Sábado, 17 de octubre. V festejo clasificatorio del II Certamen de Becerristas de las Escuelas de Andalucía. Reses de El Rodeo (bien presentados, de regular juego), para Juan Álvaro Casasola, (E.T. Linense); Palmas. Palta de Oliva, (E.T. ‘Antonio Osuna’ - Osuna); Silencio tras tres avisos. Yeray González, (E.T. Ubrique); Palmas tras dos avisos. Álvaro Domínguez Losa ‘El Cumbreño’, (E.T. ‘Rafael Ortega’ – San Fernando); Silencio tras tres avisos. Carlos Hernández, (E.T. ’La Gallosina’ – El Pto. Sta. Mª); Oreja. Pablo Mata, (E.T. Écija); Vuelta al ruedo tras petición y aviso. Incidencias: fuera de cartel, Felipe Villanueva, alumno de la Escuela Taurina ’La Gallosina’ de El Puerto de Santa María, estoqueó el sobrero de regalo obteniendo una ovación a su labor.
Jueves, 6 de agosto. 140 aniversario de la Plaza Real. Toros de Juan Pedro Domecq (nobles los tres primeros, descastados los demás), para Enrique Ponce, ovación y oreja, Morante de la Puebla oreja y palmas, y Pablo Aguado oreja y palmas.
Crónicas del festejo:
Vuelve la Fiesta. La Razón, 7/08/2020. Por Patricia Navarro. Tres o cuatro días fueron suficientes para colgar el ansiado cartel en cualquier espectáculo de «No hay billetes». Después vino la locura para conseguir entradas. Imposible. O casi. El misterio de la grandeza de la tauromaquia se había vuelto a generar en El Puerto de Santa María. La expectación, la ilusión en los tiempos difíciles, más allá de la Covid-19 que nos amarga la vida. Era la puesta de largo de la temporada. En la bella plaza gaditana y con un cuidado trabajo para homenajear a Joselito «El Gallo» en su centenario. Infinidad de homenajes de recuerdo estaban programados el año en el que la pandemia inundó nuestras vidas. Se notaba el ambiente no en los minutos antes sino en el día. Había runrún. Ganas de volver a pisar una plaza de toros.
«Hemos hecho un esfuerzo sobrenatural y con una ilusión tremenda. Va a haber un pequeño guiño a ese grandioso torero que fue Joselito El Gallo y que este año se cumplía el centenario. Por los motivos que todos conocemos no se han podido celebrar los homenajes y esta va a ser una manera de que esté presente. Hemos cuidado hasta el último detalle o, al menos lo hemos intentado, para que la plaza esté decorada, pintada… Y la música. Ahora solo falta que los toros embistan y la gente se divierta», comentaba horas antes José María Garzón, el empresario del festejo.
Y así fue. Lucía preciosa la bella de por sí plaza de El Puerto de Santa María recién remozada para el cumpleaños: los 140 le caían.
Enrique Ponce, Morante de la Puebla y Pablo Aguado, con toros de Juan Pedro Domecq, fue el cartel que acabó con el papel en taquilla. «Hemos acertado en algunas cosas y en otras nos equivocamos, pero lo importante es que la Fiesta está muy viva, que se han acabado las entradas en tres o cuatro días y en esta situación, en El Puerto se han vendido 5.300 entradas».
Con el cincuenta por ciento del aforo y un buen puñado de medidas de contingencia implementadas en la batalla contra el coronavirus. «Están marcados los asientos guardando distancia, geles en todas las puertas, la plaza está desinfectada, hay test rápidos comprados, la entrada y salida del público de manera escalonada. Muchas medidas y muchos costes, pero es la salud y en eso no podemos escatimar», mantiene Garzón en la cuenta atrás. El gran desenlace. «Hay un 80 por ciento más de personal para medio aforo que en un espectáculo normal», prosigue.
Se notaba la expectación en los aledaños. Era cartel estrella con Enrique Ponce, Morante de la Puebla y Pablo Aguado. Volvía no solo la tauromaquia, también la vidilla en los bares, con la distancia social permitida, trabajo para los taxi, restaurante y hoteles. El boom. «Con esto se demuestra que es una fiesta que gusta a los españoles y eso es lo más importante. El camino hasta llegar aquí ha sido duro y largo, pero merece la pena», afirmaba Garzón.
Con todo bien hilado, no hubo problemas para entrar a la plaza, disciplinado el público que mantuvo distancia y con la mascarilla, a pesar de que la temperatura no siempre acompaña y también a la hora de salir de la plaza.
Por megafonía recordaron las coordenadas básicas de este festejo. Los 140 años de celebración, el homenaje a Joselito y el minuto de silencio que nos acompañaría, de manera sublime por la banda, por nuestras víctimas. Las de Covid-19. Los nuestros. El Puerto era una fiesta. Desde el principio, explotó en una ovación cuando se recordó ese matiz de que su plaza es Real. La Real plaza de El Puerto. Y acabaron con un «Viva el Rey».
Era como un reencuentro muy esperado en día y hora. Era y fue la magia del toreo antes de desperezarse. Luego salió el toro. Rondó la tragedia al entrar a matar Ponce al primero, pero salió ileso. El capote de Morante serían las décimas de segundo exactas para poner de acuerdo a todos. El toreo de sus muñecas en una faena después en la que puso mucho. Todo. Un trofeo tras una estocada a cámara lenta que era un abismo. Ni fu ni fa con el desrazado quinto.
Pablo Aguado no se quiso quedar atrás con un tercero bueno. Lo cantó con la capa y en el quite, el duelo estaba en Sevilla en pleno Cádiz.
Caía la tarde y soplaba la brisa cuando saltó al ruedo el sexto. Anunciaban por megafonía cómo afrontar la salida de la plaza. Todo nuevo. Por fases. Pablo Aguado se hizo con ese sexto, que no sirvió para nada. Tres trofeos tres se habían repartido los diestros en la puesta de largo de la temporada. Más allá de los éxitos o los fracasos una nueva normalidad había sido posible en tiempos convulsos, revueltos y tensos. El público disfrutó a pesar de que el toreo solo nos sobrevino de vez en cuando.
Normalidad taurina para la Plaza Real. Grupo Joly, 7/08/2020. Por Francisco Orgambides. Tarde de excepción en la plaza de toros de El Puerto, marcada por la pandemia, en un festejo de aniversario en el que se volvía a una normalidad taurina tan poco común que parecía anormal.
Y fue una tarde de emotivo arranque, porque por megafonía el periodista Javier Bocanegra avanzó, una vez que sonaron los clarineros, el protocolo inicial y dijo que la plaza de El Puerto “tenía el honor de ser real”, lo que arrancó la primera ovación de una tarde que tuvo mucho de reencuentro. Más información
Una larga ovación antes del himno nacional, solemnemente interpretado por la banda de la plaza, vivas al Rey y a España, el desfile de cuadrillas y una nueva nota de emoción: el minuto de silencio dedicado a las víctimas del Covid tras el paseíllo, las cuadrillas desmonteradas, el público otra vez en pie y el toque de oración, sobrecogedor, de la banda Maestro Dueñas.
Y más sonoras ovaciones y vítores en ese prólogo de un festejo salpicado por avisos de megafonía recordando medidas de prevención contra el virus, una tarde que en lo artístico no fue rotunda, aunque cada espada cortó una oreja de ley por coleta.
Los pasajes de calidad, llegaban espaciados, pero el público embozado los celebraba con alborozo. Tardes más triunfales se han vivido en El Puerto, sobre el albero, pero ayer triunfó el público, la afición, que no se quitaba la máscara ni para fumar “lo menos posible”, como rogaba la locución.
Eso sí, la animación en las colas para pasar los controles de temperatura, acceso y geles, era de tarde grande y los aficionados codearon los reencuentros gratamente, hasta con entusiasmo. Después de todo la Plaza Real en agosto es un símbolo del verano portuense, de ocio, de celebración, de fiesta y de alegría.
Por tanto triunfo de la Concejalía de Plaza de toros, de la empresa Lances de Futuro y de la colaboración de la Concejalía de Fiestas, que dejó la plaza de dulce en su exorno, con un golpe de vista extraordinario.No faltó ni el levante, rancheando y molestando a los toreros y condicionando gravemente el festejo, sobre todo en los primeros toros, los mejores, obligando a la lidia en contra querencia y moviendo las telas para desconfianza y peligro para los toreros.
Bien que lo padeció Ponce en su primero, un toro como toda la corrida que no se aplaudió de salida pero si en el arrastre, que fue bueno y noble pero con poco fuerza y que propició, pese al viento, el buen trabajo del Valenciano aunque la espada dejó el premio en ovación. Su segundo, un jabonero que tardó en emplearse pero al que Ponce metió en la canasta con tesón, sí que permitió que el nuevo torero mediático tocara pelo al son de del Concierto de Aranjuez, como el año pasado, y cerrando su buena labor con Poncinas.
Morante rompió su racha de ocho años sin orejas en El Puerto y se la cortó a su primero, con el que se empleó mucho regalando ráfagas de toreo muy caro. Y no fue un toro fácil ni mucho menos pero el de la Puebla tiró de talento y oficio, que le sobran, y mereció la oreja a ley. Ante su segundo, castaño incierto y descastado, se mostró hasta perplejo. Se empeñó en pararlo con una larga con tres intentos sin resultado y oyó como las palmas que recibió por bulerías antes de salir el toro sonaron a tango y abrevió. Todos los días no es fiesta, eso sí que es normalidad.
Y Aguado, la estrella de la tarde. También se prodigó con excelencia en su labor ante su primero, toro lindo y bueno que permitió al Puerto ver la madera y calidades del sevillano, pleno de torería. Sin embargo su segundo, probón, distraído, sin casta y rajado, no le sirvió para nada más que intentarlo y despenarlo rápido. Ahí quedaron esos mecidos, esas pinceladas y soberbios naturales a su primero de un torero que no, tampoco es normal.