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Plaza de Toros de Bilbao

Domingo, 27 de agosto de 2017

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de Miura dos cinqueños (1º y 6º), serios en su tipo y en sus diferentes caras; de poder contado; flojo el 4º; complicado el 3º; de notable estilo el 6º por el izquierdo; se movió el 5º a su altura; noblón sin humillar el 1º; se defendió el 2º.

Diestros:

Jiménez Fortes: de azul marino y plata. Pinchazo y estocada baja (saludos). En el cuarto, dos pinchazos, estocada rinconera y descabellos. Aviso (silencio).

Juan Leal: de azul pastel y oro. Media tendida (petición y vuelta al ruedo). En el quinto, pinchazo y estocada (vuelta al ruedo).

Román: de nazareno y oro. Pinchazo y estocada rinconera (saludos). En el sexto, gran estocada (oreja).

Entrada: Un cuarto

Vídeo: https://twitter.com/toros/status/901896727569072131

Crónicas de la prensa

ABC

Por Andrés Amorós. Triunfo final de Román

Con las reses de Miura, concluyen las Corridas Generales de este año. Salgan buenos o no, los toros de esta divisa ya suponen un atractivo. Habitualmente, los lidian matadores expertos en este tipo de corridas, como el ausente Rafaelillo. Esta vez, se ha apostado por dar una oportunidad a tres jóvenes diestros: sólo uno de ellos, Fortes, ha actuado en Bilbao y ha toreado Miuras; Juan Leal y Román, ninguna de las dos cosas. ¿Una oportunidad, con toros de Miura? Parece dudoso. Sobre todo, si los tres diestros han toreado poco. Por eso, acudimos a la Plaza con cierto temor… Por fortuna, los toros, de hermosa lámina, no sacan el peligro de otras veces pero tampoco dan gran emoción y alguno, flaquea. Sólo pasan apuros varios banderilleros y Juan Leal, en el segundo, cuando roza la temeridad. Román corta una oreja al último, el mejor.

El malagueño Fortes ha superado con gran coraje tremendos percances. En el primero, de hermosa lámina, recibido con aplausos, después del mitin banderillero, logra naturales suaves, reposados, que el toro toma con nobleza, algo distraído. Mata a la segunda. En el cuarto, que flaquea, otro mitin, con los palos. El toro queda corto pero bondadoso. Tirando de él, Fortes logra algunos muletazos templados, de escaso eco. Tarda en matar.

El francés Juan Leal ha toreado, este año, muy pocas corridas. Su estilo se basa en la quietud y la cercanía, recuerda a Ojeda. En el segundo, justo de fuerza, saluda Juan Carlos García. Brinda al cielo. Comienza con dos pases cambiados. Liga muletazos de cerca, hasta que llega la voltereta; luego, momentos de grave apuro, cuando se le para, en el pecho. Insiste en circulares invertidos. El valor y el mérito son evidentes; que ésa sea la lidia adecuada a un Miura, discutible. Media estocada: petición y vuelta. En el quinto, que también flaquea, saluda Marco Leal. Lo llama de rodillas, desde el centro; logra muletazos valientes, embarullados, que despiertan al público. No regatea esfuerzos pero surgen enganchones. El arrimón final no es apropiado para estos toros, por nobles que salgan. Mata a la segunda, a toma y daca: aviso y vuelta.

El valenciano Román acaba de abrir la Puerta Grande de Las Ventas. A su simpatía une un valor que puede ser irreflexivo: con Miuras… El tercero blandea pero espera, en banderillas, queda reservón. Román le saca muletazos correctos pero uno a uno. Agarra una buena estocada, a la segunda. Salva el honor de la divisa y el rumbo de la tarde el último, un precioso cárdeno, de 657 kilos. Lo pica bien Pedro Iturralde, saca nobleza y Román lo aprovecha con una serie de naturales estéticos, toreando casi tan a gusto como si se tratara de un bondadoso Domecq. Logra una gran estocada y corta la oreja; también recibe una fuerte ovación este «Jarrero», el último toro de las Corridas Generales. Ya lo dijo Shakespeare: «Todo está bien, si acaba ben». ¡Adiós, Bilbao, hasta el próximo año!

POSTDATA. En el Museo de Bellas Artes de Bilbao, uno de los mejores de España, a gran distancia del atractivo turístico del Guggenheim, admiro la colección de Alicia Koplowitz y, como siempre, varias obras maestras de Ignacio Zuloaga. De joven, llegó a matar 17 toros, en corridas pueblerinas; también, acudía a torear los Miuras, en Zahariche; usó el apodo taurino «El pintor» y organizó festejos en Zumaya. Escribió su amigo Juan Belmonte: «Hubiese cambiado toda su pintura por haber triunfado en la Plaza de Madrid, en la corrida de Beneficencia». Según los antitaurinos, se hubiera curado, leyendo un libro…

El Mundo

Por Vicente Zabala de la Serna. Un salto de gigante de Román con los miuras

Un día lluvioso y gris, tan propio de Bilbao, despedía una semana de toros. Despejó el cielo de nubes un viento preseptembrino a la hora de la corrida. Cartel duro de nombres cortos: Miura, Fortes, Leal y Román. Como corta y dura era también la entrada.

Fortes atravesó el ruedo con el capote de paseo sin liar. Como hace años Padilla. Un miura cárdeno, alto, largo, lomirrecto y cornicorto, no humilló nunca. Noblón y de escaso celo. Verónicas fáciles de saludo, una doble media y un momento de apuro: el torero resbaló cuando lo llevaba al caballo y el toro pasó por encima. Como si el último golpe de capote desde el suelo hubiera servido de autoquite. Sin notas destacables en el peto y en banderillas -salvo la actuación repetidamente fallida la cuadrilla- alcanzó la muleta con la embestida rácana. Enganchó por el pitón derecho y tuvo un paso más por el izquierdo. Fortes apostó por su colocación cabal y el natural. Una notable tanda en el ecuador de la faena fue, por trazo y limpieza, el cénit. De uno en uno apuró entre las rayas. Pinchazo, estocada baja y ovación.

Más armado, acodado, otro cárdeno (claro) de amplia osamenta tampoco desarrolló la “maldad” miureña. Ni el poder. Mayor movilidad y capacidad de humillar que el anterior. O eso parecía. Pero Juan Leal le acortó las distancias enseguida. En cuanto le cambió el viaje en una espaldina y libró la obertura explosiva, se puso encima. El ojedismo precipitado. O como realmente era el ojedismo. Y así, en un desplante a muleta escondida, el toro derrotó al pecho. Un volteretón de órdago. Giro completo incluido en el aire por el impulso de otro gañafón a los muslos. Del estruendoso aterrizaje se levantó Leal milagrosamente intacto. De cuerpo y moral. Y siguió con su valeroso ataque en tromba sin espacio ni guión. La refriega continuó con el galo invasor del terreno del miura, que se defendía. De ¡ay! en ¡ay! la faena. Media estocada, una petición entregada de la causa y la vuelta al ruedo a la indiscutible entrega de Leal.

En las antípodas planteó la faena Román con un miura negro, huesudo, degollado y de cuello extensísimo. Centrado, consciente y sereno el valenciano con el peligro sordo del toro que le escaneaba. El sónar ya lo había encendido con los palos, cortando mucho los viajes, especialmente por el izquierdo. Sitio y media distancia. El toque abajo para evitar el derrote al palillo. Extrajo un par de series de largos derechazos de enorme mérito. Y le ofreció la izquierda para que al menos se viera que por allí no era. Una estocada efectiva tras un pinchazo arrancó el reconocimiento de Vista Alegre.

El toro de mayor aparato -hasta que apareció el tremendo sexto- fue el de menor fortaleza. A la espera del miura no llegaba el peonaje con los rehiletes. Otra vez. Fortes lo trató con tacto. De nuevo por bandera su sentido de la colocación. Agradeció el toro los prolongados cuidados. La espada encasquillada prorrogó el ya larguito metraje.

Cuando Juan Leal se clavó de rodillas casi en la boca de riego y citó al agalgado miura de vieja estampa a 30 metros, sonaron todas las alarmas. Como un obús atravesó el toro la jurisdicción de Leal. “Están locos estos galos”, decían los romanos en los cómics de Astérix. Pues el galo enredó a su manera la volandera viveza miureña. No se sabe ni cómo. Sólo que en los broches ligaba dos y tres de pecho. Sin el afán tan intenso de pisar terrenos minados hasta que no lo desgastó. Y entonces le agarró un pitón y le hizo el desplante del teléfono. El toro no le dejó pasar con el acero. Leal apretó los dientes y a topacarnero se jugó el corazón. El pitonazo marcó el latido. Cobró el espadazo, paseó otra vuelta al ruedo y pasó a la enfermería.

La ovación que conquistó el inmenso y cinqueño último toraco de Miura respondía a sus 657 kilos y un porte descomunal. Qué bien estuvo Román. Un salto de gigante en su evolución. Extraordinario con una mano izquierda superior que el miureño tomaba con noble estilo. Ligado, tranquilo, atalonado y acinturado el tipo. El toreo en redondo quedó en esbozos: el toro no ponía de su parte el mismo recorrido. Faena exacta, medida, precisa. Intensa y aquilatada. Un volapié perfecto rindió definitivamente la plaza. Oreja de tonelaje decir adiós a Bilbao.

La Razón

Por Patricia Navarro. El huracán llamado Román hace el toreo

La corrida de Miura cambia el ambiente. Las caras. Y de hecho hasta llovió durante parte del día sobre el ruedo bilbaíno para poner el más difícil todavía. Los Miuras imponen por encima de todas las cosas con esas cajas corporales inabarcables que no tienen fin, por muchos kilos que pongas en lo alto parecen siempre huesudos. Son enormes, inmensos, mastodónticos… Y en este contexto, Juan Leal brindó al cielo el segundo de la tarde y se encomendó a Dámaso, que en paz descanse, y a todos los dioses, para soplarle dos pases cambiados por la espalda (a un Miura recordemos) volcánicos. Protagonizó después una faena de mucho valor, enseguida quiso quedarse a pecho descubierto y meterse con el toro y ahí el gen miureño despertó a velocidad de vértigo. Y no sólo le cogió con una brusquedad tremenda, sino que desde entonces no le perdonó una. Le había cogido la medida y las reglas las puso el Miura desde entonces, pero Juan Leal no volvió la cara ni un solo segundo y arriba se vivió con emoción. Merecida vuelta al ruedo tras petición. No era día. Ni toro. Ni ocasión para racanear el trofeo. Se desmonteró su cuadrilla con el quinto y con mucho mérito. De rodillas comenzó la faena de muleta Juan Leal y bien caro le podía haber salido, porque el toro rebañaba. El drama estaba a la vuelta de la esquina, aunque el animal fue a menos en peligro. La ambición de Leal no encontró límites y eso fue lo que conectó con el tendido. La estocada, con el pitón en el pecho, resultó brutal.

Y antes de que acabara la tarde, nos robó el corazón Román. Ya le había marcado con la mirada el tercero desde el principio. Pero la cosa no fue con él. Es lo que tiene cuando el valor es de acero. Fue un tú a tú a las claras. Reservón el miura, importante el torero, sin darse importancia y ni un solo paso en falso. Con el sexto sus armas fueron otras. Quizá las mismas pero prolongadas, crecidas. El Miura tuvo un fondo bueno con esos matices que no dejan relajarse del todo nunca. Pero le consintió tanto y le hizo las cosas tan bien que las bondades del toro se multiplicaron. Con los vuelos de la muleta esperó siempre la embestida del toro, con el medio pecho y en la verticalidad. Bueno el Miura. Perfecto Román. Como la estocada. Como la tarde. Su peso en oro valió el trofeo. De los buenos. Que suene el teléfono que hay sustituciones. Que se haga justicia.

Fortes meció las muñecas al primero, que cortó mucho en banderillas, pero se dejó en la muleta en parte porque el torero no le dudó nunca y en ese duelo de titanes sólo hay un ganador. De menos a más fue su faena, a pesar de la sosería del miura. Intentó ayudar al cuarto, que hizo pasar lo suyo a la cuadrilla. Le abrió la salida y quiso hacer al toro, romperle, sólido y robusto el torero, a pesar de la escasa transmisión del miura. La tarde fue de los toreros.

27_agosto_17_bilbao.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:22 (editor externo)