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Plaza de Toros de Las Ventas

Martes, 4 de junio de 2013

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de El Montecillo

Diestros:

Antonio Ferrera: silencio en su lote.

Serafín Marín: silencio en su lote.

Joselito Adame: silencio en su lote.

Entrada: Lleno

Video resumen de la corrida: http://vimeo.com/67686116

Galería fotográfica del festejo: http://www.las-ventas.com/noticia.asp?codigo=5405

Crónicas de la prensa: El País, La Razón, El Mundo, Grupo Joly.

El País

Por Antonio Lorca. Joselito Adame, un corazón torero

El torero mexicano Joselito Adame, chaparrito de cuerpo y grande de corazón de torero, estuvo a punto de dar una alegría mayúscula a los taurinos de su país y a todos los buenos aficionados porque hizo méritos para abrir la puerta grande, y por ella hubiera salido con todos los honores si no pincha de mala manera al sexto de la tarde, un manso encastado, al que hizo una faena de poder a poder y le ganó la pelea con alta nota.

Si se quiere, se puede, parece ser el lema de este torero, que se sobrepuso con enorme gallardía a una corrida podrida de El Montecillo, mansa y descastada de manual: Quiso de verdad, y, desde que apareció en el ruedo, estaba claro que venía a por todas, que estaba dispuesto a jugarse la vida por el triunfo; y eso se transmite con facilidad a los tendidos.

La actitud de Serafín Marín no es de triunfo; frío, conformista y derrotado, su tarde fue olvidable. No ha toreado mucho, pero le sobra valor, conocimiento, técnica y gracia en sus maneras; no parece que sea un exquisito, pero ayer dijo que sí, que lo es con capote y muleta. Hizo quites por chicuelinas y por gaoneras, recibió al sexto en la puerta de toriles con una larga cambiada de rodillas y garbosas verónicas, y a ese mismo toro lo quitó después por vistosas zapopinas, que le salieron de dulce.

Y con la muleta en las manos expresó disposición, firmeza y asentamiento; mueve bien los brazos y liga los muletazos con gusto y torería. Una vaca lechera era su primero y allá que lo muleteó con las zapatillas atornilladas en la arena, con encomiable decisión y quietud. Llevó al toro prendido en la muleta, imantada en la cara del animal, y así demostró sus deseos de triunfo. Había comenzado con unos ayudados por alto pegado a tablas, y terminó con otros, rodilla en tierra, preñados de torería. Por si fuera poco, se tiró a matar a ley, volcándose en el morrillo del animal, y la oreja fue un justísimo premio a su pundonor.

Se fue al centro del ruedo en el encastado sexto y desde allí lo citó de largo en dos tandas con la derecha, con la mano baja, firme la planta, largos y ligados los muletazos, que abrieron la otra hoja de la puerta grande. Dos tandas más por la izquierda, con gracia y con mando, culminada la primera con una trincherilla elegante, y la otra con un esbozo de kirikiki y un torerísimo recorte final. La plaza se le entregó y esperaba el espadazo final para elevarlo a hombros.

No hubo ese colofón esperado y merecido; lo que sí había era un torero grande que debe dejarse matar en el carretón para que el próximo triunfo no se le escape por una suerte de muerte indeseada. Si Joselito fue el deseo y la disposición, la imagen de Serafín Marín fue la de la derrota, la frialdad y el conformismo; lo que no quiere decir que esa fuera su actitud, pero sí la imagen que transmitió. Ciertamente, cada uno es como es, y, por eso, unos llegan y otros no. Tampoco tuvo toros Marín, pero no se puede estar allí abajo sin enviar un mensaje de ambición, de alegría y superación. Si la gente come pipas y habla con el vecino mientras un torero lo intenta, hay que morir para captar su atención; si no es así, que fue lo que ocurrió ayer, el murmullo se torna en pitidos de desaprobación. No tuvo oportunidades claras el torero catalán, pero con esa imagen hierática raro parece que hubiera triunfado en distintas circunstancias. A Madrid no se pude venir a dar un paso atrás ni a desistir ante la primera dificultad del toro; porque, después, pasa lo que pasa, que eres carne de olvido.

Tampoco tuvo oponentes de triunfo Antonio Ferrera. Se nota que es un torero cuajado y maduro, aunque ayer prefirió no plantar cara a las dificultades. Puso banderillas con su facilidad habitual, y solo el último par, al quiebro por los adentros y culminado con un recorte en las mismas tablas, fue realmente meritorio. Ante su primero, un manso total, sin clase ni casta, se justificó con una faena sin dimensión; y ante el cuarto, una birria que embestía con violencia, quiso, pero menos, y el resultado fue anodino y olvidable.

Por cierto, El Montecillo luce en su ficha su procedencia: Juan Pedro Domecq. Pues he aquí otra corrida basura, puro desecho, mal presentada y mansa de solemnidad. Otra razón más que justificaría el aburrimiento de una tarde de no haber sido por la presencia fulgurante de un torero chaparrito, pero de gran corazón, como demostró ser Joselito Adame.

El Mundo

Por Vicente Zabala de la Serna. Joselito Adame, en el umbral de la Puerta Grande

El desierto se manifestó en Las Ventas a la espera de la Corrida de la Beneficencia de este miércoles. Este mismo cartel dentro del abono de San Isidro es de tres cuartos largos de entrada; la fuerza de San Isidro.

Iba la corrida camino de la nada mansa, cuando Joselito Adame, en el ecuador de la tarde, se puso en el sitio con el toro más alto de la corrida de El Montecillo. Como sus hermanos, se había escupido de los caballos, rehusando la pelea en el peto y frenándose en los capotes. Apretó en banderillas hacia los adentros y nadie daba un euro por él. Menos Adame, que apostó muy firme desde los estatuarios de apertura. En los medios, el contraste de alzadas se hacía abismal. Joselito le dejó las muleta en la cara siempre y el toro empezó a romper. Todo por abajo y muy ligado, de verdad el toreo. Trepó la faena por su embroque cierto; el matador mexicano tragó sin una duda cuando a izquierdas algún parón surgió. En redondo que era la mano del toro trazó la faena en su base. Superior el tipo sobre la derecha. Y soberbio el cierro genuflexo de dobladas de categoría. La estocada desprendida dio pasó a una oreja, que será entre la de sus compatriotas la más maciza.

Ferrera abrió la tarde con un toro melocotón, enmorrillado y chato, que no quiso caballos. AF lidió con cabeza y orden. Movió los piqueros en busca de las querencias. Y finalmente se picó en el “2”. Apretó el melocotón en banderillas sin picar. Muy fuerte arreó. Antonio Ferrera le ganó la cara con muchas facultades, tantas que se pasó de frenada y clavó a cara pasada. Las dobladas de inicio de faena tuvieron su porqué. De repente, como si el toro hubiera bajado una cuarta, aminoró sobre la mano derecha con cierta nobleza y con la incertidumbre a la vez que causa cuando un toro echa la cara entre las manos y escarba. Ferrera aguantó, pero el enemigo se vino abajo igual que otras veces se venía sin meter en la muleta.

Luego con el cuarto explosionó el veterano extremeño en banderillas. Un quiebro en los mismos medios y juegos de recortes por los adentros en otro par al cambio por los adentros. Bárbaro de facultades y valor. Fue todo lo que duró el negro toro antes de defenderse, soltar la cara y enredarse sin fondo en la muleta.

Serafín se había estrellado con un bajo y bonito burraco de sueltas carnes y manso que no humilló ni por el putas. Marín se tiró a matarlo a ley y los pitones le hicieron un zigzag en el pecho… El quinto, ensillado, o de lomo quebrado, remoloneó como toda la corrida. Pero entre entro, salgo y vuelvo del caballo le dieron demasiado para lo que luego fue una bondad sin vida hasta rajarse en las manos de Serafín Marín. Para colmo se atascó con la espada.

Joselito Adame se fue a portagayola pero de verdad. Metido entra las dos rayas, que ahora se va todo el mundo muy lejos. Le tiró la larga sin espacios y hasta el platillo lo lanceó hasta dibujarle una graciosa media a pies juntos. Adame no le dio nada en el caballo. Y se ajustó el tipo por zapopinas.

Se lo dejó arrancar muy en largo con toda la fuerza del toro entero. Y tocó en el momento justo. Sobre la mano derecha no movió ni un músculo con aquella velocidad. Otra vez por abajo. Muy largos los derechazos. Y con la mano izquierda lo bordó. Mucho motor en respuesta a su generosa apuesta. Monumentales los muletazos. Muy toreros. Un natural para adentro fue cumbre. Como la trincherilla. Y un kikiriquí. Y sobre la derecha cerró todavía tan encajado y con el toro con carbón. Faena exacta. Estaba la Puerta Grande entreabierta y la estocada no se enterró hasta la tercera. Y bastante atravesada. Ahí quedó su imagen.

La Razón

Por Ismael del Prado. Al filo de una espada de la Puerta Grande

Al filo de una espada. De un acero romo y sin muerte. A eso se quedó ayer Joselito Adame de la Puerta Grande de Madrid en la segunda de la Feria Arte y Cultura, en la que, con el lote de mayores opciones –todo hay que decirlo– cortó una oreja del tercero y acarició otra del encastado «Montecillo» que hizo sexto, en el que se quedó sin rubricar una tarde contundente en argumentos por parte del diestro azteca.

Adame, que ya se había hecho presente en el toro anterior con un quite por chicuelinas, planteó una faena con buen armazón. Planteamiento, nudo y desenlace. Buena la quietud del arranque por estatuarios. Las zapatillas, atornilladas. Sin enmendarse una sola vez. El pase del desprecio para rematarlo, de cartel de toros. Precioso. Ya en los medios, planteó una faena vertebrada por el pitón derecho. El mejor de un «Montecillo», frío y remolón a los engaños en los primeros tercios. Dos buenas tandas que contagiaron al respetable, entonadas, corriendo bien la mano. La muleta, muy puesta ante una res con más transmisión que sus hermanos. Menos peso tuvieron los dos interludios que hizo al natural. Sin embargo, tras el primero de ellos, llegaron dos derechazos a cámara lenta, muy despacio, barriendo el albero la muleta. La misma intensidad tuvo la tanda siguiente, frondosa, con el azteca muy encajado. La plaza, entregada al diestro, que cerró con armónicos doblones. Un final lleno de sabor. Pese a que enterró la tizona excesivamente abajo, afloraron con fuerza los pañuelos. Trofeo concedido.

Quiso más en el sexto y buscó la gloria de la Puerta Grande en otro portón, el de chiqueros. A portagayola lo recibió, buenas verónicas para rematar el saludo con una media de manos bajas muy personal. Excelsa. Como en el resto de ocasiones –no perdonó una oportunidad–, entró en quites y dibujó ceñidísimas lopecinas. Taquicárdica, la última. Con la muleta, volvió a apostar. Toro bravo y encastado, el mejor de todo el encierro de Paco Medina. Le otorgó distancia y trazó dos series en redondo aprovechando el alegre galope del burel. Al natural, se disparó la faena. Hubo una tanda muy buena enroscándose al toro en cada pase. Tuvo profundidad y transmisión. Preciosas las trincherillas por bajo de remate en cada ramillete de muletazos. Con el público en el bolsillo, fue por la espada y, tras una serie más en redondo, pinchó por dos veces para dilapidar una Puerta Grande ganada con la frescura y las ganas de un novillero, pero con la seriedad y verdad del matador de toros.

Nada tuvo que ver con las tardes anteriores el tercer compromiso de Antonio Ferrera en Madrid. Suyo fue el lote más deslucido. Así, por ironías del destino, «Platanero» fue un melocotón precioso y bien hecho, que manseó mucho de salida. Suelto y despreocupado de las telas, que costó lo suyo meter en vereda bajo el peto. Luego, en banderillas se desplazó con movilidad –como un rayo se le vino en el segundo par– y permitió el lucimiento del diestro ibicenco afincado en tierras extremeñas. Mejor el último par cambiando el rumbo para clavar por dentro. En la muleta, sin embargo, volvió a pegar un giro de 360 grados y se acobardó a las primeras de cambio. Ferrera, serio y convencido, dejó un torero inicio de trasteo. Poco más a partir de ese momento. Cada vez el animal más parado ante un Ferrera que le robó las series sin lucimiento ni interés, dada la sosería de su adversario.

Ni eso le permitió el cuarto, alto de cruz que enseñaba las puntas. «Duradero» no hizo honor a su nombre. Otro animal sin clase ni condición alguna para la muleta. Protestó a los cites de Ferrera, que trataba de alargar una embestida corta y llena de gañafones. No hubo manera de ligar las tandas ante un burel que no permitió pasar de probaturas y más probaturas. Agradable la premura del diestro para pasaportarlo de estocada un pizca desprendida. Fulminante.

La única opción de Serafín Marín esta primavera en Madrid pasaba por la tarde de ayer. Y como llegó se fue. Un abrir y cerrar de ojos. Nada que destacar en el fugaz parpadeo. Sorteó primero un burraco, bajo y de buenas hechuras, con todo para hacer el toreo bueno. Una lámina. Pero, no terminó de romper en la muleta. Allí, desarrolló un molesto gazapeo que importunó bastante al diestro catalán. Muy incómodo, no se terminó nunca de acoplar, ni de fiar, a la deslucida embestida de un animal sin excesiva raza. Muy abajo se le fue la efectiva estocada con la que lo despachó. Más reposado estuvo en el quinto, al que toreó con suavidad y administrando los tiempos. El problema es que la materia prima tenía el mismo contenido que su primero: ninguno. Prácticamente inédito el de Montcada.

Todo lo contrario que Adame. Puntuó Joselito. Y muy alto. ¿Valdrá para sustituir a Fandiño el viernes?

madrid_040613.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:11 (editor externo)