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Real Maestranza de Sevilla

Domingo, 30 de abril de 2017

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de Fermín bohorquez nobles pero flojos, bueno el 6º.

Diestros:

Sergio Galán: rejón descordado, petición y saludos. En el cuarto, oreja.

Diego Ventura: rejón fulminante, oreja con petición de otra. En el quinto, pinchazo, rejón y descabello. Petición y saludos.

Lea Vicens: pinchazo, rejón desprendido y descabello. silencio. En el sexto, tres pinchazos y rejón. ovación de despedida.

Presidenta: Fernando Fernández-Figueroa

Asistente artístico: Antonio Ramón Jiménez

Tiempo: nublado

Entrada: tres cuartos de entrada

Galería fotográfica: https://plazadetorosdelamaestranza.com/oreja-sergio-galan-diego-ventura-la-corrida-rejones/

Video: http://vdmedia_1.plus.es/topdigitalplus//20174/30/20170430213230_1493581092_video_2096.mp4

Crónicas de la prensa:

ABC

Por Andrés Amorós. Diego Ventura, maestro indiscutible en Sevilla

Seguimos todos comentando con pasión la faena de Antonio Ferrera y la emocionantísima corrida de Victorino, que ha acabado de aclarar la cuestión: existen, ahora mismo, dos Fiestas, demasiado diferentes. A pesar de la lluvia, el coso del Arenal ha registrado grandes entradas. El problema suelen ser los toros. No se trata del nivel de exigencia, sino del concepto básico que tengamos. Se han lidiado ya tres de las ganaderías más cotizadas (Cuvillo, Garcigrande y Juan Pedro) y las tres han coincidido: la suerte de varas ya no existe; los toros tienen las fuerzas justísimas, ruedan por el albero una y otra vez; lo único que importa es la muleta. ¿Es ésta la Tauromaquia que queremos? Yo, desde luego, no. Con toros tan flojos, la emoción es casi imposible, sólo surge cuando la pone un diestro de cualidades estéticas excepcionales: hoy, sólo existen tres o cuatro de éstos; con los demás, el aburrimiento es inevitable.

En cambio, con Victorino (y con Miura y unos pocos más) el toro vuelve a estar en el centro, la faena no se reduce a la muleta, nos apasionamos, admiramos a unos héroes, no podemos apartar los ojos un momento de lo que sucede en el ruedo. Lo malo es que el gran público sólo llena las Plazas si se anuncian las figuras, que imponen sus toros y, tantas tardes, la cadena del aburrimiento se mantiene. Así estamos… Sin extremismos, ¿no cabría aproximar un poco estas dos Fiestas, tan distintas? De momento, no lo parece.

En los carteles de este año, la corrida de rejones ya no es matinal. En Sevilla, buena parte del público monta o ha montado a caballo: valoran mejor la doma y el toreo de los jinetes. Los toros de Fermín Bohórquez son nobles pero flojean mucho; es muy bueno el sexto.

Mantiene Sergio Galán su línea de clasicismo y regularidad. Ha lidiado al primero con pulcritud y corrección: se luce “Ojeda” en las batidas y “Titán” en los giros, en la cara del toro, pero ha faltado emoción y, al final, lo ha descordado. Mejora en el cuarto, que se echa varias veces, con el desencanto general que eso supone: logra quiebros ajustados con “Embroque”; baila delante del toro “Bambino”; con “Apolo”, su estrella, cita en corto y clava a dos manos; Mata bien: oreja.

La francesa Lea Vicéns es buena amazona y tiene gentil `presencia pero menos experiencia que sus compañeros; se advierte, a veces, en la falta de ajuste y de precisión, al clavar. En el tercero, el toro se echa y desluce todo. En el último, el mejor, un gran toro, acierta más con los quiebros espectaculares, al violín y con las rosas, pero falla al matar. Desde el callejón, contempla su actuación su maestro, el gran caballero don Ángel Peralta.

Diego Ventura es ahora mismo, sin duda, el número uno. Ha atemperado los excesos iniciales y asombra por su dominio. (¡Lástima que Pablo Hermoso de Mendoza rehúya el mano con él, televisado en directo!). Le tocan esta tarde los dos más mansos. Torea al segundo admirablemente con el palo del rejón; llega muy cerca con “Nazarí”. Para mí es un descubrimiento “Fino”, uno de sus caballos más jóvenes, que le busca las vueltas al toro de forma espectacular. Mata de un rejón fulminante: una oreja, que podían haber sido dos. El quinto, huído, es el peor. Lo brinda a El Juli, en una barrera. Con su maravilloso “Sueño”, lo lleva cosido a la grupa y le da “muletazos” por dentro pero el toro, muy parado, le impide que se luzca dejándolo llegar, como acostumbra. Con “Dólar”, tira las riendas y consigue, a la segunda, un par a dos manos fantástico. El toro se desentiende por completo del caballero, que pincha una vez, eso le priva de la oreja. Da igual: al margen de los trofeos, ha demostrado su maestría. Su manera de torear a caballo es realmente emocionante. Ahora mismo, no tiene rival.

POSTDATA. Cada día somos más los que planteamos si no sería preferible suprimir la tablilla, con el peso de los toros: se cuestiona su utilidad y, a veces, su veracidad. Lo que fue garantía, frente a los excesos, se ha convertido en excusa para las carencias de muchas reses. No miremos tanto el peso de los toros. Lo que importa es la fuerza, la movilidad, el empuje, el motor, la duración, que se crezcan al castigo… Es decir, que tengan casta brava.

Diario de Sevilla

Por Luis Nieto. Festejo de rejones grisáceo

Con ese cielo plomizo que no corresponde a Sevilla, el único festejo de rejones de esta Feria de Abril se tildó de color grisáceo. Un espectáculo en el que habitualmente el público, muy distinto del toreo a pie, tiene otra vara de medir, con menos exigencias, para solicitar los trofeos. En esta ocasión se concedieron dos orejas en una tarde en la que lo más brillante lo consiguió Diego Ventura ante el segundo toro. Lea Vicens se marchó de vacío.

En el balance, con más de tres cuartos de entrada, en tarde nublada, se lidiaron toros de Fermín Bohórquez, de juego desigual, que no cubrieron las expectativas en su conjunto. Diego Galán, saludos tras ovación y oreja; Diego Ventura, oreja y ovación tras petición minoritaria; y Lea Vicens, silencio y silencio.

Diego Ventura recibió al manejable segundo a lomos de 'Lambrusco' en un palmo de terreno. En banderillas, la faena estuvo presidida por buen toreo y acierto a la hora de prender las banderillas. El rejonazo de efecto fulminante fue una rúbrica resolutiva para cobrar una merecida oreja.

Ante el manso quinto, cuya faena brindó a El Juli, Diego Ventura, desafortunado con el rejón de castigo, que clavó al tercer intento, llamó la atención al prender un par a dos manos, a lomos de 'Dolar' utilizar el sin cabezal de la cabalgadura, que arrojó al ruedo. Lo consiguió al segundo intento. Una suerte que recordamos realizaba en el siglo pasado el segoviano Josechu Pérez de Mendoza, como recoge el libro 'Historia insólita del toreo caballo'.

Sergio Galán, con el noble cuarto, destacó por su técnica y dentro de una faena sobria fue muy ovacionado en un par al quiebro para cortar una oreja, tras matar al primer intento.

Ante el que abrió plaza, otro ejemplar noble al que esperó frente a toriles, Galán realizó una faena desigual, destacando en una farpa de poder a poder. Descordó al toro en el rejón de muerte y su labor quedó en una ovación.

Lea Vicens estuvo muy desacertada al clavar banderillas ante el manso tercero, que llegó a echarse antes de la suerte suprema.

Con el buen sexto, el mejor del encierro, logró los mejores momentos en dos pares al quiebro y anduvo mal con los aceros.

En un espectáculo de rejoneo bastante pobre en lo artístico, lo más intenso, sin duda, corrió a cargo de Diego Ventura.

El País

Por Antonio Lorca. El rejoneo, en fase de derribo

El espectáculo de rejoneo está de capa caída; al menos, el que se celebró en la Maestranza resultó ser un peñazo a pesar de que se cortaron dos orejas. Pero todo el festejo resultó anodino, superficial y carente de emoción. Ayudaron los toros de Bohórquez, auténtico desecho, feos de nacimiento, más feos aún con los pitones cortados reglamentariamente, sin un ápice de casta en las entrañas, inválidos y sin ganas de pelea. Salieron todos adormilados, o, quizá, anestesiados; molestos por una jornada laboral imprevista. Y varios de ellos se desplomaron en el albero, presagiando su inmediato porvenir. En fin, un pequeño desastre.

Tampoco brillaron la amazona y los caballeros; una y otros lucieron más como jinetes que como toreros a caballo. De hecho, hubo poco toreo: un par de muletazos de Ventura a lomos de Nazarí, y poco más. Abundaron las pasadas en falso, los fallos al clavar y algún que otro horror a la hora de matar.

Ahora que se habla de Nazarí… He ahí lo más torero de la tarde; más, incluso, que su compañero Sueño, otra figura de la cuadra de Ventura.

Salió Nazarí en el tercio de banderillas del segundo de la tarde. Una belleza, líneas estilizadas, brillante, elegante y mirada altiva. Templa con naturalidad, torea con la gracia de los elegidos. A continuación, Fino, que llama al toro con la mano derecha, hace piruetas y quiebra en la cara de su oponente. Un rejón en lo alto, de efectos fulminantes, permite al caballero pasear la primera oreja. Pero no fue la suya una actuación de premio. Conectó con facilidad, pero no fue, ni mucho menos, Ventura el rejoneador completo de otras tardes.

Tampoco se superó ante el quinto, también blando, manso y parado como los demás. Lo esperó en el centro del ruedo con intención de clavarle un rejón de castigo al primer encuentro. No fue posible porque el toro no hizo por él. Tampoco lo consiguió en el segundo envite, y, en el tercer intento, quedó el palo y el rejón clavados en el lomo, lo que deslució la suerte. Se lució montando a Sueño, pero la muy escasa fortaleza del toro le obligó a varias pasadas en falso. Al final, con la colaboración de Dólar, y sin la ayuda de las riendas, intentó colocar un par de banderillas a dos manos y falló con estrépito en el encuentro primero. En fin, que no fue la tarde de Diego Ventura.

Abrió plaza Sergio Galán, un buen caballero y un torero tan técnico como soso. Esperó a su primero en el mismo túnel de toriles. Caballo y jinete fueron perseguidos con furia en una corta carrera, y, en un segundo arreón, ambos pasaron apuros. Y ahí se acabó el fuelle del toro de Bohórquez. No quiso más pelea. A ese lo despertaron en los corrales para salir al ruedo y se negó en redondo a seguir con la tarea. Que corra el caballo, dijo, y todo lo que siguió fue un río de sosería. Galán lo intentó, pero no sacó nada. Su actuación fue aseada, simplemente. Y a la hora de matar, en lugar de hundir el estoque, apuntilló al toro sin pretenderlo que cayó descordado para no levantarse jamás.

Dos veces se desplomó el cuarto antes de morir. Acertó Galán con un par a dos manos, y ese fue el punto culminante de otra actuación sin historia. Mató con prontitud y paseó una oreja.

Y Lea Vicens brilló más como amazona que como torera a caballo. Lució más en la doma que clavando rejones y banderillas. Y ella, que lo sabe, no desaprovechó momentos para arrancar aplausos del respetable por el dominio de su cuadra. Templa bien, pero clava siempre a la grupa, lejos del toro, falla con frecuencia y da la impresión de que le queda mucho que aprender de la lidia a caballo.

Un espectáculo, en fin, manifiestamente mejorable para evitar lo que parece inevitable: que está en fase de derribo a causa de unos toros monitorizados, inservibles, sin movilidad, y unos caballeros y amazonas necesitados de más torería.

El toro tonto, sin fuerza ni casta, tampoco sirve para el rejoneo. Todo suena a fraude, a caricatura, a espectáculo anodino. Urge, pues, una renovación del espectáculo para que no desaparezca por falta de emoción.

El Mundo

Por Vicente Zabala de la Serna. La locura incompleta de Ventura

A la Maestranza llegaba Diego Ventura con el bagaje de diez Puertas del Príncipe en su carrera y el objetivo de conquistar la undécima. El giro de la llave comenzó sobre Lambrusco y esa forma de parar, en toda la extensión del verbo, al toro de salida con una flexibilidad deslumbrante. Nazarí volvió a ser la figura soberbia de la templanza. De frente, tierra a tierra, poco a poco. Sin embargo, el protagonismo de la faena se lo robó un joven compañero de cuadra: Fino enloqueció la Maestranza. En una reunión de distancia inverosímil y en otra más en largo, previo parón. Los quiebros impensables erizaron los tendidos; las piruetas en la misma cara prolongaban la emoción. A falta de un tranco más del buen murube jerezano. Ventura hundió el rejón de muerte en lo alto. Entre las rosas que había plantado desde Bombón. Y el toro rodó sin darle tiempo prácticamente a descabalgar al caballero de La Puebla. El premio de la oreja dio la vuelta esperada a la cerradura. La primera necesaria para descerrajar el portón de la gloria.

A por la Puerta del Príncipe fue a tumba abierta Diego Ventura. Desde que enfrontiló los chiqueros como para clavar según apareciese el toro. Una locura frustrada por la distracción del quinto. Ventura perseguía su objetivo contra viento y marea, contra la posibilidad que le negaba el enemigo, tan escaso de celo. Sobre el magnífico Sueño trató de hilvanarlo a dos pistas, cambiando el sentido de la vuelta por los adentros. Bailó sobre Chalana y se desató a lomos de Dólar, cuando la locura alcanzó su grado máximo: Ventura le quitó el cabezal y emprendió la aventura de un par a dos manos. Falló en una pasada previa, pero en la siguiente logró esa especie de triple salto mortal. Sevilla se levantó como un resorte. El incendio provocado se apagó con el jarro de agua fría del rejón toricida. Como sucedió en Fallas y en La Magdalena. La locura de Diego Ventura, el sueño, quedó incompleta. Por los tendidos corrió como la pólvora el veto de Ventura a la ganadería de Fermín para la próxima Feria de Abril: “O Bohórquez o yo”, dicen que dijo ante los micrófonos de Canal Toros.

Sergio Galán se fue de tal modo a portagayola en los albores de la tarde que casi se metió dentro del túnel de toriles. Como un cohete salió el toro de Fermín Bohórquez. La persecución contó con la emoción añadida de que el caballo Amuleto resbaló. Con un rejón bastó para templar la noble embestida. Que pasó de sobrarle reprís a faltarle un punto más. Galán quiso torear con la panza de Embroquepero faltaba la continuidad. Incluso para las piruetas sobre Titán. Todo lo que Sergio había apostado se fue al traste al descordar con el acero definitivo. La petición no cuajó y se redujo a una ovación.

Cabalgando sobre Apolo, el par a dos manos de Sergio Galán al colaborador cuarto elevó la faena de notas clásicas a su máxima cota. La sobriedad y el notable estilo elegante de Galán sobre Ojeda y Bambino, un caballo como pintado por Rubens, hallaron finalmente la recompensa del ansiado trofeo. No faltaron ni las rosas de nuevo, ni el desplante del teléfono, ni ahora la efectividad de la “espada”.

Lea Vicens se encontró con que la suerte le volvió grupas: al tercer toro de Bohórquez le marcaron mucho las querencias hacia los adentros y luego le pesaron los medios. Lea se lo sacó de tablas sobre Bético, y en las afueras lidió con la parada condición del murube. No sin cierta desigualdad a la hora de clavar. Tuvo que echar la amazona gala pie a tierra para descabellar. toricida.

El último toro, el más encastado y de mayor movilidad de la pesadora corrida de Bohórquez, compensó el lote de Lea Vicens. La rejoneadora galopó mucho y clavó poco. O con triste tino: un palo en un lado, otro en las antípodas, uno más en el morrillo… Su imagen empeoró con el rejón de muerte. En fin, digamos que Sevilla no se le da.

Sevilla Temporada 2017

30_abril_17_sevilla.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:17 (editor externo)