Herramientas de usuario

Herramientas del sitio


2_mayo_17_sevilla

Real Maestranza de Sevilla

Martes, 2 de mayo de 2017

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de García Jimenez y Peña de Francia (2º). Mansos y descastados

Diestros:

Morante de la Puebla: de negro y azabache de verde botella y oro. Estocada (saludos); pinchazo, pimchazo hondo, aviso, descabello (saludos).

Miguel Ángel Perera: de verde botella y oro. Estocada (saludos); estocada baja con aviso (saludos).

Javier Jimenez: de azul pavo y oro. Pinchazo y estocada tras aviso (saludos); media estocada atravesada, aviso y descabello (saludos).

Banderilleros que saludaron: Curro Javier, Guillermo Barbero, Ambel Posada y Abraham Neiro.

Presidente: Gabriel Fernández Rey

Asistente artístico: Alfonso Ordóñez Araújo

Tiempo: soleado, temperatura agradable.

Entrada: Tres cuartos de entrada.

Video: http://vdmedia_1.plus.es/topdigitalplus//20175/2/20170502221455_1493757162_video_2096.mp4

Galería de imágenes: https://plazadetorosdelamaestranza.com/faenas-destacadas-sin-remate-acero/

Crónicas de la prensa:

Puerta de Arrastre

Por Santiago Sánchez Traver Una ganadería bajo sospecha y condena

La corrida del martes de farolillos (hasta hoy no los han puesto en esta Feria adelantada) tuvo de todo un poco pero nada fuera de lo esperado. De momento vinieron toros de dos de los hierros de Matilla pero no del tercero sancionado por afeitado en el Corpus granadino. Que digo yo que por qué sancionan al hierro y no al ganadero que es el que ha hecho el fraude. El que hace la ley hace la trampa. Los seis justitos de presentación, mansitos en general, sin culata pero con cuernos para que pasaran. Así las cosas, Morante pasó del primero y le hizo faena de gusto y de naturales de cartel al nobilísimo cuarto, que le hubieran valido una oreja. Perera puso toda su voluntad y cercanías para sacar algo pero no pudo. A Javier Jiménez no le faltaron ganas y habría cortado una orejita al 3°por su larguísima y voluntariosa faena. Con estos ejemplares, varios recién cumplidos, lo de Matilla tampoco debería venir el año que viene, pero vendrá. Y otra cosa: el martes de Feria estaban vacíos los tendidos 10 y 12. O sea, que hay dos soluciones: o le bajan el dinero a las figuras que no llenan, o suben el precio de las entradas, lo que ya no parece posible ni aconsejable.

Diario de Sevilla

Por Luis Nieto. La naturalidad de Morante

Morante, que es una esponja como artista, ha añadido a las vetas joselitista y gallista la pepeluisista en este último período de su carrera. No en vano la temporada pasada Pepe Luis Vázquez Silva, el hijo del maestro Pepe Luis, acompañó al diestro de La Puebla durante su campaña. En una Maestranza con tres cuartos de entrada, bañada en sol, esa naturalidad y esa gracia artística afloraron delante de un toro, el cuarto, alto, de embestidas poco boyantes y algo descompuestas. Gracia artística; no liviana. Gracia profunda para convertir, a base de inspiración, las acometidas en viajes ilusionantes en los que la figura del torero, frágil por momentos, hipnotizaba al público con su alto voltaje artístico: naturales sueltos de suprema calidad, derechazos largos, aquí un molinete improvisado, allá pases de pecho o abaniqueos en la cara ¡Qué delicia! Todo con armonía, con compostura, con gallardía, con repajolera gracia. Pinchazo en lo alto, pinchazo hondo, descabello… se esfumó el premio. Da igual. Hubiera sido una pedrea de casquería. Porque a los de arriba, a los que saben paladear el toreo, les tocó el gordo con tan poco, pero con tanta calidad.

Ante el que abrió plaza, sin clase, al que no le hicieron sangre en varas ni para un análisis y que acometió sin clase alguna, Morante dibujó un puñado de verónicas con quietud, volando bien el capote, rematando con una buena media. Con la franela, incómodo, no se empleó.

Miguel Ángel Perera, en el quinto, otro astado al que cuidan en varas, con movilidad y sin clase, brilló a la verónica y en un excelente quite por gaoneras. En una faena bien planteada técnicamente, marcada por la quietud, consiguió buenas tandas, con ligazón y con un cierre ojedista envolviendo al toro en ochos. Se tiró bien a matar, pero la estocada cayó baja y se esfumó el premio.

Con el mansísimo segundo, Perera, enorme con el capote, ganó terreno con hondas verónicas. El primer tercio fue un paripé, Y el pacense porfió en un trasteo en el que robó muletazos al astado junto a tablas.

Javier Jiménez se las vio en primer lugar con un toro sin franqueza, que no humillaba ante el que planteó una faena larguísima y desigual, en la que lo mejor llegó en el epílogo con dos tandas acompañadas por la música. La banda, inoportuna, cortó justo antes de un desarme y el torero escuchó un aviso antes de entrar a matar.

Con el sexto, descarado de pitones y que se paró pronto, Jiménez intentó lucirse en los medios en un trasteo voluntarioso.

En el balance, con tres cuartos de entrada en tarde soleada y calurosa, se lidiaron toros de García Jiménez y Peña de Francia, como segundo, desiguales de presentación y nobles en general. Como está sucediendo esta feria, el tercio de varas fue un sucedáneo en varias ocasiones. Morante de la Puebla, saludos tras palmas y saludos tras ovación con aviso; Miguel Ángel Perera, saludos tras palmas y saludos tras ovación; Javier Jiménez, saludos tras ovación y saludos tras ovación con aviso.

La Razón

Por Patricia Navarro. Morante, el toreo mayúsculo

Todo hacía pensar que no iba a ocurrir. Que transitaríamos por el vacío morantista para acabar con las esperanzas puestas en el jueves. Bendita equivocación. Ni un lance pegó al toro, el cuarto, hasta que salió el caballo de picar y tuvo que colocarlo. Medía cada trance. Se reservaba. Mal pensados. Hizo el toreo después. Dejando ver ese valor de acero para elevar el toreo a la categoría de lo que es: arte, pasión, angustia resuelta, vaciada, incertidumbre, esplendor y magia que se extiende como un virus y lo inunda todo. A la derecha tragó la movilidad del toro que avanzaba con derrote incluido. Valeroso Morante. Convencido. Crecido y creído. Y la belleza llegó al natural. De perfil, tan torero, citando con los puros vuelos, acariciar, y soñarlo. En la verticalidad, sin retorcerse, sin forzar porque el toreo de dentro nace de forma natural. Armonía plena. Nada faltaba ahí. Más templado el toro que lo que tuvo es que repetía y de limar el resto se encargó el sevillano. Volvió por la diestra y sumergidos en su faena de lleno nos regaló otra tanda al natural. Y los remates. Y la forma de estar en la plaza. Todo para él. Se perfiló en la suerte suprema pasadas las rayas y camino del centro. Y falló. Se escuchaba la decepción en Sevilla. La ovación fue de gala. Esto es el toreo. La magia. Lo más esperado y tan inesperado que de pronto ocurre, arrastra y deja temblando los cimientos con los que a diario nos intentan hacer comulgar.

Se trataba de su tercera tarde. El tercer paseíllo que hizo con un terno negro y azabache que chispeaba de veras sin necesidad del oro. El oro por dentro. En el chaleco y en las muñecas. Por verónicas recibió al primero sin compás de espera, sin probaturas e hizo un quite por tafalleras, que se le hacía raro. El toreo quería fluir por algún lado pero la falta de empuje del toro cortó las alas de la faena. El espadazo fue fulminante. ¡No quiso la suerte, malvada, intercambiar el orden!

Hubo un antes y un después del cuarto. Perera quitó al quinto con buenas gaoneras y Javier Jiménez hizo lo propio por tafalleras.Y el toro se dejó con nobleza y repetición en el engaño de Perera, tenía clase aunque con la chispa justa. Quiso siempre el extremeño y de hecho firmó una labor larga, ligada y con temple. Pero algo faltó para que nos contagiara e hiciera cómplices de aquello. La profundidad del toreo de Morante vapuleaba los ánimos. Despistado había salido el segundo, que en noviembre cumplía los seis años. Y se le notó, no iba con él la aventura del ruedo. Y no fue en los primeros tercios aprovechando la mínima para salir suelto. Curro Javier falló en el primer par y eso no se lo consiente. Él mismo. Cosas suyas y de ahí que le soplara dos para desmonterarse con Barbero. La estampida era lo que le esperaba cuando vio la muleta. Y al Sol. Colocaba bien la cara pero rara vez no renunciaba a mitad de camino. Se esmeró Perera muy cerrado en tablas.

Javier Jiménez lo puso todo. Siempre. A quemar la oportunidad que no llueven y se empeñó tanto que sonó el primer aviso y le pilló toreando. Todo iba tarde. La música tardó tanto en hacer lo propio que un poquito más y le da vida muerto el toro. Los caprichos. El animal tenía la virtud de repetir en el engaño con nobleza, luego entraban en juegos los matices. Entre ellos que Javier Jiménez tiró de él, le exprimió la arrancadas y las trabajó antes para intentar recrearse después. No fue tanto la belleza del toreo como la intención.

Con los tercios cambiados y el toro dueño y señor del ruedo, Abraham Neiro arriesgó y puso un par de banderillas extraordinario. Era el sexto. Duró poco después en la muleta con un ritmo muy desigual y la faena se difuminó. Y a Morante le queda otra, decían al salir… Aquí esperaremos. Con fe. Las certezas ya las tuvimos esta tarde.

El Mundo

Por Vicente Zabala de la Serna. La hermosa profundidad de Morante

Había entre el primer toro, de García Jiménez, y el segundo, de Peña de Francia, una diferencia como entre un Mini y un autobús. Como entre un coche a estrenar y un trolebús viejo. Uno había cumplido los cuatro años reglamentarios el pasado día 1 de mayo y el otro frisaba los cinco años y medio. El joven saltó al ruedo vivo e ilusionado y el anciano, al paso y desengañado. Como la vida misma. A las postre, ninguno de los dos valió.

Morante de la Puebla iluminó su luctuoso vestido con seis verónicas deslumbrantes. Dos sin apenas mover las zapatillas de un adoquín y otras cuatro ganando terreno. Una media enfrontilada de brazos caídos prendió en la Maestranza. Apuntaba el toro recental de buena cara una fuerza tibia y un fondo trémulo. El escaso castigo en el caballo apenas alivió su condición decadente. Morante planteó la faena bajo el Tendido “7”. La repetición anhelada de la embestida no apareció y la torería sevillana quedó huérfana. La estocada por derecho tumbó al marmolillo.

Miguel Ángel Perera bajó las manos en unos lances que si los hubiera visto el llorado Manolo Cortés, los habría coreado. El vetusto animal de Peña de Francia marcaba querencias y quería irse a los terrenos de toriles. Allí Perera le echó paciencia. Esperaba con la muleta puesta la embestida dormida y sin celo cuando no volvía grupas. A favor de tablas incluso trazó naturales de largo trazo como habas contadas. Despenó al manso con la rectitud de una vela.

Desde ahí en adelante siguió la corrida de García Jiménez, cumplida entre abril y mayo. Javier Jiménez templó al grandón y simplón tercero a su altura. No humillaba el toro, que se movía con una sosería pasmosa y una obediencia boba. Todo lo puso Jiménez en la larga faena que hilvanó a puro pulso. Tan extensa que cayó el aviso antes de agarrar la espada. A ovación por coleta continuaba la tarde voluntariosa.

De pronto, la profundidad de Morante labró una sima en el ecuador de las horas. El abismo que dista entre el toreo actual y el antiguo arte. Sobre las intermitentes embestidas de nobleza del colorado cuarto, se elevó la naturalidad hundida del genio de La Puebla. Tan despacio que los oles se extendían más allá del muletazo que moría detrás de la cadera. La obra preñada de perlas se conectaba unida por la torería. En la colocación, en los cites y en las salidas de la cara del toro. En esa manera de andar tan distinta. Un pase de pecho eternizó una tanda de redondos, dibujados con majestuoso empaque, que había nacido con un molinete belmontino. Los ayudados de Morante de la Puebla genuflexo traían sones de bronce como broche. Todavía la coda para sacarse al toro a los medios alumbró un cambio de mano por delante en abanico. Una cosa maravillosa entre Pepe Luis y Bienvenida (Antonio). El ¡ohhhh! admirativo de la Maestranza rendida presagiaba ese trofeo que no fue y que, probablemente, ahora sea lo de menos. Un pinchazo, media estocada tendida -quizá con el toro tan abierto la ayuda fue menor- y un descabello. José Antonio Morante saludó una ovación que no fue una más. Una ovación que en otra época hubiera sido una vuelta al ruedo con la misma lentitud de la hermosa faena.

Perera desplegó una solemnidad castellana siendo Miguel Ángel de Extremadura con un quinto de generoso cuello. Tan solemne que ni siquiera sonó la música que alegremente se precipitó en el Día del Trabajo. MAP toreó muy largo por ambas manos al buen ejemplar de Matilla, que de bueno carecía de esa chispa de transmisión que necesita el poderoso toreo del extremeño. La obra no tuvo una mácula y, sin embargo, no trepó por los tendidos. El final trenzado, pererista en su extrema ligazón, en los péndulos y los circulares invertidos, se apagó a plomo con un feo bajonazo. Atrás quedaron los quites por gaoneras de Perera y por caleserinas de Jiménez. Y una lidia impoluta de Curro Javier a los mandos y Javier Ambel a los palos, que esta vez habían intercambiado los papeles.

El último de García Jiménez, que tan alto había dejado el listón en las ferias septembrinas, portaba en su cara todo su trapío. Abajo se vino en la muleta de Javier Jiménez. Como si septiembre hubiera sido el mes para la corrida y no abril.

El País

Por Antonio Lorca. Morante, malos augurios

Varias notas preliminares.

Una. La plaza de la Maestranza solo se cubrió en tres cuartos de su aforo. ¡Un martes de Feria de Abril y con Morante en el cartel! Que este torero, tocado por el dedo de la magia y con el reconocimiento prácticamente unánime de los espectadores, no cuelgue el “No hay billetes” es un mal síntoma. Y en este caso no se puede culpar ni a los animalistas ni a los antitaurinos. Un motivo para la reflexión. Los toros son caros, es verdad, pero también es amplio el cansancio y el desánimo.

Dos. La corrida de toros enviada por los hermanos García Jiménez incluía algunos datos de interés. El lote de Morante, primero y cuarto, cumplía los cuatro años en mayo. Como la norma no obliga al ganadero a comunicar el día del nacimiento, sino el mes, bien pudieron ser lidiados antes de cumplir los cuatro años de edad real. Pero es que había otros dos, tercero y quinto, que accedieron a la mayoría de edad en abril. Y el segundo toro, el abuelo de la tropa, salió al ruedo con cinco años y medio. Pero, ¿no habíamos quedado en que una corrida de toros en la Maestranza debe ser pareja de hechuras, edad y kilos? ¿Tenían toros o no tenían toros los hermanos García Jiménez para Sevilla cuando los compró el empresario allá por el otoño de 2016? A la vista está que no; y si los tenía, por los pelos. Otro mal síntoma.

Por cierto, ¿qué llevó al empresario a comprar toros de esta ganadería? ¿Lo haría por precio? ¿Acaso por imposición de los toreros? Lo que parece claro es que no lo hizo pensando en el interés de sus clientes. Y algo más: ¿es lo mismo un toro con cuatro años recién cumplidos, o a punto de cumplirlos, que otro hecho y derecho? Pues, no. Como no es lo mismo, salvando las lógicas distancias, un chaval con 18 años que un hombre con 30. Pues eso.

Y tres. Solo la ilimitada generosidad y el conformismo extremo de un público perdido irremediablemente para la afición justificaron un festejo que naufragó de principio a fin a causa de unos toros inválidos y de aborregado comportamiento.

En fin, que no hubo toros ni toreo, a pesar de que la banda de música -otra identidad perdida- hiciera creer lo contrario. No hubo toros, aunque lucieron astifinas defensas, porque carecieron todos ellos de la fortaleza necesaria; y lo que es peor, sus esqueletos no encerraron más que carne y vísceras y no el misterio de la casta y la bravura. Muy descastados todos, agotados, tullidos y muy nobles; eso sí, bondadosos hasta el almibaramienro, pero inservibles para la lidia.

Lo intentó Morante ante su inválido primero (un par de verónicas garbosas) y no pudo pasar de buenas intenciones. Y se le cantó en exceso su disposición e insistencia ante el cuarto, ante en el que dibujó un par de naturales largos (tachín, tachín, la banda, y la gente loca), un molinete y un derechazo garboso. Y todo, ante un muermo. (Si mata a la primera, pasea la oreja. Así está la fiesta).

Insistió también Perera ante su primero (el abuelo de la tropa), un manso huidizo que no quería pelea. Le robó muletazos sin más interés que impedir que alcanzara la puerta de toriles. Y tampoco tuvo suerte con el quinto, otra prenda tullida. Felizmente, se lució con el capote.

Y queda el más joven, Javier Jiménez, que se encontró colgado en un cartel de lujo con toros de mentira. Tiene madera de torero este muchacho. Es patente su evolución en la técnica y la hondura. No tuvo oponente en su primero, noble, blando y descastado. Estuvo muy encima del señor de negro, y se permitió el lujo de trazar muletazos largos, con gusto y torería, pero carentes de la necesaria emoción. Alargó la faena en demasía y pinchó antes de cobrar una estocada. De lo contrario, otra oreja que se corta. Y el sexto, inservible. Ya sabe Javier Jiménez con qué ganadería no debe volver a anunciarse. Pero, claro, si está Morante, quién desaprovecha esa perita en dulce…

ABC

Por Andrés Amorós. Feria de Abril: con toros medios, faenas a medias

Una vez más, el festejo dura dos horas y media; toros flojos y manejables; diestros voluntariosos; ningún trofeo; cuatro avisos. ¿Han estado mal los toreros? ¿Han estado bien? Ni una cosa ni la otra. A pesar de los gritos de algunos partidarios, que quieren hacerse notar, además de arrastrar al personal hacia el entusiasmo, todo ha trascurrido con excesiva placidez. Igual que tantas tardes. Una sorpresa poco grata: peor entrada de lo que yo esperaba. En Sevilla, en estas ocasiones, la charla sobre la Feria y las anécdotas costumbristas compensanla grisura general. Pero no es eso lo que debe ser un festejo taurino.

Los domecqs de la familia Matilla (Hermanos García Jiménez y Peña de Francia) suelen ser nobles pero no fuertes. Los de esta tarde, salen flojos, huídos, manejables, sin complicaciones pero sin emoción.

Tercera actuación del año de Morante, en el coso del Arenal y sigue sin encontrar el triunfo. A él le toca, ahora mismo, la responsabilidad de representar – como antes, Chicuelo y Curro Romero – la peculiar sensibilidad sevillana, en el toreo. Como torero diferente, siempre se le espera pero, con estos toros, no hay espera que valga. De salida, el primero embiste con tanta suavidad como si ya le hubieran picado: algo increíble, en otros tiempos. Lo aprovecha José Antonio con una serie de verónicas y una media en las que muestra sus cualidades: naturalidad, suavidad, ritmo… Pero el toro se cae ya y apenas se le pica; en la muleta, escarba, tardea, pega cortos arreoncitos, pronto se para. José Antonio lo prueba con ayudados, le llama varias veces, sin éxito, y desiste. Mata fácil. El cuarto, “Fotógrafo”, abierto de pitones, se retrata barbeando tablas, se defiende en el caballo, flaquea: nada con el capote. Sorprendentemente, en la muleta saca movilidad: Morante se muestra voluntarioso (en un diestro de su línea, ¿es un elogio?) hasta que logra trazar algunos buenos naturales: una rachita de aire puro en una tarde de bochorno. Al final, asombra por su gracia al lograr, con un pase por alto, que cuadre, en el centro del ruedo. Mata a la segunda.

Después de su grave percance, Miguel Ángel Perera ha quedado algo descolgado del pelotón de cabeza – en términos ciclistas – pero conserva valor y capacidad. El segundo , de La Peña de Francia, “Carcelero”, no tiene el ritmo ni el son de las carceleras de Manolo Caracol ni las de la zarzuela “Las hijas del Zebedeo”: huye a sol, a tablas. Perera quita, impávido, por chicuelinas … y el toro se va muy lejos. Parece el quite menos adecuado a las condiciones del toro pero Javier Jiménez reincide en el mismo palo… y vuelve a suceder lo mismo. (Misterios de la actual Tauromaquia). Es un toro al que hay que sujetar antes de intentar el lucimiento. Perera se empeña en hacerle faena como si fuera bravo: no lo consigue pero se justifica, con valor. ¿No hay otros recursos, en la Tauromaquia, para un toro así? El quinto también flaquea pero es el más manejable de la tarde: se luce Perera en gaoneras impasibles. (Lidia bien Curro Javier y saluda Ambel). El toro es noble pero cortito, Perera lo ataca mucho, con su toreo mandón, que requiere una res de más fuerza; al final, se pega un arrimón. La estocada cae baja pero es acogida con la aprobación actual: “¡Bien!” En Sevilla…

El joven Javier Jiménez, de Espartinas, ha aprendido bien el oficio de torear en la escuela del maestro Espartaco. El tercero se llama “Sosito”: llamar así a un toro parece tentar a Dios. Embiste suave, cansino; va y viene, a media altura. Javier Jiménez corre bien la mano, en una faena técnica, voluntariosa y larga (suena el aviso antes de entrar a matar). En el último, que tardea, se la juega Abraham Neiro. Javier provoca la arrancada, tira del toro, se muestra solvente.

Los tres diestros han saludado cariñosas ovaciones. ¿Es eso suficiente para una tarde de toros? En mi opinión, no. Con el toro medio – algunos lo llaman medio toro – que ahora suele lidiarse es difícil que surja la pasión; sin ella, mucha gente preferirá quedarse en la Feria de farolillos o en casa, viendo el fútbol por televisión. Conforme avanza la Feria taurina, cada vez nos acordamos más de los toros de Victorino y de la faena de Ferrera.

Sevilla Temporada 2017

2_mayo_17_sevilla.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:25 (editor externo)