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Ignacio Jiménez Sánchez-Dalp

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El temple del cura Ignacio

Diario de Sevilla, 23/09/2012. Sevilla es ciudad dada a muchos persojanillos, otros tantos personajetes y auténticos personajes. El cura Ignacio Jiménez Sánchez-Dalp es un personaje en toda regla que lo mismo se lo encuentra usted en la Puerta del Príncipe que ejerciendo su ministerio por esos pueblos de la provincia donde los curas hacen el rodaje antes de sentarse en un sillón de la curia o en un sillón del coro de la Catedral. Sánchez-Dalp estrena destino capitalino estos días después de haber trasteado en Arahal, Alcalá del Río y Alcalá de Guadaíra.

Monseñor Asenjo se lo ha traído a la parroquia de Santa María de las Flores, en Pío XII, donde vivaqueó aquel cura falso que se despidió a la francesa y de cuyo nombre no quiero acordarme. Mucho se ha hablado y escrito de su toma de posesión, donde puso el no hay billetes, a la que acudieron desde el propio prelado y el alcalde Zoido hasta la gente de sus tres pueblos, que por algo al cura Ignacio le encanta definirse como cura de pueblo. Nada menos que seiscientas formas se emplearon en el reparto de la comunión. Pero poco, muy poco, se ha dicho de su despedida de la feligresía alcalareña, que fue mucho más impactante que la entrada triunfal con oropeles en la capital. Al cura Ignacio lo han querido tanto en la tierra del pan y las tortas que sus amistades soltaron en su honor una vaquilla, como en honor de los antiguos nuevos doctores por la Universidad de Salamanca se organizaban corridas de toros, claro que hoy casi cualquiera tiene un doctorado, pero no cualquiera es cura. Ser joven, cura y estar a favor de la Fiesta es poco menos que heroico. Políticamente incorrecto, salvo que se sea un cura sin complejos y con los hombros más anchos que un armario empotrado para que te resbalen las críticas. Al cura Ignacio le organizaron una cena en un restaurante con plaza de tientas, convertida esa noche en una suerte de plaza de los curas machos. Tras los postres le vendaron los ojos y lo llevaron al ruedo.

Allí improvisó el toreo de capa y el de muleta. Dicen que se le notó que es sobrino de Manolo González y que también tiene vinculaciones ganaderas. El cura Ignacio tiene arte en eso de parar, templar y mandar, porque muchos le envidian su enorme poder de convocatoria y tratan de restarle mérito atribuyéndoselo todo a los apellidos. Lo cierto es que lo mismo se le ve oficiando la boda de la duquesa de Alba o en un total de televisión entrando en el Pazo de Meirás, que mediando en un pleito entre cofradías del pueblo o bautizando al hijo de unos amigos. De oratoria anda sobrado, que por algo lo reclaman los jóvenes contrayentes en las bodas. Y ha tardado muy poco en ganarse el afecto del arzobispo Asenjo, que le ha honrado con su presencia en la toma de posesión. Devoto de la Virgen de Guadalupe, cangrejero con alzacuellos delante de los pasos, pregonero de éxito, motorista en las tardes de Semana Santa para no perderse ni una, incansable predicador de cultos y, quizás lo más importante, un cura no ya de pueblo, sino de la calle. Porque al cura Ignacio le gusta tela la calle y estar en la sacristía el tiempo preciso. Es pastor de ir a buscar a las ovejas para hacer el rebaño, no de esperarlas desde la superioridad del altar. Y si para ello hace falta ponerse delante del toro, se pone. Pastoral del burladero, pero pastoral al fin y al cabo.


Aficionados.

ignacio_jimenez_sanchez-dalp.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:25 (editor externo)