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PLAZA DE TOROS DE LAS VENTAS

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Viernes 1 de junio de 2012

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: toros de Cuadri (cuajados, hondos pero de distintos volúmenes y hechuras. De juego variado, en conjunto la corrida no terminó de romper. Destacó el 3º y el 5º, éste más a su aire). Un sobrero de Hnos. Fraile Mazas (bien presentado y masacrado en varas).

Rafaelillo. Silencio tras aviso, pitos y silencio.

Javier Castaño. Palmas en el único que mató.

Luis Bolívar. Silencio y pitos.

Entrada: tres cuartos de entrada.

Crónicas de la prensa: EFE, COPE, La Razón, Marca, El Mundo, El País, Sur.

EFE

Por Juan Miguel Núñez. Susto para Castaño en una corrida ingrata y bronca

Un trago para los toreros, por los toros y por el público, muy exigentes unos y otros. Corrida con mucho aparato por fuera y con malas y a veces indescifrables ideas.

Desde el principio la gente tomó partido por los toros, sin entrar a valorar sus dificultades, sin tener en cuenta el esfuerzo de los toreros, así que anidó pronto el desánimo en el ruedo. La corrida se puso cuesta abajo para los toreros desde el momento en que se aplaudió el arrastre del ‘cuadri’ que abrió plaza. ¿Qué hacer? debieron preguntarse Rafaelillo, Castaño y Bolívar después del trago que le tocó pasar al primero.

Un toro que embistió al capote echando las manos por delante y con la cara arriba. En el caballo empujó con un sólo pitón y sin humillar. En la muleta se fue quedando cada vez más corto y reponiendo las embestidas. Y menos mal que al final apretó poco, pues tenía lo que en el jerga se llama «peligro sordo», que no transciende. Tampoco «Rafaelillo» estuvo por la labor, pero el toro no era para aplaudirle. A partir de ahí, el mismo decorado.

El leonés Javier Castaño saludó con el capote al segundo lidiándolo sobre las piernas, para sacarlo hacia fuera, ya que apretaba a tablas. El hombre quiso lucirlo en el caballo, poniéndolo de largo, y entró a la primera. Metió el toro los riñones, sin embargo, con la cara arriba.

Casta, que no bravura, y mal estilo en el último tercio pese a que de nuevo intentó exhibirlo el torero dándole distancia en los primeros cites a derechas. Enseguida tuvo que acortar distancias, pues se volvía y no era de fiar. Por la derecha iba con el freno de mano echado, y con la cara natural y sin obedecer por el otro pitón. El trasteo de Castaño tuvo mucha firmeza, naturalmente renunciando a la estética. Castaño había quedado grogui al perderle la cara al toro y resultar arrollado cuando se volvía para pedir el cambio de tercio tras el segundo puyazo. Después de estoquearlo entró en la enfermería y ya no volvió al ruedo. El primero de Bolívar fue el más franco del encierro, sin embargo, encastado y bruto al cincuenta por ciento, moviéndose «con motor» pero poca clase. Protestó mucho por el izquierdo, a pesar de todo hubo pasajes de toreo por la derecha de cierta enjundia. Pero la gente se había inclinado definitivamente por el toro, y no le echaron cuentas al torero. Rafaelillo vivió un calvario con el cuarto, el peor de todos, una alimaña que no pasaba. Breve e inteligente trasteo sobre las piernas antes de ser pitado sin la mínima consideración, en la línea del resto de la tarde.

COPE

Por Sixto Naranjo. Faltó entrega, sobraron ovaciones

Que a falta de la corrida de Adolfo Martín, la Feria de San Isidro ha sido un ciclo mediocre y de escaso lucimiento artístico, nadie lo pone en duda. Que en el aspecto ganadero la empresa Taurodelta ha fallado al reseñar muchos encierros y que el nivel de casta ha sido muy bajo, tampoco nadie lo pone en duda. Pero que todo este tedio y astío sirva para ovacionar a cuatro toros de Cuadri va un trecho muy grande.

El encierro, descabalado por sus problemas en los corrales, salió muy desigual por chiqueros. Varios fueron verdaderos trenes de mercancías con pitones. Y en cuanto al juego, faltó entrega y verdadera bravura en el sexteto del hierro onubense. Hubo dos toros, el lote de Luis Bolívar, más aprovechable. Más encastado el tercero del festejo y más a su aire el quinto. Aún con ellos, la nota global no fue lo suficientemente alta como para sacar a saludar al mayoral a la finalización de la corrida. Dicen que no hay peor ciego que aquel que no quiere ver, y precisamente eso, se puede aplicar a quienes se enrocan en tópicos e ideas preconcebidas con determinados hierros.

El festejo quedó marcado por la fortísima voltereta sufrida por Javier Castaño durante la lidia del segundo toro. Un error, perder la cara al toro apenas tres segundos, le costó al salmantino que el astado de Cuadri le voltease con tan mala fortuna de caer sobre el cuello. Salió tocado y hundido Castaño del golpe. Se fue al callejón para salir pálido como la cera de una vela. Después en la muleta, el toro fue mentiroso, con medias arrancadas y sin terminar de pasar. Castaño lo pasaportó con dignidad para pasar a continuación a la enfermería, de donde ya no salió debido a la lesión sufrida.

Rafaelillo por ello tuvo que estoquear tres toros. Su primero fue el único que hizo pelea de bravo en el caballo, pero a la muleta llegó con el depósito de la gasolina bajo mínimos y con mejores principios que finales en su embestida.

Al cuarto, de aviesas intenciones, se lo quitó de enmedio con prontitud Rafaelillo ante la incomprensión del público y el sexto, de buenas hechuras pero pesada canal y al que recibió con una larga en el tercio, no terminó de romper pese a la voluntad del murciano en levantar un trasteo de interés.

El lote, como decíamos, se lo llevó Bolívar. El mejor toro del festejo fue el tercero. El de Cuadri fue un toro bien hecho que tuvo la exigencia propia de la casta. Quiso dar distancias en los cites del comienzo de la faena el colombiano. Falló el temple en ocasiones, haciendo que las tandas no terminasen de conjuntarse. A izquierdas el toro no fue tan claro y las dudas del torero, mayores.

El quinto, muy a su aire, también se dejó en el último tercio. Ovacionado con justicia de salida por su seria estampa, el toro de Cuadri no terminó de descogar. Bolívar, a su altura, le intentó llevar largo, pero faltó resolución y finales tanto a la embestida del toro como a los muletazos del torero. La media provocó un horrendo vómito que hizo decantar la balanza hacia el lado del toro.

El Mundo

Por Vicente Zabala de la Serna. Enorme y espesa corrida de toros de Cuadri

Bajo un bochorno inhumano comenzó la vigésima primera corrida de feria. La de Cuadri, ni más ni menos. Salió el primero y lo primero que se veía era un morrillo descomunal. Una hondura bestial. Y una largura sin final. Todo negro. Se le vino por dentro con el capote a Rafaelillo, que le cambió los terrenos y se lo sacó a los medios. Lo sujetaron sin un solo capotazo frente al “7”. Rafael Rubio lo lució en el caballo por tres veces. Ante todo el cuadri tuvo fijeza. Una alegría en el peto que no se tradujo en la muleta. A Rafaelillo le llegaba por la pechera. Había una nobleza mortecina. Despistada a la salida de los muletazos. Una cosa que se había acabado en el jaco.

Castaño se llevó una voltereta del segundo por despiste. Muy seca. Tras la segunda vara. Cayó con la cabeza contra el ruedo de manera seca. Como un crujido de cuello. El cuadri traía las palas vueltas y abiertas y quizá por eso no lo hirió pero lo reventó. En la muleta era mentira. Ni medias arrancadas. Castaño no volvió a salir una vez que lo mató. Esguince de cervicales dijeron. Se lo llevaron al hospital.

Una diferencia de cien kilos había con el tercero. Tal vez por las bajas que la corrida de Cuadri tuvo. 528 kilos. Bajo. La antítesis de los anteriores. Más ligero y más movimiento. Bolívar fue generoso en la muleta. El toro lo pedía todo por abajo. El torero de Colombia por la derecha corrió la mano en dos series de tres pases y el de pecho. Muy encajado. En la tercera se le durmió la muleta trompicada. Y en la izquierda si no lo tocaba se le venía por dentro. Hubo una sensación de torero a menos y toro a más. Sobre todo ya, cuando lo pinchó.

El cuarto, de 649 kilos, no tuvo ni uno. Y ni uno le dio Rafaelillo. No hubo ni un resquicio de luz. La gente no se sabe qué quería. No pasaba. Ni sobre las piernas. Una prenda.

Corrieron turno para que Bolivar, y salió el que nunca fue sexto. Un tío. Descarado como ninguno. Rizado el morrillo. Seriedad de pitón a rabo. En el caballo la cara arriba. Y en banderillas apretando hacia los adentros. Pero en la muleta Bolívar le planteó las cosas por la muleta por delante. Tres series por la derecha así. El toro bien y con empuje en el primer tramo, sin humillar tanto en la mitad del largo viaje y el colombiano clásico en el planteamiento. Pero… Por la izquierda el toro también la tomó pero a menos. Fue toro de media faena. Mucho toro. Pesaba. Media estocada mortal, arriba y con vómito. El lote fue el suyo, con todos sus matices.

Al sexto lo saludó Rafaelillo con una larga cambiada. Amagó con flojear el toro. Otro enorme. Quiso el torero y el toro de Cuadri sin finales. Muy espeso todo. Como la tarde.

El País

Por Antonio Lorca. Espectáculo ‘cuadri’

Los toros de Cuadri ofrecieron espectáculo, que es uno de los mejores regalos que le pueden hacer a un aficionado. Los seis toros presentaron una estampa impresionante, serios, muy serios, toracos de los que te mantienen pegado a la piedra. Todos ellos codiciosos en mayor o menor medida, cumplieron de manera irregular en los caballos y vendieron caras sus vidas con aspereza y dificultades. Destacó con los montados el primero, que acudió tres veces desde lejos y apretó de lo lindo en la segunda vara, pero tuvo una vida corta en la muleta. Tercero y quinto portaban casta en sus adentros, y aunque mansearon en los caballos, con la cara siempre por las nubes, embistieron largo en el tercio final y colaboraron a un hipotético triunfo, y el resto derrochó bronquedad y dureza, gañafones y recorridos muy cortos.

Al final, salió a saludar el mayoral de la ganadería, un premio excesivo, sin duda, pero había quedado en el ambiente un rictus de satisfacción porque en la plaza hubo toros en el pleno sentido de la palabra, y eso no se ve todos los días. Vamos, en San Isidro es que no se ha visto una corrida-corrida como la de ayer, lo que explicaría que a la gente se le calentaran las manos.

El problema es que con estos toros no es fácil mandar, ni templar, ni hacer el toreo actual ni el de siempre. Con estos toros no se pueden torear cien corridas en una temporada. Porque estos toros te ponen en torero para toda la vida o te retiran de la circulación. Así de duro. Por eso, todo el que puede huye de ellos como gato escaldado. Es mejor no probar, por si acaso…

Quizá, por eso, el público lo pasó bien, pero los toreros… Bueno, los toreros, al principio, también, pero en cuanto salió el primer toro…

El primero era un tío, que embistió muy corto al capote de Rafaelillo. Se lució -el toro- en el caballo, persiguió en banderillas, y el torero brindó al público. Aquí hay tomate, pensó el respetable. Pero no hubo. El toro tenía, quizá, quince pases, y Rafaelillo le dio treinta o cuarenta, muy despegados, sin confianza alguna, y la ilusión se diluyó con rapidez. No fue el torero arrojado de otras tardes. Mató Rafaelillo dos más y no despegó. No está uno todos los días para ser un héroe; lo que ocurre es que ayer había que serlo. Pero Rafaelillo no lo fue. Abrevió con el manso cuarto y la gente se enfadó sin motivo, y supo a poco -no se le vio suelto ni con las ideas claras- su pelea con el toraco que mató en sustitución de Castaño.

Por cierto, Javier Castaño, el más esperado de la terna, cometió un error de libro y lo pagó caro. Estaba cerca de su primer toro, volvió la cara para pedir el cambio del tercio de picar y el animal lo arrolló y le propinó una fea voltereta que lo dejó muy conmocionado. Salió a matar al toro con evidentes muestras de dolor en el rostro, estuvo valiente, pero no se confió. Pasó a la enfermería y ya no salió.

El lote -el mejor, quiere decirse- se lo llevó Bolívar. El tercero embistió largo y codicioso por el lado derecho, y el quinto, noble por el izquierdo. Lo intentó de veras, pero nunca dio la sensación de mando, ni de poderío, ni de templanza. Muchos pases hubo, y, también, la sensación de que los toros le ganaron la pelea.

EFE

Por Juan Miguel Núñez. Toros y público en contra de los toreros

Un trago para los toreros, por los toros y por el público, muy exigentes unos y otros. Corrida con mucho aparato por fuera y con malas y a veces indescifrables ideas.

Desde el principio la gente tomó partido por los toros, sin entrar a valorar sus dificultades, sin tener en cuenta el esfuerzo de los toreros, así que anidó pronto el desánimo en el ruedo.

La corrida se puso cuesta abajo para los toreros desde el momento en que se aplaudió el arrastre del “cuadri” que abrió plaza. ¿Qué hacer? debieron preguntarse Rafaelillo, Castaño y Bolívar después del trago que le tocó pasar al primero.

Un toro que “embistió” al capote echando las manos por delante y con la cara arriba. En el caballo empujó con un sólo pitón y sin humillar. En la muleta se fue quedando cada vez más corto y reponiendo las embestidas. Y menos mal que al final apretó poco, pues tenía lo que en el jerga se llama “peligro sordo”, que no transciende. Tampoco “Rafaelillo” estuvo por la labor, pero el toro no era para aplaudirle.

A partir de ahí, el mismo decorado.

Castaño saludó con el capote al segundo lidiándolo sobre las piernas, para sacarlo hacia fuera, ya que apretaba a tablas. El hombre quiso lucirlo en el caballo, poniéndolo de largo, y entró a la primera. Metió el toro los riñones, sin embargo, con la cara arriba. Casta, que no bravura, y mal estilo en el último tercio pese a que de nuevo intentó exhibirlo el torero dándole distancia en los primeros cites a derechas. Enseguida tuvo que acortar distancias, pues se volvía y no era de fiar. Por la derecha iba con el freno de mano echado, y con la cara natural y sin obedecer por el otro pitón. El trasteo de Castaño tuvo mucha firmeza, naturalmente renunciando a la estética.

Castaño había quedado grogui al perderle la cara al toro y resultar arrollado cuando se volvía para pedir el cambio de tercio tras el segundo puyazo. Después de estoquerlo entró en la enfermería y ya no volvió al ruedo.

El primero de Bolívar fue el más franco del encierro, sin embargo, encastado y bruto al cincuenta por ciento, moviéndose “con motor” pero poca clase. Protestó mucho por el izquierdo, a pesar de todo hubo pasajes de toreo por la derecha de cierta enjundia. Pero la gente se había inclinado definitivamente por el toro, y no le echaron cuentas al torero. Rafaelillo vivió un calvario con el cuarto, el peor de todos, una alimaña que no pasaba. Breve e inteligente trasteo sobre las piernas antes de ser pitado sin la mínima consideración. El quinto, que iba mejor por el izquierdo, tuvo un comportamiento irregular, pues tomaba la muleta bien una vez, y dos no. La faena de Bolívar fue también discontinua, y por supuesto pitada al final.

Cerro Rafaelillo con un toro que le hubiera correspondido en quinto lugar a Castaño. Noblón y con poca alegría en la forma de embestir. Molestó menos y no aportó nada. Fue el único alivio en la tarde.

Marca

Por Carlos Ilián. Cogida de Javier Castaño

Ni Cuadri ha podido enderezar el rumbo torcido de esta feria. Su corrida, de imponente lámina y pasada de kilos en general, ha tenido un comportamiento áspero y bronco, de muy mal estilo en la muleta, donde las embestidas con la cara arriba y sin emplearse se repetían. Y el dato es muy elocuente: los cuatro toros que pesaron por encima de los 600 kilos resultaron los más parados y deslucidos mientras que el lote de Bolívar, que estaba en ese peso proporcionado de los 528 y los 550 kilos respectivamente, se movió y se empleó en el engaño, especialmente el segundo del torero colombiano.

Bolívar quiso hacer las cosas bien, dando distancias y luciendo a sus toros, pero sus faenas, especialmente la segunda, se perdieron en un mar de muletazos sobre ambas manos entre altibajos, y nunca hubo sensación de unidad ni de mando. Lo peor para Bolívar es que la codicia del toro lidiado en quinto lugar superó la respuesta del torero, confundido ante la embestida a media altura del de Cuadri.

Javier Castaño fue volteado por su primero. Se repuso como pudo y lo trasteó con aseo por ambos pitones, todo a media altura. Pasó a la enfermeria para ya no salir. Rafaelillo muleteó entre dudas al priumer toro, muy parado y con la cara por las nubes. Tiró la toalla ante el cuarto, de peligro pregonado. El que mató por Castaño se empleó sin malas intenciones. Rafaelillo instrumentó muchos pases, con más decoro que fondo. El toro no ofrecía otra posibilidad.

Sur

Por Barquerito. Espectacular Cuadri y cogida de Castaño en San Isidro

La de Cuadri fue, como se esperaba, la corrida de más canales de toda la feria. Cuatro toros por encima de los 600 kilos, que sólo por diez no fue el promedio en vivo de los seis toros de envío. Más largo que ninguno, el toro que se dejó Castaño por percance muy desafortunado -cogida sorpresa en un ingenuo descuido, terrible revolcón empalado y dos pisotones en cuello y cabeza- tuvo de salida un galope casi felino. Se jugó de sexto. Un galope sin la turbulencia tan propia y distinguida de los cuadris, que es, igual que la hondísima traza, privativa de la ganadería. Una hermosura de corrida. Los dos primeros, de estrepitosa presencia, atacaron, se estiraron y se emplearon de salida y en el capote; los dos galoparon hasta el caballo de pica.

Se esperaba a Javier Castaño, y con él a su cuadrilla, y en particular a ese picador tan notable que es Plácido Tito Sandoval. Cornipaso, la cepa enroscada, las palas muy abiertas -«feo», dicen los toreros-, el toro se metió con el caballo por los pechos en el primer puyazo, hizo hilo con Castaño en un primer intento de fijarlo en suerte y protestó lo suyo, la cara arriba sin dejar de empujar. Pese a que la cogida lo dejó conmocionado, Castaño tuvo los santos arrestos de salir al toro y torearlo: de traérselo de largo con la derecha, de aguantarle más de un cabezazo y de consentirle, porque el toro, algo celoso, se revolvía antes de salir de engaño y, en fin, tuvo hasta el fino acierto de ponerse a final de trabajo por la mano buena y pegarle con la zurda dos tandas de gran verdad. No entró, tendida, la estocada hasta el cuarto asalto, tres descabellos. Y la corrida se quedó sin Castaño.

A Rafaelillo se le atragantaron sus dos cuadris del sorteo: el bravo y ágil primero, que lo desbordaba por altura, y el tremendo cuarto, que respondió a regates con regates y le obligó a sacar bandera blanca. Bolívar no tuvo ni tiempo de pensar con la velocidad endiablada del tercero, que probablemente habría necesitado un puyazo más. Para turbulencias, las embestidas de ese tercero, con su chispa de rancia violencia. Resistió Bolívar pero no se templó siempre ni del todo con el toro.

Sentiría, además, muy a la contra a la gente, porque lo estuvo. Cambiados los dos últimos turnos, Bolívar mató un quinto corto de tronco pero de imponente trapío. Un toro con genio en el caballo, picado con finura por Luis Miguel Leiro, de muchos pies en banderillas y muy vivo después. Con su oficio y su colocación, Bolívar anduvo suelto y hasta fácil en una primera mitad de faena bien compuesta. No tanto en la segunda, con el toro más pendiente de él y punteando engaños.

Rafaelillo tuvo que matar el larguísimo toro de Castaño que galopó como una gacela, y le pegó una larga cambiada de rodillas en el saludo en el tercio. Para revivir su pasado de torero épico. Pero el toro distinto no tuvo el golpe de riñón de los cuadris bravos y, aunque noble y con fijeza, no llegó a emplearse.

La Razón

Por Patricia Navarro. Castaño ronda la tragedia

Castaño intentó poner al toro en la suerte de picar bien. De esa manera que Madrid clama a poco que el toro vaya. Lo hizo en la primera vara y dejó estar en la segunda. Toreándole de capa un descuido a punto estuvo de robarle la vida. Lo lanzó de manera espectacular, dolorosa desde el tendido, hiriente para los sentidos, mortal la manera de retorcerse el cuello en esa caída que sonó a plomo desde arriba. Se levantó Javier, cuando el cuadri le abandonó a instancias de un santo capote, creo que Rafaelillo estaba entre ellos, conmocionado, aturdido, deshecho en jirones el cuerpo del torero, convaleciente de una cogida espantosa. Resoplaba, intentando encontrar en algún lugar del maltrecho cuerpo un hilo de oxígeno para volver a la guerra. De batalla había sido el percance. Se metió en el callejón y al poco, muy poco para el golpe que tenía encima, volvió al ruedo. Y lo hizo como si nada, sin dolor de cuerpo ni cicatriz en el alma. Aprovechó la incierta arrancada del toro, que pasaba sin emplearse y acababa por ganar terreno. Esa misma falta de entrega tuvo por el izquierdo, se puso el torero, lo justificó ante ojos propios y extraños, y se fue a por la espada. Muerto el toro fue a la enfermería de Padrós, de la que ya nunca salió. Un traumatismo craneal y cervical que requería de estudio radiológico se lo impidió. Se hacía cuesta arriba la tarde. Pero «Camarote» le dio un vuelco. Éste sí que se mereció aplausos en el arrastre y no toda la corrida (o casi) como correspondió Madrid. El toro no destacó en su pelea en varas, pero fue el que quiso apretar en la muleta más por abajo, con más recorrido y profundidad en el viaje. Lo que se hiciera delante era clave. La gente se iba a posicionar y salir del entuerto era un reto donde se escondía el toreo. Le cogió el aire Luis Bolívar, su matador, en las primeras tandas, pero después perdió consistencia el trasteo, el sitio, el don de apretar la tecla necesaria para con poco solidificar. Tuvo el lote el colombiano. El lidiado en quinto lugar fue toro con mucha transmisión, fijeza y prontitud, luego el viaje lo hacía a media altura, y a veces por arriba, pero daba de sí para faena de Madrid y de esta divisa. El público se puso en contra.

También le pitaron a Rafaelillo cuando estaba dando cuenta de un marrajo de mucho cuidado que no tenía manera de meterle mano sin pisar la tragedia. Asegurada. Ahí no había lugar a la apuesta ni a los milagros. Se sabía el toro el Cossío de carrerilla. Una pena. Y hasta se encaró el murciano con la gente sin dar crédito a la reacción. Normal. ¿Faena a un toro imposible?

El sexto no le dio para mucho bombo, iba y venía y fue muy a menos. Como su primero que protestaba para justificar la ausencia de casta. Tarde dura también la de Cuadri. Grandona corrida. Cuesta arriba. Agria en ocasiones. Y desafortunada la tarde en todos los sentidos en otras. Castaño rondó la tragedia. La palpamos. Se obró el milagro. Pero el de San Isidro no llega.

©Imagen: El gesto de dolor de Javier Castaño, que sufrió traumatismo craneal y cervical y fue trasladado al hospital. | EFE

Madrid Temporada 2012.

madrid_010612.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:24 (editor externo)