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Real Maestranza de Sevilla

Sábado, 6 de mayo de 2017

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de El Pilar incluido el sobrero (5ºbis), bien presentados y parejos; extraordinario por su clase y ritmo el 3º; bueno el 4º sin acabar.

Diestros:

Juan José Padilla: de grana y oro. Estocada (saludos). En el cuarto, estocada (saludos).

Antonio Ferrera: de grana y oro. Estocada rinconera (petición y vuelta). En el quinto, dos pinchazos y estocada atravesada. Dos avisos (vuelta).

López Simón: de negro y plata. Tres pinchazos y estocada (saludos). En el sexto, pinchazo y estocada (silencio).

Presidente: Gabriel Fernández Rey

Asistente artístico: Alfonso Ordóñez Araújo

Tiempo: despejado y agradable.

Entrada: dos tercios aproximadamente

Video: http://vdmedia_1.plus.es/topdigitalplus//20175/6/20170506223347_1494102999_video_2096.mp4

Galería de imágenes: https://plazadetorosdelamaestranza.com/gran-tarde-antonio-ferrera-da-dos-vueltas-al-ruedo/

Crónicas de la prensa: en breve.

Puerta de Arrastre

Por Santiago Sánchez Traver Dos grandes toros y un gran Ferrera

La del sábado de Feria no fue mediática esta vez pero sí con Padilla, al que la he faltado público, floja entrada en sus dos comparecencias feriales. La corrida de El Pilar tuvo dos grandes toros, el 3° y el 5°, y uno bueno el 4°. El resto no, no nos equivoquemos. Al tercero se le pudo dar la vuelta al ruedo, sin problema, pues, aunque López Simón estuvo bien con él en faena templada, se quedó por debajo de las posibilidades que ofrecía. El cuarto, fantástico con el que bordó el toreo de capote Ferrera, se estropeó en banderillas. Se equivocó el matador por poner el tercer par y el presidente al cambiarlo antirreglamentariamente en el último tercio. Padilla estuvo como siempre en los suyos una vez más, dejándose ir el 4° que necesitaba una muleta mejor. Y…Ferrera, que está mejor que nunca. Entendiendo a los toros, lidiando y sacando cosas muy buenas con capote y muleta. Tal vez, debería dejar las banderillas en esta etapa suya. El presidente acertó al negarle la oreja, pues aunque la faena de solanera al manso tuvo mérito, la estocada no la merecía, ni hubo suficiente pañolada.

El Correo de Andalucía

Por Álvaro Rodríguez del Moral. La faena de la Feria y de muchas ferias

Ferrera mató dos toros y cuajó tres. La dimensión del diestro extremeño fulminó cualquier quiniela y convirtió la dictadura del trofeo y las orejas en meros despojos. ¿Qué más da que no saliera por la Puerta del Príncipe? Cuando el raro privilegio no dependía de las matemáticas le habrían sacado en medio de una multitud. Pero para eso la plaza tendría que haber mantenido una personalidad que se derrama a chorros en los últimos años a la vez que desertan los cabales; algunos para no volver. Sólo así se puede entender que la gente asistiera en un extraño y espeso silencio a la gran obra que tenían delante. La música de Tejera tampoco estuvo pero, a estas alturas, tampoco se la esperaba.

Antonio Ferrera cinceló la faena de la Feria, de muchas ferias. Pero también cuajó la mejor de su vida. No se puede estar más templado, armónico o inspirado con un toro así. El animal, que embestía despacio y sin terminar de entregarse por completó, sí atesoró una gran bondad que el gran diestro de Badajoz aprovechó en una obra que rozó la perfección. El trasteo fue fluyendo, como un concertino en un jardín, en estrofas musicales, ligadas con rara sincronía, dichas para adentro, satisfaciendo el alma de artista de un torero que está en el mejor momento de su vida. Es difícil trasladar al papel o la pantalla el hilo invisible que unió todas las fases de esa labor preciosista a la vez que la tarde entraba en la hora mágica del lubricán.

Los vencejos -con la tarde echada al hombro- surcaban la plaza a la vez que Ferrera se hundía en su propia creación. Sonó un aviso y el animal mantuvo su escasa humillación a la hora de entrar a matar. Fue complicado, y accidentado, dejar el acero arriba y hubo que tirar de descabello. En otro tiempo, con otro público, con otra sensibilidad, se lo habrían llevado a puñados camino de la gloria. Pero no importa: a falta de lo que pase hoy mismo ya tememos triunfador indiscutible de la Feria de Abril y su mejor intérprete.

Pero, ojo, esa fue la guinda de una gran actuación global que ya se había lanzado en el tremendo esfuerzo que realizó para meter en cintura y en la canasta al complejo y manso animal que hizo segundo. El toro, que estaba loco por saltar las tablas desde que salió por la puerta de chiqueros, acabó planteando la batalla en esa querencia. Y allí le dio fiesta Ferrera hasta imponer su ley y mostrar su extraordinario momento. Lo mató a ley y le pidieron la oreja. El palco debió concederla.

En cualquier caso sí hay que alabar la flexibilidad de la presidencia para devolver el quinto de la tarde después de partirse una mano. Ferrera lo había toreado antes como el mejor de los artistas capoteros en una larguísima, templada, empacada y acompasada serie de lances que arrancaron la música. El extremeño volvió a restaurar la esencia y la oportunidad de los quites desde el peto y, ay, cuando tomaba los palos, comprobó con horror que el toro, que anunciaba muchas cosas y muy buenas se había partido la mano. Saltó el imponente sobrero. Ya se lo hemos contado.

Pero en la corrida hay más cosas que recordar, como ese excelente tercero colorao llamado Bellito que se suma a la larga lista de toros que no han tenido suerte con sus matadores en esta Feria. López Simón le hizo una faena diplomática y correcta que nos dejó con más frío que calor. Con el correoso sexto, cuando el reloj apuntaba a las tres horas de festejo, sólo cabía la puerta. El cartel lo había abierto Padilla, desapercibido con el soso primero y algo más entonado con el noble cuarto, al que enjaretó una labor declinante al que le pegó muchos muletazos; alguno bueno.

El Mundo

Por Vicente Zabala de la Serna. Y Ferrera fue la música del toreo

Perduraban por Sevilla y el universo taurómaco los ecos como réplicas del terremoto del Perú. Roca Rey de boca en boca desde el umbral de la Puerta del Príncipe donde se frenó el huracán. Un día después el ambiente era otro. Como heredero de una resaca que Antonio Ferrera, el héroe reciente con un victorino de sílex, volteó con su magistero y su seda. Ferrera volvió a dictar otra lección de profesionalidad, cabeza y corazón. De otro modo. Con otro toro que no regalaba nada. De marcadísimas querencias el del Pilar. Grande, alto y largo como un tráiler. Complicadísimo de banderillear con sus testarazos al mentón. Antonio le ofreció los palos a Padilla, que pasó las de Caín y escapó de milagro. Las neuronas de Antonio Ferrera dictaron los terrenos de sol como primer acierto. Y después todo lo demás: el asiento para consentirle y el pulso para llevar tapada aquella embestida que no descolgaba y que se venía al paso y cavilante. Mucho mérito en su izquierda y en su capacidad, que nace de su idea cabal de la colocación. El espadazo levemente rinconero desató la pañolada que el palco despreció. Realmente despreciaba a Ferrera, que lo había dado todo y más. Injusto trato que ni la vuelta al ruedo compensó.

Antonio Ferrera cambió la capacidad por la inspiración ante el quinto. Y cuajó un saludo a la verónica mecido, hundido, echándole todo el pecho por delante. El toro de El Pilar planeó en los vuelos hasta la boca de riego. Allí Ferrera cerró la sinfonía con una media verónica acaderada. Cuando parecía insuperable, el quite a la usanza antigua, en su verdadero sentido de quitar al toro del caballo, alumbró unos faroles soberanos, como no se ven, como Juanito Belmonte los dibujaba. La larga trazó una onda en el aire como un lazo de ovaciones y oles. Todas las promesas fabulosas de “Sombrerero” se quebraron como su mano en banderillas. El palco, atendiendo al sentido común por encima del Reglamento, lo devolvió. Un puntillazo de Lebrija atronó tanta belleza.

El redondo sobrero, también de El Pilar, fue la arcilla para que Antonio Ferrera moldease una pieza maestra. Sobre su embestida a media altura sublimó Ferrera la templanza. El toreo dormido en una faena enteramente diestra. Los pases de pecho morían en la hombrera contraria. Una trincherilla, un cambio de mano. No sonó la música. La música era Ferrera. La suavidad, la cadencia, lo que es torear con todo. El espíritu de Manzanares padre en la memoria. Un aviso cayó cuando se perfilaba para matar. Ya ves. El toro le echó la cara arriba en el volapié y lo volteó por mala zona. Se levantó íntegro y de nuevo el cabezazo acarreó otro pinchazo. A la tercera fue la vencida con habilidad. La clamorosa vuelta al ruedo subrayaba la hombría y la torería de uno de los tres nombres propios de la Feria de Abril.

“Bellito” respondía a su nombre. Una pintura que saltó al ruedo para auparse como uno de los toros de abril. Por su clase, el ritmo sostenido, el temple, ese son. Desde que colocó la cara en los vuelos del capote de López Simón derramó su calidad. Simón ligó una limpia faena por una y otra mano. “Bellito” galopaba en la distancia concedida al principio de cada serie como sobre nubes de algodón. Y por su pitón izquierdo hacía así en modo avión. López miraba al tendido en los remates. Ya lo dijo aquél: “Qué mal aficionado es Dios”. Los doblones de despedida prologaron la catástrofe con la espada. Que las reseñas afirmarán que le privó de una oreja y la gloria. La verdadera gloria era “Bellito”, que las mulillas arrastraron con las dos bajo una estruendosa ovación. El sexto compensó con otras hechuras menos lindas y un juego tan poco agraciado como su cuerpo. López Simón quiso salvar con voluntad y metraje lo insalvable.

Juan José Padilla jugó con la media distancia y las inercias del toro de El Pilar que estrenaba la tarde. La indefinición de los tercios previos -el de banderillas sufrido y compartido con Ferrera- cambió en su muleta. Pero, a pesar del sitio concedido, cuando tenía que poner de su parte no tiraba hacia delante. Y se vino abajo hasta encogerse. Padilla lo pasaportó con facilidad.

Apuntó cosas muy notables el cuarto de contado poder. Juan José Padilla lo mimó sin obligarlo. Pero coincidió que, cuando se lo sacó a los medios, el bondadoso toro entonó la rendición y se paró. El espadazo fue marca de la casa.

El País

Por Antonio Lorca. Grande Ferrera a la verónica

Es una verdadera gozada ver cómo se mueve por la plaza ese nuevo torero, absolutamente transfigurado, que responde por Antonio Ferrera. Tras casi dos años de retiro forzoso, ha vuelto como un maestro, un artista, una auténtica figura.

Ayer, cuando la corrida de El Pilar deambulaba por la noble mansedumbre de unos toretes de infumable sosería, apareció Ferrera con el capote para recibir al quinto, y dibujó, soñó e imaginó un manojo de verónicas, lentísimas, preñadas de gusto, de profundidad, de bellísima hermosura, puro paladar para los sentidos. La banda de música brotó entusiasta, la plaza vibró y toreó con él, embelesada toda, conmovida por el más puro sentimiento torero, ante la gracia desmedida de un torero en un instante de inspiración plena.

Antonio Ferrera protagonizó así los segundos -chispazos, destellos eternos- más emotivos y hondos de la feria.

Después, lo que son las cosas, todo el encanto se desmoronó. ¡Qué poco dura la gracia en la vida de los aficionados taurinos! El toro, pura nobleza y de escasa fortaleza, se partió la mano izquierda a la salida de un par de banderillas, y el presidente optó acertadamente por su devolución, lo que no fue posible con la ayuda de los cabestros y sí con la intervención segura del puntillero.

Se había roto la ráfaga de luz con la que Ferrera había inundado la Maestranza. Pero ahí quedó su grandiosa luminosidad para la historia y el recuerdo imperecedero.

Emocionado, quizá, por su magisterio con el capote, entendió a la perfección al nobilísimo y blando sobrero con el que volvió a protagonizar momentos de enorme torería con ambas manos, consagrado a estas alturas como gran figura.

Hasta entonces, nada reseñable había ocurrido, más allá de una corrida de El Pilar muy justa de presentación, de bravura y de casta. Ningún toro se empleó en los caballos y todos demostraron que la búsqueda exclusiva de la nobleza lleva a la tontuna.

Con material tan escaso, poco pudieron hacer Padilla y Ferrera. Lo intentaron de veras, banderillearon con la espectacularidad y escasa brillantez con la que acostumbran, y se justificaron con la mejor voluntad ante un público cariñoso en exceso, alborotador y triunfalista.

Padilla se enfrentó a un lote de toros agotados, insulsos, sin fiereza ni codicia, y el jerezano se limitó a dar muchos pases carentes de interés. Más afanoso, si cabe, se mostró Ferrera con su sosísimo primero, al que exprimió su sosa mansedumbre y le robó un par de naturales muy estimables. Alargó la faena, consiguió el tachín, tachín de la banda y el público pidió una oreja sin sentido que el presidente no concedió.

López Simón hizo lo mejor que sabe -sin levantar pasiones- con el noble y flojo tercero, y se esforzó -con idéntico resultado- ante el sexto, otro de la misma pinta que no podía mantener el equilibrio.

La Razón

Por Patricia Navarro. Ferrera, el maestro se encumbra en Sevilla

A Antonio Ferrera se le esperaba después de la faena en esta misma plaza a un toro de Victorino que hubiera vuelto loco a más de la mitad del escalafón. Con aquella batalla moral ganada, hizo el paseíllo de nuevo. Empezar de cero. Su toro, que era el segundo de El Pilar, se lo puso difícil en banderillas, apretó mucho para dentro. Expuso Padilla, con quien compartió tercio, y le dejó un par de mucho riesgo y en la misma cara rozando el percance. Nada más tomar el primer muletazo, “Renacuajo” se fue a la fuga. Rajado, y justo ahí comenzó una labor de Ferrera de profesional labrado. Oficio, técnica, delicadeza en los toques, verticalidad y valor para aguantar las dudas del toro en ocasiones en el envite. Respondió bien el toro, poco a poco, a la maestría del torero y al final consiguió Ferrera montar faena y hacer cómplice al público de lo que estaba pasando ahí. Lo hizo además desde la plenitud y el relajo. Una estocada desprendida fue de rápido efecto y se le pidió la oreja, pero otra vez y ¡vaya feria! el presidente la negó. Era faena de sensibilidad, de muchos más matices que los que quedan en la superficie.

Locos nos volvió después con el capote. En el quite toreó por verónicas demoledoras de emoción y pellizco al quinto. Con mucha personalidad, muy en comunión toro y torero y con un temple tremendo, la lentitud inverosímil para manejar el capote hasta abrochar un buen puñado de verónicas a una media soberbia. Apenas nos deleitábamos lo crujió con un quite por faroles para sacar al toro del caballo de mucha magia por la inspiración, la capacidad de sorprender y la calidad del toreo. Tarde cumbre de Ferrera. Gloriosa. Y de pronto nos atrapó un golpe de mala suerte que dejó al torero con los ánimos por los suelos en décimas de segundo. Estábamos en banderillas y en pleno éxtasis se lastimó el toro una pata, con unas condiciones tremendas. Devolvió el animal el presidente. Rotos todos. El ejemplar de El Pilar había tenido una calidad tremenda. Salió un sobrero de la misma ganadería, se notaba en el ánimo la decepción. Nos desprendimos de ella cuando tomó la muleta. Relajación absoluta, entrega, encajado, disfrutón y toreando con mucha clase. Inspiración maravillosa en una gran actuación. Una delicia la suavidad con la que hizo todo y el empaque. Pasaban muchas cosas de fondo. Cosas como que este torero tres días atrás se jugó los muslos con un fiero toro de Victorino y hoy lo bordaba en el sentido más clásico y bello del concepto.

“Bellito” fue toro de bandera. Puro ritmo, velocidad exquisita en las telas, repetición y clase. En el top de toros buenos de la feria. Cayó en las manos de López Simón, que lo vio claro desde el primer momento y se puso a torear sin preámbulos. Ligó la faena por ambos pitones con temple y en un par de metros de terreno. De ahí no se movió. Por uno y otro pitón, quiso López Simón, aunque la plaza no llegó a estallar al nivel de la entrega de “Bellito”, como si no superáramos la corrección. La espada desdibujó la faena y salió a saludar una ovación. No hubo opciones con el sexto.

Se ajustó en el tercio de banderillas Padilla del cuarto. Fue toro con otro ritmo en los primeros tercios. En la muleta el toro tuvo nobleza aunque duró poco. Con la derecha le mimó en las primeras tandas, cuando el de El Pilar acudió con franqueza y largura en el viaje. Cambió los terrenos, se fue a los medios, y acusó el toro la boyantía de su arrancada. A menos todo ya. Salvo la espada, que le funcionó de nuevo. Su primero hizo varios extraños en el capote y cumplió con corrección con un animal manejable sin más aspiraciones. La tarde de Antonio Ferrera fue, para todos, inolvidable.

ABC

Por Andrés Amorós. Antonio Ferrera, lidiador clásico

Antonio Ferrera culmina una Feria de Abril excelente: ha cuajado en un gran lidiador clásico. No importan los trofeos. Su pelea heroica con el toro de Victorino merecía clarísimamente las dos orejas. No se entiende que no se le concedieran pero ahí queda, para el recuerdo, su épica faena. Compite con Roca Rey como máximos triunfadores del ciclo. El peruano logró cortar dos orejas en un toro y Antonio no pero, además del absurdo presidencial, de un victorino a un victoriano hay más de una letra.

Los toros de El Pilar tienen un comportamiento variado: en general, flojos y manejables. Poseen gran calidad el tercero y el quinto, que se lesiona en banderillas y es sustituido por un sobrero; el garbanzo negro es el segundo, un mulo con peligro. De salida, se frena, huye y hace amago de saltar la barrera. Antonio Ferrera le baja bien la cabeza con el capote pero se le cierne con peligro. En banderillas, corta el viaje a Padilla, que lo esquiva y, luego, le pone los pitones en la cara; embiste como un torrente a Ferrera que acierta al pedir el cambio. Desde el comienzo, la res sigue huyendo con peligro pero se encuentra a un lidiador muy competente que, tragando, le saca suaves naturales: mucho más de lo que el toro merece. Lo caza con una estocada desprendida: el presidente le niega la oreja y se gana una buena bronca. ¡Otra oreja que le niegan! A un toro como este, ¿qué más hay que hacerle para cortar un trofeo?

Recibe al quinto con unas excelentes verónicas y suena la música: ¡bien por la Banda! El toro tiene mucha calidad pero se sostiene con alfileres. Lo saca del caballo toreando, como suele, como hacía Joselito el Gallo. En el segundo par de banderillas, el toro se lastima y, ante la insistente protesta, el presidente concede la devolución. El sobrero sale suelto y flaquea. Lo recibe con suaves capotazos. Acierta al no banderillear para no agotar sus escasas fuerzas. Brinda al público su último toro y lo cuida, manteniéndolo en pie, con mucho gusto. En cuanto le baja la mano, el toro rueda por el suelo. Torear sin toro parece un imposible pero Ferrera se luce como un perfecto enfermero, ligando y prolongando lentísimos muletazos. A pesar de la blandura del toro, el público está entregado. A la hora de matar, quizá por haber alargado en exceso la faena, el toro echa la cara arriba y por dos veces queda colgado de los pitones. Acierta a la tercera: se ha esfumado el seguro trofeo pero deja un recuerdo extraordinario.

El primer toro se cuela de salida y flaquea. Aunque se llama «Dulcineo», ¿quién puede soñar con esto? En banderillas, que comparten Padilla y Ferrera, el toro espera, es incierto y reservón. Con gran oficio, Padilla le va sacando muletazos que la res toma a regañadientes, con escaso celo. Cuando se mete en su terreno, rueda por la arena. ¡Otra vez los toros sosos y flojos, que desesperan al aficionado! Lo mata antes de que el toro se eche. ¡Vaya con Dios!

El cuarto se derrumba en varas y hace hilo. Padilla se luce en las banderillas al violín. El toro es manejable y flojo pero se apaga muy pronto. El diestro logra muletazos reposados, dándole pausas; muy templado, tira de recursos para calentar al público pero no es posible.

El tercero es un gran toro que embiste con alegría y claridad. López Simón clava los pies y gira la muñeca para conducir las nobles embestidas. Hubiera cortado oreja (el toro era de dos) pero falla con la espada. El último también es muy flojo, cae varias veces y todo queda en una grisura sin emoción que acaba impacientando.

Diario de Sevilla

Por Luis Nieto. Un Ferrera con suma torería

La tarde fue para un Antonio Ferrera aguerrido y con gusto. Torero con torería y en sazón. Cuajó una gran actuación ante el peor lote de una corrida de El Pilar, de desiguales hechuras y comportamiento, en la que destacó un nobilísimo tercero, uno de los ejemplares más importantes de los lidiados en esta Feria de Abril en la Real Maestranza.

Ferrera ante el segundo astado, manso, se mostró firme, robando muletazos junto a tablas bajo los tendidos de sol. El animal se quedaba debajo y el diestro pacense cumplió con creces en un trasteo muy ovacionado. Mató de estocada caída y la petición de oreja quedó en una vuelta al ruedo.

Ferrera, que recibió al quinto con una larga de pie, toreó con mimo a la verónica: media docena de lances y una media exquisita. Todo al ralentí. Las palmas echaban humo y la Banda de Tejera tocó unas notas en su honor. El extremeño sacó al toro para un quite junto al caballo en el que intercaló unos personalísimos faroles, casi caleserinas. El animal, en banderillas, se lesionó una mano. Apenas podía andar. El presidente, que había cambiado el tercio, dio marcha atrás y lo devolvió. Pero ahí quedó grabado uno de los momentos más brillantes del toreo de capa de esta feria, que junto al que hizo su paisano, José Garrido, son la cumbre del toreo de capote de este ciclo.

Saltó el quinto bis, toro serio, que no se entregó lo más mínimo en la lidia. Cabezazos en varas. Ferrera, sin dudas ni fisuras, planteó una faena seria. Las series, con un toro que tenía mucho que torear, tuvieron como contenido muletazos con mucho gusto, con remates caros, desde pases de pecho inmensos hasta preciosos ayudados. El público pidió en vano '¡música!'. Qué más da. Si la armonía corría a cargo del veterano torero. El respetable esperaba premio, pero el toro también esperaba y ¡de qué manera! al torero. En dos envites, Ferrera pinchó a cambio de dos tornillazos, que a punto estuvieron de arrancarle la cabeza. Mató de estocada casi entera. Dio una vuelta al ruedo pedida por el público, rendido ante un hombre que con oficio, inteligencia y valor había estado por encima del toro.

Juan José Padilla, con el vareado y descastado que abrió plaza, se entregó en una labor porfiona. Y con el cuarto, un astado noble, sin brío y que se apagó pronto, realizó un trasteo sin relieve.

Ferrera y Padilla, que compartieron banderillas en sus primeros toros, cumplieron sin más con los palos.

Alberto López Simón tuvo en suerte uno de los toros más nobles de la feria ante el que realizó una faena entonada, con el arma de la ligazón, en la que faltó profundidad. El torero despachó al astado de tres pinchazos y estocada y recibió una ovación. Con el deslucido sexto, manso y blando, el público no entró en una labor que remató con dos pinchazos y una entera, echándose fuera en la suerte.

Ferrera, sin que tuviera un lote excepcional, brilló sobremanera tanto con el capote como con la muleta, dejando un buen sabor de boca. Un hombre que a su pundonor ya consabido y a sus grandes dotes lidiadoras, añadió la sal de un toreo con gusto. Un Ferrera con suma torería.

En el balance, con más de media entrada, se lidiaron toros de El Pilar, incluido el quinto bis, de desigual presentación y juego. Destacó el excelente tercero, de nombre 'Medicillo', negro mulato, listón, de 548 quilos. También el cuarto, devuelto, apuntaba a gran toro. Juan José Padilla, saludos tras ovación y saludos tras ovación; Antonio Ferrera, vuelta al ruedo tras petición y vuelta al ruedo tras dos avisos; y López Simón, saludos tras ovación y silencio. Tres horas de duración.

Sevilla Temporada 2017

6_mayo_17_sevilla.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:22 (editor externo)