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Plaza de Toros de Las Ventas

Miércoles, 2 de mayo de 2018

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de El Tajo y La Reina (con distinta conformación y juego. Muy bueno el 1º)

Diestros:

Iván Vicente: de azul y negro. Buena estocada (petición y vuelta al ruedo con pitos al presidente). En el cuarto, buena estocada. Aviso (saludos).

Javier Cortés: de grana y negro. Pinchazo y estocada caída (silencio). En el quinto, estocada defectuosa (oreja con petición de otra y bronca al presidente). Herido, pasa a la enfermería.

Gonzalo Caballero: de gris perla y negro. Tres pinchazos y dos descabellos. Aviso (silencio). En el sexto, dos pinchazos, estocada y dos descabellos (ovación al pasar a la enfermería).

Entrada: media plaza, 10.871 espectadores.

Incidencias: parte médico de Javier Cortés. Sufrió «una cornada en el tercio medio de la cara posterior del muslo izquierdo, con una trayectoria ascendente de 20 centímetros, que produce destrozos en músculos isquiotibiales, contusiona nervio ciático y alcanza el fémur, de pronóstico grave».

Parte de Gonzalo Caballero. Fue atendido de «una herida por asta en el tercio superior de la cara lateral del muslo izquierdo, con una trayectoria hacia dentro de 5 centímetros, que produce desgarro de la fascia lata y músculo vasto externo, de pronóstico menos grave».

Galería de imágenes: https://t.co/GwRRk1MHeH

Video: https://twitter.com/twitter/statuses/991784912637321217

Crónicas de la prensa:

Las Ventas

Oreja y garra de Javier Cortés que cae herido al igual que Gonzalo Caballero

Extraordinario toro de El Tajo que salió en primer lugar. Iván Vicente lo toreó pausado a la verónica. Ya con la muleta dejó una interesante faena con despaciosidad por ambos pitones que remató con una entera. Se le pidió la oreja pero tuvo que conformarse con la vuelta al ruedo. El cuarto, también de El Tajo, tuvo menos casta pero entró al caballo con garbo y distancia, bien cogido por Jesús Vicente. Protestaba a mitad del muletazo y se fue apagando por lo que no pudo lucir más.

Javier Cortés, otro torero madrileño, lo puso todo. Ya demostró su disposición en el quite al primero por chicuelinas. Sin probaturas cogió la zurda y lástima que no acompañara el de La Reina. Esa torería y valor que derrochó desde el minuto uno tuvo su cúlmen ante el quinto. Destacar los dos pares de Antonio Molina. Lo citó desde el centro del ruedo y le dio un natural mirando a los tendidos. Con verdad y garra, se levantó tras que el astado le cogiera y con la pierna ensangretada y mermado de movimiento le dio un par de series por el derecho de mano baja que levantó los tendidos. Estocada casi entera perpendicular y en volandas a la enfermería. Oreja con petición de la segunda.

A Gonzalo Caballero le tocó lidiar en tercer lugar a un flojo de La Reina con el que se pegó el arrimón y ante el que falló con los aceros. Ante el sexto, tras su recibo capotero y el cerrar el mismo fue levantado del suelo cayendo de fea manera. Fue trasladado de inmediato a la enfermería y salió a los cinco minutos, con un torniquete y cojeando para hacer frente a la faena de muleta. Comenzó con intensidad y mantuvo la emoción a pesar de la paliza que llevaba encima. La espada se le atravesó y fue finalmente ovacionado antes de pasar a la enfermería.

ABC

Por Andrés Amorós. Sangre y gloria de Javier Cortés y Gonzalo Caballero en la goyesca de Las Ventas

Hasta el quinto , la corrida goyesca trascurría con cierta placidez. En ese toro, de 655 kilos, un «tío», Javier Cortés logra una gran faena, es herido, la sangre empapa visiblemente su pierna izquierda pero se niega a pasar a la enfermería hasta que apuntillan a la res. Y Gonzalo Caballero no se queda atrás, en el último, que también rebasa los 600 kilos. Al rematar los lances de recibo, sufre una cogida, cae malamente sobre el cuello, se lo llevan a la enfermería, conmocionado. Vuelve a salir con un corbatín en el muslo herido. Dos gestos realmente heroicos. Iván Vicente ha mostrado su clasicismo y logrado dos grandes estocadas. Los toros de los dos hierros de Joselito, muy serios, dan un juego variado: destaca el primero; varios se apagan pronto.

Iván Vicente ha brindado el cuarto a César Palacios, autor del cartel, que también expone sus obras, en la Plaza. Los aficionados lo conocen de sobra: su gorrilla madrileña, sus largas patillas, su pasión por la Fiesta. Por estar cerca del toro, durante cincuenta años fue arenero; antes, había sido amigo de Antoñete, acomodador y ventanero (los que cuidaban de que no se cayeran los chavales que se colaban por las ventanas de Las Ventas). Le apasiona tanto el arte del toreo que se casó y bautizó a su hija en día laborable, para no faltar a los toros. Forma parte de la historia viva de Las Ventas.

Es bien conocido el buen estilo clásico de Iván Vicente. ¿Por qué no torea más? Le falta dar ese paso rotundo… Recibe con suaves lances al primero, que humilla y repite. Los derechazos están a la altura del excelente toro; también, los naturales, arrastrando la muleta por la arena. Sorprendentemente, una serie baja de nivel. Aunque la estocada es buena, quizá se basa en eso el presidente para no conceder la oreja, pedida por la mayoría: da la vuelta al ruedo. El cuarto, grandón, tardea pero va bien al caballo (se luce Jesús Vicente). Se suceden los muletazos de buen estilo pero el toro no repite y la llama no prende. Prolonga la faena pero vuelve a matar muy bien. Mantiene su crédito.

Gestos de toreros machos Me impresionó gratamente, la pasada temporada, la evolución de Javier Cortés, acogido por las Plazas francesas. Esta tarde lo confirma, además de mostrarse realmente heroico. El segundo se queda cortito pero el diestro, firmísimo, permanece en el sitio, aguanta parones. La faena tiene mérito y emoción pero lo emborrona con la espada. En el quinto, llega la épica. Vuelve a mostrarse valentísimo, liga muletazos notables. Después de la cornada, sin mirarse, sigue toreando francamente bien. La oreja que corta no es por sentimentalismo, se la merece de sobra; el público pide las dos.

Es notorio el valor auténtico, desgarrado, de Gonzalo Caballero; también, su independencia y su entrega a nobles causas. Se le espera con cierto morbo, por sus declaraciones contra la empresa, que le ha dejado fuera de San Isidro. El tercero, cinqueño, es noble pero no repite ni «dice» nada: como la gaseosa a la que se la ha ido el gas, decían antes. Muy asentado, sin dudar, Gonzalo logra impávidos ayudados y suaves naturales pero el toro no da más de sí y falla con la espada. En el sexto, la emoción por la hazaña de Cortés se repite cuando Gonzalo, en los lances de recibo, sufre la cornada. Vuelve al ruedo muy mermado, todavía logra algunos derechazos templados pero el toro no va igual por la izquierda y se apaga. Mata a la segunda.

Concluye la corrida con Javier Cortés y Gonzalo Caballero en la enfermería, después de haber toreado bien y haber aguantado como auténticos héroes. Don Francisco de Goya no lo hubiera dudado: «Son gestos de toreros machos». Y hubiera sentenciado, como en su grabado: «Fiesta de España».

La Razón

Por Patricia Navarro. Cortés paga con sangre su heroicidad

A la enfermería le llevaba su cuadrilla la oreja del quinto, que valía su peso en oro. No quiso soltar el presidente la segunda que le abría la Puerta Grande a Javier Cortés. Es verdad que la estocada fue perpendicular. Incluso defectuosa. Lo que quiera. Lo que usted crea desde ahí arriba. Cuando entró a matar Javier Cortés a este encastado y exigente quinto, lo que pareció un pinchazo (alguien empujó desde arriba para que esa espada entrara), hacía tiempo que Javier derramaba sangre por la rodilla. Desde la corva hasta los pies. La sangre negra. El alma sin pena. Aguantó lo indecible con el valor y el corazón, porque el pundonor en estas ocasiones se queda corto. El toro, que era encastado, exigente y cómplice para las tardes importantes, no le perdonó y le cazó. Certero. Ni presa en el suelo. Le metió el pitón y aquello sangró feo. Veíamos el dolor, que de pronto se hizo transparente. Y el amor propio. Se mantuvo en el ruedo, no dejó Cortés que nadie le tocara, porque su historia era suya. Suya y del toro. Grandioso. Congoja de la que emociona por la pureza de los sentimientos y del espectáculo. Pero no moría ahí la tarde, ni su tarde, ni su puesta en escena. Javier Cortés hizo el toreo. De manos bajas con el capote y así con la muleta, lo que pedía el toro. Comunión, relajo, gusto, poder, sometimiento y entrega. Verdad. Verdad verdadera. Sin filtros. Gloria bendita ver a un torero entregarse así. No se mantenía en pie y fue capaz de seguir toreando. Metió la espada. Tardó en caer el toro. Se lo llevaban en volandas de camino a la enfermería y retorcía la cabeza Javier en busca del animal, de saber si había sido capaz de acabar aquello. Lo hizo. Torero grande. Capaz. Con muchos matices. Algunos de los que pasan inadvertidos para la mayoría. No perdonó quite. No rectificó ni una sola vez un centímetro en su compromiso. Y lo pagó. Esa sangre de torero caro que viene a Madrid sin pensar en las consecuencias, a pecho descubierto. Como había recibido a ese toro, al quinto, al natural en el centro del ruedo y mirando al público. Tan desafiante como premonitorio. Así había sido antes, con un segundo bajo de raza que a veces, cuando le daba por remolonear, pesaba por dentro. No le importó a Cortés. Ni eso ni lo que estaba por venir. No cedió presidencia. No dio la segunda oreja a pesar de todo lo vivido. Carísima ponía la Puerta Grande en la misma plaza en la que otras tardes se igualan faenas olvidadas antes de salir. Cortés fue torero y heroico. No caerá en el olvido.

No habíamos remontado cuando Caballero, que quemaba su único y polémico cartucho tras las declaraciones aquella noche en la que se presentaron los carteles de San Isidro, sufrió una tremenda voltereta del sexto con el capote. Le llevaron a la enfermería y antes de que comenzara la faena de muleta salió con un puntazo, o cornada, en el muslo. El toro no colaboró, iba y venía justo de raza. Y la espada se alió con el enemigo. Algo similar le había pasado con el tercero, que tampoco quiso sumar méritos para dejar a Caballero salirse del pelotón.

Con “Listillo” e Iván Vicente inauguramos la tradicional Corrida Goyesca. Fue el capote de Vicente el que respondió con mesura y temple. Descolgaba el toro. Lo hizo después. Se desplazó con largura y repitió. Cosas buenas. Y con ese matiz de querer las cosas perfectas. Si no ocurría todo por abajo y en son se descomponía. Vicente así lo entendió e impuso suavidad al trasteo, queriendo encontrarse con la embestida del toro. Digna labor. Bajo de revoluciones fue el cuarto, con el que se alargó. Después nos vino un huracán. Y casi nos lleva por delante.

madrid_020518.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:09 (editor externo)