Herramientas de usuario

Herramientas del sitio


madrid_030619

Plaza de Toros de Las Ventas

Lunes, 03 de junio de 2019

Corrida de novillos

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Novillos de Fuente Ymbro parejos de hechuras, pero mansos y descastados con peligro a excepción de los dos primeros - (noble el primero, con posibilidades el segundo, manso y peligroso el tercero, a menos el cuarto, deslucido el quinto y manso y con peligro el sexto)

Diestros:

Juanito: de purísima y oro (silencio y ovación con saludos tras aviso),

Antonio Grande: - que se presentó en Las Ventas - de blanco y oro (palmas tras aviso y silencio tras aviso)

Diego San Román: de malva y oro (ovación con saludos y ovación con saludos tras aviso).

Incidencias:

Entrada: dos tercios de plaza en tarde primaveral (16.581 espectadores).

Imágenes: https://www.las-ventas.com/la-tarde-tras-el-objetivo/las-ventas-03-de-junio-de-2019

Video: https://twitter.com/i/status/1135640225420599297

Crónicas de la prensa

Portal Taurino

Por Alberto Bautista. El arrojo de San Román

El mexicano dejó su impronta gracias al valor, tras sufrir dos terribles volteretas ante una deslucida novillada de Fuente Ymbro. Antonio Grande que se presentó, gustó por su frescura y concepto.

La garra y el coraje de Diego San Román, dejaron huella en la última novillada de San Isidro. En esta ocasión, no funcionó el encierro que Ricardo Gallardo dispuso para Madrid. Entipada y fina de lámina, pero descastada y mansa de honorable condición. Sólo los dos primeros se salvaron de la quema. Sin novillos y lote fiable, el mexicano San Román que se presentó en la pasada feria de la Comunidad, dejó su impronta en el momento más superlativo: La feria de San Isidro. Dos ovaciones con saludos fueron el bagaje de un novillero dispuesto que tuvo actitud y concepto durante toda la tarde. Con el manso y peligroso tercero, derrochó actitud y valor frente a un utrero a la defensiva que le volteó en varias ocasiones. Enterró el estoque y saludó por su imagen. El sexto, tampoco le dio opciones de nada. Aunque la faena se enrocó en tira líneas, dejó su valor seco ante otro manso de Fuente Ymbro, que le levantó del suelo, sufriendo una voltereta sin consecuencias. El valor se volvió a ver por unas comprometedoras bernardinas. Sin oficio, pero con decisión e imagen Diego San Román, se llevo la tarde gracias a su frescura y disposición.

Se presentó un novillero salmantino, llamado Antonio Grande que tuvo dos actuaciones diametralmente opuestas. Lo que ganó en el segundo, lo perdió en el quinto y aunque se le notó con escaso oficio anduvo acoplado en sendas labores. Dejó su impronta en su primero, el novillo de su tarjeta de presentación en Las Ventas fue de garantías. La dispuesta y fresca labor unido al buen manejo del capote y del percal, aunaron opciones pero el fallo con la espada le restó mérito. La plana actuación con la que despachó al quinto, a la postre el novillo más deslucido de la tarde dejó las espadas en todo lo alto. No le dio distancias y se empecinó en meterse entre los pitones. No ayudó el novillo y tampoco lo arregló el charro con la espada.

Mediocre e incapaz anduvo Juanito, un muchacho que ya ha trenzado el paseíllo en Madrid en varias ocasiones, pero que continua sin pena ni gloria. Desperdició el mejor novillo del encierro, el primero. Un novillo de garantías que hizo el avión en muchos compases de faena. El portugués, desdibujado no le dio distancia y no aprovechó las férreas arrancadas de “Volante” que se llevó una ovación al arrastre. Tampoco estuvo a la altura del bravo “Laminado”, un torrente de bravura que el portugués principió un buen comienzo de faena, pero que acabó ahogando las embestidas del notable ejemplar. ¿Qué necesita para torear?

El País

Por Antonio Lorca. Aburrida amabilidad

La terna fue muy amable; los tres primeros novillos los brindaron al público en prueba de buena voluntad y con ánimo de caer bien a la concurrencia, que falta les hacía un hálito de cariño en tarde tan importante.

Pero ya se sabe que el hombre dispone y el toro, por lo general, descompone.

Juanito, que es portugués, comenzó la faena de muleta por bajo, rodilla en tierra, hasta que el novillo hundió los pitones en la arena y ahí acabó su petición de auxilio.

Antonio Grande se arrodilló en los medios, llamó al suyo, que acudió con presteza, le robó la muleta y no lo dejó sin cabeza de purito milagro.

Y Diego San Román, mexicano de Querétaro, citó desde el centro del anillo con la muleta en la zurda; el novillo acudió como por obligación y huyó del torero directamente a la puerta de toriles.

Aunque la culpa no siempre hay que buscarla en el juego de las reses. Se nota que Juanito posee oficio, está versado en la técnica y con los conocimientos sobrados, pero pareció que tras el brindis quedose mudo; es decir que su novillo le ofreció voluntad de triunfo y el torero no la acogió con la decisión esperada. Dicho de otro modo: que el toro era encastado y codicioso, y Juanito se empeñó en dar muletazos acelerados, con poco reposo y menos poso. Y pasó desapercibido, con lo mal que suena el participio dichoso. Intentó mejorar su examen ante el noble cuarto y no lo consiguió a pesar de su mejor disposición.

Antonio Grande se levantó apresurado y de su gesta arrodillada, y supo al momento que su oponente derrochaba nobleza y que acudía con fijeza y humillación. Dijo el torero que le ampara un buen concepto, pero no pudo o no supo estar a la altura de su oponente. Toreó al hilo del pitón, dobló en exceso la cintura y dio muchos pases que no aportaron nada. Y el parado quinto le ofreció escasas posibilidades de triunfo. Llegó a ponerse un poco pesado y el público se lo recriminó.

San Román se enfadó con su novillo, que es lo que deben hacer los que empiezan. En vista de que el animal decidió huir en estampida, el muchacho lo persiguió y lo acosó en las mismas tablas hasta que sufrió una espeluznante voltereta de la que salió maltrecho pero entero. Tras la estocada final voló de nuevo por aires a causa de un imprevisto arreón del moribundo. Otro petardo fue el sexto, y ahí anduvo San Román entre los pitones hasta que por tercera vez conoció las alturas, rebotando varias veces entre los pitones.

Conclusión: buenos novillos desaprovechados por Juanito y Grande. Amables los dos, pero muy aburridos, y no está el horno de su situación para bollos. Y un torero mexicano que ha cruzado el charco para contar que quiere ser alguien. Valor no le falta; y dolores en el cuerpo, tampoco.

El Mundo

Por Zabala de la Serna. Gloria y honor a los toreros machos: San Román asusta al miedo

Bajo temperaturas propias del ferragosto madrileño había vida en los tendidos graníticos. Latía una ilusión cierta entre la afición en minoría por ver la presentación de Antonio Grande. Y por el pulso de torero bragado que envuelve a Diego San Román. Y por lo cuajado que está Juanito. Un español, un mexicano y un portugués, en el orden citado. Y bien que honraron su fama.

Por los cenáculos taurinos hablaban también los conspicuos del lujo de la novillada de Fuente Ymbro por ser una novillada «normal». Pero las caras no son las hechuras. Y madre mía lo que escondían: un quinario.

Pese a la armonía de la su expresión con la edad utrera al primero le faltaba cuello. Traía una movilidad de mecha y disparo. Descompuesta ya desde el peto, donde se defendió. Juanito, que en realidad es Joao Silva, demostró su concepto firme y mandón. Por abajo el largo trazo, en el sitio la quietud. Todo le salió limpio. Y no era fácil. La eficacia de su contundente espada lo empujó a saludar desde el tercio.

No alcanzó esa zona caliente Antonio Grande, pero su ovación también sonó a reconocimiento, sólo frenado por quienes consideraron que el acero había afeado, con razón, todo lo conquistado. Que fue mucho. Sus líneas arroblesadas afloraron con el fuenteymbro de elevada alzada, humilador hasta donde le dejaba su anatomía, el más potable a la postre. San Román le provocó con el capote a la espalda por ceñidas gaoneras la respuesta por chicuelinas de compás abierto abrochadas con una media de rodillas. De hinojos también trató de explotar el prólogo de faena, pero la trebolina acabó en un cuerpo a tierra. Viajaba generoso el novillo a esa altura y Grande lo ligó por la derecha. Y le puso alma a la ligazón. En tres series ya habían llamado la atención de Madrid. Por colocación e interpretación, su embroque y la curvatura de su toreo. A izquierdas la embestida no se dio. Ni de igual ni de parecida manera. Así que el salmantino tuvo que remontar ese bachecito por la mano buena y alguna espaldina. La remontada se estrelló contra el dique del estoque.

Lo de Diego San Román con un entipado manso en oleadas se resume pronto y abruptamente: qué dos cojones. El bravo mexicano se jugó el tipo a calzón quitado. El novillo mataba a su madre por huir, arrollaba por dentro, se volvía al revés. San Román atropelló todas las razones de fundamento y le ofreció la izquierda en los medios. Como un brindis de mezcal a la afición. Y después se tragó el gusano de la botella, los sapos y las culebras. Hasta que surgió el cantado y asumido volteretón: «Estamos en Madrid», venía a decir el tipo. Escapó de milagro. Como en las temerarias bermadinas de cierre y en no sé cuántas ocasiones más. Todavía un último arreón, ya con la muerte dentro, volvió a ponerle contra las cuerdas. DSR se levantó para recoger el tributo de la gente asombrada.

Definitivamente, desde el cuarto, el supuesto lujo de la novillada por sus testas se perdía por sus cuerpos. Y por lo que llevaban dentro. Los jandillas de Aranjuez sí que habrían sido un lujo para los chavales. Pero no pasan, claro. El quinto se movió (sic) y defendió con la misma bastedad de sus brutas hechuras; el cuarto ya había dejado un muestrario incierto con sus parones y ausencia total de ritmo cuando atacaba desde su pose reservona. La raza y la casta estuvieron en Antonio Grande y Juanito. Sin dudas ni reservas.

Y para cerrar el colmo de lo malo apareció el violento sexto con líneas de toro. Que cogió a Diego San Román para matarlo cuatro veces, una por cada derrote. Por muslos, vientre, espalda y pecho, la crucifixión. El cabrón volvió a incorporarse sin mirarse. Y a ponerse como si tal cosa. Asusta al miedo el valor desbocado de San Román. Que acabó con un volapié monumental al hilo de las tablas. Temblaba la plaza agarrada a sí misma.

Gloria y honor a los toreros machos: los tres se fueron andando.

ABC

Por Andrés Amorós. Modas taurinas actuales

Tercera y última novillada de la Feria, con buena entrada. El cartel es internacional: el portugués Juanito, el español Antonio Grande y el mexicano Diego San Román. Es una prueba exigente pero también una ocasión inmejorable para darse a conocer.

El pasado día 15, Fuente Ymbro lidió aquí una buena corrida, que propició el triunfo de Perera. Esta tarde, los novillos se han movido pero, salvo el segundo, han tenido genio y brusquedad. Ninguno de los tres jóvenes diestros han resuelto las dificultades con triunfo.

Juanito (Joao Silva), de la Escuela de Badajoz, es hijo de un banderillero de Moura y de Leonardo Hernández. En el primero, que arrea fuerte, se muestra muy firme, con muletazos de mano baja; entra a matar con decisión. Merecía más que el silencio. Brinda el cuarto, también brusco, a Ricardo Gallardo, el ganadero. Calienta -todavía más- el ambiente con muletazos cambiados. Muestra su oficio y entrega a costa de recibir dos pitonazos, que le rompen la taleguilla; casi es herido, en las bernadinas. Al encuentro, mete bien la espada. Esta vez, sí recoge la merecida ovación. Es diestro más dominador que estético.

Se presenta en Madrid Antonio Grande, de San Muñoz (Salamanca), que ya ha triunfado en la Glorieta y en Sevilla. En el segundo, que embiste con nobleza, maneja con soltura el capote; sufre un desarme, al iniciar, de rodillas; logra ligar derechazos con temple, en la muy buena línea que es propia de la gran escuela charra. Acusa su bisoñez al manejar la espada. En el quinto, brusco, que flaquea, pierde el capote al intentar las saltilleras. Brinda por la tele a El Viti. Los arreones del novillo impiden el lucimiento y no mata bien.

El mexicano Diego San Román, de Querétaro, hijo del matador Óscar, sufrió un percance en la Feria de Fallas. En su estilo destacan el aplomo y la quietud, que no siempre van unidos al dominio. Mide el castigo al tercero el gran Tito Sandoval; Trujillo pone pares de mérito a un novillo con querencia a tablas. Lo llama Diego desde el centro y no lo sujeta, vuelve a tablas. Como no lo domina, pasa momentos de apuro, sufre una tremenda voltereta. Recurre a las inevitables bernadinas. Pegado a tablas, logra un espadazo y todavía sufre otra voltereta, en el desplante. En el sexto, comienza de rodillas, antes de fijarlo. Se queda quieto, sufre otra terrible voltereta, el toro se lo pasa de pitón a pitón. Al hilo de las tablas, logra la estocada. No se le puede negar el valor estoico pero, sin poderle al toro, no cabe torear bien.

Los novilleros reflejan las modas que ahora imperan. Esta tarde, hemos visto gaoneras a trallazos, chicuelinas de compás abierto, tafalleras, saltilleras, muletazos cambiados, bernadinas, manoletinas… No siempre es bueno el ejemplo de las primeras figuras. Atribuyen la frase a Benavente: «Bienaventurados mis imitadores porque de ellos serán mis defectos». Cada uno debe seguir su camino. Lo que nunca pasará de moda es la necesidad de dominar al toro, antes de buscar la estética.

La Razón

Por Patricia Navarro. El asfixiante valor de San Román

Antonio Grande replicó el quite de Diego San Román. Sobrevolaba por la plaza, por su actuación algo de eso de no querer dejarse ganar la pelea ni loco. Bien fue la réplica, como bonita la media con las dos rodillas en tierra. Grande quiso hacer honor a su nombre y tiró primero de arrestos. Los suficientes para irse al centro y esperar al novillo de Fuente Ymbro en el centro del ruedo para cuando justo llegó a su jurisdicción pegarle un afarolado, de rodillas, gran detalle. Si no echa un cuerpo a tierra, nos olvidamos. Ahí hubiera acabado todo, o casi. Las cogidas son un absoluto desconcierto, la demostración visible, patente de que la suerte existe y está contigo o contra ti. El novillero de Salamanca, buena tierra de toreros, se puso de pie después del trago para empezar a torear y eso es lo que quiso hacer en todo momento, ante la noble movilidad del Fuente Ymbro. Con más o menos resultados, no siempre logró la solidez, y el viento se encargó de ponérselo más difícil, pero sí se le vislumbraron unas buenas maneras. Sobrias, austeras y queriendo hacer las cosas por el camino recto. El mismo que siguió en el quinto, que iba y venía corto en el viaje y falto de entrega. Su buen concepto resultó lo mejor, a pesar de que se alargó.

Valor del bueno tiene Diego San Román, valor capaz de asfixiarte cuando la cosa se pone difícil. Y se le puso en el tercero, que ya anduvo rajado desde que salió de toriles, pero no importó. A San Román no le importó nada que no fuera dejar su constancia de la solidez de su puesta en escena por encima de todo. Desde el centro, al natural, esperó la primera arrancada de muleta y entró el novillo por dentro, anunciando lo que venía después. Y vino una voltereta para dejarte sin saber por dónde andas tres días. De una violencia tremenda. Como si fuera de otro mundo no se inmutó y regresó a la cara, más fiero que el toro, y por bernadinas nos quitó el aliento que nos quedaba. Arreones pegó el sexto, mientras San Román los aguantaba de rodillas. Impávido, claro que el precio acabó por ser alto, porque no tardó en prenderle de verdad, y fue tremenda la cogida, pasándose al novillero mexicano de pitón a pitón hasta expulsarle. Tremebundo. Como si no fuera la historia con él, ¿de qué planeta habrá venido este San Román? Se volvió a poner exacto, a pesar de que el toro no tenía ni uno. Tendrá que reorganizar conceptos, pero es torero.

Un pase cambiado por la espalda dio Juanito al cuarto buscando el eco directo del tendido. En cuanto se puso a torear sufrió una colada de infarto; al natural siguió. No era fácil el novillo, reponía y sobre todo ganaba el viaje por dentro, acortando cada vez más los espacios. Brusquedad y aspereza del toro, con la virtud de descolgar la cara en el viaje. Firme y sólido por el diestro para sacarle los muletazos muy abajo y en el intento de llevar al novillo sometido para que no se descontrolara. Fue cambiante el Fuente Ymbro y las bernadinas finales de inmolarse. Serio mucho más allá de los resultados. Así estuvo con su primero, que tuvo movilidad y aspereza a partes iguales. Se entregó Juanito en todo momento. Por encima los novilleros de un encierro que tuvo muchas complicaciones. Y valor de acero.

Madrid Temporada 2019

madrid_030619.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:15 (editor externo)