apasionadas verónicas, y momentos después una airosas chicuelinas, al tiempo que el animal demostraba su mansedumbre en el caballo. Se fundió con su padre en un emocionado abrazo y al muchacho se le atisbaron unas lágrimas cuando se acercaba al toro, que mostró movilidad y genio, humilló poco, sin celo ni clase. Quizá, por eso, la faena destacó más por la entrega del torero que por el fundamento del toreo realizado. Lo intentó Serna de veras, pero su labor no alcanzó la altura deseada. Y, después, la cogida. Se libró Serna de su primer encuentro con el toro, pero no del último; pasó a la enfermería y ahí se rompió la tarde.

El mejor toro, el segundo, le tocó a Talavante, que también lo recibió de rodillas en la puerta de toriles. Manso y suelto como lo demás, llegó a la muleta con recorrido y exquisita calidad en su embestida. El torero tomó la zurda y dibujó cinco tandas naturales de distinta calidad, pero de las que sobresalieron un manojo de muletazos de irreprochable templanza, hondos, hermosos y sublimes. No fue una faena redonda; larga, quizá, pero con pasajes de gran dimensión artística. La única pega es que, en casos como este, el dulce temperamento del toro lo convierte en pinche del cocinero artista; es decir, desaparece la lidia y el único protagonista es el torero. Pero así es el toreo moderno… Después, llegarían los pinchazos y el ridículo del público y del propio torero.

Aún mató el torero extremeño el sexto en sustitución del herido. Otro animal sin clase, al que también recibió en la puerta de chiqueros, y nada pudo hacer ante la sosería desesperante del animal.

Roca Rey se encontró con el peor lote, y su gran empeño, por agradar fue inútil. Variado y vistoso con el capote, lo intentó de veras, pero su entrega no encontró el eco deseado. Valeroso y animoso, su cartel se mantuvo intacto.

24_septiembre_17_sevilla.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:19 (editor externo)