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Plaza de Toros de Bilbao

Sábado, 27 de agosto de 2016

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de Fuente Ymbro. Muy serios de presentación, sobrero (6 bis), que fue el mejor, los demás mansos acababan rajándose y pitados.

Diestros:

Sebastián Castella:de azul rey y oro, ovación y silencio.

Miguel Ángel Perera: de verde oliva y oro, ovación y silencio.

José Garrido: de Azul marino y oro, ovación y dos orejas.

Destacaron:

Entrada: Media entrada

Galería de imágenes:

Vídeo: http://vdmedia_1.plus.es/topdigitalplus/20168/27/20160827221148_1472330311_video_696.mp4

Crónicas de la prensa:

El Mundo

Por Vicente Zabala de la Serna. Garrido y la puerta grande debida

La Comisión Taurina de la Junta Administrativa de la plaza de Vista Alegre sacó ayer un comunicado críptico sobre la no sustitución de Roca Rey que en su parte mollar dice así: “Siguiendo el concepto de la feria de tres toreros emergentes y dado que también los representantes de López Simón nos solicitaron un torero por delante que abriese cartel se consideró que un mano a mano era lo mejor”. Se agradece la voluntad y el ejercicio de humildad que se traduce del texto entre Pinto y Valdemoro. No debe de ser fácil de admitir para una señora Junta de Bilbao y una Casa como Chopera que un Julián Guerra te ha desmontado (“un torero por delante”) una idea (“tres toreros emergentes”) hasta llegar al conformismo (“se consideró que un mano a mano era lo mejor”). Pues eso dice el comunicado, ¿o no? Eso y las disculpas para con la afición molesta.

De todo este sindiós y la crisis de ansiedad, lo que verdaderamente el personal sacó en claro es un héroe: José Garrido. Cuando tocó su turno, se sintió una ovación de las que en otra época se escuchaban al deshacerse el paseíllo. Esas esperanzas chocaron con la fachada sin alma del tercer toro de Fuente Ymbro. Que como sus “hermanos” hubo de ser cuidado en el caballo y ya apretó hacia los adentros en banderillas. Garrido pulsó la embestida rebrincada en la muleta. La protesta del que no quiere. Y menos hacia fuera. Y tampoco con la izquierda. Hasta que se paró y el guerrero de Extremadura se metió prácticamente entre los pitones. Una espaldina quitó el hipo de una abuela del tendido “1”.

Por trapío el toro de Sebastián Castellla imponía. Tan montado y con ese velamen. Todo apariencia. Músculo de culturista. Castella lo cató en un quite por chicuelinas ceñidas, comprobó que por el izquierdo apretaba y construyó una faena solvente por el derecho. El fuenteymbro agarrado al piso desde el minuto uno y queriéndose soltar una vez por tanda. Una o dos. Según avanzaba la obra cada vez más. Ni una mutación del gesto del torero en las distancias cortas. Todos los patrones de mansedumbre los repitió y los amplificó el encogido cuarto con afán madrugador. Encogido porque pisó plaza ya como acobardado. Tanto que en la muleta se rajó prontísimo. Si no lo estaba antes. La corrección de Sebastián se perdió con la espada por los bajos.

Dentro de la seriedad de la corrida, el castaño “Picarón” traía una armonía diferente, una belleza redonda, una forma de embestir diferente. En los vuelos de Miguel Ángel Perera colocó la cara. Los delantales mecieron la embestida. Pero antes de alcanzar el caballo ya se presentía la falta de poder. Perera lo mimó. Cambió el planteamiento de abertura desde los medios que no quería a los adentros que reclamaba. A pies juntos el prólogo suave. Y dos tandas sedosas de redondos casi a la voz por no molestar. Una de ellas a cámara lenta dentro de la despaciosidad. La calidad del fuenteymbro no contaba con el mínimo gas. Todo lo demás corrió a cargo del pulso paciente de MAP. De mal en peor, superó todas las notas mansas el quinto con su obsesión escarbadora. No se recuerda un toro de Gallardo escarbar de tal modo desde el año de los piensos descompensados. Y mugir. Y recular. Y rajarse casi antes de salir.

El último ni se sostenía. Matías el usía ordenó dar rienda a los caballos. Como la peña no anda soliviantada… Pañuelo verde a continuación. Vuelta a empezar. El sobrero del mismo hierro. Otro de irreprochable trapío. Antonio Chacón casi iguala con las banderillas a su compañero que no hermano José Chacón y a Curro Javier. Pero finalmente se quedó con una en la mano. El sobrero acudió al rescate de Ricardo Gallardo con su humillación, su viaje, su ritmo y su tranquito. Buen toro. Y de nuevo José Garrido también al rescate de Bilbao. Conjugando la derecha con el encaje de la cintura. Acompañando el torero y la gente respondiendo. El juego de los vuelos en su izquierda, la embestida en la palma de la mano, en las yemas a veces. Y un molinete zurdo enroscado. Apostó JG por amarrar con un broche de rodillas. La estocada hizo lo demás. A la espera de lo que determinase don Matías el usía. Que debió de sentir la deuda pendiente del día anterior con Garrido. Y como la puerta grande debida se la entregó de un tirón. Este señor con las pañuelos o no los saca o los saca de dos en dos.

A José lo elevaron como a un auténtico salvador.

La Razón

Por Patricia Navarro. Puerta grande de un Garrido bravo de verdad

Seguía el ambiente raro. No sé si era cuestión de ánimo o desánimo. Pero andaban los toros igual, como si el gris de la arena bilbaína se les hubiera metido en las entrañas consumiéndoles por dentro. Qué bajón. Así el primero, todo pitones, para el cielo, pidiendo al de arriba un soplido de raza que mantuviera aquello con honor, pero el honor no era, y la grisura del ambiente se mantuvo a duras penas. Colocaba bien la cara en la muleta de Sebastián Castella, que abría el cartel, pero le faltó después cuarto y mitad de casta para empujar en la muleta. Para ser toro toro. El francés, a falta de aquello, se quedó con el arrimón y complació al público. Perera hizo despliegue de temple, cosa fuerte en él, justo después de que se luciera Garrido con un quite y Curro Javier (y Barbero) con los palos. Apuró Curro al entrar al burladero y le persiguió el fuenteymbro cual diablo. Humilló después el animal en las primeras arrancadas, al primer suspiro se había acabado al toro. A la buena condición le faltó de todo, pero sobre todo fondo de raza y fuerza para mantenerse en pie. Perera lo intentó al amparo del temple y decoroso en los tiempos. Se le ovacionó a Garrido antes de salir su toro. Bien Bilbao. Dos tardes en 48 horas. Su quinto toro en menos de 24. Buenos números. Mejor cabeza, ni les cuento el corazón. Aunque el fuenteymbro, tercero de la tarde, fuera una misión imposible a pesar de las ambiciones. ¡Un encierro a la medida de esta feria! Innecesaria a todas luces la presencia de los antis en la puerta. Verdad de la buena. Por lo innecesario de la provocación y porque dejen a los de dentro un tiempo y vendrán a gritar a solas. Garrido expuso. Expuesto. Dispuesto. El mulo no era de fiar, tampoco de apostar. Hizo lo que pudo y le mandó a mejor vida. 520 kilos portaba el cuarto. El porcentaje que tenía de bravura era ínfimo y feote de hechuras. Mucho pitón, estrecho y altote. Rajado, mansote, perdiendo las manos y sin ritmo ninguno. Y venga a correr en el último tercio. Apenas había empezado la no faena de Sebastián Castella cuando alguien del público gritó “¡Vaya espectáculo!”. Y era verdad. Un tirón y se llevó Perera al quinto al centro del ruedo; con este percal no había tiempo ni arrancadas que perder. Escarbaba el toro, se lo pensaba, merodeaba y por ahí andaba, miserias, no crean, a pesar de la buena voluntad del torero, sin ritmo ni clase cuando decidía tomar el engaño este fuenteymbro. Tenebroso espectáculo. A los corrales el sexto. Sobrero del mismo hierro el que vino después. Garrido, en tus manos. Sólo él podía echar el freno a esta debacle y lo hizo. Poderoso, templado y toreando muy por abajo a un toro que tuvo movilidad y repetición; mucho que torear, imponente embestida. Sólido Garrido. Importante Garrido. Apostó con el toro, agradecido animal. A más uno y otro, y al final, a fuerza de derechazos y también algún encuentro al natural, fue construyendo el torero un faenón. Ligado, templado, cimentado sobre la arena, ceñido, resuelto y torero en los remates… ya le pueden agradecer empresa, ganadero… Porque salvó la tarde y se encumbró con una estocada muy de verdad ante el único toro bueno de la tarde, “Pegajoso” de nombre. Y al presidente ya no le quedó otra que concederle el doble trofeo que le abría la Puerta Grande. Era de justicia. Justicia divina. Pedazo torero. Dos tardes dos. Y qué manera de ser y estar.

ABC

Por Andrés Amorós. José Garrido se confirma como figura en Bilbao

La mansedumbre de los toros de Fuente Ymbro, el último, un sobrero de la misma ganadería, permite que José Garrido confirme todo lo que mostró el día anterior: corta las dos orejas y sale en hombros. Castella y Perera quedan prácticamente inéditos.

Nada se puede objetar a la presentación de los Fuente Ymbros: «toros de Bilbao», serios y bien armados, cuernivueltos. Desgraciadamente, su comportamiento ha sido pobre y han impacientado al público, aburrido de ver un manso tras otro.

El primero embiste con nobleza pero algo dormido, le falta viveza. Saluda José Chacón, con los palos. Castella se muestra firme, liga algunos muletazos, se muestra insistente y algo premioso. Este «Hortelano» me ha hecho recordar a Lope de Vega: ni un «perro» conseguiría el triunfo, con él. El cuarto es peor, manso y huido, pega arreones en banderillas. Recibirlo sentado en el estribo no es lo más adecuado para fijarlo; ha de levantarse Sebastián y doblarse con él. Logra engancharle en una única serie pero el toro huye descaradamente a chiqueros (no es digno de su nombre, «Macareno», ni por los devotos de la Virgen ni por el buen torero que fue Juan Antonio Alcoba). Eso no es excusa para los dos sartenazos caídos que le propina Castella: el toro era muy manso pero había que darle su lidia y matarlo dignamente.

Recibe Perera con verónicas mezcladas con chicuelinas al segundo, que flaquea, es soso y distraído. Curro Javier logra dos pares de categoría, merecedores de premio. Vacía muy bien la noble embestida Miguel Ángel con derechazos mandones, de mano baja, pero, en los naturales, el toro se apaga del todo, como la vela a la que ha soplado un niño. Mata con decisión. El quinto es manso de salida y probón, espera y protesta: un «Palique» indigno de Leopoldo Alas, con el que no se puede trabar diálogo estético. Perera, poderoso y decidido, le arranca algún muletazo, que la res toma a regañadientes. Le piden que abrevie y vuelve a acertar con la espada pero el desastre de la puntilla encrespa al personal. (Una vez más, insisto: el espectador actual no soporta ver, como esta tarde, 16 fallos, al apuntillar al toro. Hay que limitar el número de intentos, no sólo el tiempo).

Suelen decir los cinéfilos que este arte tiene tres maestros clásicos: John Ford, John Ford y John Ford. En los toros, podemos decir que, ante todo, son imprescindibles tres cualidades: actitud, actitud y actitud. Las tres las desplegó ampliamente José Garrido, la tarde anterior. Aunque el premio presidencial fuera rácano, el público salió encantado con este joven torero. Esta tarde, arriesgaba mucho: ¿se quedaría en flor de un día o aislada golondrina que no hace verano? Lo he visto algo presionado –lógicamente– pero muy decidido y con notable capacidad. El tercero embiste protestando, corto y rebrincadito. Garrido le da la lidia adecuada; al final, casi se deja coger, está por encima del soso toro. Por suerte para todos, el sexto, sobrero, resulta manejable y Garrido vuelve a ligar derechazos y naturales con la mano rastrera (decía Antoñete), se echa al toro por delante con guapeza en los de pecho: una faena de gallardía y emoción, culminada con una gran estocada, atracándose de toro. Más allá de las orejas, importa la confirmación de que está ya al nivel de las figuras del toreo. Los que le hemos estas dos tardes, en Bilbao, no lo dudamos.

El País

Por Álvaro Suso. Garrido rescata del abismo a la tarde

Si alguien pensó en una tarde aciaga, podría haber escrito la de ayer desde principio a final. Desde los agobios de los antitaurinos en la puerta de la plaza con la increíble pasividad de la Ertzantza, que no impidió ni el acoso a una embarazada en los aledaños de la entrada, hasta lo que ocurrió en el ruedo, un auténtico desastre que echa por tierra todo lo que fue Bilbao.

Porque no se trata de una tarde aciaga, de la muchas que se viven en este espectáculo, sino del remate a una feria insufrible. El aficionado no aguantó más y protestó, con la amabilidad que ha caracterizado a esta plaza, pero protestó porque la feria se ha hundido en un pozo que ahoga a los aficionados, que no saben si huir despavoridos o tomar parte en un alboroto.

La mansada que envió Fuente Ymbro a Bilbao solo tuvo fachada en sus dos primeros ejemplares. Ni un puyazo en una tarde en la que el tercio de varas fue un simulacro, en la tónica habitual de la semana y donde solamente los dos primeros tercios de banderillas merecieron aplausos.

Pero la culpa no fue de los toros solamente, porque hubo dos, primero y sexto, para cortar oreja. La apatía de Castella, que no quiso ponerse de verdad con un primero que pedía distancia y el francés se decidió a ahogarlo, fue clave para que la tarde comenzase mal. Además, no estuvo digno con el malo cuarto al que mató de manera infame.

Perera no encontró enemigos con los que medirse.

Y como el entramado taurino es así de inexplicable, dejaron para sobrero un toro bien hecho y serio. Salió para sustituir al sexto y antes que a ese Pegajoso de nombre habían elegido a varios ejemplares que no había por dónde cogerlos.

La tarde estaba a punto de estallar, pitos, palmas de protesta y la indignación como una mochila de la que ya nadie parecía poder librarse. Cuando se devolvió el sexto por su falta de fuerza, Bilbao estaba al borde del abismo, pero el sobrero apuntó maneras y se encontró con un José Garrido dispuesto a ponerse de verdad.

El extremeño recibió una ovación antes de lancear a su primero y fue despedido en hombros con las dos orejas del sexto. Pudo ser un premio exagerado, donde las dos series de muletazos ligados por abajo desataron a los espectadores que vieron la luz divina en los rayos de Garrido. Una serie de rodillazos y una buena estocada fueron el colofón y de nuevo las dos orejas al tiempo en el palco.

Había tanta desesperación que tampoco llegó a haber medida. Pero no se puede pedir más a una plaza castigada durante varios días con decepciones, al borde de la desorientación más absoluta.

Se salvó la tarde en ese último sobrero. De la bronca histórica se pasó a la salida de José Garrido en hombros. Con el torero en la calle, hubo pitos de protesta, pero ya no fue lo mismo. Algo se había visto y algo bueno, aunque fueran cinco tragos amargos y tan solo uno dulce.

* Bilbao Temporada 2016

27_agosto_16_bilbao.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:15 (editor externo)