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REAL MAESTRANZA DE SEVILLA

Martes, 7 de mayo de 2019

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de El Pilar

Diestros:

Pepe Moral: de purísima y oro. Pinchazo y estocada caída (silencio). En el cuarto, estocada (silencio).

Álvaro Lorenzo: de avellana y oro. Pinchazo y estocada (petición de oreja y vuelta al ruedo). En el quinto, estocada. Aviso (saludos).

Ginés Marín: de azul noche y oro. Estocada (palmas). En el sexto, pinchazo y estocada (silencio).

Presidente: Gabriel Fernández Rey

Banderillero que saludó:

Tiempo: soleado y ventoso

Entrada: media entrada

Video: https://twitter.com/i/status/1125856633882599425

Galería de fotos: https://t.co/HIGrObwMTb

Crónicas de la prensa:

Portal Taurino

Puerta de Arrastre

Por Santiago Sánchez Traver Álvaro Lorenzo dejó su sello y dio una vuelta

La corrida de El Pilar tuvo dos partes diferenciadas, la primera en que abundó la mansedumbre y una segunda en que los toros dieron más posibilidades. Bien presentada, eso sí, aunque no sobrada de casta y fuerza, destacó el 4º un toro bravo y encastado. Álvaro Lorenzo estuvo muy bien con el segundo, haciendo lo mejor de la tarde, en faena templada. Puede llegar el joven matador, si no se deja llevar por cantos de sirena que parecen andan adulándole en exceso, si nos tenemos que creer lo que se ve y se lee por ahí. El quinto fue otro cantar pues dejó detalles, pero sin alcanzar la ligazón necesaria. Pepe Moral no tuvo mucha suerte con el lote y esta vez pasó desapercibido en Sevilla, a pesar de tener a los paisanos alentándole y de que el bravo cuarto enseñó que tenía más posibilidades de faena, Y Ginés Marín, otro de los jóvenes que viene empujando con fuerza, quedó casi inédito en la Maestranza, aunque creemos que se le seguirá esperando. Lo peor, la entrada, media plaza en un martes de farolillos y víspera de fiesta. Eso quiere decir que el gran público sigue sin apostar por aquellos que representan el relevo en la tauromaquia. Siempre ha sido así, pero es una pena.

El País

Por Antonio Lorca. Tarde de tristes

Fue una tarde plomiza y tristona, de esas que, sin saber por qué, parece que nacen sin sangre en las venas y se celebran para fastidiar. Serían los toros, el ánimo de los toros, quizá la manzanilla de la feria que adormece los cuerpos cansados… Cualquiera sabe.

Para empezar, media plaza en martes de farolillos. Mal empezamos. Cierto es que el cartel no era de relumbrón, pero este cemento no se veía años atrás.

Mala corrida de El Pilar, muy mala. Mansa, inválida, deslucida, distraída, rajada, malaje, esaboría, con la excepción del cuarto toro, que acudió de largo y con alegría dos veces al caballo y repitió en la muleta. Desigualmente presentados, mordieron el polvo en demasía, manifestaron una evidente invalidez y, en conjunto, no fueron aptos para la lidia.

Toreros, también, en horas bajas.

Hasta que salió el cuarto, el festejo estuvo presidido por la tristeza. Fue entonces cuando Pepe Moral salió embravecido capote en mano y dibujó un ramillete de apasionadas verónicas, ganando terreno en cada una de ellas, y las abrochó con una chicuelina y una media de categoría. Fue la primera vez que el público tuvo conciencia de que estaba en una corrida de toros. Galleó por chicuelinas y, a renglón seguido, el toro se erigió en protagonista. Se arrancó al caballo desde los medios y empujó en el peto con la cara alta. Y la escena se repitió en el cite siguiente, lo que contentó a unos tendidos poco acostumbrados a la visión de este tipo de lances toreros.

Acudió el toro en banderillas y llegó a la muleta con ganas de pelea. Repitió la embestida con fiereza encastada y volvió a demostrarse que la casta no hace muchas migas con el toreo actual. Moral lo intentó de veras, sobre todo con la mano derecha, pero no encontró el camino para dominar al toro y provocar la emoción requerida. Despegado, al hilo del pitón, sin la confianza necesaria, quizá, la faena se diluyó pronto y no alcanzó la altura esperada. Inservible fue su primero, deslucido y rajado.

¿Tienen futuro Lorenzo y Marín? Seguro que sí; son jóvenes, poseen grandes cualidades y ya han demostrado sus muchas posibilidades. Pues ambos necesitan un curso de comunicación para aprender a conectar con el público, para decir, para convencer, para emocionar.

No se trata solo de dar pases. Ni de demostrar que se saben la lección. Hay que responder las preguntas con soltura, con alegría, con don de gentes. Hay que contar y emocionar. Y hacer eso tan de moda hoy: empatizar con el público.

Lorenzo y Marín torean bien, pero dijeron muy poco. El primero dibujó unos preciosos naturales a su primero y fue capaz de hilvanar los muletazos a un toro remiso en el cite, pero no acabó de ganarse el favor de los tendidos. Solo pudo estar pulcro ante el quinto, y en los dos salió perseguido tras entrar a matar sin mayores consecuencias.

Una birria fue el tercero y algo menos el sexto, pero Ginés Marín, que tiene cara de estudiante sabiondo y repelente, no les cogió el aire. Triste, tan triste como su compañero.

Diario de Sevilla

Por Luis Nieto. Álvaro Lorenzo, único brillo en festejo grisáceo

Con alrededor de media entrada, en un espectáculo grisáceo, destacó Álvaro Lorenzo por sus buenas maneras ante su lote, especialmente por su temple y gusto. Dio la única vuelta al ruedo en el segundo del festejo en el que se lidió un encierro en conjunto bien presentado de El Pilar y de juego desigual, en el que destacó el encastado cuarto.

El toledano Álvaro Lorenzo, con el colorao segundo, un toro serio, largo, que se rajó en la muleta, estuvo muy bien en una faena con inteligencia en la que brilló por su temple y gusto. Lo fue enganchando poco a poco, logrando tres tandas meritorias con la diestra, rematadas con buenos pases de pecho. Con la izquierda, extrajo naturales de bella factura, con remates caros, como una preciosa trincherilla. Y cerró con circulares y algún cambio de mano primoroso, con los pies atornillados. Se hizo el silencio y todo apuntaba a premio. Pero no entró la espada en el primer envite. Tras un pinchazo, el torero tropezó, el toro hizo por él y estuvo a punto de ser corneado. Rubricó su obra con una estocada y dio una merecida vuelta al ruedo en lo que sin duda fue lo más destacado del festejo.

Ante el quinto, un colorao alto, que en comportamiento careció de poder, que no tuvo clase y al que le costaba embestir, Lorenzo volvió a desplegar con acierto su muleta castellana. De nuevo, el temple como medicina. El toledano logró muletazos sueltos de calidad por ambos pitones en una faena que resultó larga y en la que hubo adornos torerísimos hasta un cierre con bernadinas ceñidísimas. Mató de estocada y fue ovacionado.

Pepe Moral realizó una labor porfiona sin frutos ante el mansísimo y flojísimo primero, un toro que claudicó varias veces desde su salida y que el presidente mantuvo entre protestas del público.

Con el serio cuarto, Moral lanceó de manera vibrante, alternando verónicas y chicuelinas. Pero con la muleta no estuvo a la altura en una faena en la que el diestro palaciego no se acopló al encastado y exigente animal. Una labor que brindó a Juan José Padilla, en el tendido, que escuchó una gran ovación. El toro, que acudió de lejos en dos encuentros ovacionados por el público, fue picado por Juan Antonio Carbonell con dos buenos puyazos, de los mejores que hemos visto en esta feria. Tras el trasteo, en el que Moral no dio con la tecla, el toro fue ovacionado en el arrastre y hubo silencio para el torero.

Ginés Marín, con el tercero, noblote y sin fuerzas –perdió las manos en varias ocasiones en la muleta– concretó una labor correcta técnicamente, pero de escasa emoción por la falta de transmisión del animal.

El sexto, tras unas primeras embestidas ásperas, se aplomó. Marín, que dibujó airosas verónicas a pies juntos en los medios, porfió sin lograr frutos con parte del público desanimado y con muchos espectadores enfilando hacia los vomitorios buscando la alegría que no encontraron en este grisáceo festejo taurino en el que el único brillo corrió a cargo de un prometedor Álvaro Lorenzo.

ABC

Por Alvaro Ochoa. Los riesgos del toro manejable

Esta Feria de Abril y Mayo alterna, como un carrusel, las cumbres con las simas. Pasamos del entusiasmo al aburrimiento y el enfado. La causa es el toro: de los encastados Victorinos a los débiles Juampedros. Un síntoma claro: del aplauso a algunos picadores, a reducir la suerte de varas a un puro simulacro. Como decía una publicidad, “la elección es bien sencilla”. Pero la comodidad de las primeras figuras sigue eligiendo el mal camino, aunque luego tuerzan el gesto, con disgusto, cuando los toros que ellos han elegido no valen para nada. Ellos sabrán lo que hacen.

¿En cuál de esas dos líneas encajan los toros salmantinos de Moisés Fraile, esta tarde? En ninguna de las dos; en otra que, ahora, muchos buscan: el toro manejable, justo de fuerzas y de casta, que no crea problemas graves pero tampoco permite los triunfos grandes. Lo que ahora llaman, con triste expresión, el toro que “se deja”, en vez del toro bravo, que es la base de esta Fiesta.

El sevillano Pepe Moral ha triunfado ya en Sevilla y Madrid toreando al natural; también ha perdido triunfos por la espada. El primero es flojo y manso, se cierne en banderillas, huye a chiqueros. Se para en la muleta ¡Una joya! Moral sólo puede apuntar algunos muletazos con su buen estilo y mata pronto, no bien. Nada de nada. Juega bien los brazos en los lances de recibo al cuarto. El toro se arranca de lejos al caballo dos veces y lo coge bien Juan Antonio Carbonell, muy aplaudido. Moral se luce en el quite. Brinda a Juan José Padilla, que está recibiendo cariño en todas las Plazas. El toro promete mucho pero no desarrolla lo que se esperaba. Lo mismo sucede con la faena de Moral, que se diluye, después de los largos y templados muletazos iniciales. Esta vez sí mata bien.

El toledano Álvaro Lorenzo, formado por los Lozano, posee el temple que caracteriza a esa escuela. El segundo también flojea y sale suelto pero embiste bonancible, le permite lucirse en verónicas, cargando la suerte. Liga buenos muletazos por los dos lados, con sobrio clasicismo, muy de la escuela castellana, en una faena que va a más, haciendo sonar la música. El toro es muy manejable pero transmite poco. Al pinchar, pierde la oreja y rueda por la arena, pasa un momento de apuro. La buena estocada, a la segunda, es premiada con la vuelta al ruedo. El quinto se mueve pero también flaquea. Vuelve Álvaro a meterlo bien en el engaño y dibujar templados muletazos pero al toro, bondadoso, le falta viveza y alegría. Al final, unos naturales de categoría elevan el tono pero alarga la faena con manoletinas que no aportan nada. Vuelve a matar con decisión y a salir de la suerte con apuros, mientras suena el aviso.

El extremeño Ginés Marín es uno de los jóvenes con más claras cualidades pero la temporada pasada no apretó el acelerador. Debe hacerlo, este año. El tercero es bondadoso pero sale de la suerte con la cara alta y rueda por la arena varias veces. Así, la facilidad y estética de Ginés se quedan a medio camino, es imposible la faena que de verdad emocione. Agarra una buena estocada. En el último, después de hacer la estatua, las pausas y un desarme lo enfrían todo.

Todo ha estado aceptable, nada ha estado muy bien. Ha faltado vida, pasión, emoción: lo que da el auténtico toro bravo y la entrega total del diestro.

Algunas notas finales. Me alegra ver, junto al presidente, como asesor artístico, a Alfonso Ordóñez, a pesar de algún achaque. También he saludado, otros días, en esa misma tarea, a otros buenos toreros, como Finito de Triana y Luis Arenas. Son historia viva del toreo, en Sevilla.

Una anécdota: el mayoral de la ganadería no es salmantino. Se llama Mircea Muresan. Supongo que es rumano, como el historiador de las religiones Mircea Eliade: una muestra de la internacionalización de la Fiesta.

Una nota final menos agradable. Solemos quejarnos de la rutina de los carteles, pedimos oportunidades para los jóvenes. Está bien. La realidad es que dos jóvenes que saben torear y un matador sevillano sólo logran que se ocupe media Plaza. Ya sé: tira mucho la Feria de farolillos. También es verdad que, si no hay figuras famosas, la gente acude poco. Eso indica que hay menos aficionados de verdad. Incluso en Sevilla. Claro que los frecuentes toros manejables y los diestros conformistas tampoco logran que la gente se agolpe, en las taquillas.

7_mayo_19_sevilla.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:10 (editor externo)