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Plaza de Toros de Bilbao

Jueves, 25 de agosto de 2016

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de Victorino Martín. De diferentes hechuras y seriedades, por lo general una corrida sin fondo, transmisión y poco brava.

Diestros:

Curro Díaz: de rosa palo y oro. Saludos, silencio y división de opiniones

Paco Ureña: de verde hoja y oro. saludos, silencio y silencio

Destacaron:

Entrada: Media entrada

Galería de imágenes

Vídeo: http://vdmedia_1.plus.es/topdigitalplus/20168/25/20160825214055_1472154166_video_696.mp4

Crónicas de la prensa:

El Mundo

Por Vicente Zabala de la Serna. Victorino carga más mármol en la losa

El infierno subió a Bilbao con su boca de fuego. Un horno crematorio. Irrespirable el aire. Curro Díaz cruzó el ruedo desmonterado. No por el bochornazo de cuarenta grados y pico, claro. Debutaba en Vista Alegre a sus casi 20 años de alternativa. La sustitución de Manuel Escribano como puerta trasera de entrada. Ausente pero presente en el callejón, Escribano sintió el cariño y el respeto del brindis de Curro. Pronto y en la mano, la muleta en la izquierda. El victorino ya había apuntado que todo fuese apuradito, que de poder y fondo la bodega venía escasa. El jiennense le dio media distancia, le echó los vuelos y le dibujó una primorosa serie de naturales. Largo el trazo y generoso el sitio. Fueron cuatro tandas con los mismos argumentos toreros con un toro cada vez a menos. De no terminar de humillar en el muletazo a desentenderse fue su involución. Hasta acabar mirando a las musarañas. La medida faena concluyó en su justo momento. No sin antes probar en vano el pitón derecho.

A Paco Ureña se le durmieron los brazos a la verónica. Bajas las manos, arrastrado el lance. El toro de la A coronada colocó la cara en los vuelos. Hasta una media suave. Ureña galleó por chicuelinas y lo cuidó en el caballo. De tracción contada el victorino. Sacó Paco a Escribano y Díaz para un brindis íntimo. Y casi sin probaturas desmayó el muletazo en redondo entre las rayas. Un trío de oles se oyeron hasta cerrar el póquer con un largo pase de pecho. Esa era la mano del noble cárdeno, y por ahí el matador murciano se asentó. Las esperanzas iniciales y los pases largos pasaron a acusar la dormidera de la embestida; el tercero ya lo seguía aburrido, cansino, contando ovejas. La música que algunos reclamaban había que habérsela descargado al toro en modo de corriente alterna. Un AC/CD en los riñones. El presidente Matías hacía la siesta. Ofrecida la zurda ni humillación ni viaje. Agua en la sangre.

pesaría en hueso sus 562 kilos de la tablilla, digo. Agalgado, degolladito y con su guasita escondida. En el quite de Ureña por gaoneras ya le buscó las corvas por el derecho. La veteranía de Curro Díaz activó el sónar. Le propuso la izquierda pero abriéndolo mucho. No descolgaba además. Cuando remató con un obligado por el pitón chungo, Díaz oyó silbar las balas por encima de los machos. Por compromiso tendió la mano derecha, ay, que tardeaba el victorino con fino instinto agazapado.

Una cosita recortada y pobre se antojaba el cuarto. Paco Ureña se emperró con él como si llevase algo dentro. Movimientos desacompasados, malos embroques, desagradecidas salidas. Mucho tiempo gastado, un minutaje inútil, un plomazo.

Subió el trapío el quinto, musculado, apretado, ciertamente basto. Sería que como aquello venía siendo un bluf y se movió fuerte el victorino, el personal tomó partido por el toro. Quizá Curro Díaz había hecho parecer lo que no eran aquellas embestidas brutas, la escasa humillación, ese apoyarse en las manos para no rebosarse en los finales de muletazo. Curro lo toreó como si el victorino

derrochase clase. Otras veces con la técnica curtida de los años. Una sola prueba al natural quizá le echaron en cara. Cortar en el momento oportuno en una época de faenas interminables. No había más. Ovacionaron al cárdeno como estúpido castigo a Díaz, que había sentado al muerto de un espadazo rinconero. O porque de verdad les puso el toro. Joder qué tropa, Romanones dixit.

Infumable de todas todas y como guinda el moruchote último. Como remate a una victorianada que cargó más mármol en esta losa de tres días. Paco Ureña lo mató. No se puede decir más.

La Razón

Por Patricia Navarro. Una de Victorino sin ¡ays! ni olés

Hay dos mundos paralelos los minutos antes en ese patio de cuadrillas. Dos mundos irreconciliables en el que viven los mortales, los medrosos, los que no miramos al miedo cara a cara jamás a no ser que la vida obligue, porque tensar esa cuerda no está a nuestro alcance. Y al otro lado, en el auxilio de la soledad, ellos. No es la distancia lo que nos separa, es un abismo infranqueable. Hay un bullicio ahí dentro. Muchos quieren estar allí. Todos salimos huyendo tal cual avanzan los minutos, la cuenta atrás hacia la fatídica hora de la verdad. Cómo son esas caras. Cuántos años se echan encima. Se hunden los ojos, se acentúan las arrugas, los toreros no tienen edad en el patio de cuadrillas, tienen miedo, pero son capaces de superarlo. Y eso impone sobremanera. Y nos diferencia. Por encima de todas las cosas. Esperan en los corrales seis de Victorino Martín. Por ahí deambula el hijo, al que piden fotos cual actor antes de un estreno, su labor está hecha, toda por hacer por los de luces. Un mano a mano espera. Paco Ureña está en la plaza, pero anda “escondido” al resguardo en la “sala de toreros”, al amparo, quién sabe si de la guadalupana, la macarena, o los dioses que quieran alumbrarle el camino. El de los valientes. Sí está Curro Díaz, de un blanco reluciente, porque los vestidos relucen a cada centímetro que te acercas. Resplandece el oro. Su cara es un poema. Lo que debe ser por dentro. Le arropa la cuadrilla, los ladrillos justo detrás y en el pecho esa falta de oxígeno que oprime hasta parecer hiperventilar. Esa mirada que no ve. Cientos de personas en frente, pero no hay nadie. Al otro lado, Miguel Ángel Sánchez, el sobresaliente. Debuta en Bilbao, y con la de Victorino, motivos suficientes para querer salir corriendo “puff… pero estoy feliz”. No hay que entenderlo. Basta con escucharlo. Ya arriba la distancia es máxima. Llegó la hora. Les cambia la expresión. Se desdibuja el primero, que brinda a Manuel Escribano, quien en realidad debería estar aquí hoy pero un toro en Alicante le puso las cosas difíciles. Al natural Curro de principio a fin, relajado y vertical. Pasa el toro. Suavón, noble, desentendido y sin entrega, no pone en apuros ni da grandes alegrías. Comienzo tibio. Ureña no desperdició momentos con un segundo que humilló pero con poca emoción y menor recorrido a derechas. Todo lo hizo con el buen concepto como punto de partida. La verticalidad, el aplomo y la seguridad.

El tercero repite en las telas, con movilidad, buen tranco y la transmisión justa, el defecto que no le está permitido a esta ganadería, sí se les consienten los asesinos en serie. Curro Díaz pasa el trance sin pena ni gloria. Ni suma ni resta. Va pasando la tarde. La del calor sofocante. Iba y venía el cuarto, iba y venía el toreo de Ureña, que a estas alturas de la tarde, andaba anodino el tema.

Dos toros quedaban para dictaminar sentencia. El quinto nos recoloca, “Bolsero” de nombre. Tiene movilidad, repetición y franqueza en el viaje y, sobre todo, cuando pasa se nota. Lo hace con importancia, trasmite arriba, eso es lo que no había pasado hasta entonces. Trasmite más de lo que había ocurrido hasta ahora. No ye toro de bandera pero tenía faena. Curro Díaz se cobija en el tercio y ahí anda su búsqueda con pasajes bien intencionados. En una tanda al natural logra el mejor momento y justo ahí lo corta. Coge la espada y remata a la primera, pero deja atrás huecos blancos por lo que la gente se enfada. En parte, injusto. Ni tanto ni tan poco. No acierta con los tiempos. El que cierra plaza cierra disgustos. Un toro mediocre que condena la faena de Ureña y así la tarde. La de las luces, la de las sombras, la del calor, la de una corrida de Victorino que se dejó hacer pero sin sal, ni vinagre. A cada uno lo suyo. No fueron victorianos de ay ni de olé.

25_agosto_16_bilbao.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:23 (editor externo)