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PLAZA DE TOROS DE LAS VENTAS

Tarde del miércoles, 3 de junio de 2009

Corrida de toros

Corrida de Beneficencia

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Cuatro toros de Victoriano del Río y dos (4º y 5º) de Garcigrande, manejables y justos de fuerzas.

Diestros:

Julián López El Juli: silencio y leves pitos.

José María Manzanares: silencio y saludos tras aviso.

Miguel Ángel Perera: ovación tras aviso en ambos.

Entrada: Lleno de 'no hay billetes'.

Nota: Los Príncipes de Asturias presidieron la corrida de la Beneficencia

Crónicas de la prensa: Diario de Sevilla, El País, ABC, El Mundo.

©Perera/Las Ventas; Principes de Asturias y Manzanares/ABC


El Mundo

Por Javier Villán. Deplorable espectáculo

Pero ¿en qué país vivimos? Corrida de la Beneficencia, la corrida más grande del año, y Victoriano del Río, un hombre de ladrillo, ganadero de moda , amado por figuras, subalternos y mediopensionistas, es incapaz de completar una corrida para Las Ventas.

Cartelazo: El Juli, Manzanares y Perera; los Príncipes de Asturias en el palco real y no hay toros; el «no hay billetes» en la taquilla y Victoriano del Río no tiene toros para Madrid, pues lo que saltó ayer al ruedo no fueron toros para Las Ventas ni, si me apuran, para ninguna plaza de primera.

Y eso que los veterinarios han abierto en esta Feria la mano con irresponsabilidad y despilfarro. Veremos qué pasa mañana, pues parece que en las dehesas de Iberia, en la cabaña brava de España, hay tan pocos ganaderos que en la Feria del Aniversario, don Victoriano tiene que hacer doblete. Y las figuras, a la greña por matar estos simulacros de toros. Sus razones tendrán, digo yo, y algo tendrá el agua cuando la bendicen. Peste de toros y peste de figuras.

No sé cómo le andarán las cosas a don Victoriano del Río por Aranda de Duero y si el pleito por la plaza sigue existiendo o se ha cerrado ya. Este invierno los aficionados de Aranda me dieron un homenaje merecido, sin duda, para qué andar con falsas humildades.

En el transcurso del mismo el Botana me cantó unas coplas alusivas a don Victoriano. Gracias a ese recuerdo y a mi buena memoria reproduzco algunos de estos ripios y espero que el Botana no me pida derechos de autor: «Soy don Vito el ganadero / soy don Vito el constructor / mirad si tengo dinero / que todo lo compro yo. / Yo soy el amo la plaza / y en la plaza mando yo / si alguno se pone chulo le saco de un empujón. / Pero don Vito no sabe / que ha topao con el Botana, / que si se le hinchan los 'güevos' / coge y le vuelca la plaza». Hay más, pero no sigo y, por si hubiera alguna inexactitud, le ofrezco a don Victoriano la posibilidad de una rectificación. Aquí, en este periódico, somos así de liberales.

Resumiendo, la corrida de ayer, nada de nada. ¿En qué país vivimos que no hay toros para la gran y tradicional corrida de la Beneficencia? Esto no es un país, que es una Ínsula Barataria, sin Sancho sabio que la gobierne; o con demasiados sanchos avispados que se las saben todas; ni los toros de don Victoriano ni los remiendos de Garcigrande, fueron toros.

El segundo no se tenía en pie y derribó: ¿qué cuadra hay aquí, que picadores ineptos que llevan oro en el vestido? El mejor caballo y mejor picador a la vez es ese monosabio gordo que apuntala a los equinos y colea a los bóvidos. ¿Qué público es éste que se traga sin rechistar toritos como boquerones? Y los figurones de la cosa peleándose por estos animalejos.

Claro que en el pecado llevan la penitencia. Esas broncas a El Juli son un castigo que al diestro se le marcan en la cara. Le tocó el toro con más genio: pequeño pero matón y con la cabeza en las nubes. Y Julián López, pese a su reconocido poderío, no hizo vida de él.

En el cuarto, y sin apariencia razonable, arreció la hostilidad. Las verónicas de recibo de Manzanares al segundo habrán hecho estremecerse a Caco Senante, que ha prolongado en el hijo la devoción que le tenía al padre. Y un cambio de mano, y el pase de pecho y algunos de los muletazos al quinto: torería y pinturería. Y también, mucho toreo periférico. Faena de largo metraje, más que de calidades. El más beneficiado, por los toros y por el público, fue Perera. Justo es reconocer que fue quien más intensamente se entregó. Apenas se le reprochó el feo gesto de prolongar cruelmente la agonía de su primero, por temor a marrar con la cruceta. Esto debiera ser de Juzgado de Guardia.

Cuando el pobre animal dobló, Perera saludaba como un héroe. Sonó un aviso, pero en esos casos el reloj debiera ir más deprisa y sonar los tres. Las ovaciones recompensaron el cite desde los medios, algunos derechazos muy despegados, las manoletinas de recurso con que se intenta rebanar in extremis una oreja y el puntazo en el glúteo que recibió en una de esas manoletinas muy ceñida. El palco bien al negar la oreja; bastante había errado ya admitiendo estos toros.


El País

Por Antonio Lorca. Un destello misterioso

Andaba Miguel Ángel Perera intentando sacar partido al tercero de la tarde con una labor intermitente, pero basada en la quietud y la firmeza, cuando embarcó la embestida del toro con suavidad, y lo llevó toreado en un derechazo templadísimo y largo; giró su cuerpo casi ciento ochenta grados y aún llevaba imantada la cara del toro en la muleta. Fue casi un circular, largo y hondo, bellísimo, de ésos que parecen que duran y duran, pero no son más que destellos de un segundo inapreciable por el tiempo, pero que quedan siempre en la memoria de los que paladean el buen toreo. Ése es el misterio del toreo artístico, que nace como una estrella fugaz y se vuelve eterno.

Además, hubo mucho valor, las zapatillas muy asentadas, muy seguro siempre, dos trincherillas finales y uno de pecho con sabor y seis pases por alto iniciales dejándose oler los muslos. Pero el destello misterioso fue ese derechazo inmenso, cadencia pura, que surgió en el momento más inesperado y se erigió en protagonista.

Echó el resto en el último, con dos pases cambiados por la espalda en el centro del ruedo y dos tandas de muletazos con la derecha ligados en un palmo de terreno, antes de unas ceñidísimas bernardinas finales; tan ajustadas que la última le hizo un roto en la taleguilla, aunque el pitón no llegó a entrar en la carne. Hubo emoción, pero no fue una faena redonda; valiente, sí, pero algo faltó. Otro misterio.

Y ahí va otro: el desánimo que ayer dejó entrever El Juli, un torero poderoso, ayer desmotivado, desangelado, sin ánimo y con poco sitio. Su primero fue un animal áspero y bronco, de atosigante embestida, pero el experimentado torero se vio falto de recursos, escaso de ideas y con excesivos apuros. No hubo dominio, y sí muchos problemas para El Juli.

Prueba de que no era su tarde es que el cuarto era un toro noble, nobilísimo, y de largo recorrido en la muleta. Y el torero, que se había lucido en un quite por elegantes chicuelinas, se limitó a dar muchos pases acelerados, mal colocado siempre, toreando hacia fuera, en una clara actitud ventajista e impropia de este poderoso torero.

No tenía ayer su día Julián López, y se dejó ir un toro de oreja. A fin de cuentas, el fracaso no repercutirá mucho en una temporada que ya tiene hecha y firmada con ganaderías y honorarios. Quizá, eso pueda explicar su aparente desmotivación.

Y nadie sabrá nunca -otro misterio- si Manzanares hubiera triunfado con el quinto de la tarde -el segundo fue un inválido sin interés- si un sector de la plaza no hubiera torpedeado la faena de muleta con frases extemporáneas que derivaron en una alborotada polémica que, sin duda, descentró al torero. Se habían lucido Juan José Trujillo con dos pares de banderillas extraordinarios, y Curro Javier en una brega inteligente. Y llegó Manzanares con una muleta que derrocha prestancia. Comenzó con un elegantísimo preámbulo de toreo por alto; siguió con tres preciosos derechazos a media altura cuando se iniciaba la discusión en los tendidos, y la emoción que alcanzaba la faena comenzó a esfumarse. Se recompuso, después, con unos naturales enjundiosos, y dos circulares y unos ayudados por alto finales, pero el encanto estaba ya partido por la mitad. Los gritos habían roto el encanto y el misterio del toreo artístico. No debe ser fácil asirse a la inspiración cuando unos molestos ruidos cortan el aire y destrozan el embrujo de la creatividad.


ABC

Por Zabala de la Serna. ¿Y éste es el balance de tres figuras?

Ambiente de gala en la plaza de Madrid pero sin las guirnaldas de antaño que adornaban la Beneficencia. Y tampoco toros hasta la mañana de ayer. ¿Sin guirnaldas ni toros, qué fiesta organizó Ballesteros? Una recomposición con retales para la fecha más importante de la temporada. Garcigrande desembarcó a última hora, se birló un toro del viernes a los triunfadores de San Isidro y todo por la Patria para no repetir el petardo de hace unas temporadas con Jandilla. Aunque petardo de salida ya sea no contar con una corrida de toros para Madrid en fecha de relumbrón. Parafraseando al maestro Burgos: No Passsa Nada. ¡Quietos, qué nadie le mueva la silla a cráneo tan privilegiado, por favor! Malenis y Ballesteros necesitamos los plumillas.

El toro del butrón, el número 50, «Corchero» por nombre, 545 kilos, era sin duda el más madrileño y a la vez el más perfecto y rematado de líneas. Manos cortas, cornidelantero, serio y armónico. Y encima con un temple sensacional. Miguel Ángel Perera lo toreó por alto clavado en principio, y templado sobre la mano derecha, y desigual sobre la izquierda. Templado pero no siempre despacio. Bien pero no redondo. Faena que cala pero no empapa. Dos circulares invertidos de distinta suerte, un broche hacia los adentros. La oreja que se presentía y que no fue porque un pinchazo y una estocada pasada de efectos retardadísimos enfrió al personal. Pudo ser.

Y también con el sexto, otro toro muy bajo de Victoriano del Río y amplio de cuna, que galopó. Perera, que había cumplimentado a los Príncipes de Asturias antes, cumplió ahora con un monterazo al público. Y con pases cambiados por la espalda principió. Un tren contra la firmeza de un poste. La firmeza y el valor presidieron una faena en la que tragó a veces con el toro vencido por dentro, y la pierna de carga escondida. La embestida se descomponía en el muletazo largo arrancado muy en corto… Avanzada la cosa había una sensación densa y no fluida ni fresca. Deseosa y valerosa sí. Como las bernadinas ajustadísimas que casi le desgajan el nalgatorio. El trofeo estaba, el trofeo se le solicitó y el trofeo se le denegó. El fondo de la cuestión es otro.La historia se escribe con renglones torcidos. Y resulta que los toros de última hora, y el afanado también, y algún otro, embistieron de padre y muy señor míoEl quinto, parche de Garcigrande, normalito de presencia o por ahí, embistió extraordinariamente bien. El empaque de José María Manzanares es de una elegancia superior. El cambio de mano de prólogo y, sobre todo, el muletazo de la firma, que tiene hasta rúbrica, fueron de categoría. Con Manzanares surge una disyuntiva: nunca se acaba de saber si está administrando al toro o se administra él. Flashes muy toreros y siempre el cuarto muletazo por ligar. Dos y el de pecho, tres y el de pecho. Hubo un jaleo entre el «7» y el «6» que a poco descentran una obra que en sí misma ya traía altibajos. Toreó con el cuerpo a la verónica al encogido y pobre segundo del Río, que galopó con clase de salida y en banderillas inició un cambio a menos, para alcanzar la muleta sin terminar de viajar en manos amontonadas.

Genio a espuertas desarrolló el manso primero, muy alto y montado. Y El Juli quiso poderle a tan geniudo bicharraco, de los que miden con la guasa de un periodista a una figura. La defensa de la categoría se entibió después de un violento desarme. Entonces tiró las tres cartas Julián López, que toreó muy en línea a un cuarto altón, noble y sin profundidad. Hondura que tampoco halló Juli.

La pregunta final es el título: ¿Y éste es el balance de tres figuras del toreo (con toros para la gloria)?


Diario de Sevilla

Por Luis Nieto. Perera roza el triunfo en la Corrida de la Beneficencia

Si andan estos tiempos revueltos en la economía, no se quedan atrás en el aspecto del ganado bravo, en una temporada en la que los toros no dan la talla por trapío y descienden un peldaño en casta. Con la mosca detrás de la oreja andaban los aficionados de Madrid, con la corrida de Victoriano del Río, que no llegó a completar el encierro y fue remendada con dos astados de Garcigrande. Lío gordo en la trastienda. Uno de los toros de Victoriano, que le correspondió a Perera como primer oponente, lo secuestraron de la próxima corrida en la que están anunciados Esplá, Morante y Castella. Pese a todo el tejemaneje de los taurinos, el reventón fue total. No cabía un alfiler en la plaza para esta Corrida de la Beneficencia, que fue presidida honorariamente por los Príncipes de Asturias.

Miguel Ángel Perera, que rozó la Puerta Grande, se convirtió en el máximo protagonista del festejo. Si no alcanzó la salida a hombros fue por su espada. Ante el tercero, mal presentado, el extremeño dio la talla de figura. Apertura escalofriante con seis estatuarios, coreados con olés, y un pase de pecho. En uno de ellos faltó poco para ser cogido. La faena, levantada sobre el cimiento de la quietud, tuvo pasajes de gran calidad torera, con el público entregadísimo, especialmente cuando toreó con la diestra, sorprendiendo en un muletazo interminable y cautivando en un par de ellos, de mano bajísima, en los que barrió la arena con la muleta. Los toques fueron esenciales. También dibujó buenos naturales. Metido en el terreno del toro, que había ido a menos, continuó con dos series de circulares invertidos y abrochó la obra con varios muletazos pintureros, como una preciosa trincherilla. El toro tardó mucho en caer tras un pinchazo y una estocada y los ánimos del respetable se enfriaron, quedando el premio en una fuerte ovación.

Perera se impuso al sexto toro, un animal con la movilidad como bandera. Asustó tanto en el comienzo de faena, con muletazos por la espalda, como en el epílogo, con unas bernadinas tan ceñidas, que en la última el toro le arrolló y propinó un varetazo en la parte posterior del muslo izquierdo. Dentro de un trasteo extenso, lo mejor en el toreo fundamental llegó en una serie con la diestra, con los pies atornillados y los muletazos de mano baja. Por la izquierda, hubo varios enganchones. Lo cierto, es que la faena había sido muy interesante y el premio se entrevía. Pero de nuevo, Perera no acertó en la suerte suprema y… Ovación.

José María Manzanares no pasó de apuntes y buenas pinceladas. El alicantino, en su primero, concretó un trasteo correcto, pero carente de emoción con un bonancible toro, muy protestado por su invalidez y que perdía las manos si el diestro le hacía humillar. Sin embargo, ante el quinto, noble, pero flojo, se gustó desde el inicio de faena hasta el final. Tras un preámbulo luminoso con excelentes naturales, brilló en un serie corta, muy sentida, con la derecha. La faena, con una pelea entre el público, a favor y en contra del torero, continuó dentro de la elegancia por ambos pitones, aunque con muchos muletazos bastante desceñidos. Alargó en exceso la labor, en la que añadió un circular invertido. En el epílogo, brilló un bellísimo cambio de mano. Rubricó con una estocada entera, desprendida.

Julián López El Juli no convenció al personal por ventajista. El madrileño únicamente sacó una tanda, con entidad, con la diestra al primero, feo, alto, bravucón, que en la muleta se metía con peligro y había manseado descaramente en varas, desmontando en un arreón traicionero al picador, Salvador Núñez, al que tuvo a su merced, pero del que salió huyendo. Con el noble cuarto, a El Juli le recriminaron en varias ocasiones que se cruzara. La labor fue correcta, pero careció de emoción alguna.

La crisis se percibe hasta en los detalles. Ayer no se engalanó Las Ventas como en otras ocasiones para la corrida extraordinaria de la Beneficencia. Ni siquiera las banderillas que se prendieron eran de lujo. Pero lo peor de todo es la crisis del ganado bravo, en un año en el que resulta casi imposible disfrutar de un encierro completo y un auténtico milagro el que tenga trapío y salga encastado.

Madrid Temporada 2009

madrid_030609.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:14 (editor externo)